... mientras los violines tocaban csárdás Un viaje a Hungría, por José Martín Weisz. Buenos Aires, Editorial Milá. 79 pp. (Imaginaria) por Lic. por María González Rouco El
volumen que nos ocupa relata la historia de un viaje que el escritor
realizó con su padre, en 1992. Weisz “nació en Bahía Blanca en 1947.
Vive en Buenos Aires, donde por treinta años ha ejercido su profesión de
ingeniero en distintas empresas. Fue profesor en la universidad durante
casi diez años. Su madre, poeta y cuentista, marcó un camino que recién
ahora él empieza a transitar”. El
padre del narrador, de ochenta y cuatro años cuando inicia la travesía,
había emigrado en 1940 de ese país, perseguido por su condición de judío.
Dicha persecución se patentizó, en un primer momento, en la decisión
del gobierno de dejarlo sin trabajo, a él y a tantos otros judíos que
–a criterio del régimen imperante- sólo merecían integrar las
empresas de su tierra en un uno por ciento. |
Con
documento falso, sale de Europa y se dirige hacia América: “consiguió
un pasaporte falso a nombre de Alejandro Gross con una expresa mención
del obispo de la zona que la religión profesada por el portador era la
católica”. Logra llegar a Italia, donde “en una desesperada búsqueda
de algún medio para salir de Europa, consiguió finalmente una visa para
Ecuador y un lugar en el Augustus
que salía a la madrugada siguiente con ese destino. El lugar en ese barco
le costó una buena parte de su dinero ya que, aún siendo reconocido como
católico, no querían embarcar ciudadanos de países de Europa Central,
por poner a la misma compañía marítima en actitud sospechosa”. Inicialmente
recalará en Ecuador, pero luego se establecerá en la Argentina, teniendo
como destino, a lo largo de esos cincuenta y dos años, las ciudades de Córdoba,
Rosario, Bahía Blanca y Buenos Aires. En esas localidades rehace su vida,
se casa con una húngara judía y logra un bienestar que antes le había
sido negado. El
dolor por el pasado se evidencia en la decisión de la pareja de no
transmitir su idioma a los hijos, y en la convicción del emigrante de no
regresar nunca al país que desprecia, ya que –a su entender- “no había
dudado en apoyar al invasor nazi” y “había colaborado para mandar
tantos judíos a la muerte”. A pesar de estas razones, el hijo lo
convence, utilizando como argumento que reclamarían las propiedades
familiares. Eligiendo
la tercera persona para un relato evidentemente autobiográfico, el autor
nos guía a través del tiempo, desde la juventud del anciano hasta el
momento de su deceso, a poco de retornar de su tierra. Transmite las
vivencias de ambos al enfrentarse con una Hungría en la que nada queda ya
de un pasado añorado, en la que los habitantes actuales, salvo contadas
excepciones, se niegan atemorizados a referirse a los judíos y su
historia. No
faltan en este penoso pero insoslayable regreso las situaciones dramáticas,
como la que tuvo como protagonista a una prima del anciano, quien le
reprochó duramente que se hubiera marchado y que hubiera abandonado a su
madre, desconociendo, seguramente, que la madre del anciano nunca quiso
dejar su país, no obstante la insistencia del emigrante. La obra de Weisz, más cercana a las memorias que a la ficción, nos permite conocer una historia de vida similar a la de tantos otros judíos, que ha tenido quien la escriba, y una editorial que se interesó en tan valioso testimonio. |
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista
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