Inmigración
y literatura El
tango María González Rouco |
Indice 1.
Personalidades 2.
El tango en testimonios 3.
El tango en memorias 4.
El tango en biografías 5.
El tango en periodismo 6.
El tango en literatura 7.
Inmigrantes en letras de tango En
este trabajo me refiero a algunos de los inmigrantes y descendientes de
inmigrantes que, en la Argentina, compusieron letras y/o músicas de
tangos, los interpretan y los bailan. Incluyo, asimismo, párrafos de
testimonios, memorias, biografías y artículos periodísticos en los que
se alude a la presencia del tango en la vida de los inmigrantes.
Transcribo pasajes de novelas, cuentos, poemas y obras teatrales en los
que encontré inmigrantes ligados al tango, y algunas de las letras de
tango en las que aparecen inmigrantes.
Acerca
de las letras de tango, cabe citar un concepto de José Gobello: “Más
de una vez se oye preguntar, con tono de lamento o de reproche, por qué
nuestros poetas no escriben letras de tangos, o de canciones populares. Yo
creo que no hay que lamentarse tanto porque, cuando las escriben, les
salen bastante mal. Y no lo digo para denigrarlos: en realidad, es
inevitable que no les salgan bien. La canción popular y, particularmente,
la letra de tango no tienen mucho que ver con la poesía convencional.
Creo que constituyen géneros distintos; creo que para abordar la letra de
tango es necesario cierto estado de inocencia literaria, cierto grado de
incultura, cierta mentalidad silvestre sin los cuales no es posible poner
en las letras ese ingrediente de candor que les da sabor popular. Por
supuesto, hay excepciones. (...)”.
La presencia del tango en la vida del
inmigrante ha sido reflejada en diversos textos, y algunos inmigrantes
protagonizan letras de tango, que a su vez originaron obras literarias.
Citamos fragmentos de algunos de estos textos y obras literarias, y letras
de tango completas. Personalidades Los italianos y sus descendientes compusieron letras y músicas e interpretaron tangos. Entre ellos, recordamos a Mario Batistella, Enrique Santos Discépolo, Luis César Amadori, Feliciano Brunelli, Homero Manzi, Roberto Maida, Nicolás Olivari, Julián Centella, Pascual Contursi, Nelly Omar, Alberto Morán, Alberto Marino, José Libertella, Astor Piazzola, Daniel Piazzola y Graciela Pesce.
Entre los españoles y sus descendientes, mencionamos a Luis Bayón Herrera, Tania, Eladia Blázquez, María Nieves, Graciela Pereyra y Lorena Lores.
Hubo muchos judíos en la historia del tango, entre ellos, Julio Jorge Nelson, Carlos Aguirre, Simón Bajour, Raúl Kaplún e Ismael Spitalnik.
Julia Zenko desciende de lituanos y letones. El padre cantaba tangos; la hija es famosa en ese arte. La bailarina Vanina Bilous desciende de ucranianos y polacos.
Es
cuestionado el nacimiento de Carlos Gardel: mientras que unos
investigadores afirman que vio la luz en Toulouse, otros sostienen que en
verdad nació en Uruguay.
De Uruguay vinieron José Razzano y Alfredo Eusebio Gobbi, mientras que en Chile nació el violinista Hernán Oliva. Testimonios
Daniel
Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una anécdota que tiene como
personajes a Discépolo, Tania y un gallego: “Nos cuenta Francisco García
Giménez que alguna vez escuchó junto con otras personas, el siguiente
relato de boca de don Enrique Santos Discépolo (Discepolín): En los días que nos llegaban mal barajados por la suerte contraria, un
24 de diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De repente,
llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a abrir... ¡Era el gallego del
almacén de enfrente con una canasta repleta!... Desde la avellana al turrón,
desde las pasas de uva a la sidra: ‘como ustedes no me hicieron ningún
pedido, me atreví a traerles esto. No se preocupen me lo pagarán cuando
puedan’. ¡Lo machuqué de un abrazo! Tania, emocionada se puso a llorar”
(1).
Oscar
Mármol evoca a Batistella: “Año 1957 : La fama de la Orquesta de
Varela se debía en mayor medida a su cantor-estrella, Argentino Ledesma.
(...) Nunca nadie le habló como Edmundo Rivero, conocedor del ambiente y
sus miserias. Ante la insistencia de Ledesma que lo ayude a elegir a la
persona adecuada, y viendo Don Edmundo que este joven lo admiraba como a
un padre, Rivero le sugirió el nombre del poeta Mario Batistella, hombre
decente a carta cabal, y muy conocedor del medio artístico. (...) Bajo La
tutela de Batistella, comenzó su nuevo camino como solista, siendo acompañado
en la parte orquestal por el maestro Jorge Dragone. En solo un mes actúa
en 34 bailes (todo un record), la Empresa Palmolive lo contrata como
artista exclusivo para su audición de radio. Graba para Odeón, el vals
"Cantinera", le siguen "Nochera", "Cuartito
Azul", y muchísimos éxitos mas” (2).
No es muy amable la impresión que tenía
Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya que le dijo a
Astor Piazzolla: “Mirá pibe, el ‘fueye’ lo tocás fenómeno, pero
al tango lo tocás como un gallego” (3).
Eladia Blázquez agradeció que sus padres españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su formación terminó siendo autodidacta: “En mi casa aprendí a ser libre. Mis padres eran españoles, él obrero y ella ama de casa. Podían haber sido muy cerrados pero no. Vieron pronto que tenían una hija artista, desde que me dieron el primer juguete musical: tuve mis xilofones, mis pianitos, que venían con la escala completa y afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería encerrarme a hacer música. (...) Mis padres, dentro de sus humildes medios, me pusieron profesores de música que al poco tiempo aconsejaban: ‘Déjenla, déjenla cantar y tocar sola, tiene algo innato’ ” (4).
María
Nieves, bailarina de tango, “proviene de una familia humilde –ella
reafirma- ‘más que pobre’-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus
padres eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A los 8 ó 9 años
María comenzó a ir a las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a
ver bailar tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De chica la
humildad familiar no la marcó. Asegura que eran muy felices y que eso es
imborrable. (...) A veces me dicen, ‘sos demasiado humilde, sos una
tonta’. Así me hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó a andar derecha
por la vida y no hacerle daño a nadie’. Esa misma mamá –‘la
gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y valsecitos en vez de una
canción de cuna” (5).
Canta tangos Julia Zenko. “El abuelo de Julia cantaba en los templos judíos y era actor aficionado. El papá era carnicero y cantante de tangos. Ella jugaba a ser cantante desde que aprendió a hablar (...) ‘Yo fui criada con muchas músicas en mi cabeza’, reflexiona” (6). En otra oportunidad, ella manifestó: “Un instante puede mostrarte lo que pesan tus antepasados. Eso lo vi en esta última gira: conocí Letonia y Lituania, y también Estambul, donde vivió varios años una de mis abuelas, y reconocí olores de las comidas de mi casa, músicas, acentos. Es que soy una argentina tanguera sin una gota de sangre criolla” (7).
Acerca de Vanina Bilous, afirmó Irene Amuchástegui: “Mujeres como esta Polaca suelen suscitar una mezcla de respeto, admiración y temor en las milongas. Todos saben de quién se trata, su renombre las precede y un murmullo apenas perceptible las escolta hasta su mesa cuando llegan al salón. En el caso de Vanina Bilous, rubia descendiente de ucranianos y polacos, es suficiente un dato: fue la bailarina de tango favorita de uno de los directores de orquesta favoritos, Osvaldo Pugliese. No hay más que verla en la pista o en escena para explicarse por qué: Vanina se desliza como aceite. Su figura a la vez contundente y sutil se mueve con tal musicalidad, proyecta tal gracia y dramatismo, que es difícil dejar de observarla” (8).
Hoogetsu
Shimanura es el seudónimo de Kazuomi Takagi, redactor del periódico La
Plata Hochi y miembro del Consejo de Notables de la Fundación
Cultural Argentino Japonesa. (9). “Dice, añoso, el japonés Kazuomi
Takagi: "Yo soñaba con el tango argentino. Llegué a Buenos Aires
apenas terminada la guerra, con 26 años. Lo escuchaba desde los 13. Sabía
decir riachuelo, conocía a los músicos, fue un sueño cumplido llegar acá".
(...) el japonés aporteñado y tanguero— eterno periodista del diario La
Plata Hochi—, que fue a parar a una tintorería en Suárez y Montes
de Oca y hasta conoció la casa de Juan de Dios Filiberto (...)”. (10). Notas (1) Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela: Bulebú con soda: tangos para chicos. Con prólogo de Horacio Ferrer. Buenos Aires, Corregidor, 2005. 256 pp. (2) Mármol, Oscar: “Homenaje Argentino Ledesma”, en www.elportaldeltango.com. (3) S/F: “Astor Piazzolla. Alma de bandoneón”, en La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000. (4) Madrazo, Cecilia: “Eladia Blázquez: 10 cosas que sé”, en La Nación Revista, 15 de septiembre de 2002. (5)
Pacheco, Carlos: “María Nieves: la princesa del Plata baila
hoy”, en La Nación, Buenos
Aires, 7 de marzo de 2004. (6) Kiron: “El canto es magia”, en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de octubre de 2002. (7) en La Nación Revista, Buenos Aires, 11 de agosto de 2002. (8) Amuchástegui, Irene: “La más papa milonguera”, en Clarín Viva, Buenos Aires, 24 de agosto de 2003. (9) S/F: Nota, en Hoogetsu Shimanura: “15 Aniversario La Fundación Cultural Argentino Japonesa ha Celebrado Su Propio ‘genpuku’ ", en Boletín Informativo Jardín Japonés, Agosto 2004, N° 3 (10) García, Fernando: “SE CELEBRA EL DIA DE LA CULTURA JAPONESA EN BUENOS AIRES De las tintorerías a la barra de sushi”, en Clarín, Buenos Aires, 2 de noviembre de 2002). Memorias
En sus memorias, tituladas Rojos y Blancos, Ucrania, Rosalía de Flichman recuerda que, agobiada por la tristeza, pensaba en el padre, al que no veía desde hacía años. Ese recuerdo está relacionado con el tango: “Se fue antes de que empezara la guerra, se fue lejos, más allá del cielo y las estrellas y la luna. Por eso no tengo una muñeca. Pero mamá dice que pronto me va a regalar una”. De esa tierra lejana llega la muñeca, y también una canción: “Aprendo a cantar en ruso un tango que llega de la Argentina, ‘El Choclo’. Por cierto, las señoras elegantes usan vestidos color ‘tango’. Mi tía grande tiene un abrigo precioso de ese color, un hermoso anaranjado” (1). Notas 1 Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos Ucrania. Per Abbat, 1987. Biografías
Nora
Ayala es la autora de la biografía Mis dos abuelas 100 años de
historias. En esa obra relata que, en la Patagonia, los Ayala
–descendientes de criollos, italianos y alemanes- escucharon en la radio
una noticia amarga. Recuerda Nora: “Por fin llegó papá de vuelta a
Sacanana, lleno de regalos y novedades: para mí un triciclo y para Chichín
una muñeca negra, y para todos la última novedad de la ciencia que era
una radio en forma de capilla, que no se oía muy bien pero transmitía música
con mucha descarga y estática y programas chilenos. Allí escuchamos la
noticia de la muerte de Gardel, que entristeció mucho a los mayores”
(1).
En La Pampa –relata Hugo Chumbita-, el
hijo de piamonteses “Juancito Vairoleto iba a menudo al pueblo, donde
había funciones de circo o de teatro, proyectaban películas mudas o venían
a actuar diversos conjuntos musicales. Entre las anécdotas de ese tiempo,
nunca olvidaría la vez que llegó Carlos Gardel en gira artística,
interpretando aquellos primeros tangos que lo fascinaron, a él y a otros
amigos con quienes después aprendió a bailar sus compases con cortes y
quebradas. El artista se presentó en el teatro-cine Colón, y aunque
todavía no era tan famoso, el recuerdo de su visita se iría agigantando
con los años” (2). Notas 1 Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997. 2 Chumbita, Hugo: Ultima frontera. Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires, Planeta, 1999. En
periodismo Abel
Posse “cuenta la historia de Casimiro Aín, que bailó ante Pío XI el Ave
María, de Canaro”: “(...) A las 9 de la mañana del 1° de
febrero de 1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito), pálido y
seguramente un poco aterido (invierno), sale del hotelito de la vía
Torino que le reservó la embajada y sube a un taxi. Lleva una modesta
valija con los elementos esenciales: botines abotonados, pantalón de
fantasía con trencilla, chaqueta negra con vivos, pañuelo al cuello, o
lengue de seda japonesa y un puñal de madera que le parecerá conveniente
no agregar al atuendo. Lleva puesto el invariable chambergo borsalino, el
gacho gris arrabalero, de cinta ancha y ribete negro en el ala. Símbolo
del malevaje ríoplatense” (1).
El
tango aparece en una de las Aguafuertes
gallegas de Roberto Arlt, referida a Betanzos, donde el escritor
observa que “Si se conversa con la gente os sorprende de hallaros en una
de las ciudades más argentinizadas de Galicia. Se habla aquí de Buenos
Aires como si fuera el pueblo de enfrente –afirma. Circulan modismos
argentinos: ‘no seas globero’, ‘macaneador’, ‘ché’. El tango
para sorpresa mía, además de bailarse se canta con la letra. No en
balde, cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la República
Argentina” (2). Notas 1
Posse, Abel: “Lejanas batallas del tango (I) 1924. El vasco Aín
en la Santa Sede”, en La Nación
Revista, Buenos Aires, 5 de octubre de 2003. 2
Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa Fe, Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo
y notas por Rodolfo Alonso. En literaturaEn
novelas
Manuel
Gálvez describe, en Historia de
arrabal, un baile en un inquilinato: “(...) de la guitarra y el
bandoneón surgían las frases compadronas de un tango. Era una música
sensual, canallesca, arrabalera, mezcla de insolencia y bajeza, de tiesura
y voluptuosidad, de tristeza secular y alegría burda de prostíbulo, música
que hablaba en lengua de germanía y de prisiones, y que hacía pensar en
escenas de mala vida, en ambientes de bajo fondo poblados por siluetas de
crimen. La melodía era de líneas desiguales, tan pronto unida como
cortada, recta como sinuosa. Se hacía rígida para quebrarse en seguida.
A veces se precipitaba para interrumpirse de súbito, o marcaba golpes rítmicos
y duros para deslizarse al fin oscuramente. (...) Linda sonreía mirando a
algunas parejas –a Saturnina que era abrazada por un conde lleno de
plumas, y a la encargada del inquilinato, una genovesa redonda como una
bola, que se zangoloteaba en los brazos de un Moreira feroz-, (...)“
(1).
En
Hacer la América, Pedro
Orgambide evoca un carnaval de la década del 20: “Sonaban las gaitas de
los gallegos. Los vascos (pantalón y camisa blanca, pañuelo al cuello,
boinas, alpargatas) bailaban golpeando sus palos, combatiendo en una
esgrima de pies que se lanzaban al aire y volvían en un paso de danza.
Los cosacos desenvainaban sus sables, degollaban a Israel Mitzer en la
puerta de la sinagoga y gritaban, sudados y coléricos, fidelidad al zar y
a la zarina. Bailaban los capoeiras del Brasil y los gitanos y los
muchachos de Barracas. Bailaban los hombres disfrazados de osos, de monos,
de tigres, de gigantescos perros y caballos. Bailaban los hombres
disfrazados de mujeres y las mujeres disfrazadas de hombre; bailaba el
disfraz hermafrodita: mitad hombre, mitad mujer, mitad novio, mitad novia;
danzaba el lanzador de dardos, el salvaje que besaba al explorador en la
boca; bailaban los enanitos, los viejos, los enclenques. En el palco, las
orquestitas de Retiro, de las viejas romerías, tocaban los tanguitos de
otro tiempo, puro flautín, pura guitarra, pero ahora subía una orquesta
típica nacional que dirigía el maestro Arrieta” (2).
En
Buenos Aires, “Ibamos mucho al cinematógrafo, que era la moda más
impactante –recuerda uno de los personajes de Mempo Giardinelli, en Santo
Oficio de la Memoria, novela distinguida con el Premio Rómulo
Gallegos en 1993-. Veíamos las cintas de Clár Gáble, que a mí me volvía
loca. Yo soñaba con Clár. Blanquita, pobre, se enamoró de Rodolfo
Valentino la única vez que fue al cine, pobre. Me acuerdo y me pongo
toda. Y el amor de Micaela era Yón Bárrimor. También veíamos las películas
argentinas con Alippi, Arata, Rosita Quintana, las de Gardel las vimos
todas...” (3).
En Frontera Sur, Horacio Vázquez-Rial describe la llegada a la Argentina de Carlos Gardel y su madre: “Adormilada por el traqueteo del carro y la monotonía del paisaje, Berthe recordaba el agua espesa del río. Charles dormía, envuelto en una manta no muy limpia, encima de la carga informe del vehículo”. El hijo “era robusto, algo grueso, de piel muy blanca y pelo recio, y tenía una voz clara y redonda. Seguramente, era menor de lo que parecía”.
Evoca
asimismo a José Razzano: “En los primeros años del siglo, Buenos Aires
vivía sin sobresaltos. Era noticia comentada el enfrentamiento, en 1903,
en los carnavales de Avellaneda, de la comparsa de ‘Los Leales’ con la
de ‘Los Pampeanos’, en la que formaban José Razzano, quien con el
tiempo haría dúo con Gardel, y el que muy pronto sería intendente
municipal de su ciudad, don Alberto Barceló, en compañía de sus
sobrinos y de su futuro secretario, Nicanor Salas Chaves”.
Acerca
del alemán Frisch, escribe: “Todos vieron alejarse al hombre alto y
rubio que durante la travesía de Montevideo a Buenos Aires había tocado
aires tristes en ese instrumento nuevo, el bandoneón. Ni le mareaba el
barco, ni deslucían su aspecto las infames acrobacias del traslado a la
costa. Había plantado cara a las autoridades de inmigración, y eludido
la barraca en que los más aceptaban asilo provisional. Llevaba sus bienes
–prendas escasas, libros, y aún su rara caja de música- atados a una
improvisada carretilla: dos varas de madera nudosa clavadas a un travesaño,
que iban a dar a los lados del eje de una única rueda” (4).
Al
tango se refiere, en El árbol de la
gitana, Alicia Dujovne Ortiz: En 1943, su padre está preso en la cárcel
de Neuquén: “Carlos permaneció dos años en esa célebre prisión
centenaria de la que parecía haber guardado los mejores recuerdos. Sus
relatos eran tan seductores que provocaban la nostalgia de la gente libre:
si era así la cárcel, para qué estar afuera. Según él, los comunistas
encarcelados en 1943 se habían organizado con su proverbial disciplina,
habían hecho gimnasia, habían dejado de fumar y se habían dado los unos
a los otros cursos de ruso y de historia argentina. Un camarada ucraniano
dirigía un coro. En ese entonces a nadie se le ocurría cantar el
folclore de las provincias y, entre los presos políticos, más impensable
aún hubiera sido un tango” (5).
Aun cuando quisieran integrarse, el idioma era un serio problema para colectividades como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la incomunicación de los extranjeros: el cine mudo (en los Estados Unidos) y el tango, por los que manifiestan gran afición: “ ‘Tango es el lugar donde los inmigrantes sintieron que no son imprescindibles las palabras’, sentenció solemne Nelly Maguire”, en su fonda “San Patricio”, en Rojas, provincia de Buenos Aires (6).
En
La noche que me quieras, de
Jorge Torres Zavaleta, un protagonista de edad avanzada recuerda, en 1988,
episodios sucedidos sesenta años atrás. La juventud de ese hombre, tan
lejana ya, está unida indisolublemente a una figura mítica: Carlos
Gardel, quien lo trata afectuosamente. Las páginas en que el protagonista
se entrevista con El Zorzal para ofrecerle las letras de tango que escribió
brindan al lector una imagen vívida del cantor, al que Torres Zavaleta
evoca como una persona sencilla, cordial, amante de los caballos. Un
personaje lo describe así, recordando lo comentado por uno de los peones:
“Gardel le hablaba en lunfardo y como este muchacho era del interior y
recién había llegado a Buenos Aires, no le entendía ni medio. Dijo que
siempre le hacía preguntas sobre su trabajo: si los yobacas dormían
bien, cómo habían trabajado. Carlitos se interesaba por la gente, por
eso lo adoraban” (7). Notas 1
Gálvez, Manuel: Historia de
arrabal. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). 2
Orgambide, Pedro: Hacer la América.
Buenos Aires, Bruguera, 1984, pág. 237. 3 Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la Memoria. Buenos Aires, Seix Barral, 1991. 4 Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur. Barcelona, Ediciones B, 1998. 5 Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la gitana. Buenos Aires, Alfaguara, 1997. 6 Delaney, Juan José: Moira Sullivan. Buenos Aires, Corregidor, 1999. Pág. 130. 7 Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me quieras. Buenos Aires, Emecé, 2000. En
cuentos Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de Guillermo Del Ciancio (1). En un cuento de Horacio Vaccari, el hijo médico escribe una carta a Giuseppe. Le dice: “Hoy me duele decir todo esto, pero necesito torturarme con la verdad, con mi triste verdad y he de asumirla hasta el fin. Cumplí con la voluntad que usted me impuso desde la cuna. Estudié Medicina, fui uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas. Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis compañeros me respetaban porque era callado y estudioso. Pasé por la Facultad sin pena ni gloria. Allí aprendí a ver el cuerpo y no el lama de la gente. Deformación profesional le llaman ahora a esta cobardía. Pero esas anteojeras eran cómodas. Lo que estaba más allá, simplemente no existía” (2).
“Unico testigo”, de Jorge Alberto Reale, se inspira en ‘Griseta’ (3), tango con letra de José González Castillo: “Manón, Griseta, La Francesita, eran los nombres de la misma mujer. Su aspecto absurdo, de melena recortada y la cruz de su boca bien roja, acompañaban la soledad de aquel lugar. Aquel lugar era el rincón del Bar 103. (...) Llegó a nuestro país engañada por un paisano suyo, con la ilusión de casarse, formar un hogar, tener hijos. Duval parecía un buen hombre. En Francia, se habían conocido. Ella vivía pobremente con la esperanza de un buen matrimonio y cambiar de rumbo. La inestabilidad social cada vez más aguda y el rumor de una posible guerra con Alemania, la impulsaron apresurar su viaje a Sudamérica. Cuando llegó, comprobó su error tardíamente. (...)” (4).
Anna Kazumi Stahl es la autora de “Sueño
tanguero de un japonés” (5), cuento en el que relata: “Toshiuri
Matsushiro arribó a Buenos Aires en 1947 a bordo de un enorme barco vacío.
Había viajado –a buen precio- en las apagadas cámaras frigoríficas de
la Estrella Austral que proveía al mayor país exportador de carne vacuna
en todo el mundo. (...) Durante los tres meses de viaje por mar, con el
glosario de su libro de español, Toshiuri logró una tenue pero sincera
comprensión de la canción. A veces probaba cantar una u otra línea.
‘Cien puertos nos regalan la música del mar’., murmuraba en las cámaras
vacías con un olor acre, luego: ‘Cien puertos’, ‘Riachuelo,
Riachuelo’ y ‘El tango es puerto amigo donde ancla la ilusión’. Y
algo en él cobraba sentido, y algo en él esperaba con optimismo la
llegada”.
En
“Carroza y reina”, escribe Isidoro Blaisten: “Ya se ven las
guirnaldas en la laca restallante, las guardas, las cenefas y las volutas
de color de fuego, las letras en alegre novecientos en la madera calada, y
los lises, las rosas, los tréboles, las fustas con diamantes, los escudos
argentinos, las amapolas de cinco pétalos, las guitarras encintadas, los
facones con chispitas y el bandoneón desplegado que el maestro filetero
León Untroib ha pintado en las cuatro barandas de la carroza, en seis días
desde el alba al crepúsculo” (6). Notas (1) Del Ciancio, Guillermo: “Giuseppe el zapatero”, en www.argentina.informatik uni-muenchen.de. (2) Vaccari, Horacio: “Final de juego”, en Cuentos elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138 págs. (3) González Castillo, José: “Griseta”, en www.todotango.com. (4) Reale, Jorge Alberto: “Unico testigo”, en el grillo, Buenos Aires, N° 37, Mayo-Junio de 2004. (5)
Kazumi Stahl, Anna: “Sueño tanguero de un japonés”, en Catástrofes naturales. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Pp.
200-206. (6) Blaisten, Isidoro: “Carroza y reina”, en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp. En
cuentos infantiles
Carlos
Gardel protagoniza una historia infantil de Graciela Beatriz Cabal, quien
relata: ”A Carlitos le gustaban las diversiones. En el conventillo había
un patio grande, con macetas de tres patas y muchos chicos para jugar.
Pero él prefería la calle. Y siempre se le andaba escapando a la madre,
que tenía que salir a buscarlo con el Jesús en la boca. (...) Cuando
aparecía de vuelta en el conventillo, la madre lo corría por el patio,
con la chancleta en lo alto, las peinetas a medio salir y los pelos tapándole
los ojos. -¿Dónde anduviste metido, desgraciado?- parece que quería
decirle. Pero como estaba muy enojada se lo decía en francés (idioma rarísimo
pero que era el de ella)” (1).
Un
nieto de rusos intenta tocar bandoneón, en el cuento “Historia con
tango y misterio”, de Oche Califa: “(...) Primero consiguió un cajón
de manzanas (vacío, por supuesto); después trajo un banquito de la
cocina. Se sentó en el medio del patio y comenzó a llevar y traer el cajón,
meciéndolo sobre sus rodillas. En eso oyó la música que El Loco tocaba
del otro lado: un tema conocidísimo llamado El choclo. Entonces Emilio empezó a seguir los compases con el cajón,
como si tocara él. Debido a que conocía bastante la composición, entró
justito en la segunda parte, en la que El Loco pasaba el bandoneón de una
pierna a la otra. Era como si la música no viniera ya de afuera, sino que
la tuviera dentro. (...)” (2). Notas (1)
Cabal, Graciela Beatriz: Carlitos
Gardel. Ilustraciones de Delia Contarbio, Buenos Aires, Libros del
Quirquincho, 1991. (2) Califa, Oche: “Historia con tango y misterio”, en Un bandoneón vivo. Buenos Aires, Sudamericana, 2002. En
poemas Amalia
Olga Lavira es la autora de “Estampita” (1), poema en el que el tango
está asociado a la vida de una mujer italiana: Tapices
de hiedra, muros carcomidos, verano
de uva chinche en camiseta, un
racimo de tango los sonidos y
un gato relamiéndose la jeta. Friega
lienzos, camisas y vestidos, en
el fondo, la donna, en la pileta y
en fuentones y tachos florecidos hormiguitas
de sol hacen gambeta. Notas 1
Lavira, Amalia Olga: “Estampita”, en ¡Che,
barrio!. Buenos Aires, Gente de Letras, 1998. En
obras teatrales “Madame
Ivonne” fue musicalizado por Eduardo Pereira, con letra de Enrique
Cadícamo. En El
viejo criado (1) –obra distinguida con el premio Argentores a la
mejor comedia de autor nacional estrenada en la temporada de 1980-,
Roberto Cossa hace decir a Ivonne: “Las condiciones para venir a Buenos
Aires fueron: ni cuento mi historia, ni me acuesto con argentinos”. Un
personaje relata que ella “Dejó la profesión, se empleó en una
oficina y se convirtió en un ama de casa estupenda. Todo lo que ganaba lo
ponía en el bulín. Compró una cocina a gas... Mandó hacer un modular
de hierro forjado y madera... lo llenó de frasquitos... ¡Un chiche! Venían
los vecinos y quedaban encantados”. Notas 1
Cossa, Roberto: El viejo criado, en Cossa, Roberto y Monti, Ricardo: El
teatro argentino 16. Cierre de un ciclo. Selección, prólogo y notas
de Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, 111). Inmigrantes
en letras de tango Italianos En
“Canzoneta” (1), tango de 1951, con letra de Enrique Lary y música de
Ema Suárez, se evoca la nostalgia de Genaro: ¡La
Boca!... ¡Callejón!... ¡Vuelta
de Rocha! ¡Bodegón!...
Genaro y su acordeón. Canzonetta
gris de ausencia, cruel
malón de penas viejas escondidas
en las sombras del figón. ¡Dolor
de vida! ¡Oh'
mamma mía! Tengo
blanca la cabeza y
yo siempre en esta mesa aferrado
a la tristeza del alcohol. Cuando
escucho "¡Oh sole mío! Senza
mamma e senza amore" Siento
un frío acá en el cuore que
me llena de ansiedad. Será
el alma de mi mamma, que
dejé cuando era niño. ¡Llora!...
¡Llora! ¡Oh sole mío! ¡Yo
también quiero llorar! ¡La
Boca!... ¡Callejón!... ¡Vuelta
de Rocha! Ya
se van... Genaro y su acordeón. ¿De
mi ropa? ¡Qué me importa si
me mancha con las copas que
derramo en mi frenético temblor! Soñé
a Tarento en mil regresos, pero
sigo aquí en la Boca donde
lloro mis congojas con
el alma triste, rota, sin
perdón. “Giuseppe el zapatero”
protagoniza un tango (2) de Guillermo Del Ciancio, compuesto en
1930: E tique, taque, tuque, se pasa todo el día Giuseppe el zapatero, alegre remendón; masticando el toscano y haciendo economía, pues quiere que su hijo estudie de doctor. El hombre en su alegría no teme al sacrificio, así pasa la vida contento y bonachón. Ay, si estuviera, hijo, tu madrecita buena! El recuerdo lo apena y rueda un lagrimón. Tarareando la violeta don Giuseppe está contento; ha dejado la trincheta, el hijo se recibió. Con el dinero juntado ha puesto chapa en la puerta, el vestíbulo arreglado, consultorio con confort. E tique, taque, tuque, don Giuseppe trabaja. Hace ya una semana el hijo se casó: la novia tiene estancia y dicen que es muy rica, el hijo necesita hacerse posición. E tique, taque, tuque, ha vuelto don Giuseppe, otra vez todo el día trabaja sin parar. Y dicen los paisanos vecinos de su tierra: Giuseppe tiene pena y la quiere ocultar. En
“La violeta” (3), tango con letra de Nicolas Olivari y música de
Catulo Castillo compuesto en 1929, aparece el italiano nostálgico: Con
el codo en la mesa mugrienta y
la vista clavada en un sueño, piensa
el tano Domingo Polenta en
el drama de su inmigración. Y
en la sucia cantina que canta la
nostalgia del viejo paese desafina
su ronca garganta ya
curtida de vino carlon. E...!
La Violeta, la va, la va, la va... La
va sul campo che lei si sognaba ch'era
su gigin, que guardandola staba... El
también busca su soñado bien desde
aquel día, tan lejano ya, que
con su carga de ilusión saliera como
La Violeta que la va...la va... Canzoneta
de pago lejano que
idealiza la sucia taberna y
que brilla en los ojos del tano con
la perla de algun lagrimón... La
aprendió cuando vino con otros encerrado
en la panza de un buque, y
es con ella, metiendo batuque, que
consuela su desilusión. “Oro
muerto” (4), tango de 1926 con letra de Julio P. Navarrine y música de Juan Raggi, “Fue premiado
en el certamen organizado en 1926 por la Compañía Rioplatense de
Revistas en el teatro "18 de julio" de Montevideo. Carlos Gardel
lo grabó aquel mismo año. A raíz de la censura impuesta en la radiofonía
entre 1943 y 1946 se lo denominó ‘Jirón porteño’ ". El
conventillo luce su traje de etiqueta. Las
paicas van llegando, dispuestas a mostrar que
hay pilchas domingueras, que hay porte y hay silueta, a
los garabos reos deseosos de tanguear. La
orquesta mistonguera musita un tango fulo. Los
reos se desgranan buscando, entre el montón, la
princesita rosa de ensortijado rulo que
espera a su Romeo como una bendición. El
dueño de la casa atiende
a las visitas; los
pibes del convento gritan
en derredor jugando
a la rayuela, al
salto, a las bolitas, mientras
un gringo curda maldice
al Redentor. (1) El
fuelle melodioso termina un tango papa. Una
pebeta hermosa saca del corazón un
ramo de violetas, que pone en la solapa del
garabito guapo, dueño de su ilusión. Termina
la milonga. Las minas retrecheras salen
con sus bacanes, henchidas de emoción, llevando
de esperanzas un cielo en sus ojeras y
un mundo de cariño dentro del corazón. (1)
Gardel canta: "las va de payador". Españoles Alfredo
Plácido Navarrine, escribió la letra de “Galleguita” (5), tango de
1925, con música de Horacio Pettorossi: Galleguita la
divina la
que a la playa argentina llego
una tarde de abril sin
más prendas ni
tesoros que
tus bellos ojos moros y
tu cuerpo tan gentil. Siendo
buena eras
honrada pero
no te valió nada que
otras cayeron igual. Eras
linda galleguita y
tras la primera cita fuiste
a parar a Pigall. Sola
y en tierras extrañas tu
caída fue tan breve que
como bola de nieve. tu
virtud se disipó. Tu
obsesión era la idea de
juntar mucha platita para
tu pobre viejita que
en la aldea quedo. Pero
un paisano malvado loco
por no haber logrado tus
caricias y tu amor ya
perdida la esperanza volvió
a tu pueblo el traidor y
envenenando la vida de
tu viejita querida le
contó tu perdición, y
así fue que el mes pasado te
llegó un sobre enlutado que
enlutó tu corazón. Y
ahora te veo Galleguita sentada
triste y solita en
un rincón de Pigall y
la pena que me mata claramente
se retrata en
tu palidez mortal. Tu
tristeza es infinita. Ya
no sos la Galleguita que
llegó un día de abril ‘sin
más prendas ni
tesoros que
tus bellos ojos moros y
tu cuerpito gentil’ " Franceses En
‘Griseta’ (6), tango de 1924, con música de Enrique Delfino y letra
de José González Castillo, se evoca a la inmigrante de ese origen: Mezcla
rara de Museta y de Mimí con
caricias de Rodolfo y de Schaunard, era
la flor de París que
un sueño de novela trajo al arrabal... Y
en el loco divagar del cabaret, al
arrullo de algún tango compadrón, alentaba
una ilusión: soñaba
con Des Grieux, quería
ser Manon. Francesita, que
trajiste, pizpireta, sentimental
y coqueta la
poesía del quartier, ¿quién
diría que
tu poema de griseta sólo
una estrofa tendría: la
silenciosa agonía de
Margarita Gauthier? Mas
la fría sordidez del arrabal. agostando
la pureza de su fe, sin
hallar a su Duval, secó
su corazón lo mismo que un muguet. Y
una noche de champán y de cocó, al
arrullo funeral de un bandoneón, pobrecita,
se durmió, lo
mismo que Mimí, lo
mismo que Manón. Otra francesa aparece en el tango “Madame Ivonne” (7), musicalizado por Eduardo Pereira, con letra de Enrique Cadícamo: Mamuasel Ivonne era una pebeta que, en el barrio posta del viejo Montmartre, con su pinta brava de alegre griseta animó las fiestas de Les Quatre Arts. Era la papusa del Barrio Latino que supo a los puntos del verso inspirar... pero fue que un día llegó un argentino y a la francesita la hizo suspirar. Madam Ivonne, la cruz del sur fue como un signo... Madam Ivonne, fue como el sino de tu suerte... Alondra gris, tu dolor me conmueve; tu pena es de nieve, Madam Ivonne. Han pasao diez años que zarpó de Francia.. Mamuasel Ivone hoy es sólo Madam; la que al ver que hoy todo quedó en la distancia con ojos muy tristes bebe su champán... Ya no es la papusa del Barrio Latino. Ya no es la mistonga florcita de lis. Ya nada le queda... ni aquel argentino que entre tango y mate la alzó de París. Notas 1 Lary, Enrique: “Canzoneta”, en www.abctango.com. 2
Del Ciancio, Guillermo: “Giuseppe el zapatero”, en
www.argentina.informatik uni-muenchen.de. 3 Olivari, Nicolás: “La Violeta” en www.argentina.informatik uni-muenchen.de. 4
Navarrine, Julio: “Oro muerto”, en www.todotango.com. 5 Navarrine, Alfredo: “Galleguita”, en www.argentina.informatik uni-muenchen.de. 8 González Castillo, José: “Griseta”, en www.todotango.com. 9 Cadícamo, Enrique: “Madame Ivonne”, en F. García Jiménez, H. Manzi, C. Castillo y otros: Tangos antología. Volumen 2. Selección, prólogo y notas por Idea Vilariño. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, vol.121). ........................ El tango unió y contuvo a los inmigrantes, que encontraron en él el reflejo de la nostalgia y la frustración que muchos sintieron en la nueva tierra. Tanta fue su importancia, para ellos y para los nativos, que aparece en la literatura como un tema recurrente. |
María
González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista
Ir a índice de América |
Ir a índice de González Rouco, María |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |