Martín García
Merou, periodista |
En el año 1891 aparece Recuerdos literarios, de Martín García Merou. Julia Elena Sagaseta, prologuista de la edición de Eudeba dice que el titulo "es exacto". Son recuerdos que van aflorando espontáneamente, como el mismo autor indica en el juicio del Último capítulo, uniéndose por personales asociaciones. Se entronca así, con la literatura de tinte autobiográfico, tan cara a los escritores fragmentarios y está dirigida a un público minoritario y culto". En el ultimo capítulo que menciona la prologuista, el escritor sostiene que el suyo no es "ni un libro de estudios críticos ni la historia de una época literaria" y alude a él como a "estas notas ligeras que he escrito con cariño y sinceridad". Critico al fin, evalúa su obra: "Releo estos apuntes, trazados a la carrera, y encuentro deficiencias, olvidos, falta de plan y método escrito", y defiende la espontaneidad de los textos: ''Prefiero que ellos queden tal cual han ido acudiendo a mi memoria, sin afeite y sin aderezo". En los recuerdos se asiste a la formación del escritor, desde sus primeros pasos, bajo la mirada aprobadora de Cané, Estrada y Pedro Goyena; la participación en un certamen que le sirvió como estimulo, el periodismo, y la reunión en grupos con diferentes características y objetivos, como la Academia Argentina y el Círculo Científico Literario. García Merou evoca agradecido a quienes lo orientaron en el camino de la creación, a quienes posibilitaron que su vocación diera frutos. El escritor considera que "es obra de patriotismo y de moral propender al desarrollo del espíritu literario entre nosotros" y observa que dedicarse a la literatura en nuestro país es "casi ridículo, a fuerza de ser extraño". Advierte asimismo que la falta de publico que los escuche o comprenda hace callar a Guido, a Coronado y a Obligado y que "Es contado el numero de lectores inteligentes y concienzudos que conocen a fondo las obras de Mitre, Sarmiento y López, estas a1tas personalidades intelectuales que honran a nuestra patria, honrándonos a nosotros mismos", "La pasión de las Letras, por eso, se convierte entre nosotros en la mas ingrata de las aficiones" –agrega- y está convencido de que "El que se abandona a ella debe acostumbrarse desde temprano a no encontrar ni buscar otros placeres que los que nacen de la satisfacción intima del trabajo intelectual", En un entorno como el que describe, cobran relevancia los ámbitos en los que el novel escritor puede encontrar guia, apoyo e incentivo. Uno de ellos es el periodismo y de el habla con nostalgia. Diarios, semanarios García Merou recuerda que, sin tener todavía quince años, entró a la literatura por la puerta de la trastienda, como corrector de La Nación, y sintió que esa labor fortalecía en el la tendencia latente que lo impulsaba a la literatura, Era de esperar, ya que se encontraba en compañía de Adolfo Mitre y de Benigno B. Lugones, entre otros, bajo la dirección del general Mitre, cuya "presencia latente o visible, de luchador de treinta años, de escritor infatigable, de erudito sin miedo y sin reproche, hacía de aquella casa un centro genuinamente intelectual”. Adolfo Mitre hizo publicar por primera vez unas estrofas de García Merou; evocando ese momento, el critico dice: "Las emociones de la primera publicación no me dejaron dormir tranquilo la víspera de la aparición del diario. Por la mañana temprano tenia ya en mi poder un regular numero de ejemplares, y estaba extasiado de ver mis pobres versos de estudiante en letras de molde y precedidos de una palabra de estimulo", Con Adolfo Mitre hacía "gimnasia de periodistas", escribiendo artículos literarios en un cuarto de hora; "Los que hoy leyeran esos artículos -se ufana-, se sorprenderían de su brillo y variedad". Gervasio Méndez, director del semanario El Álbum del Hogar, tuvo que ver con el nacimiento de "Juan Santos", aquel que propinaría palmetazos a los viejos y jóvenes literatos, alborotando "el cotarro de aquel Parnaso juvenil". García Merou reconoce que en los artículos que llevaban esa firma realizaba una critica "infantil, mediocre y pasaba frecuentemente del objeto (...) propuesto al emprenderlo", aunque atribuye a su juventud, hasta cierto punto, estas deficiencias, y destaca que, aún con sus limitaciones, lo "guiaba un móvil elevado; todas mis observaciones nacían de un ciego amor por el arte literario y no de un mezquino sentimiento de emulación, que jamás tuvo cabida en mi alma". En un estudio sobre la generación del 80, Adolfo Prieto señala que Pedro Goyena, Santiago Estrada, Martín García Merou, Calixto Oyuela y Paul Groussac son los representantes mas destacados de la literatura "y los que merecieron la mayor atención de sus contemporáneos. Los tres primeros no superaron, a la, verdad, los riesgos del impresionismo -agrega-, esa determinación que consiste en apoyar un juicio de valor en el dictamen subjetivo del gusto, en el manejo de algunas ideas generales y en la selección espontánea, nunca sistemática, de obras y de autores". Con la aparición de Juan Santos aumentó la venta del semanario, pero -dice García Merou- "tantas refriegas ardorosas, tantas discusiones, llevadas con juvenil entusiasmo, habían destemplado mi energía y no pocas veces amargado mis momentos de reflexión tranquila". Asi fue como, de acuerdo con Méndez, se dejaron de publicar estas notas criticas, y Juan Santos se llamó a silencio por un tiempo, hasta que comenzó a redactar los folletines de La Nación. Invitado por Santiago Estrada, el autor de los recuerdos trabaja en el diario La Patagonia, donde conoce a José S. Arévalo. Años después, escribe sobre aquellos periodistas: “La vida ha separado a muchos de los que entonces marchaban juntos. Debilidades y pasiones estrechas, exclusivismos de sectas o de opiniones, han apartado manos que debieron permanecer para siempre unidas". Cuando este diario dejó de aparecer, García Merou paso a dirigir Las Novedades, diario ilustrado de breve vida, que le proporciono una gratificación: "No me dejó mas provecho ni mas satisfacción que la de ver mi nombre a su frente, lo que como se sabe constituye la gloria y la ambición mas acariciada de todo pichón de literato cuando empieza a ensayar las alas para volar". En su libro da cuenta también de su paso por la Revista Literaria, que, al igual que la Revista de Buenos Aires y la Nueva Revista de Buenos Aires, la Revista del Río de la Plata, la Revista Argentina, y la Ilustración Argentina, desapareció "a despecho de todos los elementos valiosos del Circulo Científico Literario que pugnaban por sostener” dicha publicación. El recuerdo de las revistas da origen a otra reflexión pesimista; el autor se pregunta: "¿Para qué seguir haciendo la nomina de esta larga serie de cadáveres, que convierte a nuestra historia intelectual en una Morgue de publicaciones literarias?.. ". Las paginas de García Merou que nos ocupan demuestran que el periodismo fue mucho mas, para él, que la posibilidad de difundir una obra, de ensalzarla o denostarla; fue el medio para fortalecer una vocación, para pulir un estilo. Por esa razón, lo recuerda en su libro como uno de los factores que contribuyeron a hacer de él un escritor. |
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista
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