Alberto Novión. Un vasco en escena María González Rouco |
“La
producción teatral de Alberto Novión (1881-1937) es extensa y variada.
Es autor de La chusma, La caravana, La familia de don
Giacumín y Don Chicho, textos que corresponden al pasaje del
sainete al grotesco criollo. Escribió también comedias y zarzuelas. A
pesar de su importancia para el teatro argentino, últimamente fue poco
representado. Novión nació en la ciudad de Bayona, en Francia. Se
trasladó con su familia a Montevideo, luego se instaló en Buenos Aires y
se nacionalizó argentino. Su primera obra se llamó Doña Rosario,
en homenaje a su madre y en 1905 (en el Teatro Nacional) fue protagonizada
por Orfilia Rico. Al año siguiente estrenó con José Podestá Jacinta.
Ni siquiera intuiría entonces que iba a escribir casi cien obras de
teatro” (1). Un
aviso publicado en la revista teatral La
Escena N° 99 anuncia que en la temporada 1920, en el teatro
Politeama, se presenta la compañía de Roberto Casaux todos los días con
extraordinario éxito. Los actores interpretan El
vasco de Olavaria (2),
de Alberto Novión (1881-1937), obra que la publicación reproduce. En
el prólogo, don Joaquín de Vedia escribe sobre la personalidad de Novión,
de quien dice que “es uno de los fuertes trabajadores del teatro
argentino, porque es bueno, porque es alegre, porque ni la envidia lo
devora ni la vanidad lo irrita”. Acerca de la circunstancia en que el
prologuista conoció al dramaturgo, leemos: “Lo conozco desde los
primeros días de su carrera de autor: fue mi pobre y grande amigo
Florencio Sánchez quien me llamó la atención hacia él, cuando el
estreno de La cantina, un modelo
de sainetes populares. Desde entonces, otras obras, de diversos géneros y
de diferentes proporciones han popularizado el nombre y han afianzado los
prestigios de Novión entre los que siguen la marcha, más o menos difícil,
más o menos ocasionada a tropiezos y barquinazos, de este pensamiento de
hacer un teatro nacional” (3). Vedia
reafirma lo anunciado en el aviso, refiriéndose a las cincuenta noches
que El vasco de Olavarría lleva
en escena, y define al protagonista en relación con el autor que le dio
vida: un ser “noblote, bueno, sincero hasta en la contradicción, veraz
hasta en la pausa, todo sentimiento y comprensión del bien, como el autor
que lo ha arrojado, de boina, tricota, cinto y granaderas, a la escena
nacional, donde los vascos siembran tan eficazmente como en la pampa”. En
un trabajo sobre Florencio Sánchez, Luis Ordaz se refiere al momento en
que surge la obra dramática de Alberto Novión, al que vemos vinculado
con otros prestigiosos dramaturgos: “Durante la que se nombra como época
de oro’ (y abarca, idealmente, desde la afirmación de la escena nativa
por José J. Podestá, hasta el fallecimiento de Florencio Sánchez muy
lejos, en Milán, a fines de 1910, van apareciendo y se destacan autores
que realizan aportes de gran significación para el desarrollo coherente
de nuestra dramática, como Pedro E. Pico, José León Pagano, Julio Sánchez
Gardel, Alberto Ghiraldo, José de Maturana, Alfredo Duhau, Vicente Martínez
Cuitiño, Alberto Novión, Enrique Buttaro, Carlos Mauricio Pacheco, entre
tantos otros” (4). Los
estudiosos Abel Posadas, Marta Speroni y Griselda Vignolo diferencian, en
un estudio sobre el sainete (5), el español, el lírico criollo, el de
indagación y entretenimiento y el de divertimento y moraleja. A criterio
de los ensayistas, Alberto Novión cultivó algunas de estas vertientes. Novión
ha creado varios personajes inmigrantes. Para lo comedia en tres actos
presentada en el Politeama, se inclinó por un vasco, al que dota de
muchas condiciones buenas y pocos defectos. El
personaje La
anécdota es escueta y sabrosa: un hombre vive con su mujer y su hijo en
Buenos Aires. Su hermana, a quien hace veinte años que no ve, le anuncia
que irá a visitarlo. Viene del campo, de Olavarría, donde vive con su
marido vasco y sus dos hijos. La visita de los parientes causa desagrado a
la cuñada, quien espera lo peor de esta familia, a la que supone grosera
y rústica. Más tarde, se dará cuenta de que estaba prejuzgando, y tendrá
que aceptar que su hijo, estudiante de Abogacía con pretensiones de
diplomático, se case con la prima del campo. La
cuñada del vasco pregunta a su marido cómo ha hecho este hombre para
juntar tanto dinero. El marido le responde: “como tantos otros, la mayoría
de nuestros vascos, trabajando honradamente. Este es de los buenos, de los
grandes y fuertes, porque sabe romper la tierra, tirar el grano y mirar de
frente al sol.”. Novión alude también al empecinamiento del inmigrante, quien afirma: “cuando a un vasco se le pone algo en la cabeza, no hay familia, razones, ni el demonio a cuatro, que lo haga salir del camino que ha agarrao...”. Quizás en esta fortaleza de carácter radique su posibilidad de prosperar en un país hospitalario. La mujer del vasco coincide con él en que es empecinado, pero se lo dice con un sentido reprobador: “los vascos, por más macanas que hagan tienen razón”. Es risueña la imagen que aporta el hijo de ambos, quien asevera que cuando “el viejo hace una macana, aunque le peguen en el suelo no da su brazo a torcer”. El vasco está orgulloso de ser quien es y, cuando lo desairan, dice que se lo han hecho a él, “al vasco de Olavarría, que tiene nada más que pegar una patada en el suelo y salen todos disparando como en Cagancha”. Pero
el vasco, así como es tenaz y arrogante, es también un hombre sensible.
Por boca de su hija sabemos cuánto echa de menos su tierra de origen:
“papá -dice la joven-, a pesar de que ya está viejo y que ha formado
en esta tierra su hogar, su hogar, su fortuna, su tranquilidad; viera Ud.
cuántas veces lo he sorprendido cantando bajito los aires de su tierra
natal, y cuántos suspiros, mensajeros de muchos besos, han ido desde sus
labios hasta sus montañas, para morir en los muros de su casa, allá en
la aldea de la falda”. ..... Novión
nos brinda la posibilidad de conocer la compleja relación que se dio
entre nativos e inmigrantes y, en esta pieza en particular, entre
citadinos y campesinos, pues en ella se advierten resonancias del
“menosprecio de corte y alabanza de aldea” que tantas páginas motivó
en la literatura de diversas épocas. Notas 1.
Rago, María Ana: “Autor poco representado”, en Clarín,
Buenos Aires, 10 de octubre de 2003. 2.
Novión, Alberto: El vasco de
Olavarría. En La Escena Revista
Teatral N° 99. Buenos Aires, 1920. 3.
Vedia, Joaquín de: “Prólogo” a Novión, Alberto: El
vasco de Olavarría. 4.
Ordaz, Luis: “Florencio Sánchez”, en Historia
de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. 5. Posadas, Abel, Speroni, Marta y Vignolo, Griselda: “El sainete” en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. |
María
González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista
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