Roberto Tálice, en
París |
La
creación de una obra autobiográfica obedece a diversos impulsos,
generalmente constantes en todos los autores. Los mas importantes son el
afán de automostración, el deseo de rescatar una época mejor -o un
escenario de acontecimientos mas felices- y la necesidad de trascender.
Todas estas motivaciones se encuentran en el libro PARIS BIEN VALE UNA
MUSA Memorias de mi primer viaje a París (Buenos Aires, Corregidor, 1986)
del uruguayo Roberto Tálice, periodista, dramaturgo, escritor de
numerosas obras galardonadas con los premios mas importantes de la
Argentina. El
relato evoca el viaje que el autor realizara, siendo muy joven, a Europa.
No contaba con dinero para hacerlo, sólo tenia la firme conviccion de que
debía ir. La empresa era arriesgada, pero Tálice decía "Prefiero
morirme de hambre en París a los veinte años, y no conocerlo en la
opulencia de los cincuenta". Llevaba en su espíritu dos poderosos
"males", que le hacían olvidar los riesgos: "la patología
del nómade y el morboso y contagioso virus de Paris". Sólo pensando
en su incidencia podrá comprenderse la juvenil intrepidez del autor. La
época en que se realizó el viaje no está dada con exactitud; podemos.
tener una idea a partir de dos datos que proporciona el narrador; en un
oportunidad, expresa que escribe "casi a los sesenta años de las
vicisitudes e incidencias de mi primer viaje a París”; también comenta
que llegó a Francia siendo no muy lejana la Primer Guerra Mundial. Estas
afirmaciones nos permiten suponer que el viaje fue realizado alrededor de
1926. Una
vez tomada la decisión de embarcar, debía conseguir, al menos, lo
imprescindible para el pasaje, ya que ni con ese dinero contaba. De a
poco, va redondeando la suma que le permite viajar en el
"Lutetia", pero sólo hasta la ciudad de Santos, en Brasil. Cómo
llegaría desde allí a Europa, era algo que ni el mismo sabia. Los amigos
colaboraron con cuanto estuvo a su alcance para que el viajero estuviera
bien equipado; unos le proporcionaron dinero (que le adeudaban); otro, un
traje con poco uso, tarjetas de presentación, y una manta de viaje. Esta
ultima era sumamente funcional, ya que, disimulado en su interior, podía
transportar cuanto no entraba en la valija. Los diarios uruguayos a los
que el escritor se hallaba vinculado le ofrecieron, por su parte, una
determinada cantidad de dinero por nota a enviar. Con este equipaje, y mas
esperanzas que realidades, se fue nuestro protagonista. Partieron
rumbo a Brasil, Tálice y un recitador al que representaría en América y
Europa, dividiéndose las ganancias obtenidas. En Brasil se les une Martín
Arrivillaga, dilecto amigo del narrador, decidido a hacer la travesía con
la mensualidad que le pasaba su madre. Como vemos, las condiciones no podían
ser mas adversas, pero la voluntad de llegar a la ciudad ansiada vencía
cualquier obstáculo. La primera escala, en Brasil, fue el escenario de
las representaciones del recitador, que tuvieron un resultado desastroso.
Lo mismo sucedió en Río de Janeiro. Llegaron a Lisboa, donde, por un
incidente trivial, se enemistan los jóvenes con el declamador y continúan
viaje por su cuenta. La próxima escala es Madrid y, de allí, directo a
Paris. Los pasajes se costeaban con el dinero de alguna. representación
ofrecida por Heraclio Sena, el recitador; con lo que recibían por las
representaciones que no se efectuaban y con lo que giraba la señora de
Arrivillaga. La
travesía es narrada como una aventura de juventud; TáIice rememora sus años
idos con nostalgia, pero también con mucha comicidad. Episodios que,
tratados por otro autor, hubieran sido minimizados u obviados, son lo mas
interesante de la obra. Entre ellos podemos mencionar la noche en que el
protagonista fue a cenar a un restaurante francés y, al marcharse, el
mozo le ayuda a ponerse el abrigo. ¡Cual no seria su sorpresa al observar
que el joven, en lugar de uno, usaba tres, uno encima del otro! Es
admirable la descripción que hace del recitador, quien, después del
incidente en Europa, no volvió a saludarlo, aunque Tálice intentó
reanudar las relaciones tan bruscamente interrumpidas; de el nos dice:
"Lo de la sobriedad y la calidad resultaron virtudes negativas para
espectadores que esperaban que se hiciera de la poesía un espectáculo
verbal, de musicalidad en la voz, de amplio desplazamiento de ademanes y
actitudes, como lo hacia Berta Singerman con maestría y arte
impares". El
arte y la cultura europeos tienen un destacado lugar en la obra, aunque no
son lo principal. El narrador evoca sus paseos por la bellísima ciudad de
Lisboa, sus visitas a los Museos del Prado y del Louvre, su relación con
Don Jacinto Benavente, quien le brindó una cordial acogida. Estas visitas
a lugares celebres se realizaron en los momentos que dejaba libre su
intensa labor como corresponsal de dos diarios de su pais. Roberto Tálice, a quien sus reconocidos meritos le significaron un importante papel dentro de nuestra cultura, evoca asi un momento importante, ya lejano, de su existencia. Paris bien vale una musa se lee con verdadero agrado, por la calidez de los recuerdos que la componen y por la sinceridad que el autor evidencia en cada una de las paginas. La obra continua la línea autobiográfica iniciada por el creador de 100.000 ejemplares por hora (Memorias de un Redactor de "Critica", el diario de Botana)" y –afirma en 1986- no será la ultima, ya que tiene en su mente muchísimos temas mas sobre los podrá escribir paginas que, damos por descontado, hubieran sido tan interesantes como éstas. |
Lic.
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista
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