Moira Sullivan, por Juan José Delaney. Buenos Aires, Corregidor. - por María González Rouco |
Juan
José Delaney se desempeña como Profesor Adjunto de la Cátedra de
Literatura Argentina en la Universidad del Salvador, de la que egresó.
Dirigió la revista El gato negro y publicó varios volúmenes de cuentos, entre ellos, Tréboles
del Sur, obra que mereció elogiosos comentarios de Enrique Anderson
Imbert y Rodolfo Modern. En
Moira Sullivan se advierte un minucioso y
paciente trabajo de investigación, impulsado por el amor que siempre
sintió por la cultura de sus ancestros irlandeses. La historia de esta
mujer -que se inicia con su nacimiento en los primeros años del siglo XX
o al finalizar el anterior- es una historia en sí, desarrollada hábilmente,
pero permite también al novelista explayarse acerca de las circunstancias
en que esta historia se desenvuelve. Al hablar de los primeros años de la
anciana, nos ilustra acerca de la vida en Estados Unidos, no sólo de los
irlandeses, sino también de emigrantes de otras nacionalidades que se
dirigieron allí en busca de la fuente laboral que significaban las minas
carboníferas. En
esta obra, el lenguaje, tan importante como factor sociabilizador, encarna
una actitud de la protagonista. Ella nunca se interesó por aprender a
comunicarse en castellano y esa negativa suya determina su relación con
quienes la rodean. La anciana vive en su mundo y no quiere tener contacto
con quien no pertenezca a él. Rechaza evidentemente toda forma de
integración, y se repudio se patentiza en el aislamiento en el que se
refugia:
"Lo importante era el silencio. Todas las noches lo buscaba,
especialmente los domingos cuando las otras recibían visitas y ella más
sentía el acoso de la soledad. En rigor, a nadie tenía pese a haber
estado en la vida de muchos y a que, por esa acción secreta y persistente
del arte, continuaba gravitando sobre gentes extrañas y lejanas. El
silencio de ese anochecer dominical le permitiría entregarse serenamente
al ensueño en el que resucitarían vivencias y pensamientos provenientes
de zonas postergadas por su memoria, y también secretas conexiones que su
visión de la vida, del mundo y de los hombres concertaba con cierta
independencia”. Aun
cuando quisieran integrarse, el idioma era un serio problema para
colectividades como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la
incomunicación de los extranjeros: el cine mudo y el tango, por los que
sienten gran afición. Escribe
Delaney asimismo acerca de la rígida educación religiosa que se impartía
a niños y jóvenes. Muestra luego a la protagonista como una mujer
decidida a trabajar en o que eligió, a no cejar ante los mandatos de la
vocación, la que, empero, flaquea cuando las circunstancias se vuelven
adversas, y llega a abandonar aquello que alguna vez le dio sentido a su
existir. Abandona el cine, sí, pero el recuerdo de los años vinculados a
él la acompaña y también la agobia, y los filmes que vio o aquellos en
los que participó son evocados con la precisión con la que se dice que
las personas mayores recuerdan hechos de sus años de juventud. Tiempo
y espacio tienen gran importancia en la novela y son descriptos
minuciosamente. El tiempo de la narración abarca alrededor de ochenta años,
y permite al escritor deslizar críticas acerca de la realidad argentina.
El espacio abarca desde la primera visión que el inmigrante tiene de la
nueva tierra, hasta lugares precisos como el Barrio Norte, Villa Urquiza,
Arrecifes, Areco, General Pinto y Junín. Distinta será la forma de vivir
la inmigración en cada lugar, y distinta, también, la añoranza que los
extranjeros sienten por su lejana Irlanda. Delaney
se adentra en la vida de esta anciana luchadora, ya vencida, que encuentra
en un niño de siete años una última razón para existir. Junto a ella,
presenta a otros inmigrantes, algunos de los cuales resaltan como
paradigmas de un modo de entender el destino; Cornelius Geraghty y Abraham
Mullins son personajes que permiten al novelista mostrar otras opciones en
el vasto mundo que se abre ante los recién llegados. Ellos se destacan en
el panorama de la obra, que presenta no sólo a irlandeses, sino también
a hombres y mujeres de diversas nacionalidades que llegaron a nuestra
tierra en busca de un futuro mejor. |
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista
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