El infierno prometido Una prostituta de la Zwi Migdal, por Elsa Drucaroff. Buenos Aires, Sudamericana, 2006. 336 pp. (Narrativas históricas)
por María González Rouco

Kazrilev, Polonia, 1926. Dina anuncia a su madre que no se casará aún, pues seguirá estudiando. Su padre la apoya en esa decisión, y costea los estudios de la joven. La madre, furiosa, la amenaza: “¡Vos vas a terminar en Buenos Aires!”. Poco después, el vaticinio materno comienza a cumplirse: Dina es violada por un compañero de estudios. Este hecho trae la vergüenza a la familia, y el desprecio de quienes los conocen. Es entonces cuando aparece un hombre que llega desde la Argentina, buscando novia para casarse.

El habla con el padre de la adolescente. “Señor Hamer, yo soy un hombre práctico –dijo sonriendo-. Busco una buena judía trabajadora que pueda manejar mi casa y criar a mis hijos. Buenos Aires es una gran ciudad, con costumbres diferentes. No es fácil encontrar chicas bien preparadas para el matrimonio en una ciudad grande. Y en el caso de su hija, precisamente por lo que ella vivió, sé que va a valorar lo que voy a darle, y me lo va a retribuir como merezco. Porque va a ser muy difícil que encuentre a otro que pueda y esté dispuesto a dar lo que yo estoy ofreciendo”. Luego vendrán el viaje, la explotación sexual, el terror a un juez, el respeto por un periodista y el amor por un anarquista. Tres relaciones igualmente intensas, pero diferentes entre sí por las motivaciones que las impulsan y por los efectos que producen en la joven. Y por fin, la libertad, una libertad lograda con valentía, en un mundo en el que desobedecer se pagaba muy caro.

Elsa Drucaroff maneja con maestría estas situaciones, demostrando su talento en la composición de los personajes, especialmente los femeninos. Muestra una Dina que evalúa los beneficios y los perjuicios de las decisiones a tomar. Ella sabe; es esa sabiduría la que la vuelve distinta de las demás. La protagonista puede escapar –o al menos, intentarlo-, pero no lo hace en un principio. Ahí es cuando se pone sobre el tapete la trama de intereses privados, familiares y sociales que permitían que estas mujeres llegaran en esa forma a la Argentina, eludiendo controles, con documentos falsos, burlando a la Asociación Judía para la Protección de Niñas y Mujeres. Porque -demuestra Drucaroff- las mujeres que trae el tratante de blancas, o ya saben a qué vienen, o cuando se enteran, son más seducidas por un plato de comida que atemorizadas por los golpes. La escritora ejemplifica esta aseveración mediante los personajes de Dina, sometida voluntariamente por temor a volver a su tierra, y Rosa, una mujer que creía haberse casado por poder y, ya en Buenos Aires, se niega a trabajar. A ella, le surtió más efecto una buena cena que el castigo físico y el encierro.

Esto tiene su razón de ser en la miseria, agravada por el antisemitismo, que se pasaba en Polonia en esa época. Dina soporta todo, menos el hambre. Y cuando existe la posibilidad de abandonar el burdel, compara lo que gana con el sueldo de una costurera, y sigue prostituyéndose. Es peor el hambre que la esclavitud; las joyas y las ropas costosas importan más que las humillaciones. Sólo el amor hace que la polaca huya, y comience una nueva vida, muy lejos.

El infierno prometido es una novela escrita con documentación histórica y con hábil manejo del estilo. Drucaroff logra así una obra en la que el suspenso nos mantiene expectantes, que suscita en nosotros el deseo de felicidad para unos y castigo para otros, que nos hace sentir testigos de un drama que tiene una raíz mucho más compleja que el engaño a adolescentes y a sus familias.

María González Rouco

Lic. en Letras UNBA, Periodista

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