Introducción: aperitivo.
El origen de estas cuartillas se remonta a 1987-1989, cuando al
iniciar los Estudios Culturales en Cuba para que la promoción
cultural revolucionara a niveles superiores sobre bases
científicas, desde la Dirección Municipal de Cultura Plaza de la
Revolución se aportó una conceptuación científica de la cultura
de cuya operacionalización emergió, entre otras muchas, la
cultura sexual hasta entonces silenciada, con todos sus valores
y anti-valores, incluidos entre estos últimos, sus prejuicios y
entre ellos, la homofobia. Ya entendida dentro del sistema
integral con que estábamos enfocando la cultura, una de las
líneas a investigar era su presencia en los medios de difusión
en el mundo y en Cuba, lo cual apunta directamente a estas
líneas. Ya entonces se definió (por ejemplo) lo inadecuado del
verbo “tolerar” (contraproponiendo “aceptar” o cuando menos,
“respetar”, y este sí se exige) y del término “diferencia” por
marginadores, mucho antes que se pusieran de moda en el tema que
nos ocupa, respectivamente, a fines de los 90 y en el siglo XXI.
La primera gran batalla se ganó el 5 de mayo de 1993 en el III
Simposio Territorial de Estudios Culturales municipal, al
estimular al siquiatra retirado Dr. José Luis Arenas Mazorra a
presentar su La homosexualidad. Acercamiento al estudio de su
etiología que por definición, no rebasaba más allá de
entenderla enfermedad, pero por primera vez se presentaba el
tema en un evento cultural integral, que por demás era parte de
revitalizar la “Iglesia del Derrumbe” antigua del Carmelo, casco
histórico de dicha barriada pero contexto que se ha abanderado
de homofobia en la cultura occidental, así como otros grandes
protagonistas del evento que fueron otras denominaciones
cristianas, la Comunidad Hebrea de Cuba y la Asociación de
Haitianos Descendientes y Residentes en Cuba; pero un jurado de
altísima valía (Dr. Jesús Guanche Pérez, la socióloga Regla de
la Sierra y la sicóloga Clotilde Arregoitía) y la preparación
anti-homofóbica de todo el equipo al frente, hizo que su debate
tan científico como comunitario, le permita trascender como el
primer gran acto público institucional contra la homofobia en
Cuba y con tan polémicos y difíciles contertulios (precisamente,
donde más urge) si bien los medios se negaron entonces a darle
el respaldo que merecía, justo por tantas trasgresiones.
Trascendió el tema, que llegó para quedarse, uno de los que han
prestigiado tal evento municipal pero al que se ha integrado el
resto de la ciudad, del país y de otros países, hasta la
actualidad, con trabajos cada vez mejores de lo más humilde de
nuestra población, y de lo más avanzado de nuestra
intelectualidad, que empezaron a conquistar menciones y premios
y a representar al municipio en otros cónclaves provinciales y
nacionales, para expandir nuevos escenarios contra la homofobia,
que a la sazón ni se mencionaba y mucho menos, se identificaba
como la patología social que es; el Centro Nacional de Educación
Sexual (en adelante, Cenesex)
invitado desde un inicio, respondió al llamado en el IV Simposio
de 1995, pero con trabajos absolutamente ajenos a la lucha
anti-homofóbica e incluso, sin responder en 1997 al ofrecérsele
para un evento internacional de Sexología, el título ¿Cultura
Homosexual? Que sin embargo, sí fue muy exitosamente acogido
en el III Simposio Internacional de Antropología en la Academia
de Ciencias de Cuba (1998) por el Instituto Cubano de
Antropología, primer y muy triunfal debate en un evento
internacional que en Cuba incluía las más diversas temáticas
culturales (ver Couceiro y Perera, 1999), luego de otros
acercamientos (ver Couceiro, 1996) para legar el primer gran
hito en tal suerte de confrontación del tema hasta estas
páginas.
Durante este proceso, se había exhibido en los cines cubanos el
emblemático filme Fresa y Chocolate (1993-1994), que
junto a la relativa apertura de visita al país de organizaciones
gay-lésbicas, tuvo impactos inmediatos como las llamadas
fiestas gay: nueva, fresca y genuina acción popular (casi
impensable en Cuba hasta poco antes) en numerosas casas
particulares y a muy módicos precios, que llegaría a contar con
centros estatales: El Periquitón hacia Marianao, y en
Santa Clara, El Mejunje (citado desde 1980), más lejos de
la censura; del céntrico Vedado, no por albur llamados Joker,
“bromista”: el Saturno (Línea y 10); Línea y E, etc.
serían desplazados por la homofobia mediando la policía hacia la
periferia (cine Alegría, antes Marta, límite entre
los municipios Diez de Octubre y Arroyo Naranjo), aunque la
Asociación Hermanos Saíz, mediando Norge Espinosa, los
acerca nuevamente para la Quinta de los Molinos con sus tres
Festivales de Arte Homoerótico (1998-2000).
Las fiestas gay desde el inicio enfrentaron todo tipo de
prejuicios y “arreglos”: 1994-1997 fue su primer y más feliz
momento por la autenticidad en la cultura sexual y el acceso a
todos los bolsillos, continuadas en el nuevo milenio por una
segunda etapa, mucho más caras y más “para vestir” con el
travestismo como el gran protagonista y espacios que como casi
todos, copaban los “pingueros” con su imagen internacional de
barata armonía (ver Couceiro, 2013a). Ya en la segunda década
del siglo, estamos viviendo un tercer momento al contar con
centros estatales como el otrora estelar cabaret Las Vegas,
que así recupera su auge bohemio de antaño; El Karachi,
El Centro Vasco, el hotel Lincoln y otros,
aportando bailarines eróticos y strippers, que comparten
ahora con los travestis y la prostitución, y que aun
excesivamente caros para el bolsillo del trabajador cubano
(inaccesible al estudiante) sus precios no diferencian del resto
de las ofertas en el país en casi todos los renglones, y sí
abaratan con respecto a la etapa previa, además de opciones
particulares como Escaleras al Cielo en la Habana Vieja,
aun más caras (5 cuc): dejan de ser clandestinas, y por tanto
irregulares, cuestionadas y hasta hostigadas; conservan erotismo
mas pierden el “espacio sexual” de la primera etapa y
ocasionalmente, la segunda, que solucionaba esta, como toda
cultura sexual; espacios aun inexistentes en Cuba con la
dificultad de vivienda y todo tipo de intolerancia familiar, que
no es solo sexual, y en otros países se ha resuelto con saunas y
clubes de sexo. Son acontecimientos que giran en torno a los
medios, y los medios giran en torno a ellos… solo se puede
remitir a otros textos para profundizar (Couceiro,
2009:232-239), pero no obviar.
No se propone este texto un homenaje a la cinta referida en su
20 aniversario, aunque bien lo merece por el hito que marcó, no
solo para la cinematografía cubana, sino para toda nuestra
sociedad, que a menudo (tristemente) ha sido más isla cultural
(en el sentido integral del concepto “cultura”) que geográfica.
El objetivo radica en valorar todo lo que se ha logrado desde
entonces (que como todo análisis, debe partir de sus
antecedentes y del contexto), cuáles han sido los verdaderos
logros llenos de aciertos y desaciertos, y sobre todo, lo que
falta por lograr, que es a la postre, lo que marca el camino a
seguir y ayuda al intelectual orgánico que debe encaminar el
proceso creativo de cada sociedad, para que los medios definan
que el proceso revolucionario continúe en plena evolución a
escaños superiores, única manera de que toda Revolución, siempre
un fenómeno vivo, continúe como tal.
Roberto Gacio Suárez publica en la revista Tablas del
Consejo de las Artes Escénicas, su Teatro Gay en Cuba
(1996) y en el teatro América se logran los Festivales
Gunila en la lucha contra el sida, con aficionados y
profesionales ya reconocidos en la lucha contra la homofobia (y
ya entonces, contra el sida), como Rosita Fornés “la vedette de
Cuba”, no por gusto uno de los grandes iconos gay cubanos, y la
pareja de bailes Purita y Amado, quien bailó una inolvidable
rumba en travesti. Pérez Cruz (profesor de la Escuela del
Partido Comunista de Cuba) aporta el primer libro cubano a
propósito del tema (ver Pérez, 1999)
hito en este objeto de estudio al margen de toda polémica, pues
con heterosexismo y cierto paternalismo, aun se habla de
“proteger la sociedad” considerada a sí misma heterosexual, y
evitar que no crezca por la proliferación de homosexuales, lo
cual ya antaño y cada vez más, se evidencia más insostenible
(ver Couceiro y Perera, 2013); y se sabe de otros interesados
entonces y después (aun en el siglo XXI) en la misma Escuela del
Partido y en muchas Universidades cubanas, a quienes se les
vetaba el tema por no considerarlo “de interés”. En Pérez se ha
interpretado (aunque no reconocido) una “visión oficial” que
propicia una nueva imagen a partir de cambios de política que
antaño, habían dañado sobremanera a la Revolución; algo parecido
se interpreta del Cenesex dirigido por Mariela Castro en el
contexto de diez años después, y con mucho mayor alcance social
y controversia política, para lo que los medios han determinado;
ambos, son hitos de cada momento.
Los rastreos previos habían develado los antecedentes del tema
en Cuba, y en el mundo, y definir con mucho más rigor por
ejemplo, “homosexualidad” más que “homosexual”, entendida como
la opción en todo ser sexuado y no como la persona en sí, que se
identifica mucho más que por eso, a lo que a menudo, la han
reducido los medios. También se impone diferenciar
“heterosexismo” de heterosexualidad, entendiendo por el primero
aquella postura que privilegia a la heterosexualidad como única
opción o por lo menos, “la mejor” y “más correcta”, en tanto su
engendro directo la homofobia, ya explicita las tantas maneras
de violencia contra toda otra opción, en particular contra la
homosexualidad; por supuesto: mientras menos prejuicios tenga un
individuo, se frustra menos y reprime menos a los demás, pero
eso no excluye que dentro de quienes sistematizan una vida
homosexual suelen copiarse los patrones heterosexistas e incluso
homofóbicos en que todos somos educados excluyentemente desde el
vientre materno (Couceiro, 2009:208-232)
También los antecedentes demostraron la homosexualidad tan
normal y común en (al menos casi) todas las especies sexuadas
incluido el ser humano y desde sus mismos orígenes, en tanto la
homofobia nace (y conserva su cima) a partir del zoroastrismo
(Persia, siglo VI a.n.e.), sistema religioso clasista y bélico
que enfocaba al mundo como un campo de batalla entre filosas
fuerzas opuestas de espíritus buenos y malos, y que en materia
sexual, quienes tenían relaciones con su propio sexo eran
automáticamente definidos como aliados de los espíritus malignos
y al menos en teoría, serían muertos de inmediato (ver Couceiro,
2005) Ello influyó a los autores judíos de las Leyes del
Levítico y por esta vía, al cristianismo, aunque la homofobia
alcanza su mayoría de edad a fines del Medioevo, del brazo
incendiario y genocida
de una iglesia que se afanaba por conservar su poder que, como
compete a todo poder religioso, es eminentemente sicológico, y
dominar la sensualidad más allá de la conciencia, incentivando
los complejos de culpa, la vergüenza de su propio cuerpo
(trocando lo más natural como anti-natura y viceversa) y los
temores, absolutiza su poder.
Se ha dicho que por la lejanía de la Metrópoli y la gran
diversidad de las inmigraciones en tanto “llave del Golfo”, en
Cuba no se ha reportado tanta agresividad a las diferencias
(llegan casos muy aislados), lo cual no quiere decir que no la
haya habido, pues por “la vergüenza” y subvalorar lo cotidiano
por terrible que fuera tanto para las víctimas como
supuestamente escandaloso para los victimarios, muchos no se
registraban, en Cuba como en otros países; se ha evidenciado el
heterosexismo y la homofobia. Una historia prácticamente sin
escribir también por los tabúes, a la que comienzan a apuntar en
el siglo XXI trabajos como los de Abel Sierra desde la Fundación
Fernando Ortiz.
Muy en general, solo recordemos los Tribunales de la Inquisición
en Cuba desde 1571; los dieciocho marineros “amujerados”
sentenciados a Cayo Puto o Isla de las Mujeres, en el siglo
XVII; la “Carta crítica al hombre-muger” de José Agustín
Caballero en el Papel Periódico de La Habana, el 10 de
abril de 1791; el juicio en Baracoa en 1822 contra la suiza
Henrietta Fabre que, vestida de hombre, había casado con otra
mujer; la prostitución homosexual masculina descrita por el Dr.
Benjamín de Céspedes en jóvenes inmigrantes españoles en La
Habana (1888); el artículo homofóbico “Los maricones”, en el
periódico La Cebolla (órgano oficial de las prostitutas
habaneras) el 9 de septiembre de 1888, y el siempre preclaro
Martí, que el 25 de marzo de 1889 responde con “Vindication of
Cuba” (The New York Post, EUA) al homofóbico y
anti-cubano artículo “Do you want Cuba?” del periódico The
Manufacturer (Filadelfia, EUA) del 6 de marzo; La
pederastia en Cuba (de Luis Montané, 1890); el homofóbico
Los Cromitos cubanos (1892) de Manuel Cruz contra Julián del
Casal; el anti-homofóbico Héroes humildes de Serafín
Sánchez, exaltando los valores del mambí “afeminado” Manuel
Rodríguez “La brujita”, 1893; el incidente que narra Ricardo
Batrell en su Diario de guerra (1898) con el coronel
Raimundo Ortega Sanguily; Fernando Ortiz (mal) supone que los
asiáticos (de cultura sexual mucho más libre) hubieran importado
este “vicio execrable” (homosexualidad) a Cuba, en Los negros
brujos (1906); no obstante emparentarse en el imaginario con
el travestismo, la “fregolimanía” cundió en Cuba del genial
artista italiano Leopoldo Frégoli (1867-1936) con la obra
homónima de Federico Villoch, la zarzuela Habana – Frégoli
de K. Zabal, e imitadores como Luis Florit y Rafael Arcos (Leal,
1982:413-414) En abril de 1928, “Pepillitos y Garzonas” de Sabas
Alomá en la revista Carteles, desata desde el 20 de junio
las campañas anti-lésbicas desde tal revista y el periódico
La Semana, mientras Ofelia Rodríguez Acosta publica la
novela La vida manda, de erotismo entre mujeres. Siguen
Lesbianas. Apuntes para un estudio de psico-sexualidad
femenina (1932, Vicente Pardo y Suárez); la novela de
ambiente carcelario Hombres sin mujer (1938, del cubano
Carlos Montenegro, en México), y el ensayo “Ballagas en persona”
en 1955, de Virgilio Piñera, en la revista Ciclón (ver
Morales, 2008) Dista mucho de agotarse… pero se muestra la
homofobia (y la anti-homofobia) en las tradiciones cubanas antes
de 1959.
Antecedentes: entrante.
Es este el contexto (entre el heterosexismo y la homofobia) con
que habían nacido los medios de difusión en la cultura
occidental y, por supuesto, en Cuba, si bien cada cultura (y
cada momento y grupo dentro de cada cultura) se particulariza,
aunque sobre estas generalidades. Desde los mismos orígenes del
cine, hay evidencias tanto de homosexualidad como de su
represión homofóbica, imperando esta con toda censura, aunque
según cada período de la historia del cine y según cada
sociedad, ha habido el reflejo pertinente en la pantalla, así
como tampoco ha sido mero reflejo: lo más avanzado de la
intelectualidad de cada época y de cada país, ha sabido burlar
la censura y hacer del arte un arma de mejora social en este,
como en tantos otros sentidos. En el cine cubano también se
pueden hacer lecturas semejantes a las que se han realizado en
sus coetáneos de otros países, y como medios de difusión masiva
en Cuba, debe considerarse la producción cubana, pero también la
no cubana que tales medios trasmiten al pueblo cubano con todas
sus incidencias.
En La Revista Habanera (1914) la pornografía y el teatro
sicalíptico eran atacados por Guzmán de Alfarache e incluso
durante la colonia se polemizaban explícitamente. El Círculo
Católico que se funda en 1915, solo permitía “películas
estrictamente morales”; en febrero de 1916 El Diario de la
Marina publica la solicitud de censura teatral por una
miembro del Congreso de Madres, pues el cine era “una escuela de
corrupción y perversidad”; y aunque el artículo 25 de la
Constitución vigente desde 1901 prohibía la censura, en 1922
surge el Comité Censor de Películas, que con las autoridades
militares, en 1928 desautorizan la película de Ramón Peón El
Cadete del Morro sobre el hecho real de una violación de un
cadete por dos colegas suyos (a quienes luego mata) en la Playa
del Chivo, tradicional “zona de tolerancia” como el Bosque de La
Habana, con toda la carga de marginación y peligrosidad
implícita (ver Rodríguez, 1992). En el imaginario y en la
contracultura cubana, siempre ha habido áreas supuestamente
frecuentadas por la homosexualidad, como se señala a Julián del
Casal a fines del siglo XIX en el Paseo del Prado, donde también
se marca el Club Habana desde mediados del siglo XX y La
Rampa con el Club 21 y desde 1966, la heladería Coppelia,
luego playas como Tritón y Mi Cayito (o Pluma
Caída), asociando toda visibilidad en el imaginario con lo
peor de nuestra sociedad; sin más espacios solo pueden
apropiarse de los lugares más vulnerables siempre hostigados por
delincuentes, homofóbicos, chantajistas, enfermedades y la
propia policía (Couceiro, 2013e).
De otros países en Cuba podría citarse ya entonces, cuando
mínimo, desde Juana de Arco (1919, por la estadounidense
Geraldine Farrar) con la polémica imagen de la heroína francesa.
En 1938 en El Romance del Palmar, un estribillo es
entonado por un hombre más hacia el amaneramiento que hacia el
alcoholismo, y que tiene características físicas similares a los
“sissy” burlescos del cine estadounidense de antaño, que era lo
más permitido por la censura, de la que ha escapaba por
definición la pornografía hasta su legalización en los años 70,
y que sin embargo se detecta (en orden cronológico y de cuantía)
heterosexual (supuestamente para hombres heterosexuales) ya en
los mismos orígenes del cine; luego lésbica (a menudo también
para hombres supuestamente heterosexuales) y ya en 1929-1930,
The Surprise of a Knight (La sorpresa de un caballero)
se considera la primera película pornográfica de EUA solo entre
hombres (hoy se llamaría “porno gay”; la primera pornográfica en
EUA se estima A Free Ride, 1915:), si bien la primera
europea en mostrar escenas homo y bisexuales es una francesa de
1920 (ver Couceiro, 2006).
Mientras tanto en Cuba, sobre todo los cines vinculados con los
chinos tenían “mala fama” (pornografía, se presume básicamente
heterosexual): era otra cultura no permeada de los tabúes
occidentales (tal vez otros, pero no estos) y el imaginario
reducía la homosexualidad a burdeles y comparsas vinculadas como
La Sultana (en el tiempo también otras festividades, como
las Charangas de Bejucal), al mundo nocturno (¿tal vez
relacionado con lo maligno, lo “sucio” y “degradante”, y/o con
la libertad que bajo sombras, escapa a las miradas censoras?) y
al cliché de las artes, sobre todo la danza, aunque no
solamente.
El “sissy” estadounidense entre los años 20 y 30 llegó a
propiciar un tipo de actuación muy susceptible de la confusión,
también promovido en la televisión cubana y casi siempre
vinculado a las comedias sobre todo musicales, como fue el caso
del argentino Alfredo Barbieri, que incorpora el travestismo en
filmes como La mano que aprieta (1953); e incluso de
cubanos como Germán Pinelli, de quien una anécdota popular (a
creer o no, pero dada en el imaginario) relata un supuesto
distanciamiento del Che llegando a La Habana ante uno de sus,
quizás, ¿excesos? del comediante al saludarle, “El Che… el che…”
y recibir como respuesta: “Para usted, comandante Ernesto
Guevara”.
El cine lo reflejaba según su instrumental, donde la censura se
preocupaba más y con más alcance, justo por ser un medio de
comunicación masiva; pero en el teatro vernáculo, ya en el
primer tercio del siglo XX se habían hecho las alusiones al
cotorrón en La Isla de las Cotorras (Federico Villoch) y
el equívoco del travestismo a “los cundangos” en La Señorita
de Maupin de Federico Altunaga (Villoch y Anckerman), ambos
reflejados el filme La Bella del Alhambra (1988); en la
literatura se dice que la noveleta El Ángel de Sodoma
(1928) del fervoroso martiano Alfonso Hernández-Catá que nació
en España hijo de una santiaguera y se proclamaba con orgullo
oriundo de allí, no volvió a editarse hasta 2008, sobre lo que
el Dr. Rogelio Rodríguez Coronet se pregunta si por la homofobia
entonces por el tema homosexual que trata (Rodríguez, 2012:8-9)
y en la música nos llega tradicional la guaracha Cuidaíto
compay gallo, interpretada por Ñico Saquito, donde un gallo
persigue al periquito (ambos explícitamente machos) con
intereses sexuales.
Eran los años en que René Cardona filma en México Me ha
besado un hombre (1944-1949?, con Abel Salazar y María Elena
Marqués, quien disfrazada de hombre se enamora de otro; equívoco
que se mostraría sin mayores prejuicios en la televisión cubana
y se repite en otros filmes, donde lo que más llama la atención
es que el personaje no travestido objeto del deseo, se muestra
sorprendido y hasta ofendido, como exigen las reglas de la
homofobia, pero a la vez, atraído, aunque no se lo quiera
confesar a sí mismo… como igual exige la homofobia, para su
mayor conflicto interno. Más avanza aún luego la clásica
estadounidense Algunos prefieren quemarse (1957, con
Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemon, dirigida por Billy
Wilder) En Tintán en La Habana (1953, con el mexicano
Germán Valdés “Tin tán” pero con vastas escenas en Cuba, con
actores como Rosita Fornés y Armando Bianchi) durante su
persecución ya en La Habana, Tintán se pinta de negro leyendo un
periódico y sus perseguidores al verlo no lo reconocen y se
justifican, “Estamos buscando un hombre”, a lo que responde
Tintán, “Quién lo diría, tan machos como se ven…”
A una mirada actual (y quizás también, a una de antaño) le es
muy difícil entender la hecatombe achacada a partir del filme
PM (1960, Orlando Jiménez Leal –quien en 1983 con Néstor
Almendros filmará en el exilio Conducta Impropia,
argumentando con diversas entrevistas la persecución de
homosexuales y otros en Cuba- y Sabá Cabrera) y que (de)generó
lo que se ha dado en llamar “el quinquenio gris” que, entonces
con las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la
Producción (UMAP, se debate 1965-1972)
e infelices proyecciones del Congreso de Educación y Cultura
(1971),
de las que se exceptúan el Instituto Cubano del Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC), la Casa de las Américas y el Ballet
Nacional de Cuba, amparados por sus máximas direcciones: Alfredo
Guevara, Haydeé Santamaría y Alicia Alonso, respectivamente.
Sin embargo, en su esencia de problemáticas sociales
(de)generadas, y como suele pasar con todo prejuicio, tan
difícil de re-educar, ha durado mucho más de cinco años
(Couceiro, 2013c) y continuarían las redadas sobre todo durante
eventos internacionales en Cuba extendidas a la cotidianidad,
período sobre el que abundan anécdotas de todo tipo y que
merecen una antología, y sobre el cual una simple alusión en su
documental Accidente de nuestra colega Carolina de la
Torre acerca de su hermano víctima, aún décadas después, desató
cierta reacción que demostraba que no todos están tan dispuestos
a una rectificación con la transparencia y profundidad
autocrítica que rectificar exige.
Eran prejuicios contra los que no se revolucionaba en Cuba, sino
en casos muy puntuales, y hasta se exacerbaron por períodos; a
la luz de este análisis, la película de marras no fue sino el
detonante (¿pretexto?) para “solucionar” (tan inadecuada y
anti-políticamente, que tanto daño causó a lo más genuino del
proceso revolucionario) profundos choques culturales que
subyacían ya en la sociedad cubana (como en el resto de la
cultura occidental, y de otras culturas del mundo) como se
recordaba en la República reciente, las burlas veladas a algún
mayordomo homosexual de alguna familia pudiente
o al ex Presidente Ramón Grau San Martín por sus maneras y su
slogan "Las mujeres mandan"; o en Bauta, aquel odiado
policía batistiano que antaño, rapaba a los homosexuales para
pasearlos por el pueblo. Las riadas homofóbicas nazis y
stalinistas confluían (como todos los extremos) con las secuelas
del Código Hays en Estados Unidos y la censura (también
homofóbica, entre otras) de la “Guerra Fría” mccarthista;
contexto en el que como paradoja no más que en apariencia, el
cineasta francés Jean Cocteau aportó sus ensayos contra la
homofobia al ser tan criticado por sus relaciones con el actor
Jean Marais (su pareja más duradera) quien sin embargo, gana
popularidad y deviene símbolo de la resistencia contra el
nazismo, a pesar incluso de la homofobia anti-nazi… pero
homofobia al fin, confluyente con el nazismo. De la época de
romance anti-homofóbico y anti-nazi de ambos se mostró en Cuba
La Bella y la Bestia (1944) aunque sin alusión (y quizás,
sin conocimiento) de tal historia de amor.
En Cuba mientras tanto, entre los peores daños de tales excesos,
cuenta sin la menor duda, la pérdida de valores por las más
diversas vías (desde la muerte en diversos contextos hasta el
exilio, el ostracismo o al menos, el cuestionamiento) de muchas
personas que llevaron a “la familia dividida” (trauma social
cubano hasta la actualidad) y entre ellos muchos talentos, en
diversos grados pintores como Servando Cabrera Moreno, René
Portocarrero y Raúl Milián; escritores como José Lezama Lima
(cuya novela Paradiso es paradigmática para este tema y
cumbre de la literatura cubana) y Virgilio Piñera (ambos
llevados al cine luego por Tomás Piard, y Piñera al teatro por
José Milián); en la música José Manuel “Meme” Solís Fernández,
Jorge Pais y Luisa María Güell… vastísimo etcétera en todas las
artes (y en toda la cultura) que puso de moda en los medios las
no menos traumáticas “listas negras” que ejemplifican, entre
otros argumentos, que ese quinquenio en su esencia, ha tenido
mucho más de cinco años; prejuicios que se extendieron contra
numerosos extranjeros (muchos engrosaron esas “listas negras”)
como entre muchos más, el español Rafael y los Beatles, quienes
no son reconocidos oficialmente sino hasta esta “nueva era” tras
el llamado Período Especial.
Los prejuicios rayanos en la histeria acusaban de homosexualidad
(cabía como acusación, que así los censores elevaban a
“homofobia de Estado”) a toda nueva moda y casi todo lo que no
fuera cubano, básicamente si provenía de los Estados Unidos (en
peligrosa confusión del justo y necesario anti-imperialismo con
la xenofóbica gringo-fobia) y de Europa, desdibujando límites
entre los “enfermitos” (como llamaban a los amantes de aquellas
modas, “melenudos”) y la homosexualidad; nada de lo cual, por
supuesto, lograba sostenerse y entraba en fuertes
contradicciones, como por ejemplo la inolvidable trasmisión
televisiva del monumental Varadero´70 al que entre tantos
artistas progresistas que acudieron simpatizando con lo mejor de
la Revolución Cubana, había muchos que ya no ocultaban su
homosexualidad.
A pesar de los errores (y horrores) no era tan festinada la
confusión: eran los años de la Revolución Sexual entre cuyos
momentos cumbres, la rebelión de Stonewall en New York (junio de
1969) originaría las festividades del Orgullo Gay en todo el
mundo y la conformación de un movimiento gay, entendido no
simplemente como homosexualidad, sino como defensa militante
contra la homofobia, terminología de interés (Couceiro y Perera,
1999; Couceiro, 2006, y Couceiro, 2009:208-232)
En esa Revolución Sexual confluían los beatnik y los
hippies con sus cabellos largos y pantalones apretados, tan
cuestionados en aquella Cuba, entendidos (junto a todo idioma
que no fuera el nuestro, peligroso chovinismo que acentuaría
nuestra insularidad cultural más que geográfica) como “problema
ideológico”; también confluía el poderoso y urgente movimiento
anti-belicista estadounidense (los “chicos de las flores”, que
se confundían en Cuba como homosexualidad) e incluso, zonas de
las luchas por los derechos de la mujer y de los más disímiles
colores de piel, no exentos de homofobia; igual se cuestionó la
minifalda y aun en los años 80, el short en el hombre,
que sí se le permitía a los no cubanos, para mayor daño
ideológico a nuestra Revolución: el enemigo que más daño hace es
el interno, y que lo hace a nombre de la propia Revolución: es
su mayor traición, escondiendo oportunismos y escaladores.
En Estados Unidos, el 3 de octubre de 1961 la MPPDA (Productores
y Distribuidores de Filmes de América) anuncia una revisión de
su código de producción: "En atención a la cultura, la moral y
los valores de nuestro tiempo", la revisión advierte que "la
homosexualidad y otras aberraciones sexuales ahora se pueden
tratar con cuidado, discreción y restricción". La nueva
reglamentación labraba el camino para levantar la censura contra
películas como La Hora de los Chicos (de William Wyler,
con una historia de amor interpretada nada menos que por Shirley
McLaine y Audrey Hepburn; 1962) y Tempestad sobre Washington
(Advise and Consent, de Otto Preminger, 1962), pero
después, la misma MPPDA enmienda la revisión para especificar
que tal "aberración sexual" puede ser sugerida, pero no
realmente explicitada en la obra (ver Couceiro, 2006) En
diciembre de 1961 se autoriza exhibir en EUA el filme británico
Víctima, que aporta el primer uso de la palabra
“homosexual” en una película principal, aunque se le niega el
sello del código que aprueba las películas; con tal cinta, Dick
Bogarde es la primera gran estrella en interpretar un héroe gay,
y sobre todo en un filme que fue tan popular entonces. En 1962,
la estadounidense Walk on the wild side (La Gata Negra)
de Edward Dmytryk, con Bárbara Stanwyck, es la primera en
explicitar el lesbianismo, con el apasionado amor entre Jo y
Haley, y La Mentira Infame (These Three, de
William Wyler, 1962) se considera el primer filme lésbico en
EUA: el cine estaba rebelándose a la censura de décadas que
antes solo podía burlar, revolucionaba sin la menor duda, aunque
persisten los patrones de culpas y castigos casi desde la
religiosidad heredada, al estilo de “castigos del cielo”.
Ya en 1970 en Los Chicos de la Banda (The Boys in the
Band, de William Friedkin, del escritor Mark Crowley) uno de
los nueve protagonistas gay (todos bien distintos entre sí…
quebrando ya entonces ese otro dogma de “la identidad gay” y por
extensión, quebrando también “la identidad hetero”, ni tan
absolutas ni tan diferentes) explicita: “No todos los maricones
se suicidan al final de la historia” y es, en efecto, el primer
film gay con final no trágico: camaradas entre sí, con la fuerza
de la unión, en lo que ya cada individuo del público podía
sentirse no tan solo ni tan “raro” como le habían hecho creer
siempre. En toda una historia imposible de resumir aquí, sí es
menester citar como punto de referencia comparativo con el caso
cubano, el otro año hito, 1982, con Making Love (Su
otro amor, de Arthur Hiller) una de las primeras
valoraciones positivas de Hollywood al dignificar la
bisexualidad y un amor feliz entre dos hombres; así se explicita
desde su presentación (ver Couceiro, 2006)
Muy lamentablemente, dado el contexto cubano, no fueron
películas exhibidas en Cuba, y aun hoy son casi totalmente
desconocidas para el público cubano; mucha mejor suerte corrió
(no en su momento, pero sí después) su predecesora Cabaret
(1972, con Liza Minnelli, dirigida por Bob Fosse) que en época
tan temprana apostaba por el triunfo de un feliz triángulo
amoroso (dos hombres y una mujer) aun frente al nazismo en
ascenso; mostrada en la televisión y hasta en el teatro cubano
(2008). A partir de los Festivales del Nuevo Cine
Latinoamericano que inician en 1978, a los que se suman
los Internacionales de Teatro, las Ferias Internacionales del
Libro y las Bienales de Artes Plásticas, y cada vez más, Cuba
recibe obras con implicaciones homosexuales de todo el mundo:
devino compromiso internacional imposible de eludir ante una
imagen ya tan deteriorada por la homofobia que (entre otras)
minaba sus logros y, como ocurre con todo tema tabú, el público
cubano ha acudido ávido a cuanta película incluía una temática
hasta entonces, prohibida, y que sabía que solo en tales
contextos podría apreciar, casi nunca con más promoción que la
popular al ignorarse los contenidos de cada filme, y con
muchísima dificultad por la inmensa expectativa y motivaciones
despertadas, lo que desmiente a quienes aun afirman que nuestro
pueblo no está preparado para estos temas, pues asistían a tales
funciones no solo homosexuales: solo los apáticos al cine y los
homofóbicos más recalcitrantes se mostraban reacios a asistir, y
muchos de ellos asistían, aunque luego se vieran en la curiosa
necesidad de explicitar en la sala de cine sus “diferencias” y
desacuerdos, con enfermizo egocentrismo pues era (es) como si
creyeran que el público iba a ver si ellos asistían y cómo
reaccionaban, y no a la película en sí.
Por otra parte, tan infeliz argumento de que el público cubano
no estaba (¿no está?) preparado para esas películas, subvalora
fatalmente al pueblo cubano y vetar al arte (en este caso, al
cine) su papel activo y revolucionario como transformador (en
este caso, mediante la re-educación de valores) de la realidad
hacia un mundo mejor; sin contar que casi ninguna administración
del cine preparaba las mejores condiciones: a menudo abrían a
destiempo y provocaban el desagrado en un público contra el que
dirigían a la fuerza policial, propiciando verdaderos desórdenes
y daños de todo tipo. Así se recuerda la exhibición de
Eduardo II (1991) y de Orlando (1993) en el cine
Riviera; de Wilde (1997) y del ciclo de Almodóvar en
el Trianón, entre otras muchas. Paralelamente se exhibían
excelentes ejemplos en la Cinemateca de Cuba (luego Cine
Chaplin) y en el cine La Rampa, si bien son salas sin
mayor promoción, de una o dos muestras y de un público
relativamente elite, aunque no elitista; citemos entre tantas de
tanto interés a este tema, la francesa La Triche -La
Trampa- y la italiana Satiricón, de Federico Fellini
(1969).
1980, con los sucesos del Mariel, fue otro hito de homofobia con
aquellas consignas, “Que se vayan los homosexuales”, herida a
cualquier oído sensible, humano y auténticamente revolucionario,
que no quedaron ahí.
Entre las tantas bajas del pueblo cubano, muchos son talentos
del audiovisual, de otras artes y de toda la cultura cubana;
entre otros, Reinaldo Arenas, cuya novela Antes que anochezca
sería llevada al cine cubano-estadounidense (2000) con la
actuación del español (Islas Canarias) Javier Bardem, no
conocida en Cuba sino por círculos muy personales, pero
explícita de la homofobia cubana, al margen de toda polémica
sobre el libro y sobre el filme. Mientras tanto, en Cuba
(incluso por televisión) se seguirían mostrando películas de
equívocos sexuales como Tootsie (1982); Yentl
(1983); Mrs. Doubtfire (1993), la serie canadiense
Degrassi Jr. High (desde 1987, sobre adolescentes) e incluso
una comedia checoslovaca: Sr., Ud. es viuda. Del cine
cubano, una alusión discreta aunque interesante podría leerse en
Adolfito, el amigo de la protagonista que interpreta Carlos Cruz
en La Bella del Alhambra (Enrique Pineda Barnet, 1988),
sin rebasar al personaje trágico y que Padrón (2007) siente más
consistente en la original literaria, Canción de Rachel
(Miguel Barnet).
Pero muy probablemente, el mejor ejemplo (al menos en el tema
que nos ocupa) al extremo de la rareza, en el mismo año 1988, es
esa valiosa coproducción (muy insuficientemente promovida… como
tantas), mediometraje sobre original de Gabriel García Márquez:
El Verano de la Señora Forbes, donde Francisco Gattorno,
deshecha absoluta y triunfalmente los esquemas facilistas del
amaneramiento, como competía al propio argumento, en que la
enamorada a la que no da ninguna esperanza, al seguirlo y
descubrirlo con otro hombre, procede al crimen atroz por
incendio; un actor que además, tenía (tiene) todas las opciones
como sex symbol masculino cubano, lo que pronto se
demostraría, esquema no exento de homofobia que ahora deshace,
valor de más; recuérdese que en la entonces reciente El
nombre de la rosa (1986, dirigida por el francés Jean
Jacques-Annaud, sobre la novela del italiano Umberto Ecco) “el
homosexual” (que arrastra a otros al pecado y por tanto, a su
fin trágico) es un personaje repelente física y moralmente,
similar al cliché que con toda conciencia homofóbica se había
generalizado en buena parte de la cinematografía mundial con
personajes homosexuales, aunque en este caso, no resta en lo
absoluto la magnificencia de un filme donde el gran culpable es
el sistema represivo y homofóbico; filme muy felizmente exhibido
en Cuba, incluso en la televisión. Algo similar logró el
Cine´Plaza como opción relativamente alternativa, con Boceto
(1991) de Tomás Piard, con Héctor Eduardo Noas.
Padrón (2007) incluye sus lecturas de Cecilia
(1981), Alicia en el pueblo de Maravillas (1990) y
Adorables mentiras (1991)
Mariela Castro ha citado que en época tan temprana y difícil
como 1975, su madre Vilma Espín (Presidenta de la Federación de
Mujeres Cubanas) hacía los primeros intentos porque se
reconocieran en Cuba las parejas del mismo sexo; más allá de
cualquier subjetividad, era inevitable que comenzara, también y
aun muy tímidamente en comparación con el panorama universal, a
instrumentarse el combate contra la homofobia en Cuba, y entre
los primeros grandes hitos aunque ignorado en el país por su no
promoción, mientras Vilma Espín reconocía los derechos de la
homosexualidad frente a delegaciones gay lésbicas
norteamericanas, de ellas Sonja de Vries filma Gay Cuba
que muestra los intentos de una asociación gay cubana y su
desfile un 1ero. De Mayo, en la voz valiente de varios de sus
protagonistas, entre ellos Ana María Ramos y Norge Espinosa, de
obra en los medios y en el teatro, respectivamente.
Es la subvalorada radio la que aporta al pueblo cubano los dos
primeros hitos de la transparencia homosexual que la homofobia,
tanto teme: El Programa de Ramón (1990, dirigido por
Ramón Fernández Larrea, con la asesoría de Ela Díaz Vázquez)
incorporaba un homosexual interpretado por Luis Alberto García,
cuyo amaneramiento se prestaba a la comicidad del espacio, que
por otra parte rebosaba de inquietudes sociales en general y
propició el vocablo “Paco-tilla” para nuestra cultura popular.
Simpático, pero distaba mucho de lo burlesco de los otrora
“sissy”: un clásico ejemplo de homosexualidad en el humor (uno
de los campos más difíciles, temidos, prejuiciados y maltratados
hasta hoy), sin homofobia. Abundan personajes “simpáticos” y al
mismo tiempo, negativos, lo cual es muy peligroso y por otra
parte, no autoriza a conclusiones mecánicas: este no era el
caso. Mientras tanto, Casa de Cristal con la poetisa Ana
María Ramos, hacia la medianoche y por ende, para un público que
lo buscaba a todo propósito (lo que le permitía evadir pretextos
censuradores) devino el lugar de encuentro que tanto urgía la
homosexualidad cubana, hacia cuya comunicación trasgredía a la
par que satisfacía pretensiones artísticas. Ambos espacios
duraron relativamente poco en tan originales expectativas,
víctimas de la homofobia y otros prejuicios a pesar de su alta
demanda popular, y nunca fueron sustituidos; mas debe
reconocerse a la radio cubana tal mérito precursor, aunque sí
sistematizó por años el estereotipado Lisandro en Alegrías de
Sobremesa con tratamiento homofóbico, pues el supuesto
chiste era el rechazo de todos los “hombres”, casi como si
pudieran “contagiarse”. Aun en el 2011, en un programa dominical
en vivo en Radio Metropolitana, un radio-oyente llamó a decir
(contrariamente a las restantes llamadas) que en más de 50 años
viviendo en Cuba jamás había visto homofobia, solo contra los
descarados… fue difícil contener al equipo para un debate radial
lo más respetuoso posible, que se logró hurgando opciones con
él, desde el lugar ideal de Cuba donde habría vivido; si no
hubiera estado demasiado tiempo fuera del país, si hubiera
estado atento al entorno social y sobre todo, qué entendía por
“homofobia” y por “descarado”.
El otro gran mérito del momento corresponde en la televisión
cubana, a las telenovelas brasileñas, que a la luz de este
estudio devienen las primeras, mejores y de más alcance por
sistemáticas, profundas y valientes clases de educación sexual
(aunque no solo) en Cuba, por lo definitorio y el impacto
popular, dado el excelente tratamiento (incluidos valores
artísticos y culturales en general), sin desdoro de algunos
otros ejemplos argentinos y otros audiovisuales extranjeros en
Cuba, de los que los realizadores cubanos aun tienen tanto que
aprender; revolucionaron para la cultura sexual cubana desde
Vale todo (1988, poco después mostrada en Cuba, donde el
amor entre Cecilia y Laïs contó con el respaldo del pueblo
cubano frente a la oportunista Fátima), Piedra sobre piedra
(1992, en Cuba: Te odio, mi amor) y La próxima
víctima (1995, cuya infeliz y obvia edición en la relación
homosexual interracial Sandro-Jefferson fue felizmente
demostrada durante la mucho mejor retrasmisión las mañanas del
siglo XXI), entre otras muchas casi continuadamente; aun con
lamentables ediciones (incluso en los cines, más libres de la
censura), algunas películas comenzaban a mostrarse en la
televisión, preferentemente en horarios hacia la medianoche,
donde era de suponer, había menos público y sobre todo, menos
público susceptible a enfadarse por ello y que cada vez más, ya
en la actualidad se han exhibido felizmente a cualquier hora,
incluso en “Arte 7” y otros espacios para ver en familia.
Pero la producción nacional de televisión, medio normalmente
mucho más conservador por controlado y dado el gran público en
cuyas casas penetra y por ende, más sensible a la censura,
entonces continuaba invisibilizando la homosexualidad,
excluyéndola, y solo se asume "el personaje" como negativo, por
ejemplo, en el primer capítulo de la telenovela Sin Perder la
Ternura, del que los personajes "positivos" hacen mofa
incluso en su propio seno familiar, que por supuesto abandona el
país y que es amaneradamente banal hasta la estupidez... En
cuanto a los cines, desde que se redujo la cantidad de páginas
de la prensa escrita al iniciar el llamado Período Especial en
1990, su programación ya carece de cartelera en una prensa en sí
difícil de conseguir, y menos promovida aun en los cines
especializados como los citados Chaplin y La Rampa
con público mucho más reducido aunque en varias ocasiones, han
roto todo pronóstico de popularidad.
En noviembre de 1989, se abrió el muro de Berlín: símbolo de una
nueva era; Cuba de pronto se quedó sin el otrora “campo
socialista” que tanto la había sostenido, y más que nunca, fue
obvia la urgencia de abrirse al resto del mundo; se televisó la
reunión con la dirección del Consejo Ecuménico y comenzó una
relativa apertura en materia religiosa, aunque no la única.
Comenzaba el llamado “Período Especial” con todas sus carencias
económicas… pero con el que llegaron también, muchos logros que
aunque parezca paradoja, hicieron crecer al país en más de un
aspecto. Coincidía además con los grandes azotes del sida, tan
relacionado con la cultura sexual; de forma tal que otra de las
aperturas que estaban forzadas a realizarse en la sociedad
cubana, era con respecto a la homosexualidad, dada la penosa
imagen de homofobia previamente cosechada, y el poder de las
comunidades LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) ya
maduras en otros países. La lucha contra el sida se gana en la
cultura sexual, mientras las ciencias no logran una cura
definitiva; pero aun avanzada la década, se recuerda lo difícil
que resultó pronunciar por primera vez la palabra “homosexual”,
por el Vice Ministro de Salud Pública, que apenas podía
balbucearla: era otra manera urgente de hacer avanzar la
Revolución. Coincidía con haberse eliminado la homosexualidad de
las enfermedades siquiátricas a nivel internacional, el 17 de
mayo de 1990.
¿Plato fuerte?: fresa, chocolate… y más.
Es el contexto en que Senel Paz gana el premio “Juan Rulfo” de
Radio Francia Internacional con su cuento El bosque, el lobo
y el hombre nuevo (1990), y Tomás Gutiérrez Alea “Titón”, y
Juan Carlos Tabío filman Fresa y Chocolate (1993):
película urgente en su absoluta vigencia, y muy bien realizada,
aunque muy insuficiente y a la que aun se le deben valoraciones
más justas. Como ya antes se había visto con Gattorno (quien en
esta película interpreta al homofóbico) otro gran sex symbol
masculino cubano, Jorge Perugorría, interpreta al
homosexual: no solamente es un personaje positivo, sino muy
atractivo y actor de gran carisma popular, escogidos para
galanes e incluso asesinos, delincuentes, corruptos… ya en Cuba
(como antes en otros países) Gattorno había roto tal esquema
homofóbico, trasgresión a la que ayudó en ambos casos, sendas
interpretaciones.
Es una de las películas cubanas más reconocidas: única cubana
nominada al Premio Oscar a película extranjera (en otras
muchas ocasiones más desacreditado que valorado justa e
integralmente... no fue este el caso, ni tenía por qué serlo), y
Premio al Mejor Guión (del propio Senel Paz) del XIV Festival
Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde fueron
premiados también los directores, el protagonista y la actriz de
reparto (Mirta Ibarra), todos ellos premiados también en el
Festival de Cine de Gramado (Brasil), donde ganó el Premio de la
Audiencia y Candidato al Premio de la Crítica; Premio Goya a la
mejor película extranjera de habla hispana, Premio Cóndor de
Plata a la mejor película extranjera y Mención especial del
jurado de Berlinale. Pero Fresa y Chocolate es más: no
debe quedar atrapada entre premios y frustrada en sus más
urgentes motivaciones, ni atrapada en 1994, cuando fue
realizada... o mejor, en 1980, cuando fue situada la acción.
A esta altura, merece análisis más sereno para aquilatar mejor
el hito que sin dudas marcó antaño; valoraciones que en su
momento carecieron de mayor promoción ante triunfalismos de la
crítica nacional: se llegó a leer que era la primera película en
tratar esta temática en el mundo, y las pocas que lo habían
tratado antes eran burlescas y paternalistas, lo cual ya se ha
visto que el hecho de no haberse promovido en Cuba, no permitía
ignorar toda una historia de aportes fílmicos de otros países en
una lucha consecuente contra la homofobia. Por otra parte y en
la misma efervescencia de pasiones, que por primera vez en
nuestro cine se explicitara tal problemática, uno de los talones
de Aquiles del proceso cubano, hizo creer a buena parte del
mundo que ya se resolvía en Cuba que algunos vieron como “tierra
prometida” o “paraíso gay” (Quiroga, 1998); era lo que se
necesitaba creer de una Revolución que había tenido tantos otros
logros. Y no era, ni todavía es, así. No se explicita, pero tal
parece quedarse en los lamentables hechos de catorce años antes:
el citado 1980, que el filme tiene el mérito de enjuiciar… a lo
que todavía algunos se oponen, más preocupados por sus
conveniencias personales, y sin contar que si toda Revolución ha
de evaluar el pasado para proyectar el futuro, más se crece
cuando enjuicia su propio tiempo… aunque ello exija más
valentía. |
Fresa y Chocolate
no es una película de "tema homosexual"; tampoco tiene por qué
serlo, para ser anti-homofóbica, como sí lo es. Se ha valorado
más allá, como una película contra toda intolerancia; y toda
buena obra anti-homofóbica (Brockeback Mountain y muchas
más) lo es. Elude el tema homosexual pues no se interesa por las
problemáticas internas del “homosexual”, aún (de)generado
arquetipo, que sería muy saludable cuando nunca se ha presentado
al público cubano, siempre que se evite reducirlo a una supuesta
“identidad” maniquea absolutizada en torno a la homosexualidad
sin ver la gran diversidad interna, no tan distinta de la
heterosexualidad como el heterosexismo pretende y con múltiples
confluencias, por no remitir a una humanidad mucho más allá del
sexo; pero con sus vidas propias.
Del cuento original, aún en la actualidad, se ha señalado su
falta de difusión para el pueblo cubano, que dicho sea de paso,
no ha sido la única literatura (ni siquiera entonces, ni
siquiera el primero, como ya se había demostrado) que
explicitaba el tema (quien conoce el proyecto La Montaña
Mágica de Arroyo Naranjo, bien lo sabe), aunque sin dudas,
por el Premio Juan Rulfo y el filme, sí el que más ha
trascendido a escala internacional; Diego huye de Cuba cuando
los excesos del Mariel, llevándose entre otras cosas y con toda
veneración, una foto de Fidel Castro, lo que sabemos es bien
inusual (sí la bandera cubana, Martí… más difícilmente Camilo, o
el Che… pero más difícil aun, Fidel); así y todo, no era el tipo
de texto (ni entonces, el tipo de creador) que comúnmente se
osara publicar en Cuba, y es la película de marras la que lo dio
a conocer al gran público... por supuesto, en su versión, que
mucho más que el original, insiste en todo momento en la
heterosexualidad del militante de la Juventud Comunista (en
adelante, Ujc): la primera escena, la del medio, y la última
(escenas de sexo heterosexual mucho más insistentes y explícitas
que en la media del cine cubano), en tanto de la sexualidad de
Diego no se trasciende al breve paneo de su mirada por el bajo
vientre de David dormido, inocente, y por tanto no cómplice, y
un afecto que se logra entre ambos no más que fraterno: no
equivocarse. En este sentido, el cuento trasciende de la otredad
a la alteridad: no importa lo que otros piensen o dejen de
pensar, y si pasa… ¿qué? Esa es la gran respuesta que aun falta
en los medios cubanos, sin mostrar todavía un amor homosexual y
feliz en pantalla, a pesar de la homofobia.
El título plantea la opción con un buen símil en la culinaria
(el del cuento iba más contra los slogans), aunque sin
trascender el maniqueísmo: la sexualidad, por suerte y por mucho
que moleste al heterosexismo (para salvar el nicho de una imagen
de falsa seguridad en función de la “Sagrada Familia”, al
“tolerar”, con toda su carga peyorativa, en otros, lo que no se
tolera siquiera en el seno familiar) no es tan definida como un
sabor de helado (sabor al fin es imagen aunque también
contenido, en esencia son helados), aun cuando ambas se validen
por igual; sabores que por demás, disfrutan sin dudas de la
preferencia en el paladar cubano, y que lamentablemente, a ello
se han reducido campañas ulteriores contra la homofobia, tras
una difícil batalla porque se reconociera como el mal que es, al
mostrar un helado de fresa y otro de chocolate, en vez de un
beso de amor sexuado entre dos hombres (o dos mujeres), o
quienes estén prestos a revolucionar en los medios reconociendo
sus opciones homosexuales, y en nuestras calles, en nuestra
cotidianidad, que rebosan de presentar besos, relaciones e
incluso sexo heterosexual, pero si dentro del mismo sexo se
plantea, se contesta “no está bien en nadie”… ¿mentira piadosa?
Porque se siguen mostrando unas y prohibiendo otras, además de…
¿por qué no está bien mostrar la relación y el beso, incluso el
sexo si la obra lo pide, entre dos personas que se aman, sean o
no del mismo sexo? Fue difícil llegar en pantalla al desnudo
femenino, y mucho más al desnudo masculino frontal; no obstante,
a diario (en producciones nacionales y extranjeras de todo tipo,
a veces hasta para niños) nos regodeamos mostrando el odio, la
envidia, la ambición sin escrúpulos, la violencia por la
violencia, a menudo con predominio del absurdo y hasta la
estupidez… No es que no se muestre como parte de la realidad (en
verdad, pocas veces lo es), sobre todo cuando implican críticas
y propuestas de mejoramiento que casi nunca se ofrecen; pero que
tampoco se censuren otras partes de la realidad, sin dudas mucho
más nobles, ni siquiera que se prioricen las primeras; luego
tratamos de comprender y enmendar las tantas evidencias de
involución social.
Entender cualquier otredad (sexual, étnica, ambiental,
religiosa, cultural, laboral, regional…) como "mal necesario" o
"qué remedio me queda", suele implicar discriminatoriamente
"tolerarla"; mejor que un canto a la tolerancia, como ha sido
calificada, cuando ya estos estudios se pronunciaban por aceptar
y nunca menos que respetar (e imponer el respeto por ley) y
salvar toda diferencia (y no solo la sexual) en pos de la
fraterna y necesaria complementación e integración social sin
distinciones ni prejuicios, en exclusiva base sobre los más
genuinos valores humanos y sus aportes al progreso social, pues
la solución tampoco radica en la absolutización igualitarista.
Programas posteriores de participación social (Entrada Libre,
1998) demostraron que aún falta mucho por una genuina cultura en
nuestra población, en este y en tantos otros aspectos de la
sexualidad.
Coincide el nombre del heterosexual (al inicio, heterosexista)
militante de la Ujc con el del clásico héroe de los Servicios
de Inteligencia Militar (espía cubano en los EUA, interpretado
por el emblemático Sergio Corrieri, en la serie En silencio
ha tenido que ser), selección del nombre que no trasciende a
una hipótesis. No obstante, el homosexual roba la atención por
la novedad en nuestro cine y en las muestras a las que ha tenido
acceso el público cubano, pero tampoco es acertado referir a
Diego como "el protagonista", puesto que en última instancia el
conflicto radica en David para con Diego...
Este homosexual cuya personalidad no se muestra más que en la
superficie, no era el objetivo, ni lo ha sido prácticamente
hasta la actualidad en nuestros medios. Más valor se daba en la
heterosexualidad de David, con lo que de paso, queda salvada la
del resto del colectivo realizador, ante algo que tanto define
en nuestra sociedad: el “qué dirán”. Una vez ¿ratificada? su
heterosexualidad, ahora… a defender “al otro”, en lo que se ha
demostrado más logros contra la marginación, que muchos
marginados no han hecho por sí mismos e incluso, han
traicionado; en esta, como en todas las marginaciones. Por tanto
es válido, noble, incluso genuinamente revolucionario en aquella
Cuba… pero si tanto defendemos la homosexualidad como opción
legítima y válida, ¿por qué insistir en las tantas formas de
distanciamiento… por qué preocupa tanto lo que piensen de uno?
Tal actitud “¿defensiva?” es porque al menos, alguna ofensa
presupone el supuesto equívoco. Falta todavía: “Y si lo fuera,
¿qué?” Y ello resta autenticidad; no solo sobra, sino que hace
el juego a la marginación, la refuerza, consciente o
inconscientemente… resta arte.
La homosexualidad, a diferencia de otras marginaciones, se
discrimina más porque no aceptar disfrazarla (como no pueden
otras marginaciones) es rebelión en sí, sin enrolarse en
aquellas “máscaras” que Félix Varela criticaba hace dos siglos;
también se rompen todas las “estadísticas científicas” que la
Demografía no puede atar para 'tranquilizar", pues numerosos
casados y con hijos han confesado su homosexualidad, en tanto la
heterosexualidad no se puede más que suponer, pues muchos la
declaran sin ser tan tal, y un estudio científico debe
entenderlos como homosexuales confesos y supuestos
heterosexuales entre los que pulula esa masa nada despreciable
de “encubiertos” (la gran mayoría), lo que a estas alturas no
puede ser ofensivo a nadie, concentrándonos en la vida sexual y
en intereses y motivaciones homosexuales, y no al gusto que
pueda tener por actividades socialmente establecidas para el
sexo contrario, ni siquiera al travestismo ni al transexualismo,
que son otros temas, además de quienes por las propias
convenciones sociales en que fueron educados, se
auto-convencen a sí mismos de que no son (no pueden ser por sus
"principios", como fundamentan) homosexuales, y se han
auto-reprimido cualquier “momento de debilidad”.
Llega a ser un acto de rebeldía en la actualidad, en muchas
sociedades, asumir su homosexualidad, lo cual no quiere decir
que mecánicamente por definición, sean rebeldes y
revolucionarios en todos los casos... pero sí en no pocos de
ellos, sobre todo en los pioneros, cuya valentía derrumba los
clichés mal intencionados a propósito de la cobardía homosexual,
esgrimida a menudo por la homofobia de oportunistas y genuinos
cobardes de entre quienes se pregonan heterosexuales en las más
disímiles posturas, con frecuencia encubierta o auto-frustrada
su homosexualidad, hasta los que solapadamente, se refugian en
otros contextos "donde nadie los conozca" para satisfacer sus
necesidades más auténticas y algunos incluyen el abuso sexual,
que para nada es privativo de los homosexuales y ni siquiera son
los más abundantes al respecto, aunque cuando ocurre sí son los
más comentados y hostigados.
Sobrestimar la “identidad homosexual” es el instrumento
conveniente para diferenciarlo de "nosotros" y de "nuestros
allegados"; así se prefiere "tolerar" el amaneramiento,
igualando “parecer” a “ser” y dejando por (falsa) definición,
“protegida” la “Sagrada Familia”, que al romper es toda una
provocación de rebeldía a la hipocresía del entorno mediato e
inmediato, incluso la familia, que casi siempre prefiere
ocultarlo, reprimir a los allegados, que nadie lo sepa... En el
lenguaje de la película Diego merece vivir, y vivir en Cuba; es
bueno (más bien: no es malo, como la homofobia hacía ver) y más
valiente que Germán, su amigo apenas esbozado, "otro tipo" de
homosexual: cobarde, banal y oportunista, que “se le nota” más
hasta la histeria (¿azar?). A Diego, desde el relato original:
"se le nota", aunque no todo el tiempo, y es precisamente "este
otro tiempo" el que mejor destaca la actuación de Perugorría:
¿cómo dar un homosexual que no lo parezca? Aunque muchos antes
lo habían logrado en otros países, tanto hombres como mujeres, a
pesar de no haberse mostrado en aquella Cuba lamentablemente,
pues ello continúa lacerando la cultura en torno al tema. Ambos
trabajan en Cultura: otro cliché que, en el peor de los casos,
podría enorgullecerse el sector de que por un presunto mayor
nivel cultural (polémico, aunque plausible) se vive con menos
represiones y auto-represiones; pero no se ha salido de un
cliché y se llega a otro: en Educación pasa otro tanto, si bien
los prejuicios de los familiares de educandos reprime más; en
Salud entre la vida y la muerte, se comprende que hay que vivir…
no hay sector que escape, porque todos son sexuados… felizmente.
El filme debate profundamente entre lo revolucionario y lo
reaccionario, indisoluble de la batalla política o religiosa: es
en la cultura integralmente en que se define lo progresista y lo
retrógrado. El llamado "amaneramiento" (profundamente subjetivo
por demás) no indica necesariamente homosexualidad, ni esta se
define por aquel: es otro desatino: a la gran mayoría encubierta
"no se le nota", aunque amenace los patrones establecidos. Y
llamarle “homofobia” es aún demasiado tolerante (ahora sí el
término), pues no se limita al miedo: lo que es mucho peor,
agrede y reprime por las más diversas vías, y toda concesión nos
hace cómplices. Por otra parte, el heterosexual queda marginado
de sus opciones en Cultura, como suele ser entendida en tanto
arte, lo que explica la poca participación de varones en las
escuelas de danza y sobre todo, de Ballet, por ejemplo; lo cual
es tan negativo como su posición antagónica extrema que se afana
en "demostrar" que en el ballet (o en Cultura en general) no hay
homosexuales: ello implica una aberración marginadora y
anticientífica. El objetivo ha de ser que todos los sectores
(sin excepción) tienen homosexualidad, confesa o no, aun
reprimida, y educar a todos estos sectores en el respeto a toda
opción sexual, que no limita con ninguna actividad social. Sin
esta Revolución también, toda otra Revolución no deja de ser, en
el mejor de los casos, parcial.
No se trata de la problemática homosexual, sino de la que la
sociedad ha creado para con la homosexualidad puesto que la
homosexualidad no tiene más problema que los que le (de)genera
la sociedad, y con que la sociedad se (de)genera a sí misma. Un
personaje homosexual en los medios exige desplegarlo en su
sentido más amplio socialmente, y más estrecho individualmente,
e incluso, sexualmente. Diego queda como un homosexual frustrado
sexualmente (solo la homofobia puede preferirlo así) pues el
argumento no avanza en lo absoluto sobre su posible realización
sexual, literalmente "tolerado" por algunos pocos al que es
menester proteger: sólo se realiza en funciones socialmente
esquematizadas como femeninas o consideradas de "dudosa"
delicadeza, como compete a la Cultura, y que conviene mantener
en función de nuestra propia "tolerancia": así quienes no los
veo como tales (mi padre, mi madre, mi esposo, mi esposa, mis
hijos…) quedan exentos pues no cumplen el cliché: nicho
demasiado improvisado, que regodea mentiras y represiones,
frustraciones y sufrimientos, hasta quebrarse.
La tradición nos ha envenenado de diversos programas
supuestamente de "orientación" sexual que insisten en que al
hombre lo caracteriza la rudeza, y a la mujer la suavidad...
sexismo muy perjudicial que persiste y conducen al lugar común
tan criticado que, en efecto, ocupa el protagonista de
Filadelfia (EUA, casualmente también, 1993… año en que
trasciende más En el filo de la duda del sida en las
comunidades gay, y otros, de EUA) con una super-sensibilidad
artística de la que (supuestamente) carecen los heterosexuales,
en lo que no es posible estar de acuerdo. Se promueve la raíz
del mal con tales esquemas sexistas por los medios que se
inculcan y entran en todos los hogares. Llevamos décadas
insistiendo en que la mujer es capaz de cualquier labor, se
promueve la "mujer dura" en la vida deportiva, laboral, militar
y política cubana, y con toda justicia, aunque también se busca
su imagen “suave” (¿femenina?) en las mismas labores. Se
esquematiza femineidad con suavidad y masculinidad con rudeza,
lo que duda de la masculinidad de los grandes relojeros y
cocineros del mundo, pianistas, joyeros, cristaleros, etc. dogma
que rompen los estudios actuales de masculinidad que encabeza en
Cuba el Dr. Julio César Pagés. En ningún caso la solución puede
reducirse con palabras fáciles ni fórmulas mecánicas,
universales y eternas que lastran sustratos esquemáticos y a la
postre, despectivos para con toda otredad.
En cuanto a quienes han referido las reacciones de la comunidad
gay cubana con respecto a Fresa y Chocolate, cabe
preguntarles a cuál comunidad homosexual se refieren. A estas
alturas, se supone que a nadie debe avergonzarle por ende el
adjetivo homosexual, puesto si por comunidad gay entendemos la
militancia anti-homofóbica, que como suele suceder en las
campañas que ya (por suerte) avanzan, por desgracia se minan de
los oportunistas que incluso, en un momento la frenaron. De
todas formas al menos por esa militancia, sería menos difícil
definir una comunidad gay… ¿cómo definiríamos una comunidad
homosexual cubana? La mayor parte de la homosexualidad se
mantiene "encubiertos" y auto-reprimidos, y ni siquiera los
homosexuales confesos logran tener mayor comunión que, quizás,
en el lecho de cada cual, lecho que por la grave problemática de
la vivienda en Cuba y sin más espacios regulares que estos
actuales (y que no son sexuales) con “lechos” (muchas veces no
lo son) normalmente improvisados y en las más disímiles
condiciones, en los más remotos y peligrosos rincones y
escondites, mucho más difícil que entre los heterosexuales y con
mucha mayor razón por la marginación en que viven aunque por lo
mismo, mucho más combatidos y criticados por los mismos actos y
urgencias...¿Quién puede decir que sus opiniones personales, por
muy bien fundamentadas que estén, reflejan a “una comunidad
homosexual”… o gay… cubana? Ni aun cuando alguna asociación se
planteara agruparlos, toda vez que una parte sustancial de los
homosexuales cubanos no se le acercarían a esta asociación,
precisamente por la peligrosa capacidad que llega a devenir
vicio y degeneración de su personalidad, mantenerse
"encubiertos" o auto-reprimidos, y por la conciencia milenaria
de perseguidos para no quedar “fichados”, además de su propio
auto-convencerse que no lo son… que no han sido más que fases,
debilidades, etc. Demoraría mucho en lograrse, ¿para marcar más
“las diferencias”, que no son tan tales? ¿Degenerar ghettos?
Ello no excluye los espacios sexuales que sí urgen, pero la
victoria ha de ser justamente, la aceptación de todos… como
aquella emblemática película holandesa Antonia, exhibida
en Cuba.
El impacto positivo inmediato de Fresa y Chocolate (que
no se exhibió en TV hasta 2007), fueron su proliferación en
diversas versiones teatrales de mayor o menor vuelo, imperando
el título La Catedral del Helado (en general monólogos o
para dos actores, con incorporaciones a veces efectistas del
desnudo en nuestra escena y que apunta más al emblemático
Coppelia como lugar de encuentro gay… aunque no solo gay, sino
de todo visitante a La Habana, lo que ha condicionado que fuera,
también, de todo tipo de homosexualidad), y las referidas
fiestas gay; pero también se promovió más que nunca la vida
heterosexual de Perugorría (difícil a considerarlo interés del
actor, por sus declaraciones mucho más consecuentes) desde
entonces explotado a gran escala como “gran galán” (y muy
acertadamente, aunque por supuesto, exclusivamente
heterosexual), y aun en Locura Azul (donde el “zafiro”
interpretado por Néstor Jiménez corre una broma en travesti, lo
que no había sido común en nuestro cine… broma mal recibida por
otro “zafiro”), en una escena totalmente gratuita, ambos
protagonistas de Fresa y Chocolate ratifican que "no
entran en eso", supuesto chiste de patentar imágenes
heterosexuales. De 1993 es también el documental de Lisette Vila
Y hembra es el alma mía, entrevistando a cuatro
travestis, y que en 2004 aportará Sexualidad, un derecho a la
vida; y de 1995, Mariposas en el andamio (Luis Felipe
Bernaza)
Guarniciones.
El teatro escapa con muchos más lauros, por ser aquel al que
menos público llega, lo cual es ventaja y limitante; los mejores
ejemplos ya estaban en la trilogía de teatro estadounidense
(Tennessee Williams) de 1989 que luego cuajaría en su momento
cumbre, hito del teatro cubano finisecular: El Público,
nombre a partir de la obra de Federico García Lorca de
ambientación homosexual y que asume el grupo que dirige Carlos
Díaz (se gestaba La Cuarta Pared, otra experiencia de
interés por el desnudo teatral, tan revolucionario sobre todo el
desnudo masculino que ya llevaba Perugorría; Gattorno en la
versión del Decamerón en El Sótano, y en danza
Rubén Rodríguez en el David) y una de cuyas cimas lo
constituye precisamente, su versión teatral de Fresa y
Chocolate (ver Couceiro y Perera, 2000-2001). Te sigo
esperando no se desprende de esquemas ya ampliamente
superados como la niña que gustaba de jugar con juguetes "de
varones" y a la que le imponen el tema musical de Amaury Pérez,
Yo quiero ser bombero, lo que hasta para una actriz de la
talla de Corina Mestre es difícil de salvar, sobre todo por la
carga que entremezcla populismo con burla lesbofóbica de mal
gusto.
Mientras tanto, a partir de los resultados de esta investigación
que aplicaba la investigación-acción participativa mediante los
audiovisuales, a una solicitud del Consejo Asesor del Complejo
Cultural Cinematográfico Yara y del Centro Provincial del
Cine en 1994, se les propuso tres ciclos de cine: “Protección
Ambiental” (que fue muy exitoso); “Religiosidad” (del que solo
se pudieron exhibir algunas películas aisladas) y “Lucha contra
la homofobia”, que solo fue acogido por Elena Calvo Estévez
(Elenita) con mucho entusiasmo para el cine Acapulco…
pero fracasó ante la hostilidad de la administración. A muy
duras penas se logró muy ocasional pero exitosamente contra toda
traba y prejuicio, desde los órganos de poder hasta una agresión
personal, someter en los video-debates sabatinos del cine
Yara, desde el homoerotismo de Entrevista con el vampiro
(1994) hasta un clásico como El beso de la mujer araña
(1985, nunca antes exhibida públicamente en Cuba ni mucho menos,
promovida); Serving in Silence (1995, interpretada por
Glenn Close) fue la única cuya exhibición no se aprobó, aun con
relativa elegancia, argumentando (inexplicablemente) el tema en
el sector militar; Rufo Caballero logró exhibir y debatir
Juego de Lágrimas (1991), a pesar de ser espacios de una
sola puesta con excelentes debates, sin más promoción que la del
público asiduo. Paralelamente otro resultado de esta
investigación fue al frente del Grupo de Teatro de Jóvenes de la
Catedral Episcopal (13 y 6, Vedado), sistematizando mensajes
anti-homofóbicos en sus obras desde este difícil espacio
cristiano-teatral entre 1995 y 1998 y propiciándoles el
vídeo-debate (Ben-Hur, 1959, un osado clásico en tal
sector) bajo el Obispo Jorge Adalberto Perera Hurtado, donde ya
en 1989 con el Reverendo Miguel Tamayo, había sólidos (y muy
pioneros en Cuba) antecedentes de lucha contra el sida y contra
la homofobia, en lo que entroncaban con el Patio de María (37
entre Paseo y 2) y su Peña Rock vs sida de María Gattorno
y el escritor José Miguel “Yoss”; y con el proyecto literario
La Montaña Mágica de Lourdes Zayón Jomolka y José Ramón
Fajardo (Arroyo Naranjo); todos ellos ya actuaban en el
sanatorio (llamado popularmente, sidatorio) de Villa Los Cocos,
donde desde abril de 1986 recluían a seropositivos y enfermos
con sida y los homosexuales, no todos se sentían igualmente
atendidos (Manrique, 1992:5). En 1993, con más dificultades para
la manutención, permiten la opción ambulatoria. De 1994 es la
primera edición cubana de Hombres sin mujer (Carlos
Montenegro, 1938)
En la música aportaban Pedro Luis Ferrer (Delirio de amar
varones) y Pablo Milanés (Pecado original) y se
radiaba Mujer contra mujer (José María Cano, 1986) desde
1988 por el grupo español Mecano, y ya en el siglo XXI
Julieta quiere a Julieta (Adrián Berazaín) y algunos
video-clip; a menudo no se promueven ni siquiera se piensa en
estos temas al inducirse actividades culturales en los diversos
sectores de la población; público selecto tenía la biblioteca de
la Fundación Alejo Carpentier, con libros de sumo interés
a este tema. Determinadas exposiciones merecerían quedar
antologadas por su osadía con respecto a la homosexualidad (como
la del emblemático nombre Conducta impropia, 2008;
pintores como Rocío García con su dulce erotismo para la
homosexualidad femenina, y violento para la masculina; Lino
Fernández García, y otros más, antecedidos por Servando Cabrera
Moreno, entre otros, toda una tradición hasta la actualidad, sin
que el objetivo sea la privacidad del artista ni de nadie, que
es precisamente lo que hay que respetar, aun aplaudiendo la
valentía de quienes se asumen públicamente con lo que
revolucionan dándole el mismo rango que a la heterosexualidad y
despojándolo de vergüenzas inducidas, sino el homoerotismo en
sus obras, visibilizándolo para desmitificar tabúes, con todo lo
cual lo legitiman: aun muy urgentes en nuestro país, donde
todavía determinadas denominaciones cristianas se pronuncian en
las diversas aristas homofóbicas, así como algunos de los
ejemplos más chabacanos (no por casualidad) de la mal llamada
“música popular” cubana, televisados a toda la población,
arrastrando al público a levantar la mano las mujeres que gustan
de los hombres, y luego los hombres que gustan de las mujeres...
exclusión burlesca, chantaje social ante la histeria populista
que a menudo desatan asimismo la llamada "guerra de los sexos";
nada de ello es considerado en el sistema judicial cubano, que
considera delictivo toda manifestación de discriminación, por
cualquier motivo, mientras al siglo XXI llegaba la Clínica del
Adolescente en 5ta. Avenida con el tristemente célebre Dr.
Cañizares y supuestas terapias para “corregir” la homosexualidad
imponiéndoles golpearse mutuamente para así “hacerse hombres” en
sexista seudo-cultura de violencia por la violencia en la que
aún (más triste aún), se alentaba a muchas familias su
homofobia, cuyas frustraciones serían la causa de los
sufrimientos a imponer a quienes se les relacionen en el
futuro...
Algo se gana definitivamente y desde entonces en la sociedad
cubana: la visibilidad homosexual, que aun muy lenta, tímida y
dogmáticamente, se registra en los medios. En la telenovela
El Año que viene (1995, Héctor Quintero) Bolito es un
homosexual de avanzada edad, que dista mucho de ser protagonista
(lo que aun dista en los medios cubanos) pero dura muchos
capítulos; semi-simpático porque no está dentro del bando de los
"malos", de los que más bien es víctima, y en alguna medida
apoya a su amiga, Nenita Pubillones; amanerado hasta la
ridiculez, artista y "chismoso", otro cliché de supuesta
exclusividad femenina y por extensión, del hombre homosexual,
obviando el chisme en tantos hombres heterosexuales, y que la
propia homofobia es chismosa por definición; muere asesinado con
un bastón que le introducen por el ano: ¿alguna alusión
peyorativa o burlesca? ¿Morbosa advertencia, en plena época del
SIDA? ¿O simplemente, infeliz recurso para pretenderse original?
Sobra la pareja de mujeres homosexuales que se proyectan
masculinas hasta lo grotesco, y los comentarios esquemáticos
hasta la ofensa y el absurdo sobre todo para la época en que se
sitúa, y viven en un antro que recoge lo más bajo de aquella
sociedad, burdel que parece intentar en vano de incorporar las
mejores posturas de algunas telenovelas brasileñas con respecto
a la opción sexual y el respeto a la mujer aun prostituta.
Revolucionaron entonces los dos programas Vale la Pena
que Manuel Calviño dedicó al tema aun cuando no hayan sido sino
hasta abril de 1998, y sobre todo el segundo, ha de considerarse
antológico y cimero: y aquella telenovela cubana de cuatro
historias de hombres, en una de las cuales el personaje que
actuaba Jacqueline Arenal se descubre de pronto la feliz pareja
de otra mujer que además, sale en su defensa (para el
desconcierto del que se creía su hombre, interpretado por
Albertico Pujols), ambas tan femeninas como hermosas… lástima
que al capítulo siguiente, la otra muriera en un accidente, lo
que mató la posibilidad de un mayor valor al estudiar la
historia del tema en nuestros medios, cuyo imprescindible papel
educador contra la homofobia avanza pero muy difícilmente. En el
cine, Kíeines Tropicana (1998) vuelve a incluir a otro
homosexual, viejo, totalmente amanerado y que, por supuesto,
trabajaba en Cultura, mientras el público rebosaba nuestras
salas para disfrutar de la británica Priest (Sacerdote;
1994), en la que Linus Roache se estrenó interpretando al padre
Greg Pilkington en su preciosa historia de amor homosexual,
mientras su colega vivía otra hermosa historia de amor con una
mujer de otro color de piel, además… y la peruana-española No
se lo digas a nadie (Francisco Lombardi, 1998, sobre libro
de Jaime Bayly) que no fue nada bien recibida por la crítica
cubana, a mi modo de ver injustamente, y por poner el dedo en la
llaga contra la hipocresía de tanta homosexualidad encubierta.
Postres: aunque no todos dulces.
Mediando Román de Armas entonces promotor del Centro Nacional de
Prevención contra las its (infecciones de trasmisión sexual) y
el vih/sida, ya en el verano del 2000 se consiguió un vuelco
cualitativo a los video-debates que se ofrecían en el Centro (25
entre A y B, Vedado) y que eludían la problemática sexual y
sobre todo, homosexual; justo mediante el Proyecto
Hombre-Sexo-Hombre (en adelante, Proyecto H-S-H, concebido
exclusivamente en la lucha contra el sida), y a partir de esta
misma investigación y de las experiencias previas citadas en el
cine Yara, se vencieron todos los temores y prejuicios y
se inauguró el ciclo de debates que todavía hasta hoy, cada
jueves ofrece con todo éxito con películas de temática
homosexual; la primera: Amor, Pasión, Compasión… ciclo
tan exitoso que no solo se mantiene, sino que pronto se extendió
a casi todos los municipios capitalinos y a las restantes
provincias cubanas, fortaleza indispensable a la lucha contra el
sida si bien hay que saber que son dos luchas distintas aunque
con confluencias, y donde se han realizado excelentes
cine-debates e incluso, se pudo proyectar triunfalmente y frente
al escepticismo de la dirección del Proyecto H-S-H, la teleserie
estadounidense Queer as Folk; experiencia que a partir
del 2008 se extendería por solicitud de Salud Pública al nuevo
proyecto CINESEX como Coordinador de Cultura Comunitaria por la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en su concejo
popular El Carmelo, y otro tanto invitado con el Cenesex del 24
al 30 de diciembre del 2008, al evento Arte, Salud y
Sexualidad del municipio capitalino Boyeros, evento
organizado con mucho tino y muy diversas y efectivas acciones
contra la homofobia y contra el sida, por Rudy Fernández (padre
e hijo), profesor universitario y pintor, con las instituciones
locales.
Un infeliz editorial en Tribuna de La Habana por su
director Ángel Rodríguez Álvarez en febrero de 2001, propició
nuevas redadas homofóbicas al Malecón (Morales, 2008) pero
empiezan a publicarse Reinaldo Arenas (La Jiribilla,
2001) y Virgilio Piñera (2002 con prólogo de Antón Arrufat) En
La Vida y sus retos (TV, 2002) Mariela Castro declara a
Maribel Puerto: “La homosexualidad no es una enfermedad; la
homofobia sí”; 2003: se publica ¿Qué nos pasa en la pubertad?
de Mariela Castro, con un epígrafe sobre la orientación
sexual; y “La sociedad cubana ante la homosexualidad” (Eduardo
Jiménez) donde la Castro aboga porque se ilegalice discriminar a
los homosexuales; en el 2004, el sitio web del Cenesex crea la
sección “Diversidad sexual”, Cuba queda representada en la ILGA
(Organización Internacional de Gays y Lesbianas) y
re-estructuran atender a los transexuales; aun frente a redadas
como Operación Dignidad y Avioneta, la Fototeca de
Cuba presenta al público cubano el fallecido fotógrafo
homoerótico estadounidense Robert Mapplethorpe (2005), a lo que
acude incluso Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la
Asamblea Nacional. No obstante, alguna vez en TV se oyeron
expresiones como “la homofobia también tiene su derecho”…
faltando ripostar: no contra los derechos ajenos. Desde 1992
(Tomás Borges, Nicaragua) hasta Ignacio Ramonet (2006) las
entrevistas a Fidel Castro incluyen reflexiones sobre este tema
en Cuba. 2006: se publica Del otro lado del espejo. La
sexualidad en la construcción de la nación cubana (Abel
Sierra, Premio Casa de las Américas).
Paralelamente, se aportaban otros textos a este proceso
investigativo
que sirven de base para el guión de Balseiro del documental
Un fantasma que perdura (2010), para las jornadas contra la
homofobia y la educación sexual, vinculado al Cenesex, de muy
insuficiente promoción. También se han estrechado vínculos con
otros expertos e interesados, como el Dr. Ramiro Guerra, con su
monumental De la narratividad al abstraccionismo en la danza,
Premio Anual Nacional del Centro de Investigación de la Cultura
Cubana Juan Marinello 2003, y gran parte de su obra (Eros
Baila, Calibán Danzante, etc.) profundizan en el
erotismo y en particular, el homoerotismo; y entre otros
estudiantes, igual en la cotutoría a Fernández (2005) mientras
diversos estudiantes en la Universidad Agraria de La Habana
trataron de desarrollar el tema como tesis, aunque casi nunca se
les autorizaba porque “no era necesidad”; como siempre sin
documento oficial, corrió el rumor de un excelente y muy querido
Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria que
sorprendieron con otro muchacho y fue obligado a renunciar. A la
par, se colaboraba con obras tan contundentes como la de
Castellanos (2008)
En el cine del 2000, Lista de Espera (comedia de Juan
Carlos Tabío, co-director de Fresa y Chocolate) insinúa
el que hubiera sido el primer beso sexuado entre dos hombres en
el cine cubano, tan viriles y atractivos (para romper todo
dogma) como Iván Mulkay y Caleb Casas, pero la gran nota la
logra de nuevo Cine´Plaza con Vídeo de Familia (Humberto
Padrón) con tanta frescura como profundidad, hasta ahora sin
superar; mientras en literatura y teatro se incorpora la obra de
Abel González Melo, entre ellas Chamaco (2004, que el 25
de mayo del 2006 estrenó en el Teatro Nacional, Argos Teatro
bajo la dirección de Carlos Celdrán y luego se presentaría en
Turquía y en EUA) que Juan Carlos Cremata escoge para llevar al
cine, y William Quintana llevaría a la radio (2007), producida
por Radio 26 de Matanzas, sobre la prostitución
homosexual y el policía (no menos sexual) que se involucra.
Padrón (2007) agrega sus lecturas de Las noches de
Constantinopla (2001), Perfecto amor equivocado
(2004), Bailando chachachá (2005) y La noche de los
inocentes (2007), del documental Viviendo al límite
(2004, Belkis Vega) y de la serie para TV, Doble juego
(2002, Rudy Mora); y Diéguez (2013) de Marilyn Solaya: En el
cuerpo equivocado (2010) y Vestido de novia (2013),
así como Ni preguntas, ni respuestas (Lisette Vila,
2011); y sobre lesbianas: Favez (Lídice Pérez), Leo y
Julieta (ficción sin promoción); y los documentales La
tarea (Milagros Farfán) y Easy Sealing (Hanny Marín),
e Iris (ficción de Erián Ruiz sobre las lesbianas y la
maternidad). Mientras, llama la atención en los medios, el
“descubrimiento” de “pingüinos gay”, y sobre todo, que esta
“noticia” difundida, se deba a científicos alemanes… cuando ya
era harto demostrada toda variante sexual en una gran cantidad
de especies sexuadas.
Luego en Afinidades, los mismos actores emblemáticos de
Fresa y Chocolate (Jorge Perugorría y Vladimir Cruz)
llegan al sexo grupal con un intercambio de sus novias: aunque
entre ellos no se manifiesta ningún tipo de acción ni atracción
sexual (a pesar del contexto ambiguo por definición), ellas sí
muestran el primer beso lésbico en nuestras pantallas. En el
2011, Fábula, dirigida por Lester Hamlet, aporta el
primer triángulo amoroso feliz (sexo grupal… aunque vuelve la
muerte a interponerse) del cine cubano, interpretado por Carlos
Luis González, Alfonso Quijada y Alicia Hechavarría, a partir
del cuento que no en balde se titula Fábula de un amor feliz,
de Alberto Garrandés. Y ya en el 2013, Enrique Pineda Barnet
estrena su Verde, verde, a la que se le ha señalado la
cargada atmósfera del alemán Fassbinder, pero que muestra por
primera vez en el cine cubano un beso sexuado entre dos hombres
(que protagoniza el viril y atractivo Héctor Eduardo Noas, otro
actor que por décadas desde Tomás Piard y Carlos Díaz en el
teatro, ha asumido muy consecuente y valientemente la lucha
contra la homofobia) y un acto sexual explícito entre ellos… aun
cuando vuelve a acabar con la muerte y la culpa como sino
fatídico. Y mientras Eduardo del Llano aporta Vinci
(2012) es una pena que el protagonista de Casa Vieja pida
perdón casi al final, por ser homosexual, por haberse ido del
país, y hasta por no haber sido médico, como quería su padre.
En televisión, las series y las telenovelas (cubanas y de otros
países) incrementaron su papel en la educación sexual, con más
aciertos que desaciertos: entre las extranjeras se destacan de
EUA, Friends; Anatomía de Grey (desde 2005; amor
de Callie y Arizona con su hija entre ambas con Mark Sloan como
padre biológico); la fantástica Glee (El Coro,
2009: Kurt y Blaine, Santana y Brittany, sus relaciones con
parientes y otros), que prolifera en su sucesora, Smash;
Sala de Urgencias (1994-2009, el hermano del Dr. Pratts,
negro además, y la Dra. Kerry con Lisa la bombero, cuyo hijo
crían y queda a merced de la homofobia de la familia de Lisa
cuando esta muere); Seis pies bajo tierra (2001-2005,
David, su amor con un policía negro); Dirty, Sex, Money
(desde 2007, el político que interpreta William Baldwin, con un
transexual); Oz (el papel de Christopher Melloni en la
cárcel, la única entre estas que se exhibió en horario difícil
tras la medianoche) casi todas exhibidas en la televisión cubana
relativamente pronto… argentinas: Hombres de Honor (2007;
la criada bisexual), Valientes (2009; el amigo de una
protagonista que la ayuda a salvar su pareja), etc. incluso del
África subsaharana, Agencia # 1 de mujeres detectives… es
raro encontrar un audiovisual extranjero que no incluya el tema,
abundan los ejemplos y muchos muy buenos, a pesar de algunas
ediciones infelices, y recientemente la telenovela colombiana
Secretos de familia: Carlos-Camilo, una pareja de hombres
atractivos y viriles, muestran la diversidad dentro de la
homosexualidad.
Cada vez se evidencian menos, pero algunos cortes de edición han
dañado los mejores mensajes. Por Amor (1997) deja un
amargo sabor homofóbico cuando la mujer increpa al marido que
anda con un muchacho y le dice que hubiera preferido que le
hubiera restregado mil mujeres en el rostro que no “eso”… sí es
una reacción lamentablemente común en muchas mujeres por la
homofobia, que impide razonar: ¿qué hizo otra mujer que ella no,
y supo “quitarle” el marido? Si es un hombre ya es obvio que el
marido no (solo) se satisface con ellas; pero la “propiedad
privada” que el ser humano establece en todas sus relaciones, no
tolera más que la monogamia. La homofobia del mensaje radica en
que con eso cierra ese episodio de (y toda) la novela; de manera
muy brusca, desaparecen totalmente el marido y el amante, como
si nunca hubieran existido, quedan como “negativos” por haberse
amado, y las palabras de ella como la supuesta moraleja final,
absolutamente incongruente con toda la producción brasileña; no
es el único hilo argumental que queda trunco, y por lo abrupto,
da que pensar en alguna edición de homofóbica (en este caso)
censura, y ni siquiera inteligente ni profesional. En Páginas
de la vida (2006, en Cuba 2009, un paciente de sida entre
dos monjas opuestas) el amor de dos médicos queda como “cable
suelto”, justo cuando se avecinaba conflicto de adopción de
hijos, como historia “mal contada” o tal vez, peor cortada…
Contradice la ya casi tradicional relación de loables amores
homosexuales en las telenovelas brasileñas desde Cecilia y Laïs (Vale
Todo); Sandro y Jefferson (La Próxima Víctima);
Eleonora y Jennifer, Ubirazi y el Turco…
Muy bien se había mostrado la lucha contra la homofobia en
Mujeres apasionadas (2003, en Cuba 2008) del feliz amor
entre las dos chicas víctimas de la homofobia de la madre y la
envidia de la fea condiscípula; y excelente ahora en
Insensato Corazón que profundiza en la gran diversidad en la
homosexualidad e incluso, dentro de la homofobia; en el amor
Eduardo-Hugo (sobre todo el proceso de Eduardo y de su madre
Zuley, que acepta en otros lo que en su hijo le costó más
trabajo), así como Romney, Chico, los crímenes por homofobia
(Gilbar por el homofóbico Benicio y sus bandidos con otras
agresiones); Gavino se disculpa con Chico “de hombre a hombre”
por la homofobia de su hermano Clever; y hasta en Río del
Destino, el negativo Max Martínez busca desacreditar a su
rival Víctor como afeminado, porque es rubio y bien educado...
cliché, incluso racista, pero el personaje es negativo.
En cine cubano Suite Habana (2003, de Fernando Pérez)
incluye el sueño del travesti, y el humorístico “Pateando la
lata” muestra que no solo se puede hacer humor no homofóbico,
sino incluso anti-homofóbico, como el chiste de los dos clásicos
guapos “macho man” cuál de los dos dijo que se habían besado…
entonces, fueron vistos. Ya en el otoño del 2005 y tras años de
intentos de una jornada contra la homofobia con miembros del
Proyecto H-S-H, se logró un primer ciclo de Cine y Diversidad
Sexual, en el cine 23 y 12, exitoso aunque sin
ninguna promoción, solo a prima tarde y que la dirección del
Proyecto explicó como “lucha contra el sida, no contra la
homofobia”; ya desde el 2007, Frank Padrón lo ha sistematizado
mensual hasta hoy con su exitoso Ciclo de Cine Diferente,
con el Cenesex y obras de sumo interés. Muy ocasionalmente, fue
visible el tema en La ciencia contra el crimen y en
Pasaje a lo desconocido, aunque los materiales y algunas
expresiones no favorecían, y en los spots de convivencia
demasiado pocos (¿dos… tres?) se han explicitado contra la
homofobia, exhibidos muy raramente y en la madrugada, dándole
más importancia a ponerse la camisa cuando viene visita.
La primera telenovela cubana con el tema fue La cara oculta
de la Luna (2006), donde el abogado (hubo abogados que
protestaron por haber sido escogido su sector… qué triste, en
quien debiera dedicarse a defender los derechos de cada cual) no
solo responde al estereotipo amanerado, sino que es agredido en
su propia casa por la mujer (lo permitía: “maricón avasallado”)
y quedó para la cultura popular como “el ladrillazo” que pone en
peligro a “la Sagrada Familia”, sin ver las iguales opciones de
que un homosexual sea infestado por la relación de su pareja
masculina con una mujer portadora (Couceiro, 2007; Padrón,
2007): es la imagen que queda, a pesar de que los restantes
portadores de vih eran por relaciones heterosexuales. A
televisar su pretendido análisis se le designó tan poco tiempo
que sus mejores propósitos quedaron truncos, cuando no
tergiversados. No es casual que “los galanes” cubanos fueran
haciéndose cada vez más, “el asere” ¿acentuar la diferencia?
Otro cliché que propicia la vulgaridad que luego lamentamos, y
obvia la homosexualidad entre los aseres.
Luego el actor Armando Tomey explicaría en TV “lo difícil que
había sido el papel (…) aprender cómo caminaban ellos…”; algo
similar declara en agosto del 2013 Carlos Enrique Almirante en
23 y M mientras filma Fátima y el Parque Central,
de Perugorría, enfatizando “la diferencia” con chanza en el
estudio, el mismo espacio donde poco antes “Antolín el Pichón”
reaccionaba con supuestamente chistosa incultura sexual al
preguntársele por la metrosexualidad, aunque fue de los primeros
travestis artísticos con “La Pía”; no obstante Tomey haría
después muy valientes y certeras declaraciones, como las hacían
otras figuras públicas en TV como Amaury Pérez al contestar a
una señora en la guagua que podía pensar lo que quisiera y cada
cual era lo que quisiera; similar a quienes antes se prestaban
contra el sida y por esa vía, contra la homofobia, como el
músico David Blanco y el dúo Buena Fe, aunque estos
últimos ¿necesitaron? después explicitarse “guajiros y
heterosexuales”.
Volvió el afeminado (ahora interpretado por Jorgito Martínez) en
otra telenovela donde servía casi de triste (aunque positiva)
“dama de compañía” de la protagonista, cuyo amor es un
heterosexual seropositivo: infestado con una mujer; se recuerda
la incursión de Vicente González Castro con este personaje en
los policiales, en los que antes coqueteaba Toña la negra y
algún otro ocasional; en Bajo el mismo sol, Lisset (al
margen de su masculinidad… no así la de sus parejas) muy
humanamente tratada, se faja por salvar a la vecina de la
violencia del marido… muy positiva, pero, ¿ayudó su masculinidad
a fajarse por la justicia?; Con palabras propias (2012)
mejora el saldo: Marcos (muy bien tratado sin amaneramiento)
enamorado de su amigo hetero Gabriel, se lo confiesa, desatando
el conflicto por homofobia, aunque sigue en la frustración; el
tío Ricardo (tercera edad, bastante amanerado: simplemente, otro
tipo de homosexual, que cabe siempre que no se absolutice)
interpretado por Héctor Echemendía, cuya pareja se había
suicidado; Patricia lucha por vencer la homofobia de su amado
Pablo, el guajirito (Alejandro Cuervo) cuyo padre le cuenta que
en la Universidad lo quisieron botar “por regado” y solo lo
apoyaron su madre y un homosexual que “demostró ser más hombre
que todos los que estaban allí”. Actualmente (agosto 2013) en la
juvenil S.O.S. Academia se avizora también la
problemática homofóbica.
Pero la televisión no son solo telenovelas, y por suerte, se ha
abordado el tema en espacios como Cuando una mujer y
Buenas conductas, así como expertos de tanto acierto como la
sexóloga Beatriz Torres y otros, en Hola Habana, De
tarde en casa, Tengo algo que decirte, Triángulo
de la confianza, etc. No obstante, algunas campañas como “De
cada 10 personas con vih en Cuba, 8 son hombres…” aun cuando sea
real, desvía la atención del mensaje central: sexo seguro, no
importa si con hombres o con mujeres, pues de cada 1,000 con
vih, 200 son mujeres… ellas lo trasmiten igual, incluso se
aportan condones femeninos para el sexo lésbico y que no se
promueven; homofobia que a quien más daña es a la
heterosexualidad, pues se ha extendido peligrosamente que basta
el sexo con mujeres para no contraer el retrovirus.
2006-2007 marcó un hito con la llamada “guerrita de los e-mail”,
reacción contra la promoción en televisión aun ocasional, de
algunos de los más connotados homofóbicos (y perseguidores en
general) del llamado “quinquenio gris”, como Luis Pavón, Jorge
“Papito” Serguera y Armando Quesada; justo recordarlo para no
repetir la amarga historia, pero se desentiende a veces de la
valentía para enfrentar la homofobia (y otros problemas) del
momento actual, y no solo en los medios. El Cenesex liderado por
Mariela Castro a partir del 2007 une a Cuba a celebrar el Día
Mundial de la Lucha contra la homofobia, casi siempre con sede
central en el céntrico Pabellón Cuba y múltiples acciones,
aunque ninguna ha sido tan contundente como los festejos del
2008, entre otros motivos por el amplio respaldo de todos los
medios, incluido Vale la pena y sobre todo, la exhibición
de Brockeback Mountain (EUA, 2005) por Rolando Pérez
Betancourt, valorada por el sitio digital hoycinema.com, como la
mejor película de tema gay de todos los tiempos, con un
magistral beso sexuado entre los dos hombres (atractivos y muy
viriles vaqueros, minando aquellos estereotipos “macho man”…
galardonado como el mejor beso en el cine) y escenas de sexo que
en algunos lugares, fueron censuradas; solo en cines capitalinos
se repetiría dos o tres días, pero sí en TV Lázaro (“Bititi”) en
Los Amigos de Pepito, hizo un supuesto chiste homofóbico
que gusta y trabajaría en cualquier película de vaqueros,
excepto Brockeback Mountain; “peligro” que sabemos no
corre.
Tan eficaz fue la jornada que otras reacciones homofóbicas no se
hicieron esperar: es triste que algunos campesinos hayan sentido
herido el orgullo de su fecha nacional, pero lo peor es que con
su propia homofobia, hayan querido mancillar a todo el
campesinado cubano (entre los que por supuesto, hay más
homosexualidad de la que quiera reconocerse) lo que lega
anécdotas dignas para un estudio más profundo; y que Palabra
Nueva # 175, órgano del Arzobispado de La Habana, se haya
hecho portavoz de reacciones homofóbicas, incluida una beata que
se declaró “asqueada” por el beso entre los hombres… pero no se
asquea del horrendo crimen cometido contra uno de ellos después,
ni de tantos otros que día a día regodean gratis todas las
pantallas del mundo, incluidas las nuestras.
Epílogo: sobremesa digestiva.
Ha circulado por intranet el transexual José Manuel Hernández
González, delegado del Poder Popular en Caibarién, como muy
querido y respetado por toda su comunidad. Pero se siguen
mostrando diversidad de acciones homofóbicas en lo cotidiano y
peor aún, cuando diversas autoridades las cometen o se hacen
cómplices, a pesar de los discursos de Mariela y de algunas
acciones y demandas, como por ejemplo a favor de la
transexualidad y del matrimonio gay (anteproyecto de Ley que ha
demorado cinco años en llegar al Parlamento, aunque la última
conferencia nacional del PCC en enero, había aprobado por
primera vez en Cuba, “enfrentar” la discriminación de género y
por orientación sexual”); no obstante, el Censo del 2012 canceló
la opción de considerar las parejas homosexuales que vivían
juntas (avance en otros países incluso latinoamericanos), que
ignora los derechos de familia a las parejas homosexuales,
contradiciendo el slogan en TV, pues no “todos contamos”.
La homofobia explícita de décadas anteriores, amaina, y hasta el
Noticiero de Televisión ha cubierto las Jornadas contra la
Homofobia y al menos al fallecer la canta-autora de la
Revolución Sara González (2012), mostró a “su compañera Diana”
echando las cenizas al mar. Es de destacar Elogio de la
Memoria, que en su brevedad ha sido transparente y
anti-homofóbico doquiera ha sido menester. Telecentros y radios
locales cubanas desbordan al infinito el tema, como demostró el
Festival de Telecentros Avileños 2010 (ver Couceiro, 2010) y el
tono desenfadado que Roclan logra con ambos sexos en el verano
del 2013, invita a pensar que nos alejamos de los complejos
homofóbicos.
Ni la homosexualidad ni los medios, se pueden entender al margen
del resto de la sociedad, ni del proceso evolución-involución.
Mucho ayudan los recientes estudios de masculinidades con el Dr.
Julio César González Pagés, que rompen la exclusión masculina de
los llamados “estudios y enfoques de género” y que muestran la
gran diversidad en la masculinidad. Alejándonos de censuras
podemos (y debemos) digerir muchos sabores, que siempre serán
nuevos nutrientes, con las lecturas pausadas al calor (¿o más
bien, al frío heladero no menos cálido?) de Fresa y Chocolate.
Siempre insuficiente la lucha contra esta, como contra cualquier
marginación, falta osadía y transparencia, sin concesiones
imperdonables a la homofobia, mayor cultura sobre el tema por
quienes lo trabajen, dominio entre el mensaje que se pretende y
el que realmente puede llegar, para que no lo traicione; que se
puedan admirar genuinos y realizados amores homosexuales, que ha
habido y hay, a pesar de los contextos; descubrir el infinito de
homosexualidades, que no es tan “diferente” de las
heterosexualidades; y sobre todo, ¿cuándo centraremos a la
homofobia en el microscopio, como la patología que es, y no la
homosexualidad… sin que esto la excluya?; pero se ha ganado
visibilidad y se han logrado mejores personajes y tratamientos;
el camino está trazado para que tanto la fresa, como el
chocolate, como todos los otros sabores y sus infinitas
combinaciones, nos hagan una digestión cada vez más feliz para
el disfrute pleno de la vida. Toda demora contra la homofobia es
demasiada, pero no habrá resurrección posible. |
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