Miguel Cané (padre) |
En la historia de la
literatura, como en todos los aspectos de la cultura humana, algunas
figuras son exaltadas unánimemente por la crítica; otras, en cambio, son
relegadas a un injusto olvido. Las razones que motivan esta discriminación
son de muy diversa índole; pueden estar vinculadas al gusto de una
determinada época, a la magnitud de la obra o, simplemente, a la
fidelidad a una tradición que estipula -de una vez y para siempre- qué
personalidades deben ser estudiadas. Afortunadamente,
muchos críticos, apartándose de estos lineamientos, se dedican a
investigar la vida y la obra de autores menos conocidos, presentándole al
lector facetas diferentes de una historia que consideraba concluida. Tal
es lo que ha sucedido con Miguel Cané (padre), al que muchos de nosotros
no conocíamos más que en su condición de progenitor de uno de los
hombres del 80. Transcribimos, en el
presente trabajo, los conceptos vertidos por tres autores que se hallan,
de una u otra forma, vinculados al periodista y literato exiliado; a través
de sus evocaciones podremos formarnos una idea de la personalidad y la
labor llevada a cabo por un hombre que protagonizó momentos difíciles de
nuestro pasado. Miguel Cané padre
nació el 26 de abril de 1812 en una estancia que sus padres poseían en
San Pedro; se educó en el Colegio de Ciencias Morales -el Colegio
Nacional de Juvenilia-, en compañía de Alberdi, a quien lo unió
una estrecha y prolongada amistad. En 1832 fundó en su casa de la calle
Balcarce la "Asociación de Estudios Históricos y Sociales",
que pronto atraería la ira de don Juan Manuel de Rosas. En estas reuniones se
hablaba de los nuevos autores franceses y se escuchaba a los noveles
escritores nacionales. El reglamento de la asociación establecía que
cada socio debía leer un trabajo y otro de los miembros lo comentaría;
de esta manera, Miguel Cané aseguraba el desarrollo y difusión de las
que luego se convertirían en obras capitales de nuestras letras. EI 10 de mayo de 1835,
el mismo día en que se había graduado de Doctor en Leyes, parte hacia
Montevideo, donde se establecerá definitivamente. En el exilio contrajo
enlace con Luciana Himonet y, fallecida su primera esposa, con quien seria
la madre del autor de Juvenilia; fue allí también donde se destacó
como periodista y como literato, fundando El Iniciador, colaborando
en diversos medios y creando sus obras de ficción. Al morir su hijo
predilecto, Jacinto Miguel, el periodista se retira al campo, ya en
nuestro suelo, donde muere tres años después, el 5 de julio de 1863. La
evocación del hijo "Debía entrar en
el Colegio Nacional tres meses después de la muerte de mi padre; la
tristeza del hogar, el espectáculo constante del duelo, el llanto
silencioso de mi madre, me hicieron desear abreviar el plazo, y yo mismo
pedí ingresar tan pronto como se celebraran los funerales”; con este párrafo
se abre Juvenlia, nostálgica remembranza de los años de
adolescencia de Cané (hijo). En un ensayo titulado
"Mi padre", Miguel Cané describe a aquel a quien tanto debe,
pero que tan poco recuerda, pues, en la fecha de su muerte, el hombre del
80 contaba sólo doce años de edad. Su padre fue –destaca el hijo- un
hombre de gran inteligencia, a la que se sumaba una profunda afición a la
cultura. Su vida no fue fácil, ya que, desorganizado en la administración
de su capital, las penurias económicas ensombrecieron su existencia; sin
embargo. su espíritu siempre se encontró abierto al diálogo, a la
amistad fecunda. Fue -afirma su hijo-
un tenaz defensor de la cultura, con sus palabras de aliento y su fina
sensibilidad, mostraba a los jóvenes artistas el camino a seguir. Cane
amaba la belleza en todas sus manifestaciones: gustaba de contemplar
bellos rostros femeninos, se entusiasmaba con la literatura francesa y con
las obras italianas de todos los tiempos. Sin embargo -lamenta
el autor del ensayo-, su padre, desilusionado por los infortunios políticos
y privados, no encontró la fuerza necesaria para reunir la obra
diseminada en diversas publicaciones; el genio del autor de Mis visitas,
irónico y sutil, se evidencia en páginas sueltas, en relatos, en
articulos de costumbres, pero su producción literaria no goza de la
organicidad que su sucesor anhelara. "Un
verdadero porteño" Así lo define
Belisario J. Montero: "Este primer Cané era un verdadero porteño; y
al decir porteño de aquellos tiempos, me refiero, tanto en las
apariencias físicas como en el carácter; a la mezcla del tipo francés y
andaluz de que nos. habla Pablo Mantegazza. Relata Montero, citando a
Mantegazza, que Cané era de estatura mediana, de ojos despiertos y negrísimos,
delgado y agil en sus movimientos. Había sufrido
–afirma el evocador- la influencia de la revolución literaria y filosófica
de Francia en 1830; en literatura, abrevó en la fuente del Romanticismo
francés, interiorizándose en toda su ideología social y estética; a
criterio de Montero, los artículos periodísticos, ensayos, notas de
viajes y novelas de Cané forman el comentario de las tendencias, pasiones
e ideales de su generación. Al igual que Cané
(hijo), evoca el profundo sentimiento de la belleza que caracterizaba al
creador de Esther, belleza concebida, inclusive, como canon moral y
ético, con el que fue coherente. Una
biografía de Mujica Láinez Manuel Mujica Láinez
escribió Miguel Cané (padre).
El describe a su biografiado, indaga, revela facetas íntimas de su
personalidad, siempre con gran cariño y admiración. Dice de él “Era
un dilettante cuya conversación encerraba siempre un dato ignorado, algo
imprevisto, que descubría perspectivas ante el interlocutor”. Muestra al
protagonista formando parte de una generación: “Los muchachos anhelosos
que participan del movimiento renovador y que, con una saña que es fruto
de la urgencia de destruir para construir, fustigan a la madre patria, no
olvidan ni un segundo los lazos candentes que los unen a la España
joven”. Junto a estos jóvenes pasa Miguel Cané las veladas en la casa
de la calle Balcarce, sede de la Asociación de Estudios Históricos y
Sociales, que fundara en 1832. Para pintar una época
crítica en la historia del país, Mujica Láinez evoca momentos de la
existencia de su biografiado, realizando, por otra parte, breves reseñas
de sus trabajos. Hay dos artículos de Cané muy importantes, en lo que
concierne a reflejo de época: “Buenos Aires y sus alrededores” y el
artículo sobre Agustina Rosas de Mansilla. Mediante el recurso de
insertar en el relato pasajes de las obras de Cané, el autor logra una
mayor verosimilitud en la narración, ya que no es él quien opina, quien
juzga la tiranía de Rosas, sino un hombre inmerso en esa realidad. La labor literaria del biografiado también es objeto del interés del académico. Al finalizar la recorrida a través de una literatura para muchos desconocida, nos deja esta reflexión: “antes del autor de Juvenilia, hemos tenido en su padre un sabroso precursor de su ingenio feliz”. ..... Los testimonios de estos escritores nos permiten inferir la magnitud de esa personalidad que no ha gozado de una popularidad acorde a sus méritos. Miguel Cane (padre) fue mucho mas que el baluarte de la cultura europea; fue un hombre comprometido con su tiempo y sus ideales en los albores de nuestra historia como país independiente. |
María
González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista
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