El Consejo de Estado y de Ministros de la República de Cuba han decretado, por ley, que el emblemático Gran Teatro de La Habana lleve, a partir de ahora, el mítico nombre de Alicia Alonso, no solo por sus puntuales aportes al desarrollo de la danza caribeña y universal, sino también por su apoyo irrestricto a la Revolución cubana y a las causas justas de la humanidad.
Escribir sobre la directora general del Ballet Nacional de Cuba (BNC) no es tarea fácil, porque sobre nuestra prima ballerina assoluta se ha escrito mucho y bueno, pero acepto —con sencillez y humildad— el reto periodístico que por decisión libre y soberana me he impuesto.
No es posible, en modo alguno, explicar la función decisiva desempeñada por la miembro de honor del Consejo Internacional de la Danza (CID-UNESCO), en el contexto de la cultura a escala mundial, sin antes precisar cómo la psicología percibe el ballet y cómo conceptúa al ser humano.
Esa manifestación artística une en cálido abrazo, virtuosismo técnico, interpretación teatral, dominio escénico y el clima emocional del auditorio, así como capacidad expresiva del yo, y por ende, la legítima expresión de la unidad cuerpo, mente y alma, proclamada por la martiana ciencia del espíritu.
En siete décadas de fecunda labor artística profesional en el fascinante campo de la danza, Alicia ha logrado alcanzar el equilibrio perfecto entre todos y cada uno de los indicadores técnico interpretativos, psicológicos y espirituales sobre los cuales se estructura la danza clásica, española o contemporánea, la cual ha revolucionado y enriquecido como bailarina, coreógrafa y maestra.
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Alicia Alonso: ayer, hoy y siempre |
Desde la vertiente filosófico antropogénica, la persona es un ser inacabado e inacabable, imperfecto pero perfectible, que integra en una unidad viviente todas sus dimensiones socio-culturales y espirituales. De ahí, que la dama de la danza no sea lo que la crítica especializada y sus fervientes admiradores en todo el planeta han escrito y dicho sobre Alicia, porque es todo eso y mucho más.
Alicia, como artista integral y como persona única e irrepetible, no cabe en un concepto, en una imagen, en una valoración, por genial que esta pueda ser, ya que supera, sintetiza y trasciende cualquier criterio —especializado o afectivo-emocional— que pueda emitirse acerca de esa figura cimera del arte escénico de todas las épocas y todos los tiempos, que ha exaltado tanto a la Escuela Cubana de Ballet, como al BNC, a escaños privilegiados en el contexto de la danza universal.
Los más afamados críticos de ballet, cubanos y foráneos, han identificado a Alicia con Giselle, con Carmen, así como con todos los personajes clásicos y contemporáneos que ha llevado a escena durante su trayectoria artístico-profesional.
Sin embargo, esos personajes solo cobran vida en el proscenio, y luego, quedan relegados en la memoria sensible del gran público y de los colegas de la prensa especializada, mientras que Alicia como bailarina y persona excepcional vivirá per se culom saeculorum en la memoria poética de la humanidad.
He decidido finalizar con una cita antológica del doctor José O. Suárez Tajonera (1928-2008), Premio Nacional de la Enseñanza Artística 2007, acerca de la Giselle de Alicia:
(…) Todo lo que se ve en la escena, todo lo visible es genial, pero el acto de la estimación sobre su danza milagrosa (…) nos sugiere la idea mística de que donde confluyen movimiento y quietud es donde está lo momentáneo y lo eterno, y que en el arte de la interpretación danzaria no se trata de la individualidad desnuda, aislada, sino de la personalidad en comunicación directa con el espíritu cósmico.
Ver, del mismo autor:
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Alicia Alonso, más allá de la técnica - libro de la maître y escritora Carmen Hechavarría |
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Alicia Alonso o la eternidad de Giselle - libro de la escritora, crítica de arte y periodista, Mayda Bustamante |
