Hacia una Antropología Urbana
cubana: comunidades metropolitanas Tesis en opción al título
académico de Máster en Antropología, con Mención en Antropología
Sociocultural. (1996-2001)
2000. Mención en el Premio Nacional de
Ensayo Sociocultural, Centro Nacional de Investigaciones de la
Cultura Cubana Juan Marinello.
2001. III Fórum Provincial de Ciencia
y Técnica de la Cultura de la Ciudad de La Habana. 1er. Premio,
Premio Muy Relevante; otros premios y reconocimientos en jornadas
científicas pedagógicas y otros eventos.
1era. Edición: libro publicado en
2003, Marzo 31: Publicado por la Biblioteca Científico – Técnica de
la Academia de Ciencias de Cuba.
2006: Hacia una antropología urbana
cubana, desde comunidades metropolitanas capitalinas: Estudio de
caso. Premio Nacional Anual de Investigación Cultural, Centro
Nacional de Investigaciones de la Cultura Cubana Juan Marinello.
2da.
Edición: libro publicado en 2007, Noviembre: Cámara del Libro del
Ministerio de Educación Superior, ISBN: 978-959-16-0604-4.
3era. Edición (que
ahora reproduce fielmente Letras de Uruguay): 2009: Hacia una
Antropología Urbana en Cuba.
Libro publicado en Colección La Fuente Viva (#
32, 2009) de la Fundación Fernando Ortiz.
Entre sus lanzamientos
y expo-venta 2010-2011: Fundación Fernando Ortiz; Semana de Cultura
Municipal Plaza de la Revolución; sede de la UNEAC de la provincia
Ciego de Ávila; Sábado del Libro (Casa de África); Sedes
Universitarias Municipales (Batabanó; Plaza de la Revolución);
Centro Hispanoamericano de Cultura; Centro Provincial de Patrimonio
de la Ciudad Habana; Centro Literario Dulce María Loynaz;
Consejo Nacional de Patrimonio; Museo Servando Cabrera Moreno; Taller
Provincial Brigada “José Martí”; Congreso de Historia; Taller
Nacional “Gestión en la Cultura”; Instituto Nacional de
Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello";
diversos eventos municipales y provinciales capitalinos y de otras
provincias cubanas; y en eventos internacionales, como el Congreso
“Cultura y Desarrollo”, Congreso Internacional de Longevidad; etc.
con múltiples personalidades que lo han presentado, y entrevistas y
publicaciones (bliblografía activa y pasiva) en variados espacios de
la televisión nacional y de telecentros, de emisoras radiales
nacionales y provinciales, y de la prensa escrita impresa y digital,
así como de otros países: televisión y radio de Islas Guadalupe,
referencias en prensa gallega (España), etc.
Consta en
múltiples bibliotecas y otras instituciones culturales cubanas, así
como en diversas Universidades y otras instituciones de Estados
Unidos de América (EUA); Gran Bretaña y España (BarcelonaI), entre
ellas, la Florida International University (Miami, Fla, EUA) y en la
Library of Congress, Washington D.C., EUA.; y en numerosas
colecciones privadas en otros países.
El 13 de
octubre de 2010, se daba a conocer como uno de los tres libros más
vendidos de la Fundación Fernando Ortiz.
OTRAS
PUBLICACIONES GENERADAS: En función del trabajo comunitario
casuístico, del arte, del patrimonio y del ambientalismo, y contra
las diversas marginaciones, se han publicado diversos artículos en
Catauro, Revista Cubana de Antropología, Fundación
Fernando Ortiz; Biblioteca Científico – técnica de la ACC,
Anuario Electrónico Ciencia en la UNAH, Universidad Agraria de
La Habana, 2007, ISBN: 978-959-16-0602-0; Calibán, Revista Cubana
de Pensamiento e Historia (Unión de Historiadores de Cuba;
www.revistacaliban.cu);
Centro Provincial de Patrimonio Cultural La Habana (www.patrimoniociudad.cult.cu/investiga),
Letras de Uruguay
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/);
etc.
DOCENCIA:
Base para los cursos de postgrado y conferencias impartidos en la
2da. y la 3era. edición de la Maestría en Antropología, Facultad de
Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana (60 horas, 4
créditos); Diplomado de Historia e Identidad de la Ciudad (Centro
Provincial de Superación de la Cultura, Ciudad de La Habana); Centro
Nacional de Superación de la Cultura del Ministerio de Cultura;
Diplomado de Antropología, Centro Provincial de Superación para la
Cultura de Camagüey y Oficina del Historiador de la Ciudad de
Camagüey; Maestría de Cultura Latinoamericana, Instituto Superior de
Arte, filial de Camagüey. Sede: Casa de Nicolás Guillén; Casa Taller
"Pedro Pablo Oliva" (Pinar del Río); Escuela de Altos Estudios de
Hotelería y Turismo, Hotel “Sevilla”; Casa de la Nacionalidad.
Bayamo, Granma, por el Día de la Cultura Cubana (2003); etc.
Hacia
una
Antropología Urbana en Cuba
Avelino
Couceiro
Rodríguez
© Avelino Víctor Couceiro Rodríguez, 2009
© Sobre la presente edición:
Fundación Fernando Ortiz, 2009
ISBN
978-959-7091-68-4
Edición:
María Luisa García Moreno
Diseño:
Lázaro Prada Seoane
Composición electrónica:
Beatriz Pérez Rodríguez
Fundación Fernando Ortiz
Calle 27 no. 160 esq. a L, El Vedado,
Ciudad de La Habana
E-mail:
ffortiz@cubarte.cult.cu
www.fundacionfernandoortiz.org
Prólogo
Este libro dedicado a la antropología urbana cubana abre un nuevo campo
de reflexión sobre la situación histórica, actual y perspectiva del
municipio Plaza de la Revolución, una parte significativa de la
provincia Ciudad de La Haba¬na, conocido habitualmente como la capital
de la capital", con toda la polisemia que envuelve la frase.
Desde la plataforma metodológica de la
antropología urbana, en tanto antropología de ciudad, el autor se
adentra en dos dimensiones operativas de este espacio de la urbe
capitalina: la dimensión diacrónica, que le hace posible transitar en el
tiempo acerca de la formación y el desarrollo urbano de lo que hoy es el
territorio del municipio objeto de estudio, en interacción permanente
con los espacios circundantes. Esto le permite constatarla
inoperatividad de cualquier división político-administrativa cuando se
pasa por alto a los seres humanos con sus peculiaridades culturales y se
les considera solo masa estadística (dato demográfico global) y no como
portadores y trasmisores de diversos rasgos culturales.
La otra dimensión operativa es la sincrónica contemporánea y ahí elige
tres aspectos fundamentales que aborda de manera crítica y sinceramente
constructiva: la dinámica poblacional comunitaria actual; la
problemática de identidad en estas comunidades y los espacios urbanos.
Todo ello basado en más de dos décadas de trabajo investigativo,
comunitario y promocional de los propios resultados alcanzados.
Es cierto que ahondar en "el Vedado profundo", por ejemplo, donde
coexisten altos funcionarios y marginales, no concuerda con el discurso
reiteradamente consignatario y propagandístico del triunfalismo a
ultranza, pero sí contribuye a identificar toda una gama de problemas
urbanos, socioculturales, económicos y medioambientales, que es
necesario sacar a la luz para facilitar su solución, mediante las
posibilidades participativas de las propias comunidades involucradas.
Por lo general, en el ámbito de las ciencias se señala de forma común
que identificar de modo adecuado un problema ya incluye vías para su
solución. Siempre resultará mejor identificar abiertamente los problemas
que tenerlos delante y que pasen inadvertidos o mal identificados.
En la madeja humana del cosmopolitismo capitalino, por ejemplo —lejos de
constituir una de las debilidades, matizadas por flujos migratorios
internos, especialmente durante la profunda crisis de los años noventa
del siglo pasado—, este estudio descubre una gran fortaleza en cuanto a
la necesidad de abordarlos problemas de la sociedad con un enfoque
complejo, que rebase las autolimitaciones impuestas por los resabios
feudales de la modernidad eurocéntrica en el ámbito del conocimiento
compartimentado por falsas fronteras.
No cabe duda de que varios temas abordados por Avelino Víctor Couceiro
podrán generar rubor, rasgar susceptibilidades no externalizadas y herir
enfoques constreñidos —o mejor dicho estreñidos—, pero la actual
situación nacional e internacional nos conduce a enfrentar situaciones
de todo tipo que van desde el combate a la homofobia hasta tratar de
revertir, si fuera posible, el calentamiento global, donde está en juego
la preservación de la especie humana.
Si hoy se habla de "batalla de ideas", cual paráfrasis contextualizada
de las "trincheras de ideas" proclamadas por José Martí, ahondaren la
red de cuestiones que confluyen, conviven, sobreviven y malviven en el
municipio habanero Plaza de la Revolución, a la luz de la cotidianidad
ciudadana, signada por una tenaz resistencia a los bloqueos, representa
una propuesta a favor de la gobernabilidad sostenible, para aprovechar
al máximo el sistemático nivel de instrucción alcanzado por la mayoría
de la población —uno de los más preciados frutos de la Revolución
Cubana—, para convertir el monólogo en diálogo y este en polílogo.
De manera reiterada, el autor insiste en que este tipo de estudio no
puede ser extrapolable a otro contexto urbano ni rural, sino
contextualizable según las particularidades culturales de la población
estudiada; de ahí el valor metodológico de la dimensión diacrónica que
emplea como plataforma inicial y que sirve de sostén al enfoque
sincrónico.
Por ello, la estructura de contenido está condicionada por la propia
realidad observada y estudiada, y no por la capacidad o habilidad
electiva o el deseo del autor; aunque sin duda, la representatividad de
los indicadores incluidos ha sido resultado del análisis crítico de muy
variadas fuentes, especialmente las entrevistas a profundidad y las
historias de vida; es decir, el empleo de métodos cualitativos. Por esta
razón es que para valorarla dinámica de la población comunitaria actual
en el municipio incluye la crítica situación del transporte urbano, no
solo en el traslado mismo, sino en los millones de horas-vida que se
pierden en la espera, horas-vida que se le quitan al desarrollo—trabajo,
estudio, descanso...—y que marcan desfavorablemente los estados de
ánimo; los espacios dedicados a los servicios que asumen el Estado y
quienes laboran por cuenta propia, lo que se relaciona con el desafío
que representa organizar los servicios para quienes los reciben y no
para quienes los prestan, como es todavía lo habitual; el impacto
negativo de la doble moneda en el orden social y en el deterioro de la
autoestima ciudadana; la situación de los sectores sociales más
vulnerables; la convivencia no siempre armónica con tradiciones
culturales importadas de contemos rurales y sus conflictos con las
normas de urbanidad; las relaciones familiares quebradas por causas
diversas; la percepción social de la supuesta "raza", cual construcción
cultural que señala las diferencias socioeconómicas y la etnicidad
múltiple de los habitantes con ancestros endógenos y de otras latitudes;
la diversidad de los sectores sociales que coexisten en un mismo
espacio; los vínculos interpersonales y el deterioro de los valores
morales; los piropos cual mensajes de halago o expresión soez entre las
personas del mismo y de ambos sexos; la vida cotidiana fuera del hogar y
la de los sin hogar; la imagen de los propios espacios urbanos en
relación con la preservación o el deterioro del medio ambiente, entre
otras cuestiones fundamentales.
Este estudio ya ha servido de instrumento de trabajo al propio autor y a
las direcciones municipal de Plaza de la Revolución y provincial de
cultura de Ciudad de La Habana para facilitar programas de acción que
rebasen la constreñida visión artístico-literaria de la cultura, aún
anclada en el iluminismo del siglo XVIII—como se evidencia todavía en la
denominada sección de "culturales" de la TV cubana—, para acercarla a
los desafíos del siglo XXI. Es precisamente el enfoque antropológico de
la cultura, en este caso desde el ámbito urbano, lo que hace posible una
visión holística de la actividad humana, con todas sus bondades y
peligros.
Si la tendencia al crecimiento urbano frente a la disminución de la
ruralidad ya es un hecho y no una posibilidad, los estudios de las
ciudades en su complejidad, que centren su punto de mira en los seres
humanos, como medio y fin del desarrollo, representan un desafío
permanente para la investigación científica a la vez que contribuyen a
una toma de decisiones cada vez más certera y no dan cabida a la
improvisación.
De igual manera, el mejoramiento sistemático de las condiciones de vida
rural no puede derivarse de la imposición extrapolada del modo de vida
urbano, pues se pierde el derecho a la diferencia; es algo así como
rechazar por decreto el iglú de los innuit (esquimales) e imponer en el
polo invernal una cabaña de paja sin calefacción. De ese modo también se
deteriora la propia diversidad cultural de los pobladores' en cuanto a
las adaptaciones y transformaciones del medio.
Las diferencias entre la ciudad y el campo no pueden estar signadas por
la implantación de criterios estrictamente citadinos sin contar con la
amplia sabiduría del poblador rural, cuyo acervo cultural no es ni mejor
ni peor que el habitante urbano, sino por fortuna diferente; es
sencillamente respetar la diversidad de los ecosistemas naturales en que
las personas se han asentado y adaptado a sus condiciones de vida.
Este libro es, sobre todo, una nueva invitación a la reflexión
colectiva, al papel movilizador de las ciencias sociales en el propio
mejoramiento humano.
Dr. Jesús Guanche
A mi ciudad...
Agradecimientos
A mi familia, por el amor y apoyo de mi madre, por todo lo que aprendí
de mi padre, por mi hermano Rolando y su familia, y en la deuda, a Lola
y todos los demás; a Jorge Manuel Perera Fernández por los ecos aún
vivos de su apoyo de quince años; a Lino Fernández García por sus
momentos de estímulo, para mí vitales. A Maikel Arista-Salado, Anicely
Mederos, Diana Rodríguez, Ángel Peña Fernández, Vladimir Hernández
Hernández y Carlos Méndez Bisbal, por sus años siempre. A Sergio Luis
Infante Hernández, a Ismel, a mis sueños hoy.
A mis colegas de aula y al colectivo de profesores en la maestría; a
Rosa María de Lahaye, que me salvó lo mejor de las academias; al doctor
Sergio Valdés Bernal, por su sabia y gentil atención sin reparos, y al
impulso inicial de mi profesora Amparo López. Muy en particular, a mi
tutor, el doctor Jesús Guanche, que ha sabido ser profesor más allá de
las academias, y de quien me considero fiel discípulo por más de veinte
años. Al apoyo del Departamento de Investigaciones de la Dirección
Provincial de Cultura de Ciudad de La Habana, en especial a Mayté
Guerra, Teresita Domínguez y Elisa del Oso, por la constancia de sus
atenciones.
A mis compañeros y discípulos de Cultura y de las Universidades que, en
mayor o menor medida y más allá de instituciones y niveles, sectores y
áreas de atención, me han estimulado en mi labor profesional, artística
y científica, por el apoyo incondicional que siempre he recibido de Elda
Villalón Puig y a Amado Fernández Mosquera, por derribar el elitismo
"desde arriba", a quienes favorecieron este libro durante años en la
Fundación "Femando Ortiz", muy especialmente a su vicepresidenta
Trinidad Pérez por su interés en publicarlo, y más recientemente en el
Centro Cultural "Juan Marinello". A mi editora María Luisa, por su dulce
paciencia, atenciones, ética y rigor profesional; a Lázaro, el
diseñador, a Beatriz, la realizadora, ya Michael Cobiella.
A los que siempre me han ayudado en la vida, y en especial, con este
libro, de las más diversas formas. Saben que aquí está también una parte
de su obra.
Introducción
Surge este ensayo como urgencia del
desarrollo durante el llamado "período especial" en Cuba,
cuando, en medio de la crisis desencadenada y gracias a ella (aunque
resulte paradójico), se reconoció el protagonismo de las comunidades en
su acción cultural y la necesidad consecuente del trabajo comunitario
con una promoción cultural sobre bases científicas, a partir del nuevo
Sistema de Programas y Proyectos Culturales asumido por el Ministerio de
Cultura para solucionar problemas locales que, sin duda, interesan,
mucho más allá de las comunidades objeto de estudio, al resto de la
capital cubana, a otras ciudades del país (y no ciudades en su
interacción) y como experiencia, al mundo e, incluso, al actual devenir
epistemológico de las ciencias en su interconexión.
Tal sistema, que se mantiene con plena vigencia y amplias perspectivas,
comenzó a aplicarse en Ciudad de La Habana en 1989, bajo la dirección de
Juan Mesa y José Baltar (entre otros) no por casualidad, a la par que se
introducían los Estudios Culturales en Cuba desde el Ministerio de
Cultura. La insoslayable relación entre ambos deriva de la base
científica que requiere dicho sistema, a su vez, el instrumento para la
aplicación de los resultados investigativos de los Estudios Culturales,
a diferencia del Plan de Trabajo previo.
Por su parte, estos Estudios Culturales emanan de los Cultural
Studies que despuntan en los círculos universitarios de Birmingham,
Inglaterra, entre las décadas del cincuenta y el sesenta del pasado
siglo XX, y que, en la evolución histórica y epistemológica de la Teoría
de la Cultura a la Antropología Cultural y la Culturología, aportan la
urgencia de contextualización e integralidad, al son de lo más avanzado
de la postmodernidad.
Ante las polémicas de los diversos expertos y de las distintas
disciplinas, y a fin de contextualizar el presente estudio, como
posmodernidad asumo todo ese vasto período desde las primeras décadas
del siglo XIX (al margen de que el término se incorpore desde la
arquitectura en la década del sesenta del siglo XX, y que no comparto
del todo... ¿qué dejamos para el futuro?), cuando se cuestiona la
modernidad burguesa que, a su vez, había respondido contra la Edad Media
europea en una cultura occidental que se proyecta universal en esta
evolución (Couceiro, 2007a).
Ha sido este el camino que ha conducido a definir en estas páginas la
Antropología Urbana como "antropología de ciudad", en la cual los
espacios adquieren su propia personalidad como entes vivos y dinámicos
en toda su complejidad integral, con sus problemáticas particulares y
sus propios nexos, más allá de una "antropología en la ciudad" en la que
el contexto urbano no trasciende el mero escenario, y no aparece sino
desconectado del objeto de estudio e incluso entre sí. El trabajo
comunitario y la comunidad, como protagonista cada vez más reconocida a
nivel mundial, privilegian la urgencia de estudios como este para toda
Cuba y para muchos otros países.
Diversos estudios habían permitido diagnosticar las distintas
comunidades que hoy integran el municipio Plaza de la Revolución;
y su importancia de modelos metropolitanos y cosmopolitas, para
delinearlas y diferenciarlas una de otra, en cada una de ellas y en cada
uno de los variados campos de la cultura... Sin embargo, tal panorama
resultaba insuficiente y lastrado por la carencia de una Antropología
Urbana en Cuba, imprescindible para entender la dinámica de la ciudad
como ente vivo que es, pues nace y evoluciona en la interacción del
devenir de sus diversas comunidades urbanas con sus propias
regularidades e identidad. Toda acción de este tipo que se acometiera
urgía de una disciplina que la avalara y sostuviera y que,
científicamente, orientara el proceso experimental.
Ya Martín Barbero (1991), profesor de la Universidad del Valle,
Colombia, había analizado las dinámicas urbanas a partir de estudios
concretos en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México; las bandas
juveniles en Medellín; los chícanos, y estableció la dinámica entre la
cultura urbana y la popular, así como la interrelación histórica con los
medios de difusión masiva y el imaginario popular; para ello cita a
Castells con la resistencia desde las culturas regionales y desde el
barrio ("[...] ambos igualmente precarios, sometidos al proceso de
fragmentación y dispersión, pero desde ellos los movimientos sociales
ligan profundamente la lucha por una vida digna a la lucha por la
identidad, por la descentralización y por la autogestión" (Martín
Barbero, 1991: 6-7), al ser desapropiados no solo del trabajo sino
incluso del sentido de la vida, y patenta la oralidad, la hibridación y
la desterritorialización como las dinámicas urbanas de la cultura, de
todo lo cual deriva que, en efecto, existe una dinámica particular en
las comunidades urbanas, de interés como objeto de estudio del
antropólogo urbano. Ello introdujo algunos de los fundamentos teóricos y
metodológicos que ahora me permiten cualificar las bases para una
Antropología Urbana cubana, con sus propias características.
¿Cómo se insertaría la Antropología Urbana en Cuba? El objetivo general
era validar una primera experiencia de aplicación en función del trabajo
comunitario capitalino, estudio de caso susceptible de ser generalizado
casuísticamente. Pero ello incluía objetivos específicos delineados como
tareas de la investigación: a) determinar el instrumental con que
trabaja la Antropología Urbana; b) evaluar los resultados obtenidos al
aplicar dicho instrumental en las comunidades estudiadas, y c) valorar
las potencialidades de tal estudio para su aplicación (siempre
casuística) en el resto de la capital y de las demás ciudades cubanas,
así como su impacto e interés para otras comunidades no urbanas.
Desde el inicio ya se preveía que la Antropología Urbana no podía seguir
obviada al desplegar el trabajo comunitario que trataba de promoverse en
Cuba, "antropología de ciudad" que estudia también la interacción de los
espacios urbanos, para prevenir y trazar estrategias en que las propias
comunidades fueran las protagonistas en la solución de sus problemas, en
interrelación con otras disciplinas; sus resultados abrieron el camino
para otro texto especializado en el trabajo comunitario (Couceiro,
2007a).
Se resume así la labor investigativa del Grupo Municipal de Estudios
Culturales en Plaza de la Revolución desde su fundación en 1988 —y aun
antes, desde sus antecedentes aportados desde 1976 por los rastreos en
el Atlas de la Cultura Popular Tradicional del municipio por una
parte, y el Museo Histórico Municipal por otra—,
así como los aportes de otros estudiosos, incluso desde tiempos muy
anteriores a la Plaza Cívica "José Martí", hoy Plaza de la Revolución
que da nombre al municipio.
Pero también son sumamente valiosas para el análisis de la dimensión
diacrónica del fenómeno fuentes documentales como cartas, audiovisuales,
fotos, memorias y otras huellas recogidas como auténticas historias de
vida de los moradores de antaño, de cada instante o período, que, sin el
objetivo expreso de legarnos su impronta, contienen un alto valor
testimonial; así como aquellos estudios paralelos, obras de particulares
interesados por instituciones y sectores específicos —u otros motivos—,
que arrojan luz en áreas concretas de la cultura que, sin duda, aportan
para un ulterior análisis sincrónico e integral de cada momento
histórico y, sobre todo, del panorama actual que presenta el objeto de
investigación.
De aquí que se aporte una rica bibliografía variada en sus objetivos, en
la que un juicio crítico devela francos desniveles de rigor científico,
pues algunos de los textos son puramente empíricos o con una visión
historicista muy estrecha y parcializada de la cultura de estas
comunidades, sin ánimo para explicaciones ni análisis causales. Solo en
su evolución, ha ganado en integralidad y aportes más profundamente
renovadores desde el primer Programa de Desarrollo Cultural (Couceiro,
1989) con textos que, tras una hábil reinterpretación de los
antecedentes, emergen como fruto de la labor sistémica, sistemática e
integral del Grupo Municipal de Estudios Culturales (Couceiro González y
Perera, 1992a), todo lo cual exige un enjuiciamiento crítico más
pormenorizado de tal bibliografía.
Hay títulos sin valor histórico ni metodológico, ni siquiera para la
identidad objetiva de alguna comunidad; pero que indican las diversas
relaciones entre la identidad interior o subjetiva de los autores con la
objetiva del entorno comunitario (Aguilera y col., 1999); algunos
trabajan con la comunidad, aunque no siempre desde ella (Guilarte,
1997);
con una práctica cotidiana que requiere más retroalimentación con la
teoría que refieren (Cruz y col., 1999; García Ramos y col., 1999) y
otros que integran mejor la identidad objetiva de la comunidad con la
identidad interior subjetiva, tanto en la teoría como en la práctica de
acuerdo con las necesidades contemporáneas (Jané y col., 1999; López,
1999; Paz Barada, 1999). Todo ello enfatiza la trascendencia y papel del
promotor cultural y su objeto.
No obstante sus aportes, los propios trabajos del Equipo Municipal de
Estudios Culturales carecían de una conciencia antropológica, al menos
con el rigor de su instrumental y metodología científicos, aun cuando se
reconocen en ellos valores etnológicos; tal ausencia limita casi toda la
bibliografía por lógica insuficiencia inicial de proyección en esta
disciplina concreta, aun cuando a menudo subyacía, de manera casi
intuitiva y hasta autodidacta. El año 1996 anuncia el necesario vuelco,
cuando estos estudios comenzaron a fortalecerse y a reinterpretar los
anteriores desde la ciencia que nos ocupa; desde entonces la
bibliografía ha elevado el alcance antropológico, lo que se verifica en
los títulos más recientes.
Otra dificultad ha sido específicamente con respecto a la Antropología
Urbana: esta investigación ha logrado reunir y actualizar hasta el año
2008, una bibliografía respetable en cuanto a cantidad y calidad en lo
que a esta ciencia se refiere, además de la actualización imprescindible
y muy aportadora al incluir la valoración comparativa de la dinámica que
identifica a estas comunidades en los últimos años, mucho más intensa,
ágil y cambiante en estas que en otras, dado su carácter cosmopolita y
metropolitano; sin embargo, en sus inicios, hace una década, apenas
disponíamos de antecedentes para adentrarnos en el complejo, polémico,
novedoso y apenas valorado mundo de la Antropología Urbana. La que
resultaría tesis de maestría (Couceiro, 1996-2001) fue, pues, novedad y
aporte hasta ahora muy insuficientemente promovidos al servicio del
resto de los investigadores.
El objeto de estudio de la Antropología Urbana se debe a la complejidad
cada vez mayor de las ciudades, cuya historia se remonta a las antiguas
ciudades lacustres suizas (10 000 a.n.e); desde entonces se podría y
debería estudiar su dinámica propia con respecto a los restantes
contextos, al menos de forma retrospectiva; pero está claro que también
las ciudades se diferencian cualitativamente en el tiempo y en culturas
concretas, lo cual explica que la Antropología, ya conformada como
ciencia y con la evolución del instrumental científico pertinente (siglo
XX), comience a satisfacer la necesidad ahora impostergable de estudiar
estos contextos y comunidades urbanas, con una visión acorde a la
complejidad cada vez mayor de su objeto de estudio.
En la Europa medieval, por ejemplo, tales núcleos urbanos eran diezmados
por la peste, y desde mucho antes se distinguían las culturas
precolombinas entre sí y de las vastas y tan diversas regiones
asiáticas, y entre Roma y las previas polis o ciudades-estado griegas,
por solo citar estas entre las ciudades premodernas. En el origen de los
cambios urbanísticos (Renacimiento urbano vs Medioevo rural) se suele
diferenciar entre urbanismo primario y secundario: el primero tomaría lo
que se llama la literatis (clases intelectuales que formarían
parte de la pequeña tradición) y el hecho de ser o no letrado, era un
punto de división entre las capas de la sociedad; el acceso a la cultura
letrada no era fácil y se concentraba en los sectores privilegiados. El
urbanismo secundario surge tras la Revolución Industrial y en él
enfatiza este estudio por su contemporaneidad.
Este urbanismo es más complejo por el desarrollo del capitalismo
industrial y luego el monopolista, que imprimen un sello distintivo a
estas ciudades de la modernidad burguesa en su avance hacia la
actualidad, las cuales demuestran su papel rector y definitorio para
cada sociedad y para toda la Humanidad inmediata, con problemáticas que
exigen cada vez más de especializaciones como la Antropología Urbana.
A pesar de que su objeto de estudio es tan antiguo, la Antropología
Urbana no llena aún una centuria: se permea de dilemas y solo hacia el
final del siglo XX se despoja poco a poco de la marginación dentro de la
propia Antropología. Entre estos textos pioneros se destaca el contexto
iberoamericano con obras como las de González Alcantud, 1983; Martín
Barbero, 1991; González Medina, 2001; García Canclini, 2001; entre
otros.
Las escasas referencias detectadas llegan a ser contradictorias y
evidencian múltiples polémicas y la subvaloración a que la han marginado
otras áreas antropológicas, por no remitirnos a un mayor espectro
científico.
Todos los aspectos anteriores que emanan del análisis crítico de la
bibliografía y de los antecedentes en general fueron retos a vencer con
los métodos de esta ciencia y otras técnicas, entre los que primaron las
historias de vida, la observación antropológica, la comparación, el
análisis de las dimensiones diacrónica y sincrónica, la observación
participante, las entrevistas grupales (en ocasiones con tormentas de
ideas), para una relectura de los antecedentes que nos permita develar
nuevas conclusiones, las cuales hasta entonces dormían entre líneas,
prácticamente obviadas.
La importancia de esta investigación se fundamenta en la urgencia que
asume el tema que nos ocupa para el trabajo comunitario, que ha devenido
feliz consecuencia del llamado "período especial" para nuestro país, y
en los peligros de sancionar sus avances sin la cientificidad requerida,
sin la cual, los más loables objetivos corren el riesgo de perderse y
hasta desviarse de su cauce inicial, con daños insospechados a menudo
irreparables; tales daños ya en la práctica cotidiana han sido
detectados entre los antecedentes por improvisaciones ajenas a la
política inicialmente concebida y se habrían evitado de haber
considerado el enfoque complejo de la Antropología Urbana.
El conjunto de disciplinas (lamentablemente aún sin un enfoque de
sistema), que aborda cada una desde su propio instrumental los diversos
ángulos de la unidad, precisa de un trabajo sistémico, incluso, en su
devenir epistemológico y transdisciplinario para lograr entenderla y
entenderse, razón por la cual se elabora este texto. Entre ellas, la
antropología (sobre todo la urbana) aporta sus herramientas etnográficas
para trabajar la ciudad, aplicadas como observaciónparticipación de una
realidad que suele incumbir tanto al observado como al observador, aun
cuando pertenezcan o no al mismo espacio urbano, en lo que se tensa aun
más la relación etic/emic
y se exige de un mejor equilibrio mismidad/otredad/alteridad. Como
resultado de este estudio, la Antropología Urbana trasciende la propia
ciudad.
Como Antropología Urbana hemos de ir redefiniendo una especialización
antropológica relativamente joven, que surge de la necesidad de conocer
a profundidad las "sociedades complejas" o "industriales", cada vez más
abundantes y determinantes en el mundo contemporáneo, caracterizadas por
su heterogeneidad; esta subdisciplina se dedica a estudiar la vida en la
ciudad, a describir y analizar a los actores y comunidades que la
componen, enmarcando todo esto en un ámbito cultural, social y económico
determinado; ya no se estudia al otro "exótico", sino con respecto a
nosotros mismos: otro social, cultural, económico, étnico, sexual, y al
otro íntimo, pues la representación del individuo es una construcción
social que le interesa a la Antropología y es necesariamente,
representación del vínculo social que le es consustancial.
También la Antropología Urbana puede ayudar (o por lo menos lo intenta)
a identificar y resolver los diferentes problemas sociales que se
presentan en la urbe: teniendo en cuenta el bagaje teórico y
metodológico de la disciplina, se pueden promover procesos de desarrollo
participativos según las características y necesidades sociales,
culturales y económicas de las comunidades y los individuos que las
conforman. Un antropólogo urbano debe ser protagonista en la
formulación, ejecución y evaluación de políticas encaminadas al
ordenamiento del territorio, la participación ciudadana en los procesos
administrativos de la ciudad, el mejoramiento de las condiciones de vida
de los más pobres, la justicia social contra la marginación y la
promoción de un positivo reconocimiento de la diversidad étnica,
cultural y social. El estudio de la ciudad ha de ser interdisciplinario
para entender y estructurar los diferentes aspectos étnicos, haciendo
comprensible determinada realidad urbana. En todo ello no es posible
obviar, por supuesto, los antecedentes de la Antropología Urbana en el
resto del mundo y en el propio contexto iberoamericano.
La ciudad, como objeto de estudio, ofrece múltiples temas para trabajar
desde esta ciencia; entre los de mayor demanda en Iberoamérica han
estado los estudios sobre:
"tribus urbanas"
(barras bravas, pandillas, skin heads, etcétera);
el sector informal
de la economía urbana;
cultura de la
empresa y de la industria; la ley y el orden;
violencia urbana;
criminalística;
territorios de miedo
en la ciudad;
clases sociales;
clase y estilo de
vida;
minorías en la
ciudad (inmigrantes, desplazados, negros, indígenas);
construcción de
identidad e inserción;
religión en la
ciudad;
prácticas
religiosas;
la "iglesia
electrónica";
redes de
solidaridad;
papeles de géneros;
territorialidad;
espacios;
definición de
lugares;
espacios públicos y
privados;
construcción de
ciudad, comuna, barrio;
diseño, ejecución y
evaluación de proyectos sociales urbanos en áreas como salud, educación,
vivienda, participación comunitaria, mejoramiento del entorno, medio
ambiente, drogadicción, familia, derechos humanos;
grupos sociales
vulnerables como prostitutas, recuperadores de desechos, indigentes,
delincuentes y grupos generacionales también vulnerables como niños,
jóvenes y ancianos;
intercambio y redes
de intercambio; la familia en la ciudad (cómo es, cómo es su filiación,
parentesco, residencia);
el niño en la ciudad
(cómo la construye y cómo se identifica con ella);
producción y
reproducción de sistemas culturales;
recuperación de la
memoria colectiva;
etnografía de los
lugares y "no lugares" urbanos (centro comercial, burdel, bar, plaza
mayor, estación del metro, transporte público, iglesias, parques, playa,
etcétera);
el folclore urbano;
diseño de políticas
sociales y culturales acordes con la realidad...
La Antropología Urbana es una de las subdisciplinas sociales que permite
un sistémico e integral entendimiento de la ciudad y de las comunidades
en general, pues va más allá de una simple descripción de los
comportamientos que se dan en ella; permite reconstruir la lógica de sus
pobladores desde ellos mismos, registrando costumbres, concepciones y la
interpretación que estos hacen de sus propios actos y su vida; asimismo,
las soluciones que los habitantes de la urbe dan (o pueden o deben dar)
a los problemas que esta les impone.
Ante ello, el presente estudio aporta una herramienta científica para el
trabajo comunitario, el cual cuenta con ricos e importantes antecedentes
seculares en Cuba y en el mundo (Couceiro, 2007a), pero por el que solo
ahora se interesan las ciencias con su sistematización o
generalización, y con este nuevo instrumental en su desarrollo, ha de
adecuarse a todas y cada una de las comunidades urbanas del país,
también de interés para las no urbanas en su interrelación tanto
diacrónica como sincrónica.
Medidas y planes han derivado de este texto para la formación de los
futuros profesionales de la cultura y del trabajo social y comunitario
en cualquier sector, la preparación científica de los promotores en su
sentido más abarcador, incluidos los medios de comunicación masiva en su
función educativa y, en general, todos aquellos que generan imágenes
(para que se acerquen lo más posible a cada identidad objetiva), y cuya
acción aumenta (o lastra) el sentido de pertenencia para con nuestras
respectivas comunidades urbanas, de modo que permitan prevenir y
restaurar el patrimonio ya deteriorado, con el protagonismo de la
comunidad bajo los auspicios de expertos calificados para cada caso.
Su novedad científica radica, por tanto, en el estudio y readecuación
del instrumental científico propio de la Antropología Urbana con un
alcance sistémico e integral que distinguiría el caso cubano a partir de
todos los antecedentes posibles, y de este estudio de caso en
comunidades metropolitanas por excelencia dentro del contexto cubano, lo
cual, por supuesto, ha de servir como experiencia para el trabajo
comunitario en el resto de la capital y de nuestras ciudades, al
extenderse casuísticamente a todas y cada una de ellas, con valor
metodológico (además) en su impacto y retroalimentación con otras
comunidades urbanas y no urbanas, y con otras áreas científicas y
culturales en general.
En la literatura extranjera tampoco se han detectado antecedentes que
hayan centrado el espacio urbano como fenómeno vivo en tanto objeto de
estudio en su integralidad, aporte aquí muy orgánico puesto que ya era
un método explícito en el primer Programa de Desarrollo Cultural (Couceiro,
1989), por lo que tal equipo fue precursor de la política de "cultura
general integral" que hoy es campaña nacional, previniendo que la
auténtica integralidad, lejos de oponerse a las especializaciones, las
estimula para su retroalimentación, y toda cultura integral es general,
aunque no siempre a la inversa, pues lo integral implica lo sistémico, y
no necesariamente lo general.
Entre los resultados, se validó una primera experiencia de Antropología
Urbana desde nuestra identidad en un estudio de caso concreto, para
luego generalizarse al resto de la capital y de las ciudades cubanas,
siempre de manera casuística y no mecánica, lo que hasta el presente se
ha logrado, sobre todo, mediante cursos y asesorías. En las comunidades
metropolitanas seleccionadas, reenfocadas en tanto sistemas vivientes
con sus nexos internos identitarios entre los diversos espacios urbanos
y las otras comunidades que con ellos interactúan, se ha comenzado a
revalidar sus valores.
El primer capítulo profundizará en la implementación metodológica de la
Antropología Urbana desde esta nueva visión para el caso cubano; luego,
se asumirá un estudio de caso concreto en las comunidades probablemente
más metropolitanas de toda Cuba, para analizar en ellas primero
diacrónica y luego sincrónicamente los resultados, y al final, las
perspectivas que abre al país para su generalización, siempre
casuística, con vistas a una Antropología Urbana cubana.
Del método de la Antropología Urbana
La Antropología Urbana, especializada
dentro del amplio espectro que comprende la Antropología Cultural
mediante la Antropología Aplicada, y dada la integralidad que exige su
mayor rigor científico, se caracteriza por una interrelación
indispensable entre sus más diversas áreas implícitas en la ciudad y,
sobre todo, en cada espacio citadino (así como con la Historia y
particularmente la Etnohistoria, la Psicología, la Sociología y otras
disciplinas) mediante su sistema de barrios, repartos y otras
comunidades (residenciales o no), que integran unidades identificadas
desde sus propios ecosistemas (Couceiro, 2001a y b), siempre en mutua
conformación. Condiciones particulares de vida y de convivencia asumen
los descendientes de los distintos grupos raciales y étnicos, o las
familias, y según las relaciones de género y sexualidad, de credos y
costumbres; interesan entonces las implicaciones y explicaciones
consecuentes de las áreas especializadas.
Se generan así nuevos contextos de interacción con la Antropología
económica, ambiental y ecológica, de la religión, del arte, del deporte,
de la comunicación, del turismo, estética, política, jurídica, médica,
visual, laboral, culinaria y otras... De alguna manera, si nos interesa
obtener una "antropología de ciudad" más allá de una "antropología en la
ciudad", es menester estudiar la dinámica de interconexión que todas
estas variantes y otras sostienen entre sí para devenir nuevo contexto
cualitativamente diferenciado y condicionado por la ciudad en la que, a
su vez, inciden, del mismo modo que todas ellas, al centrar un estudio
de caso en un ámbito urbano, no pueden obviar las condicionantes de cada
enramado peculiar que entretejen las ciudades y que solo cualifica la
Antropología Urbana.
Según Amalia Signorelli, la Antropología en la ciudad propone la
recuperación de las tradiciones en el contexto urbano: familia,
parentesco, vecindarios, tradiciones y rituales, lo que le permite al
especialista continuar utilizando sus instrumentos metodológicos. En
cambio, la Antropología Urbana tiene otra tarea: ocuparse de las
concepciones del mundo y de la vida, de sistemas cognitivos y
valorativos elaborados en y por contextos urbanos, industriales,
capitalistas y otros.
Esta es la "antropología de la ciudad" que ha dominado durante muchos
años estos estudios, aunque debo manifestar mis objeciones a seguir
hablando de "la ciudad" como su objeto de estudio, y también a limitarla
a contextos "capitalistas" pues la complejidad de tales entornos urbanos
trasciende el capitalismo, ni a reducirla a contextos "industriales",
pues aunque definan ciudades, estas no se limitan a la industria y
abundan otras culturas económicas y laborales sin excluir la ruralidad.
La antropología urbana, además, tampoco se limita en exclusiva a lo
puramente económico ni laboral e incluye, asimismo, la recreación,
prejuicios de todo tipo, imaginario, relaciones de género y sexuales,
raciales y étnicas, de credo, etc. Su objeto no es "la ciudad" en sí
(objeto de estudio de los urbanistas), sino develar la esencia de las
relaciones de los seres vivos en y con ella y, por supuesto, en espacios
urbanos concretos (¿de qué otra forma, si no?) dada la alta complejidad
de los contextos citadinos, a valorar además en su interrelación, por
todo lo cual asumo el concepto "antropología de ciudad", y no "de la
ciudad", porque es muy difícil que un estudio de estos llegue a ser "de
toda la ciudad", a menos que sean ciudades muy pequeñas y que se
combinen (como sería lo más atinado, puesto que se implican y requieren
mutuamente) la antropología en la ciudad con la de ciudad; pero ni aun
así se fundamentaría una "antropología de la ciudad" que, probablemente,
se deba a una poco feliz traducción.
La antropología de ciudad personaliza el espacio urbano como
protagonista de su objeto de estudio y en su integralidad, en tanto para
la antropología en la ciudad, el entorno urbano no trasciende más allá
de ser el escenario del tema concreto que aborda. Por supuesto, con el
advenimiento de la Antropología Urbana (que requiere de todos los
aportes realizados previamente por la antropología en la ciudad) se gana
un peldaño cualitativo que sustenta análisis más profundos y básicos
para todo estudio que desde entonces se pretenda en ese espacio urbano
concreto, por lo que es también absolutamente desacertado asumirlos por
separado con una independencia que es muy relativa, pues, por el
contrario, solo en la interconexión entre ambas gana cada una de ellas
en rigor científico. El aporte de la antropología de ciudad, lejos de
implicar la desaparición de la antropología en la ciudad, la reverencia
y la potencia endeudada para su propio desarrollo ulterior, a la par que
la sostiene y la solidifica.
El devenir epistemológico de la Antropología Urbana deriva del
desarrollo lógico de la Antropología al inicio pro colonialista, según
se conformó en la segunda mitad del siglo XIX y a menudo peyorativa
contra "el otro" objeto de estudio, centrada exclusivamente en las
etnias colonizadas, que se ampliaría a los pueblos de las metrópolis,
primero "lo rural" y en última instancia, "lo suburbano". De esta escala
de "acercamientos" nace la Antropología Urbana, no por casualidad,
durante la tercera década del siglo XX en la ciudad norteamericana de
Chicago, con los sociólogos de la reconocida Escuela de Chicago.
Esta fue la ciudad que creció de forma desmesurada desde finales del
siglo XIX y comienzos del XX, hasta convertirse en una gran metrópoli,
por la espectacular inmigración desde muchas regiones de Estados Unidos,
pero en especial del este del propio país, y de múltiples etnias, sobre
todo europeas, atraídas entre otras razones, por los grandes movimientos
comerciales de trigo y la implantación de amplias industrias; no por
casualidad, es la ciudad que, tras el célebre "incendio de Chicago", en
vez de continuar creciendo horizontal, lo hizo verticalmente y durante
la recuperación, tras la Guerra de Secesión, justo desde la década del
setenta del siglo XIX, aportó los primeros rascacielos al mundo:
representa una revolución arquitectónica y urbanística, social y
cultural integral, mucho más allá del paisaje citadino en la propia
urbanidad.
Otras condiciones de aquel Chicago explican por qué aquí (y no en otro
lugar) germina la Antropología Urbana: tal es, por ejemplo, el ya
entonces tradicionalmente fuerte movimiento sindical del proletariado
urbano en esta ciudad, que desde finales del siglo XIX fue cuna de
importantes acciones de las masas trabajadoras y de los sindicatos y
grupos que buscaron la reivindicación de los derechos laborales; el 1ro.
de mayo de 1886, tuvo lugar por la Avenida Michigan, probablemente la
primera marcha en favor de la jornada de ocho horas, escenario nada
casual del incidente de los "Mártires de Chicago", raíz del actual 1ro.
de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.
Agreguemos la impronta particular que aquí alcanzan en este primer
tercio del pasado siglo, fruto de la inmigración indiscriminada,
diversos grupos que no podrían obviarse de ninguna manera, tales como la
mafia, con toda su compleja madeja peculiar y casuística de sistemas
bien establecidos, y su dominio en el entramado urbano, plagado de
luchas por el poder, desde los pequeños negocios y el consumo alcohólico
hasta la "trata de blancas" y la droga.
La Universidad de Chicago abrió sus puertas en 1892 y poco tiempo
después tuvo el primer Departamento de Sociología creado en las
universidades norteamericanas. Para el año 1924, la Antropología se
impartía en dicho departamento, lo que explica la gran influencia que
han tenido sus sociólogos en el desarrollo de esta ciencia; esta Escuela
de Chicago ha sido una de las más influyentes a su vez en el estudio de
las ciudades, pionera en estudios urbanos no solo desde el punto de
vista social, sino también de la arquitectura, lo que se relaciona con
las confusiones y desdibujamientos tradicionales de los límites entre la
Antropología y la Sociología, en especial porque los primeros estudios
que se hicieron sobre las problemáticas urbanas fueron hechos por
sociólogos. Esta es una de las razones por las que la Antropología
Urbana se ha desarrollado con mayor ímpetu en Estados Unidos de América.
La obra más importante durante los primeros veinte años de la
Universidad de Chicago (1892-1912) fueron los argumentos teóricos de
William Isaac Thomas, quien sustentó la importancia de la investigación
empírica sistemática, al resaltar la necesidad de entender el punto de
vista del participante y obtener valiosa información de campo llamada
"documentos personales": diarios, cartas, autobiografías y otros
materiales escritos, los cuales abarcaban abundante material recogido
por psiquiatras, trabajadores sociales y otros profesionales de las
Ciencias Sociales. Thomas realizó destacadas investigaciones sobre
grupos de inmigrantes europeos, sobre todo su estudio acerca de los
polacos en colaboración con el filósofo social de esta nacionalidad
Florian Znaniecki: los cinco volúmenes de El campesino polaco en Europa
y América publicados entre 1918 y 1920, constituyen un hito de la
sociología estadounidense.
Entre 1921 y 1930, la Escuela de Chicago era precursora de la Etnografía
Urbana, y de 1931 a 1940, no solo de la ciudad, sino también del
urbanismo en general (Lara, 2004). Sus sociólogos cimentaron sus
investigaciones en la propia ciudad, estudios que han sido reconocidos
ampliamente como el inicio de las modernas disertaciones urbanas y
también como el equipo de investigación social más sobresaliente acerca
del tema en el mundo contemporáneo. Entre los principales autores de la
Escuela de Chicago hay que citar a Robert E. Park, Nels Anderson,
Frederic Thraser y Ernest Burguess, quien en 1925 trató de establecer
una teoría sobre las formas de crecimiento urbano, la cual sostenía que
las urbes crecían según determinadas pautas, de modo que las funciones
se distribuían a partir de cuatro círculos o coronas concéntricas:
la central estaría
ocupada por la zona comercial y financiera, constituida por los terrenos
más valiosos;
una zona de
transición, invadida por la industria ligera, recién llegados, barrios
de inmigrantes;
el tercer anillo
estaría formado por la clase trabajadora, y
en la cuarta zona
residiría la clase alta.
De tal suerte, la ciudad quedaba definida
en criterios geográficos espaciales, de lo cual emana una larga
trayectoria: Wirth la definía como la localización permanente,
relativamente extensa y densa de individuos socialmente heterogéneos;
más adelante se le criticaría que no daba cuenta de los procesos
históricos y sociales que engendraron la dimensión, la heterogeneidad,
etc. A esta Escuela de Chicago se remonta el enfoque de "antropología de
ciudad" que considera a la ciudad como una variante independiente,
compleja realidad de grandes dimensiones, densidad de población y
heterogeneidad de comportamientos y competencias, concebida
"ecológicamente" como una realidad que incorpora a quien la vive,
integrándolo en un sistema que se autocondiciona.
A la sazón, el importante sociólogo Robert Ezra Park marcaba en esencia
los estudios urbanos de la Escuela de Chicago: periodista de formación
—profesión que después dejó para estudiar filosofía en Alemania, donde
recibió una fuerte influencia de las corrientes intelectuales europeas—
Park, teniendo en cuenta su amplia experiencia en las investigaciones
relacionadas con los problemas raciales de Estados Unidos y con la
inmigración a este país, se dedicó al estudio de las minorías y el
urbanismo: dos factores íntimamente ligados. Señaló las variadas
características de los barrios: pequeños núcleos que aglomeran grupos de
inmigrantes, con pocos vínculos con la sociedad local, y así también
pudo clasificar otros lugares que albergaban grandes flujos de
individuos en movimiento y sin vínculos con un grupo determinado.
La ubicación de las diferentes zonas y su descripción le permitió
considerar el urbanismo tanto a gran escala como en sus más pequeños
detalles; este sobresaliente representante del pensamiento de esta
escuela aún dudaba acerca de si era acertado o no, ignorar los datos
cualitativos. Se le considera precursor de la primera propuesta de
construcción del objeto de estudio de la Sociología Urbana.
El yerno de Park, Robert Redfield (1897-1958), con el folk-urbano y las
comunidades artificialmente aisladas, sería reconocido como Padre de la
Antropología Urbana (Lara, 2004), al plantear varias interrogantes sobre
la causalidad de los diferentes comportamientos que coexisten en la
ciudad, como escenario de encuentro y de contraste entre lo urbano y lo
rural. Doctorado entre la tercera y cuarta década del siglo XX, llevó
las preocupaciones de la Escuela de Chicago al corazón de la
antropología.
Todo ello alcanzó gran impacto alrededor de 1930, cuando lo que se
llamaba Sociología Urbana comenzó a separarse de la Etnografía en la
Universidad de Chicago y en otros sitios (Lara, 2004): en este sentido,
tanto el método de estudio que utilizaban como el objetivo perseguido
por los investigadores de esta escuela empezó a sembrar el camino que
posteriormente separaría estas dos disciplinas. Se crearon entonces dos
tipos de estudios urbanos, uno de carácter sociológico y el otro de
carácter antropológico: aún no se habían divorciado la Antropología y la
Sociología en la Universidad de Chicago. En 1929 se creó un Departamento
de Antropología, donde Leslie A. White (1900-1975), reconocido luego
como el Padre de la Culturología, aparecía como resultado de esta
división, y su Antropología Evolutiva (1948) se diferenció más del
pensamiento de los urbanistas.
A esta Escuela de Chicago se le atribuye el mérito de haber fundado la
Antropología Urbana y la Sociología Urbana; su contribución más
importante es haber tematizado la ciudad como tal. Fue también la
primera en ensayar la incorporación de métodos cualitativos y
comparativos típicamente antropológicos, y pionera en tratar toda una
serie de temas como los procesos de inmigración y exclusión
sociocultural, la pobreza urbana, los marginados, las patologías
sociales... Hay que distinguir en la Escuela de Chicago la contribución
teórica de personalidades como Park, Burgess y Mckenzie, que en un
principio estudiaron las relaciones entre el individuo y el medio
ambiente social y físico, particularmente el medio urbano (conocido como
"escuela ecológica") y en segundo lugar, la contribución empírica, con
las famosas "etnografías de Chicago".
Más adelante, estos sociólogos de Chicago han recibido críticas muy
fuertes sobre el método de estudio, pero especialmente por "el objeto"
de las investigaciones: el hecho de limitar el campo de investigación a
lo cuantitativo, sin tener en cuenta elementos de mayor peso como las
redes sociales, las alternativas de adaptación y demás aspectos que
exige una investigación cualitativa, hizo que muchos de estos trabajos
reflejaran con el tiempo, el vacío que dejaron, en especial, porque este
fue más evidente cuando se empezaron a confrontar desde otra perspectiva
los métodos utilizados hasta el momento. A mi juicio, son posiciones a
rectificar si articulamos una metodología cuantitativa y cualitativa al
mismo tiempo.
Se hizo necesario entonces una configuración metodológica que permitiera
entender la complejidad contenida en las dinámicas sociales que se
empezaban a gestar en las metrópolis. Autores como Hannerz critican la
posición de Park y la de los demás sociólogos que le sucedieron: Park y
sus colegas tendían a dejar tras sí asuntos inacabados, más que a no
desarrollar una interpretación de la vida urbana; así pues, al
concentrarse en los datos de conjunto y desatender la visión interior,
se había tomado un camino distinto del que atrae más al antropólogo;
nada de lo cual, por supuesto, limita sus aportes pioneros.
Hitos importantes en el devenir epistemológico hacia una Antropología
Urbana, se hallan también en Lynd y los sucesores de la Escuela de
Manchester, el modelo bipolar comunidad-sociedad de Tönnies y la obra de
Max Gluckman. Otra corriente de estudios de la Antropología Urbana
proviene del Departamento de Antropología Social de la Universidad de
Manchester, entre cuyos principales aportes metodológicos se reconoce la
irrupción de los antropólogos en las ciudades. En Gran Bretaña nace, por
las situaciones que se dan en las colonias, el tema más estudiado: la
inmigración, examinada como traslado del pueblo a la ciudad, con énfasis
en la documentación y análisis del proceso de urbanización, entendido
como la dialéctica y la tensión de valores y prácticas sociales
identificadas como "tribales" que iban siendo progresivamente
sustituidas, junto a la aparición de distintas formas de identidad
individual y social.
Pero en su propia evolución, veremos a la Antropología Urbana
profundizar aún más, hasta llegar a estudios como este, en la esencia
misma de una cada vez más difícil y comprometedora (pero ineludible)
confrontación mismidad/otredad/alteridad: en la segunda mitad de siglo
crece la producción científica al respecto, al mismo ritmo en que la
ciudad se impone en la vida de cada nación.
Ya en 1968 aparecen libros con títulos como Antropología urbana y
descuellan autores como R. Ledrut (El espacio social de la ciudad);
en 1972 se empieza a publicar la revista Urban Anthropology.
En el 2001, Néstor García Canclini aporta Culturas urbanas de fin de
siglo: la mirada antropológica (Universidad Autónoma Metropolitana,
México) y González Medina, Antropología Urbana (Universidad de
los Andes, Bogotá, Colombia); ya Cuba contaba con la experiencia que
conduce directamente al presente ensayo. En particular el contexto
latinoamericano desde su propia tradición urbana,
y por la magnitud actual de sus ciudades,
ofrece problemáticas de estudio bien peculiares.
Así, por ejemplo, la concentración humana en el contexto social y
económico de las ciudades latinoamericanas ha traído serios problemas a
las estructuras social y ambiental de las urbes, pues el incremento
constante en la población precisa de mayores recursos (en algunos casos
no renovables), mayor disposición de tierras para viviendas, más fuentes
de empleo, más equipamiento, etc., necesidades que aún en varias
ciudades latinoamericanas no han sido satisfechas, y en los mejores
casos, se les han dado soluciones a medias, informales y que benefician
a los pobladores de ingresos medios y altos, con lo que acentúan la
marginación física y social. A esto se le suma la llamada "primacía
urbana", cuando una ciudad más grande establece relaciones de control
sobre otras y se concentra en ella la mayor población, pues ahí está la
mayor y mejor oferta de empleo, vivienda, poder, innovación social y
cultural, recreación y generación de riqueza.
Sin embargo, en América Latina se puede hablar de dos excepciones,
países en donde se desarrollaron varios centros regionales con economías
propias funcionales y crecimiento equilibrado: Brasil (Sao Paulo, Río de
Janeiro, Porto Alegre, Recife, Curitiba, etc.) y Colombia (Medellín,
Cali, Cartagena, Barranquilla, Pereira, Bucaramanga). Este fenómeno es
uno de los que ha contribuido a empeorar la situación social de las
urbes, pues poco a poco ha llenado las periferias de personas que llegan
buscando un bienestar que no es tan probable conseguir. De igual forma,
la falta de incentivos en el campo (pésimos precios de las cosechas,
falta de infraestructura, escasez de empleo) o la situación de orden
público obligan a que muchas familias migren a las ciudades, aumentando
los llamados "cordones de miseria" que rodean las urbes.
Todo esto convierte la ciudad latinoamericana en un cercado de
problemas, pero también, de riqueza cultural y étnica, pues Ciudad
México, Lima o Santiago de Chile son una pequeña muestra de lo que es
cada país e, incluso, otros países. Por esto, la vida en la ciudad es
uno de los objetos de estudio más interesantes e importantes para la
antropología, pues es un espacio en el que más se reconoce la diversidad
y se complica la convivencia.
Sin embargo, la antropología urbana ha quedado a la zaga y mal
interpretada hasta el simplismo, al impostársele peyorativa y
mecánicamente una antropología en la ciudad, que solo se supera al
avanzar el siglo con las interpretaciones, por ejemplo, de Amalia
Signorelli y Manuel Delgado, en torno a lo cual cabría la polémica entre
urbanismo y urbanización, urbano y urbanidad (Anexo 1).
Según la Signorelli, se puede entender la Antropología de la ciudad de
dos formas: por el enfoque que se remonta a la Escuela de Chicago, y por
otra propuesta más reciente según la cual, la ciudad está en el centro
de la escena, como realidad que condiciona actitudes y comportamientos,
o bien como una realidad que se constituye e identifica.
Para Delgado, lo primero es esclarecer las diferencias entre urbano y
ciudad para definir lo que "tendría" que ser la Antropología Urbana; a
la segunda la concibe como un gran asentamiento de construcciones
estables, habitada por una población numerosa y densa, mientras aborda
el concepto "urbanidad" como un tipo de sociedad que puede darse en una
ciudad o no: la movilidad, los equilibrios precarios en las relaciones
humanas, la agitación como fuente de vertebración social, originan la
constante formación de sociedades coyunturales e inopinadas, cuyo
destino es disolverse al poco tiempo de haberse generado. Para Delgado,
la Antropología Urbana sería una "antropología de lo inestable", "de lo
no estructurado", y propone que la Antropología Urbana asuma la
urbanidad como una forma de vida. Su objeto serían estructuras líquidas,
ejes que organizan la vida social en torno a ellos, pero que rara vez
son instituciones estables, sino una pauta de fluctuaciones, ondas,
intermitencias, cadencias irregulares y otras.
En estas polémicas, no pocas veces ha de acudirse a los conceptos
propios (pero nunca exclusivos en función de estudios como el que nos
compete) de arquitectos urbanistas. Como urbanización podemos entender
el proceso (siempre gradual) por el que se alcanzan los diversos grados
de urbanismo, entendido este como el resultado constructivo que se
refleja en los disímiles niveles de la ciudad en formación: recuérdese
que no siempre "la ciudad" ni los "centros urbanos" fueron, por ejemplo,
pavimentados, ni con el sistema de alcantarillado y drenaje con que hoy
los identificamos, lo que, por una parte, cualifica a la ciudad moderna,
pero no retira la categoría de "ciudad" ni de "urbano" a sus
predecesoras, y por otra nos presenta la ciudad y concretamente cada
espacio urbano como entes vivos que nacen y evolucionan en interacciones
internas y externas cada una con su propia dinámica e identidad en
proceso, todo lo cual sienta pautas que veremos trascender al
desarrollar la Antropología Urbana en estudios de caso concretos. Por
urbano podemos asumir entonces el adjetivo de tales contextos.
Sin embargo, "urbanidad" es todo un comportamiento gradual (no toda la
cultura integral, que siempre se recontextualizaría), que emana de haber
logrado adecuar de forma relativamente satisfactoria relaciones sociales
complejas típicas de las ciudades y que se suele portar a contextos de
otra complejidad, incluso a los no urbanos en lo absoluto.
El reto que se impone la auténtica Antropología Urbana entiende la vida
propia de cada comunidad urbana, con todas las complicaciones que las
identifican entre sí (siempre relativamente en el proceso gradual de su
dialéctica entre la diferencia y la igualdad, ambas inclusive y
contextualmente complementarias) y de las comunidades rurales y otras no
urbanas de manera inclusiva y hasta raigal en su etnogénesis y en sus
propios niveles de continua interacción, incluido el movimiento
migratorio y su impacto urbano (Anexo 1). Trasciende los aportes de
sociólogos y estudiosos de otras ciencias a los que sigue convocando,
sin facilismos ni discriminaciones, a estudiar a un otro que siempre
había sido visto exóticamente hasta el tipicismo dogmático: primero en
las colonias, luego en sus propios campos, después en espacios
suburbanos... y ahora, en sus mismos contextos urbanos, invita a la
alteridad.
Se ha justificado la Antropología exclusivamente para las áreas rurales,
con el pretexto de que la Sociología estudia las zonas urbanas; pero no
es el "espacio" (urbano o rural) la frontera entre Sociología y
Antropología: ambas con su propio instrumental son aplicables a uno y
otro espacio y susceptibles de interactuar.
En oposición a la Antropología rural, la urbana, desde su nacimiento, ha
contado con muchos detractores,
desde quienes la consideran fruto
del facilismo por no haber otras opciones,
en vez de asimilar que
con ello, se estaba abriendo una nueva era mucho más rica e integradora
(teórica, conceptual y metodológica, incluso, en sus funciones sociales
y demás) para la propia Antropología: este era el aporte de los más
preclaros, revolucionarios y valientes, que en realidad avistaban de
manera cada vez más diáfana y crítica los problemas con los que
históricamente habían convivido en sus mismas comunidades urbanas de
residencia, trabajo y formación académica, familiar y personalmente, por
lo que se tensaba la relación mismidad/otredad.
Recordemos que, en efecto, el estudio de la ciudad es aún muy reciente
dentro de la Antropología: hace poco más de tres décadas se empezó a
valorar la metrópoli como objeto de estudio, lo que ha despertado un
mayor interés desde las diferentes disciplinas de las ciencias sociales.
La preocupación por el "nuevo" urbanismo fue la respuesta al progresivo
crecimiento de las ciudades, y a la cantidad y cualidades de los
problemas gestados en el interior de las grandes capitales.
El debate llega hasta análisis más profundos y respetuosos, como el de
Hannerz, según el cual, la tendencia de los antropólogos a estudiar las
ciudades se produjo debido a que en los países "exóticos", cada vez más,
las personas dejaban los pueblos para trasladarse a los nuevos centros
urbanos, y los investigadores extranjeros no eran tan cordialmente
recibidos; investigadores que, a su vez, tienen mayores dificultades de
financiación. Agrega que en EE.UU., en los años sesenta, se redescubre
la etnicidad y la pobreza; en Europa la migración internacional del
trabajo y los refugiados políticos cambian el carácter de muchas
ciudades. Los antropólogos comprenden que "el otro", lo diferente,
estaba en su misma ciudad. Claro, téngase en cuenta la calificación de
"exóticos" con que aquí se define al "otro país", esencial en la
relación con la otredad, básico para todo enfoque antropológico; tales
detractores, en general, han obviado los profundos cambios que en los
años sesenta hacían redescubrir conceptos como el de "pobreza" y "etnicidad",
que, a la sazón, se definieron como "problemas urbanos".
En análisis más profundo y contemporáneo, hoy reconocemos que pobreza y
etnicidad son problemas no exclusivos de las urbes, aunque en las urbes
se cualifican de manera particular. Pero hubo cuestionamientos sobre el
papel de los antropólogos en este nuevo orden; se abría así un espacio
de discusión en el ámbito académico y, por ello, se empezaron a buscar
nuevas respuestas acordes con los cambios que se estaban presentando en
las urbes. La Antropología se había especializado en las "otras
culturas" en tierras lejanas y por fuera del perímetro de esas mismas
ciudades occidentales, pero esas "otras culturas" comenzaron a ocupar
cada vez más visiblemente los barrios más deprimidos y marginales de las
grandes capitales.
Agreguemos que el aumento progresivo de grandes masas migratorias
procedentes de pequeños pueblos y de zonas rurales hizo crecer
aceleradamente las capitales sin ningún tipo de planificación,
potenciando sus problemas transculturados con cada nuevo contexto. Los
nuevos residentes de la ciudad comenzaban a integrar "otras" dinámicas
urbanas en los estratos más bajos, caracterizados por la marginación y
la pobreza. La convivencia y el encuentro con otras reglas de juego
generaron contrastes, confrontaciones y estilos de vida nuevos, en una
dura competencia mediada en la mayoría de los casos, por el trabajo. Se
evidenciaba la necesidad de investigar problemáticas históricas, por
momentos más agudas y complejas, dentro de sus propias comunidades
urbanas, cada vez más inmediatas.
Hay que añadir los cambios que tales comunidades urbanas sufrieron desde
el punto de vista económico y político, en tanto que Estados Unidos y
algunos países de Europa empezaron a ver crecer y cambiar el carácter de
sus ciudades (más, mientras más importantes fueran) por fenómenos
ligados a la inmigración por trabajo y asilo político. La Antropología
Urbana ganaba terreno en universidades y círculos académicos y se
creaban especialidades dentro de las facultades.
Según Néstor García Canclini (2001), tres tendencias definen a las
ciudades: primera, como núcleo de la modernidad ciudad/rural, lo que
significa considerarla como núcleo de la modernidad, el lugar donde
desprenderse de los contactos intensos tanto familiares como de barrios
y pasar al anonimato; segunda, la ciudad definida en criterios
geográficos espaciales, con lo que nos remontamos nuevamente a Wirth en
la Escuela de Chicago, y tercera, criterios específicamente económicos
para definirla como resultado del desarrollo industrial. Agrega que la
ciudad ha propiciado la reproducción de la fuerza de trabajo al
concentrar la producción y el consumo masivo. Se le critica dejar fuera
los aspectos culturales, las experiencias cotidianas, etc., lo cual, por
supuesto, sería inadmisible y franco retroceso. A lo largo de todo este
trabajo y en el glosario se proponen otras visiones de la ciudad, si
bien es el espacio urbano el que, a mi juicio, adquiere mayor
protagonismo para la Antropología Urbana y que en su macroespacio
citadino tiende a disolverse, por lo cual insisto en una "antropología
de ciudad" mejor que una "antropología de la ciudad", puesto que no es
"toda la ciudad" ni "la ciudad" en sí misma el objeto de estudio de la
Antropología Urbana, que no debe confundirse con el de los urbanistas.
No se trata de cercenar en subgéneros la Antropología, sino de
contextualizarla con las especificidades que distinguen a cada
comunidad, en una época en que se evidencia de modo cada vez más
determinante el papel de las ciudades en el mundo, con toda la
diversidad, integralidad de relaciones internas y externas, y
complejidad que las identifica en sus replanteamientos, en la evolución
del propio urbanismo y sus problemáticas implícitas y a menudo
explícitas. Pero de la misma recontextualización constante de las
problemáticas urbanas, debido a la peculiar dinámica que identifica
estas culturas, han derivado nuevas formulaciones como la conceptuación
en torno a la "cultura de la pobreza".
Oscar Lewis (1914-1970) desarrolló la idea de que los pobres viven
inmersos en una subcultura de pobreza, que no solo los mantiene
separados de la sociedad sino atrapados en la pobreza, cultura que se
perpetúa a través del proceso de enculturación (trasmisión de generación
en generación). Bajo el término "cultura de la pobreza", Lewis reafirmó
que esta puede convertirse en un modo de vida y un sistema de valores y
modelos de comportamiento que se autoperpetúan. Segregado por la
sociedad, el pobre se adapta a sus problemas y aislamientos, y
desarrolla su propio modelo de vida en una sociedad desigual. Esta
subcultura se caracteriza por la desorganización social y por su propia
autoperpetuación a todos los niveles: individual, económico, familiar,
etc., y constituye un círculo vicioso sin solución.
Lewis señala una serie de condiciones para que se produzca y reproduzca
la cultura de la pobreza: se desarrolla dentro del sistema capitalista
(bolsa permanente de pobreza); la sociedad no es capaz de establecer
servicios sociales; el sistema familiar no es de clan o linaje, que
crearía círculos de solidaridad, y la cultura es individualista y
consumista. Esta "cultura" aparece en países capitalistas como Estados
Unidos de América y también en Latinoamérica, cuya cultura y sociedad
han sido destruidas. Tal desintegración se produce a todos los niveles:
no se integran los pobres en las instituciones y se desorganiza la
comunidad o barrios a escala familiar e individual.
Pobreza y cultura de la pobreza no es lo mismo; la primera no siempre
implica la segunda: se ha señalado que los pobres en Cuba no sufren con
tanta fuerza la desintegración social y no los incluyen dentro de esta
cultura, aunque también hay quienes recrean la desgracia (incluida la
pobreza) mucho más allá y la perpetúan en masoquista fatalismo. Otra
distinción es la pobreza absoluta (comida, ropa y alojamiento) en la
relativa perspectiva y aspiraciones que la sociedad crea en los
individuos y después no solventa.
Más recientemente, una suerte de neoestructuralismo (Sally Engel Marry,
Susser y D. Harvey) clasifica los modelos de vida social urbana, compara
los diferentes contextos históricos y culturales, y estudia las áreas de
necesidad y unidades territoriales, las tramas sociales, las redes de
relaciones en los asentamientos limítrofes y los conflictos de signo
negativo (criminalidad, delincuencia, alcoholismo, prostitución,
vagabundeo, violencia), con enfoques interdisciplinarios y nuevos
métodos como el etnopsicoanálisis, la estadística demográfica, teoría de
los impactos, planificación y ordenamiento urbano (Magaz, 2006). A estas
alturas es obvio que la Antropología Urbana ha superado ampliamente la
fase descriptiva que la caracterizó en un inicio.
Ha sido necesario, por tanto, fundamentar al máximo los criterios
científicos con respecto a esta disciplina, para dilucidar lo que
pudiera implicar una auténtica Antropología Urbana cubana desde su mismo
devenir epistemológico y el estado actual de tal área a nivel
internacional, sobre lo cual, aún resta mucho por analizar. En tales
circunstancias se inserta este texto, con el ánimo de aportar
experiencias y puntos de vista desde el contexto cubano. La bibliografía
especializada soporta la tesis esencial de una antropología de ciudad en
vez de una antropología en la ciudad. No se trata de cómo la gente "vive
en el barrio", sino de cómo "viven el barrio" (Gravano, 1995).
También ha sido preciso escarbar en los elementos que se presentan
confusos dentro de la bibliografía y que, en ocasiones, equivocan
ciencias como la Sociología y la Antropología, o se limitan a un estudio
histórico o identitario de la ciudad, de sus calles o arquitectura, o en
el mejor de los casos, de alguna comunidad urbana; pero sin el concepto
y todo el marco referencial que brinda el punto de vista antropológico,
por demás, con escasa creatividad en este sentido.
En cuanto a la metodología utilizada, las imprescindibles historias de
vida realizadas durante los veinte años de trabajo de campo, cada vez
mejor perfiladas técnicamente al emprender el estudio académico
particular de la Antropología, fueron la base fundamental para lo que
algunos antropólogos urbanos reconocen como recuperación de la memoria
colectiva, y la historia urbana desde lo emic.
Según González Medina (2001:3-4), la ciudad, como objeto de estudio,
ofrece múltiples temas para trabajar desde la Antropología, y el aspecto
señalado está entre los de mayor demanda en Iberoamérica, aunque hay
otros temas que también aborda la presente investigación como
acercamiento que pretende hacia una Antropología Urbana cubana, y que
emanan asimismo de dichas historias de vida, tales como la religiosidad,
la sexualidad, la identidad, los espacios, el medio ambiente, la
familia, las generaciones, la racialidad, que solo en su sistema
integral permiten el "diseño de políticas sociales y culturales acordes
con la realidad" y solo así, la antropología urbana puede cumplir su
papel de lograr "un mejor entendimiento de la ciudad, pues va más allá
de una simple descripción de los comportamientos que se dan en ella, ya
que permite reconstruir la lógica de los pobladores desde ellos mismos,
registrando costumbres, concepciones, y la interpretación que estos
hacen de sus propios actos y su vida, igualmente, las soluciones que los
habitantes de la urbe dan a los problemas que esta les plantea".
Todo ello, por supuesto, se logra en este estudio a partir de la
imbricación entre las diversas historias de vida obtenidas en tantos
años, de las que solo se citan algunas de las más representativas —por
la variedad que implican para el abanico de intereses de este
acercamiento pionero a una Antropología Urbana cubana, que transite de
la antropología en la ciudad (antecedente más directo) con los aportes
que nos legara, a una antropología de ciudad—, y apuntan a la gran
diversidad que identifica a las comunidades en estudio, dentro de un
mismo contexto comunitario, lo cual debe considerarse para evitar
confusión en cuanto al ente urbano vivo y complejo conformado desde
estas historias de vida que, sin embargo, implican a la postre una
comunidad con personalidad propia, incluso, para el imaginario popular.
Así pues, el objetivo de estas historias de vida como método
antropológico se encamina a pulsar el corazón mismo de cada comunidad
urbana desde ella, al exponer la diversidad en cada unidad no más que
relativa pues integra espacios urbanos cualitativamente identificados
desde, con, para y por esa comunidad, en su esencia eminentemente
antrópica, constructiva y destructiva, su sentimiento y su sentido de
pertenencia (Anexo 1), su identificación con tal entorno. Se aporta,
pues, un nuevo concepto: la historia de vida de cada comunidad, definida
como un ente vivo, con todo el alcance metodológico que ello implica y
explícita (Couceiro, 2007a).
Desde estos presupuestos, no puede decirse que a finales del siglo XX se
contara con una Antropología Urbana cubana, propósito que persigue
incentivar el presente estudio; pero sus antecedentes nos permiten
avanzar desde el surgimiento y etnogénesis de las diversas ciudades
cubanas, sus identidades y otros componentes que bien por su carácter
científico —sociológico, histórico, psicosocial, etno-histórico y
etnográfico, etc.—, o por su valor documental, aportan aspectos variados
que, cuando más, competen a una antropología en la ciudad.
Por ende, es posible salvar entre tales antecedentes, los valores que
puedan interesar para conocer cómo en las ciudades viven y se
desarrollan en disímiles aspectos los diversos grupos, lo cual no es el
objeto de estudio concreto de la Antropología Urbana en tanto
antropología de ciudad, pero suministra un instrumental válido para ir
cimentando una Antropología Urbana cubana. Así, por ejemplo, está la
obra de Fernando Ortiz acerca del comportamiento de los sectores
marginados en distintas ciudades en torno a la criminología, la
etnicidad y la religiosidad, entre otras aristas. Otros autores han
trillado este sendero, cada uno desde su propio ángulo.
Un nuevo horizonte se abre a esta investigación al estimularse, desde
1976 y con la División Político-Administrativa vigente, los estudios
para el Atlas de la Cultura Popular Tradicional, cuyo alcance al
cualificar varios de sus valores en todos los municipios cubanos, con
vistas a su promoción casuística,
es justo reconocer que constituye
el necesario antecedente de los Estudios Culturales
que, a la par
que las historias locales realizadas por los museos municipales —desde
su constitución en 1981—y otras instituciones, arrojan toda una
bibliografía por lo regular inédita, pero muy valiosa y regularmente
avalada según cada momento, que permite al presente trabajo enjuiciar
los diversos espacios urbanos en un discurso más profundo a propósito de
la confluencia de generaciones o la sexualidad, raíces étnicas y de
nacionalidades, y demás elementos de interés antropológico. Como toda
fuente, la bibliografía debe ser críticamente analizada.
Para el actual estudio ya no importa la ciudad como una gran comunidad
desde los confines internos, visibles y rígidos, impersonales incluso,
aun cuando previamente se haya reconocido su heterogeneidad cultural,
sino que se centra este estudio de caso en comunidades metropolitanas
concretas para lo cual, devienen paradigmáticas aquellas que se ubican
hacia las costas noroccidentales de Ciudad de La Habana al este del río
Almendares, comunidades que se inscriben desde 1976 en el municipio
Plaza de la Revolución, en las que la dialéctica
tradición-contemporaneidad ha adquirido matices bien peculiares y de
sumo interés para comprender la configuración urbana en sus valores
identitarios históricamente dados y su sentido de pertenencia (Anexo 1).
De igual manera, se estudió el deterioro y reconfiguración para salvar
los mejores valores que tradicionalmente las identifican en el complejo
proceso migratorio que disfrutan y sufren a un tiempo estas comunidades
que, sin dejar de ser emblema metropolitano en Cuba —más bien todo lo
contrario— logran alimentar el sentido de pertenencia sobre sus más
elevados valores de identidad, como el mejor medio para proyectarlos al
futuro, escudriñar sus problemáticas particulares en tanto antropología
de ciudad y servir como puente para otros estudios particulares en el
resto de la capital cubana, de otras ciudades del país y demás
comunidades.
Al delimitar las comunidades concretas a estudiar,[17] fueron definidas
previamente a partir del análisis integral de todas y cada una de ellas
en su relativa homogeneidad y en los elementos distintivos entre unas y
otras, estudio crítico con respecto a la división
político-administrativa que, como aporte metodológico para acercarse
mucho más a la identidad objetiva que las define, contempló los
siguientes aspectos indisolublemente concatenados entre sí:
1. Identidad integral del entorno ecológico (suelos, hidrosfera y todo
accidente geográfico, atmósfera, clima, contaminación tanto de suelos
como de aguas o vientos y sonora, salinidad, fauna y flora silvestre y
doméstica, etc.) y la cultura ambiental (y la ecológica con su impronta
científica) con respecto a dicho entorno, ambos desde su devenir
histórico.
2. Población humana: también estudiada históricamente desde sus raíces
étnicas y vivencias por regiones del mundo, del país y del resto de la
ciudad o de otras comunidades dentro del mismo municipio; residente y
flotante en todas las circunstancias, incluida la estudiantil o laboral
por sectores ocupacionales; movimiento migratorio, composición social,
familia, grupos de edades y relaciones intra e intergeneracionales,
racialidad, relación de géneros y sexualidad, grupos poblacionales por
sectores como artistas e intelectuales, áreas insalubres otrora
marginadas, etc., todo ello con sus criterios, sentimientos, sentido de
pertenencia y relaciones mismidad/otredad/alteridad en la propia
comunidad y con otras inmediatas o no, cubanas o de otras culturas del
mundo.
3. Economía: pormenorizada la base económica en cada comunidad y la
cultura económica consecuente, también históricamente entendidas:
renglones económicos fundamentales, medios de vida y cultura en torno a
ello, solvencia, etcétera.
4. Historia: concebida en sí misma como elemento de identidad de cada
comunidad y en toda la integralidad de cada uno de sus valores a
estudiar, hasta la etnohistoria y, por supuesto, como método de
investigación científica que explica el devenir de sus problemas
actuales.
5. Cultura: en su acepción más integral de toda la obra, pensamiento y
sentimiento humano: la cultura ambiental y la ecológica, la económica,
la artística en todas las manifestaciones del arte y en todas sus
especificidades tanto populares como de la elite y las academias
(incluida literatura tanto escrita como oral hasta topónimos,
antropónimos y otros), la cultura política, de religiosidad, científica
en su más amplio espectro, medios de comunicación masiva o no, hasta la
cultura del derecho y el deber o el sistema filosófico, medicina
popular, etc., la cultura estética y la ética con todo el sistema de
hábitos y costumbres implícitos, la lúdica de cada grupo generacional,
la física o deportiva, la funeraria y de nacimientos (en general sobre
el ciclo vital), la cultura sexual, la culinaria en su sentido más
completo y otras.
Como resultado de la aplicación de esta metodología, la selección de las
comunidades propuestas obedece no solo a sus características tan
metropolitanas dentro del contexto cubano, en lo que devienen paradigmas
de "sociedad compleja" en Cuba con todo el imaginario y prejuicios a
vencer que de ello emana, sino también a que han sido los territorios en
que más se había logrado avanzar en tales investigaciones en el país y
que mejor coyuntura ofrecían para el presente estudio, lo cual ha sido
debidamente avalado durante más de veinte años de trabajo por los más
diversos y rigurosos parámetros y que, por otra parte, siempre han
incluido la interrelación de estas comunidades tanto diacrónica como
sincrónicamente, con el resto de la ciudad y de Cuba (así como de otras
culturas del orbe), no solo con sus barrios colindantes.
Las barriadas que así resultaron delimitadas y sirvieron como objeto de
estudio están dadas por método comparativo en su interacción hacia el
carácter más metropolitano a partir de su mayor cosmopolitismo, esto es:
de El Carmelo y el Vedado hacia la Rampa, así como su interrelación con
Nuevo Vedado y la barriada de La Plaza, que de tal suerte quedarían no
más que introducidas. Ni siquiera así puede juzgarse homogeneidad en
cada una de estas barriadas: los estudios previos han caracterizado
dentro de El Carmelo, al menos, unos once barrios y repartos internos,
entre ellos, el barrio de La Chorrera, el del Cementerio o de Colón, el
barrio liminal del Sagrado Corazón con todas sus interinfluencias, el de
las Canteras en los otrora terrenos de Flores y el de Chullima en torno
a los astilleros homónimos y sus tradiciones laborales y ambientales; el
reparto Rebollo y el del Trotcha, la Estancia de El Carmelo y su casco
histórico, su extensión o barrio de los Carmelitas, la comunidad de 12 y
23, y entre los insalubres, el barrio de El Fanguito, la zona de Alturas
del Fanguito, y el foco de 13 y 28, pues todos y cada uno de ellos han
sido subdivididos a su vez en zonas y focos comunitarios (pasaje Kohly,
en Colón; pasaje Junco, en Las Canteras; Montero Sánchez y Crecherie, en
12 y 23; solares como el del "Blúmer Caliente" y el de Sopeña en 15
entre 22 y 24, en la estancia de El Carmelo; o el de las Tres Palmas en
17 y 18, en Rebollo; el del "Bifsteck", en el Trotcha; edificios como
los bloques de 13 y 24 y el Naroca, en Línea y Paseo; o el otrora Govea,
en 13 y 20; la comunidad pentecostal, en 17 y 26; la episcopal y la
anglófona, en 13 y 6; la hinduista yoga, en 15 y 2; la francesa en 17 y
6; los carmelitas, en Línea y 16; y con las teresianas, en 13 y 20,
etc.), que conforman múltiples especificidades dentro de la homogeneidad
no más que relativa que es la barriada de El Carmelo, y en todos han
sido detectados sus respectivos cascos históricos e, incluso, fechas
locales de interés, festividades y otras celebraciones, mitos y leyendas
propias y, en general, es la barriada matriz del área, antecedida como
foco por la barriada de La Chorrera y esta, a su vez, entre sus
antecedentes históricos, por el otrora Pueblo Viejo primero (siglo XVI),
y por Bongo y Gavilán y el caserío de la Playa después (siglo XIX),
entre otros. El río ha sido determinante para el origen y desarrollo
ulterior de esta barriada de El Carmelo (Anexo 2).
Algo similar ocurre con los siete barrios y repartos en que se subdivide
la barriada del Vedado, continuidad oriental y herencia directa de El
Carmelo en indisoluble interrelación; entre estos podemos especificar el
casco histórico del Vedado y los Baños del Vedado, los repartos Medina
(a ambos lados de 23, al sur con las catalinas y al este, actual barrio
del Coppelia) y Príncipe, que desde el Castillo y la cadena hospitalaria
miraba al pujante Medina al norte inmediato, incluido el barrio del
Calixto al este noreste (27 y 25). Otros barrios serían, al menos
hipotéticamente, el del Martí y el de los hebreos. Internamente abundan
también zonas y focos, como la Comunidad Hebrea de Cuba (asquenazi) en
Línea e I; los hebreos sefarditas en 17 y E; los bautistas William Carey
en 25 y J y los metodistas en 25 y K, los dominicos en Línea y C, o el
Ballet Nacional en Calzada y D; edificios como el Retiro Radial en 9 y F
o el Tavel en 21 y D, "El Hormiguero" (insalubre) en 21 y E, El Arcos en
F entre 19 y 21 y otras.
Y desde los barrios del Vedado al este, Medina y Príncipe, así como por
Línea, luego 17 y definitivamente 23, se originó la barriada de la Rampa
con tres barrios concretos: la Rampa costera, la Rampa (central) y la
barriada de la Universidad, donde se hallan los antecedentes de toda la
Rampa entendida por su población flotante desde el barrio de la Quinta
(de los Molinos) y la propia Universidad. Es la de mayor cosmopolitismo
y consecuente complejidad en Cuba, pues se proyecta desde y hacia todo
el país, con su identidad histórica.
Finalmente, no más que en su interrelación histórica, cultural y social
en general con las antes citadas y en su derivación de ellas, será
incluida la barriada de Nuevo Vedado con sus ocho barrios previamente
definidos: el de El Framboyán o del Parque al Puente, el del Cementerio
Chino al parque Acapulco con otros focos comunitarios locales como
Herradura y Norte; El Bosque del Nuevo Vedado o barrio de La Isla o de
La Josefina, por la isla Josefina en el río; el del Zoológico y el de
Conill, así como los repartos Kohly de Nuevo Vedado, Las Torres y el
Nuevo Vedado al río; y el barrio insalubre de La Dionisia,
interconectado con el cementerio bautista por la calle de los
Protestantes; y la barriada de La Plaza, que podemos considerar
comprendida por el reparto Hidalgo o Ensanche del Vedado, Factor y la
Raspadura hasta el triángulo del Teatro Nacional; la Feria de la
Juventud, donde otrora radicó el barrio marginado La Pelusa; La
Portuguesa o La Julia con su casco histórico Julia Borges; La Pera;
Peñalver o Tulipán; Pan con Timba con el Pentágono, Casilda, El Capricho
o San Nicolás, y su extensión por el reparto San Antonio Chiquito con su
casco histórico, y zonas insalubres como el callejón de Colón; todos en
interinfluencia y, a su vez, subdivididos en múltiples zonas y focos
(solar La Mierdita y el del 44 en La Timba, por ejemplo), que al igual
que en El Carmelo, el Vedado, la Rampa y Nuevo Vedado, puntualizan la
enorme diversidad cultural de territorios relativamente pequeños, pues
ninguno llega a dos kilómetros cuadrados.
Así, un total de menos de nueve kilómetros cuadrados, a la luz de la
Antropología Urbana, multiplica sus aristas por su carácter
metropolitano y cosmopolita. Solo como comparación en el balance se
escogió Aldecoa (incluido su extremo sur y La Ciénaga) y Puentes
Grandes, al sur municipal, aledañas pero con distinciones muy
representativas y válidas. Aun solo en el Puentes Grandes del municipio
Plaza de la Revolución (pues otras áreas de la misma barriada están
cercenadas actualmente en otros tres municipios: Playa, Marianao y
Cerro) resaltan el casco histórico central de Puentes Grandes, Jardines
de la Tropical, Mordazo como casco histórico y el Forestal de Puentes
Grandes hacia La Gomera y El Husillo, ya en el Puentes Grandes del
Cerro, que comienza con La Polar, mientras la división
político-administrativa de 1976, vigente, conserva también La Ceiba de
Puentes Grandes en el municipio Playa e, incluso, en el municipio
Marianao, el Puentes Grandes hacia Pogolotti (Anexo 2).
Fue menester estudiar la población que en cada una de estas comunidades
residía según su permanencia en ella (en la misma casa o en otra
residencia de la comunidad relativamente homogénea, lo cual también se
consideraba por zonas y focos) al menos como punto de partida para el
análisis de sus respuestas y puntos de vista, y como aporte instrumental
para la metodología se estableció el siguiente código:
1. Nativos de familias tradicionales en la comunidad, subclasificados
según tradicionalidad por número de generaciones, dato cruzado con las
raíces de sus ancestros.
2. Nativos hijos de inmigrantes, según los lugares de inmigración y de
vivencias de sus progenitores.
3. Inmigrantes desde pequeños con sus mayores, subclasificados según
grado de crianza en la comunidad y con las comunidades de sus mayores.
4. Inmigrantes, subclasificados según comunidades de donde proceden y de
otras vivencias, tiempo y tipo (motivaciones) de inmigración en la
comunidad, y grados de transculturación con esta.
Por supuesto, todo ello siempre se triangulaba con las vivencias (según
tipo, período y transculturación con cada vivencia) en otras
comunidades, provincias o países, y se incluía la región del país y
comunidad concreta de vivencia y de donde inmigraban tanto ellos como
sus ancestros hasta lo más remoto que conocieran, así como las raíces
étnicas foráneas en los casos en que fuera posible.
Aún más se complica esta madeja al potenciar este análisis con el de
otras comunidades de todo tipo que también se insertan entre los
residentes, y dadas sus mutuas incidencias, no es posible obviarlas si a
la realidad práctica cotidiana se pretende un acercamiento, porque son
protagonistas al evaluar el carácter cosmopolita de la cultura local:
tal es el caso de la población flotante, previamente estudiada en sus
identidades locales según los más diversos intereses.
No pueden subestimarse estos grupos, en ocasiones definitorios, al
evaluar la antropología urbana en áreas tan metropolitanas como las que
nos ocupan ahora,
ni tampoco aquellos otros lazos que definen ciertas comunidades más allá
de la residencia y que aún en mayor medida, apuntan al carácter
cosmopolita de las barriadas en estudio: las conformadas por credo
religioso o raíz étnica o por otros intereses adquieren en el territorio
que se investiga un protagonismo que matiza comunidades concretas, las
identifica y son de especial interés desde el instrumental de la
Antropología Cultural más que de la Antropología Física, pues solo en su
integralidad logramos captar el pulso de estas comunidades
metropolitanas y cosmopolitas.
Obviar cualquiera de dichas comunidades hubiera constituido una
abstracción que impediría esclarecer la dinámica de interés para la
Antropología Urbana en estas áreas, por lo que desde el punto de vista
metodológico resulta indispensable para determinar los valores y nexos
que las han cualificado históricamente hasta la actualidad y de donde ha
de emanar también la estrategia necesaria para el trabajo comunitario.
El difícil estudio de esta población flotante potenció aún más la
complejidad intrínseca del análisis, al aplicársele la misma
triangulación que a los residentes: sus vivencias en otras comunidades y
países; sus raíces y las de sus ancestros; a falta de su lugar de
inmigración se consideraba al menos el lugar de residencia, así como el
nivel de conocimiento, percepciones, imágenes, sentimientos y
motivaciones que tenían sobre la comunidad en cuestión y las aledañas, y
sus resultados fueron triangulados con los de los residentes.
Se profundizó además en distintos cortes sincrónicos de su dimensión
diacrónica, esto es: individuos y familias enteras (y hasta grupos
sociales) que aquí han residido (o integrado la población flotante) en
algún momento durante estos siglos, por lo que han quedado en la memoria
histórica local o mediante otros impactos y huellas más o menos
evidentes o implícitos, o se han proyectado con esta perspectiva. Todo
lo anterior desde sus disímiles identidades se incluye en el instrumento
aportado como propuesta metodológica para un estudio siempre complejo,
mediante la siguiente clasificación, enriquecida con la frecuencia e
intereses de visita a la comunidad concreta:
1. Motivos laborales (si es trabajador
permanente en esta comunidad o acude a ella por motivos laborales, pero
solo ocasionalmente se consideró su especialidad). En población
estudiantil, laboral femenina y general, este municipio es la primera
fuerza nacional; en la laboral masculina solo lo supera La Habana Vieja
por los trabajadores del puerto y ferrocarriles. El estudio se realizó
por sectores, dentro de los cuales los servicios y la administración se
destacan.
2. Motivos estudiantiles (similar al anterior). Cuentan la Rampa y el
Vedado con el más importante centro de estudios de nivel superior del
país (todo el complejo de facultades e instituciones de la Universidad
de La Habana) y todo el sistema docente de estas comunidades, según su
tradicionalidad local.
3. Intereses puramente recreativos y culturales en general, desde los
turistas, tanto nacionales como extranjeros, en el complejo hotelero
local y sobre todo rampero, hasta quienes acuden por los atractivos
culturales que la zona ofrece en todo sentido, en ambos renglones tan
interconectados para devenir comunidades protagonistas para toda Cuba.
Téngase en cuenta la concentración tradicional de cines, teatros, salas
de exposiciones y de conciertos, restaurantes, cafeterías y otros
centros gastronómicos y nocturnos de la más variada índole; diversidad
tipológica de iglesias, y otros núcleos religiosos y étnicos; y
específicamente la recreación y el esparcimiento desde su propia
concepción local de parques y avenidas céntricas asumidas
tradicionalmente como áreas de paseos, relaciones públicas o sociales en
general. No deben obviarse tampoco quienes visitan celebraciones locales
privadas o populares...
4. Intereses comerciales de cualquier tipo, incluido el comercio
clandestino, para el que la misma población flotante constituye otro
atractivo.
5. Intereses por la red hospitalaria y la cementerial (incluidas
funerarias), redes tradicionales protagonistas en toda Cuba.
6. Intereses de visita a algún residente permanente o temporal, incluso
en hoteles y embajadas.
7. Solo como tránsito entre otras comunidades de donde viene y hacia
donde se dirige (cuáles, y por qué vías, motivos y frecuencia) incluidos
chofer y quienes con ellos viajan en los llamados "no lugares" (Augé,
2000).
En la relación mismidad-otredad-alteridad,
asumimos la otredad cuando se reconoce y se respeta al "otro", y en su
grado más avanzado en su relación con la mismidad, cuando nos
reconocemos un "otro" para todo "otro"; y la alteridad más allá, cuando
ya no existe temor, escrúpulo o recelo de ser confundido con ese "otro",
que en determinado nivel y contexto puede llegar a ser su alter ego e,
incluso, en efecto, "el otro" mismo en fusión; esto, por supuesto,
siempre de modo casuístico, en dependencia del objeto de estudio
concreto y del sistema de principios (o los dogmas y prejuicios, según
el caso) de la mismidad, en una adecuada relación etic/emic. Como
consecuencia y tras el grado de aprehensión e interrelación, según el
caso, a la mismidad puede serle evolutivo, involutivo o simplemente,
ser, siempre de forma casuística, según el sujeto investigador, el
sujeto objeto de estudio y el aspecto concreto investigado.
Esta relación, con sus peligros y ventajas, no puede ser obviada en un
estudio como este ni tampoco en su exposición, tanto en su alcance como
en su valor metodológico, pues el propio autor e incluso el auditorio,
por lo común están implícitos directa o indirectamente en el objeto de
estudio con toda la carga de compromisos subjetivos (a favor y en
contra) que podrían afectar, sin un manejo adecuado. Sin embargo, esto
no puede ser el pretexto para desechar tan importante objeto de estudio,
sino que exige aprovechar las potencialidades tanto de la otredad como
de la mismidad, incluso de la historia de vida propia y de la polémica
con el auditorio, y sin perder la pasión que requiere la dedicación a
toda gran obra humana (dinámica etic/ emic), fundamentarla sobre la
razón intrínseca en las ciencias, que no han de subestimar la intuición.
Así, la presente investigación enfrenta y trata de vencer ese enfoque
antropológico de estudiar la otredad, a menudo con cierto carácter
peyorativo, paternalista y exotista, que ha obviado lo diverso en lo uno
y la otredad que reconocemos y con la que convivimos o más allá, la
alteridad que se integra con nosotros en comunidades urbanas,
protagonistas para la imagen y desarrollo de la cultura nacional y de
renglones sustanciales de la popular en sus diversos grados de
transculturación con la oficial y las Academias; a propósito incluimos
la opción de alteridad, que no solo reconoce al "otro" (con los diversos
grados de respeto o no que ello implique) sino que es susceptible y
capaz de integrarlo, con los distintos niveles de aceptación implícitos.
Por otra parte, tampoco ha obviado el difícil abordaje de la mismidad,
reconocido por muchos como uno de los niveles más complejos del
conocimiento, con toda la dosis de autocrítica que implica, no siempre
grata al paladar de los estudiosos (que prefieren concentrarse en aquel
"otro"), pero no menos imprescindible, por la impronta decisiva del
sujeto investigador.
Otros aspectos que complican el presente estudio son los esquemas
simplistas heredados, entremezclados a menudo con la ignorancia y raíces
regionalistas, y la falta de una promoción y educación científica al
respecto, que solo ahora parece perfilarse mediante el trabajo en y
desde las mismas comunidades a partir de las investigaciones y lo que se
ha definido en el sistema escolar como "Historia de la Localidad".
He aquí todo un potencial subvalorado y desaprovechado: infantes que
copian año tras año la misma historia de los mismos lugares y no se les
encamina a descubrir con los ancianos y otros informantes clave de su
misma cuadra, la historia y el devenir de la bodega de la esquina, de la
farmacia, de la escuela o del policlínico, de algún personaje célebre en
la comunidad, etc. Todo ello depende de la valoración o sub-valoración
que profesores y promotores, a menudo con una mismidad bien ajena del
"otro" de cada localidad (más allá incluso de cada comunidad), tengan de
"lo cotidiano local" en sí (a lo que enfrento un nuevo concepto: "la
trascendencia de lo cotidiano") y lo que se valora que debe ser
importante como objeto de estudio.
El grupo que atiende en Aldecoa la promotora natural Eva María García
Salazar se encaminó en el 2004 hacia las biografías de deportistas y
mártires de la zona, y en el 2006 presentó las biografías de animales
célebres del vecino Jardín Zoológico de La Habana, lo cual no solo
desarrolla la originalidad y creatividad de los infantes y su
inclinación por una investigación histórica que en verdad sea su obra,
sino que también aporta sustancialmente a una verdadera historia de la
localidad cada vez más genuina. Al margen de los resultados que aún
tenga este grupo, son escasos los ejemplos aportados desde este
potencial que, unido al del adulto mayor, sería un ejército que
revolucionaría cada historia local, insistencia a la que aún hoy no se
ha hallado una respuesta.
Otra complejidad para el estudio que nos ocupa es el hecho de que, a
menudo, es una calle la que se ha de tomar para definir una comunidad de
otra, por supuesto, siempre entrelazadas y enmarcadas en un espacio
físico, incluida la mucho más dinámica y fluida, pero no menos
importante población flotante, que confluye en lo que más adelante se
denominará "espacio andante", aunque no exclusiva ni mecánicamente.
Para lograr sus propósitos con un código de comunicación viable, esta
investigación estableció una definición conceptual concretada en un
glosario (Anexo 1) que, lógicamente, se adecuaría para su aplicación
práctica como instrumento operacional.
Las historias de vida trascienden la mera biografía para hurgar en el
modo de vida y pensamiento, sentimientos y sueños, ansias y fantasías,
memorias y necesidades, la más subconsciente mismidad y el alter ego de
cada sujeto con respecto a disímiles problemas que, solo en su integralidad, definían una comunidad urbana de otra, reconstruían la
memoria histórica colectiva y perfilaban una historia de vida de la
comunidad en sí misma, por lo que solo a partir de ellas pudieron
obtenerse resultados.
De todo el universo de sujetos residentes y visitantes a estas
comunidades (unos 200 000 diarios) la muestra refleja la diversidad en
el banco de problemas municipal y de las comunidades en sí, con
predominio del análisis cualitativo para el discurso antropológico,
incluido el número en tanto cualidad no menos valiosa y significativa, y
sin detenernos en los dogmas que, anticientíficamente, pretenden alejar
lo cuantitativo de lo cualitativo, y por ende, alejarnos de la realidad
práctica cotidiana.
Se combinó el método histórico-lógico para la dimensión diacrónica del
objeto de estudio luego de la retrodicción aplicada para escribir la
historia nunca antes escrita de determinados procesos etnoculturales
locales, con el método comparativo de la Antropología en la dimensión
sincrónica, y con el método analítico-sintético, la inferencia, la
deducción, la inducción, la observación antropológica y, en particular,
la observación participante y el método iconográfico para leer los
íconos y símbolos en las obras de arte y otras donde fue necesario. Se
aplicaron las técnicas del análisis bibliográfico, las guías de
observación y las entrevistas durante no menos de veinte años de
trabajo de campo, y entrevistas a profundidad para confrontar y
enriquecer los resultados, base para desarrollar luego las consiguientes
historias de vida con una muestra intencional, además de entrevistas
grupales y otros estudios paralelos en o sobre estas áreas.
Por esta metodología se obtuvieron en un estudio antropológico de caso
concreto, los resultados que se analizan a continuación y que poseen un
valor en la experiencia a generalizar, siempre casuísticamente, hacia
las más diversas comunidades cubanas y otras al margen de sus grados (o
no) de urbanización.
Un paseo al interior
Para la mejor comprensión del alcance de los resultados obtenidos en el
estudio de caso, y consecuente con la metodología propuesta, este
capítulo ha sido estructurado primero con el examen diacrónico cruzado
por cortes sincrónicos en algunos momentos históricos, y luego, se
abordan los diversos aspectos emanados de la dimensión sincrónica
contemporánea del objeto de estudio.
Dimensión diacrónica
El objeto de este análisis no es la historia en sí sino como identidad y
el método histórico ha sido fundamental para demostrar las relaciones
raigales implícitas en estas comunidades urbanas y cómo dichas
relaciones evolucionan en su devenir hasta conformar y explicar, al
menos, los elementos causales de su identidad y problemática
contemporánea, en los más variados aspectos que luego aborda el examen
sincrónico actual. Así, por ejemplo, una imagen generada de las
comunidades en estudio es su carácter "actual", "moderno",
sobredimensionado excluyentemente como carente de antigüedad, de
tradiciones y hasta de raíces e identidad, conceptos que así se
desdibujan: no hace falta demasiada profundidad en el estudio para
verificar la simplista y peligrosa tergiversación que tras estas
aseveraciones se esconde.
Si bien en esta área concreta se detectan huellas circunstanciales de la
cultura agroalfarera, esta no queda en los siglos de colonialismo sino
en la memoria histórica local.
De un primer corte sincrónico resulta que el entorno ecológico como
fuente de vida y escenario interactivo
ha trascendido más para las raíces e identidad de las comunidades
urbanas en estudio que los vestigios precolombinos, sobre los que
transculturó el conquistador para sobrevivir en este entorno y que
también se evidencian en estas comunidades (hacha de piedra pulida
perteneciente al paleolítico, descubierta en la desembocadura de La
Chorrera, en 1884, por Montané), lo que indica culturas previas a los
agroalfareros: cráneo deformado (donde hoy queda Paseo y Malecón) que
apunta a los agroalfareros aruacos que realizaban esta práctica en
reconocimiento a la caguama que consideraban su tótem.
Y más allá, se infiere que los primeros humanos que llegaron a Cuba
desde La Florida hace diez o doce milenios entraron por la costa
noroccidental cubana, que incluye el área objeto de estudio donde han
aparecido restos de la foca tropical (Monachus tropicalis) tras
la que aquellos venían; subyacen los aborígenes en el imaginario local,
sobre todo por la activa y sistemática interrelación histórica con otras
comunidades capitalinas y de toda Cuba, que también han aportado sus
respectivas raíces e imaginarios precolombinos al patrimonio cultural
local, así como por la importante imagen generada por artistas e
intelectuales que tanto identifica a estas comunidades y que han asumido
esta temática como motivo de inspiración e, incluso, técnicas a
trasmitir a las nuevas generaciones y otros aprendices, por lo que
también es fuente no obviable de conformación e identidad cultural
local.
El núcleo colonial que dio origen a las dos comunidades urbanas más
antiguas en el municipio (Puentes Grandes y La Chorrera) antecedió
incluso desde el bojeo de 1509 a 1511 al poblamiento en la bahía norteña
de la villa de San Cristóbal de La Habana hoy La Habana Vieja, que como
Pueblo Viejo reconocía desde 1519 este primer asentamiento a orillas del
río llamado hoy Almendares.
Un corte sincrónico en estos siglos XVI y XVII nos mostraría colonos
oscuros y sin fortuna sobre todo del sur español: canarios, andaluces,
criptojudíos y moriscos, pero también castellanos e, incluso, alguno que
otro del norte español y negros del África subsaharana y del propio
"curro" peninsular, de impronta innegable, pero nunca exclusiva.
No olvidemos que en Puentes Grandes tuvo hacienda el mismo Diego
Velázquez en 1518; se señala el paso del padre dominico sevillano
Bartolomé de las Casas y existen noticias de que entre 1517 y 1519 de la
desembocadura del río zarpó hacia México con 500 soldados, cien
marineros y 16 caballos, el extremeño Hernán Cortés.
Entre 1551 y 1561 cobran identidad las cuevas de Oliver (luego Taganana,
donde a finales del siglo XVIII se instaló la batería de Santa Clara,
por la altura, y desde 1930, el hotel Nacional) para "conucos e aves",
cabras y puercos con una salina hacia La Chorrera, gérmenes de la calle
Línea y de la actual Calzada (de los Arcabuceros). También obtienen
estancia para hatos y conucos, aves, ganado menor y frutales hacia La
Chorrera, Mani Congo, el negro horro Juan Gallego (1571) y el moreno
horro Hernando Salazar (1578).
Ya en 1565 —a consecuencia del saqueo de La Habana por el pirata francés
Jacques de Sores, que en 1555 había entrado ayudado por un portugués,
quien antes había estado en la ciudad con los restantes peninsulares y
conocía el terreno—, se evidencia la huella integrada de otras culturas
europeas, así como la impronta del entorno ecológico, pues queda
prohibido o vedado talar el bosque de La Habana para evitar que por ahí
entraran corsarios y piratas y se interrelacionan la cultura popular y
la oficial (nombre popular inspirado en la referida prohibición,
promulgada por Real Ordenanza del Cabildo de La Habana) en solo seis
letras tradicionales y harto representativas que llaman al monte Vedado.
Agréguese la huella italiana en el torreón de La Chorrera (1638) y aun
antes, en la Zanja Real (1544-1592),
de la que derivan no pocos topónimos, comunidades locales y otras
identidades para toda La Habana hasta 1837, cuando la sustituye el
acueducto de Fernando VII y a este, a su vez, en 1856, el acueducto de
Albear, desde el Cerro, al sur inmediato.
He aquí embriones en la etnogénesis de estas comunidades a la
actualidad, que continuarán enriqueciéndose: en 1598 por la Zanja Real,
despegó la industria azucarera con esclavos facilitados por los
portugueses,
todo lo cual cimentaría aún más el alto valor de estas comunidades
antaño.
Eran inevitables las raíces grecolatinas y el esqueleto judeocristiano
de la cultura occidental que, a la sazón, se imponía en aquella Cuba,
como base esencial para la ulterior conformación de la cultura cubana; y
ya en el siglo XVII Puentes Grandes se reconocía situado en el valle que
el pueblo llamaba de San Jerónimo,
quien devenía santo patrono puentegrandino hasta hoy, lo que se puede
explicar por la gran riqueza de la flora local y la medicina verde (sin
duda, rasgo de sabiduría, sobre todo en aquel contexto) que ya el médico
sevillano Diego Álvarez Chanca, del brazo de Colón y por enseñanza
precolombina, describía en nuestra flora.
La higiene y salubridad afaman al río desde 1610, al curar allí de gota
el obispo de Armendáriz, y de nuevo se cruzan leyendas y mitos de la
cultura popular para otro tradicional topónimo de identidad local:
Almendares.
La economía fundamentalmente agrícola
y ganadera, tras agotar la búsqueda de metales preciosos, incluyó el
comercio de flotas y el contrabando, primer comercio clandestino local;
aquí florecía ya el vecindario de La Playa cuyo camino, dada la costa,
heredó el nombre de Camino de la Playa (o Calzada de los Arcabuceros),
hoy calle Calzada.
Aún del siglo XVII es el Factor,
y otras dos comunidades datan de mediados del siglo XVIII en el actual
centro territorial, absolutamente vigentes con sus grandes cambios en el
tiempo: primero el reparto San Antonio Chiquito,
y luego, el reparto del Príncipe.
Ya para la primera mitad del siglo XIX, durante el despegue económico de
la colonia cubana y la formación de nuestra nacionalidad, el panorama
comunitario en este territorio es complejo y diverso.
Los esclavos negros (de diversas culturas africanas) se implicaban en
ingenios azucareros como los citados, aunque también en otras labores
agrícolas, ganaderas y de extracción de maderas, así como domésticas y
en los molinos de tabaco rapé, sobre todo en los Puentes, continuamente
necesitados de reparación por las crecidas del río. Los cadáveres de los
negros bozales inauguran el cementerio de El Pudridero hacia la costa
entonces abandonada del actual parque Martí, donde también se refiere la
presencia de chinos (tal vez filipinos y yucatecos), y el cambio de su
nombre a Cementerio de los Ingleses primero y de los Americanos después
hasta 1847, indica el cambio étnico y en la correlación de fuerzas...
todos ellos marginados en aquella colonia, unos más que otros.
Había otro barracón de colonos asiáticos hacia La Chorrera, y los
antecedentes coloniales del barrio La Pera se dan por el cementerio de
La Requena (1833), en tierras de Catalina Requena, y el ulterior club
Almendares, frente a la Quinta de los Molinos (1837), que a su vez
deviene primer punto de atracción para la población flotante (sobre todo
con objetivos recreativos) en el territorio en cuestión, cuando el
camino de San Antonio Chiquito —transformado en Camino Militar por el
Castillo del Príncipe— era ahora el Paseo de Tacón o Alameda de Carlos
?, con el Jardín Botánico más antiguo que queda en Cuba (1837, heredó
plantas que desenraizó de su antecesor, el de la Sociedad Económica de
Amigos del País, que desde 1817 radicaba en el actual Parque de La
Fraternidad, hoy municipio Centro Habana). Además de esclavos, aquí
trabajaron presos comunes y políticos del Castillo del Príncipe, a cuyas
plantas se extendía; cimarrones del depósito, emancipados, y como
capataces, oficiales del Cuerpo de Ingenieros.
Algo más al sur se desecaron terrenos afectados por la Zanja para el
primer paradero del primer ferrocarril cubano (1837, influencia
inglesa), pero popularmente conserva su nombre de Paradero Ferroviario
de La Ciénaga. Habría aquí otro germen comunitario en torno a tal sector
obrero, y no es casual que en su banda occidental hacia el floreciente
Puentes Grandes, en 1865, el catalán Zoilo Aldecoa (apellido de
ascendencia vasca) fundara el reparto que aún hoy conserva su apellido y
su casco histórico en las popularmente conocidas "casitas de los
catalanes", y donde al sur insalubre, poco después, se agregaría una
breve comunidad china, de la que todavía quedan descendientes. La prensa
reflejaba el apogeo del territorio con importantes nombres vinculados a
la publicación El Almendares (1852-1853, y 1881-1883), río al que
además, el músico Ignacio Cervantes dedicó una danza y Martí mencionó,
iniciándose la bella tradición de reverenciarlo, que llega hasta la
actualidad.
En 1858, en estas áreas se hallaban (Pezuela, 1866):
1. Las casitas de la estancia de Bongo y
Gavilán, a orillas del río (pescadores y boteros) y a 600 metros de la
desembocadura. El caserío de Gavilán no pasaba de 248 personas.
2. La Chorrera era entonces un pequeño pueblo o aldea marítima a la
derecha de la desembocadura del río, con unas 30 viviendas, la mayoría
de embarrado y guano, y las restantes, de tablas; entre ellas había
algunos barracones para colonos asiáticos, quizás ya chinos y no
necesariamente los filipinos ni yucatecos que les precedieron y con los
que coexistieron en Cuba. Se impone al precedente caserío La Chorrera
que contaba con tres viviendas de mampostería, al unirse con su
población que pertenecía a la jurisdicción de La Habana.
3. El caserío de La Playa al norte de La Chorrera, donde al avanzar el
siglo XX estuvo el Balneario Municipal (antecedió al actual Centro
Deportivo-Recreativo "Camilo Cienfuegos") y con La Chorrera sumaban 239
habitantes "de toda clase y sexo", sin incluir el destacamento que
guarnecía el torreón.
4. El Carmelo, a medio camino entre San Antonio Chiquito y La Chorrera,
no llegaba a cien habitantes.
5. El Vedado era aún un caserío sobre la costa acantilada en el norte
costero y sus alrededores, sin vecindario fijo, escaso, hasta entonces
compuesto de chozas donde los peones de las canteras guardaban sus
instrumentos y descansaban.
6. El reparto San Antonio Chiquito, cuyo este colindaba con el del
Príncipe, parte del cual lo consideraba la división urbana de entonces,
y contaba con 110 viviendas que no formaban calles regulares, pero sí
tenía casas de excelente construcción como la quinta de recreo de los
capitanes generales.
7. La zona de la ciénaga había sido desecada con lo que se benefició el
tráfico ferroviario que atravesaba el lugar; el caserío del paradero de
La Ciénaga era de primera clase dentro del distrito de La Habana.
8. Al extremo sur, Puentes Grandes era distrito de segunda clase,
incluía los pueblos de Mordazo y Puentes Grandes, se extendía por el
norte hasta la costa e incluía los caseríos de El Carmelo, Vedado y San
Antonio Chiquito, y la aldea de La Chorrera.
Son estas las raíces de las comunidades
urbanas objeto de estudio.
Las viviendas y barracones aquí existentes abrían un abanico
arquitectónico para la gran variedad de clases y sectores sociales de
estos pobladores primitivos y primeros "criollos" del territorio,
todos ellos de muy variada procedencia étnica y génesis indiscutible de
tradiciones.
Hasta entonces, el esplendor comunitario local irradiaba del sur al
centro
con excepción de La Chorrera en la desembocadura del río. Pero ya en la
segunda mitad del siglo XIX dio un vuelco hacia la costa norteña al
parcelarse El Carmelo (1859) y el Vedado (1860), en paulatino proceso de
detrimento del sur.
Es preciso definir como un segundo momento conclusivo en este análisis
diacrónico, el origen no urbano de estas comunidades, hoy tan típicas de
la urbe cubana: raíces rurales
pero también de pueblos pescadores,
y en torno a instituciones de alta identidad urbana como puntos de
referencia, clave en las comunicaciones,
que indican los cascos históricos de sus respectivas comunidades.
El Carmelo y el Vedado cambiaron las migraciones del sur al norte
costero
y aportan la jardinería con el sistema de parques y parterries al
urbanismo cubano,
cada vez más distantes de la hispanidad colonial para lo que bebían de
otras culturas no hispanas, sobre todo las más florecientes en aquel
mundo al que alcanzaba la cultura cubana aún colonial, pero ya por una
nueva identidad nacional: las calles debían tener la amplitud necesaria,
al menos 16 metros de ancho y para el caso de las avenidas, entre 36 y
56 metros; las aceras amplias, plantadas de césped y preparadas para el
arbolado, delinearon parques y plazas que ofrecían la sensación de
amplitud y belleza. Cada solar destinado a la fabricación, debía tener
al menos 13,06 metros de frente y 50 de fondo, y en cada una de esas
parcelas solo debía construirse una casa, la cual debía tener jardines
al frente, costados y al fondo, o sea, "pulmones".
Contaban con los materiales de construcción procedentes de sus propias y
múltiples canteras, caleras y yeseras, que por siglos fueron fuente de
materia prima para la construcción, y se planearon incluso atravesadas
por los tranvías de antaño. Si La Habana se desarrolló urbanísticamente
a partir de la plaza y con la Ilustración de finales del siglo XVIII
continuó con la alameda, El Carmelo y el Vedado desde sus concepciones
urbanísticas, combinaron parques y arterias de comunicación y
alcanzarían fama mundial de higiene, salubridad y modernidad por la
coherencia entre el entorno ecológico y la depredadora civilización,
mientras París y Londres huían de la ciudad contaminada. Todo ello
tendría un fuerte impacto no solo interno, sino también en las
comunidades de las inmediaciones y mucho más allá.
Es el sistema que reproduce la necrópolis Cristóbal Colón (1871,
antecedido en 1865 por el cementerio San Antonio Chiquito sobre tierras
de La Julia o La Portuguesa) al concebir sus puertas hacia el pujante
Carmelo, cuyo desarrollo no previó la futura comunión y generó las
diagonales y cuchillos que identifican la comunidad de 12 y 23 y la del
cementerio de Colón. El apogeo económico inicial de El Carmelo se
verifica a pesar de las guerras, cuando, durante su ausencia, a los
Frías Jacott,
en 1873, el gobierno les embarga sus inmuebles y se inventarían 300
solares en el Vedado, y otros 1 139 en El Carmelo, además de fábricas,
hornos, pozos... Por entonces el Cerro y Puentes Grandes quedaban
desplazados y comenzaba a quedar atrás su prometedor futuro.
Al norte costero, por su inmediatez, casi se confundirían como
extensiones unos de otros, el barrio de los Baños del Vedado a partir de
los célebres baños de mar (1864) que se consolidaría hacia 1915 con el
parque Villalón —también conocido como parque de Neptuno o Gonzalo de
Quesada—; y sobre todo el reparto Medina (1883) al sur del Vedado, y el
reparto Trotcha (1886) al norte de El Carmelo, cada uno con su propia
sociedad cultural (la del reparto Príncipe llegaría a comulgar con la de
Medina en 21 y G) y tal pujanza multiplicaba el florecimiento de antaño,
sobre todo de El Carmelo, que había logrado su propia publicación: El
Porvenir del Carmelo (1860-1861), asistida por altos intelectuales
de aquella Cuba. En 1892 se completó el casco histórico del Vedado entre
A y E, y de Línea a 15, con su sociedad cultural y su parroquia, y se
fortaleció aún más en la siguiente década con los cines silentes Vedado,
Trianón y Olimpic.
Todo ello acunaba diversas raíces: así, por ejemplo, los catalanes y su
gran influencia francesa identificaban el Trotcha al norte, pero también
la Ermita de los Catalanes más al centro, entre 1888 y 1953, cuando fue
trasladada hacia río Cristal (donde aún se conserva por Boyeros para
ceder terreno aquí a la Plaza Cívica "José Martí", actual Plaza de la
Revolución) con las romerías a su santa patrona, la virgen de Montserrat
(también conocida como la Rosa de Abril o la Moreneta, que explica más
que en otras festividades hispanas, la inclusión de negros y mestizos) y
cabalgatas en toda una comunidad que incluía el hotel Oriente de
Montserrat, donde se comía la escudilla típica catalana. Entonces y
hasta hoy, el paisaje y la vida local han inspirado a artistas de todas
las esferas, como el pintor santaclareño Esteban Domenech, descendiente
de catalanes, que pintó dicha ermita, tradición local que ya en el XIX
impulsaba el matancero Esteban Chartrand al pintar el torreón de La
Chorrera, y luego, en 1886, el santiaguero Guillermo Collazo con "La
Siesta", en casa costera local.
La calle Línea, cuyos ancestros vimos con La Chorrera, se estimaba en
1857 como segunda calle extramuros, para nuevas polémicas, aunque sí es
innegable su trascendencia para toda la ciudad y desde entonces, su
condición como vía rápida de comunicación.
El nombre "Carmelo" proviene del bíblico monte Carmelo, con la virgen
del Carmen como santa patrona local.
En los censos de 1861 y 1865, se llamaba El Carmelo a un moderno caserío
perteneciente al partido de Puentes Grandes con escaso vecindario de
"toda edad, sexo y color", aunque recién se había parcelado el proyecto
urbanístico Estancia de El Carmelo (Izquierdo, 1972).
Desde la década del sesenta de siglo XIX se apreciaban señales de vida
"social" en El Carmelo por su mayor proximidad al río y al bosque: se
iniciaban y promovían actividades en los salones de una instalación
llamada "El Carmelo" con bailes y juegos de salón y carreras de
caballos en áreas abiertas; se alquilaban botes para pasear por el
entonces limpio y bello río Almendares, con hermosos alrededores
boscosos que ya depredaban al cazar aves, algunas de precioso canto, que
enriquecían el lugar y que ellos mismos exterminaron, con lo que
destruyeron uno de sus más valiosos atractivos. Disfrutaban además de
excelentes comidas y frescos baños de mar, y cerca del tranvía, se
celebraban misas dominicales.
Tal caserío inicial de El Carmelo, se situaba en la orilla derecha del
río hacia el sur y no lejos del caserío La Chorrera; sus primeras
construcciones fueron extendiéndose hacia el este y se levantaron en la
zona "casas de segunda clase" prefabricadas para el campo o alrededores
de las poblaciones con cubiertas de hierro corrugado y el interior de
planchas o tablas fibrosas sin cimientos de piedras o ladrillos, que más
tarde serían sustituidas por otras más duraderas, algunas de las cuales
aún se conservan.
Por su parte, la finca del conde de Pozos Dulces en el Vedado contaba
con 29 manzanas entre G y los antiguos terrenos de El Carmelo (o sea, la
actual calle Paseo)
y entre la costa y la calle 15. Pero su urbanización y poblamiento no
cobró fuerzas sino durante la Tregua Fecunda (1878-1895) en torno a
Línea y sus paralelas inmediatas, retardados primero por la crisis
económica que hizo quebrar el proyecto de venta de lotes, y después por
la guerra independentista de 1895-1898.
Se sembraba mientras el germen para nuevas tradiciones y comunidades
urbanas que continuarían su desarrollo en el siglo XX: la inflexibilidad
de las vías férreas o "caminos de hierro" como comunicación, provocaría
la forma de cuña de varias manzanas en ligero detrimento de su
cuadrícula regular perfecta.
En 1883 con el reparto Medina nació la avenida Medina (actual calle 23,
al inicio solo entre D y G, con antecedentes en 1863) reforzada hasta
1954 y con antecedentes desde 1868, por el hospital Nuestra Señora de
las Mercedes, conocido popularmente como "Reina Mercedes", concebido
para 300 camas, sustentado por capitales cubanos y con el fin de atender
a los cubanos durante pleno colonialismo español, que marcó desde
entonces y hacia aquí (hoy L y 23) la extensión de Medina, hoy barrio
del Coppelia por la heladería homónima desde 1966 (entre 1954 y 1966 se
sucedieron aquí un proyecto de hospital y otro de rascacielos, el
Pabellón de Turismo y el centro recreativo "Nocturnal", signos de
identidad e imagen tradicional local) que ha retomado el bastión de
identidad comunitaria.
En 1895 existía el hospital Aldecoa, al sur y con capacidad para 160
pacientes. También estaba la casa de salud "La Integridad" en el barrio
de El Capricho, en las faldas del Castillo del Príncipe, y en la costa
norte, un asilo para niños en Calzada no. 64, con capacidad para 60
pacientes. En 1896 un nuevo hospital se levantó hacia el centro, entre
el Castillo del Príncipe y la Pirotecnia Militar,
para satisfacer las necesidades del Ejército de Operaciones español
frente a la guerra y las enfermedades: el "Alfonso XIII", hoy "Calixto
García", para 2 000 pacientes, en torno al cual surgiría una comunidad
urbana propia, como casco histórico local. Mientras tanto, Valeriano
Weyler levantaba en 1896 unas casitas insalubres para los
reconcentrados, en calle I entre 21 y 23, aledañas al "Reina Mercedes",
y tres baterías militares renovarían nuestra costa, sin mayor incidencia
urbana actual.
Por su parte, los baños "El Progreso del Vedado" datan de 1864; dieron
el nombre popular de Baños a la calle E (que en principio devino casco
histórico para su propio barrio de los Baños del Vedado hacia Calzada y
C, en 1915, con el parque; pero cuya fuerza determinaría naturalmente el
límite oriental del casco histórico del Vedado al sur) y se extendieron
de inmediato a Las Delicias, en calle D, para una cultura de playas que
pulularía por toda la costa hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando
la contaminación forzó la asunción de nuevas actitudes. Diversas pocetas
privadas hasta el Balneario Municipal con su espacio para negros en "El
Océano", identificaron, cada una con su propia cultura, estas costas
durante el siglo XX.
La tradición de nobles (a menudo con títulos comprados en España) y los
escudos de familias, de impacto urbano al exteriorizarse en sus
mansiones, han marcado la identidad urbana local, mientras muchas otras
instalaciones no trascendían.
De aquellas counidades urbanas han quedado casas quintas coloniales y
republicanas de gran valor en muchos sentidos;
muchas han degenerado con el tiempo como casas de inquilinato, al son de
sus respectivas comunidades.
De las luchas religiosas, étnicas y políticas, en la necrópolis
Cristóbal Colón emerge el cementerio bautista (1887) en tierras del
marqués Las Torres, y el cementerio chino (1893, continuidad de la calle
Zapata), cada uno, microuniverso de identidad cultural integral con sus
propios aportes y casco histórico de sus respectivas comunidades urbanas
al ulterior Nuevo Vedado. También la necrópolis Cristóbal Colón definía
la calle Zapata en el recorrido de los carros mortuorios, de donde nace
en Zapata y A un barrio marginado emblemático, aún existente: Pan con
Timba o La Timba —voz que, según la tradición local, lega la traba
fonética norteamericana para decir "guayaba", sustituida por "timba"
debido a la marca Timber en los vagones ferroviarios ingleses que la
transportaban.
A finales del siglo XIX la orden de los carmelitas, que entraría
oficialmente en Cuba tras sus fieles, se ubicó en estas costas hacia La
Chorrera, donde promovían su barriada de El Carmelo y colaboraron en los
experimentos del doctor Carlos Juan Finlay acerca del mosquito Aedes
aegypti.
La Sociedad Anónima de Instrucción y Recreo del Vedado (1890-1907)
languidecería finalmente ante los nuevos ricos, no sin aportar numerosos
valores patrimoniales de todo tipo, como las primeras comparsas locales
y otras festividades, prestigiosas personalidades, educación y progreso
comunitarios, el "vedadismo" y el Lawn Tennis
con gran aceptación femenina y fortaleció relaciones con otras
sociedades en varios lugares del país. Toda nuestra cultura (artes,
deportes, juegos, religiosidad...) se alejaba cada vez más de la
hispanidad colonial y asimilaba rasgos no hispánicos, cuyos extremos
peligrosos solo los divisaban los más preclaros, como José Martí.
El vedadismo era, ante todo, la imagen del comportamiento con que
entonces se comenzó a distinguir la comunidad, caracterizado por la
elegancia, el buen gusto, la honestidad, la caballerosidad, el
virtuosismo deportivo, el entusiasmo solidario, una inquieta e intensa
vida cultural y una ética de orgulloso sentimiento de pertenencia local.
Ciertamente, desde el Vedado Tennis Club, las mujeres vedadistas fueron
determinantes en la conformación, impulso y promoción de esta imagen y
este deporte en Cuba. Por ello, no es de extrañar la avanzada femenina
ulterior en la cultura local. "Ser del Vedado" implicó, desde entonces,
una imagen de distinción y elegancia, incluso para los más humildes y
para todos los biotipos humanos, y "estudiar en el pre"
(preuniversitario) del Vedado (antes Instituto de Segunda Enseñanza)
significaba lo mismo entre los jóvenes, lo que transculturaría a una
nueva identidad aún más "chic" en los chicos de Nuevo Vedado (su solo
nombre indica su vocación de modernidad) en particular su escuela, hoy
José Luis Arruñada, surgida con intenciones de ser convertida en
universidad.
Concluida la gesta de 1898, regresaron los exiliados: oficiales mambises
(aunque no solo ellos) de todo el país y extracción social generaron los
clásicos "generales y doctores", al levantar en esta atractiva costa sus
residencias familiares, muchas de las cuales devinieron casas de
inquilinato de otros sectores sociales menos favorecidos económica y
socialmente al avanzar el siglo XX,
con sus correspondientes afectaciones arquitectónicas y ambientales,
incluso a escala urbana, de una comunidad esencial y sensiblemente
cambiante al convertirse en atracción nacional e internacional. También
abundaban los solares desde finales del siglo XX en el Vedado y, sobre
todo, en El Carmelo,
siempre habitados por los más desfavorecidos de toda raza, lo cual, sin
embargo, nunca fue incorporado a la imagen local difundida hasta la
actualidad y, por ende, no minimizó el tradicional sueño de "vivir en el
Vedado", cuyo santo patrono es el Sagrado Corazón del Vedado, con la
fiesta tradicional del Corpus Christi.
Mientras los más pudientes se ubicaban en la costa, los obreros, por lo
general tabaqueros, importaron del exilio el nombre de Cayo Hueso para
el barrio centrohabanero, que en 1898 se extendía allende Infanta en el
pasaje H. Upmann como casco histórico local y donde la Universidad
reinaría desde 1902 para identificarlo con sus casas estudiantiles y su
población flotante consecuente, entre Infanta y la Universidad y desde
San Lázaro a la Quinta de los Molinos.
Al sur inmediato se definía el barrio de La Pera en torno a un parque
que, según la sabiduría popular, tenía la forma irregular de esta fruta
europea, forma que, en efecto, copiaba a escala urbana, y que durante la
Guerra de Corea (1950-1953) devendría almacén de películas hasta hoy,
por lo que en el argot cinematográfico se le llama La Corea: otros dos
ejemplos de identidad comunitaria desde imaginarios diversos a un mismo
barrio, uno de ellos según el urbanismo.
El sur reforzó al obrero en Puentes Grandes, donde se ubicaron la
Papelera Cubana, los talleres ferroviarios de La Ciénaga y las
cervecerías La Polar y La Tropical, así como la fábrica de toallas Telva
(hoy "Quintín Bandera"), la torrefactora de café Pilón, almacenes y,
después del triunfo de la Revolución, unidades militares en el bosque
local, donde tras las tradicionales romerías, tertulias de los Borrero y
bailables de La Tropical, se dañó continuamente el río y dio pie a la
definición de vías rápidas de comunicación hacia el oeste (hoy,
municipios de Playa y Marianao) y hacia el sur y sureste al Cerro y la
avenida de Rancho Boyeros, hasta el aeropuerto "José Martí".
En la parroquia de San Jerónimo de Puentes Grandes, una de las primeras
iglesias extramuros, desde 1918 subsiste la fiesta patronal más allá de
la religión —lúdica, culinaria, deportiva (fútbol, incluso femenino y
pionero nacional)—, a pesar de limitarse la procesión desde 1959; en
este caso singular, si algún cura se negaba, los revolucionarios locales
amantes de esta fiesta la sacaban "a punta de pistola" para festejar el
triunfo; esta fiesta se ha revitalizado desde 1991.
El valor de estas comunidades como vía de comunicación allende el río y
su consecuente población flotante
se refuerza con el puente que hasta aquí extiende 23, en 1909, y en
menos de medio siglo, con los túneles de Línea y de Calzada, al ritmo
del esplendor de Miramar. En la costa, el Vedado Yatch Tennis Club
continuaba reforzando el concepto de "vedadismo" con digno y elegante
sentido de pertenencia, más allá de sus aportes al deporte cubano y a
otras esferas de la cultura y hasta comparsas de sus raíces rurales y
étnicas o de su moderna universalidad,
y entre 1918 y 1922 "gana" o "roba", rigurosamente ocupa, terrenos
pertenecientes al mar.
En realidad requerían de la ampliación para un mayor desarrollo, pero
propició que se convirtiera en una de las zonas más afectadas por las
penetraciones con que el mar reclama sus antiguos dominios en el Malecón
habanero.
Un ejemplo es el estado actual del señorial inmueble que hoy ocupa el
círculo social obrero "José Antonio Echeverría", cuyo deterioro por las
inundaciones, aunque recientemente restaurado, lo convirtió para el
imaginario popular en un "elefante blanco dormido".
Mientras avanzaba el siglo XX, se arruinaban muchos opulentos y cada vez
más sus mansiones no eran compradas por otros adinerados, sino que, al
disminuir el encanto de lo "privativo" en el Vedado y El Carmelo según
las exigencias de los "nuevos ricos", comenzaban a ser arrendadas a
sectores menos holgados, y determinadas áreas de estos barrios se
concibieron arquitectónicamente para una clase media de todas las
regiones del país, ansiosa de "vivir en el Vedado", sueño
tradicionalmente vigente a lo largo del siglo. Tal sector social aupó en
estas comunidades, sobre todo en la Extensión del Carmelo, las llamadas
"iglesias nuevas cristianas".
Muchas construcciones otrora lujosas devinieron casas de inquilinato y
genuinas cuarterías, con toda su impronta económica y cultural.
Así se pierde hasta hoy patrimonio local
que no recibe a tiempo la necesaria atención; surgen supermercados,
que completan un sistema con las bodegas, puestos, fondas, ferreterías y
comercios similares, situados en numerosas esquinas para satisfacer las
necesidades elementales de los más humildes; pululan órdenes católicas
con sus escuelas de disímiles impactos urbanos.
De 1918 data el último plano de urbanización, y uno de los de mayor
extensión en el actual municipio, que ampliaba El Carmelo al oeste por
el reparto (de Josefina) Rebollo, y Medina y el Vedado al este, hacia la
futura Rampa. A la sazón, la calle 17 sustituía definitivamente a Línea
como la principal arteria de vida social con su propio tranvía
eléctrico, y la calle 12 contaba con el suyo para el auge que iba
cobrando entre el Vedado Tennis Club, al norte, y la entrada del
cementerio al sur, zona generadora a su vez de la comunidad en torno a
12 y 23, adonde se encaminaban seguidos por los chinos, los otrora
elitistas de San Antonio Chiquito
(que no se resignaban a perder su distinción), para sacar partido de los
negocios fúnebres y la vida comercial local. La calle 17 fue desplazada
definitivamente por 23 desde 1947, cuando se construyó el complejo
polifuncional Radiocentro en L y "rampear" hasta y desde la costa por
23, pasó a ser un verbo de moda, atraídos por el cabaré Montmartre, los
hoteles, una singular concentración de atracciones de todo tipo y el
fresco mar.
La población flotante no era del agrado de
los más acaudalados, por lo que estos se extendieron primero al este
para originar la Rampa, y luego dejan en estas barriadas costeras y,
sobre todo en la Rampa, sus intereses económicos en el turismo y el
comercio, para apartarse al suroeste: hacia Nuevo Vedado.
La Pelusa era el barrio marginado más famoso de entonces, según ha
quedado en la memoria histórica local; estaba ubicado entre el Castillo
del Príncipe y la Ermita de los Catalanes, con gente de cualquier color
de piel y una cultura popular muy propia, que se concretó en exponentes
como la comparsa de Los embajadores, que emparentaría al oriente con Los
mosqueteros del rey, de La Pera, y al occidente con Los payasos, de La
Timba, para preceder a Los cocineros del Vedado, como genuina
representación de lo más popular entre sus opulentos vecinos norteños,
quienes desde 1939, cuando el primer Zoológico cubano limitó Aldecoa,
conformaron a ambos lados de la avenida 26 el residencial Nuevo Vedado,
donde conservarían distancia de los menos afortunados hasta que
volvieran a emigrar allende el río y desde 1959, allende el mar.
Solo que este Nuevo Vedado pujante también nació con un barrio marginado
sobre parte del cementerio bautista: La Dionisia (1939), generado a
partir de las bodegas de hispanos, seguidos por anglocaribeños de
quienes, como siempre, la elite vecina aprovecharía el servicio
doméstico: lavandería, tintorería, limpiabotas y otros.
Al ser desalojados La Pelusa y la Ermita de los Catalanes, el barrio de
La Timba se extendió sobre el hasta entonces exclusivo y elitista San
Antonio Chiquito. Se construyó allí en 1953 la Plaza Cívica "José
Martí", añorado homenaje al Maestro en el centenario de su natalicio,
que, en realidad, merecía mayor justicia. En 1961 adquirió el nombre de
Plaza de la Revolución, nombre que junto con el de Príncipe, Rampa,
Vedado y (parte del) Cerro, eran algunos de los regionales que se
reorganizaron con la división político-administrativa de 1976 en el
actual municipio Plaza de la Revolución. De la nomenclatura oficial, en
1963 desapareció el tradicional topónimo Medina (sin embargo, vigente en
su comunidad), uno de los tres (los otros eran Vedado y Príncipe)
reconocidos por la cultura oficial desde el siglo XIX y durante toda la
República, de la tan rica diversidad comunitaria que hemos podido
constatar en esta dimensión diacrónica, lo cual ha atentado contra tan
vasto patrimonio local.
Paralelamente, a lo largo del siglo, el norte costero se multiplicaba
como punto de interés para artistas e intelectuales y del movimiento
asociativo cubano, con su gran diversidad implícita, atraídos por la
acelerada concentración de centros de todo tipo, excepto de tiendas por
departamentos, que mantenían su sede principal en Centro Habana.
Se destacaron sociedades culturales como Pro Arte Musical (la más
tradicional) y Nuestro Tiempo, acusadas de elitistas, pero con aportes
revolucionadores innegables a la cultura cubana. En estas comunidades al
menos, las funciones de tal elite no daban abasto para el público de
toda extracción social, que, de una u otra forma y en una u otra
condición, admiraba ansioso estas funciones y, tal vez a mayor
distancia, aplaudía las retretas en los parques.
Los cambios revolucionarios, más allá de la división
político-administrativa, que tampoco todos los sectores reconocen igual,
implicaron tal inmigración nacional (Guanche, 1996) que surgieron zonas
insalubres como el callejón de Colón y se redefinió El Fanguito (de la
marginación a una insalubridad atendida), además de producirse otras
afectaciones de inmuebles y urbanas en general.
Así hemos descubierto, con cortes sincrónicos y combinando el método
comparativo con el histórico-lógico luego de la retrodicción, las raíces
y el devenir de las comunidades urbanas objeto de estudio. Apreciamos
como un tercer y último momento conclusivo derivado de este análisis
diacrónico, que las raíces rurales, pesqueras y otras no urbanas,
señaladas antes no han dejado de incidir en estas comunidades según cada
momento y contexto, bien sea a través de los medios de comunicación
masiva o por las constantes migraciones, así como en consecuencia, la
universalidad y nacionalidad integral tradicional de la población local.
Se puede, por tanto, establecer una dinámica rural-suburbano-urbana, que
más que implicar gradientes, pulse la verdadera esencia de la cultura en
una comunidad metropolitana, y prepare el camino para un análisis
sincrónico contemporáneo de rigor.
Dimensión sincrónica contemporánea
Dada la complejidad de un riguroso análisis de la dimensión sincrónica
del fenómeno en estudio, es menester subdividirlo en aspectos concretos
que nos permitan dirigir la línea lógica de la exposición, a fin de no
perder claridad para un momento tan importante como el que nos ocupa y
que exige un profundo análisis crítico actual.
Dinámica poblacional comunitaria actual
Como se deriva del análisis de la dimensión diacrónica, la dinámica
poblacional cuenta con varias aristas de alta complejidad en comunidades
metropolitanas como las que estamos estudiando a partir de los más
elementales intereses e identidad económica. Como es usual, el análisis
económico apunta a sus raíces y centra la esencia cultural: enfaticemos
la condición histórica de este territorio como vía de tránsito
(servicios, en general) y atracción recreativa. Por las diferencias
económicas, de nivel social e imagen pública, se generan diferencias
psicosociales (por ejemplo, por sectores), con su correspondiente
impacto urbano, sobre todo, desde que tras el decreto ley de 1993 y de
forma distintiva por momentos, la divisa, regularmente de difícil y
escaso acceso, ha pasado a ser protagonista vital para el sostenimiento
familiar.
A pesar de las regulaciones estatales, el acceso a trabajos codiciados
—como el turismo, por el acceso a la divisa— o donde existen opciones
para viajar a otros países se afecta por las relaciones personales y
criterios de confiabilidad: en consecuencia, no siempre son los más
preparados para tales funciones quienes las ejercen, y suelen ser
quienes se proyectan más allá de la autoridad por el cargo, a partir
fundamental (y en ocasiones, exclusivamente) de una mejor retribución
económica... Así se ha generado una suerte de "nuevos ricos" que, por
supuesto, en realidad no lo son, sino por la presencia de estos
elementos psicológicos y determinada coyuntura ocasional, y en efecto,
mayor acceso a determinados bienes materiales y de consumo siempre
disímil y relativo, y diferentemente asumido: no todos los que por
diversos motivos disfrutan de algunas de estas ventajas, asumen estas
actitudes de menospreciar por ello al otro, intentando mantener aires de
superioridad y dificultándole opciones de progreso y, por tanto, de
supuesta igualdad; es a estos últimos a quienes este estudio califica
como "nuevos ricos". Se da lo que la sabiduría popular local acuña como
ley del embudo: lo ancho (todo lo mejor) para el ego, y lo estrecho
(malo) para el otro, eterna tendencia de los "nuevos ricos", vieja
contradicción entre cultura y tenencia monetaria emergente.
Esta situación se distingue especialmente en el contexto de la propiedad
social. Claro que no se limita esta problemática al sector del turismo,
y la propiedad social, por un lado, hace que muchos trabajadores no se
sientan responsables de los medios de trabajo, no los cuiden y, a
menudo, hasta los maltraten y desgasten indolente y negligentemente: es
el caso entre otros tantos, del informático que usa y abusa de la
computadora, impresora, correo, internet y otros servicios y medios
básicos de su centro de trabajo, para su uso personal y de sus afines e,
incluso, clientes clandestinos, mientras que excluye al resto del
colectivo laboral y, sobre todo, a aquellos con quienes no tiene empatía
personal o que no pueden pagarle; por otro, y aunque parezca paradójico,
una suerte de "complejo de propietario del no propietario" hace que
algún trabajador (cual si fuera otro "nuevo rico") no use, sino que
abuse de su responsabilidad y en ocasiones la emplee como chantaje, la
ostente de modo agresivo contra el derecho ajeno, simplemente como su
sistema momentáneo de acción y reacción (a veces por acciones ajenas al
contexto tanto de su vida profesional como íntima y en la imposición de
prejuicios personales, reaccionan unos contra otros): es el caso del
recepcionista o vigilante de una instalación que impide el paso bajo
cualquier pretexto a menudo burocrático o de cualquier autoridad que
abusa y pretende imponer sus propias leyes.
La transportación urbana
Este problema se acrecienta en servicios de tanto impacto urbano y
urgencia cotidiana como el transporte público, sobre todo en la capital,
por la dinámica de la vida y de la mayor y más heterogénea población,
sin obviar, por supuesto, las dificultades en el resto del país. Es el
caso del chofer del ómnibus que, arbitrariamente, niega el paso a los
usuarios sin el menor escrúpulo ni respeto o comienza la marcha mientras
aún montan, sin medir el riesgo, y que también sufre la gran diversidad
de acciones y reacciones de un público casi infinitamente variado y, a
menudo, impredecible.
Su empeoramiento en la realidad económica y social cubana es pasto fácil
para carteristas y roces personales impuestos e indeseados,
intencionales o accidentales, hasta agresiones verbales y físicas dentro
del ómnibus, que más que en otros contextos tiene perjuicios colectivos,
y surgen nuevas problemáticas a partir de soluciones como la de los
"amarillos" (hoy "azules", según el color del uniforme de estos
inspectores del transporte), de los cuales (con desiguales actitudes
ante tan importante función social) muchos choferes pretenden burlarse
de disímiles maneras y otros se rebelan, porque afirman que no deben ser
reclamados por inspectores para "dar botella" a quien lo necesite pues
si lo hacen es por propia voluntad, lo cual casi nunca es cierto.
Existen conductores de ómnibus que, supuestamente en busca de rapidez,
de forma mecánica, en vez de entregar los comprobantes de pago como se
establece y ellos mismos deben exigir, los tiran (casi siempre al piso),
mala educación contaminante e irrespetuosa, aprovechable (consciente o
inconscientemente) para quedarse con una parte de la recaudación,
mientras otros se esfuerzan por mantener el orden y viabilizar el viaje
para todos, aunque, en general, hay mucha indiferencia, a veces por
cobardía y "no buscarse problemas", tanto entre conductores y choferes
como dentro del propio público, que no siempre apoya y, como en muchos
otros contextos, se dan malas respuestas, incluso agresivas contra las
buenas formas, y llegan a degenerar en verdadero desagrado para todos,
sobre todo, por quienes tratan de llamar la atención de cualquier forma
y a cualquier precio, o por otras insatisfacciones personales diversas,
molestos (¿envidiosos?) por la (al menos aparente) satisfacción ajena.
Rutas que se dejaron de esperar por su mal servicio, al mejorar, van
vacías y suelen parar a quien les haga señas (nada común en el resto del
transporte cubano actual) y al pasar por paradas afines se detienen y
hasta tocan el claxon para quien desee subir, como es el caso de la ruta
27 al bajar por la avenida 26 y detenerse en el semáforo de 23. Cada
parada de ómnibus tiene su identidad y, por ejemplo, en las más locales
como 17 y 26, mientras esperan la guagua, se establece más comunicación
que en aquellas de mayor tránsito, como la de 23 y 26. Mientras tanto,
nuevos "tipos" sociales se incorporan a la palestra pública: el botero y
el bicitaxista, cuentapropistas del transporte, con sus propias
problemáticas e identidades.
Esto se vincula al resto del sistema, y en cuanto al traslado por la
ciudad, aunque parezca paradoja, no es lo mismo que quien vive en una
comunidad periférica viaje de su comunidad a los barrios más
metropolitanos, acción frecuente por razones de trabajo, estudio y hasta
paseo, y que, por tanto, resulta mejor conocedor de las diversas
combinaciones de viaje, aunque no deja de hostigarse al regreso, por no
perder la guagua con supuesto horario, no tan regular como se pretende;
mientras que para quien vive en estas comunidades más metropolitanas
acudir a aquellas periféricas es mucho menos frecuente cuando no es el
recorrido acostumbrado y, por tanto, desconoce las combinaciones, con
todas las agravantes psicológicas ante las dificultades del transporte.
Ello suele malinterpretarse con localismos y alimentar una "vedadofobia"
según la cual, el del Vedado (y las comunidades metropolitanas en
general, donde el ritmo de vida por la dinámica cotidiana impuesta es
mucho más acelerado, extensivo a Playa en relación con Lisa y Marianao,
y dentro de Playa, a Miramar en relación con Buenavista, etc.) "se cree
cosas", o sea, se considera superior, lo que se agrava si el sujeto en
cuestión cumple los dogmas de superioridad que impone el imaginario:
blanco (sobre todo rubio), se desempeña en puestos profesionales y,
sobre todo, intelectuales o de buena remuneración económica (que para
nada coinciden) o no es particularmente feo ni sufre alguna otra
supuesta desventaja. Es lamentable que por tales dogmas se le ignore
como barrio o comunidad, en comparación a Guanabacoa o Regla, reducidos
a una mítica negritud y santería, lejanas aún de su identidad.
Todo ello ignora que estas aseveraciones son incompatibles con la
esencia cosmopolita de estas comunidades, y justo por su naturaleza
tradicional en la localidad, donde las opciones no son tantas como en el
imaginario y, sin embargo, conoce por las más diversas vías, mucho más
allá de su barrio (donde no todos trabajan y estudian); el vedadense y
otros locales legítimos gustan y necesitan viajar y conocer otros
lugares tanto del resto de la capital como del país y de otros países,
pero el transporte (y otras condiciones necesarias para ello, casi todo
el contexto) se oponen.
Aun en las "botellas" (solicitud de transportación temporal gratis), los
prejuicios y preferencias individualistas de muchos choferes de
vehículos estatales se imponen de forma abrumadora, con una
seudocaballerosidad que, a menudo, carece de valores humanos más allá
del propio interés personal, económico y, sobre todo, sexual, aun cuando
este último no vaya más allá del momentáneo placer visual y erótico ante
los atractivos de su pasajero, casi siempre pasajera, preferentemente
joven y hermosa, ante la que exhiben un vehículo que no les pertenece.
Focos por servicios estatales y cuentapropistas
Los trabajadores desvinculados del Estado normalmente buscan una
remuneración en divisas o, al menos, su equivalente aproximado en moneda
nacional: entre ellos se cuentan los maestros de diferentes profesiones
y oficios y algunos que improvisan exclusivamente en busca de mejoras
económicas, y no siempre ofrecen la calidad necesaria a pesar de la
carestía de sus servicios, lo que empeora ante las reclamaciones.
Algunos de estos servicios, que generaban auténticos focos comunitarios,
como los limpiabotas, han desaparecido, con la consecuente
insatisfacción de estas necesidades. No obstante, también se generan
focos comunitarios por servicios sin la impronta humana directa, tales
como las máquinas tragamonedas, también desaparecidas, y los teléfonos
públicos que llegaron a ser casi inexistentes o estar rotos, al igual
que los bebederos que no funcionaban en cines y otras instalaciones y
ante las protestas por ello, en vez de ser arreglados, fueron retirados;
los teléfonos públicos se han restablecido y en algunos casos, en
cabinas como 23 y K, pero casi siempre funcionan con tarjetas y ello
obliga a procedimientos previos menos viables que, además, no siempre
logran resolverse y dificultan tan importante servicio, pues muy pocos
se conservan funcionando por la tradicional moneda, aunque se evalúa
como un servicio relativamente mejorado; otros focos se establecen por
una nueva modalidad de servicios, que viabiliza el cobro de muchos
trabajadores y jubilados, salvo alguna irregularidad: los cajeros
automáticos para cobrar con tarjeta magnética, casi siempre en las
inmediaciones de los bancos (23 y 8, Focsa, etc.), lo que también se
ofrece en algunas "Casas de Cambio" (Cadeca) con la atención humana
directa, pero donde el servicio exige conocer el saldo exacto, a
diferencia del cajero automático que brinda esta información.
A nivel social se devalúan los estudios superiores a favor de los
trabajos técnico-manuales —imprescindibles en tantos inmuebles
amenazados por el deterioro paulatino, sin un mantenimiento y
conservación sistemática por los consejos de vecinos, tan a menudo no
funcionales—, que asumen tarifas impensables para los sueldos estatales
de profesionales como médicos, abogados, profesores, y se construye "la
pirámide invertida"; los costos de los materiales de servicios,
mantenimiento, reparación y construcción se encarecen, a menudo por el
carácter ilícito y el desvío y robo de los recursos estatales (además
del individual, cotidiano y, en apariencia, insignificante cambio, que
muchos, sobre todo estatales, no devuelven al cobrar el trabajo, a
menudo pretextando no tener vuelto), y el servicio también, según la
demanda y los impuestos: tal es el caso de las "paladares" (restaurantes
y merenderos particulares regulados por el Estado, cuyo nombre popular
se deriva de la telenovela brasileña Vale todo, los cuales surgieron en
Cuba tras la despenalización del dólar); los taxis o el alquiler de
viviendas. Encarece, incluso, según la comunidad concreta dentro del
mismo territorio: más caro mientras más cercano a los hoteles y centros
de extranjeros y, por tanto, de divisas; también en moneda nacional
resulta más caro y a menudo de menor calidad sobre todo en el sector
estatal, y aún más el clandestino.
Mientras más metropolitanas y residenciales (menos industriales) son las
comunidades y más se alejan de los campos agrícolas proveedores, el
comercio y los otros servicios se encarecen, ante la imagen errada de
que son más pudientes y tienen "de todo" con lo que en verdad, al menos
en el contexto cubano contemporáneo, se les dificulta el acceso a todo y
empeoran sus condiciones, pues el propio comercio clandestino es más
difícil y retorcido por los vericuetos que tiene que hacer para
sobrevivir y, además, la cultura oficial ha sido siempre más vigilante
por la impronta nacional de estas comunidades.
La sabiduría popular reza que "el pobre de la ciudad siempre ha sido más
pobre que el del campo". Se infiere que se refiera, sobre todo, a la
alimentación, aun cuando las cuotas estatales para otras provincias sean
más restringidas, pero sus propios entornos conservan accesos que son
más difíciles en la metrópoli capitalina, más beneficiada en cuanto a
ropa y otros bienes de desgaste irregularmente distintivos, así como a
opciones artísticas y recreativas, muchas de ellas perdidas, diezmadas o
deterioradas, pero que subsisten en el imaginario del inmigrante y
siempre, de más fácil y urgente revitalización desde sus identidades
tradicionales locales.
La divisa y otros "nuevos ricos": impacto en los valores, focos y
"creyentes"
El público con divisas está integrado por extranjeros que visitan el
país con diversos motivos y cubanos relacionados con ellos por sus
funciones, relaciones de amistad o amor sinceros, o "simpatía al
extranjero" por explícito comercio sexual, por lazos familiares —reciben
ayuda económica de amigos y familiares personalmente o mediante envíos
por instituciones especializadas o terceros que cobran o no por tal
servicio, con relativa regularidad y cuantía—; y aquellos que viajan a
otros países por asuntos de trabajo o por invitaciones desde el exterior
y han logrado una economía que los convierte en consumidores en divisa
con disímil regularidad; así como quienes promueven tales relaciones
personales para acceder a la divisa,
dentro del complejo fenómeno denominado "pérdida de valores".
Más adelante se retoma el tema; pero es importante destacar que los
medios de comunicación masiva desempeñan un papel a menudo lamentable
cuando los personajes negativos y los antivalores han sido adornados
hasta el encanto, bajo el populista y seudopsicologista "no existe el
malo malo ni el bueno bueno", no menos (quizás más) absolutizador,
dogmático y peligroso que los arquetipos "malo malo" y "bueno bueno".
Esto empeora cuando hay artistas que ostentan su preferencia por los
personajes negativos, "más ricos", "con más matices", lo que en realidad
demuestra su incapacidad artística para llenar de matices y conflictos
también a los personajes positivos sin denigrarlos, y llegan al extremo
de ¿confesar? ¿inventar? sus maldades,
para hacerse simpáticos al gran público al que, como todo elitismo, ven
lleno de tales antivalores, y, en franco populismo, utilizan esto como
medio de identificación para su popularidad personal, en pose anárquica
casi nihilista (kitsch) de burla a valores sociales en inmaduro y
aparencial "rebelde sin causa" al dejarse arrastrar por su imagen
pública y conforman otros "creyentes" al "creerse cosas" para depender
de lo que el imaginario ratifique o no.
La divisa o su equivalente en moneda nacional deviene principal y, a
menudo, exclusiva motivación económica, que dista mucho del sueldo
promedio. Al analizar las condiciones excepcionales del territorio para
contactar con el extranjero y su moneda, se explica en parte el
crecimiento de la migración tanto residencial como flotante hacia estas
comunidades, a pesar de las regulaciones, no siempre felices ni
cumplidas. Así los alquileres de viviendas "se disparan", incluso los
que rentan por horas según el comercio y el consumismo sexual y muchas
veces, ¿por qué no?, el más válido consumo sexual, necesidad sin más
opción de ser satisfecha, debido al problema de la vivienda y la falta
de espacios, el difícil acceso a hoteles y similares instalaciones con
alquileres bien caros y media el chantaje a menudo, sin condiciones
adecuadas, así como el moralismo y la hipocresía sexual. Ello es peor
cuando de sexualidades reprimidas se trata, como las relaciones
homosexuales, a las que por tanto se les encarece más el servicio. Todo
lo anterior se mueve entre las fronteras de legalidad e ilegalidad con
los impuestos de por medio y su carestía consecuente.
Todo esto alcanza su identitario impacto urbano al generar focos de
servicios en divisas que se identifican por los anuncios, autos en
hileras, etc. La diversidad de anuncios en sus extremos de creatividad y
pobreza (y a veces en burla más allá de lo legalmente autorizado), al
igual que las concentraciones de autos en focos generados a partir de su
celebridad merece cada una, una monografía.
En ello incide que este sector se nutra con múltiples personas
desestimuladas económicamente en sus plazas estatales, incluso
profesionales de mérito y de todas las ramas especializadas, que cambian
para estas labores de mejor retribución económica, lo que genera una
seria inestabilidad y fluctuación laboral, con menos afectaciones en
sectores como el turismo, por ejemplo, y en unos hoteles menos que en
otros.
Algunas instituciones incentivaron la estabilidad laboral al
sistematizar estímulos materiales que han generado la cultura de "la
jabita" —con una psicología social mientras suple el déficit monetario—,
no siempre con igual frecuencia ni con los mismos productos a veces solo
"de aseo", para garantizar la mejor presencia del empleado en la
institución; algunos con uniformes, según el trabajo, lo que alivia
relativamente la problemática de la ropa y, ocasionalmente, el calzado;
más favorecidos aquellos que reciben "jabitas" con aceite que de pronto
deviene "preciado líquido", u otros alimentos con el imaginario, celo y
aspiraciones consecuentes entre individuos, sectores, instituciones,
plazas laborales...
Sucede, sobre todo, con firmas vinculadas a empresarios extranjeros,
que, a menudo, adaptan los inmuebles a sus nuevas necesidades y, sin el
conocimiento suficiente, cubanos y no cubanos, modifican hasta lacerar
totalmente la identidad y el patrimonio arquitectónico heredado, a
menudo con pérdida sustancial de valores patrimoniales urbanos
tradicionales de todo tipo, a pesar de las disposiciones legales, que
son burladas de distintas maneras, incluida la corrupción, la cual en
muchos casos y en muchos otros temas además, se propicia en buena medida
por el exceso de restricciones, no siempre lógicas ni felizmente
contextualizadas.
Esta complejidad impacta de diversa forma entre los "nuevos ricos" y
hasta los sectores especialmente vulnerables en la (relativa, según el
momento) crisis económica que refleja crisis moral; por ejemplo, en la
proliferación de casas y apartamentos enrejados según cada nivel
adquisitivo, que han originado el llamado "estilo macetón" derivado de
"maceta", como se denomina a muchos de estos "nuevos ricos"; discurso
que desde lo privado (aunque también desde instituciones), se manifiesta
públicamente y previene contra robos que han degenerado comunes.
Particularmente importante es el estudio de estos "nuevos ricos", que
devienen tales por poder político cuando abusan de su cargo, o económico
que casi nunca representa fruto del trabajo propio, como las remesas que
se reciben del extranjero o especiales retribuciones que se receptan de
acuerdo con el sector en que se trabaja y sus características, sea el
turismo u otros sectores: más allá de "la jabita" referida, los que no
"roban" sino que "se llevan" (lo que suaviza y, en cierto grado, hasta
legitima, la connotación de "robar") cosas que necesitan para su uso
personal.
Dadas estas distinciones, de todos y cada uno de estos grupos, según su
identidad y contexto, emana una diversidad de "nuevos ricos" muy
relativa y diferente de su antecedente tradicional republicano, pues la
propiedad, en última instancia, sigue siendo estatal. Su psicología no
se basa en tener, sino en que los demás no tengan lo que ellos tienen y,
por ello, viven en permanente (enfermiza, destructora y destructiva)
competencia; se distinguen, además, por el consumismo y están entre los
llamados "creyentes", pues se creen superiores por ello. Es, en
definitiva, una forma de pobreza de espíritu.
Impacto en los sectores vulnerables
En el extremo contrario, entre los sectores más vulnerables no cabe duda
de que está el adulto mayor (al margen de su vulnerabilidad "natural" en
las colas, en el roce cotidiano con otros familiares y vecinos, o en la
feroz competencia por el acceso a un ómnibus, por ejemplo) que, a veces,
sin más amparo familiar, acude a vender clandestinamente los periódicos
que se han hecho de difícil acceso a los demás, por los pocos ejemplares
que llegan y lo temprano que se agotan en los estanquillos —que a su vez
devienen genuinos focos comunitarios en torno a servicios de prensa,
teléfono y pequeños comercios similares—; pero ellos invierten su tiempo
libre en madrugar y comprar al precio estatal (20 centavos cada uno,
aunque a veces el vendedor estatal les vende el paquete a 50 centavos
cada periódico para obtener su ganancia, en detrimento de la del
ambulante) una cantidad que luego revenden a peso a quienes están
interesados en la prensa plana
y no pueden madrugar para ello, por su propio trabajo, y que aquí
encuentran una solución y prefieren (o al menos, les es más viable)
pagar el peso; o venden, de la libreta de abastecimientos (la que les
garantiza su canasta básica, la única a la que tienen acceso económico)
su cuota de café o de cigarros, o la(s) de otra(s) persona(s) que así se
la(s) cede(n), casi siempre con interés.
Otros salen a la calle a vender fiambres, para lo que de diversas formas
(a veces ilegales) consiguen los ingredientes y preparan, o son simples
vendedores de terceros; siempre tensionados por la vigilancia policial.
Sobre todo las ancianas se prestan a cuidar enfermos u otros "viejitos"
(no siempre más "viejitos" que ellas mismas, no siempre más
necesitados... pero eso sí, invariablemente, con más poder económico, al
menos familiar, que garantiza esta suerte de empleo) o, incluso, limpian
casas y ejecutan otros servicios domésticos, en estos casos no solo
ancianas sino mujeres de mediana edad y hasta relativamente jóvenes,
labores que, en ocasiones, realiza también algún que otro varón de
cualquier edad. Sus clientes suelen integrar el grupo que hemos definido
como "nuevos ricos", con casas que alquilan (a veces, sin pagar
impuestos) y con toda la hipocresía política que contradice su imagen
social en su propio discurso oficial y desempeño, pero propician y pagan
estos servicios clandestinos.
Para su atención se desarrollan (relativamente felices y acertados) los
círculos del adulto mayor con sus distintas variantes, sobre todo,
dirigidos a su bienestar psíquico y cultural, a incrementar sus
relaciones y valoración social; desde el punto de vista material y
económico, se han establecido algunos comedores populares, y sistemas de
barberías y otros servicios mucho más asequibles, pero a veces
cuestionables por su eficiencia y alcance; algunas iglesias han
habilitado servicios de lavandería, aun más accesibles. También
determinados servicios gerontológicos ofrecidos por el sistema de Salud
Pública se afanan por ellos; pero siguen entre los más vulnerables
sectores de la sociedad.
Sin embargo, no se pueden obviar otros sectores vulnerables: los niños
sin familia o, a veces peor, con familias disfuncionales por razones de
todo tipo (de los que carecen absolutamente de familia suele encargarse
el Estado); las madres solteras; la difícil ubicación y reinserción de
ex presidiarios o personas con cualquier otro tipo de conflicto social y
personal, y otros.
La crisis económica puede ser difícil incluso para muchos "nuevos ricos"
(para unos más que otros, en dependencia de la estabilidad de su
situación y otros factores); para hombres jóvenes y de mediana edad en
plena capacidad laboral y con trabajo garantizado, debido a todas las
presiones de la vida cotidiana que inciden en el alto nivel de estrés
que cualifica a nuestra sociedad, a lo que se asocian las primeras
causas de muerte: enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares
vinculadas con la presión sanguínea, accidentes previsibles, suicidios y
otros por el estilo.
Los más vulnerables de todos son los que comparten (aunque no siempre
reparemos en ellos) nuestros espacios urbanos, el "otro ecológico": la
flora, olvidada y en particular, la fauna, por el maltrato y el triste
abandono a su suerte, casi siempre muy lamentable por el hambre, las
enfermedades, los accidentes y el sadismo humanoide, pues no es un valor
humano: recién nacidos de mascotas (que en su momento no fueron bien
atendidas para la esterilización), las mascotas mismas y otras especies
silvestres ex domésticas, que lo sufren todavía más y que, en los casos
excepcionales de rebelión por la más elemental supervivencia, son
demeritados casi siempre por las diversas variantes antropocentristas.
Lo no urbano en lo urbano: las migraciones y otras interacciones
Contrariamente a la imagen que muchos generan de estas comunidades
metropolitanas, las manifestaciones de cultura rural (u otras como la
pesquera, por ejemplo) no están reñidas en lo absoluto con ellas, sino
que frecuentemente les son intrínsecas y hasta raigales, solo que en una
nueva cualidad contextual, en la cual suelen presentarse (o no) choques
de valores, de donde pueden degenerar antivalores (Anexo 1). La relativa
(a veces solo aparente) contradicción entre cultura urbana y cultura
rural no es necesariamente antagónica ni excluyente al pervivir en el
contexto urbano, al que debe adaptarse orgánica y casuísticamente en
nueva identidad transculturada. Esto no invalida su definición como
pareja de contrarios, más bien la refuerza en tanto complementos:
tampoco ha de absolutizarse pues la diversidad de contextos es mucho más
rica que definir entre urbano o rural.
Lo suburbano no es un punto conciliador entre lo urbano y lo rural, sino
una comunidad (barrio, zona, foco) que no ha llegado a urbanizarse como
el entorno del que se distingue, casi siempre por marginalidad o
insalubridad, aunque no de modo exclusivo, pues también pueden incidir
otros factores objetivos locales o, incluso, subjetivos del mismo
morador, de acuerdo con sus intereses, proyección cultural y lo que
Oscar Lewis definió "cultura de la pobreza". Las diversas variables
demográficas aportan multitud de aristas para el análisis del problema.
Otras contradicciones se dan dentro de cada comunidad urbana: por
ejemplo, entre los inmigrantes desde otra comunidad también urbana
(siempre relativamente diferenciada) y los nativos o más integrados o
adaptados a esta, y entre los inmigrantes de diversas comunidades
urbanas en una tercera, con sus disímiles niveles de transculturación. A
menudo, estas contradicciones suelen ser más frontales que la
supuestamente raigal entre urbano y rural, y que a la luz de esta
Antropología Urbana, no es tan absoluta.
La familia y la vida doméstica en cada comunidad
Absolutizar que los nativos y las familias tradicionales son los que
mejor representan los valores de identidad de su propia comunidad urbana
es un facilismo que tiende a la xenofobia y el regionalismo, y resulta
antagónico a la esencia metropolitana y cosmopolita de las comunidades
en estudio. El papel de la familia es básico; sin embargo, es hora
también de apuntar como esta se ha deteriorado hasta la desunión, que
comienza con la emigración al exterior del país —uno de los mayores
dramas del cubano del último tercio del siglo XX e inicios del XXI,
tanto para el que sale y se desarraiga como para el que se queda, al
margen de sus convicciones, expectativas para emigrar, intereses y
motivaciones para permanecer en Cuba; pero que, en todos los casos, va
perdiendo a sus seres queridos— debido al concepto aún vigente de salida
definitiva, que por fortuna cada vez tiembla más y se torna obsoleto.
Ello se agravó con la condena sostenida por décadas a mantener
correspondencia con parientes y amigos en el extranjero y otras
laceraciones en igual sentido que han provocado un trauma familiar
durante generaciones y un verdadero shock en el reencuentro inevitable
(temporal o definitivo; aquí, allá o en terceros espacios), y se
relaciona igualmente con la pérdida de valores al derruirse así dogmas
levantados por años, ciclo negativo en el que la familia se ha minado
con intolerancias políticas y religiosas hasta llegar a la agresividad,
además de los prejuicios racistas o de orientación sexual que hereda. La
migración interna, en ocasiones, alivia alguna de estas tensiones y no
se lastra del estigma "definitivo", por lo que no es tan fuerte la
ruptura.
Por otra parte, paralelo al enorme logro que, sin duda, ha representado
la integración de la mujer en todos los renglones de la vida social
cubana, han incidido enormemente en esta desunión familiar los extensos
períodos en que la pareja se separa por motivos laborales, aplicable a
la faena cotidiana en que a menudo, el matrimonio ni siquiera coincide
durante toda la semana y peor cuando están perjudicados por el serio
problema de la vivienda en Cuba; pero más todavía, cuando son períodos
más extensos fuera de la provincia o, incluso, misiones fuera del país,
bien sean militares o de cualquier tipo, muchas veces riesgosas; lo
mismo ocurre con los hijos que, para continuar estudios, no tienen más
opción, aun cuando no lo deseen, que becarse por extensos períodos lejos
de sus familiares y en entornos que no siempre son los mejores ni los
más educativos, lo que degenera incluso en situaciones fraudulentas, por
ejemplo, para evitarlo.
Todas estas tensiones repercuten en el maltrato, abandono, incomprensión
o indiferencia con los adultos mayores de la familia; pero al concentrar
la atención en ellos y en los niños y jóvenes, se corre el riesgo de
desatender a la mediana edad, que es mayoría y protagonista en la
sociedad. Hay incongruencias de origen cuando mucha gente concibe hijos
para garantizar un soporte a su propio futuro, por lo que sigue
prevaleciendo el ego, base de incomprensiones e intolerancias en la
familia, con disímiles impactos a su comunidad; estas tensiones en el
ámbito doméstico suelen descargarse contra las mascotas o la fauna y
flora silvestres locales, para degenerar en un ciclo antieducativo
dentro de la propia familia.
Nada puede ser excluido de la violencia doméstica, que ya hereda el
abuso, la imposición absurda y la intolerancia excluyente contra los más
jóvenes y sus gustos y necesidades culturales naturales, o apela a la
violencia de todo tipo (no solo física) en la supuesta educación de los
niños y, más aún, de las mascotas, que, además, son confinadas a
espacios y condiciones infraanimales y por tanto, violentadas, antivalor
en el que se educa a los infantes. Por otra parte, mientras en unas
viviendas se hacinan, abundan núcleos de una o dos personas, que, a
menudo, lejos de constituir un buen síntoma, padecen soledad, abandono,
incomunicación y otras necesidades a satisfacer.
Coincide y no coincide la familia por diversos horarios, y sin horarios,
según días, temporadas y sistemas de vida individual, incluso, dentro de
cada familia, con o sin altercados: predomina el horario irregular (casi
tanto como individuos tiene la familia) a la mesa y para dormir, más
regular según la televisión (sobre todo telenovelas y deportes) y para
los que no conviven, algún almuerzo dominical.
Otra triste tradición estriba en los conflictos intrafamiliares según
parentesco y generaciones, por ejemplo entre familias de cónyuges y la
imagen arquetípica de la suegra, positiva solo de modo excepcional; del
padre para ser temido en vez de amado; de la madre, que, en verdad, no
puede ser buena cuando es mala suegra, sin descartar posturas de nueras
y yernos en su adaptación o no al nuevo medio familiar, a veces hostil
(de una o ambas partes) por prejuicios, celos patológicos y otras
miserias humanoides —reflejan la vigencia del planteamiento de Marx de
que aún vivimos la prehistoria de la Humanidad, que hemos de distinguir
por sus valores, aunque aún se lastren con estos antivalores— diversas,
y otras veces, simplemente, no se adaptan en la convivencia con el
entorno familiar o comunitario y ni siquiera, con la nueva pareja; los
abuelos se muestran más cercanos por experiencias fallidas, que no
desean repetir, o por sentirse al fin de sus vidas y querer dejar los
mejores recuerdos... Todo ello subyace en el imaginario y en la
realidad, y se agrava con el problema de la vivienda en Cuba y la
convivencia forzada ante todas las dificultades para la independencia en
otro hogar, pero nada puede ser absolutizado. A veces, los hijos,
hermanos menores y hasta las mascotas (además de cualquier bien material
mueble o inmueble) implican nuevo campo de batalla intrafamiliar por su
custodia y, a menudo, posesión casi literal, peor si tienen que seguir
viviendo juntos.
Es tiempo también de incorporar los conceptos que superan el
tradicionalismo al estudiar la familia e incluir como tal las parejas no
legalizadas (del mismo sexo o de sexos distintos), así como las mascotas
y extender más allá, el concepto de familiaridad que, a menudo, excluye
lazos sanguíneos, pero sí incluye, como reza la sabiduría popular, "al
vecino más cercano" o "el hermano que seleccionamos, no el que nos
impone la naturaleza". Finalmente, recordemos que incluso el grado de
tradicionalidad de una familia en una comunidad es siempre relativo,
sobre todo en nuestro continente americano; no se puede inferir
mecánicamente como grado de conocimiento y respeto a dicha comunidad ni
de su sentido de pertenencia, pues no es común que rebase la empiria y
subjetividad de cada cual.
Ello no excluye, por supuesto, los buenos ejemplos de tradición familiar
local, que en todas y cada una de estas comunidades abundan mucho más de
lo que el imaginario ha difundido, y han sido pilar para este estudio.
En este análisis de la familia en su comunidad, habría que considerar
sincrónicamente y en su devenir, hasta qué punto muchas tradiciones
familiares son válidas para el contexto comunitario en que se han
desarrollado y hasta puede darse la contradicción entre una tradición
familiar y una comunitaria (como también puede darse entre tradición y
cultura comunitaria, con tradición y cultura popular)
así como el papel que desempeñan en tal interrelación y depuración de
valores la escuela (más bien, cada escuela), los medios de comunicación
masiva, los amigos y las parejas, otros entornos comunitarios como
pueden ser los centros de trabajo, movimientos asociativos de diverso
carácter (étnico, religioso, profesional, ecológico, etc.) e, incluso,
el resto de la familia (concepto de "familia ampliada"), a menudo
vinculada a otros contextos comunitarios urbanos bien diferentes en la
misma ciudad u otras ciudades y a otros contextos no urbanos hasta de
otros países.
También hay que valorar al individuo entre la familia, la comunidad y la
sociedad en general, permeado por todos estos factores en sus
relaciones, y el nivel de comunicación o incomunicación intrafamiliar
condicionado y condicionante. La familia ha demostrado reflejar también
la identidad comunitaria, sin llegar al dogma inviolable: más
conservadora y tradicional al sur menos moderno del municipio en
estudio, de donde los más jóvenes suelen huir, pero sus familias los
motivan más; más abierta al centro residencial, con intercambio entre la
vida familiar y social, donde impera una cultura doméstica con el
callado orgullo raigal y algo añejo (pero legítimo y de alta identidad y
sentido de pertenencia tradicional) de Nuevo Vedado; y más cosmopolita y
dinámica al norte, donde los círculos elegidos como amigos suelen
influir de modo más determinante, y a fuerza de costumbre, se acepta con
un grado de recelo o confianza que depende de la conformación cultural
de cada familia.
No podríamos obviar el papel en estas familias, de los medios de
comunicación que no en todas las comunidades inciden de igual forma.
Racialidad y raíces étnicas en cada con unidad
De una manera u otra, toda la intensa problemática nacional se refleja
en el diario convivir de estas comunidades metropolitanas. Por supuesto,
la rica racialidad, que como pueblo nos caracteriza, y toda la
potencialidad que ello brinda, así como los prejuicios implícitos en
cuanto a color, han salido a relucir en este estudio de caso: la clásica
"china" que ignora el porqué de sus rasgos, pues en realidad es
descendiente de... polacos, y el blanco con algún ancestro negro que
ostenta o esconde —en ambos casos, por supuesto, evidencia de
prejuicios—, aunque también es obvio quien reconoce tenerlo o no sin
prejuicio alguno; el "blanquista" (blanco, negro u otros) antinegro (y
el anti todo no blanco) y el "negrista" (negro, blanco y a veces otros)
antiblanco (y el anti todo no negro, incluso —o no— antimestizos, a
pesar de lo comunes que son los mestizos en sus familias) que potencian
su marginación "al otro" hasta la violencia más diversa, incluida la
agresión física.
También este estudio evidenció manifestaciones racistas no tan clásicas,
como aquel evidente mulato que no quiso reconocerse como tal y prefiere
decirse negro, pues "el negro es una raza y el mulato ni raza es" en
claro conflicto de identidad; o sobre todo negros y mulatos que miden el
grado de antirracismo por la cantidad de relaciones sexuales
interraciales; o de negros, incluidos o no los mestizos, que hay en una
candidatura o selección cualquiera; aunque también es cierto que hay
selectores por dogmas racistas, contra negros o contra blancos, según
los terrenos culturales y sociales en general; o en especial entre
blancos, hay quien todavía rechaza una pareja interracial, que a veces,
es también criticada por negros y mestizos e, incluso, más allá de la
multidireccionalidad del racismo, aquellos blancos que, por mostrarse
antirracistas o por puro esnobismo, de alguna manera se pretenden negros
o, al menos, mulatos; así como aquellos negros y sobre todo mestizos que
con mayor riesgo de ridículo, se pretenden blancos por complejo racista
incluso contra sí mismos.
Todo lo anterior se entremezcla con tradiciones incubadoras de racismo,
por ejemplo, por sectores: en la colonia, las artes y los trabajos
físicos (base de numerosos deportes) eran subvalorados y un blanco que
se respetara debía ser médico o abogado (siempre que económicamente
pudiera, claro está... lo que retaba a la gran mayoría) por lo que el
blanco tenía que ser doblemente revolucionario (sobre todo la mujer)
para desarrollar sus talentos artísticos (lo que denomino "marginador
marginado"), fenómeno que en la República se acrecentó con los
prejuicios sexistas; la vida intelectual era inconcebible en el negro y
sus descendientes, a pesar de ejemplos cimeros, todo lo cual ha (de)generado
dogmas de todo tipo de racismo que, lamentablemente, sustentan áreas
culturales privativas de unos u otros. El marginador marginado se
extiende a todas las marginaciones, exigiendo mucho más a quienes,
supuestamente, son beneficiados por algún motivo (no siempre tan así) y
compensa con menos exigencias a los, supuestamente, más desfavorecidos.
Ello alcanza al plano estético inclusivo, de donde deriva "la rubia
tonta", símbolo de belleza, que no siempre es tal belleza, y aun
siéndolo no implica escasa inteligencia; la belleza (siempre relativa y
gradual) alcanza todos los colores de piel, cabellos y ojos desde su
propia naturaleza; solo hay que saberla apreciar, y el negro no requiere
de ojos claros ni cabello "bueno" para ser bello, de la misma forma que
abundan los cubanos (y otros latinos) rubios, a los que penosamente,
desde el imaginario se les ha negado su propia identidad nacional. A los
menos agraciados es más fácil concederles talento, decencia o moral, tal
vez con paternalismo por no ser tan valorados en el plano sexual: hagan
lo que hagan, deben aprovechar las pocas posibilidades que se les
presenten. Se obvia que hay entre estos últimos quienes incuban cargas
negativas, como suerte de venganza contra los que no comparten un
destino que ven triste y que no saben embellecer. También es cierto que
hay quien conoce su propia belleza (o la cree conocer o se la imagina) y
se acomoda en ella sin desarrollar otros talentos; pero esto tampoco se
puede absolutizar en la identidad.
En este estudio de caso, las historias de vida han sido esenciales para
intimar con respecto a la tan compleja y variada (en apariencia hasta
contradictoria) actitud y forma de pensar en cuanto a racialidad entre
los integrantes de una misma comunidad urbana, de la que aquí solo se
abre el más pequeño de los abanicos posibles y que ha llegado a detectar
niveles de agresividad (gestual, oral y hasta física, en ocasiones de
alta violencia y peligrosidad, con resultados fatales que trascienden la
franca delincuencia) contenida o explícita, sobre todo, entre algunos
negros y mulatos con prejuicios contra los blancos, a quienes insultan
como "desaguacatados" mientras más rubios son, como si el sabor (aluden
al aguacate) acompañara exclusivamente a los colores de piel más
oscuros.
Tan espinoso tema, sin embargo, no se preocupa por el anonimato y llega
a verse como "orgullo de raza" incluso, y a sufrirse en algunas parejas
interraciales (más o menos encubierto) en que la posesión sexual
(extensible más allá) asume una psicología con estereotipos de género
(apenas sin diferencias entre parejas hetero u homosexuales, pero
interraciales) de relaciones entre poseedor-poseído, esclavo-esclavista,
venganza-redención (en otras ocasiones, la curiosidad a veces simple, a
veces morbosa y hasta racista, por "el otro racial", y hasta la racista
necesidad de demostrar que no se es racista) que, por fortuna, en otras
muchas parejas interraciales (o no) no asoman y parecen mantenerse en el
sano y puro cobijo del amor. Es una de las líneas que la presente
investigación devela para futuros estudios más profundos en estas y
otras comunidades, y que sobrepasen lo epidérmico de algunos enfoques ya
obsoletos y simplistas sobre la racialidad, aquí contextualizados.
En un país donde por ley la raza no puede ser obstáculo para nada, se
limita el impacto urbano que puedan tener las diversas manifestaciones
del racismo, al haber desaparecido legalmente las asociaciones por
razas. Por ello, afortunadamente, mayor trascendencia que la miseria
moral racista, tiene a escala urbana nuestra riqueza racial vista como
color de la piel y otros rasgos raciales para evadir como sugería Ortiz,
"el engaño de las razas". En las comunidades en estudio predominan
blancos hacia el centro y el sur excepto en La Dionisia, La Casilda y La
Timba, donde abundan mestizos y blancos al igual que en el norte,
seguidos por negros y en mucha menor escala, "chinos" (casi siempre
descendientes mestizos) y otros,
pues típica del carácter metropolitano y cosmopolita es esta riqueza
racial que identifica a Cuba, y que se evidencia en sus habitantes y en
los visitantes cotidianos que inundan sus calles.
De la misma manera, también se han dado algunos proyectos comunitarios
que acuden a determinadas raíces, pero de otras regiones cubanas y no de
estas comunidades concretas que así tergiversan, a menudo de forma
exotista, al adulterar la verdadera raíz de esta comunidad e impostar
raíces individuales a escala urbana, lo que se interrelaciona con el
análisis de los conflictos de identidad de cada sujeto.
En este estudio afloraron quienes insisten (aun de forma inconfesa) en
ganar espacios para el negro por el mero hecho de ser negro y no por sus
valores humanos y sociales como individuo, o fundamentan su color de
piel para desmanes personales (y acusan de racista a todo el que no se
los permite) en detrimento de la imagen social de dicha raza, o
pretenden vivir de la raza exóticamente, aliados al eurocentrismo como
opción supuestamente turística y hasta antirracista, cuando en verdad
devela un profundo racismo contra blancos y negros distintivamente.
Destáquense aquellas influencias aún más negativas del virulento racismo
norteamericano por las vertientes de la négritude caribeña más
que del Rastafari en sí, culturas de difícil inserción en la historia
del racismo cubano.
No toda la hispanidad pasó a la cultura cubana, como tampoco toda la
africanía, y en ambos y otros casos la transculturación marcó las pautas
necesarias, lo cual se identifica por regiones del país y resulta de
particular interés en un estudio como este. Las hispanidades
recontextualizaron aquí distintivamente sus tierras natales más
"españoles" que en la propia España (a menudo, todos llamados gallegos
sin las otras tantas culturas hispanas, salvo alguna excepción, sobre
todo, de los isleños o canarios, y luego el vasco, catalán, y otras muy
definidas), y otro tanto ocurrió con las africanías (en este caso, por
la imposición no del todo lograda, del desarraigo de sus diversas etnias
de origen), al margen de su paralela transculturación intranacional,
intracontinental e "intercontinental". Ambas son raíces potentes pero
nunca exclusivas, y solo las imágenes reduccionistas, facilistas y
dogmáticas han excluido el resto de las raíces, que tanto enriquecen y
determinan en disímiles grados y aristas la cultura cubana en su
universalidad singular, y que las historias de vida explicitan.
Es un error determinar tales raíces solo por los parámetros de la
Antropología física, cuando la cultura va mucho más allá de la sangre y
del biotipo, y hay que evaluar factores que van desde la convivencia
hasta los medios de difusión masiva. El mestizaje cultural, al menos en
comunidades como las que nos ocupan, justamente por su esencia
cosmopolita y metropolitana, es mucho mayor y más complejo y rico que el
mestizaje étnico, y este mucho mayor, complejo y rico que el racial, que
ya es mucho decir. De aquí que estas comunidades resuman magistralmente
la nueva identidad que aporta el etnos cubano, definido por Jesús
Guanche (1996). Es cierto que en Cuba como se dice popularmente, "quien
no tiene de congo tiene de carabalí"; pero falta agregar que quien no
tiene de canario tiene de gallego, o de chino, o de precolombino, árabe,
hebreo, francés...
Rasgos de intolerancia se evidencian dentro de las comunidades cuando
supuestos promotores pretenden realizar actividades "africanas" más que
cubanas en detrimento de otras, donde esta herencia no alcanzó tales
dimensiones e, incluso, se molestan con los vecinos que no acuden a
ellas, a los que llaman "ingleses" y pretenden excluir de la cubanía. A
menudo rechazan la tradicional y mucho más raigal (en esta comunidad)
romería por considerarla "blanca"; por otra parte, lo mismo blancos que
mestizos y hasta negros participan en proyectos dedicados a las raíces
hispanas, aunque raramente rebasen el exotismo folclorista, diversidad
que también se aprecia en exponentes de raíces africanas nunca
exclusivos, aunque algunos se muestran racistamente exclusivistas.
Más allá de la racialidad que se observa a simple vista, la etnicidad
requiere de estudios más profundos y de potenciar mucho más el
cosmopolitismo local. A los aportes de otras culturas, que en plena
calle se muestran casi inadvertidos
por cotidianos y cuya trascendencia no se valora, hay que agregar el
cosmopolitismo de la necrópolis Cristóbal Colón, que incluye la impronta
japonesa, entre otras, y en el resto del entorno, la huella italiana,
estadounidense, francesa, alemana y eslava, con las raíces greco-latinas
que se muestran en parques y otros ejemplos escultóricos y
arquitectónicos, y muchas más, que no se evidencian tanto en la
Antropología física, como en la cultural.
El grado de interrelación personal dentro de estas comunidades con la
población flotante, en particular la no nacional, ha cobrado nuevos
matices durante los últimos años a partir de los cuentapropistas y el
comercio y arrendamiento, tanto oficial como clandestino regular o
irregular, o mediante relaciones familiares y personales, así como en
paladares, taxis y otros muchos servicios,
todo lo cual potencia los efectos, tanto negativos
como positivos, de las más diversas culturas del mundo, sobre todo, en
comunidades como estas donde la cadena hotelera es fundamental entre las
ventanas que el país necesita, económica y culturalmente, para
desarrollarse en interacción con el resto del orbe.
Algunos sectores sociales en cada comunidad
En Puentes Grandes son seculares las raíces rurales proletarizadas como
peculiar caso urbano entre comunidades metropolitanas en diversos
grados; en Aldecoa y La Ciénaga predomina el obrero y al penetrar hacia
el norte y de oeste a este, los sectores sociales son más complejos y
entremezclados: su cocina transita de lo criollo a lo internacional (con
fuerte ascendencia europea o estadounidense) y se va de los cines de
barrio a los grandes cines nacionales.
Sobre todo, el Vedado y Nuevo Vedado tuvieron la imagen de barrios
elite, para muchos ni siquiera barrios, lo cual hace fluctuar prejuicios
entre el desprecio aberrado, la admiración elitista y la nostalgia;
imágenes no absolutizables, y menos en la actualidad, donde la llamada
"flor y nata" no predomina, y según esta investigación es polemizable
si, en realidad, alguna vez predominó, a pesar de la imagen. No
obstante, las diferencias socioeconómicas se evidencian de una casa a
otra, lo que complica la definición de "elite", y otro tipo de "nuevos
ricos" vuelve a la palestra.
Se encuentran entre las comunidades cubanas con población más
envejecida, sin correspondencia con el nivel de desarrollo económico
alcanzado y es necesario luchar por una mayor calidad de vida. Impera el
nivel académico medio, seguido por el nivel superior, incluido el casi
analfabeto y todas las especialidades, todo ello multiplicado por la
alta migración, si bien esta diversidad ya estaba desde sus raíces
tradicionales identitarias.
La población artística e intelectual alcanza casi el 5% de la residente
para ser la primera potencia nacional en ese sentido: casi la mitad de
la capital, y esta a su vez, la mitad del país. Unos 6 000 nombres
descuellan por todo el municipio, pero el 84% reside en las barriadas
costeras norteñas y más de la mitad de ellos, en El Carmelo. En las
barriadas sureñas no reside siquiera el 0,02% de este total de artistas
e intelectuales radicados en el municipio y es menos tradicional y ni
siquiera sistemático; no se compensa esta desproporción local con
respecto al norte municipal, pues también hay menos población en cifras
absolutas, pero no en proporción tan desventajosa (Couceiro, González y
Perera, 1992b).
Al menos como resultado parcial, concluyamos que la comunidad de
artistas y científicos en las barriadas norteñas, sobre todo, y
centrales después, es identidad tradicional, aunque con una enorme
movilidad debido a intereses muy personales que hacen que a escala
individual e, incluso, familiar (aunque hay tradiciones familiares
artísticas en la misma u otras artes) carezcan de tradición local y en
no pocos casos generen conflictos de identidad subjetiva muy delicados,
pues el sector genera imágenes que, a menudo, se basan en dogmas,
prejuicios y una empiria que atenta contra la verdadera y raigal
identidad de cada comunidad.
Esto propició otros estudios similares en el no menos complejo sector de
los dirigentes de disímiles sectores y niveles, muchos de ellos
migrantes internos, que muy raramente asumen el territorio por otro
parámetro que no sea el político-administrativo con todas las
insuficiencias derivadas por haberse concebido al margen de los estudios
culturales de cada comunidad, y que ellos perpetúan y acuñan como ley
para la construcción de nuevas identidades de espaldas a estas
investigaciones, por lo que también generan imágenes, aunque no
artísticas, y a pesar de que pudiera parecer paradójico por su misión
social, a veces engendran o desarrollan de forma letal, peligros contra
los valores locales que debieran preservar, lo que empeora en
comunidades tan susceptibles como estas, por la intensidad de la
migración y la falta de educación organizada sobre dichos valores; por
supuesto, hay loables excepciones de migrantes internos y nativos, que
trascienden positivamente.
Son sectores tradicionales que identifican parcialmente (absolutizados
en el imaginario popular) estas comunidades, lo que se debe a la
tradicional atracción que sobre ellos ha ejercido durante todo el siglo
XX la alta concentración de espacios de todo tipo (sobre todo
artísticos, más bien en la Rampa) y a que otrora, los mecenas de la
elite se ubicaban a residir cerca, en el Vedado, pero no demasiado cerca
(El Carmelo), sin la menor comunicación con la cultura más cerrada de
las comunidades sureñas, de más difícil acceso. Solo en la última década
ha habido un ligero éxodo hacia La Habana Vieja por el encanto de su
remozamiento inspirador y el dólar turístico, aunque ello no merma la
potencia artística local, seguida por el municipio Playa; y este último,
con los también aledaños Cerro y Centro Habana, así como con el más
poblado de todos: Diez de Octubre, son los que se retroalimentan
fundamentalmente estas comunidades en su migración residente y flotante,
sin limitar su multiplicidad de raíces, pues la mayoría, a su vez, han
transculturado con unas u otras vivencias por otros municipios
capitalinos y provincias cubanas, y en algunos casos, países diversos.
La dinámica elite-cultura popular (y también entre esta última y la de
cada comunidad) demostrada desde la dimensión diacrónica, se ratifica al
comprobar que aquellos "nuevos ricos" mostraban consciente o
inconscientemente su extracción popular y el cosmopolitismo local (Couceiro
y Perera, 1999b), como por ejemplo indican las Noches Campesinas y
algunas comparsas como Los guajiros (1921), La gitana y Campamento
gitano (1944); Los gitanos contrabandistas y La múcura colombiana
(1950), y Los chinos (fecha indefinida), además de Los Vedadistas
(1923), todas en el selecto Vedado Tennis Yatch Club.
Mientras, entre los más humildes se han detectado perfectos
degustadores, incluso tradicionales, de la música de concierto o del
ballet, por solo citar ejemplos de supuesta inaccesibilidad para el
pueblo. Esta identidad de muchos humildes en comunidades cubanas obvia
valores como estos en función de la imagen (de)generada tanto de la
cultura popular absolutizada sin distinguir comunidades, como de tales
manifestaciones, supuestamente privativas de una elite. Las historias de
vida demuestran lo anticientífico de esta absolutización, aun, cuando
carecían de acceso a los medios de difusión masiva. En las costas
norteñas, al menos, una auténtica tradición popular respaldó siempre lo
más avanzado de la intelectualidad y el arte local, a la vez que
estuvieron siempre abiertas a la actualidad mundial. Convivir con
personalidades, instituciones y centros de tamaña magnitud, aun a
relativa distancia, ha legado su impronta al vecindario.
Relaciones de respeto: la llamada "pérdida de valores"
Muchas relaciones de convivencia evidencian en lo cotidiano el choque
cultural y los diversos grados de transculturación que aquí se
manifiestan. La piedra angular serían las relaciones de respeto, que se
modifican en y desde la familia hacia la comunidad y la sociedad toda y
viceversa mediante las distintas vías,
frente a una avalancha inmigrante sin una adecuada defensa de los
valores locales, asumidos a menudo con prejuicio por seudopromotores que
los estiman representativos de la burguesía o fuera de moda. Se ha
resquebrajado el trato de "usted", tras la coyuntura política de 1959,
por la extensión abusada (casi impuesta) del vocablo "compañero(a)" que
hizo obsoleto el trato de "señor(a)" y más aún, el de "señorita" (con o
sin razón), términos mal mirados, casi considerados como problemas
ideológicos (y que se han retomado al calor de las campañas turísticas),
a lo que el humor popular, en ocasiones, respondía entre la disidencia y
el genuino respeto a la ética tradicional, "compañeros son los bueyes".
En el trato entre vecinos, proliferan las múltiples maneras de molestar,
por un abuso del derecho propio en detrimento del derecho del vecino,
sobre todo, si la sola existencia de este le recuerda una mayor
autenticidad en dicha comunidad, entre otras miserias humanoides.
A pesar de la gran variedad de puntos de vista sobre estos aspectos
entre los testimoniantes, casi todos anónimos pero representativos de la
máxima diversidad de todo tipo en todas y cada una de estas comunidades,
tales contradicciones se observan actualmente, sobre todo, en Nuevo
Vedado, que, por diversas causas (históricas, sociales, económicas,
ecológicas incluso), conservó más pura (relativamente) la homogeneidad y
cultura de los sectores que la habitaban y frecuentaban hasta vísperas
de la década finisecular, a pesar de las migraciones y cambios en el
tiempo, de lo cual podemos hipotetizar que a ello se debe el mayor
contraste y choque consecuente entre los nuevos y viejos vecinos
(herencia dejada a sus descendientes) que, por suerte, rara vez llega a
la agresión, quizás en inconsciente homenaje a la propia estirpe local.
Uno de los aspectos que más llama la atención y explicita tal involución
son las "malas palabras" no por la palabra en sí, sino por el abuso que
se hace de ellas, fenómeno en el que no podemos descartar la gran
influencia (lamentable) recibida de los medios de comunicación
nacionales que han confundido la vulgaridad con la gracia, y del
audiovisual más populista de Estados Unidos, España e Italia, sobre
todo, entremezclado con la concepción peyorativa de que "así es el
pueblo". Sin embargo, no hace 25 años, en estas mismas comunidades, los
varones más marginales eran los primeros que impedían el empleo de
"malas palabras" delante del sexo opuesto sin distinción social, sin
importar cuán lejos estuviera o que se conociera o no a la fémina;
ahora, niñas, sin la menor distinción de condición social, las gritan
sin recato ni motivo ni sentido alguno, y son celebradas y hasta
estimuladas por la familia y el entorno, por lo que dejan de ser
expresiones extraordinarias para degenerar en ordinarias, ya
incapacitadas de su función, contra la digna tradición de que el humilde
local (y pudiéramos extender: el humilde cubano) de toda condición,
poseía altos extremos de educación y hospitalidad y se vanagloriaba de
ser "pobre, pero honrado", como su más legítimo orgullo e identidad
nacional y de clase social.
Todo ello (de)genera una ética que va desde la intimidad del teléfono,
la pareja y la familia, hasta el maltrato al público, entre vecinos y
colegas, en el transporte público y surge una necesaria y saludable
cultura de colas que, a pesar de las décadas transcurridas, muchos
ignoran, pero también una seudocultura o kitsch de colas cuando
produce vicio y hasta placer morboso, al no respetar el orden, etc.,
todo ello con su mayor o menor impacto urbano, incluido el daño a
teléfonos públicos y ómnibus.
En este sentido, las historias de vida han demostrado una gran
diversidad de criterios; no suelen explicitar como problemática el daño
a propiedades estatales ni a otras que no sean las suyas personales,
salvo cuando en consecuencia, la calidad del servicio se deteriora. La
coexistencia no es siempre pacífica y la agresividad verbal y hasta
física se imponen en una cultura de violencia, porque lamentablemente
esta triunfa, con una gesticulación recontextualizada y un tono de voz
"natural" cada vez más alto, para un nuevo y más agresivo ambiente
sonoro. En el caso de algunos "no lugares" (Augé, 2000), como los
ómnibus, se destaca, por ejemplo, la indolencia de aquellos que una vez
que han subido al vehículo, luego de haber sufrido su tardanza y otros
inconvenientes, no les importa y hasta rechazan e impiden que otros
puedan acceder, no ceden espacio a quienes necesitan bajarse o molestan
innecesariamente. "Coja un taxi", "Cómprese un carro" son respuestas que
avalan "la ley del más fuerte", no solo expresiones carentes de
solidaridad, sino del más elemental respeto, en una convivencia herida
de muerte por el egocentrismo más atroz. Las raras veces que una mujer
es priorizada para sentarse, casi nunca lo agradece, con lo que mal
educa a los niños que carga, y aún peor, al desocuparse otro asiento lo
copa agresiva para su compañero y no para quien le cedió el que ella
ocupa; los asientos que se les destinan a las embarazadas y limitados
físicos ayudan y entorpecen a un tiempo, pues muchas veces son exigidos
en mala forma y sin agradecerse, y quien no los ocupa se desentiende.
Las normas más elementales de educación formal como el saludo, las
gracias, las disculpas, el permiso desaparecen o son relegadas y en la
cadena evolutiva o involutiva, ya casi no se hacen ver a escala urbana
ante el deterioro general de las relaciones de respeto (entre distintas
edades y entre contemporáneos), y en la agresividad o intolerancia en
escuelas y otros centros y comunidades, sobre todo, al abusar e imponer
la violencia al otro, en lo que otro tema se devela: la crueldad que
puede mostrar la infancia. En la memoria histórica se recuerda con
posturas muy diversas: la agresividad entre centros y comunidades, o
cuando menos, la identidad local devenida como un otro del que se
recela; y, por supuesto, el abuso y la violencia por la violencia,
alentada por la familia, la comunidad y, a menudo, hasta por algunos
maestros, como arcaica enseñanza de supervivencia que aún subsiste y
que, a veces, se disfruta con sadismo.
Por cierto que entre los cambios de valores no se pueden entender como
involución todos los casos, pues la aceptación de una pareja interracial
u homosexual, solo molesta hoy a los más retrógrados, que a ello remiten
la "pérdida de valores" (Anexo 1). En el complejo ético urbano y los
choques de valores, la polémica se matiza.
Hay más preocupación por la imagen que por la identidad. El "qué dirán"
llega a regir la imagen pública y, por tanto, la vida social e
individual, canalizadas mediante la familia; un viejo refrán popular lo
sentencia: "Más vale ser que parecer". Un reciente estudio (Valdés Pi y
col., 2005) concluyó que el 48% de los homosexuales aún se siente
discriminado, el 31% no más que tolerado, el 21% rechazado y ninguno se
siente aceptado por la sociedad, lo cual adjudican en el 45% de los
casos a la falta de espacios y en el 34% a la incomprensión y el rechazo
social; en menor cuantía se explica por las agresiones homofóbicas tanto
verbales como de acción, la incomprensión familiar, el acoso policial,
la situación de la vivienda y la falta de reconocimiento legal a las
parejas homosexuales.
No muy distinta es la opinión heterosexual: el 58% siente que los
homosexuales en Cuba no son más que tolerados, el 22% rechazados, el 15%
discriminados y solo el 8%, aceptados. Casi por unanimidad se reconoce
que hay mayor visibilidad homosexual en Cuba y en el 10% que no reconoce
que haya aumentado la homosexualidad, hay quienes especifican que
siempre la ha habido, que lo que ha aumentado es su visibilidad,
situación comparable a la de la religiosidad.
Llama la atención que la lesbiana es casi tres veces más tolerada que el
varón homosexual, lo que en muchos casos se explica por el machismo y el
ambiente militar y sus afines.
El piropo y la relación entre géneros
En la relación más halagadora entre géneros, por ejemplo, el piropo del
hombre a la mujer conserva la gracia y el ingenio; pero también ha
alcanzado la vulgaridad y hasta la agresividad, tal vez en inconforme
respuesta ante los derechos conquistados por el sexo femenino, que a su
vez ha incorporado el piropo explícito de la mujer al hombre, también
con diversidad de valores y antivalores, todo lo cual matiza
determinadas escenas en la vía pública. Menos impacto —por los peligros
de la agresividad heterosexualista, la censura y depender de códigos
secretos— alcanza el piropo homosexual, que siempre se obvia por
homofobia y resulta menos explícito pero que, al igual que el de la
mujer al hombre, merece ser estudiado.
Que el piropo homosexual se evidencie es muy difícil si no es mediante
alguna historia de vida, previa solicitud de anonimato, o en observación
participante, siempre determinada por el imprevisto y sin expectativas,
y se recogen como entre los demás, curiosos, osados y creativos
ejemplos. Los restantes piropos pueden apreciarse también y más
fácilmente por simple observación y observación participante, y develan
las más diversas actitudes: desde la mujer que rechaza el piropo grosero
con otra grosería o con toda dignidad (incluida la indiferencia silente)
hasta la que lo disfruta y mayor elegancia la ofendería, o la que
arremete contra el hombre que no contesta su piropo (grosero o no) y
llega a acusarlo públicamente de "pájaro" o "maricón", pues no cumple su
papel de "hombre"; aunque nadie dudaría de la feminidad de una mujer que
no conteste el piropo de un hombre.
En conclusión, el derecho de la mujer a piropear se legitima, pero no
así el del hombre a escoger una opción de respuesta, en lo que se
aprecia que la igualdad de géneros no es sino relativa y parcializada,
en este caso, en detrimento del supuesto marginador, lo que refuerza mi
teoría del "marginador marginado", sostenida asimismo cuando no se
tolera al varón trasgredir cualquier convencionalismo al vestir.
Mientras se lucha con justicia por la presencia de mujeres en todos los
puestos, hay plazas que aún se conciben exclusivamente femeninas. La
justa igualdad se confunde con el igualitarismo y con la mujer
vulgarizada, según otro dogma que tampoco favorece la imagen masculina.
Deambulantes
Ejemplos de antivalores se detectan frente a personas que pierden el
juicio y se dedican a deambular por las calles; son, lamentablemente,
objeto de burlas de niños, jóvenes y, también de adultos, fenómeno en el
cual la observación participante desempeña un papel fundamental, puesto
que las historias de vida suelen evadir el tema, enmascararlo o
tergiversarlo cuando se aborda, tanto por parte de los victimarios como
de los dolientes e, incluso, de los simples testigos, excepto tal vez
aquellos que con orgullo recuerdan cómo se opusieron a tales vejámenes.
Otros antivalores se detectan en las disímiles actitudes desde y frente
a la mendicidad, resurgida, sobre todo, y no por casualidad, allí donde
se supone que frecuenten los de mayores recursos económicos, como por
ejemplo, la Rampa turística y otras vías rápidas de comunicación. Son
casos muy similares a los de quienes pierden la razón, solo que si
aquellos se encuentran en cualquier comunidad, los mendigos se
circunscriben a las áreas señaladas, por motivos más que evidentes, por
lo que podemos hablar de "mendigos área dólar". No faltan quienes se
ofenden si no reciben lo esperado, a veces con actitudes agresivas,
quienes declaran razones religiosas como el que mendiga para pagar
"promesas" y los que hacen de la mendicidad, un negocio.
He aquí otra arista peliaguda para la Antropología Urbana, con todos los
ángulos de la mendicidad, desde las necesidades económicas y las
afectaciones psíquicas hasta el uso y abuso de menores, sin excluir los
hijos propios, como medio facilista de vivir, tanto en la mendicidad
como en la prostitución y de otras maneras.
Se acercan a extranjeros y a nacionales que por esquema racial confunden
con tales, en prejuicio que limita nuestra riquísima nacionalidad, como
suele acontecer, sobre todo, con blancos que son confundidos con
europeos por un reduccionismo racista que llega a privarlos de su
cubanía por el color de la piel, cabellos y ojos claros: el imaginario
popular cercena vastas áreas no menos imprescindibles de la riqueza
étnica de nuestro pueblo. Al reconocerlos como cubanos, quedan
desvalorados, tanto por los nacionales que los creyeron extranjeros,
como por múltiples extranjeros que simplifican el trópico a los más
oscuros de piel y consideran los tonos claros de su exclusividad; todo
ello como consecuencia de un imaginario estereotipado en las últimas
décadas, contra una Cuba conocida tradicionalmente como "la más blanca
de las Antillas", lo que tampoco excluye los restantes colores de la
piel y sus mezclas.
Vivir la calle y vivir en la calle
El sistema de vivir a puertas cerradas, necesario ante la gran migración
interna, tanto para población residente como flotante (casi siempre
nacionales desde otras provincias cubanas, municipios capitalinos o
comunidades del mismo municipio) y la gran cantidad de desconocidos, en
ocasiones peligrosos, distingue el carácter metropolitano en estas
barriadas norteñas, salvo excepciones en zonas y focos menos públicos;
esta es una necesidad que injustamente se ha tergiversado como falta de
hospitalidad, lo que es antagónico en comunidades conformadas
tradicionalmente y hasta la actualidad, por las inmigraciones y la
población flotante; por supuesto que en su propia identidad, y a pesar
de la avalancha de desconocidos de todo tipo, la hospitalidad continúa
en la identidad local asimilándolos a todos más allá de su diversidad,
lo que se observa en la atención tanto en las calles como en las
viviendas, disímil lógicamente según sujetos y contextos; a menudo el
inhospitalario en la capital, no es capitalino, aunque no sea esta la
imagen generada. En tanto máxima atención nacional y concentración de
servicios es más asimilable venir que salir del municipio, sobre todo,
por las dificultades del transporte, lo que algunos tergiversan con
aires de superioridad; pero el genuino local, por su misma formación
cosmopolita, vive ávido de conocer toda Cuba y el mundo. Lo anterior se
evidencia con la observación y el método comparativo entre familias con
diversos grados de adaptación local según su procedencia, lo que se
corrobora en las historias de vida y por comparación con el sistema de
vida de otras comunidades capitalinas: "vivir la calle" o "en la calle"
en Centro Habana o, en menor grado, La Habana Vieja (que no por
casualidad se ha inundado también de población flotante), y es más
distinto aún en la periferia capitalina y en otras provincias cubanas, a
hacerlo dentro del municipio en estudio en algunas comunidades como
Aldecoa o Puentes Grandes, diferente a su vez de cómo se hace en los
solares, casas de inquilinato y otras áreas insalubres con escasa
población flotante de El Carmelo o incluso, el Vedado. "Vivir la calle"
en las áreas metropolitanas del Vedado y la Rampa se ha relacionado
históricamente con la vida nocturna y, en particular, con la
prostitución.
Ya sea "vivir a puertas cerradas" o "en la calle", este tema, si no se
induce de las historias de vida y la observación participante, no se
comenta. Hay una relativa conciencia de los motivos: el calor para
quienes "viven en la calle" o la intención de proteger su privacidad,
para los que lo hacen "a puertas cerradas", lo cual es perfectamente
legítimo frente a una heterogeneidad a veces demasiado diversa,
atolondrante y hasta peligrosa, por lo que tipifica mejor las calles más
céntricas, donde, además, obstaculizan más a los continuos peatones, hay
más peligros con el tránsito y los desconocidos, y es mucho más difícil
orientarse por ellos en la comunidad. Así y todo, hay quien confiesa que
su mejor entretenimiento es chequear a través de las persianas lo que
sucede en las casas de los vecinos: el chisme y el brete hacen que, a
veces, cada cuadra se convierta en "pueblo chiquito infierno grande", lo
que incide en las relaciones entre vecinos y ocasiona problemas en la
comunidad. La sabiduría popular, a través de su literatura oral
(refranes y otros), eleva a la categoría de juicios su concientización
de estas problemáticas; así, estas comunidades no quedan exentas de las
culturas pueblerinas en franco choque local y mutuo. No falta quien
justifica que el chisme es bueno porque libera tensiones, en franco
egocentrismo que obvia las tensiones que provoca en los demás.
No obstante, hay quienes insisten en lo que consideran más popular y
atentan contra la privacidad del hogar, la familia y hasta del
individuo. Es la intolerancia de comunidades dentro de comunidades, pues
al acercarnos a la práctica diaria como criterio de verdad, se detectan
solares en los que se vive "a puertas cerradas", y edificios convertidos
en auténticos "solares verticales", donde se arrojan desechos y se
escupe al exterior, invaden la privacidad del vecino en franca
intromisión sin tacto ni educación alguna o en explícita agresión o le
imponen su privacidad mediante sus escándalos al importar hábitos de
hablar a gritos con puertas abiertas a cualquier hora, en este nuevo
contexto de viviendas más inmediatas y relacionado con un movimiento
migratorio continuo y todo el resto del sistema de prejuicios y de la
cultura generada, por lo que su privacidad es falsa y agreden el espacio
sonoro del vecindario: lejos de popular, "la puerta abierta" aquí es
populista, barriotera y folclorista; se crean conflictos de convivencia
con diversos grados de peligrosidad, bien sea por el motor del agua o
por los pagos colectivos, y los usos y abusos de espacios colectivos,
por molestia o intolerancia con las mascotas o los niños o visitantes de
los vecinos o por los vecinos mismos, sus costumbres, gustos (a veces en
la decoración de exteriores o por preferencias más íntimas, depende de
lo que se pueda escuchar de una vivienda a la otra, según cada
contexto), apariencia personal, pensamiento y, en general, las más
diversas razones; personas retorcidas más que complicadas, que enredan a
los demás en sus disímiles miserias humanoides.
El "solar vertical" llega a ser expresión popular local para ciertos
edificios invadidos por otros sistemas de vida, por lo que chocan
valores. La conciencia de ello se explicita y muestra las relaciones
entre vecinos y con la diversidad de la población flotante
característica. Todo ello incuba prejuicios y hasta complejos, no
siempre bien intencionados, trata de imponer y excluir, incluso agresiva
y despectivamente, por parte de supuestos promotores de la comunidad,
unas normas de conducta sobre otras, muy discutibles, y en contra de la
diversidad que tanto nos enriquece y que muchos ignoran, incluidos los
estudiosos que se asombran de la escasa cultura general (siempre
relativa y casuística) que tienen no pocos moradores y visitantes del
Vedado.
Que tales imágenes a menudo son degeneradas por dogmas, incluso en
estudiosos, se evidenció en una tormenta de ideas que debatía cómo eran
posibles determinados atavismos en cuanto a cultura sexual y
anticonceptivos (entre otros) en una moradora, pues "por ser del Vedado"
no debía tenerlos, lo que implica un imaginario que absolutiza la
cultura local, además de no profundizar en el grado en que esa habitante
del Vedado, "es del Vedado". En cuanto a los excluidos, suelen ser justo
los nativos más tradicionales, cuyas vivencias relacionadas con sus
raíces locales son raramente oídas y, menos, atendidas (más bien
silenciadas y hasta tergiversadas) frente a la avalancha inmigrante, que
incluye promotores, artistas, dirigentes y otros generadores de imágenes
impuestas, y la falta de una política de protección del patrimonio
local.
Imagen visual y ambiental
En dependencia de las condiciones físicas de cada vivienda, y de la
cultura familiar y comunitaria, las ropas tendidas hacia la vía pública
diferencian estas de otras comunidades habaneras metropolitanas, mucho
más homogéneas en este sentido; aunque hay quien lo impone y genera un
micropaisaje urbano desde sus propias raíces o en su devenir según las
migraciones internas.
Paralelamente, además, esta investigación indujo el símbolo rojo y la
sábana blanca de lucha contra el sida varios 1ro. de diciembre, con su
correspondiente explicación local al ser demandada; sin embargo apenas
ha logrado alcance, al carecerse de orientaciones, suficiente
divulgación y una política de promoción dirigida a ello en los medios de
comunicación masiva.
Todo es extensible al arreglo y ornamentación, a menudo de muy dudosa
estética y hasta con peligro de deterioro en disímiles grados y
aspectos, de cuadras e instituciones, ya sea permanente o temporal, y
que en ocasiones llega a irrespetar los símbolos nacionales. Cabe
agregar la propaganda con los más diversos objetivos, más movilizativa
que educativa y sin mayor adaptación local, donde las áreas de mayor
concentración de público son las más codiciadas y, por tanto, las más
afectadas.
La dinámica entre la obra humana, constructiva y destructiva, y el
entorno ecológico es básica en la Antropología Urbana y nos coloca
frente al antiguo dilema de civilización vs. naturaleza. Este tema abre
todo un universo, fundamentalmente si consideramos al ser humano y su
obra como parte de tal entorno y la generación o degeneración de
ecosistemas urbanos. González Alcantud ofrece precedentes bibliográficos
sobre los bares que hoy es posible relacionar en las ciudades, mas
también con el tema del sida, en tanto patología de implicación
ambiental a vencer en la cultura, con todo su impacto, según cada
momento histórico, pudieron haber sido la lepra, la peste o la
tuberculosis; quedan de la mano otros aspectos de no menor importancia
como la urgencia en cuanto a la protección de la fauna y la flora, tanto
silvestre como doméstica, del patrimonio tanto cultural como natural en
nuestras ciudades, entre muchos otros.
Por ejemplo, incluso los animales del Zoológico son víctimas de
fechorías con vistas a negociar sus carnes o por simple miseria
humanoide (además de la contaminación sonora y de otros tipos en la
propia institución), las cuales casi siempre quedan impunes, sin el
menor respeto a las inversiones económicas que representan y lo que es
aún peor: a sus vidas, salud y bienestar.
Llaman la atención las múltiples formas de ensuciar la ciudad: desde los
comprobantes del cobro del transporte hasta los más disímiles
envoltorios de alimentos, y el maltrato (y a veces robo) de los tanques
de basura con los focos insalubres consecuentes. De modo que "el
habanero" —obvian inmigrantes y población flotante, simplismo en que
incurren también los medios de difusión masiva— paga siempre con la mala
imagen de su ciudad, además de sufrir el afeamiento y la creciente
insalubridad de un entorno añorado siempre, con nostalgia de "los viejos
tiempos" cuando estos paisajes urbanos eran más limpios y hermosos, sin
duda, y otrora célebres por ello en todo el continente, y más allá.
La época actual y la Antropología Urbana nos proponen un concepto de
civilización superior y mucho más humano, orgánicamente compatible con
el medio natural, de cuyo bienestar, incluso, depende el ser humano. Ya
en el análisis diacrónico, vimos al Vedado y El Carmelo brindar desde
sus orígenes una solución; pero choques de valores que equivocaron el
amor al entorno como elitismo antihumano, la involución populista ajena
a las más auténticas e intrínsecas necesidades de la comunidad y la
ignorancia de su propio patrimonio natural e irrespeto antropocentrista
contra la otredad ecológica, deterioraron el entorno natural a tal
grado, que solo en Nuevo Vedado predominan aún las condiciones
ambientales favorables (Gil y González, 1991).
No es casual la distinción hecha con Nuevo Vedado, si tenemos en cuenta
que esta barriada se abre a ambos lados de una sola vía rápida de
comunicación (la avenida 26) de la que no se abusa tanto como de otras,
además de sus propias raíces e identidad cultural y su urbanización más
moderna. El río al oeste (al avanzar el siglo XX) y la huella humana en
sus aguas han devenido principal foco contaminante que origina
comunidades insalubres, como ocurre con el fondo siempre marginado del
cementerio, y en el caso de las céntricas barriadas norteñas, por la
contaminación sonora (motores, abuso de decibeles, etc.) y ambiental
(expulsión de gases por tantas vías rápidas de comunicación, chimeneas
sin tratamiento y otras), así como por las inundaciones y salinidad de
una costa afectada desde la oriental bahía.
No es posible desligar de lo anterior el deterioro de la cultura lúdica,
cuyos mejores valores tradicionales se pierden por el choque y las
insuficiencias con que crecen las nuevas generaciones de padres y
educadores, en virtud del juego agresivo contra los diversos componentes
del entorno, a menudo degenerante hasta el más auténtico, morboso y
peligroso sadismo, de urgente atención y reeducación por todos, y
fundamentalmente, por Prevención (López Pujol, 1999);
así como el uso inadecuado de los uniformes (no solo escolares) y
problemas en las relaciones entre adultos, y de estos con los infantes,
tanto hijos propios como ajenos;
y en las normas, incluso, con respecto a los símbolos nacionales
(Arista-Salado, 2006a).
Dinámica de la población flotante: vida nocturna y vida bohemia
Finalmente debemos remitirnos a la dinámica entre población flotante y
residente, y el equilibrio que las comunidades buscan entrambas. Así
pues, donde la primera identifica, la segunda llega a sentirse abrumada
y poco simpatizante de tanto visitante, al margen de sus motivos (la
Rampa y las vías rápidas de comunicación), en lo cual, por supuesto,
habría que estudiar casuísticamente la conformación cultural y
motivaciones del residente que, a menudo, inmigra a la zona conociendo
sus características y hasta atraído por ellas (con frecuencia, antiguo
visitante), aunque luego las rechaza en franco conflicto de intereses y
de identidad interior subjetiva; mientras que los pobladores de las
áreas insalubres se quejan del abandono, por la ausencia casi total de
población flotante. En el resto de las barriadas existe mayor
equilibrio, aunque también se identifican entre sí y no falta la
indiferencia, la compenetración y diversas tensiones, desde una o ambas
partes, pero casi nunca en la totalidad de ninguna de ellas producto de
tanta diversidad.
Los más disímiles prejuicios se levantan contra el "otro" visitante, a
menudo más identificado con las raíces de la comunidad que el quejoso
residente, con frecuencia inmigrante, incluso, relativamente reciente.
Sin embargo, en las quejas también suelen encontrarse razones de peso
que protegen la comunidad, como aquellos que se niegan a las actividades
seudoculturales que deterioran el patrimonio comunitario o contaminan el
medio en cualquiera de sus formas; por ejemplo, la agresión sonora de
particulares e instituciones o los visitantes que asumen el entorno como
urinario, a veces por la incomprensible falta de baños públicos para
necesidades impostergables, pero no siempre. Por ello, no puede
entenderse toda queja de un vecino (ni siquiera del delegado) como de la
comunidad, pues a menudo reflejan conflictos personales de identidad
subjetiva y se pronuncian contra los valores más auténticos, ni tampoco
como falta de sentido de pertenencia, cuando otras veces, es todo lo
contrario.
Así se han recogido quejas de marginadores porque el Centro Nacional de
Prevención de ITS/VIH-sida sea visitado por enfermos de sida y
homosexuales; contra determinados hoteles porque tienen música y
propician la vida nocturna; contra la moral de los cabarés y hasta de
los teatros, las más diversas peñas que satisfacen necesidades de
distintos sectores, etc. Ello solo demuestra la intolerancia agresiva de
los quejosos (a menudo, inmigrantes inadaptados), no de las comunidades.
La vida nocturna y la bohemia que tanto enriquecieron la Rampa y otras
comunidades,
en su esencia de modernidad revolucionadora, han sido víctimas de
convencionalismos moralistas e individualistas que han coadyuvado a su
lamentable degeneración y casi exterminio; similares prejuicios se han
manifestado contra el turismo tanto nacional como extranjero, aunque a
este último, entre siglos, se le ha llegado a valorar mejor por el
atractivo económico que les brinda personalmente.
Son prejuicios que, a veces, con muy dañina repercusión, cobran cuerpo
institucional en el apoyo de algunos policías, funcionarios indiferentes
al entorno y hasta de medios masivos no siempre identificados con esta
tradicional y rica identidad de comunidades cuya dinámica, dada su
esencia metropolitana y cosmopolita, es singularmente ágil y cambiante
en cuanto a tradiciones que perviven de las más insospechadas maneras en
una constante actualidad, lo que cualifica su identidad en una
esplendorosa diversidad que potencia hasta el infinito sus valores
patrimoniales, y que sin una política científica oficial de preservación
y ante la avalancha inmigrante vive y pervive, pero en constante amenaza
de toda índole... lo cual nos introduce al escabroso tema de la
identidad local dentro de la cual, por supuesto, queda incluida la
dinámica poblacional analizada.
Problemática de identidad en estas
comunidades
La dinámica poblacional y las historias locales ya referidas
multiplican con tal complejidad la identidad de estas comunidades, que
ha sido preciso estratificar los barrios detectados por zonas, y estas a
su vez, por focos (Anexo 1), por lo que aun cuando nos concentremos solo
en las comunidades por residencia, hemos de referirnos a cientos de
ellas, más pequeñas, que viven dentro de otras mayores en constante
interacción, con una identidad relativa, y que se interrelacionan
constantemente con otras comunidades que no se definen por su
residencia. Así, por ejemplo, en una misma cuadra suele haber diversos
focos, cada uno con su propia identidad.
Marginalidad e insalubridad en comunidades por residencia
Al comparar los dos barrios insalubres del municipio: El Fanguito y La
Dionisia, resalta que la drogadicción ha afectado ambas comunidades y
sus respectivas escuelas. Famoso por la violencia —robo, hurto y
agresión—, al iniciar el siglo XXI, a El Fanguito (apenas una cuadra:
solo la acera que da al río y ambos laterales que avanzan a él a través
del fango, en 32 entre 19 y 21) se le calculaban unos 800 habitantes, a
los que se les ha estado gestionando vivienda en las inmediaciones pues
rechazan alejarse, como resultado de lo cual puede disminuir esta
población. En cuanto a La Dionisia, mayor que El Fanguito, se identifica
por el vago habitual y el alcoholismo; al iniciar el siglo XXI se
estimaban en más de 1 200 sus habitantes: son escasas manzanas
irregulares a través de su calle principal (Protestantes), 1ra. y 2da.,
al extremo suroeste de la necrópolis Cristóbal Colón.
En ambos barrios abunda todo el polimorfismo humano, aunque el
imaginario popular los limita al negro: las dos familias líderes de El
Fanguito eran una blanca y otra negra. Llama la atención que el barrio
"en guerra" con El Fanguito eran las casitas de 15 y 20, donde también
abunda toda la racialidad en un entorno humilde pero no valorado de
marginal ni insalubre ni delictivo, aunque sí con su propia identidad,
como ocurre en los bloques de 13 y 24, 17 y 18 y las casas de 13 y 10,
por no citar más allá del Carmelo. No es posible subvalorar los
elementos de cultura delictiva incubados en estos barrios, no
exclusivos, aunque sí los identifican en el imaginario, así como a zonas
y focos de la otrora Timba y su extensión a San Antonio Chiquito.
A propósito de lo marginal y lo marginado, es preciso un alto para
distinguir este último en tanto condición impuesta por el entorno social
y los más disímiles prejuicios, en tanto el primero es la actitud
asumida de enfrentamiento al contexto social, del cual trata de
diferenciarse, a menudo, en busca de una identidad propia, otras veces
en tanto cultura (¿seudocultura?) francamente delincuencial o en
reproducción (consciente o no) de la reversión de valores.
Concretamente entre La Timba (al este de Paseo) y San Antonio Chiquito
(al oeste) se ha (de)generado uno de los más graves conflictos de
identidad interior en todo el territorio, a partir de su inmediatez a
los más metropolitanos y representativos circuitos locales, que ya es
mucho decir en Cuba: barrios muy distintos uno del otro en sus raíces,
devenir e identidad social y cultural de todo tipo, cada uno, a su vez,
con una infinita y compleja riqueza comunitaria.
Desde que algunos habitantes de La Timba (entre otros barrios como La
Pelusa, por supuesto menos conocedores entonces de los pormenores de
esta identidad local y a quienes sonaba mejor el topónimo Timba a su
propia condición marginada, que el más elitista de San Antonio Chiquito)
comenzaron a emigrar al otro lado de Paseo y siguieron autoproclamándose
Timba según su raíz, germinó la semilla que ya hacia el último quinto
del siglo XX devino fruta alimentada por las propias instituciones y no
pocos inmigrantes que, sin mayor investigación científica, preferían
asumir de forma acrítica y populista ese topónimo, imagen de humildad
muy conveniente para su contexto político, frente a un San Antonio
Chiquito de imagen religiosa y mucho menos promovido, aunque genuino
patrimonio local y que, por cierto, no pocos pobladores no solo
reconocen, sino que se siguen sintiendo tales, con todas sus
diferencias, (mal)interpretadas elitistas por "el otro timbero": solo
que estos últimos son los que más lo pregonan.
La promoción de La Timba sin el menor sustrato científico por las
instituciones en aras de un trabajo comunitario, allí donde
supuestamente era más urgente, así como por dirigentes locales
improvisados en la cultura local, y su impacto en las nuevas
generaciones han sido, simplemente, fatales para el patrimonio local de
ambos barrios. En consecuencia, no pocos (tampoco todos, por fortuna se
conserva la memoria histórica local y sus raíces a pesar de la severa
agresión sufrida) pobladores de San Antonio Chiquito dicen sentirse de
la Timba, pese a las diferencias palpables a ojos vistas entre uno y
otro barrio, y aún cuando vivan en su propio casco histórico local,
pasaje que, por fortuna, sigue llamándose San Antonio.
En cambio, en el auténtico Pan con Timba, se ha sobredimensionado una de
sus zonas (La Casilda) como si fuera todo el barrio, al que otros
promotores llaman La Timbita, para diferenciarlo del allende Paseo
extendido como Timba sobre San Antonio. Más escandaloso resulta que ante
la migración ignorante, de pronto en plena Timba (Zapata y A), hay quien
empieza a llamarla Nuevo Vedado, en franco, peligroso y contradictorio
antagonismo, y nuevos vecinos de 19 y 20 (Rebollo, en pleno Carmelo,
allende 12 y 23) se están diciendo Timba. Una acción encaminada a
esclarecer y reafirmar estas identidades locales lo constituyó el IX
Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura, efectuado el jueves
16 de marzo del 2006, en el mismo casco histórico de Pan con Timba (A
entre Zapata y 31) revitalizado con las flores de La Casilda y el pan
con timba (guayaba) de identidad raigal local, y el X Fórum y Simposio
Municipal de Estudios Culturales, el jueves 15 de marzo del 2007 en su
mismo casco histórico, el pasaje San Antonio, con la inducción del
método comparativo entre ambas comunidades, para todos los
participantes.
Los barrios antes marginados ahora suelen ser objeto central de atención
estatal, no siempre bien encaminada e, incluso, en detrimento, a veces
hasta la marginación por oposición de valores, de las restantes
comunidades. Sin un programa racional orgánico, tal esmero ha valorado
como actividades culturales, la pipa de cerveza (puntos de lague)
y ron que muchos rechazan por alentar el alcoholismo, broncas
callejeras, etc. Estas áreas no se pueden homogeneizar al son del
imaginario popular por sectores no privativos, ni mucho menos absolutos
en ellas; no es aquí donde delinquen y se extienden por las áreas
vecinas. La ilegalidad en entidades con divisas trasciende el delito
económico, que aún se concibe limitado al casi incontrolable comercio
clandestino, aunque va mucho más allá.
No por ello se puede obviar la atención que necesitan otros focos
insalubres como el de A y 15 y otros muchos de interés en edificios como
el Hormiguero en 21 y E, el Tavel en 21 y D o el Arcos en 19 y F, tal y
como antes la necesitaron el Trotcha en Calzada y 2, el Govea en 13 y 18
o el Alaska en 23 y M, patrimonios locales, ya lamentablemente perdidos.
Sin embargo, solares como La Mierdita en A y 33 o el mismo de Sopeña e,
incluso, mucho más recientemente (ya en el 2005) su vecino inmediato, el
del Blúmer Caliente, en 15 entre 22 y 24, han mejorado notablemente sus
condiciones de vida y sociales, aunque quedan otros focos insalubres
como el del 40 (o 44) en B y 35 o el del Beefsteack (Bifté) en 3ra. y
10.
Y en consecuencia, por supuesto, habría que incluir la cultura de
respuesta a tal cultura delictiva que el imaginario limita erróneamente
a estas áreas insalubres, aquella de vigilancia y protección que
igualmente trasciende a los conocidos popularmente como CVP
(devenido tipo de la cultura popular, incluso del humor), cultura que va
más allá de sus propios uniformes, medios y técnicas de seguridad, y
llega al estímulo económico y mejores condiciones materiales de trabajo
que garanticen la imprescindible seguridad del personal involucrado
contra el delito.
Otras áreas en comparación: la liminalidad
No obstante estos detalles detectados en focos muy concretos, las
comunidades en estudio se hallan macroidentificadas desde el mismo
urbanismo, incluso con micromundos urbanos que devienen verdaderos hitos
urbanos y culturales locales. De ellos, los que más se destacan son la
necrópolis Cristóbal Colón (1871), el hospital Calixto García (1896), la
Universidad de La Habana (1902), el Parque Zoológico de La Habana (1939)
y la Plaza de la Revolución (1952-1960).
En una menor escala se pueden detectar otros muchos, aunque de alcance
más local.
De La Pera a Peñalver, los ecos del Cerro aumentan hacia el sur sureste,
en la medida en que los del Vedado pierden frescor, mientras Nuevo
Vedado ha sido identificado como "un verdadero museo de arquitectura
moderna" (Martín Zequeira, 1997), y la Rampa como el más significativo
conjunto de arquitectura racionalista cubana; la Plaza, concebida como
eje urbano rector de La Habana del futuro, en vez de casco histórico
local, marcó nueva identidad para el área inmediata, cuyos valores
previos (no menos seculares que en las otras comunidades)
recontextualiza al heredarlos majestuosa (aunque popularmente reconocida
como "raspadura" por su similitud con la forma del dulce popularmente
así llamado) e impone su identidad desde la altura: alcanza el mirador
más alto de la ciudad en competencia con la vecina Rampa y expande
carácter estratégico a las viviendas que le siguen al oeste y el sur
para definir nuevas oleadas migratorias, que ignoran los antecedentes
locales del otrora reparto Hidalgo y deriva todo un sistema de "áreas
congeladas" y "semicongeladas" de interés gubernamental.
No menos identidad local presentan las casas de inquilinato, los
solares, las edificaciones para clase media, la genuina arquitectura
vernácula urbana y hasta remanentes de sus raíces rurales locales,[100]
y otros ejemplos que desmitifican el Vedado como un todo elitista y
aristocrático, los parques con glorietas para retretas, y múltiples
monumentos y bustos dedicados a diversas figuras sobre todo de la
cultura política, científica y artística de Cuba y del mundo,
conmemorativos o vinculados a nuestra historia y patrimonio local, a la
masonería y al complejo étnico y la religión.
En cuanto a la vivienda en estas áreas de tanto atractivo residente y
flotante, la Ley de Reforma Urbana (1960) enfrenta alquileres, compras
de casas o mudanzas (permutas) que también se identifican por
comunidades, ante las nuevas realidades de inicios de siglo y toda una
cultura popular generada, legal e ilegal.
Mientras, la identidad se multiplica de matices en esta diversidad de
comunidades; sin embargo, no parece haber diferencias y coquetea en
liminalidad con la confusión y las indecisiones, hasta abrumar vastas
áreas cuyos nombres solo es posible hipotetizar a partir de puntos
referenciales que suelen legitimarse en topónimos populares. Como
liminalidad reconozco
esa identidad entre identidades, que presta confusión por ello, a menudo
sin siquiera un topónimo propio más que por algún punto de referencia.
Pudiéramos pensar entre las comunidades objeto de estudio, en el extremo
sur municipal entre 26, Boyeros y Calzada de Puentes Grandes, donde
reina la Fuente Luminosa o bidet de Paulina (en cuyo extremo se levanta
la Ciudad Deportiva al Cerro) o barrio (con una zona insalubre) de los
chinos de Aldecoa; entre 17 y Zapata, y de Paseo hacia 12, dentro del
Carmelo, donde quizás impera el otrora hospital Sagrado Corazón (hoy
"González Coro"), con diferentes zonas y focos; entre G y L, y de Línea
a 17 en el Vedado, es la comunidad hebrea con su sinagoga, tal vez la
más distinguida; y de 23 a 29 y de 26 al río, en Nuevo Vedado, área del
parque llamado popularmente del BRAC
o del Framboyán, entrada al Nuevo Vedado.
De todas formas es precisa una visión muy dialéctica para identificar
sus límites sin dogmas, como exige el entorno, y no faltan los topónimos
metaestables, como es el caso de 12 y 23, comunidad que desde esta
esquina se impone por sí sola y alcanza hasta 6 y 16 al menos, y del
cementerio hacia 17. Confluye por tanto, con áreas de Colón, el reparto
Rebollo y el que hemos considerado del Sagrado Corazón, cuya liminalidad
sin embargo, es muy superior a la que 12 y 23 puede tener en sus
límites, que fluctúan entrambas. Este nombre popular local se proyecta
metaestable con respecto al de 23 y 12, debido a la influencia de
instituciones con personal no tan identificado con dicha comunidad en sí
y que ignora que desde sus orígenes, la calle 12 tuvo más fuerza en esta
comunidad que la avenida 23, aunque a nivel macro se considera 23 más
trascendente. Así, en comunidades tan cosmopolitas, el foráneo aplasta
una vez más la cultura local, para la que sigue siendo 12 y 23.
La identidad peligra entre la liminalidad y la construcción que obvia
sus raíces, y es precisa la acción oportuna para evitar el daño, para lo
que la experiencia de El Carmelo descuella entre las primeras. Este
barrio llevaba ese camino y, como golpe de gracia, la división en
Consejos Populares
pretendía imponer el nombre de Chullima incluso hasta Nuevo Vedado
(topónimo también ignorado entonces), cuando las acciones de
investigación que a este texto han conducido pudieron salvarlo desde el
III Simposio Territorial celebrado el 5 de mayo de 1993, con todos los
valores que identifican e irradiaron de la iglesia de El Carmelo (hasta
entonces una sombra sobre el parque, desde entonces un ente
participativo en la comunidad) incluso al Vedado, como el sistema de
denominación de calles, los escudos o blasones, el mobiliario y su red
de servicios y decoración al exterior con fuentes y jardines privados.
En dicho simposio, por primera vez se logró un rincón hebreo y otro
haitiano y se debatió un trabajo sobre homosexualidad en un evento
cultural integral, tan equidistante del elitismo cientificista como del
populismo, tan científico como popular y, sobre todo, tan de esta
comunidad, que sin orientación ni dirección ni más promoción que ella
misma se incorporó inesperada y activamente al evento, y desde entonces
quedaron en este su casco histórico local cada 5 de mayo "las verbenas
de El Carmelo", los bienales "Encuentros de historia y tradición de mi
barrio El Carmelo" y otras acciones.
La rumba del solar transcultura al edificio, sobre todo durante lo que
denomino "cultura de apagón" al ser retirado el servicio eléctrico, con
más impacto en horarios nocturnos, cuando los espacios devienen más
sonoros que visuales, mientras la seudocultura hace gala de chismes y
agresiones; todo ello ocurre entre impostaciones rurales casi siempre
mucho menos orgánicas, como una fauna granjera para aliviar el
transporte local y otras necesidades, pero sin condiciones para ella.
Mientras tanto, se olvidan y deterioran la casa jardín de los Loynaz, el
cine Carmelo, la Sociedad Cultural del Carmelo, su Academia de Bailes y
el edificio Carmelo frente a la iglesia, el restaurante y cafetería
homónimos, el convento de las carmelitas (casco histórico de la
Extensión del Carmelo) y el de las teresianas, hoy escuela en 12 y 17.
El patrimonio se pierde por deterioro
o transformaciones ulteriores con otros fines
y se pretextan dificultades económicas para rescatar comidas y bebidas
no menos patrimoniales en su lugar de origen, cuando las mismas empresas
las venden en instituciones de otras comunidades (Couceiro y Perera,
1996). La parcelación institucionalista y sectorialista llega a ser
lamentable identidad en áreas tan complejas, donde el movimiento
migratorio que caracteriza a las zonas centrales (aunque menor que en
las costeras) no permite rigidez alguna: dentro del mismo centro
municipal, la barriada de La Plaza se distingue cualitativamente del
Nuevo Vedado, su vecino occidental. Tanta riqueza cobra muy caro a estas
comunidades con el arma terrible de la liminalidad y las identidades
construidas, con todo un crisol de conflictos locales de identidad y
extremos tan graves como la amenaza que se cierne sobre Aldecoa, ahogado
entre Nuevo Vedado y Puentes Grandes, a su vez cercenado en cuatro
municipios por la división político-administrativa vigente desde 1976.
De manera similar, el nombre de El Fanguito ha cubierto todas Las
Canteras y terrenos de la familia Flores, Chullima y el oeste del
Carmelo;
el de la Timba (que ahora se pierde en el consejo Vedado), todo San
Antonio Chiquito a La Portuguesa o La Julia e, incluso, buena parte de
la zona oriental de Nuevo Vedado; el del Nuevo Vedado (que había
desaparecido y ahora se divide en dos),
todo el reparto Hidalgo hasta la Plaza y amenaza Aldecoa. La Estancia
del Carmelo y el reparto Trotcha se dividen con un nuevo nombre
absolutamente impuesto: Vedado-Malecón, cuando Malecón es una artería
también para El Carmelo y la Rampa, y para otros dos municipios (Centro
Habana y La Habana Vieja) mientras el tradicional Medina se mantiene
silenciado ante los inmigrantes y solo el XI Simposio y Fórum realizado
el jueves 20 de marzo del 2008, logró celebrar por primera vez, un
aniversario (el 125) de la extensión de la avenida Medina, hoy
patrimonial calle 23, con vistas a su revitalización.
El lujo y ostentación del hotel Meliá Cohiba se erigen frente a la
autenticidad del Habana Riviera; las modificaciones del Habana Libre
Tryp rescataron el mural de Amelia Peláez para toda la ciudad, aunque en
la piscina propiciaron perenne ruido ambiental contra el entorno
inmediato; en las microbrigadas, la tipología en altura del edificio de
viviendas de 17 y 24, con unos 20 pisos, para trabajadores del Instituto
Cubano de Radio y Televisión (destino siempre cambiante por el intenso
movimiento migratorio local) rompe con la identidad local de El Carmelo,
cuyas edificaciones no sobrepasan los tres pisos. Se han perdido salas
cinematográficas en El Carmelo y el Vedado, donde todavía en las décadas
del setenta y el ochenta, no daban abasto a todos los interesados,
mientras que hoy predomina una "inexplicable" falta de público en las
escasas y metamorfoseadas instalaciones que restan, ejemplo típico el
Trianón, cuyo lunetario se redujo para devenir una más entre varias
salas teatrales en la comunidad, aun cuando en este caso, al menos, sea
a favor de un colectivo teatral ya antológico y cimero en la escena
cubana, como El Público.
Se genera pues, una dinámica de lucha por la subsistencia de identidad
entre una comunidad que se autorreconoce y perpetúa a sí misma, y un
entorno aplastante que la penetra ignorándola y arrasa con la riquísima
diversidad que identifica áreas tan cosmopolitas y metropolitanas, aun
sin una política científica de educación sobre el patrimonio local; todo
ello condena a diluirse en sus entornos y perder la riqueza de su
diversidad a comunidades como Medina, Rebollo, Trotcha, La Chorrera, Las
Torres, Kohly...
Sentimientos de pertenencia y sentidos de pertenencia
No obstante, el sentido de pertenencia local ha sido la clave del éxito
al inducir la revitalización local, por ejemplo, en los Baños del Vedado
o en la Rampa. El primero, barrio costero del Vedado, identificado y
promovido por los baños de mar que desde 1864 y hasta el tercer cuarto
del siglo XX lo signaron (aún la calle E se recuerda como Baños), está
igualmente amenazado por nombres institucionales absolutamente ajenos a
la comunidad y por una supuesta cultura dirigida al turismo, a menudo
kitsch por efectista, nada genuina ni estable, o impuesta (y, por
ende, inauténtica) exigencia de representatividad nacional en tanto
comunidades capitalinas, a las que muchos no locales niegan su propia
identidad, que ignoran o subvaloran, a veces con poder para decidir;
baste citar nombres como Mi Conuco y la Empresa Escambray, entre otros.
Sin embargo, en este mismo barrio, la retirada estatua de Neptuno a su
asiento colonial fue felizmente sustituida por otra de Afrodita, marco
que demostró el arraigado sentimiento de pertenencia local allí, donde
nacieron y se formaron personalidades tan relevantes como los hermanos
Fernando y Alberto Alonso, padres del ballet cubano; mientras el
tradicional y patrimonial Olokkú sucumbe ante lo más kitsch de la
modernidad, todo lo cual a partir de este estudio se trató de revalidar
con el VII Simposio Municipal, el 22 de marzo del 2001 que, entre otros
valores de identidad local, rescató para el almuerzo el Elena Ruth,
entre las comidas oriundas de esta comunidad, en particular, de El
Carmelo de Calzada.
Similar pero distinto a la vez, es el caso de la Rampa, más a la deriva
de las improvisaciones que, supuestamente, en función de una genuina
identidad tradicional local (el turismo), degeneran otras raíces: aquí
un Yara, absolutamente ajeno a ella, ha construido identidad en el
raigal Radiocentro (altamente sensible y susceptible de revitalizarse
por su autenticidad y pervivir en la memoria histórica local) entre
otros desaciertos, pese a los cuales no puede evitar (por fortuna) ser
una Rampa que se sigue imponiendo, aunque haya perdido cabarés
patrimoniales (Montmartre, o aquellos otros tan singulares como el
Caribe del Habana Libre y el Capri) que los ecos del Carnaval son
incapaces de sustituir para la cotidiana, tradicional y rica vida
nocturna local, ni siquiera en La Piragua.
En este caso, mediante el V Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la
Cultura realizado en marzo del 2002 con sede en esta barriada (sobre
todo en los hoteles Habana Libre, entonces en el consejo Príncipe, y el
Victoria, en el consejo Rampa), esta investigación evitó similares
peligros a los hoteles St. John's y Vedado, el Ministerio de Comercio
Exterior y hasta el cine La Rampa, cuando se logró que en el 2003 fueran
(¡por fin!) oficialmente reconocidos como ramperos y no del Príncipe,
donde hasta entonces se habían incluido arbitrariamente, contra todo
sentido y sentimiento de pertenencia local. No obstante el parque Martí
con su mayor identidad con las costas del Vedado, aún reza como Rampa, y
en el nuevo consejo Príncipe... no está incluido el Castillo del
Príncipe que, aunque le da nombre quedó en el consejo Vedado.
De la Rampa irradian, con ejemplos cada vez más aislados del rascacielos
cubano, las vías de comunicación que, por las dificultades del
transporte, la población no reconoce como rápidas sino directas, con
baños públicos mal atendidos (excepto para hostigar cualquier intento
homosexual) y tan escasos, casi inexistentes a pesar de su urgencia, que
se (de)genera para los transeúntes la costumbre de satisfacer sus
necesidades fisiológicas en la vía pública, cada vez con menos pudor,
con las correspondientes afectaciones higiénicas y de salud,
ambientales, éticas y estéticas.
Artistas, dirigentes locales y hasta promotores suelen generar sus
imágenes personales, sin tener en cuenta los estudios científicos de
identidad local.
Aun con la comparsa de la FEU y otras nuevas improvisadas como la
infantil Los Meñiques, en detrimento de otras más raigales como Los
Payasos, se trata de resolver la animación indistintamente en
cualesquiera de estas comunidades; pero la gran riqueza de fiestas de
todo tipo, distintivas de cada comunidad solo se ha revitalizado
parcialmente en el San Jerónimo de Puentes Grandes,
así como el San Juan de Casilda y el de Aldecoa, menos reconocido
oficialmente por no nacer como iniciativa de los promotores
institucionales.
Ya en el penúltimo lustro del siglo, mientras el carnaval desaparecía
ahogado por el llamado período especial, espectáculos como Plaza para un
Premio y los intentos por el carnaval han retomado la riqueza local de
comparsas, pero estas siguen sin estimularse en sus comunidades de
origen. Quienes crean imágenes, como artistas, intelectuales y
promotores, funcionarios y dirigentes suelen desvirtuar tanta riqueza de
identidad y de raíces cuando marchan ajenos a la investigación
científica y, con todas sus consecuencias, generan sus muy personales
imágenes, pues son sectores tradicionales, pero familiar y personalmente
inestables en estas comunidades, por lo que suelen reflejar serios
conflictos de identificación con ellas; incluso en los medios de
comunicación masiva y otras tribunas públicas, han manifestado que se
dedican a la capital, pero con su corazón en otras regiones del país...
lo que explica conflictos de sus identidades interiores subjetivas que,
sin duda alguna, repercuten de modo negativo en su obra para con estas
áreas, necesitadas del amor de todos, pero, sobre todo, de quienes a
ellas tributan con sus funciones sociales, incluidos estos que
demuestran así una cultura afectiva muy limitada, cuyo amor obviamente,
no ha crecido para más, incapaces de amar a un tiempo su comunidad de
procedencia, y aquella donde viven y trabajan en la actualidad.
Así, estas comunidades devienen verdaderos campos de batalla entre las
identidades interiores de cada sujeto y con la identidad exterior de la
comunidad en sí. Sobre todo, los dirigentes, funcionarios y promotores,
salvo loables excepciones, funcionan con psicología administrativa:
prefieren las orientaciones y no todos están dispuestos a una mayor
profundidad, capaz de establecer nuevos criterios generados
científicamente desde las mismas comunidades, cuyas características como
la particular dialéctica entre la tradición y la contemporaneidad, y el
indiscriminado movimiento migratorio,
sin planes de educación científica sobre cada comunidad, generan nuevas
y más peligrosas imágenes como la falta de sentido de pertenencia,
fácilmente descartable. Sin embargo, son los sectores llamados a
introducir estos resultados de investigación, en beneficio de tales
comunidades y las experiencias felices ya analizadas, así lo demuestran.
Toda imagen identifica, al menos subjetivamente; pero no toda identidad
deviene imagen, lo cual depende de la promoción que se haga de ella. De
aquí el papel de las ciencias, al brindar al promotor (incluyamos
artistas y dirigentes) verdades más profundas de la identidad para que
generen imágenes más veraces. En esta dialéctica entre la imagen con el
imaginario popular y la identidad objetiva de cada comunidad, el estudio
del sentido de pertenencia ocupa un papel preponderante, más difícil sin
la suficiente cultura científica al respecto. Pero ya a principios del
siglo XX, la imagen de elegancia y dignidad de los vedadistas en la
costa norte se agregaba al orgullo tradicional del puentegrandino al sur
con su evidente e histórico sentimiento de pertenencia local, y otro
tanto podemos decir del aldecoense y del carmelense, entre otros
locales.
Ha sido inevitable identidad que la interrelación histórica y cultural
entre comunidades con tales características llevara a que los vedadistas
proliferaran desde El Carmelo, mientras con este último nombre, dos
célebres restaurantes (el de Calzada y el de 23), hitos de la cultura
culinaria local, nacional e, incluso, internacional, hallaran sede en
pleno Vedado. Esto, desde inicios del siglo XX, apuntaba a los muchos
otros ejemplos legados hacia el tercer milenio, como establecimientos
con el nombre Nuevo Vedado en el reparto Hidalgo, o el intento,
felizmente rectificado, de El Sol de Chullima en El Carmelo, hoy El Sol
del Carmelo. Nada de ello, sin embargo, mengua el sentimiento de
pertenencia local, a pesar de las afectaciones (relativamente lógicas
por la falta de promoción científica de estos valores locales) en el
sentido de pertenencia local, el cual ha emanado de la memoria histórica
de las familias tradicionales de cada comunidad hacia el resto de ella y
su memoria histórica colectiva se enriquece y redimensiona a partir del
sentimiento de pertenencia, en tanto cultura afectiva, y la mejor
comprensión acerca de la comunidad, y a pesar de los grandes desniveles
y desconocimiento, se detecta en todas las áreas en estudio desde el
saber puramente empírico y gradualmente científico según cada caso del
imaginario popular e, incluso, desde la población flotante y otras
comunidades cubanas (no solo capitalinas) hacia estas. Las áreas
insalubres, por ejemplo, se niegan a desvincularse de sus respectivos
entornos y de sus mejores tradiciones locales, aunque sí anhelan que se
les mejoren las condiciones de vida. Los inmigrantes tienen diversos
niveles de transculturación y en sus incidencias se retroalimentan con
los nativos y otros inmigrantes, desde los inadaptados recalcitrantes
hasta los totalmente integrados que mejor aportan sus propias y más
disímiles raíces, interesados en su nueva comunidad, y a veces entre
ellos, se detectan algunos de sus mejores promotores.
Las escuelas en el estudio de la pertenencia comunitaria y la no
Habana en La Habana
Como todo exceso implica antivalores, el sentimiento de pertenencia
alcanzó un auge tal sin la necesaria educación científica al respecto,
que todavía no hace tres o cuatro décadas, había degenerado en guerras
declaradas entre escuelas de distintos barrios que dañaban los mejores
valores del sentido de pertenencia y de la cultura ética no menos
distintiva en estas comunidades, como herencia del pandillerismo y las
bandas juveniles que al avanzar la república (1902-1958) habían conocido
centros del territorio o sus inmediaciones, como la Universidad. Así,
por ejemplo, recordemos las broncas entre las secundarias "Carlos J.
Finlay", en pleno Vedado, y la "Antonio Guiteras", en El Carmelo, lo
mismo en un encuentro deportivo que en las escuelas al campo, sin
distinción de sexo. El profesorado y las familias trataban de apaciguar,
pero a menudo acababan protagonizando las peleas, además de las
problemáticas particulares que identificaban los primeros años de
enseñanza en la educación media elemental y la media superior.
Sin embargo, desde el 2004, los graduados del preuniversitario del
Vedado en 1976 (estudiaron aquí, aunque algunos residían en el Cerro y
otros territorios más bien cercanos) se reorganizaron para celebrar su
30 aniversario que, en verdad llega más allá de una simple celebración,
si bien la sola celebración no es tan simple tampoco, pues demuestra,
consciente o inconscientemente, un hermoso sentimiento de pertenencia
hacia su pre y sus escuelas previas (básicamente la "Antonio Guiteras"
en 12 y 17 y luego, 23 y A, pero también la "Guido Fuentes" en Paseo y
21, y otras), hacia aquellos años y recuerdos, hacia los que por los más
diversos motivos ya no están, y para compartir las penas y alegrías de
los que aún están...
Para ello propician diversos encuentros en distintos contextos en torno
al "alma de la generación" (Felipe Ángel Salazar Torres) y otros de sus
entusiastas promotores naturales como Nilia Ana Dalmendray Gómez,
relativamente organizados (sin formalismo alguno) en un "Éramos tan
jóvenes" que incluye a los que hoy residen fuera del país y sus
profesores de antaño, sus familiares, parejas y nuevas relaciones
diversas de hoy y de estos años, otros allegados de la época, etc., sin
que medien cumplimiento de planes de trabajo ni orientaciones
institucionales ni más metas que las nacidas de sus propias necesidades
de las que devienen protagonistas, y sin proponérselo, cada encuentro
constituye un acontecimiento cultural, con todo el carácter sistémico
que ello implica.
Todo ello demuestra, entre otros valores, la genuina cultura comunitaria
(indisoluble de la cultura popular) que los unifica desde sus vivencias
y afectos, portada incluso en variados sectores hoy profesionales y
dispersos como sectores, instituciones y hasta en otras comunidades y
países, y con notables divergencias en múltiples aspectos, ya
evidenciadas o insinuadas 30 años antes o que, por el contrario, han
emergido en estas décadas; el sólido sentimiento de pertenencia al
margen (al menos relativamente) de diferencias e indiferencias de
entonces (sin embargo, otros muy allegados en aquel momento, no lo son
tanto en la actualidad), valor de los promotores no profesionalizados en
la promoción y su papel decisivo en la más auténtica cultura, la visión
y sensación dialéctica en el tiempo, la cultura afectiva a través de la
memoria histórica aun empírica y otros valores.
Internamente, en las escuelas, también había lamentables escenas, desde
el maltrato, la agresión (física o verbal) y el abuso
de unos niños con otros, incluso, por parte de algunos profesores y
cuidadores de niños, sobre todo, en círculos infantiles y primarias, que
ya apenas se vinculan al sentido de pertenencia y son cada vez menos,
dada la lucha cerrada contra ellos y las severas sanciones; otro tipo de
maltrato, el psicológico, es más difícil de comprobar y evitar.
Ya en la secundaria, en determinadas aulas, dada la competencia entre
unos estudiantes y otros, a veces deportiva, académica o
seudointelectual, sobre todo, en los grupos o escuelas con los
académicamente mejores estudiantes (en un grado de una escuela, en
primer lugar, el grupo A; luego el B y así sucesivamente), preguntar
dudas devenía síntoma de limitación intelectual y objeto de burlas, a lo
que se enfrentaban solo los más transgresores, avanzados y de mejores
valores humanos; nefasta y kitsch competencia que, en alguna
medida, ha trasmigrado a determinados colectivos intelectuales,
profesionales y otros círculos sociales.
En los preuniversitarios, un testimoniante recuerda en los años setenta
rasgos del antiguo pandillerismo estudiantil, por ejemplo, en los
"planes piña" durante la escuela al campo, que trataban de implantar "su
disciplina" y, en realidad, su poder personal, a golpes —piñazos—
contra y sobre los demás, a veces, incluso, en franco abuso nominal y
oportunista de las organizaciones estudiantiles, por supuesto, con los
peores daños contra la imagen y prestigio de ellas.
Llama la atención, en consecuencia, la connotación adquirida por la
piña, fruta nacional,
en diversos contextos sociales: hoy designa popularmente a quienes en
cualquier asociación humana, estatal o no, conforman internamente
grupos, en los que se privilegian entre sí de manera excluyente contra
quienes no sean sus favoritos, condición que se gana por cualquier razón
absolutamente ajena a los aportes o valores profesionales, laborales,
humanos o de cualquier otra índole: pura simpatía o afinidad excluyente
y marginadora.
Por su parte, la "Arruñada", en Nuevo Vedado, era la escuela de los
chicos chic, aunque los cambios en la comunidad y de los profesores la
llevaran en 20 años a ser más temida que la "Vicente Ponce", de El
Fanguito, mientras que ser del pre del Vedado tenía, por cierto, un
toque de distinción, legítimo heredero del vedadismo con todo el orgullo
local que le compete.
En resumen, todo lo anterior llama a la reflexión contra las imágenes
que se han promovido falseando la identidad local: por una parte, evita
que se siga confundiendo la identidad que sí existe con la falta de
identificación de (algunos) habitantes, a extenderse en su aplicación
según cada estudio de caso y nivel de análisis.
Por otra parte, se precisa asumir el sentimiento de pertenencia que por
estas comunidades, al igual que ocurre en otras culturas metropolitanas
y cosmopolitas del mundo, llega a ser nacional y, a veces,
internacional, a pesar de las irregularidades con que el desconocimiento
y la falta de promoción científica lo lastran.
A nivel más general, aún hoy es usual que desde estas comunidades se
diga "ir a La Habana", entendida tradicionalmente como los actuales
municipios La Habana Vieja y Centro Habana, aun cuando se sabe que
lógicamente, estas también pertenecen a Ciudad de La Habana, incluso
metropolitana.
En cuanto a la marginación al que no es habanero, y aunque como
marginador vuelva a acusarse al habanero, suele darse justo por
numerosos no habaneros o de raíces no habaneras... Téngase en cuenta
entonces la distinción que puede o no hacerse con la provincia de La
Habana, herida en su identificación —no absolutizar su identidad (Couceiro,
2007b)— por su inmediatez con la capital, producto no de los habaneros
que aquí habitan, entendidos ahora como capitalinos al margen de que lo
sean o no, sino de la división político-administrativa. Con frecuencia
se marginan entre provincias: ora contra los orientales (inmigrantes
llamados popularmente palestinos, incluidos los de ascendencia hebrea),
los camagüeyanos o los pinareños... y contra el campesinado (y, a
menudo, contra citadinos del resto de Cuba subvalorados aquí como
"campesinos" o "guajiros") por rurales y suburbanos capitalinos,
frecuentemente no tan capitalinos tampoco, a la par que el habanero,
sobre todo mientras más metropolitano sea, por estos y otros simplismos
regionalistas, llega a ser menospreciado en algunos lugares del país y
en sus propias comunidades, al quedar subvalorado entre los antes
referidos "creyentes"; en otros lugares es, sin embargo, sobrevalorado.
Espacios urbanos
La relación entre imagen e identidad también ha generado imágenes de los
espacios urbanos, por definición antrópicos, y en su dialéctica con los
espacios públicos y los no públicos, a partir de las más cotidianas
relaciones humanas en ellos y con ellos, como pueden ser, por ejemplo,
las de género, la sexualidad y el erotismo, la racialidad, la
religiosidad y otras...
Si por definición todo lo urbano es obra humana, todos sus espacios pero
también muchos rurales (campesinos o con otras improntas humanas),
costeros, playeros, desérticos, polares, llaneros, montañeses, etc., son
en mayor o menor medida, antrópicos, aunque sin discusión, los espacios
urbanos suelen serlo mucho más que el resto: téngase en cuenta al
definir un paisaje natural que supuestamente no ha conocido la acción
humana, ni siquiera por la contaminación de centrales cercanos, pero al
menos es captado tal cual es por el artista, y por el sujeto humano en
general; lejos de excluir los ecosistemas que identifican cada espacio
antrópico, los incorpora con la propia naturaleza humana (no menos
"natural"), de donde deriva como caso particular la naturaleza urbana
(entre otras) mucho más compleja que un ecosistema no antrópico, por la
acción definitoria humana.
No nos detenemos más por ahora en las especificidades entre los espacios
públicos y los privados, pues ambos están implícitos en este análisis y,
en ocasiones, dominan el discurso al referir, por ejemplo, la cultura
doméstica o la relatividad de los espacios institucionales. Dados los
objetivos que persigue este texto, abordo fundamental (aunque no
exclusivamente) los espacios urbanos públicos, sobre todo, al considerar
lo urbano como hecho eminentemente hacia el exterior de las
arquitecturas (en este caso, viviendas) y, por ende, de alguna manera,
lo urbano es público; no obstante, existen espacios privados de impacto
urbano, como puede ser el jardín de una vivienda, su portal, su terraza,
su patio y similares. En todos los casos, no es posible desprender lo
público de lo privado y del interior de cada vivienda, ni siquiera del
interior de cada sujeto por sus disímiles maneras de exteriorización y
por explicar, en su sistema, los fenómenos públicos y la familia (que en
tanto cultura doméstica tiende más a lo privado que a lo público) sí ha
sido explicitada como punto básico de interés.
Como espacios de sociabilidad se entenderán aquellos que se emplean para
establecer relaciones sociales, que a menudo son espacios
institucionales o públicos (aunque no excluyen la opción doméstica y
privada, como algunas tertulias caseras) y asumo cultura doméstica o
familiar o individual en continuo proceso, en vez de privatización de
hábitos culturales ni privatización de cultura, pues la dialéctica entre
lo individual y lo social es implícita a la cultura. Por lo tanto, la
Antropología Urbana debe estudiar los espacios públicos sin obviar los
privados, los urbanos pero también los rurales y otros, los llamados de
sociabilidad o no, recordando que los estudios de caso funcionan como
una primera experiencia (la práctica es criterio de verdad, base
esencial para toda teoría consecuentemente científica) a aplicar luego
según cada caso.
Comunidades en el imaginario
El imaginario popular, en general, espera de El Fanguito la agresiva
masculinidad de un maduro negro palero y de La Dionisia, el sonriente y
apacible rostro de una gruesa y algo abandonada negra cocinera; de La
Timba, la peligrosa sensualidad de una mestiza santera, y de San Antonio
Chiquito, el rostro duro y antiguo de un anciano español que ha perdido
su pequeña propiedad.
Algunos más explícitos que otros en el imaginario popular, Puentes
Grandes se pretende como el hospitalario y delgado campesino cubano
ahora urbanizado, y Aldecoa, a pesar de la inmediatez de los masculinos
ferroviarios de La Ciénaga, como una obrera gastada, tal vez por la
sobria feminidad moderna que emana del vecino Nuevo Vedado, a su vez
distinto del reparto Hidalgo, cuya virilidad militar no se ha dejado
afectar y levanta esos edificios, cual falos (cuyo erotismo se reprime a
golpe de concreto) que se yerguen como guardias. Añadamos la
masculinidad del rústico callejón de Colón, y en contraposición, la
feminidad de La Julia o La Portuguesa, donde impera el color rosado en
el paisaje local, una más refinada elegancia con los edificios de
Pastorita
y cierta sinuosidad en sus construcciones, calles, sobre todo, en la
herradura que conforma su casco histórico local, que se llama (no por
gusto) Julia Borges.
Peñalver refleja la olvidada masculinidad de un anciano muy confuso,
mientras su vecina La Pera, queda como la servicial ama de casa. El
Vedado es aquel elegante caballero intelectual, vestido de blanco con
faja y cinta azul, aún joven y capaz, imagen legada desde los vedadistas
de 1902, en tanto que El Carmelo ha heredado una imagen andrógina en el
tiempo, aunque en su revitalización contemporánea puede quedar como una
dama algo mayor y cansada, devota católica que, silenciosa, cifra en el
mar sus esperanzas. Y muy especial es la Rampa, donde el erotismo
alcanza niveles singulares en la sensual cultura cubana,
con esa calle que se desenfrena a retozar con las brisas y salpicaduras
marinas, nos revuelve los cabellos, levanta travieso las faldas y nos
besa de sal labios y cuerpos, desde y hasta el desconocido que, entre
sombras, atraviesa la esquina.
Los altos edificios de la Rampa costera y central propician cualquier
momento de locura y abandono en una comunidad tan cosmopolita, con el
protagonismo anónimo de la población flotante, que libera en diversos
grados las represiones de cada cual, sin dejar margen al mediocre
escándalo de los prejuicios: por aquí entran la moda y la actualidad en
Cuba, que coquetas, se insertan en nuestra tradición de erotismo y
sensualidad. Y como todo valor tiene su antivalor, estas características
que han reunido los más modernos hoteles de cada momento a esta
comunidad desde hace más de medio siglo, acunaron en ella los llamados
"turismo de masas" y "trata de blancas": la prostitución, el extremo en
que los valores referidos pasaron a ser objeto ya no del comercio, sino
del comercialismo. No alcanza el espacio, y el erotismo de la Rampa se
extiende por el romanticismo del Malecón y parques cercanos, no siempre
tan platónicos.
La prostitución: diversidad, clientela y ambientación
No es casual, por tanto, que jineteras
y pingueros
constituyan tipos populares de esta Rampa actual. Pero la antropología
no ha de prestarse para dogmatizar anticientíficamente ningún "tipo", y
tanto en unas como en otros, la diversidad de todo orden se impone.
En ellas, por ejemplo, las intenciones difieren,
al margen de una supuesta identidad generalizada: se han llegado a
caracterizar por su indumentaria provocativa, a veces algo excéntrica y,
ocasionalmente, cueros que recuerdan el sexo, algunas con tatuajes
diversos y piercing en la lengua, ombligo, pechos... supuestamente
provocativos; un interés relativo (a menudo no más que impostado y por
ende sin más ramaje) por aprender idiomas (según la lengua del país al
que piensan que podrán viajar: fundamentalmente italiano e inglés, en
menor medida, francés y alemán); un tipo físico que tiende a la delgadez
mediando dietas, y casi absolutamente son jóvenes, pero con toda la gama
racial cubana. Como también es tradicional, suelen hacerse acompañar por
un proxeneta —ocasionalmente, su esposo— que suele ser un pinguero, con
el que pueden (o no) compartir la cama, bien en su intimidad bisexual
(bisexualidad que ignoran o pretenden ignorar, pero que en ocasiones
hasta disfrutan) o también, cómo no, según el gusto y solicitud de cada
cliente, para el sexo grupal, en este caso "pastel", que es como el
ingenio popular denomina al sexo grupal en que intervienen ambos
géneros, por el postre homónimo con capas de diversa naturaleza
(panetela y crema, panetela y merengue, etc.) en tanto al sexo de más de
dos personas del mismo género le llaman "cuadro". Como es usual en la
prostitución femenina, el lesbianismo no es descartable.
Algo similar sucede en ellos, entre quienes el análisis de la sexualidad
es más complejo y diverso por la ambigüedad explícita: al igual que con
las jineteras, abunda toda la gama racial cubana y los jóvenes, aunque
es más frecuente encontrar algunos que entran en la mediana edad (por
esquema social la edad se resiente más en la mujer y se la cobra más
caro, sobre todo por sus atractivos); usan ropa que les distinga por su
"elegancia", los más conservadores, casi siempre, provenientes de las
regiones más rurales del país y que aquí muestran sus mejores galas,
aunque quizás no las más propias por el clima y el contexto social,
natural y específicamente, cultural urbano, en esta área de tradicional
actualidad y, en otros casos, cueros y ropa juvenil que resalte sus
atractivos corporales, algunos con piercing y supuestas perlas (casi
siempre sustituidas por presillas y similares) en el pene para lo que
estiman que proporciona mayor disfrute sexual, y varios con más tatuajes
que las féminas y en diversas partes de sus cuerpos; predominan los
delgados o atléticos que, a veces, se preparan en los gimnasios donde en
ocasiones generan espacios de poses para una masculinidad realmente
ambigua en sus motivaciones sexuales.
En el caso concreto de los pingueros, más que en las mujeres, abundan
los inmigrantes temporales de otras provincias. El solo nombre denota la
homofobia implícita y el grado de retorcimiento de los prejuicios ante
tan complejo tema: explicitan que son pingueros, su trabajo sexual es
exclusivamente con su miembro viril (pinga, en el lenguaje vulgar) y al
margen de todo coqueteo, por regla general, sientan las bases de que no
harán otra cosa, imagen que tiende casi exclusivamente a ser estrecha y
resultan esencialmente "activos" —"machos"— en la cama; algunos llegan a
negar hasta el beso y otras caricias sexuales, tratan de reprimir su
placer para no sentirse homosexuales, y lo que más rechazan o cobran más
caro es ser penetrados, otro reflejo heterosexualista impuesto a las
relaciones homosexuales sobre todo masculinas, al sobrevalorar la
penetración, que lógicamente, entre mujeres se manifiesta y resuelve con
otros códigos... lo que en el transcurso de la relación masculina es,
claro está, bien polemizable y hasta negociable.
Por otra parte, suele despertar entre los potenciales clientes más morbo
o, al menos, curiosidad sexual, por los retos a vencer o porque, a
menudo, se valore más escaso (y, por ende, deseable) el papel "activo"
en la relación homosexual, que con el desarrollo y la lucha contra los
prejuicios y la marginación, sin embargo, tiende a dejar atrás los
heterosexualistas roles de "activo" y "pasivo", por el más
consecuentemente homosexual de "completo", sin dudas mucho más integral
y amplio en la cama; en buena lid, y como compete a toda relación
homosexual masculina y parafraseando su propio vocabulario, no solo se
entregan a la prostitución también los "culeros" (porque, por el
contrario, ofrecen el ano o culo, en el lenguaje vulgar y suelen
mostrarse más amanerados, pero tampoco necesariamente; por lo general
son menos exitosos dada la estética masculina que, por lógica, predomina
para esta homosexualidad), sino que muchos de estos pingueros devienen
(y hasta ansían devenir) culeros, más explícitamente subyugados también
(confesos o no) por la estética masculina.
Todo ello incide en los regateos según el cliente y el
autorreconocimiento,
al margen de otras identidades de ambos tipos de prostitución,
combatidos en campañas como la que se amparó bajo el Decreto no. 217 del
Consejo de Ministros, del 22 de abril de 1997 para la capital, publicado
en la página 3 de la Gaceta Oficial Extraordinaria no. 2, del 28 de
abril de 1997, que ante la inmigración indiscriminada, establecía entre
sus contravenciones, en el artículo 8 del capítulo II, multar con "300
pesos y la obligación de retornar de inmediato al lugar de origen" para
el no capitalino que conviva permanente sin ese derecho reconocido y, de
forma similar, sin la inscripción correspondiente en la Oficina del
Carné de Identidad, o para quien permanezca domiciliado tras el término
fijado. Pero la interpretación de la ley decide su aplicación, con todos
los equívocos y el margen que ofrece a la subjetividad (incluidos los
prejuicios), ante la difícil demostración de ser visitante temporal, y
dado que muchos de estos prostitutos vienen del resto del país,
irregularmente se han detenido, multado y hasta devuelto a sus
provincias como contravención al decreto, con todas sus consecuencias
negativas, incluso, contra el feliz eslogan del momento: "La Habana,
capital de todos los cubanos", y contra la imagen de la hospitalidad
capitalina, aunque eran cuestionados casi siempre por no capitalinos.
Son términos que pueden generar imágenes tan equívocas como el de
"turismo de masas" y el de "trata de blancas".
A la postre, los pingueros no resultan siempre tan pingueros como se
autoproclaman, y tras una necesidad económica suelen esconder formas
"aceptables" de realizar instintos autorreprimidos en sus respectivas
comunidades de origen y desarrollo, producto de la dogmática
intolerancia heterosexualista que, por supuesto, afecta tanto a homo
como a heterosexuales en su misma intimidad y, lo más importante: ante
sí mismos.
En buena lid, en una sociedad donde ya se enfrenta sin tantos atavismos
la relación de géneros y la educación sexual, si la jinetera es la
prostituta para el extranjero, el pinguero es un jinetero que suele
aceptar la moneda nacional u otras regalías materiales a cambio de
favores sexuales; por ende, no hay que llevar al género femenino el
vocablo jinetero, como tampoco habría que hacerlo con el de prostituta
que, al insistir en la sexista imagen de que la prostitución lleva saya
(Eva fue la que ofreció la manzana), obvia al prostituto, tanto homo
como heterosexual, sobre todo el homosexual, al ser dogmática y
erróneamente emparentado con Eva (el "pecado sexual" es femenino) y por
extensión con las prostitutas, como las mujeres más sexual y
pecadoramente mujeres; suerte de "traidor" entre los hombres, en vez de
valorar la diversidad en la masculinidad.
Otra causa de que se obvie la prostitución masculina heterosexual es que
no se asume la mujer como consumidora de sexo, aunque históricamente el
prostituto heterosexual ha existido y existe, también en estas
comunidades objeto de estudio, aun con otros códigos de todo tipo y un
amplio abanico de versiones que van desde el chulo y el gigoló hasta los
más diversos "busca fortunas", casi siempre enmascarados, y no solo para
las extranjeras. Asimismo, al no verse a la mujer como consumidora de
sexo, queda excluida también la prostitución lesbiana, a pesar de las
evidencias. Claro está, que dado lo complejo del fenómeno de la
sexualidad, estos límites suelen transgredirse y hasta confundirse entre
sí, aun cuando no suela reconocerse o, más frecuente, se fundamente en
razones económicas. Su análisis ha de expandirse en sus redes a otros
espacios urbanos.
Se establece una suerte de redes entre los pingueros, como escalafones
de la acera del cine Payret (en el aledaño municipio de Centro Habana
hacia el de La Habana Vieja) a la Rampa, que nos enlaza (como en tantos
otros fenómenos) a estas con otras comunidades capitalinas, como otrora
fueron en el proceso de restauración, las instituciones y la culinaria
que de La Habana (hoy Vieja) vinieron al Vedado (Couceiro y Perera,
1997). En este caso, los pingueros, en buena mayoría provenientes
(temporales) de otras provincias, entran a la capital con preferencia en
torno a las áreas centrohabaneras y de La Habana Vieja, donde radica la
Terminal de Trenes, sobre todo, las aceras del Payret y del Capitolio al
Parque de la Fraternidad, tradicionales puntos de referencia nacionales
donde los precios suelen ser más módicos (cinco dólares) y es, digamos,
su fase de entrenamiento y formación.
Ya con más experiencia (y quizás mayor autoestima, superados ciertos
prejuicios iniciales) van al entorno del cine Yara y la Rampa, al
Malecón donde se exhiben con atuendos más ajustados a sus cuerpos y
doblan sus precios; algunos piden hasta 25 dólares o CUC (Cuban Unit
Convertible), y algunos extranjeros llegan a cotizarlos más. Pero otros,
por supuesto, en dependencia de su necesidad económica ante "malas
rachas" o simplemente, ante el deseo y la necesidad sexual y según los
atractivos (físicos, económicos, psicológicos, etc.) que descubra o no
en su potencial cliente, suelen hacer rebajas sustanciales con lo que
aumenta su clientela y podrían ganar más, tanto los del Payret como los
de la Rampa.
No menos interesantes son los clientes, tanto cubanos como extranjeros,
entre los que también se suele establecer una competencia de "luchas de
poder" y ostentación de la conquista, a menudo sobre la base del poder
adquisitivo de cada cual, pero también sobre la popularidad que alcance
o no entre los pingueros por su propia gracia y atractivo, tal y como
acontece en todo rito de cortejo. La casi institucionalización de una
prostitución (clandestina y perseguida) es bienvenida para aquellos que
no solo tienen dinero suficiente, sino que gustan ostentar explícita o
implícitamente, solo por el trivial pavoneo entre "su fauna" (como
muchos de ellos la llaman, incluidos "cazadores", "vampiros" y otros
tipos sociales dentro de ella) o por competir y "restregárselo al
rostro" a aquellos otros con menos potencialidades económicas para ello,
convencidos de que todo el que no compra favores sexuales es porque
carece de dinero y, por ende, de seguro le envidian; entre ellos, sobre
todo, para quienes carecen de la gracia y el atractivo físico necesario
para atraerse relaciones sexuales de su agrado y ahora pueden escogerlas
por el dinero del que disponen, a veces con el secreto (casi siempre
frustrado y casi nunca confeso) afán de comprar igualmente una relación
más afectiva y hasta amorosa.
Grandes similitudes con la nacional tiene la clientela extranjera; las
particularidades se dan para aquellos en cuyos países la prostitución
resulta mucho más cara o que buscan (ostentan entre ellos y luego en sus
países) el excentricismo del "sexo tropical" que, en su imagen racista
eurocentrista (que no quiere decir europeo: no todo europeo es
eurocentrista, y abundan los eurocentristas no europeos, al margen de
que no se descartan tendencias afrocentristas, latinoamericentristas,
etc.) de "macho man" latino, ha de ser con preferencia de lo más
trigueño hacia lo negro (no por casualidad, lo que escasea en sus
respectivos países, sobre todo, desde un imaginario popular que
garantiza en nuestra cultura fálica, penes más grandes en la raza negra,
absolutización mítica bien discutible además de falicista al reducir el
sexo y el amor al tamaño de un falo) y marginan así al rubio y más claro
que, a su vez, es preferido por el turista latinoamericano en Cuba, que
sigue siendo la más blanca de las Antillas.
Entre estos clientes extranjeros (los más codiciados por ser
supuestamente los que más pueden pagar aunque también hay regateos)
abunda como es lógico, aquel que carece de atractivo para conquistar a
otra persona si no es por su dinero y, en no pocas ocasiones, se
reconoce como un verdadero sacrificio ir a la cama con ellos, por lo que
se les exigen las más altas tarifas, tolerados (ahora sí, con toda la
connotación peyorativa de la palabra) tan solo por sus posibilidades
económicas.
Los pingueros (como en toda prostitución) también compiten entre sí,
pero nunca de modo agresivo debido a que la marginalidad los incita más
a la unión que a la riña; al menos no se han detectado tales en ningún
caso ni momento estudiado y lo que ocasionalmente se encuentra es, por
el contrario, solidaridad entre ellos y todos los grupos a su alrededor.
La violencia detectada y que ha llegado lamentablemente al asesinato, se
debe más a los prejuicios homofóbicos contra sus clientes o al mayor
pago que esperaban de ellos.
Homosexualidad
y
homofobia: espacios sin espacios y más allá
Son, en esencia, formas de prostitución de ambos sexos que antes vestían
de una manera y usaban alguna forma para comunicarse, más clandestina
por más perseguida siempre en la homosexualidad: es muy interesante el
estudio de cómo en una sociedad heterosexualista, logra pervivir y
realizarse la homosexualidad; cómo dos hombres desconocidos con
motivaciones amorosas entre sí o al menos, sexuales, logran contactar:
el código de la mirada se mantiene, tal vez más explícito hoy que antes,
pero hace apenas veinte años, mostrar la llave entre los dedos de la
mano se interpretaba como tener un lugar adonde ir para compartir, lo
que nos remite a la difícil situación de vivienda y a la carencia de
espacios para estas necesidades que la sociedad reprimía y reprime.
Otra forma de darse a conocer era tocándose de manera insinuante el pene
a través del pantalón o rozándose en ómnibus y otros sitios con el
pretexto de la multitud, encuentros fortuitos en baños, playas, etc.,
que, según el individuo lo hiciera más discreta o groseramente, podía
ser o no del agrado del otro sujeto, en dependencia, por supuesto,
también de sus gustos e inclinaciones; no falta iniciar conversaciones,
casi siempre de manera trivial y en apariencia fortuita, sobre la guagua
que demora o preguntar la hora; en la actualidad se ha ganado en osadía,
también por la rapidez con que se vive. Como en otras áreas objeto de
estudio cada una con su instrumental, esta exige del investigador
profunda formación metodológica para combinar la observación
participante con otros métodos y técnicas de investigación explotando al
máximo su inteligencia y su talento, y sistémicamente, valentía y
solidez en su cultura integral, que lejos de mermar, fortalece y eleva
el sistema de principios de cada cual,
particularmente vulnerables en cuanto a la sexualidad.
Enfatizo sexualidad más que homosexualidad, puesto que está implícita y,
a la postre, privilegiar el estudio de esta última suele enmascarar
homofobias al destacar siempre un otro que queremos distinguir muy bien
de la mismidad. Por supuesto que, en tanto marginada, la homosexualidad
requiere especificidades para lograr sus propios espacios, pero nunca
será bien comprendida si se sigue aislando de la heterosexualidad, no
menos afectada por el heterosexualismo y con sus propios códigos y
problemáticas, al margen de la homofobia.
No exceptuemos al investigador, fundamental objeto de estudio, aunque su
ego lo rechace, heredero de todos los prejuicios sociales, aun cuando su
cientificidad haya logrado o no, sobrepasarlos o al menos
recontextualizarlos: la sexualidad sigue entendiéndose como lo peor, y
pervive aquella antigua máxima popular: "prefiero que mi hijo sea
delincuente o ladrón o asesino antes que maricón", y lo mismo con la
sexualidad femenina, en tal caso puta o tortillera... (pero, claro,
primero puta que tortillera), aunque, afortunadamente, cada vez se oye
menos, pues deja en cuestionamiento la moralidad sobre la que se levanta
la sociedad, en que el crimen por excelencia, es el sexual. Para muchos,
es más reparable el delito de robo y hasta de asesinato, que el ¿delito?
¿pecado? de sexo, lo que evidencia el sustrato «religiosista».
Aún hoy, en algo tan avanzado y necesario como las campañas que realiza
el Proyecto Hombre-Sexo-Hombre en sus tantos radios de acción por toda
Cuba, aunque se limite contra el sida, y en lo que tienen la virtud de
llevar condones gratis a los llamados lugares de encuentro gay, por
clandestinos y perseguidos que sean, excepto a aquellos de mayor
peligrosidad por la delincuencia oportunista, se estimula que si durante
su promoción en pares algún sujeto se interesa por uno de los
promotores, este debe ser sustituido por el otro: no debe establecer
ningún tipo de relación aunque el interés sea recíproco; ni siquiera
puede dejar abierta la opción de futuros contactos personales. Recuerda
aquella ética que condenaba cualquier relación amorosa entre profesores
y estudiantes, médicos y pacientes, jefes y subordinados, con los
clientes, etc. ¿Por qué? Es cierto que lo personal no puede afectar lo
profesional... pero no se entiende el viceversa. Un buen profesional,
lejos de dejarse afectar, podría potenciar más su obra en situaciones
así. ¿Acaso la mejor manera de enseñar el uso del condón, no es la misma
práctica?
Mientras tanto, estos promotores continúan llevando condones gratis en
su "Carrito por la Vida" a los más distintos y distantes lugares de
encuentro gay con pulóveres que los identifican del Centro Nacional de
Prevención de ITS/VIH-sida, a veces víctimas también de todo tipo de
homofobia, contra la que inevitablemente su lucha se está ampliando, en
tanto el sida espiritual se ha demostrado peor que el retrovirus, cuya
mejor aliada es, sin dudas, la homofobia, por ser fuente de la
vulnerabilidad a la que somete a toda sexualidad.
Con el prejuicio (aun cuando sea subconsciente) de la homosexualidad
como algo negativo o, por lo menos, extraño o ajeno, hay quien trata de
estudiarla desde el buró o lo primero que enfatizan al llegar a los
sujetos objeto de estudio es la supuesta diferencia, palabra que se ha
entronizado en el tema de la homosexualidad, incluso, sustituyéndola
(sigue siendo más cuestionable pronunciar "homosexual" en las tribunas
públicas, incluso en las antihomofóbicas) como para fortalecer tales
diferencias, bien polemizables y basadas, sobre todo, en nuestra cultura
occidental, en la Sagrada Familia, como si las diferencias fueran esas
nada más.
Hoy, la homosexualidad se recontextualiza en una comunidad donde la
novedad reina con su correspondiente impacto en el imaginario popular,
que añade el morbo de la milenaria represión cuando de sexo se trata,
aunque este no implique necesaria ni exclusivamente morbo (al menos no
en el sentido patológico que se le suele impregnar al vocablo "morbo"),
ni solo al sexo compete el morbo.
El tema homosexual trasciende en mucho a la prostitución, aunque sin
dudas esta última ha complicado aún más la ya compleja homosexualidad en
una sociedad que es heterosexualista, al margen de las polémicas.
Sin ningún tipo de moralismo (¿qué hay más inmoral que imponerse a la
moralidad ajena?), la prostitución es muy bienvenida por los potenciales
clientes y por aquellos que encuentran, bajo la máscara de la necesidad
económica, una vía de justificar placeres sexuales, hasta entonces
reprimidos, sobre todo, en dependencia de la diversidad de contextos de
los que provienen: los propios pingueros, como toda prostitución, no son
tan felices como muchos pudieran creer, pues sus necesidades afectivas
casi nunca se satisfacen (al contrario, suelen deteriorarse aún más)
dada la diversidad de todo tipo en la clientela (que ya por sí es una
limitación) y los mayores prejuicios y dificultades en la prostitución
homosexual, de muy irregular rentabilidad y enormes riesgos por algunos
clientes, las enfermedades, la policía, su propia familia y otros.
No obstante, es muy mal contexto (aunque no lo recriminen y hasta lo
entiendan o compartan en ocasiones) para quienes simplemente carecen de
posibilidades económicas (la inmensa mayoría); refuerza las diferencias
sociales entre la homosexualidad y, sobre todo (pues los anteriores no
están exentos de "realizarse" en alguna ocasión al menos con algún
ahorro o suerte temporal), para quienes prefieren (también simplemente)
el amor e, incluso, el sexo sin transacción comercial ninguna.
Los espacios de encuentro son mucho más retorcidos ahora que antes, con
una relativa y supuesta apertura y consenso social; pero mediatizados
por intereses comerciales que no es tan perceptible definir quién y
cuánto dinero exigen a cambio o quién busca una relación para compartir
la vida, opción esta última que, en la ética social que se impone, suele
ser recriminada como aburrida, como tantos otros valores, incluso de una
supuesta autoestima baja, término lamentablemente aportado por un
psicologismo simplista a inicios del siglo XXI, y que conlleva a la
incomprensión de valores tradicionalmente positivos como la entrega al
otro, la bondad y la preocupación por el prójimo, y hasta la ayuda
desinteresada y gratuita, que ahora se malinterpretan como baja
autoestima, a lo que se agrega que la homofobia subvalora el amor
homosexual con respecto al heterosexual.
Como ley, en una complejidad normalizada, lo sencillo pasa a sentirse
complejo, y lo calificado de simple llega a ser mal visto por ser
difícilmente comprendido en un entorno que se retuerce con todas estas
transacciones.
Tal contexto potencia la vulnerabilidad ante la delincuencia, que no
solo acude a tales espacios de encuentros para delinquir abiertamente,
en velada (o no) complicidad con el resto del contexto homofóbico (ha
habido policías desentendidos y hasta más hostiles con el homosexual
agredido que con el delincuente como, entre otras fuentes, evidencian
audiovisuales al estilo del filme Habana Libre —Elieser Peangueira— que
inauguró el IX Fórum Municipal en marzo del 2006, en la Casa de la A,
casco histórico del barrio La Timba) y también, dentro de la propia
prostitución y sus aliados: en estos casos, una vez que establecen
contacto, los clientes pasan a ser víctimas mayores, a merced de
diversos tipos de crímenes incluido el asesinato, y pueden devenir
víctimas también aquellos otros con quienes puedan compartir sus
hogares, lo que ya es mucho más inusual dado el ambiente clandestino en
que todo eso se relaciona; similares peligros corren los pingueros, a
veces por los clientes y otras, con ellos, según cada situación que
compartan.
A tan difícil contexto hay que agregar la fatal coyuntura del sida, así
como todas las limitaciones previas: el heterosexualismo social, las
difíciles condiciones sociales y económicas para todos y en todos los
sentidos; la sola presencia de policías para chequear allí donde saben
(a menudo, absolutizan hasta el más lamentable equívoco) que se reúnen
homosexuales basta para ser en sí misma y por definición represión
psicológica con la solicitud continua del carné de identidad, multas de
diversas cuantías si su lugar de residencia no es la capital —por
conocerse que muchos pingueros vienen a "luchar" (prostituirse) a esta
zona y muchos homosexuales a realizar sus necesidades—y dificulta la
vida local tradicional, de paseo y las descargas en los muros y otros
focos locales.
Desplazados desde la Rampa al parque Maceo en el aledaño municipio de
Centro Habana, y luego, la misma policía los desplazaba nuevamente hacia
la Rampa, hasta el amanecer; de pronto, al retirarse los carros
policiales a las 12 de la noche, como convenio sin firmar emergían
todos: pingueros, jineteras, clientes, travestis, vendedores, músicos...
sin saberse siquiera de dónde; muchos de ellos, cuyo sueño de vida es
salir de Cuba (aunque no en todos los casos), ven la prostitución solo
con extranjeros como una vía de escape o se desmotivan para vivir, según
sus historias de vida.
Del ambiente comercial generado por los pingueros y sus clientes como
centro y en torno a ellos, homosexuales, travestis y algunos con
vocación de transexuales, no se eximen amigos, curiosos (en ocasiones
morbosos) y transeúntes que pueden mostrar repulsión o atracción y
simpatía o, en la mayoría de los casos, indiferencia; así como los
policías (sector de sumo interés a estudiar también por la Antropología,
en este y en otros casos, en su identidad diversa, en sus motivaciones y
proyecciones hacia los demás, con los restantes miembros del propio
cuerpo y consigo mismo) y sus afines. Pero más allá, otros tipos se
nuclean, fundamentalmente en torno a un comercio que aprovecha los
centros estatales (sobre todo gastronómicos) que hay en el área: La
Arcada, en M entre 23 y 21; La Pecera (nombre popular, donde se exhiben
tras los cristales hacia la calle y se puede "pescar"), en 23 y P; El
Bimbón, en 23 e Infanta y otros.
Abundan los músicos (cantantes y guitarristas, casi siempre en dúos o
tríos) que entonan, a solicitud de sus clientes y a veces gratis para su
promoción, obras musicales conocidas popularmente, cobran según la
cantidad de piezas interpretadas, y aceptan, incluso, "contratas" para
fiestas y descargas particulares; fotógrafos; vendedores de flores
artificiales y sobre todo de diversos fiambres: papitas fritas,
chicharritas, "chupa-chupa", maní y otros; casi siempre mujeres de la
tercera edad y de todos los colores de piel pregonan sus productos, y un
hombre de manera peculiar va pregonando "el buen vino"... a decir de
algunos, no tan "bueno".
La Rampa y el barrio del Coppelia, casi desde los orígenes de esta
heladería en 1966, se han esquematizado en el imaginario popular como
focos de reunión de todos los extremos del país,
y también de la homosexualidad, al punto de graves equívocos. Las
necesidades homosexuales requieren de su propio espacio urbano de
comunicación, que ellos se agencian por sí mismos al carecer de
instituciones y comunidades que disminuirían los equívocos, aunque
podrían incubar nuevas formas de marginación.
El Coppelia, con sus "tendederas" (así llamadas popularmente las cercas
metálicas que guardan sus áreas verdes, al recostarse —tenderse— sobre
ellas toda la población que espera un ómnibus o su turno para entrar a
tomar helado en las interminables y tradicionales colas, y también, por
supuesto, los que simplemente pasean, toman fresco, conversan... y
buscan pareja, o dicho popularmente, "zorrean" o "fletean") para el
flirt (transculturado como "flete") y la Rampa han sido tales
espacios urbanos, como en otros años lo fueron en las mismas
comunidades, el club de 21 y N, El Gato Tuerto, Amanecer, El Karachi o
El Atener, la Casa del Té, en G y 23... Nótese que la mayoría están o se
acercan a la Rampa. Aun cuando en algún momento tiendan a enquistarse y
marginarse como guetos, constituyen una necesidad mientras públicamente
no se acepte como natural dentro del mismo sexo, la invitación, el beso,
la caricia y toda otra expresión de relación aceptada entre distintos
sexos en los espacios públicos, con más y mejores opciones para
desarrollar su sexualidad. Recientemente se está aceptando e imponiendo
el saludo con un beso en la mejilla entre varones, lo que proviene de
los más jóvenes sin implicar orientación sexual pero que solo se
aceptaba entre mujeres o entre representantes de distintos sexos y se
condenaba entre varones desde la infancia, aun cuando fueran familiares,
lo cual es un logro.
Las históricas (e histéricas) oleadas homofóbicas, casi por definición,
han dirigido sus dudosos "campos de batalla" contra el visitante de
Coppelia, como también arremetían en otros tiempos contra los "peludos"
y los "pantalones apretados", así como contra las minifaldas, sobre
todo, en las escuelas y la calle,
como antes se veía mal una mujer en pantalones y más reciente, un hombre
en short, lo que evidencia la supuesta paradoja del perenne prejuicio y
rechazo reaccionario (más que tradicionalista y conservador) contra lo
nuevo y más cómodo y orgánico, en esta comunidad donde la modernidad ha
sido identidad tradicional constantemente actualizada y, por tanto, ha
sido espacio de continuas luchas al respecto; esto es, no exclusivamente
se ha agredido a homosexuales, con los que se han entremezclado muchos
otros.
En los tristes años de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la
Producción, entre finales de la década del sesenta al setenta), estos
perseguidos, en general, se nucleaban y buscaban refugio y lugares de
encuentros en los parques cercanos, como el Víctor Hugo en H y 21. No
por casualidad el filme Fresa y Chocolate (1994, el primero
cubano en representar a un personaje homosexual confeso y los prejuicios
en su contra, más allá de la polémica y desde la novela original de
Senel Paz) otorga en este tema a Coppelia un protagonismo como espacio
público, reconocido luego en las versiones teatrales como la "catedral
del helado". En otra aparente paradoja, la homofobia se burla del
homosexual y, para ridiculizarlo, le atribuye (entre otras acusaciones)
histeria; sin embargo, el histerismo de los homofóbicos resulta
proverbial y altamente sospechoso de su propia psiquis sexual, como se
demuestra en las redadas citadas y otras manifestaciones.
Una anticientífica cultura milenaria impone patrones de género
heterosexualistas, por los cuales equipara la homosexualidad masculina
con el dogma "mujer" y, por tanto, con toda moda, con el arte y todo
disfrute estético, la educación formal y la cultura, pero también con la
debilidad, la superficialidad, la histeria y el brete; y la femenina con
el dogma "hombre" y, por ende, rudeza e insensibilidad ajena a los
afectos, violencia agresiva y torpeza en su inteligencia, y en ambos
casos con frustración de identidad sexual y de género. Así se educa a
todos y, al margen de la orientación sexual, se asimila o no según cada
contexto y cada individuo. Artistas y jóvenes modernos han sido víctimas
equívocas (y no tan equívocas, pero no menos injustas) de la homofobia,
durante la bohemia vida nocturna que otrora enriquecía la Rampa. De tal
suerte, los represores atentan contra esta y otras raíces y tradiciones
locales, algunas genuinamente patrimoniales, e impiden el descanso
temporal en cualquier muro rampero.
Tales espacios urbanos revelan los códigos
secretos de lo mejor y lo peor no solo de la homosexualidad, sino de
toda la diversidad humana que los frecuenta por sus atractivos
recreativos y culturales en general. Pero en el imaginario popular, esta
homosexualidad es fundamentalmente masculina y confundida con el
amaneramiento, travestismo y transexualismo, por esquemas simplistas y
peyorativos. Se la reconoce más fácil en un joven blanco, sobre todo
rubio, que debe extremar su vulgar rudeza para no ser confundido como
homosexual, en cambio el negro ha de lindar lo grotesco en el
amaneramiento para ser reconocido homosexual (y entonces, es más objeto
de burla) por el mito que lo erige símbolo de virilidad, mientras en la
mujer se fijan menos y su rudeza se suaviza en la interpretación como
fortaleza de carácter.
El machismo educa que el hombre es para la calle y sin mayores
emociones, ni menos aún estabilidad de pareja ni igual concepto ni deber
de fidelidad, se educa así incluso en los prostíbulos; en cambio la
mujer —como si las prostitutas no fueran mujeres-para la casa y a
soportar con la máxima pasividad, estabilidad y fidelidad obligadas,
todo lo que su único y eterno marido decida. Por ello, las parejas
femeninas suelen ser más estables y caseras, menos rebeldes y, por
tanto, menos ostentosas, salvo excepciones, dadas bien por errada ansia
de masculinidad, principios o temperamento, en el mejor o peor sentido.
Además, determinados contextos como el militar, según los testimoniantes,
tienden a ser menos agresivos contra la homosexualidad femenina, de ahí
que además de prestarle menor atención, suelen preferir interpretarla
como fortaleza de carácter, quizás con ¿buenas? intenciones... lo que,
en realidad, en tanto dogma y conflicto de identidad, no es posible
sostener seriamente. Se esconden así otros espacios urbanos de
homosexualidad...
Los baños públicos generan ambientaciones homoeróticas y hasta
pornográficas, con los letreros y gráficas sobre todo en paredes y
puertas, dignos de una monografía que también refleja la homofobia (Couceiro,
2008b). Tal ambiente no es el más adecuado para una relación amorosa y
son agredidos entonces con el polemizable concepto de la promiscuidad
en un contexto en sí agresivo,
pero al que queda confinada la homosexualidad frente a la combinación de
tantos prejuicios, las dificultades de vivienda y los alquileres
inaccesibles. También incide el papel de vigilantes de la moral pública
al que se consideran elegidos muchos cuidadores de baño e instituciones
de alguna manera involucrados, a menudo por directiva de la
administración y escaso nivel, hasta la continua impertinencia contra
todo usuario, cuya privacidad invaden una y otra vez en plena
satisfacción de sus necesidades fisiológicas.
Muchos de estos represores abusan de la vulnerabilidad a que la
marginación somete estas necesidades por su falta de espacios y proponen
o propician ser sobornados a manera de chantaje, bien sea para no
perjudicarlos más allá o para "hacerse los de la vista gorda" y
cobrarles su "perdón" al descubrirlos o, si el soborno es mayor,
dejarles unos minutos para su necesario placer.
Algo similar acontece con los vecinos escandalizados ante una fiesta
gay, y cuya "rectitud moral" es calmada por una tajada económica que, de
pronto, los "civiliza" y les hace "comprender al otro"... y en no pocas
ocasiones, hasta "compartir" de cualquier forma con "el otro"; o el caso
de muchos hombres casados que pregonan su heterosexualidad de manera
homofóbica, pero en la más inescrupulosa hipocresía sexual, a
escondidas, comparten su lecho con otros hombres (o en baños públicos u
otras muchas opciones) por supuesto, siempre "dentro del closet", caso
de muchos padres y abuelos de familia, que abunda más de lo que la
sociedad está dispuesta a aceptar y no los cuentan en las conservadoras
cifras de homosexuales; la situación de mujeres casadas con relaciones
lésbicas, que condenan a otras lesbianas y a hombres homosexuales, etc.
Se introduce así la polémica de la bisexualidad como el estado natural
de toda sexualidad o como la máscara heterosexual con que se disfrazan
muchos homosexuales bajo la represión heterosexualista, muchos de los
cuales apelan a la homofobia para mayor enmascaramiento a menudo frente
a sí mismos, mientras otros —los más honestos y valientes— se proyectan
antihomofóbicos: hay de todo, sin duda.
En la diversidad de la homofobia, el hombre la muestra más contra los
varones homosexuales para evitar confusiones de su imagen pública (el
qué dirán) y a un hombre heterosexual "civilizado" le es más fácil serlo
con lesbianas que con varones homosexuales; de la misma manera que a una
mujer heterosexual civilizada le es más fácil serlo con varones
homosexuales que con lesbianas, siempre por el riesgo social y el temor
al "qué dirán", que suele pesar mucho más que la homofobia. Particular
interés ofrece el disfrute que hombres (supuestamente) heterosexuales
hacen de la homosexualidad femenina, lo que también ocurre con mujeres
(supuestamente) heterosexuales con la homosexualidad masculina, más
confeso y hasta motivo de orgullo en ellos que en ellas, aunque ellas no
suelen alardear de su imagen homofóbica excepto, en ocasiones, contra
lesbianas, y lo fundamentan en que los hombres heterosexuales no saben o
no se preocupan por satisfacerlas, quizás en inconsciente venganza de la
redención que ha logrado la mujer en la cultura occidental, en su lucha
por la igualdad; lo que también sirve de argumento al incremento de las
relaciones lésbicas en estas áreas del mundo.
Es hora de destacar también la gran diversidad dentro de la propia
homosexualidad confesa, sin que ello permita encasillar: hay travestis
e, incluso, transexuales, que no son homosexuales, y no falta quien se
asume homosexual por esnobismo, modismo o excentricidad; están los
reconocidos (con frecuencia, autorreconocidos) "pájaras de carroza" (en
algunos casos, "pájaras tontas" que copian el dogma de la supuesta
tontería y superficialidad femeninas, a pesar de los avances sociales
contra estos prejuicios de género), entre los que no falta vulgaridad y
franca ostentación (en el caso de las lesbianas, les llaman tuerca o
torta, cuando copian el dogma de la supuesta tosquedad, brutalidad,
insensibilidad y violencia masculina, con mayor vida social, etc.), lo
que tampoco puede degenerar fundamento para la represión, marginación y,
menos aún, agresión, a las que responden estas reacciones que a menudo
constituyen actos conscientes o inconscientes de rebeldía, incluidos los
que desarrollan maledicencia contra todos y contra todo, al margen del
grado de solución que avisten o no con ello, antivalor que entre ellos,
muchos no tienen.
Hay quienes simplemente portan algún amaneramiento por el que, de forma
simplista, el imaginario incluye erróneamente numerosos heterosexuales,
y en el caso de heterosexuales ostentosos (que también existen, aunque
no por ello los critica una sociedad heterosexualista), el sujeto
colectivo no les reconoce el amaneramiento, aun cuando lo tengan; hay
asimismo quienes, sin ninguna de las características previas, han tenido
la valentía de realizar su homosexualidad frente a todo prejuicio sin
hacer concesiones imperdonables a la opinión ajena y, por lo general,
son los más rechazados, debido a la tranquila osadía y el peligro que
representan para la "sagrada familia" pues sin aparentarlo, pueden serlo
y quebrar el hipócrita canon.
Sin embargo, probablemente la gran mayoría de los que sienten e,
incluso, realizan su homosexualidad no lo confiesan, muchos ni siquiera
a sí mismos, y disfrutan de una imagen heterosexual con la que una
sociedad heterosexualista les abre muchas puertas. No se excluye la
envidia a quienes han enfrentado los prejuicios y, por ello, logran en
esta esfera una felicidad por la que muchos "dentro del closet" (y sobre
todo, los frustrados) no son capaces de luchar y que constituye un
germen de homofobia. También subsiste el prejuicio de que al homosexual
le gustan todos los ejemplares de su propio sexo, lo que es tan
equivocado como suponer que al heterosexual le gustan todos los
ejemplares del sexo contrario; pero el imaginario reduce la personalidad
del homosexual a su sexualidad, no así la del heterosexual.
Con menos impacto urbano pero más plenos, las más oscuras lunetas de los
cines asumen toda opción sexual; hasta allí también llegan quienes los
persiguen para castigarlos mucho más severamente que a los
heterosexuales por el mismo acto y en el mismo lugar, aunque estos
últimos cuentan con muchos más espacios, opciones y oportunidades, y son
siempre mejor vistos y, en ocasiones, hasta aplaudidos. No es de
extrañar cuando se descubren entre los perseguidores homosexuales de
ambos sexos que así desvían la atención de sí mismos sin el menor
escrúpulo; el refrán popular "no hay peor astilla que la del propio
palo" pueden extenderse a todos los grupos marginados en cualquier
contexto, lo que, claro está, los hace mucho más vulnerables. La
histeria de las persecuciones homofóbicas llega incluso al ciberespacio
y el chat, que a menudo hacen caer.
Algunas lesbianas llegan a manifestarse contra los varones homosexuales
(las hay que confiesan no entender cómo es posible que pudiendo hacerle
el sexo a mujeres, como ellas quisieran, prefieren hacérselo a
hombres... evidente homofobia) y algunos varones homosexuales también se
manifiestan antilésbicos; hay quienes lastran toda su vida con complejos
por algún deseo o acción homosexual y, a menudo, se autolaceran por ello
de las más diversas formas, degenerando valores humanos y sinsabores en
su propia naturaleza que, por supuesto, de alguna manera, casi siempre
negativa, repercutirá en su entorno inmediato comunitario y familiar
(incluso, contra sus hijos, por los que supuestamente sacrificó su
sexualidad) y en toda su obra.
Aunque cada vez es menos común la vanagloria por homofobia, las
agresiones por este concepto siguen siendo más explícitas que por
racismo (que también existen, pero más implícitas) y hasta confesas con
cierto orgullo patológico.
Lamentables equívocos, hasta el escándalo público (basta la subjetiva
interpretación de una simple mirada) en baños, cines y otros lugares
muestran el curioso malestar de las "víctimas de la moral ofendida", que
se regodean ante un supuesto agravio que no suele trascender al
imaginario popular por la ambientación creada y el morbo homofóbico. Sin
más vergüenza riñen ante la comunidad por una simple "duda de su
hombría" y, de todas formas, saben que en un entorno heterosexualista
ganarán al ratificarse como "machos"... más allá de toda otra verdad. La
observación participante en estos hechos confirma los testimonios.
Movidos por necesidades homosexuales de espacio urbano, acuden al Bosque
de La Habana y el parque Arriendares, la Quinta de los Molinos, el
entorno del Castillo del Príncipe, la ladera del hospital "Calixto
García" y la Feria de la Juventud (que por ello, recién se conoce como
"la potajera", en el argot popular, por todos los tipos de "frijoles"
que allí acuden, también llamada Parque Jurásico por las aventuras que
en ella se viven y especies que se descubren; fue reconformada al
finalizar el 2007 y desplazados sus visitantes por los alrededores y por
toda la ciudad), el Parque Forestal e, incluso, la necrópolis Cristóbal
Colón, con toda la vulnerabilidad que de ello deriva a expensas de
operaciones policiales como la llamada "Dignidad" en el 2005 y
"Avioneta" en el 2007, a la par de todo tipo de delincuencia de alta
peligrosidad,
siempre mucho menos reprimidos los heterosexuales que, con más opciones
de privacidad, son menos cuestionados cuando acuden a lugares semejantes
y parques no necesariamente nocturnos, abusados asimismo como urinarios
públicos a toda hora y sin rubor de nadie.
En la Quinta de los Molinos, a pesar de sus altos valores patrimoniales
diversos, la depauperación entre siglos ha sido tal (ha afectado el
Museo Histórico Municipal "Máximo Gómez", hasta el extremo de tener que
cerrarlo)
que popularmente se le conoce desde el 2005 como "cementerio de perros".
Nótese que generalmente son lugares relegados al abandono, los que la
homosexualidad intenta (hostigada por policías, delincuentes,
homofóbicos y enfermedades de trasmisión sexual) copar al menos por
minutos como sus necesarios espacios, lo cual es deplorable tanto por la
marginación que implica contra la homosexualidad, como por el abandono
(otra forma de marginalidad, ahora entre espacios urbanos) a que están
sometidas las áreas citadas, que, tal vez paradoja simbólica, centró
esta cultura genuinamente popular y clandestina frente a la Plaza de la
Revolución, máximo símbolo de poder político y de cultura oficial en el
país.
El público (más allá de toda opción y orientación sexual) reclama el
tema como urgencia insatisfecha. Esto se demuestra en las mismas
comunidades durante exposiciones plásticas y escénicas, en los cines y
salas de videos, cuando alguna alusión implican. Todavía se asume
prejuiciado y no de frente, y alguien, a menudo, necesita ostentar su
oposición heterosexualista mientras disfruta en secreto la obra, pues el
"qué dirán" suele ser superior a la homofobia, de donde se explica
también que en la familia se acepte (o al menos tolere) con mayor recelo
y en mucho menor grado y apoyo, que entre vecinos, colegas y amigos.
Las fiestas gay
Público variado reanimó la vida nocturna local deteriorada por el dólar,
la retirada de los servicios de 24 horas y la escasez de otras opciones,
las dificultades del transporte crecientes durante el referido período
especial, las incomprensiones antes señaladas, sobre todo, por parte de
policías y funcionarios, y la violencia callejera, y fue atraído por las
fiestas gay (lo que invita a analizar los cambios en el
autorreconocimiento de estos grupos) y, sobre todo, por su menor
compromiso, los shows de travesti. Estas fiestas se hicieron sentir en
múltiples puntos de todas las comunidades en estudio con el lógico
choque de valores que implica todo lo novedoso, diverso entre cada
vecindario, no condenado legalmente pero con múltiples pretextos para su
hostigamiento.
Nótese que este texto solo aplica gay como nombre popular de tales
fiestas y, por supuesto, es un tema no agotado, puesto que no menos
interesante resulta cómo muchos, entre las nuevas generaciones, han
preferido recontextualizar los antes considerados insultos y entre ellos
mismos se reconocen como "maricón" y "pájara" (incluso prefieren estos
apelativos que el término "homosexual", históricamente más propio de los
sectores intelectuales y, sin ánimo de ofensa, más que el que se le
atribuía por definición implícita; también puede ser por reacción
populista antintelectual) y algunos se tratan en femenino: hace dos
décadas se autorreconocían "entendidos" y su pareja era "su compromiso",
que hoy el varón homosexual presenta de manera mucho más desenfadada
como su novio o simplemente, su pareja. Habría que estudiar si es una
forma masoquista de disfrutar y con ello desarmar lo que
tradicionalmente ha tenido una carga de ofensa aguda y cruel, quizás a
manera de burla o de rebelión velada e inconsciente, sin mucho mayor
encauzamiento ni madurez, o es que prefieren de tal suerte vaciar tales
insultos de su significado oprobioso, como para que no quede agravio
alguno ni siquiera en el pasado histórico de la homosexualidad, sobre
todo, cuando ya se lograba redefinir maricón como mala persona, sin
alusión sexual alguna, según una moral en revolución y un nuevo argot
popular, generalizado mucho más allá de toda tendencia sexual: "se puede
ser maricón de culo, pero no de alma". Se conserva dentro del argot
homosexual, el apelativo cheo para los homofóbicos, vinculado con el mal
gusto, y civilizado para los heterosexuales no homofóbicos, sobre todo
aquellos con los que pueden establecer relaciones amistosas, en
ocasiones hasta confiar su intimidad; entre ellos, designan pepillo
sobre todo a los varones jóvenes de buen gusto y preferiblemente, de
buena presencia, y putón (incluso puta) en el caso de las muchachas o
mujeres de mayor edad que se conservan bien y con buen ánimo, con lo que
de paso, resignifican la palabra puta al desproveerla de la connotación
sexual que implicaba y del significado peyorativo y discriminatorio con
que la tradición la ha sellado en nuestra cultura.
El primer período de tales fiestas fue de 1994 a 1997, a raíz del ya
citado filme Fresa y Chocolate y de la relativa apertura, con la
visita al país de organizaciones gay-lésbicas desde la década anterior,
y sus conversaciones con el mayor carácter oficial posible —Vilma Espín
Guillois, entonces presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC),
si bien, por supuesto, este no es un tema privativo de dicha
organización pero la privilegia en esta avanzada genuinamente
revolucionaria—, que condujeron a la filmación de Gay Cuba (1986),
documental norteamericano sobre esa parte de la realidad cubana. Fue
esa su época de oro por la autenticidad y espacio para la satisfacción
de sus más genuinas necesidades, sobre todo, en las comunidades objeto
de estudio, incluso, con eco local estatal efímero y relativo en el club
Saturno de Línea y 8, ahora Joker's (en cuyas afueras no faltó la
amenaza homofóbica ante los policías), en Línea y F, y en 17 y E.
Reprimidas, las fiestas gay pronto desaparecieron hacia la periferia.
No obstante, han resurgido muy tímidas, esporádicas y aisladas tanto en
el tiempo como en el espacio, siempre acechadas y vulnerables, hacia los
años 2004 y 2005, cuando, además, una nueva modalidad se ofrece en este
territorio: las organizadas por lesbianas, a las que acuden pocos
varones, situación contraria a la que prima en las restantes fiestas gay
(que han sido siempre las mayoritarias, sobre todo en el área en
estudio) donde, por otra parte, puede haber (como en cualquier otro
contexto y, por cierto, menos que en muchos otros) hostilidades y
broncas al ritmo del alcohol y, en ocasiones, de alguna droga, pero nada
de esto las marca y son identificadas casi exclusivamente, eso sí, sobre
todo las del primer período en los años noventa, por su alto (y muy sano
y hasta respetuoso) nivel de erotismo y sensualidad, y en otros casos
(sobre todo las más caras y recientes) por la ostentación de poder
económico con la frivolidad consecuente, y en algunas ocasiones, con
cierta vulgaridad relacionada a veces con algunos shows de travesti o
con discusiones de pareja, sobre todo, entre lesbianas de vocación viril
(y a su juicio, por ende, agresiva) al ritmo del alcohol.
Las actuales fiestas gay difieren de las precedentes salvo excepciones,
por los shows de travestis casi obligados como supuesta aunque equívoca
"identidad gay", y una menor organicidad y satisfacción de sus
necesidades sexuales marginadas, excepto quizás para conocerse, también
relativamente; el comercio sexual, incitado por la carestía de las
fiestas y, por ende, mayor frialdad que, según sus propios
participantes, devienen pasarelas a competir en la ostentación de
vestuario y posibilidades económicas, menor erotismo y sensualidad, y
dificultades para acceder a ellas, no solo económicas sino también por
las distancias y la irregularidad impuestas, de donde emergen nuevas
figuras como los taxistas.
Así se satisfacían los homosexuales, pero también curiosos y estudiosos
cubanos y extranjeros, además de haber sido negocio de interés
económico, con el atractivo de lo casi clandestino, en tanto fiestas de
privacidad muy relativa.
Mención especial merece el estudio de los taxistas dedicados a estas
fiestas que, en medio de la persecución y hostigamiento oficial, en no
pocas ocasiones con sobornos, normalmente cambian de sede y resulta muy
difícil saber de antemano, dónde se efectuarán. Sin embargo, suelen
llenarse con un público fiel, que se entera por teléfonos que entre
ellos habilitan con ese fin, por la voz popular y por estos taxistas
ilegales que parquean justo por los espacios de encuentro más
connotados, como puede ser la Rampa, y proponen ir la fiesta que,
previamente, han averiguado dónde es o son contactados por sus
organizadores para garantizar su público y por tanto, sus ganancias;
cierto que es un riesgo ante la proximidad policial, pero cobran un
dólar por cada viajero y luego otro por devolverlos al mismo lugar y,
por lo general, se niegan a parar antes en ningún otro punto. Además,
entrar a estas fiestas, que en 1995 empezaron a cinco pesos en moneda
nacional y luego a diez, cuesta hoy a dólar (CUC) o su equivalente, 25
pesos cubanos, y algunas son apreciablemente más caras, cinco dólares o
más, con mesas reservadas, shows, etc. Estos precios en ningún caso
incluyen otros consumos dentro de la fiesta, donde se puede comprar,
sobre todo, bebidas y cigarros.
Estos taxistas cobran auge al haber sido desplazadas estas fiestas hacia
las zonas más periféricas de la ciudad, y ser más reprimidas,
clandestinas y cambiantes de sede, mucho menos abundantes, casi
inexistentes (lo que además explica la carestía, acorde por otra parte a
cada entorno comunitario); acuden a los lugares de encuentro para
contactar con los posibles viajeros y, al detectarlos según les dicta el
imaginario, basta con susurrarles "taxi pa' la fiesta" o, simplemente,
"fiesta".
¿Una nueva moral más abierta... la fuerza de la costumbre... o la
participación en las ganancias económicas que muchos asumen con sus
paladares, taxis e, incluso, su renta de alquileres para el comercio
sexual? La respuesta descansa en los misterios de cada alma humana. No
mejor suerte han corrido otros grupos de la contracultura, como los
free kiss.
Otros espacios en la marginalidad: los frikis y los
discapacitados
En el Carnaval del 2000, los frikis hallaron espacio en G y 23
con puntos de reunión en el parque "Víctor Hugo", en 21 y H (en cuya
oscuridad, alguno que otro aprovechó por un breve instante alguna droga
menor, como la marihuana, o un sexo rápido, y cuyo césped, al igual que
el de G, devenía asiento natural) y otras veces en el socorrido Coppelia.
Sí los han cobijado con sus tatuajes los rockeros del Patio de María en
su prevención social y contra el sida, en San Antonio Chiquito, de donde
atravesaban el espacio donde estuvo la Feria de la Juventud para bajar
por G. Entre ellos había matrimonios con hijos pequeños, seropositivos
de VIH, seguidores de Marilyn Mason, etc. Cuatro años después, habían
sido desplazados por la policía hacia Malecón, zonas de E y J,
indistintamente. Entre otros elementos irreverentes a las normas
sociales establecidas (escatología, un concepto propio del "amor libre",
de donde deriva el "beso libre" o free kiss, etc.), el aspecto de
suciedad y abandono en su identidad general llegó a ser asumido por
otros, en ocasiones, como suerte de moda considerada atractiva (a veces,
posturas esnobistas pretendidamente contestatarias) e, incluso, por la
prostitución, sobre todo, masculina, en un nuevo dogma de supuesta
estética masculina vinculada a esta imagen de suciedad y abandono que ha
motivado a hablar de tribus urbanas, punk, emo, miquis, repas... según
cada caso y lo que cada cual conceptúe en todas y cada una de estas
denominaciones, y que algunos vecinos identifican con los jóvenes que
escandalizan las noches tirando botellas por la calle G.
Otro problema es el que se refiere a los limitados físico y motores: aun
cuando no haya sido obra de estas comunidades en sí, orgullo pueden
sentir por ser pioneros en sus vías rápidas de comunicación, de un
urbanismo contra las barreras arquitectónicas, pues no son pocas las
calles con rampitas para el acceso de estas personas. En general,
abundan diversas acciones por la integración de los más diversos tipos
de impedidos, más allá de la connotación urbana de las rampitas: se
observa en las calles, a nivel de comunidad y en diversas actividades de
distintas instituciones y sectores, una cultura más integrativa con
sordomudos, ciegos y débiles visuales e, incluso, con los que padecen
síndrome de Down, entre otros. En este sentido la televisión ha
desempeñado un papel positivo mediante algunos spots y
determinados programas con captions para sordos, al margen de
algunas dificultades para recibir las señales en los telerreceptores
según el canal (incluido el Canal Habana), horario, programación,
comunidad e, incluso, lugar que dentro de la casa ocupa cada
telerreceptor.
Las escuelas especiales y asociaciones como la Aclifim (Asociación
Cubana de Limitados Físicos y Motores), la ANCI (Asociación Nacional de
Ciegos y Débiles Visuales) y la Ansoc (Asociación Nacional de Sordos)
tienen sede y amplia vida en estas comunidades, incluso, con talleres
como el de 19 y 18, y vale destacar el auge que desde aquí ha alcanzado
para otros países la Asociación Latinoamericana de Psico-ballet,
dirigido por Georgina Fariñas durante casi 30 años, en coordinación con
el Hospital Psiquiátrico de La Habana, con vasta obra encaminada a
diversas discapacidades (Down, embarazadas de riesgo, adultos mayores y
otras vulnerabilidades) y reconocimientos.
Los espacios deportivos: un gimnasio de barrio
Para los más afortunados se han generado otros espacios urbanos, como
los deportivos, más allá de las grandes instituciones y los gimnasios
habilitados en diversos puntos; los parques, empleados por los adultos
mayores para su actividad física de manera distintiva y sistemática,
aunque no exclusiva (también se llevan niños y mascotas a su necesario
recreo, además de otros aficionados al deporte, parejas, amigos,
solitarios...) y el Malecón, por ejemplo, que han sido asumidos por
quienes corren para mantenerse en forma y muestran lo mejor de nuestra
cultura física popular, fuente del prestigio internacional en la esfera.
Los espacios institucionales con áreas públicas deportivas abren un
horizonte interesantísimo para fomentar una antropología del deporte en
Cuba, nunca enajenada del resto de las áreas antropológicas ni del
sistema cultural. El gimnasio cubre el espacio que en un momento
tuvieron las barberías (hoy menos frecuentadas y a menudo vacías, por
las nuevas modas y sistemas de vida, pues se pelan entre amigos), como
foco comunitario para comentar acerca del barrio y la sociedad; pero
recontextualizados con una identidad que ofrece muchas más opciones a
partir del ejercicio físico y la mayor y más sistemática (excepto
aquellos que iban a la barbería a diario para afeitarse, y los tantos
que hoy no pueden ir todos los días al gimnasio por el ritmo cotidiano
de vida) confluencia e interacción de la diversidad humana en cada
comunidad, mientras deviene marco para satisfacer las necesidades,
consciente o inconscientemente, de nuevas relaciones de todo tipo.
Su análisis propicia la comprensión del mundo, de toda la sociedad y sus
más diferentes grupos, y del alma humana; el estudio de caso
seleccionado (en los bajos del edificio de 17 y 24, en la Extensión del
Carmelo al reparto Rebollo) muestra la impronta de un líder
institucional idóneo por sus conocimientos técnicos y prestigio (no
solamente por lo que sabe, sino por cómo lo enseña a cada cual) para la
orientación adecuada a partir de su ciencia pertinente, de los
ejercicios que cada interesado debe realizar y cómo realizarlos según
sus capacidades personales; pero que, a la vez, dado su carisma y tacto
para con cada cual y el colectivo en su conjunto, deviene líder natural;
es el caso de la instructora fundadora Olara Aguiar Arango (sin
menosprecio del resto del colectivo), quien desde 1992 (más de 15 años)
ha logrado mantener, en torno a una cultura física y deportiva
científicamente orientada (razón de ser de estas instituciones) con la
calidad resultante que supervisa según la variedad y riqueza que exigen
las características de cada cual en su público a pesar de la humildad y
sencillez del local y de sus implementos, un ambiente de armonía o
convivencia pacífica o, al menos, supuesta indiferencia, entre grupos
humanos bien diversos y ante problemáticas sociales bien difíciles sin
descartar algún (al menos posible y hasta contenido) altercado ocasional
y la necesaria vigilancia contra los robos de sus escasos implementos,
desviados así de esta función comunitaria hacia gimnasios particulares o
intereses aún más individualistas.
Llama la atención el precio asequible a toda la comunidad (tres pesos
cubanos al mes) hecho lamentablemente atípico en el contexto cubano
contemporáneo, al compararlo con otros gimnasios mucho más caros
(incluso en divisas), donde predomina la ostentación económica y falta
el calor humano que identifica a este sencillo gimnasio sin que, por
ello, pierda atención ni rigor técnico: como en otros aspectos, no
siempre lo más caro es lo mejor; confluyen o no (según horarios) ambos
géneros y toda orientación sexual, racialidad y etnicidad, distintos
grupos de edades, credos y opiniones acerca de todo tema, niveles
académicos y culturales, especializaciones y ocupaciones (sin excluir
desocupados, que aquí tienen una excelente manera de ocuparse) y, sobre
todo, diversas aptitudes y actitudes para el ejercicio físico que define
la misión social de este espacio, hacia la cual se inclina casi
absolutamente, eso sí, la actitud general; tal vez, la única o al menos,
más significativa confluencia de todos. Inseparable de la ejercitación
se enlaza la cultura de salud e higiene y cierta sensualidad (en
ocasiones, el más sano y respetuoso erotismo, no menos imprescindible y
necesario en la identidad) a partir de la estética del cuerpo humano,
por las propias herramientas de todo ejercicio físico, con particular
vestuario, movimiento y ambiente general.
Por ello, se aprecian mejor que en otros espacios las nuevas tendencias
de cierta ambigüedad que a veces coquetea con la metrosexualidad aun en
el más recalcitrante heterosexualismo (sin excluir otras tendencias) en
que algunas mujeres levantan pesas (bien orientadas, valor positivo y
necesario) y jóvenes varones se afeitan y hasta depilan su cuerpo o
partes de él para negar esta naturaleza de la estética masculina, lo
que, además de tan polemizable concepto de belleza (previamente asumido
por zonas de la pornografía y de los modelos masculinos en otros países
y así introducidos en Cuba, donde algún artista plástico la centró como
tema de sus obras, como es el caso de Lino Fernández García), justifican
por el calor, la higiene y la comodidad, lo cual es peligrosamente
imitado por niños que, por supuesto, carecen de vello corporal.
Como suele suceder con otros espacios, el gimnasio implica asimismo su
propia identidad sonora ocasional, aunque algunos son más perennes que
otros: ora la música para los ejercicios aerobios en que el sexismo se
impone y predominan las féminas, aunque hay varones que vencen los
prejuicios y se enriquecen con estos momentos que, según el monitor
(casi siempre, monitora) pueden alcanzar genuinos valores artísticos en
tanto coreografía; ora la sonoridad paralela del conjunto de esfuerzos
físicos, movimientos y respiros desiguales, por momentos rítmicos según
el ejercicio de cada cual, ora los metales en juego...
Mientras tanto, también por momentos y casi con un ritmo propio, se
debaten las más encontradas opiniones pero siempre en interacción
participativa que tiende a la comprensión y superación colectiva sin
represiones ni subvaloraciones discriminatorias, al menos no
explícitamente, gracias al tacto y la inteligencia en que han sido
educados por la instructora y aun en su ausencia. No hay tabúes para
hablar relajadamente (parte del beneficio psicológico que se encuentra
en estos espacios) de artes, política, economía, religiosidad, diversas
ciencias, nutrición y otras costumbres y hábitos, entre otros tópicos en
que no faltan el chiste, la gracia, y el buen humor (Couceiro y Perera,
1993).
Los espacios artísticos en el trabajo comunitario
No faltan tampoco los espacios artísticos, generados consciente o
inconscientemente, desde los mosaicos de la mejor plástica cubana en las
aceras de 23 hacia la Rampa (tradicionales, desde los años sesenta)
hasta los graffitis por Zapata y 12 y en Línea y 24; las
esculturas ambientales en los parques, todo el cementerio y la
arquitectura que identifica cada comunidad..., el Instituto Cubano del
Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) se enseñorea en 12 y 23 hasta
legar el nombre a la vecina pizzeria Cinecittà (dada la impronta del
neorrealismo italiano para el nuevo cine cubano) y luego su Proyecto 23
con los cinco cines en esta avenida, o el Instituto Cubano de Radio y
Televisión (ICRT) en la Rampa o los jardines de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba (Uneac) en 17 y H, los del teatro Mella en el casco
histórico del Vedado, la Casa de la Federación Estudiantil Universitaria
(FEU), abierta a la comunidad aunque con entrada selectiva... Sobre todo
en instituciones consideradas de mayor categoría, no falta la
seudocultura o kitsch tradicional de quienes acuden por esnobismo
intelectualoide, por vestir, por pasar el tiempo y por curiosidad; no
obstante, cada vez parecen ser más quienes asisten por genuina
motivación cultural también diversa, todo lo cual se refleja no solo en
estos espacios institucionales, sino también en cada comunidad
inmediata.
No por casualidad en comunidades que, según el diagnóstico municipal (Couceiro,
2007c), se quejan de la escasez de instituciones y espacios dedicados a
satisfacer estas necesidades —como El Carmelo, donde, en efecto, para
ello tienen que trasladarse normalmente al Vedado, al este cercano—,
pues en sus comunidades no los hay (recuérdense las dificultades del
transporte y el ágil ritmo de vida cotidiana, las dificultades de
adultos mayores, niños y otros para su traslado, etc.), al avanzar el
siglo XXI, bajo el amparo (o no) de instituciones estatales, comienzan a
surgir y a proliferar proyectos y peñas cada una con su propia identidad
y desde la misma comunidad, como desde el 26 de junio del 2005, el
Proyecto Casiguagua de teatro, música y danza de Julio Quintanilla
Corróns, en la calle 17 entre 28 y 30, en Las Canteras hacia El Fanguito
(el primer proyecto con este nombre era eco-turístico en torno al río
inmediato de tal nombre precolombino, hoy Almendares, y data de 1993,
por la Dirección Municipal de Cultura: (Couceiro y col., 1994); Los
Vecinos Cantan, desde julio del 2002, en el edificio de 17 y 24 con
Rogenardo Cabrera Pérez y Félix Zaldívar cada cuarto domingo; Naranjo en
Flor, en calle 14 no. 359 entre 21 y 23 cada tarde de segundo domingo
(Miriam Casals Fernández, desde junio del 2004); y la del Consejo Asesor
Nacional de Escultura Monumental y Ambiental (Codema) en 15 y 14, por su
relacionista pública, la escultora venezolano cubana Nilda Mercedes
Mijares Poyer, con Tomás Mena Reyes para el proyecto culinario y Celia
María Aguilera González desde el Centro de Recreación del Adulto Mayor
"Celia Sánchez Manduley" en 13 entre 12 y 14, integrados en el Proyecto
Alegría de Vivir, que en el 2008 se extendió al Museo "Servando Cabrera
Moreno" hacia los límites con el Vedado, en 13 y Paseo, por medio de su
promotor Nicolai Estrada, y quien fuera promotor en El Carmelo y antes
en Príncipe, Manuel Enrique Castillo.
Algo similar acontece en las barriadas centrales Nuevo Vedado y La
Plaza, con la biblioteca comunitaria y el Proyecto Ismaelillo (Lombillo
y Tulipán), con Florencio Hernández, presentado en el IX Fórum (2006)
por Margarita Arias y Juan Ernesto Pérez; antecedido por el proyecto
Munanzo Munanzo, de Rigoberto Mitjans (miembro de la Uneac por Cine,
Radio y Televisión) y su compañera Nancy Sánchez Marlotica (en Boyeros y
La Rosa, 1993), con su mural pedagógico y el evento de identidad y
tradiciones habaneras "José Luciano Franco"; el Rincón de los Milagros
de Manuel Semanat en Tulipán y Marino y la Peña de Fabelo en 37 y 6;
Alegrías de España y La Semilla está en el barrio, en Nuevo Vedado, por
su promotora Mercedes Arango con colaboradores (entre ellos artistas
profesionales como María Ester Monteluz, su compañero Guillermo Figueroa
Filgueira, así como Judit Martínez y la bailarina y coreógrafa Bárbara
Santana) a los que se ha vinculado hasta la actualidad, el cine
Acapulco; más al sur, en Aldecoa, la peña Aguas del Guaso (2006). Son
algunas de las vías por las que la misma comunidad, además de satisfacer
necesidades locales y vencer zonas denominadas "de silencio" por su
aparente inactividad cultural, enfrenta otras problemáticas locales como
pueden ser el alcoholismo, la droga, la violencia y diversas actitudes
delictivas.
Tan amplia diversidad registra gustos tan aparentemente distintos como
el tango, los charros mexicanos, casi toda la cultura española —excepto
las corridas de toros— y las tradiciones campesinas cubanas, la décima
que transcultura a cada contexto urbano con la poesía oral y escrita
citadina, improvisaciones y controversias también en otros géneros
musicales —por ejemplo, actualmente el reguetón— más allá del lirismo de
la literatura a las restantes artes y cultura general. Gustan la música,
la danza y otros valores de la más variadas épocas y culturas del mundo
a partir de su difusión por los medios (fundamentalmente, en los últimos
30 años, desde el programa de televisión Para bailar), así como por las
migraciones y, en el caso del vals, por nuestras tradicionales fiestas
de quince.
Surgen otros proyectos similares en pleno Vedado en áreas tal vez menos
urgidas (lo que demuestra la necesidad de cada comunidad de manifestarse
a sí misma, al margen de otras opciones) como Espacio Abierto, en
Calzada y A (1998, Yamisel Tristán); la peña itinerante de Juanita
Conejero, la literaria de Marilyn Bobes por la Uneac y el proyecto
titiritero Tropa Trapos de Ángel Guilarte (coordinador municipal de la
Uneac por Artes Escénicas) en 21 y J; las Peñas de Danzón (Sara Vicente)
en la Casa Balear, en G y 23; el proyecto del museo "Abel Santamaría" en
25 y O, la Rampa, desde 1998; el Proyecto del Libro y la Literatura que
inició Isis Leyva en el 2001, entre otras acciones y proyectos en
diversas instituciones, y antecedentes como el Proyecto de
Transformación Integral (PTI) del Barrio en el Príncipe con Armando
Sagrado y Xiomara González de la Hoz; luego, en vísperas del siglo XXI,
el PTI en el consejo Vedado-Malecón, con José Manuel González y desde
los antecedentes de investigaciones municipales que rescataron el Día
del Árbol (1999), entre otros valores locales (Couceiro y Perera, 1995;
Milián, 2001 y 2004).
Y en primer lugar, pionero de esta hornada, se destaca por su
originalidad, aportes e impacto, el Banco de Ideas Zeta, que promovió
todo un proyecto de proyectos bajo la dirección de Eugenio Blanco
Rodríguez, Ludovico (miembro de la Uneac en Artes Plásticas),
desde 1992 y desde su apartamento en 19 y 26 (reparto Rebollo) con
Esperanza Estrada, Pachy Abelardo Mena Chicuri y otros
colaboradores, hasta el proyecto Eureka de Tona Barroso y el actual
Haciendo Almas; y aun antes, el grupo de aficionados al cine que desde
su apartamento en 19 y 28 y entre los años sesenta y setenta, encabezó
Jesús Jorge Fernández Neda, antecedente legítimo de los Cine Plaza y de
donde emanaron no pocos nombres para el cine cubano actual; por no
hablar al inicio de la Revolución, de los conversatorios que sobre
patrimonio y arte llevaba el pintor Manuel Couceiro Prado (del entonces
Consejo Nacional de Cultura, fundador de la Uneac y de las previas
galería de arte Cinema Rampa y de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo a
la que dedica su Semana de la Cultura el municipio Plaza de la
Revolución en marzo), a los trabajadores de los astilleros Chullima y de
la necrópolis Cristóbal Colón para que ellos mismos preservaran sus
valores patrimoniales, y otros antecedentes de proyectos comunitarios
mucho más allá (Couceiro, 2007a), todo lo cual apunta a toda una
tradición que se rastrea al menos en 1887, con la enseñanza gratuita a
los niños de la comunidad y educación nocturna a los adultos (tan
revolucionarias entonces) por Eloísa V. Halloran y su esposo en el
cementerio bautista, hoy Nuevo Vedado.
Pero claro que ni instituciones, ni estos y otros proyectos, por mucho y
muy bien que trabajen, cubren (felizmente) toda la riquísima cultura
comunitaria, incluso, tradicional; según las circunstancias, se
revalidan tradiciones artesanales que solo en apariencia habían
sucumbido frente a la industria, tales como vasos de papel en su función
utilitaria, pero también barcos y aviones de papel para jugar,
animaciones y otros juegos en papel y de grafito sobre papel y sobre el
pavimento, así como sombras chinescas, adivinanzas, trabalenguas y
muchas más.
Y lógicamente, el teatro calle (según algunos, callejero) que halló
espacio en la heladería Coppelia y en el portal del cine Yara,
filmaciones de películas (espacios más ocasionales), galerías que se han
improvisado o abierto para la calle, al igual que recitales y
conciertos, librerías, teatros y cines; desde el 2007 se destacan las
ocasionales Noches de los Libros y las de las Artes Escénicas en la
calle 23, promovidas por la Unión de Jóvenes Comunistas; así como
discotecas y algunos hoteles más que otros, que propician entornos
particulares al arte como la proyección sobre pantallas gigantes.
También las tres casas de Cultura (Calzada y 8, 37 y Paseo y desde marzo
del 2002, la Casa de la A,
en Zapata y A); Escuelas de Arte (Ballet, en L y 19; Artes Plásticas, en
23 y C, y Música, en 29 y F, y en 6 entre 13 y 15) y otros que, en mayor
o menor grado, interactúan con el entorno comunitario, sobre todo, desde
que en la última década del siglo XX, este ha devenido tema central,
aunque no siempre acertado.
No falta el efectismo en algunas de estas exteriorizaciones desde las
instituciones artísticas, incluso en colectivos ya antológicos para la
cultura cubana; tal es el caso del grupo de teatro El Público, con su
excelente versión de un clásico como La ramera respetuosa, cuyo título
cambió por La puta respetuosa, pero sin la transculturación en la puesta
que fundamentara tal cambio, más allá que su provocadora exhibición al
contexto urbano inmediato.
Como un ejemplo entre tantos para analizar los resortes que sustentan la
compleja dialéctica institución-comunidad sirva el otrora espacio de
rock que era el Patio de María,
contra el que se erigieron campañas de imagen de "rechazado por su
comunidad", pero que, en verdad, satisfacía a esa comunidad flotante, lo
cual deja muchas más interrogantes, al comprobar que lo mismo ocurre
contra los ensayos de comparsas, los bailables, la música de hoteles
tradicionales y prestigiosos, contra homosexuales y enfermos de sida en
su Centro Nacional de Prevención e, incluso, contra el público que
asiste al más silencioso teatro.
Sucede que la insatisfacción manifiesta de algún vecino (incluido a
veces el delegado del Poder Popular) suele tramitarse como "de la
comunidad" cuando, en verdad, muchas personas sueñan venir a vivir
frente a los hoteles, pero luego quieren cerrarlos; o donde imperan las
áreas verdes, pero luego pagan diez pesos cubanos para cortar el árbol;
o donde hay más "vida", pero luego, generan auténticas riadas contra la
población flotante. He aquí otro objeto de estudio en estos espacios
para tomar las medidas necesarias, que, lógicamente, no han de ser
fulminar la identidad ni las raíces de cada comunidad en populista
complacencia de todo lo que pidan algunos vecinos que se erigen como la
voz de todos, ni cerrar los espacios artísticos ni otras instituciones
de urgencia social y, por ende, comunitaria; necesidades que también
claman otros sectores (probablemente mayoritarios y, sin dudas, más
representativos, participativos, aportativos y constructivos) de las
mismas comunidades.
Espacios ocasionales: estudio de caso desde las artes
Pero la dinámica de estas comunidades urbanas va mucho más allá y se
impone proponer el concepto de "espacios ocasionales": aquellos que se
generan con una identidad ocasional durante un tiempo mucho más preciso;
en el caso de los espacios artísticos
suelen extenderse ocasionalmente verdaderos fenómenos dignos de interés
tanto para la Antropología Urbana como para la Antropología del Arte (no
menos necesaria y deficitaria en nuestro país: sirvan aquí algunos
apuntes), los Estudios de Comunicación Social (Comunicología) y los
Estudios Culturales, disciplinas todas que al ritmo de la postmodernidad
se entrelazan de la interdisciplinariedad hacia la transdisciplinariedad,
en auténticos eventos que marcan hitos en sus respectivas comunidades,
además, para el arte cubano y toda la cultura, y para ello es preciso
detenernos en algún ejemplo concreto, en virtud de que más que en otros
estudios, aquí se exige del análisis casuístico.
Así, por ejemplo, vale la pena seleccionar por todas sus aristas y
potencialidades de análisis, la exposición Recursos Humanos que
protagonizó el colectivo Enema
entre el 10 y el 28 de mayo del 2002 en y desde la Galería Habana en
Línea y F, cuyo espacio fue extendido mucho más allá y de forma desigual
cada día y a cada momento, en (con y mediante) la comunidad inmediata y
por su más auténtico sistema de comunicación comunitaria. Más allá de la
Mención Nacional de Curaduría que recibió en el 2002, constituyó todo un
hito para la cultura cubana, sin que, sin embargo, se le prestara toda
la atención que merecía.
La comunidad era la periferia sur de los Baños del Vedado al casco
histórico del Vedado con su población flotante, sobre todo trabajadores
y estudiantes; era una ingeniosa exposición de performances sucesivos y
cambiantes día a día, en que cada uno de los 13 jóvenes improvisaba una
nueva versión muy personal del que otro de sus colegas había realizado
el día antes, y ello invitaba al público (exigía, en el mejor sentido,
si es que quería apreciar la exposición completa y todo su rico sentido,
de lo que era imposible substraerse al cambiar de un día al otro y
durante cada día y espacio) "marcar la tarjeta" diariamente, pues cada
día eran 13 performances nuevos, que en cada espacio definían nuevos
puntos de giro y ritmos en una exposición con vida propia y con una
comunidad y espacios (extra e intragalerísticos) ocasionales dentro de
lo ocasional, en una dinámica especialmente ágil y acelerada. De aquí
que el público, tan diverso, era difícilmente contenido ya en la primera
semana, con una respuesta y participación creativa comunitaria sin
precedentes y todo un discurso cultural integral, que invitaría a
escribir libros de reflexión sobre la sociedad cubana contemporánea, y
sobre las manifestaciones en rigor.
Hubo que limitar la entrada en turnos, con cola en espera, pues el
público no cabía en la instalación, y en su afluencia masiva y
constante, hubo que velar porque los adolescentes no faltaran a clases
en virtud de su cita diaria en la galería, todo lo cual es bien extraño
en estas instituciones, aquejadas de soledad. Sin promoción apenas en
los medios, el poder comunicativo en diario cambio de los 169
performances (en apariencia inocentes) de estos chicos ahora devenidos
sujeto-objeto-arte en coqueteo con la cultura lúdica, reproducía y
sistematizaba el más diverso público y lo incorporaba como copartícipe
en la creación del hecho artístico, por lo que fue promovido casi
exclusivamente por la voz popular, lo que propició un excelente ejemplo
de la mejor y más eficaz comunicación comunitaria.
Trascendían al interés de otras disciplinas como la sociología del
trabajo en Cuba, desde el propio título y la concepción general de la
exposición pero mucho más allá de sus propósitos artísticos iniciales,
en franco proceso retroalimentario (típico paradigma participativo de la
comunicación), mientras revolucionaban conceptos galerísticos en
continua interacción con el exterior comunitario cuya suciedad callejera
(incluso al "limpiar" el garaje de la esquina y sus carros como "trabajo
voluntario comunitario"), ayudó a conformar la pared mural, no por gusto
la primera al entrar a la institución, en juego entre la vida ágil de
los espacios públicos exteriores y la de la galería relativamente
abierta, en tanto espacios institucionales para recibir público que
incluyó de modo ocasional la sala de baño con una elasticidad y
plasticidad nunca antes alcanzada, incluidos ocasionales juegos de luces
y espacios "ciegos" a palpar con ojos vendados, y al exterior mediante
"vasos comunicantes", filmación de videos, un "carrito mendicante",
pregones del periodiquero en función de la exposición, el bañarse en la
vía pública, un tren de lavado de ropas amarillas como sus uniformes en
el portal para toda la comunidad, y medios de transportación como
carros, barquitos y aviones de cartón.
Los espacios se diluyeron, también ocasionalmente, internos y externos a
un tiempo, desde una galería que se multiplicó en disímiles espacios, y
tal vez por todo ello produjo la empatía consecuente: ora hubo
adivinanzas, refranes populares y diversidad lúdica y deportiva,
barreras del tráfico y cohetes voladores de papel, espacios sonoros
distintos, incluido el erótico y sexual, referencias a la higiene, la
salud y otras ciencias, al medio ambiente, al suicidio, la momificación
y la muerte en general, costumbres del regalo, guarda-bolsos, formas
parapsicológicas y religiosas, talento de artista, música, literatura,
danza, audiovisual, cultura laboral, lo escatológico y toda iniciativa
del público que, en resumen, proponía una reconformación (operacional,
si no conceptual) de una suerte de comunidad propia generada por los
artistas y su equipo de apoyo
entremezclados con la comunidad residente, estudiantil y laboral de las
cercanías... y también el más heterogéneo "otro flotante", simple
transeúnte por los más diversos motivos, peatón o en cualquier vehículo
que por la acción extragalerística al espacio urbano inmediato, era
atraído y luego cautivado, para integrarse a esta nueva "comunidad
ocasional" atrapada por las más diversas e ingeniosas formas de
interacción y sistematizada desde esta galería.
Los espacios ocasionales festivos
Los puntos de giro de estos performances nos invitan a pensar en una
dramaturgia interna que el público protagonizaba de la mano de los
chicos de Enema en una auténtica fiesta, en tanto genuino complejo
cultural eminentemente alegre y, en apariencia, ingenuo, pero muy
reflexivo (lo que no lo invalidaba como fiesta). Ello permite polemizar
acerca del propio concepto tradicional (a veces, tradicionalista) de
fiesta (entendida asimismo como complejo cultural alegre) para
introducirnos en ese otro universo de espacios ocasionales (y en este
caso, urbanos) que son las fiestas, y tratar de entender al menos, una
igualmente difícil clasificación de fiestas populares y privadas.
Un excelente ejemplo de espacios ocasionales por fiestas son los
carnavales en Malecón (anteriormente se extendían por toda la ciudad,
pues las comparsas ensayaban y tenían como punto de partida y de
regreso, sus mismos barrios) que, en el primer lustro de los ochenta,
relativamente ocasionales, llegaban hasta la Fuente de la Juventud con
la verbena del Riviera, aún añorada por la comunidad.
Entonces casi toda la población congueaba tras las comparsas y los
diversos grupos sociales se entremezclaban despreocupada y felizmente:
allí hicieron sede entonces desde toda La Habana y desde otras
provincias diversos grupos sociales, entre ellos los homosexuales (luego
desplazados al parque Maceo en Centro Habana hasta que fue cercado), con
los que después, en los baños de los carnavales, aún suelen intimar
muchos supuestos heterosexuales. También eran famosas todas las opciones
de juegos y de bailes de la verbena del Rivera, así como comestibles y
bebidas.
El carnaval se ha ido alejando hasta limitar con Centro Habana y
finalmente perder la sede local en el 2005, recuperada hacia el 2008;
pero aún nos distinguen otras festividades populares como las verbenas
de El Carmelo todos los 5 de mayo desde 1994; eventualmente, ha sido
"Plaza del Mar" en la calle 17 y en su homenaje, o en los jardines de La
Tropical antaño pululaban las romerías, o la semana de la cultura en
marzo, además del impacto local de fiestas y celebraciones particulares
de diversos tipos, o la rumba popular en solares y cómo no, edificios,
entre muchas otras.
Si vamos a definir la fiesta popular como aquella para la que no se
precisa ninguna invitación, entonces pueden quedar en tela de juicio
numerosas fiestas de santería, por ejemplo, a las que, realizadas por
devotos y en sus casas y ambientes particulares, no asiste nadie que no
sea afín con los habitantes de la casa en cuestión o, al menos, con
otros afines. Recordemos que, en primer lugar, no todas las fiestas
populares son tradicionales y, lógicamente, hay fiestas tradicionales
que no son populares... al menos, no en el sentido en que acabamos de
definirlas.
En segundo lugar, las que pudiéramos considerar como fiestas privadas o
particulares, para invitados, son bien populares; a menudo, más que las
que hemos llamado así, en tanto son mucho más cotidianas y, no pocas
veces, más del gusto y la práctica popular, lo cual, por supuesto,
también se matiza e identifica por comunidades; algunas llegan a ser
prácticamente comunitarias, casi populares, sin requerir de mayores
invitaciones, como en determinados contextos sucede con algunas fiestas
de 15 o bodas.
¿Cómo entender las fiestas de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)
que, aun cuando no suelen rechazar a personas ajenas, son más bien para
sus propios miembros? Algo semejante ocurre con las fiestas sindicales y
las de determinados sectores laborales, que no necesariamente son
laborales y con las que sucede algo similar a las de santería.
Existen otras fiestas cuyo análisis es más complejo aún para este
intento de clasificación. ¿Cómo clasificar, por ejemplo, las ya
referidas y semiclandestinas fiestas gay o las "fiestas house", nueva
modalidad —siglo XXI— también clandestinas, en las que "hay de todo"...
hasta droga? Cualquiera puede entrar, basta con pagar la entrada; aunque
es cierto que el clandestinaje y los prejuicios evitan que muchos las
conozcan y asistan.
Queda tema para la polémica con respecto a la definición de fiestas
populares; pero en ningún caso, con dogmas resultantes para imponer
después. Para concluir este acápite es necesario agregar que la cultura
conmemorativa es celebracional, pues incluye fechas históricas, por
ejemplo, y que va más allá de la cultura festiva, pues no todas las
conmemoraciones son festivas y también generan sus propios espacios, a
veces, con impacto urbano.
Las fiestas populares han sido temporal y mecánicamente suplantadas por
las ferias populares que retomaremos como espacios comerciales. Destaca
por su pretensión artística el carnaval de la calle, antecedente de los
actuales festivales Arte en la Rampa. Promovía artesanías y la
preservación de la Avenida de los Presidentes, cuya función de
comunicación no podía afectarse y repararía sus bancos, según proyecto
inicial de la Dirección Municipal de Cultura. Sin embargo, pronto
degeneró al comercialismo con animales disecados (incluso ardillas) y
venta de especies protegidas por la ley, en condiciones infraanimales,
lo cual amparaban los policías que desconocían tales leyes. Esta
actividad no arregló la avenida ni rescató las retretas, sino que dañó
más el área verde y los bancos que quedaban y, además, interrumpía el
tráfico... Para salvar sus mejores valores, se trasladó al cercano
parque Víctor Hugo, la feria de artesanía en la Rampa, y paralelamente,
la feria de Malecón y D.
Las fiestas privadas, a menudo concebidas como descargas íntimas con
familiares y allegados, tienen un impacto urbano mucho menor e incluyen
celebraciones familiares y de amistades muy cercanas: cumpleaños, que,
sobre todo los infantiles, suelen ser menos privados y, por ejemplo, el
Parque Zoológico de La Habana ha devenido sede casi tradicional como
espacio institucional público con un microurbanismo que lo identifica;
además, las familias alquilan para estos fines y costean payasos y otras
atracciones para los más pequeños y, cómo no, a menudo para ellos mismos
y su propio ego; los Días de las Madres y de los Padres (segundo domingo
de mayo y tercero de junio, respectivamente), el simple deseo de
festejar, y las tertulias, según sectores sociales e intereses, a veces
con cierta sistematicidad, no siempre en instituciones, y también,
probablemente las más íntimas, el Día de los Enamorados (14 de febrero)
y fechas similares que se desean celebrar. Otro tipo de fiestas privadas
alcanza mayor impacto urbano según la familia y su comunidad: así están
las tradicionales fiestas de 15 y las bodas en primero y segundo
lugares, aunque hay otras importantes como las despedidas de soltero o
soltera, por ejemplo. En todos los casos, la fiesta es un complejo
cultural que incluye arte, a menudo popular, y otras manifestaciones con
diverso impacto urbano.
La Madriguera, sede de la dirección provincial de la Asociación
"Hermanos Saiz" —agrupación de jóvenes artistas cubanos—, dadas sus
celebraciones y su arte, fue ubicada en un contexto donde su osadía en
todo sentido (recordemos los tres Festivales de Arte Homoerótico entre
el año 1998 y el 2000, y las festividades que propiciaban, entre otras)
y las posturas contestatarias que han distinguido tradicionalmente al
arte joven, no alcanzaran más trascendencia urbana, como la que lograron
a finales de la década del ochenta. En aquella ocasión, entre otras
acciones, extrapolaron los espacios de las galerías, que tan estrechos
quedaban a sus preocupaciones sociales, para inundar las calles con el
mobiliario y desarticular la galería en sí, hasta retomar en irónica
crítica, los letreros de todo tipo con que la peor seudocultura popular
ha lacerado paredes y puertas de baños, monumentos públicos y otros
bienes, a menudo patrimoniales. En las comunidades en estudio, ello se
vivenció en Línea y F desde la galería Habana con la consecuente
interrupción del tráfico, en la Casa de Cultura Municipal en Calzada y
8, y cuando decidieron jugar pelota, porque decían que era lo único que
podían hacer para evitar las reacciones que sus obras suscitaban.
Este arte, válido en sus mejores acepciones, alcanzó exponentes
antológicos, aunque a veces se desorientaba, con trascendencia urbana y
profundas motivaciones sociales. Al reducirse a La Madriguera, en un
contexto tan patrimonial como la Quinta de los Molinos, ha chocado con
el patrimonio y, en particular, con el Jardín Botánico más antiguo que
queda en Cuba, cuyos valores ya estaban altamente dañados; a las
actividades lógicas y a menudo muy positivas y enriquecedoras de La
Madriguera, pero sin inserción armónica en el contexto, se añaden las
ferias populares e intentos de verbenas para mayor amenaza, y el
concepto reduccionista, populista y comercialista de "actividad
cultural", cuya música suele ser la peor y más facilista, y suele
degenerar ruido contaminante y agresor.
De diversos tipos de espacios ocasionales a los espacios andantes
Los espacios sonoros, casi siempre ocasionales, no dados por el entorno
tangible, sino por la sonoridad con que dicho entorno es inundado, bien
pueden ser antivalores, en el caso de los ruidos contaminantes y
agresivos, por ejemplo de construcciones o personas que hablan muy alto,
vehículos o instalaciones u hogares que elevan los decibeles de una
música desacertada o, por el contrario, valores positivos, en el caso de
una música adecuadamente seleccionada y con los decibeles debidos, según
cada contexto.
Otro tanto son los espacios olfatorios, también se aprecian antivalores
allí donde proliferan desechos y materia orgánica en descomposición,
baños sobre todo públicos e institucionales sin la atención
imprescindible, o el que portan determinadas personas sin el aseo
necesario o que no controlan (o no pueden controlar) sus gases en áreas
cerradas y, por supuesto, con valores positivos donde hay ambientadores
o se siente el olor agradable de un perfume o de una buena comida.
Esta última nos relaciona con los espacios culinarios (comerciales o no,
estatales o privados) que abundan más, son más visibles y devienen
espacios andantes en el carrito del helado con su impronta sonora, o en
los fiambres y otros que se suelen consumir durante el camino; no
obstante; muchas recetas originarias, raigales o identificativas de
múltiples comunidades e instituciones del territorio se conservan
tradicionales, pero en otras comunidades e instituciones y en la cocina
doméstica, como consecuencia de la ágil dinámica que identifica a estas
áreas metropolitanas, lo cual exige una política de educación y
preservación de este patrimonio y valores locales para que, al margen de
que se generalicen, constituyan ofertas especiales allí donde tanta
impronta tuvieron antaño.
Los espacios de estudio son mucho más universales y ocasionales que los
espacios escolares, los cuales se identifican con impacto urbano por
algunas edificaciones, el ambiente de libros y libretas, algunas
señalizaciones, conversaciones y expresiones y, sobre todo, los
uniformes allí donde están implantados (que no son todos) con los que
devienen espacios andantes, incluidos los focos dados por los puntos de
recogida de becarios. Los espacios científicos, más estables y de menos
impacto urbano, son mucho más restringidos y localizados que otros
espacios laborales (que difieren según cada sector con su propia cultura
y tradiciones, incluso, por institución y hasta instalación,
departamentos, ocupaciones concretas, etc., entrelazados con otras
afinidades), si consideramos que la ciudad es, en sí misma, fruto
laboral, y la gran diversidad de labores que se realizan continuamente,
incluidas las tareas domésticas, si bien el imaginario reconoce como
tales básicamente las obras de construcción y similares, y no tanto así,
por ejemplo, el trabajo de artistas y otros muchos, sobre todo de los
servicios que relacionan con el necesario esparcimiento.
Los uniformes suelen devenir espacios andantes de los centros laborales
donde están impuestos, a manera de promoción de estos, y es el caso de
policlínicos y hospitales (a veces con servicio de piqueras y
ambulancias, también espacios andantes y contextualmente, sonoros) que,
al igual que los escolares, se identifican en menor grado por las
edificaciones, conversaciones, expresiones y señales en la vía pública.
Los uniformes se agradecen en tanto es acceso a otra ropa y a veces
calzado, aunque a menudo el diseño o el color no son del gusto de
quienes tienen que usarlo, o no son lo suficientemente funcionales.
Todo lo anterior demuestra una vez más, la necesidad de rigurosos
estudios integrales comunitarios antes de ubicar cualquier institución,
estudios en los que la Antropología Urbana también ha de cumplir un
importante papel.
Por otra parte, además, un mismo espacio puede conocer los peores y
mejores ejemplos de espacios artísticos ocasionales. Así, los Festivales
de la Trova (finales de los ochenta) en el parque "Mariana Grajales"
—otrora parque Medina— en 23 y C, al no instalarse baños públicos (no se
define si por falta de previsión, por facilismo, por moralismo o por
razones económicas) todo el parque devenía un gigantesco servicio
público extendido hacia la vía en tan céntrico lugar.
Pero el análisis de los espacios ocasionales ha de ser tan casuístico
como lo son dichos espacios: en el mismo parque "Mariana Grajales", un
excelente ejemplo de espacio ocasional artístico son los Festivales de
Escultura Efímera, generados ya en el tercer milenio por el Centro
Experimental de las Artes Visuales "José Antonio Díaz Peláez", desde 23
y C, frente por frente al parque, el cual, tanto por la escultura de
Teodoro Ramos Blanco que le da nombre, como por otras obras (los leones,
por solo citar una) y su diseño ambiental, al que se integra el entorno
arquitectónico y urbanístico, implica valores artísticos que siempre
conviven y subyacen entre los restantes. Sin embargo, estos festivales,
que se realizan de mayo a junio desde el 2003, imponen todo un espacio
eminentemente artístico que impacta y fluye por 23 a ambos lados, en la
memoria visual y el sistema perceptivo y sensorial de cuanto transeúnte
viaje a pie o en cualquier tipo de vehículo y luego vuelve a ser el
espacio ya habitual, hasta el próximo festival... Tal vez por
definición, los espacios ocasionales (artísticos, en este caso)
constituyen fuente constante de nuevas propuestas.
En contraposición a las fiestas, los "espacios de miedo" son igualmente
diversos: por su peligrosidad social (ocasionales según el horario,
algunos simplemente por haber sido escenario previo de desgracias) y los
que pueden imponer, por ejemplo, la superstición a las escaleras u otros
tantos fenómenos, así como la oscuridad: algunas vías públicas,
instituciones y viviendas iluminan parcialmente su entorno nocturno,
unos más oscuros que otros, muchos ni eso, y según cada contexto, los
transeúntes y, sobre todo, los caminantes, temen que los asaltantes se
amparen bajo el cobijo de las sombras y exploten el factor sorpresa para
sus fechorías, a pesar de la vigilancia nocturna que se orienta pero es
irregular y no siempre efectiva. Otros son generados por un accidente,
un posible derrumbe, una cárcel, una estación de policía, un hospital,
un cementerio, una funeraria o una morgue, con la consecuente
inspiración para las leyendas locales a partir de la fertilidad del
imaginario popular; así como aquellos heredados tradicionalmente en la
memoria histórica local que suelen mezclarse con leyendas previas o el
respeto que a veces linda con el miedo y que suele imponer el uniforme
militar desde sus espacios, incluido el que denomino espacio andante,
pues se porta dondequiera que vayan; personas temibles o temidas por
motivos tan diversos como la propia reputación de peligrosidad o
deformaciones y enfermedades visibles contagiosas; gatos negros... todo
lo cual se potencia aún más con las fobias de cada individuo hasta lo
inimaginable, y con las vivencias, psicología y formación de cada cual,
aunque funcionan a nivel social y por comunidades.
Los espacios comerciales en la economía y en cada comunidad
Los espacios comerciales en 12 y 23; mercados como los de 19 y B, 15 y
24, Tulipán y Marino, y 17 y K; las tiendas, y las ocasionales ferias de
Línea, 17 o la Plaza, provocan diversas reacciones de la comunidad ante
tal población flotante y el deterioro local. El comercialismo amenaza el
patrimonio urbano, y se imponen las shoppings y Di tú hasta el cotidiano
habitual, análisis en que la promoción del producto merece espacio
particular.
Lo que Martín Barbero (1981) refiere con respecto al supermercado es, en
este caso y salvando distancias, relativamente aplicable a nuestras
shoppings, pero más a las grandes tiendas en divisas (el Mol de Paseo)
y, sobre todo, a las de los hoteles (en particular el Meliá Cohíba,
aunque ningún hotel ni ninguno de los servicios —que no son solamente
tiendas— en divisas, son desestimables de este análisis; más
impersonales y "narcisistas" a decir de Barbero, pues en efecto, hasta
el empaque media y remultiplica las mediaciones), donde imperan la
racionalidad y funcionalidad, hasta cierto grado, del "fetiche del
objeto", en una moneda que no es la básica ni mayoritaria para el
trabajador cubano.
Resulta un divorcio entre el trabajo para satisfacer el consumo y las
opciones reales de consumo, y el trabajo disminuye su función de sostén
económico mientras la canasta "básica" no llega a ser mínima. Lo que
Martín Barbero define como "economía de abstracción mercantil", aquí se
podría definir como "consumo de abstracción laboral". La ética
tradicional del cubano humilde se siente al menos confundida: "el
trabajo honrado nos debe sostener", y se resiente en un mayor desinterés
laboral y, a veces, corrupción, frente a los mejores casos de
realización profesional y amor a su trabajo con los beneficios sociales.
La "lógica de equivalencia" de los supermercados de Martín Barbero aquí
se distorsiona en esencia, desde la propia equivalencia que no se da
regularmente con el trabajo del cliente nacional, salvo excepciones. No
obstante, el ambiente de las "plazas" que refiere el citado autor
("intercambio simbólico" según Barbero, aplicable también a nuestros Di
tú y Rapiditos —al margen del dólar y hoy el CUC, que reclaman por sus
servicios— hasta nuestros supermercados, plazas, ferias y otros
comercios menores en moneda nacional, a veces con carestía casi
proporcional o menor calidad), en que predomina una comunicación no tan
racional con un espacio sonoro igualmente disfuncional, de alguna manera
amenaza (cuando no se hace sentir también) en las grandes tiendas en
divisas.
Claro, aquí tampoco hay la "positiva emisión" que refiere el colombiano,
excepto cuando venden sus propias mercancías, no las del Estado. Esta
"positiva emisión" suele hallarse mejor en los vendedores clandestinos,
temerosos por la hostilidad oficial, pero constantes y relativamente
variados.
En Cuba, donde solo a finales del siglo XX se revaloran los estudios de
mercado, la publicidad de productos no llega a través de los medios de
difusión masiva, ni siquiera en el caso de las shoppings, como
sucede en los supermercados de Martín Barbero; pero sí ocurre en todos,
incluso en las shoppings (menos aun en los hoteles y Mol por la
presión de las autoridades públicas), que las "plazas" ("a medio camino
entre las plazas del mercado campesino [...] y el supermercado", en
nuestro caso más cerca del primero por lo general, y al margen de una
visión exotizada y dogmatizada por definición de ambos, al menos para
nuestra realidad) salen al encuentro del consumidor en la calle, sobre
todo, con el comercio clandestino en las comunidades objeto de estudio.
En particular, en mercados como el de 17 y K y el de Tulipán y Marino
(atendidos por el Ejército Juvenil del Trabajo, famoso por su mayor
acceso a la economía familiar cubana y su mayor variedad), o el de 19 y
B, cada uno "conjunto de puestos" (Martín Barbero, 1981), lo interesante
es ver dentro de cada puesto, cómo se impone la personalidad del
vendedor y sus allegados. Cuando se concibieron los Mercados Libres
Campesinos (19 y B, 15 y 24) y algunas ferias ocasionales (en la Plaza
de la Revolución, 17, Línea), así como las artesanales (la Rampa,
Malecón y D, G), el objeto devino espacio de encuentro y constitución de
los sujetos, inscrito en la lógica de la ambivalencia y el deseo, como
refiere Barbero en lo que llama "plazas".
El populismo en los medios de comunicación masiva, que durante décadas
desatendieron la publicidad en justa y necesaria lucha contra el
comercialismo, en contraposición a sus campañas connotadamente
educativas, acelera la reversión. Los códigos del comercio clandestino,
sobre todo de comestibles y a domicilio, molestan, pero fijan clientes y
áreas, y al igual que los ambulantes, apuntan a espacios comerciales
andantes. Los precios determinan a los compradores y pese a las
restricciones por contaminación marina, la pesca, desplazada por una
cultura urbana en la que se reabsorbe, degenera en daño al medio
ambiente y a sus consumidores, y accidenta a los tradicionales paseantes
del Malecón. Pero el pregón, incluso clandestino, aún indica la salud y
gracia del ingenio cubano y nuestro cosmopolitismo.
Se revitalizan los antiguos vendedores ambulantes del Malecón y, cerca
de escuelas y centros de trabajo, de golosinas escolares, así como
refrigerios para trabajadores. La libreta de productos industriales
pierde funcionalidad por la dudosa calidad de los escasos rubros a que
permite opción y solo queda adquirir estos productos en tiendas en
divisa o algunos en su equivalente nacional, no por ello con calidad
garantizada; en cambio, la libreta de productos alimenticios mantiene
total vigencia, uso e, incluso, urgencia para evitar el acaparamiento,
reventa y encarecimiento de los escasos productos que ella garantiza a
precios accesibles, incluidos aquellos que el individuo no consume o
prefiere sacrificar para satisfacer necesidades financieras, cuando la
política de precios le hace competencia y los encarece también mediante
el acceso de la libreta racionalizadora; productos que en el
comercialismo (más que el comercio) llegan a ser adulterados sin
escrúpulos (lo que ha producido consecuencias fatales) por particulares
y estatales; en el caso de estos últimos se apropian del sobrante y, a
menudo, estafan a los clientes, a quienes restan mercancías, y a la
propiedad social.
La nueva coyuntura de la doble moneda (mediada por el peso cubano
convertible) propicia un determinado público para las tiendas en
divisas. El cambio ilícito compite con las casas de cambio estatales,
que luchan por evitar los desenfrenados valores que el dólar
estadounidense alcanzó durante su liberación inicial (momento que
condujo a serias crisis éticas pues luego de haber sido causa de
condenas a presidio, su tenencia se convertía en urgencia para la
supervivencia y de antivalor pasaba a ser valor positivo de primera
línea) en detrimento de la economía nacional y de los salarios
estatales.
A todo lo anterior se suma el mal servicio no solo por la escasez y
calidad de la mercancía, sino básicamente por la mala atención que con
frecuencia se ofrece a los clientes, a veces hasta el maltrato, sobre
todo en establecimientos estatales, a menudo enajenados por el resultado
de su labor, a pesar de los altos precios, incluso en divisas, lo que
agrava la insatisfacción de necesidades elementales y el descontento
consecuente con todo el impacto en la vida de cada comunidad,
problemática de la que no escapa ningún sector en peligroso círculo
interconectado de maltratos.
Otros espacios urbanos denotan diversos rasgos de la vida económica
municipal: la nueva modalidad que implica la agricultura urbana trata de
enfrentar las insuficiencias del período especial, si bien cuenta con
antecedentes raigales que nunca se perdieron en determinados focos como
en San Antonio Chiquito y Puentes Grandes, con raíces rurales o
semirrurales más frescas, al margen del urbanismo tardío y singular.
Los espacios en las vías públicas y de transportación
Igualmente impacta el transporte, principal renglón económico del
municipio, a partir, por ejemplo, de las oficinas de Cubana de Aviación
en la Rampa, el paradero ferroviario de Tulipán en el reparto Hidalgo,
la Terminal Nacional de Ómnibus y sus agencias, como la de 21 y 4 (donde
tampoco faltan la reventa y el comercio clandestino), adonde acuden los
interesados en viajar, y todas las vías rápidas de comunicación, en
espera de guaguas, taxis y botellas o aventones.
Estos contextos se agravan pues las condiciones para esperar un ómnibus
o el necesario descanso han sido eliminadas o se han hecho costosa e
innecesariamente más difíciles: a muchas paradas de guaguas se les han
retirado los asientos y demolido los techos, lo que junto a la
deforestación expone a todos al sol cada vez más dañino, lo que se une a
los cambios de rutas y de paradas, a menudo absurdos, sin aviso, y la
desinformación en los propios ómnibus; todo ello empeora las largas
esperas y aun cuando se percibe alguna mejoría en el transporte (como en
los restantes problemas) suele durar poco o involucionar, lo que mina el
credo y la esperanza. Ha comenzado el 2008 con una sensible y más
duradera mejoría del transporte, y una certera música antiestrés que
depende, sin embargo, de la voluntad, prejuicios y cultura del chofer.
Numerosos muros que servían para que el transeúnte tomara un descanso
han sido cubiertos con pinchos para evitarlo, tanto por particulares
como por instituciones, en franca hostilidad hacia la población
flotante, lo que degenera en una imagen de inhospitalidad capitalina,
pero son sus nuevos inquilinos (abundan los inmigrantes) los que así lo
deciden, generalmente también para ostentar su poder de "nuevos ricos" y
una supuesta distinción consecuente.
La cultura vial y toda la trama urbana une, orienta, advierte e
identifica otros espacios y llega a constituirlos en sí mismos con su
propio paisaje identitario por focos a partir de semáforos y cebras y
otras señalizaciones, todo tipo de vehículos en cantidad y cualidades
según la vía concreta, aun cuando se modifique con la contemporaneidad o
momentos particulares como el llamado período especial. Eso incluye el
grado de cumplimiento de las regulaciones del tránsito y los accidentes,
así como el código moral de los conductores que protegen o destruyen los
parterries y aceras, cuidan o atropellan la fauna de la calle,
dejando focos infecciosos urbanos y, lo que es peor aún, que denigran de
los más elementales valores humanos; esto se hace extensivo a los
peatones, que cuidan o deterioran los jardines públicos y el arbolado, y
a los promotores de actividades en las que se cierran las calles
atentando contra su más elemental función o destruyendo el entorno
urbano, porque las leyes ambientalistas son insuficientes y poco
aplicadas (Couceiro, 2001a).
En tal paisaje está la acción constructiva, destructiva o reparadora de
instituciones, individuos y comunidades con respecto al estado de las
calles y el sistema de alcantarillado (que denigra el paisaje y la salud
comunitarios); las cloacas y vertederos, y el uso tradicional y actual
con que los parques han devenido protagonistas en tales comunidades; así
como un sistema de vida identitario en que, por ejemplo, quienes residen
en vías rápidas de comunicación o bajo la gran masa de población
flotante, cuidan más su imagen personal y su protección para cualquier
gestión cotidiana en el vecindario o para abrir la puerta al visitante
y, en resumen, tienen que vivir más a puertas cerradas (incluidos
edificios que cierran con llave pero sin sistema interno de comunicación
con el exterior, lo que resulta molesto para el visitante y hasta para
el residente que ha de estar más al tanto de sus visitas e, incluso,
para el resto del vecindario por la contaminación sonora consecuente,
cuando el recién llegado tiene que gritar desde la vía pública y entre
vehículos, lo que además implica otros peligros) que quienes viven en
calles más intrincadas y tranquilas, donde también se han cerrado
edificios con similares afectaciones según cada contexto. Con ello
pretenden mayor seguridad ante una población flotante diversa y
desconocida, que ha usado los locales internos de la edificación para
sus necesidades fisiológicas y sexuales debido a la falta de espacios
para ello, y otros, incluso, para delinquir, con no pocos resultados
fatales.
Espacios recreativos y otros espacios públicos
Escasean los espacios urbanos para juegos y diversión, sobre todo para
adultos; el más significativo y tradicional es el Jalisco Park en 23 y
18 con todo el impacto urbano inmediato (visual, sonoro, emotivo,
culinario, etc.), genuino patrimonio local al que el cantautor Carlos
Varela dedicó su disco en 1989. Llama la atención su ubicación para
niños en medio de tan peligroso tránsito, sin que nunca haya habido un
problema; este espacio es muy añorado por su comunidad. Le sucede el
parque recreativo infantil del Jardín Zoológico de La Habana, con menor
impacto urbano, no más allá del que impregna al microurbanismo interno
de dicha institución hacia el sur municipal, origen de Nuevo Vedado.
Tampoco hay espacios urbanos para las mascotas, que implican valores
afectivos y contrarrestan tensiones; pero sin una cultura encaminada a
aprovechar que sus excretas sirvan como abono orgánico en las áreas
verdes, así como otras insuficiencias de un programa de educación
ambiental en nuestras ciudades, las relaciones entre vecinos suelen
lacerarse por intolerancia contra otras especies, además del alto grado
de contaminación del césped y el ambiente, en general, que enferma a la
fauna doméstica y silvestre, y exige para ellas mayor atención; mientras
tanto, hay quienes exigen un supuesto derecho a transitar por céspedes y
parterries (que según ellos no deben cerrarse para jardines como raigal
y tradicionalmente se identifican estas comunidades) y a que sus hijos
jueguen en esas áreas hasta su deterioro y con peligro para su salud. La
indolencia ante el abandono de mascotas empeora todo el ecosistema
urbano, agredido de muy diversas formas, lo que resulta agravado por el
criminal facilismo de la seudoeutanasia.
El turismo de solidaridad (que algunos llaman "turismo civilizatorio",
pero que no necesariamente debe confundirse como tal y sería menester
definir cada uno de ellos) ha logrado un impacto urbano al mejorar
ciudadelas, viviendas, instalaciones, calles y aceras: algunos, focos
infecciosos; otros, peligros de accidentes a veces irreparables; sin
embargo, las rejillas de alcantarillas violentadas no requieren en lo
absoluto de apoyo económico, sino de la sensibilidad de la comunidad y
de las entidades. Lo mismo sucede con los hitos kilométricos o mojones
que en las esquinas orientan al visitante y que por diversas razones
(según los testimoniantes y corroborado por la observación participante:
temor, indolencia, falta de visión, no querer asumir el pago económico o
el pequeño trabajo que implicaría devolverlo a su función...) son
arrancados en medio de la tolerancia de muchos, como también ocurre con
los teléfonos públicos, los contenedores de basura (maltratados,
hurtados y hasta quemados), lo que propicia focos de infección pública y
deteriora (además de los hábitos de la población, tanto residente como
flotante, cuando no encuentra dónde botar los desechos cotidianos)
nuestras costas, el río, las áreas verdes, los parques... en fin, la
urbe toda.
Los espacios religiosos y de fraternidades
Los espacios religiosos, originados a partir de iglesias, templos y
casas templos con sus parques y santos patronos, minimizados al
prohibirse las procesiones, durante y, desde la década finisecular, han
recuperado y recontextualizado parte de su auge, sobre todo, como
espacios andantes, tras la relativa apertura oficial con el Consejo de
Iglesias de Cuba y los Pastores por la Paz, y con el catolicismo papal y
sus prédicas tras la visita del Papa Juan Pablo II y su misa en la Plaza
de la Revolución el domingo 21 de enero de 1997.
Con mayor tolerancia por parte del Estado, la crisis ha incentivado la
religiosidad y se evidencian sus manifestaciones, aunque también se ha
develado la tradición hasta entonces oculta, más visible ahora pero que
existía igualmente tanto antes como después de dicha apertura relativa,
solo que con sus diferencias prácticas al contextualizarse en cada
momento y, por supuesto, con la respetable excepción de los valientes
consecuentes consigo mismos; así como morbo, modismos,
curiosidad, oportunismo económico por sus recursos, medicinas, vínculos
con el extranjero y opciones de viajes, y hasta refrigerios y almuerzos
ocasionales a módicos precios, además de otras necesidades materiales y
espirituales, con impacto urbano en el cuidado y atención a estas
construcciones y a la población diversa que a ellas acude, sobre todo,
en las tradicionales celebraciones cristianas. Se ha mantenido la triste
tradición de máscaras políticas y religiosas, que denunciara el
presbítero habanero Félix Varela hace doscientos años.
El esqueleto judeocristiano de nuestra cultura occidental se evidencia
en multitud de topónimos, pero en la toponimia popular las fortalezas
militares han perdido sus raíces religiosas salvo rara excepción, lo que
sustenta la hipótesis de una nueva época que contrapone objetivos
militares y cristianos para dejar atrás definitivamente lamentables
momentos de la cristiandad. Se conserva, sin embargo, en casi todas las
comunidades que nos ocupan (como es común en nuestra cultura) la
regencia de una iglesia que recuerda su origen y casco histórico local (Couceiro,
1998a y 1998b); caso típico es la del Carmelo o "del Derrumbe" con su
parque, su historia y su cultura identitaria en plena revitalización
cada 5 de mayo. La parroquia del Vedado completa el casco histórico de
este barrio: su ausencia inicial atrasó la aprobación oficial del
reparto. La iglesia de Jesús Obrero, atendida primero por las monjas de
Santa Teresa de Calcuta y hoy por los dominicos, se dedicó a la
prevención social en El Fanguito, y en cada comunidad los espacios
religiosos cumplen funciones distintivas, con diversos grados de
aceptación o, al menos, tolerancia, y en ocasiones, franca hostilidad al
otro religioso, ambiental, de diferente orientación sexual...
Así, por ejemplo, de Medina a Príncipe, reinan Santa Catalina de Siena y
las Siervas de María; en Nuevo Vedado Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro, en Kohly, con monjas mexicanas, y en otras comunidades de la
misma barriada, las catalinas, la inconclusa capilla de Conill, La Salle
y los jesuitas, que la Revolución convirtió en escuela con espacio
deportivo; en La Julia, la iglesia greco-rusa ortodoxa; San José en La
Pera; en Peñalver la escuela de los Hermanos Maristas, hoy politécnico;
el Centro Teosófico con mucho menor impacto urbano por su perfil, y la
capilla de Cristo Rey, probablemente la única construida durante la
Revolución en Cuba y que atendía el sacerdote del Ejército Rebelde
Guillermo Sardiñas, con su festividad de Cristo Rey; el templo
pentecostal y los evangélicos en el Rebollo del Carmelo, donde hay que
puntualizar el auge con que los pentecostales, en torno a su templo de
17 y 26, están dominando las comunidades de la Extensión del Carmelo,
Rebollo y Las Canteras desde finales del siglo XX.
Hacia la Rampa se enseñorean desde el Vedado inmediato San Juan de
Letrán, la iglesia metodista y la iglesia bautista William Carey. No por
gusto la de San Juan de Letrán, con sus tradiciones en la educación
superior, se ubica aquí en 1927, durante el llamado proceso de
restauración de La Habana Vieja, en las proximidades de la Universidad a
cuyos fieles sirve (y que siempre atendió por siglos en La Habana Vieja
de hoy), así como a artistas e intelectuales, sobre todo en estas
comunidades donde este sector halla sede nacional principal, aunque no
faltan solares y marginales no reconocidos por la imagen social sobre
esta comunidad. Esto, por quedarnos en el impacto urbano a partir de la
identidad arquitectónica que domina y por la que fluye toda su cultura y
su impronta, y no remitir al resto del complejo abanico religioso local
que ya hemos señalado antes, en espacios andantes y demás.
Los dominicos dominan estas barriadas norteñas hasta convivir con los
carmelitas originales, ya no tan absolutos en comunidades de tan rica
diversidad histórica intrínseca al cosmopolitismo local, donde las
sinagogas hebreas ostentan su esplendor: la asquenazi, con la Comunidad
Hebrea de Cuba, impera en su barrio desde Línea a 13 e I y sus
inmediaciones hacia el sur; la sefardí en17 y E, y otra ya desaparecida
en 21 y G, donde antes radicó la Sociedad Cultural de Medina y Príncipe.
La Asociación de Autorrealización (yoga) en la Estancia del Carmelo,
principal templo hinduista, apenas sin impacto urbano por su propia
introspección, trasciende sin embargo a los Ba'hai, de origen iraní
decimonónico, en los Baños del Vedado. La bandera del vudú, de raíz
haitiana, radica en el reparto Hidalgo, y los Testigos de Jehová
sellaron el solar de los Chala o del Blúmer Caliente, El Fanguito y el
lamentable deterioro de la antigua casa jardín de los Loynaz.
Espacio urbano más discreto lograron las logias masónicas y
fraternidades con bustos y monumentos a sus figuras relevantes:
tradicionalmente marginados por la religión oficial católica papal, en
territorio tan "oficial" carecen de sede y se ubican en las cercanías,
al igual que los ñáñigos, quienes por su economía e instrumental apenas
dejan huella urbana a pesar de haberse detectado una potencia en el
Vedado hacia el segundo cuarto del siglo XX, como ocurre por sus
prácticas más "a puertas cerradas" con el espiritismo en numerosas casas
particulares de casi todo el municipio, sobre todo, de mesa, pero
también cruzado y de cordón, al que se le atribuyen raíces precolombinas
y que se desarrolla por ejemplo, entre el barrio del Coppelia y la
Rampa, donde menos lo concibe el imaginario.
El catolicismo popular y los santeros con diversos orichas en La Timba,
solares y edificios del Carmelo, casas de inquilinato y rascacielos del
Vedado, casi indistintamente alcanzan impacto urbano con sus
festividades, su vestuario ocasional o aditamentos característicos de
sus practicantes y la gran heterogeneidad identitaria y, como suele
suceder, en una misma persona y hasta en una misma acción, transculturan
la santería, el palo y el espiritismo, con sus remanentes
judeocristianos y otros. El complejo cementerial, las fiestas,
celebraciones, hábitos, costumbres y vestimentas particulares,
incluida la gesticulación y la religiosidad más allá de los fieles,
explicitan asimismo el riquísimo complejo religioso de estas comunidades
urbanas, al menos en fechas concretas que propician, por supuesto,
espacios ocasionales de celebración.
Tal es el caso de la Navidad y la Semana Santa, o el San Juan con la
quema del muñecón del 23 al 24 de junio en La Casilda y en Aldecoa, o en
la Catedral Episcopal en la Estancia del Carmelo, la Fiesta de las
Luces, el Halloween (cuya revitalización fue inducida por esta
investigación mediante su Grupo juvenil de Teatro en 1995) y el Día de
la Abolición de la Esclavitud (o de la Independencia, en agosto), sobre
todo, por los anglocaribeños y sus descendientes. También la Noche de
Elegguá y el Día de San Lázaro han identificado los focos de 25 y 10, 15
y 22, 17 y 24, 28 y 19 y muchos más, al margen de identidad física o
cultural, y en sus fechas, los abundantes iniciados en Obbatalá, Ochún,
Yemayá, Changó, Oggún y otros.
La magia de los paleros aprovecha el arbolado, sobre todo en los parques
(El Carmelo), parterries (Paseo) y jardines públicos, en el
Bosque de la Habana y el Jardín Botánico de la Quinta de los Molinos,
donde este fenómeno ocurre durante la Revolución y no, como se ha
mitificado (García y col., 1999) durante las restricciones previas,
dadas por el carácter oficial y elitista al máximo grado que siempre
había tenido la quinta, custodiada además por el aledaño Castillo del
Príncipe; sin embargo, La Pelusa inmediata ofrecía mejores posibilidades
para ello. Paradójicamente, la historia ecológica local condiciona que
se evidencie la magia palera, con la que, sin proponérselo, estas
comunidades urbanas establecen interesante relación, que se extiende con
los despojos y dedicaciones en el río Almendares y la costa.[1
Los mitos y leyendas definen comunidades: entre ellos, el de la iglesia
"del Derrumbe" en El Carmelo o el fantasma del haitiano en la Catedral
Episcopal; aunque también los hay no religiosos, como definir el nombre
del Vedado por exclusivo elitismo (Couceiro, 2000). Los patakíes de
ascendencia yoruba transculturan con mitos de raíces europeas, árabes o
hebreas, y con los de origen precolombino cubano, religiosos o de
enseñanza en la tradición familiar, a menudo importados de toda Cuba y
transculturados en estas comunidades con todas las influencias foráneas
y la modernidad.
En tal madeja, la más sana cultura del yoga se aplica a menudo gratis,
al menos las primeras clases, como control de tensiones y terapia; otro
tanto ocurre con el control mental, método Silva; el Reiki (este último
en el centro deportivo-recreativo "Camilo Cienfuegos"; en 3ra y 10,
además de casas particulares) y otras tendencias del New Age, que
asumen diversas entidades religiosas o de las artes y la comunidad, como
el Teatro Nacional. San Antonio Chiquito, sobre San Nicolás y Santa Rosa
de Lima, es la raíz más tradicional y de más evidente impacto urbano
contra toda imagen mítica de La Timba extendida, y colinda con el
complejo cementerial, fuente inagotable de mitos y leyendas. Al fondo,
la iglesia del catolicismo ortodoxo greco-ruso en La Portuguesa, objeto
de mitos y leyendas por su aspecto, fue abandonada por el cura cuando
Girón, lo que también ha propiciado la fabulación.
Los espacios funerarios
En esta identidad local se destaca La Dionisia sobre el cementerio
bautista con sus mitos de poltergeist e invitaciones a la
ouija, que por supuesto trasciende el espacio; el cementerio chino
(único lugar de Cuba que mantiene el culto budista a cielo abierto)
apela a sus difuntos con monedas, plantas y comidas, y la necrópolis
Cristóbal Colón, cuya tierra y restos humanos codician las ngangas
paleras, con el mito de su arquitecto primer enterrado, que lo fue pero
en la Galería Tobías; "la Milagrosa", el amor en vida y muerte (generado
desde su casa en 17 y Paseo) entre Juan Pedro Baró y Catalina Lasa, de
la más prominente sociedad vedadista; la perra Rinti que siguió el
sepelio de Jeannette Ryder, la fundadora del Bando de Piedad en Cuba, y
por la que surge la celebración del Día del Perro en nuestro país;
la singular tumba del dominó; el obrero que murió al colocarse la
fachada en 1904...
Es menester apuntar que los espacios funerarios van mucho más allá de
los cementerios: las funerarias, en primer lugar, la Rivero en Calzada y
K, cuyo ambiente impone serena y majestuosa en su comunidad, y luego la
de Zapata y 2, con su propia historia e identidad local, no en balde en
la calle Zapata, camino al cementerio de Colón; pero también otras, aun
cuando hace décadas cumplen funciones bien distintas, como la Caballero
en 23 y M, cuya concepción y arquitectura se yergue como presencia
funeraria a pesar de su distinto destino: hoy es sede de los Estudios
Fílmicos de Animación de la Televisión Cubana.
De la misma forma hay que considerar la entrada a cementerios y
funerarias, sus servicios aledaños de florería, cafetería,
marmolería...; los que se generan ocasionalmente en los hospitales,
donde se entabla una lucha perenne entre la vida y la muerte, y de
manera similar, múltiples espacios religiosos de todo tipo, además de
las calles por las que transitan los carros mortuorios y sus cortejos
("espacios andantes", en este caso motorizados) ante la mirada de los
transeúntes, muchos de los cuales se persignan o cruzan los dedos; unos
muestran indiferencia, otros, pena o curiosidad; algunos calculan su
próximo turno; otros se remiten a sus propios recuerdos y temores por
sus allegados... No es casual que en estas vías de acceso, y justamente
por ellas, se hayan derivado comunidades urbanas como el barrio de Pan
con Timba, y 12 y 23 le debe su apogeo; tanto y tal es su impronta para
la Antropología Urbana, en las raíces e identidad de las comunidades, y
habría que incluir las banderas luctuosas con sentido político frente a
la Oficina de Intereses de Estados Unidos de América, inauguradas a las
6 p. m. del 6 de febrero de 2007.
En este sistema no faltan los espacios ocasionales: antiguamente, los
mortuorios eran rituales en los mismos hogares, los cuales devenían
entonces espacios funerarios ocasionales, que, de pronto, vuelven a
imponerse por los accidentes en las vías públicas o cualquier lugar
(incluso, dentro de las casas, a menudo con impacto al entorno
comunitario) y los animales muertos de cualquier forma; de menor
comunicación con el ser humano, pero no menos muerte, las plantas
truncadas, auténticas "naturalezas muertas" proliferan en múltiples
esquinas y aceras, y permanecen caracterizadas en su raíz justo por el
arbolado.
En el caso de los cadáveres de animales (ante los cuales no pocos
transeúntes se persignan y duelen por la pérdida de una vida, en
demostración de humanismo superior), muchos entierran a sus mascotas en
sus jardines y patios cercanos, pero los que quedan abandonados en áreas
públicas, propician espacios ocasionales visuales pero también
olfatorios (particularmente fétidos), que de no atenderse a tiempo,
degeneran peligrosa fuente de contaminación urbana local y de
antivalores.
No debemos pasar por alto el hecho de que a menudo las funerarias, al
igual que las terminales de ómnibus y otras entidades similares
(incluidos parques y el Malecón), han servido y sirven para pernoctar y
dormir a quienes por los más diversos motivos no disponen de un hogar
por una o varias noches, con lo cual reconstruyen su significado, al
menos, durante estos "espacios ocasionales".
Los espacios militares
Tampoco faltan los espacios militares, que el análisis diacrónico
explicitó mucho más en sus más antiguas raíces. Más discretos en las
alejadas unidades militares del Bosque de La Habana al centro y sur, y
apenas perceptibles en el Castillo del Príncipe por su altura, son más
evidentes en las dispersas estaciones de policía y, según el momento
histórico y características locales, en todas las comunidades y en
actividades concretas donde no son ya espacios militares en sí, aunque
en ocasiones han copado parques y otras áreas, como en las
movilizaciones de la Defensa Civil ante desastres diversos. Impronta
particular alcanzó la brigada especial del Ministerio del Interior (sede
del IX Simposio y VIII Fórum 2005) en la atención a El Fanguito (donde
se encuentra enclavada) durante los años ochenta, donde el teniente
Roque López introdujo el taekwondo coreano en Cuba, entre otras
formas útiles y provechosas de vida comunitaria, defensa personal
adecuada al entorno con imagen tan insegura. No se pueden obviar los
campos de tiro en condiciones propicias para esta práctica que exige
ciertos cuidados: el "2 de diciembre" en el Hueco en 23 y 22, y el "26
de julio" en 23 y 30, además del que tiene la Universidad de La Habana
concebido como tal en su Centro Deportivo Recreativo (Ceder), así como
un foco de bomberos en 23 y 6, cuyo impacto más allá como espacio
andante (incluso sonoro), por fortuna, es muy ocasional.
Mayor impacto urbano han tenido los refugios abiertos en parques y otras
áreas, y las edificaciones para albergar a militares y sus familias con
toda la impronta comunitaria explícita (aun cuando luego emigren), y en
particular, en torno a punto tan estratégico como la Plaza de la
Revolución, cuya significación política fundamenta la presencia militar,
más allá de los Ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas, así
como las sedes de los Consejos de Estado y de Ministros, y del Partido
Comunista. No en balde, a partir de estas instituciones, se ha
identificado el antiguo reparto Hidalgo aledaño por los altos edificios
de microbrigadas construidos para vivienda de estos sectores militares
inmigrantes de todo el país, aunque no solo para ellos; no obstante, el
movimiento migratorio ya desdibuja esta identidad actual de esta
comunidad. Igualmente se evidencia por focos tan puntuales como algunas
embajadas, bancos y, de manera ocasional, al proteger el cambio de
efectivo monetario en determinados puntos de transacción financiera, al
preverse el paso de algún alto dirigente, en áreas donde el imaginario
retoza con la identidad que señala la vivienda de algún dirigente, o un
hecho militar o político relevante, a veces ocasional.
Como en toda cultura, en la militar coexisten valores y antivalores que
suelen trascender al sector: abundan, por ejemplo, los civiles
militaristas que obstruyen con el secreteo, censura y supuesta
heroicidad casi más que cualquier militar; la sensación de militarismo e
intimidación que a veces provoca el exceso ocasional de uniformes (y
aquellos sin uniformes), o cuando interceptan sin causa evidente, sobre
todo por áreas y horas (como en el carnaval y focos de esparcimiento,
homosexualidad, etcétera), y algunas maneras incorrectas, que por
momentos propician que el agredido se sienta más cuestionado que el
agresor; o su ausencia ocasional en urgencias.
El humor del imaginario se ha ensañado en una casi proverbial escasez de
policías con capacidad de diálogo comprensivo y culto, probable venganza
por la función represora de este sector del que, sin embargo, no es
identidad privativa, ni solo de Cuba; se les induce la educación formal,
pero el respeto no se limita a dar las buenas noches, mientras en estas
comunidades que nos ocupan se han irrespetado valores de tradicional
identidad local como descargar en los muros de la Rampa o del Malecón o
en un parque, las modas, la cultura bohemia y sus artistas, sobre todo,
jóvenes no reconocidos en los medios de difusión; todo lo cual se ha
interpretado en los testimonios entre lo arbitrario, lo absurdo y lo
autoritario.
La llamada prevención social organiza campañas contra la prostitución
que no es figura delictiva (no así el proxeneta, en su concepto
polemizable) por supuestas implicaciones que en otros contextos se
evidencian sin estas campañas, mientras en el imaginario de la capital
se debate la procedencia del sector eminentemente de otras provincias,
tan regular en su sistematicidad como irregular en su permanencia y
preparación; regionalismos y simplismos lo fundamentan porque en la
capital nadie quiere ser policía, en vez de (si fuera así) investigar la
causa, y si los que vienen de otras provincias como policías, lo hacen
por tan loable y necesaria vocación.
Para evitar corrupción y otros problemas de diversa índole, la
Antropología Urbana también se ocupa de investigar (como en todo otro
grupo, a fin de su mayor realización humana y social, aciertos y
alcance, reconocimiento social y futuros ingresos a tan importantes
filas) su extracción, formación y conformación, realizaciones y
frustraciones, sueños y aspiraciones, vocaciones y objetivos, relaciones
internas e interacción con los civiles, su visión y versión del
ordenamiento jurídico establecido para las comunidades a las que deben
servir y en qué coincide o no con sus juicios y prejuicios personales
que superan o no y en qué grado, al margen de las contradicciones a
menudo antagónicas en dicho ordenamiento a rectificar continuamente, a
veces hasta con redacción ambigua, confusa o imprecisa o sin actualidad
científica ni social en diversos aspectos, además de ser ley universal
que no siempre legalidad y justicia coinciden.
Para la cultura militar, cuyos riesgos e impronta se le reconoce más en
la cultura oficial, pero también en cada comunidad durante cada
demostración práctica de su utilidad social, la Antropología Urbana es
la mejor aliada en su lucha contra el delito, para poder comprender
mejor a los grupos delincuenciales a fin de su desarticulación,
reeducación y reinserción social, así como para ello, preparar a cada
comunidad.
Símbolos y espacios políticos
Los grandes símbolos políticos urbanos definen espacios, a los que, por
supuesto, no puede reducirse el interés de la Antropología Política y la
Politología con la Antropología Urbana: sobre todo, en áreas como las
que nos ocupan, históricamente sede de espacios gubernamentales y de
encuentros y desencuentros (antagónicos y no antagónicos) de las más
diversas clases y sectores sociales de toda índole, la Antropología
Política exige especial minuciosidad y profundidad al interactuar con la
Antropología Urbana: por definición, todo movimiento político de
oposición y toda contracultura logran en comunidades tan metropolitanas,
máximos exponentes para el patrimonio político local, nacional y
universal (en este caso concreto, de ello emana el nombre actual del
municipio y sus valores simbólicos universales), pero también la mayor
censura, y han tenido que enfrentar riesgos de todo tipo y las más
difíciles condiciones de supervivencia: es donde más "a
contracorriente" se nada.
La cultura política ha de entenderse también como identidad tradicional:
en estas comunidades que nos ocupan, ya antes de la Revolución (por no
remontarnos siglos atrás) se ejemplifica con las luchas estudiantiles y
obreras en nuestras calles, los distintos centros de tortura y una
"batalla de ideas" que en realidad no es nueva, pues subyace y se
explicita en la cultura cubana desde sus mismos gérmenes, según cada
momento histórico; el movimiento clandestino y el extenso martirologio
también nos identifica y honra nuestro más legítimo orgullo de
pertenencia. Con la Revolución, la politización ha alcanzado niveles sin
precedentes que se reflejan en los debates, acciones y reacciones a
nivel de calle, aula, equipo de trabajo, familia, vocación casi
individual más que de comunidad incluso, especialmente impulsada por la
propaganda en los medios de comunicación masiva y por la proliferación
de organizaciones de masas de todo tipo y a todo nivel, y el papel de
las políticas, que al ser selectivas, implica menor cuantía de miembros,
aunque su alcance se potencia mucho más por lo que simbolizan y por su
misma acción y dirección.
También todo análisis de la cultura política se complica por la
interacción de valores y antivalores; estos últimos conforman el
kitsch o seudocultura política, que degenera en la tan
lamentablemente universalizada politiquería, y emanan, por ejemplo,
quienes asumen la participación como obligación y no como necesidad o
derecho, peor aún al imponérsela a los demás mediante presiones
psicológicas o, incluso, chantaje de cualquier tipo, para malinterpretar
supuestas actitudes; los que votan por la primera propuesta o por el
primero en una lista, no por el mejor; el exceso de orientaciones hasta
degenerar seudocredo, seudoideología, seudoconvicciones e, incluso,
seudoafectos; los eslóganes, los dogmas facilistas, el extremismo y la
intolerancia, la demagogia y el oportunismo de los escaladores, la
hipocresía como norma y los discursos vacíos de significado; la censura
y su consecuencia y mejor aliada, la autocensura; el abuso de poder, la
lucha por el protagonismo, mercenarismo al mejor postor, ostentación de
prebendas y dádivas a veces como compra de servicios, absolutismos y
verticalismos sordos, rasgos de chovinismo, xenofobia y regionalismo; el
acriticismo y la cobardía, el comentario de pasillo que elude el
enfrentamiento, el sobredimensionamiento de la política sobre el resto
de la cultura, el egocentrismo, el hipercriticismo destructivo, la
blandenguería cómplice con funcionarios dañinos (que ya en el caso que
nos ocupa, cuando ha pasado, el pueblo sentencia que "se caen para
arriba"), todo lo cual se reproduce en el poder dentro de cada grupo y
entre grupos e, incluso, en el seno familiar.
Entre los valores en la cultura política (tampoco exclusivos de ella) se
destacan la valentía, la crítica constructiva y el enfrentamiento a los
antivalores aun cuando no predominen, siempre los más genuinamente
revolucionarios aunque no se evalúen como tales y, a veces, hasta sean
cuestionados y acosados; el auténtico patrimonio político, la
solidaridad, las expresiones populares en asambleas para ello o no, a
veces catárticas, pero siempre positivas, al margen de que se perciban
avances y respuestas, o se generen círculos viciosos en los que la
confianza peligra; valores y antivalores en las relaciones entre los
elegidos y aquellos a quienes deben representar, cuyos derechos deben
defender y necesidades satisfacer, a todo nivel; en el sistema de
trabajo, estímulos, crítica y autocrítica, de cada organización, aun
irregular en sus aciertos, recontextualización y tono de acuerdo con los
nuevos tiempos, sus funciones y proyecciones.
En el estudio de caso que nos ocupa, es loable el empeño actual de la
escuela municipal del Partido, para educar a su militancia en los
valores de identidad de estas comunidades (Videaux, 2007); entre los
antivalores, ya hoy se reconocen momentos climáticos que fueron cíclicos
de espacios ocasionales: tal vez los más representativos fueron el
llamado "quinquenio gris" hoy en debate, durante la época de la UMAP y
los valores y antivalores en las respuestas de 1980 a los sucesos de la
embajada de Perú, en instituciones y calles, con especial impacto en
cada comunidad cuando la justa reacción revolucionaria se vio
traicionada por los excesos, casos de histeria colectiva, purgas
personales, competencias desleales, ambición de escaladores, errores y
horrores por agresiones, tensiones y exilios casi forzosos con todas sus
consecuencias negativas contra los genuinos valores del proceso
revolucionario, talentos, familias, individuos, la salud ética, física y
psíquica de agredidos y agresores, estos en involución por sus más bajos
instintos... incluidas patologías sociales mediante eslóganes como "que
se vaya la escoria" y entre ellos, "que se vayan los homosexuales", que
llegó a absolutizar a religiosos y todo otro, como a otro político. La
historia contemporánea, por definición siempre difícil de ser escrita,
los estudia como momentos irrepetibles para el presente y futuro de la
Humanidad, destacando los valores contra tales antivalores.
Dos símbolos políticos sobresalen para toda Cuba desde estas comunidades
urbanas: uno es la Tribuna Antiimperialista "José Martí", frente a la
Oficina de Intereses de Estados Unidos de América, aunque esta última
desde décadas anteriores sustentaba un alto valor como símbolo político
de confrontaciones, tanto por la política desde allí entendida en
relación con nuestro Estado como por la propaganda, marchas populares y
manifestaciones diversas hacia allí encaminadas, por las que la tribuna
se convirtió en exponente constante, ya no ocasional.
El otro gran símbolo político a escala internacional, ¿qué duda cabe? Es
aquel que incluso da nombre a todo el municipio: la Plaza de la
Revolución "José Martí" (Couceiro, 1999), la cual identifica el máximo
poder político del país y, a la vez, las más trascendentes
concentraciones del pueblo cubano en el último medio siglo, ya
tradicionales.
En menor escala, habría que cualificar el complejo de casi medio
centenar de tarjas y otros acontecimientos en la memoria de la historia
política en estas comunidades, incluida la lucha ideológica más actual
con todas sus tendencias, aunque descuellan 12 y 23 —sitio donde se
declaró el carácter socialista de la Revolución— y el Parque del
Framboyán, donde se señala que otrora radicó el BRAC, lo cual cabalga
entre la historia y la leyenda.
Más allá, los símbolos políticos asumen espacios ocasionales (a veces
casi permanentes) en vallas y distintos puntos de la vía pública
mediante frases e imágenes de líderes cubanos, sobre todo de Fidel
Castro y José Martí; se universalizan mediante los medios de
comunicación masiva, Olimpiadas y otros eventos internacionales, como es
el caso del escudo, el himno y la bandera nacional (en mucho menor
grado, los escudos y banderas locales e institucionales y otras de sus
identidades locales); y devienen espacios andantes mediante las imágenes
de Fidel y Camilo y, sobre todo, del Che y Martí, quizás con alguna
frase corta, según cada instrumental requiera, en la vestimenta (sobre
todo, pulóveres), el nombre e imagen de Cuba, el escudo, la bandera y
paisajes tipicistas hasta el estereotipo, entre otras identidades
nacionales y del proceso histórico que vive Cuba, en artesanías y otros
accesorios, más allá del implícito (y a menudo explícito) en
condecoraciones y otros reconocimientos del Estado cubano a nacionales y
extranjeros.
Perspectivas cubanas
La Antropología Urbana se adapta a cada contexto urbano; no es posible
dogmatizar fórmulas universales para todas las comunidades urbanas,
puesto que su composición, distribución y grado de interrelación entre
ellas y su propia conformación histórica desde sus raíces, por
inmediatas que estén para su mayor complejidad al ser más
metropolitanas, suelen ser sensiblemente diversas, como se ha demostrado
al pormenorizar en uno solo de los quince municipios capitalinos. Eso
sí: los estudios de caso permiten deducir regularidades y nexos
generales para su probable confrontación, valoración y readecuación en
otros contextos, fundamentalmente desde el punto de vista metodológico,
aunque a aplicarse siempre de modo casuístico.
Ello es válido no solo para ciudades de países notoriamente distintos y
distantes, sino también para diversas ciudades dentro de un mismo país y
para las barriadas de una misma ciudad con su multiplicidad de zonas y
focos, al considerar la relación y divergencias entre el llamado centro
y la periferia. Aun cuando tales contradicciones disten del antagonismo
en determinadas sociedades, no es posible aplicar mecánicamente los
resultados de este municipio a los de otros también capitalinos, ni los
de la capital a las capitales de provincias, ni los de estas a las
capitales municipales u otros núcleos urbanos, ni de las capitales
provinciales entre sí, por las marcadas diferencias regionales.
El estudio ha de partir del origen y devenir histórico-cultural (que
incluye lo político-administrativo, pero lo trasciende al incluir o
compartir comunidades) de la comunidad urbana, de su etnogénesis y de su
estructura citadina, de su conformación e identidad, de su proyección en
todas sus dimensiones y sistema relacional más integral y completo.
Por comparación podríamos muy someramente recordar otras comunidades
capitalinas inmediatas en su relación con las aquí estudiadas, lo que
demuestra la forma de aplicar de manera casuística las regularidades
detectadas por la Antropología Urbana. Así, por ejemplo, en nuestro
desarrollo colonial ya pululaban los gérmenes de aquellas otras
comunidades urbanas extramuros que también fomentaban los sectores más
marginados en diversas zonas del actual municipio centrohabanero, Jesús
del Monte con su vínculo histórico con los vegueros, y otros más que se
reiteran distintivos en toda Ciudad de La Habana que, aunque no de forma
exclusiva, sirven como antecedente, paralelo y consecuente directo del
auge urbano de las que han sido objeto de este trabajo.
El actual municipio de La Habana Vieja se desarrolló urbanísticamente
por el sistema de plazas y fue la primera sede de la más rancia
aristocracia colonial y nacional, continuado por el esplendor de la
calzada del Cerro, adonde se extendió la sacarocracia criolla durante la
primera mitad del siglo XIX, antes que fijara sus ojos en las costas de
El Carmelo y del Vedado, que heredaron el sistema resultante de parques
con avenidas.
El 80% de las cinco plazas que marcaron pauta en tal devenir
urbanístico, estuvieron vinculadas a diferentes iglesias desde su
concepción y origen: la Plaza de Armas (primero llamada Plaza de la
Iglesia por la que allí radicó hasta la explosión en1741 del navío El
Invencible); la Plaza de San Francisco; la del Cristo del Buen Viaje, y
la de la Catedral. Solo se exceptúa la del Mercado de Cristina, primero
Plaza Nueva y hoy, Plaza Vieja.
En nuestro estudio de caso, recordemos la iglesia del Derrumbe junto a
su parque de El Carmelo, la parroquia del Vedado con su parque, el
"Víctor Hugo" acotado a la iglesia de San Juan de Letrán, etc. Aunque de
otras épocas, hay instituciones religiosas sin tales parques y
viceversa, como también acontece, aunque más ocasionalmente, en La
Habana Vieja.
Llama la atención que desde finales del siglo XVIII comienza a despuntar
en La Habana el desarrollo urbanístico a partir ya no de las plazas,
sino de las calzadas, paseos o alamedas: desde la Alameda de Paula y el
Paseo del Prado, hasta la Calzada del Cerro y la Avenida de Carlos III,
la cual delimita en nuestro actual municipio el barrio La Pera en la
barriada de La Plaza, de la Quinta en el barrio de la Universidad,
precedida por el que ya en el siglo XVIII era el camino de San Antonio
Chiquito debido al central y reparto homónimos, y que después fue camino
militar por el Castillo del Príncipe. Es una arteria cuya identidad (más
allá de su historia) une relativamente barriadas diversas, que hoy
quedan en dos municipios (Plaza de la Revolución y Centro Habana) y
tangencialmente el Cerro, además de conducir de forma mediata y a la vez
histórica, a La Habana Vieja.
Por esta misma época en nuestras barriadas norteñas costeras se definía
cada vez más la calle Línea. Ello corresponde a la expansión territorial
de la ciudad más allá de la muralla que ya resultaba obsoleta y definía
nuevas comunidades. La sacarocracia criolla del Cerro competía con la
aristocracia colonial de La Habana intramuros, hacia una identidad
cubana cada vez más distintiva, en la que nuestras culturas urbanas
fueron protagonistas.
Por Antropología Comparada podríamos establecer los nexos entre la
Virgen del Carmen como santa patrona del Carmelo y su similar de
Casablanca en la bahía y, más al este, con Guanabo... todos barrios
costeros, por las peregrinaciones marinas que este culto implica, así
como el cienfueguero pueblo de Rodas agrega perspectivas nacionales para
la comparación. Por otra parte, si El Carmelo y el Vedado son hijos
legítimos del Cerro y nietos de La Habana Vieja, de ellos hereda Miramar
en el siglo XX, como su sucesor diferenciado en su identidad, para
extender la ciudad por la costa occidental.
El estudio de cada comunidad no puede obviar la enorme riqueza del
imaginario popular y la creatividad y talento populares que portan; esto
es, la cultura popular que las identifica unas de otras, con su
multiplicidad de raíces de todo tipo y que, en consecuencia, son
exponentes fundamentales de valores patrios. Exige asimismo de todas las
organizaciones vinculadas a la comunidad: instituciones, centros
laborales, escuelas y cada familia, en tanto célula básica de dicha
comunidad.
Es innegable el papel que para bien y para mal, alcanzan los medios de
comunicación masiva en cada cultura comunitaria. El ingenio y la
creatividad se ponen de manifiesto y marcan las comunidades; las
telenovelas por su alta aceptación y su instrumental se convierten en
protagonistas, aunque en la práctica lo es todo producto audiovisual en
la medida de su popularidad, y abundan ejemplos: de la telenovela
brasileña Doña Beija, exhibida en Cuba en 1988 (una de las tantas que
dignifica a la mujer, sin excluir a las prostitutas), un terrible
asesino llamado Quarentinha inspiró a nuestro pueblo a llamar "cuarentiñas"
a los ómnibus que (además de sus difíciles situaciones de todo tipo para
ser abordados) comenzaban a cobrar a cuarenta centavos cubanos el
pasaje, que antes había subido a tres a cinco y luego, a veinte
centavos. Otro de los elementos a que han contribuido varias de estas
telenovelas es a la creación de una cultura ambientalista y ecológica y
a una mejor valoración de la mujer, incluidas las prostitutas, y de la
homosexualidad.
Subvalorados en todas sus potencialidades, los medios han demostrado su
capacidad para educar e interactuar en temas aún tabúes que competen a
la Antropología Urbana: la telenovela Vale todo exhibió en nuestras
pequeñas pantallas por primera vez y mucho antes y más profundamente que
Fresa y chocolate, todos los valores que también existen en el amor
homosexual, en este caso, de una pareja femenina. Nuestro pueblo
demostró una alta capacidad y receptividad con el tema y mostró una
franca simpatía para con estos dos personajes, tratados entonces con una
sostenida transparencia que casi nunca se les otorga (incluso en La cara
oculta de la luna) por nuestros propios medios, cuando a nivel social se
logra vencer la antigua preferencia por la invisibilidad de la
homosexualidad, que propiciaba esa sensación de no existencia; pero, en
realidad, aún las producciones cubanas no cumplen su papel de educar a
la sociedad en lo que a esta temática se refiere y, a veces, sus
intentos han sido más nocivos que el silencio. Las telenovelas
brasileñas (y otras extranjeras) han insertado el tema con acierto en
las comunidades cubanas. Recuérdese, entre otras tantas, la pareja
interracial masculina de La próxima víctima, retransmitida sin cortes en
el 2008; ello constituye un valor cada vez más generalizado y casi
siempre con acierto, en las producciones extranjeras exhibidas en Cuba,
aun cuando no falta la sensación de cortes en la exhibición, omisiones
elocuentes del espacio trasmitido con similar impacto al de las figuras
públicas que, de pronto, han dejado de salir o no se han mostrado en los
medios, para propiciar infinitos comentarios y como en muchos otros
casos, el rumor distorsiona aceleradamente la identidad.
También han definido espacios urbanos: tal es el caso de las
"paladares", nombre popular aún vigente casi quince años después de la
telenovela brasileña Vale todo; aun estos pequeños comercios
particulares al estilo del que la protagonista dio a su negocio, en el
nuevo contexto económico y político-legal que se producía en nuestro
país para los cuentapropistas autorizados (bajo las condiciones y
reglamentos estatales), definen algunas comunidades entre las
estudiadas, como lo logró por años La Kakatúa en 15 y 18 o El Hueco en
23 y 22, y un extenso etcétera por todo el municipio, en dependencia de
la fama alcanzada por su calidad u otras distinciones que las
singularizan.
Particular impacto deben tener aquellos medios de difusión masiva más
locales como los telecentros y emisoras radiales zonales, incluidas las
radio base y cadenas provinciales.
El sábado 28 de enero del 2006 comenzó a funcionar el canal Habana (27),
que se supone ha de complementar la labor que por más de una década,
había desempeñado el telecentro capitalino, el cual, obviamente, no daba
abasto a todas las necesidades de las comunidades habaneras; un año
después aún se hablaba de firmar un convenio con la Dirección Provincial
de Cultura de Ciudad de La Habana; el Proyecto Identidad del Comité
Provincial del Partido se estrenó el domingo 9 de septiembre del 2007 en
el Canal Educativo 2, sin desdorar otras filmaciones y muestras
paralelas en el Canal Habana, con programación variada y atractiva, pero
aún distante del alma de las diversas comunidades habaneras.
Más allá de sus potencialidades para todo contexto urbano, el presente
estudio incluye lo rural en lo urbano casuística e históricamente, en
toda su integralidad, y es extensible asimismo a las influencias
exteriores e impactos de culturas urbanas en las rurales y otras no
urbanas, lo cual sucede de manera muy diferente y raramente raigal (tal
vez una excepción sea el Instituto de Ciencia Animal entre San José de
las Lajas y Güines, La Habana: comunidad científica rural de diversas
raíces urbanas), más bien con alto valor de atracción y hasta absorción
por la ciudad; para los no urbanos trascienden los resultados de estos
estudios de Antropología Urbana en la medida en que inciden en y desde
tales contextos y las formas de transculturación que se verifican, de
modo casuístico y comparativo, en la evolución de su interacción con las
urbanas por los más diversos medios, modos, contenidos y grados.
Los resultados de esta investigación han validado sus perspectivas, al
menos parcialmente, en estas mismas comunidades mediante la preservación
y revitalización de los valores patrimoniales estudiados, y su educación
como protagonistas de su propia vida cultural, mediante el sistema
institucional y comunitario de la Dirección Municipal de Cultura con
otras instituciones en el territorio, como el teatro Mella, la
Asociación Culinaria de Cuba, las Direcciones Provinciales de Cine, y de
Planificación Física y Urbanismo, la Asamblea Municipal del Poder
Popular y los Comités Municipal y Provincial del Partido Comunista de
Cuba por medio de su Comisión de Historia y el Proyecto Identidad.
Lógicamente es el primer municipio en beneficiarse... pero no el único.
Perspectivas inmediatas y urgentes son los estudios de caso a
implementar en todas y cada una de las comunidades aquí introducidas,
así como aspectos concretos a tratar con mayor profundidad en
monografías, a las que ya se aportan para todas en mayor o menor grado,
valores raigales de identidad patrimonial de todo tipo revitalizados en
esta primera experiencia, como sus valores naturales y la cultura
ambiental en torno, y en todas las artes, culinaria, religiosidad,
sexualidad, funeraria, ciencias, lúdica, política y estética, entre
otras, con logros en una cultura de convivencia y respeto a la
diversidad, y en el sentido y sentimiento de pertenencia en cada una al
incentivar el protagonismo comunitario, por ejemplo al revitalizarse los
nombres, fechas, cascos históricos y símbolos locales, comparsas como
Los Payasos, Las Naciones, Los Vedadistas, Los Mosqueteros del Rey, Los
Embajadores, Los Cocineros del Vedado... y readecuar fronteras entre
consejos más cerca de la identidad comunitaria, distintivamente, entre
otros, en zonas y focos de El Carmelo, Nuevo Vedado, barrio del
cementerio o de Colón, 12 y 23, reparto Trotcha, la Estancia del
Carmelo, los Baños del Vedado, el casco histórico del Vedado, El
Fanguito, Las Canteras, La Timba, San Antonio Chiquito, la Rampa,
Aldecoa, Puentes Grandes, frente a las insuficiencias de la división
político-administrativa, con fuerte impacto a nivel de toda la ciudad,
sobre todo, en el caso puentegrandino por compartirse con otros tres
municipios.
Un aporte fundamental ha sido el terreno difícilmente ganado contra el
institucionalismo y el sectorialismo en tan complejo territorio,
especialmente, por el carácter sistémico de estos estudios y en la
relación institución-comunidad, así como una mayor efectividad en las
necesarias campañas en las que dicha relación debe ser protagonista y
motor impulsor esencial, como la protección ecológica y del patrimonio
urbano a partir de un mayor sentido de pertenencia, la lucha contra el
sida y por una educación sexual científica, así como contra el
alcoholismo y la droga, por una mejor prevención social, contra toda
manifestación racista o de intolerancia y marginación de cualquier
índole.
No menos importante es haber echado por tierra tesis tan peligrosas como
la falta de identidad, de tradiciones, de valores culturales y de
sentimiento de pertenencia en nuestra capital. Ello emana del
regionalismo de inmigrantes inadaptados, a menudo con desinterés expreso
por el nuevo contexto y por quienes no ven en nuestra capital más
perspectiva que la emigración al exterior (Guanche, 1996), y la falta de
visión, soportes esenciales en retroalimentación con el desconocimiento
sobre dichas comunidades urbanas, que carecen (y requieren más que otras
por su complejidad y continuos flujos migratorios) de una sistemática
educación científica sobre sus valores comunitarios, tanto para los
inmigrantes y las nuevas generaciones como para aquellos cuyo
conocimiento es empírico, y sobre todo, para quienes generan imágenes.
La acientificidad en los estudios acerca de estas comunidades ha
propiciado que la promoción cultural haya marchado al margen absoluto de
las ciencias hasta casi finales de siglo, cuando se ha ganado aún muy
relativa e insuficientemente en el carácter científico que debe tener
esta promoción por la realización plena del "otro". Es un proceso bien
complejo y difícil; pero urgente e impostergable.
Estos estudios, casi inexistentes hasta el último quinto del pasado
siglo, y su integralidad y rigor científico, se han hecho notar solo en
la última década, a partir de su sistematización y logros de todo tipo.
A pesar de algunos antecedentes muy felices, el institucionalismo y el
sectorialismo, así como la acrítica espera de orientaciones sin
promoción de lo que se genera en su entorno y desde la base, a lo que se
agrega la falta de una cultura auténticamente científica e, incluso, el
regionalismo inconfeso, pero explícito de algunos sujetos responsables,
indolentes ante los problemas de nuestras comunidades, dificulta, por
ejemplo, que asignaturas que mucho pudieran apoyar en los estudios
primarios como la historia de la localidad no trasciendan el
cumplimiento dogmático, a menudo subvaloradas las potencialidades en
todos sus componentes y en su cotidianidad.
Tampoco se estimula suficientemente para su aprovechamiento el infinito
potencial que representan los adultos mayores, que junto a los niños de
las primarias y, ahora, los trabajadores sociales, podrían multiplicar
los soportes para estudios más profundos y aportes en cada comunidad.
Es de lamentar la casi nula participación de estudiantes y profesores de
la sede universitaria municipal de Plaza de la Revolución, entre otras
entidades que se suponen que aporten, en los eventos científicos del
municipio (en el 2006, por primera vez participaron un estudiante y una
profesora, por gestión desde la Dirección Municipal de Cultura, no por
la sede), a pesar de las continuas invitaciones y de la participación
exitosa de otras como las de Playa y Centro Habana e, incluso, de otras
entidades del resto de la capital, del país y hasta extranjeros en Cuba:
otro objeto de estudio en cuanto a los factores que dificultan la
integración en función de la localidad está dado por la presencia de
muchos ajenos a nuestras comunidades con poder de dirección; por la
psicología "nacional" que subvalora lo local; por el acomodamiento de
algunos conquistadores de su meta en el territorio; por la disposición
de trabajar solo por orientaciones que ahogan las iniciativas de la
base; por la falta de educación en los valores locales a funcionarios y
dirigentes, artistas e intelectuales, inmigrantes y nuevas generaciones,
con visión científica para los conocedores empíricos y tradicionales.
Claro está que la formación de los promotores es capital y, sin embargo,
muy insuficiente; sobre todo, al considerar el carácter integral de la
cultura y, por ende, de los diversos promotores, en los que, a menudo,
el frío cumplimiento de planes de trabajo, generalizados sin una
perspectiva comunitaria, se alía a gustos personales no siempre
científica ni integralmente educados, para sumergir estas comunidades
urbanas en la generalidad de lo cubano y perder la complejidad propia
que las ha identificado casuística y tradicionalmente hasta la
actualidad. Por su condición capitalina, se les impone el impagable
precio de desdibujar su propia identidad con todo su riquísimo
patrimonio y otros tantos valores, perjuicio directo a toda la cultura
nacional.
La lucha hoy cuenta entre sus primeras trincheras con la dificilísima
educación científica de tales promotores, entre los que no siempre pasa
de ser un eslogan el sano propósito de estimular el protagonismo de cada
comunidad en develar sus raíces e identidad, en lo cual no todos estos
promotores (naturales o formales, nativos o inmigrantes) se interesan,
parapetados tras esquemas facilistas de que la capital ha de responder
al país, de donde deriva una imagen falsa y acientífica de que carece de
identidad. No acudamos a ejemplos tan evidentes como otras capitales del
mundo aun con mayor complejidad, y donde las tradiciones, la identidad
cultural y hasta el sentido de pertenencia, les son ampliamente
reconocidos, lo cual habla muy bien de la cultura nacional en cada caso,
al margen de cualquier análisis de otra índole.
En el estudio de caso se valoraban los peligros de estas imágenes
generadas de espaldas al acercamiento científico a la identidad, contra
lo que como otras ciencias sociales, avanza la Antropología Urbana con
su imagen científica, base para otras imágenes a generar; lo que no se
puede reducir al inmigrante o nativo, sino a los apáticos y a quienes no
valoran la trascendencia de lo cotidiano; o se han dejado influir más
por lo peor de la inmigración masiva y, a menudo, indiscriminada; o no
han sido educados por sus mayores en los valores locales; o no han
sabido asimilarlos lo suficiente como para trasmitirlos a sus sucesores
en una adecuada dinámica con la contemporaneidad que también, por
tradición, ha identificado a estas comunidades, lo que nos invita a
reflexiones intergeneracionales.
A propósito de este tema generacional, Cuba —y en particular el estudio
de caso emprendido— tiene índices generacionales que la identifican a
países con un nivel de desarrollo que no es el nuestro y, por tanto, nos
impone nuevos retos. Es menester romper dogmas como los que, por
ejemplo, equiparan mecánicamente edad, experiencia, conocimientos y
madurez, pues esta última depende de cómo se hayan sabido aprovechar las
experiencias para la vida cotidiana y no de la simple experiencia. Las
justas luchas por los derechos de la tercera (ya se habla de cuarta)
edad han logrado que antes que estos, aún demasiado arraigados, la
identificación dogmática de conceptos como el de jovialidad y vitalidad
asociados a determinadas edades, se haya cuestionado y esté socialmente
minada.
Tampoco ha de estigmatizarse como pérdida de valores la justa rebelión
de los más jóvenes a las imposiciones muchas veces absurdas,
autoritarias y abusivas de sus mayores, solo por tener más edad y con
frecuencia con el más burdo abuso de la fuerza física, psicológica e,
incluso, chantajes con respecto, por ejemplo, al techo, en franco abuso
por la difícil situación de la vivienda en el país.
No son casuales las alarmantes cifras que se manejan sobre el deterioro
del patrimonio urbano en la capital; en particular, en los 11,82 km2 del
municipio objeto de estudio, hasta 1998, existían un total de 42
declaraciones con grados de patrimonio que oscilan del 1 (no se le puede
hacer absolutamente ninguna modificación sin autorización de la Comisión
Nacional de Patrimonio) hasta el 3 (solo acepta modificaciones
parciales) y que incluye sitios, lugares, construcciones, tarjas,
bustos, etc. Habían sido notificados 133 monumentos en mal estado, cifra
que se considera muy conservadora.
Ya en el 2000, fundamentamos la propuesta del municipio en su conjunto
según barriadas como patrimonio, al estilo de la Habana Vieja, lo que de
alguna manera intentábamos desde 1989 con el primer Programa de
Desarrollo Cultural; que se reconociera en tanto sitios urbanos de
relativa homogeneidad interna, la riqueza de nuestra diversidad cultural
como ejemplo típico de lo cosmopolita y metropolitano en Cuba, lo que de
aprobarse, ha de salvar (o restaurar en alguna medida) con carácter
emergente e inmediato el estado crítico de nuestros bienes
patrimoniales, incluso, los que aún no se han reconocido oficialmente
como tales. Esas cifras de deterioro crecerían mucho más si se incluyera
tanto el patrimonio construido como el vivo, el cultural como el
natural… los cuales conforman el objeto de estudio imprescindible para
la antropología de ciudad que nos proponemos encauzar en Cuba como
urgencia demostrada.
El 12 de marzo de 1999, la Comisión Nacional de Monumentos, en su
Resolución no. 154, declaró zona de protección la región de valor
histórico-cultural del Vedado —que incluye El Carmelo, el Vedado y la
Rampa— lo que se acerca más a nuestras propuestas iniciales, y aun
cuando estos pioneros nunca fueron notificados de tan feliz decisión;
trabajos más recientes coinciden en que se le declare Monumento
Nacional, a partir del reconocimiento de sus valores como conjunto
urbano histórico (Otero, 2004).
En virtud de lo anterior, no es posible desdeñar esfuerzo alguno, y
estimulamos todo talento local que de alguna manera brinde soluciones;
por ejemplo, el proyecto de Bauta y Rondón (2000) para ganar el
protagonismo de las comunidades en la restauración y preservación de su
propio patrimonio, incluida, por supuesto, su educación en ello.
Estudios de campo antropológicos más profundos han demostrado que no
solo existen familias tradicionales en estas comunidades en los más
diversos contextos (edificios, solares, casas de inquilinato, áreas
marginadas o insalubres, viviendas y repartos antes elitistas...), sino
que lo más importante desde el punto de vista cultural, es que al hurgar
casos en los más humildes y anónimos vecinos, y en otros de interés,
y que al reconstruir sus respectivas historias de vida en un adecuado
trabajo de campo, emerge ante nuestros ojos todo un crisol infinito que
nos devela un maravilloso patrimonio tanto en la identidad objetiva como
en el imaginario popular, y en consecuencia, un mosaico riquísimo aunque
muy complejo, de tradiciones y de identidad cultural e, incluso, un
profundo amor (a veces no consciente) por dicha comunidad, por lo que
para ellos representa.
El carácter científico con que nació el nuevo sistema de Programas y
Proyectos de Desarrollo Cultural en 1989 es un punto de partida básico
para enfrentar estos problemas en estas comunidades, más centrado con la
división ulterior de cada municipio en consejos populares, pues ello
permitiría supuestamente develar y preservar mejor los valores
identitarios de las comunidades en estudio, ya no diluidas en todo el
municipio. Dos males, sin embargo, lastran tan nobles y necesarios
empeños: el primero, que la propia división de 1976 en municipios y esta
de 1990 en consejos populares obviaron absolutamente la raíz e identidad
de las comunidades
y de modo muy acientífico, se limitaron a tener en cuenta el número de
electores, con un estrecho espíritu administrativo y "cuantitativista".
Entre otros valores afectados, los topónimos con que luego se designaron
no fueron adecuados ni felices y, a menudo, desgarraban en su totalidad
la raíz identitaria de la comunidad en sí.
El segundo mal que ha atentado contra los propósitos iniciales es que
con el objetivo de simplificar para masificar, dicho sistema de
programas y proyectos, médula espinal para obtener una promoción
científica de la cultura en cada comunidad y especificidad cultural en
su sentido más amplio, ha ido perdiendo su esencia científica de forma,
en ocasiones, muy simplista, y no faltan ejemplos en que la
fundamentación que ha de sustentarla no constituye sino un punto más del
esquema a escribir,
y que luego no se considera al trazar los lineamientos y, menos, al
ejecutarlos.
Cierto que todo objeto de estudio tiene su complicación, pero hay
comunidades menos complejas por ser mucho menos heterogéneas y afectadas
por el movimiento migratorio con todas sus consecuencias vitales para la
cultura; y menos complejas también porque las comunidades se limitan por
evidentes y muy visibles extensiones de tierra deshabitada, y no por el
ancho de diez metros (a menudo menos) que puede tener alguna de nuestras
calles limítrofes entre barrios. Las afectaciones por desaciertos en la
división político-administrativa, que a su vez generan imágenes
sociales, laceran a todas las comunidades..., pero en mayor grado, por
la complejidad referida, a las que constituyen objeto para el presente
estudio.
Las problemáticas estudiadas se dan con especial énfasis en estas
comunidades y se reflejan en su patrimonio cultural construido; pero de
forma aún más pronunciada en el patrimonio cultural vivo, al margen de
las polémicas entre uno u otro. La ciencia estudia sus orígenes y
devenir, mas también toda la fantasía que han generado y que constituye,
sin duda, parte de su creatividad y de los valores de su imaginación y
del imaginario popular, y (¿por qué no?) de su propia identidad, sobre
todo, cuando se refiere casuísticamente a aspectos concretos, con el
instrumental brindado por la Antropología, y con las especificidades de
la Antropología Urbana.
El paisaje urbano trasciende la arquitectura y el urbanismo al medio
ambiente con todo su valor sistémico, lo que implica además la propia
acción constructiva y destructiva (huellas en general) de las complejas
masas humanas que lo habitan y visitan, más allá de su mera presencia;
a la vez que para analizar la arquitectura y el urbanismo en función
del paisaje es menester que hagamos abstracción de las especificidades
técnicas requeridas para concentrarnos en la identidad visual y
orgánica que aportan.
Otras perspectivas que inician los resultados obtenidos por el presente
estudio e invitan a continuar trabajando la Antropología Urbana como
necesidad del desarrollo en Cuba, son las propuestas de museos
especializados que preserven la cultura popular de cada comunidad en su
modo de vida raigal e identitario, para que las generaciones futuras no
pierdan la memoria de sus ancestros.
Al instrumentar tales estudios de forma casuística en otras comunidades
tanto capitalinas como de otras provincias cubanas, se han destacado el
Consejo Científico de Cultura de Ciudad de La Habana y su Centro
Provincial de Superación para la preparación metodológica de los
especialistas provinciales y de los municipios capitalinos, así como el
cuerpo de asesores del sistema de Programas y Proyectos de Desarrollo
Cultural en la capital (desde 1999, de manera integral y por áreas
concretas como antecedentes históricos, identidad, patrimonio,
investigaciones, turismo y relaciones internacionales), la acción
directa o indirecta de otros centros provinciales como Cultura
Comunitaria, Patrimonio o Cine, y el gobierno de la ciudad que lo asumió
para pilotaje y diversas consultas.
A partir de lo anterior, eventos nacionales e internacionales, diversas
facultades de la Universidad de La Habana y, en particular, las tres
ediciones de la Maestría en Antropología de la Facultad de Filosofía e
Historia (de donde han emanado otros estudios de caso en el Barrio Chino
de La Habana, la indigencia según determinados contextos urbanos, etc.),
el Archivo Nacional, el Instituto de Geografía Tropical e instituciones
relacionadas con turismo, recreación, sistema patrimonial, y diversas
asociaciones y entidades de todo tipo, sobre todo el Instituto Cubano de
Antropología, y entre las publicaciones, Catauro, Revista
Cubana de Antropología, de la Fundación "Fernando Ortiz" (que
propició además una aplicación en el Mercado de Cuatro Caminos en otro
contexto habanero, y una mirada antropológica a toda la capital) y la
Biblioteca Científico-Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba, han
coadyuvado en su generalización a estas perspectivas en el resto del
país mediante docencia, monografías y publicaciones en y sobre la vecina
provincia de La Habana y cada una de sus comunidades, por su Dirección
Provincial de Cultura radicada en el barrio La Pera, del municipio Plaza
de la Revolución, así como la labor docente de pregrado y cuarta
enseñanza en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la
Universidad Agraria de La Habana (UNAH) en tanto sujeto y objeto de
estudio, y por esta vía, la Isla de la Juventud y Pinar del Río; o para
los municipios camagüeyanos y cuarta enseñanza —o enseñanza posgraduada—
para Guantánamo, Matanzas y otros, de forma integral o por esferas, en
nutritiva relación con estudiantes y expertos de España, islas Guadalupe
(Francia), México, Ecuador, Suiza, Inglaterra, Finlandia, Italia,
Venezuela, Colombia, Perú y otros países.
Los resultados de la Antropología Urbana constituyen material de
consulta de primer valor para todo el que se propone acometer cualquier
tipo de acción en cada comunidad, si bien como suele suceder con los
resultados científicos, sobre todo en las Ciencias Sociales, su
aprovechamiento no siempre es inmediato, sino gradual y relativo... pero
obvio e imprescindible.
Diversos espacios televisivos y radiales han sido importantes promotores
de estos resultados, con sus respectivas consecuencias en la educación
social, imágenes más cercanas a nuestra identidad y un mejor sentido de
pertenencia, entre otras.
El boletín cultural El Almendares(y
en todo el 2008 Cubarte, el Portal de la Cultura Cubana, sitio web del
Ministerio de Cultura de la República de Cuba), ha fungido como el
principal órgano que coloca los resultados de estos estudios en los
fundamentales centros municipales, provinciales, nacionales e
internacionales, y rescata la publicación más antigua de referencia
local en todos los renglones culturales. Reconocido "el primero de su
tipo", abrió el camino para Plvs Vltra, Boletín Cubano de Simbología,
que se publica desde agosto del 2005, como órgano de la sección de base
municipal de la Unión de Historiadores de Cuba por iniciativa de Maikel
Arista-Salado y Hernández, su director fundador y precursor de los
estudios de simbología cubana con impronta internacional. En enero del
2007 se sumó El Guardabosques, de perfil ambientalista,
iniciativa y dirección de Isbel Díaz Torres, informático municipal. Todo
ello ramifica y especializa a un tiempo los frutos alcanzados en
diversas áreas, y los potencia a gran escala, pero también nos trae el
polemizable tema del ciberespacio entre los intereses de la Antropología
Urbana: la llamada "guerrita de los emails" con que nació el 2007,
alcanzó impacto urbano el 30 de enero frente a la Casa de las Américas,
donde se realizó el primer gran encuentro provocado por el debate, sin
poder entrar el resto del público interesado.
La intimidad digital es una competencia contra las relaciones públicas,
aunque el chat es al mismo tiempo una invitación, de especial
connotación e impacto, por ejemplo, en época del sida, a favor y en
contra (el sexo digital es absolutamente seguro contra toda enfermedad
de trasmisión sexual), presto para todo tipo de campañas (las mejores y
las peores) e, incluso, proselitismo; es como otras, una nueva vía a,
aprovechar, con potencialidades infinitas también para el bienestar
humano y de su entorno. Mientras tanto, no es menos cierto que, como las
malas traducciones en los medios de comunicación masiva, depaupera el
idioma el inventar palabras que no responden a nuevas realidades y que
terminan siendo aceptadas por la Academia de la Lengua con el paso del
tiempo; frases impostadas sin sentido; involuciona la ortografía, etc.
aunque también resalta el ingenio, la creatividad y el humor popular, en
contextos urbanos más fértiles aun para todo ello por su gran
diversidad, entre otras características, positivas (por ejemplo: el
acceso a tanta información que así se universaliza y luego se puede
procesar) y negativas (por ejemplo: la propia información, como todo,
puede ser engañosa); no obstante, además del difícil acceso digital a
intranet y, sobre todo, a internet, los chats sufren de mucha
irregularidad y a menudo dejan de existir, por todo lo cual en nuestro
contexto, aún distan mucho del protagonismo necesario para nuestras
culturas urbanas, aunque tampoco puede excluirse del análisis, sobre
todo, por sus perspectivas; otros ejemplos podrían tenerse en cuenta.
Finalmente, no es posible obviar tampoco las perspectivas que ya en el
siglo XXI abren el Proyecto Identidad y los nacientes estudios de
simbología en Cuba.
Promovido desde la Comisión de Asuntos Históricos del Comité Provincial
del Partido Comunista de Cuba en Ciudad de La Habana, el Proyecto
Identidad (atendido por el M. Sc. Rolando Julio Rensoli Medina y Haydée
Laborí Ripoll) ha incentivado los trabajos y en el 2006 lograba publicar
las historias integrales actualizadas (con disímiles resultados, por
supuesto) de todos y cada uno de los quince municipios capitalinos y de
toda la capital, a lo que se agregan, además, otros rubros de identidad
local, tales como sus patriotas insignes y representativos, sus
personalidades en todas las esferas culturales y sociales en general,
sus símbolos de identidad, como hasta entonces se definían a este nivel,
resultado de las investigaciones previas. Todo ello constituye un aporte
esencial, básico e ineludible, para profundizar, sobre todo, en la
dimensión diacrónica y, quizás en menor medida, también en la
sincrónica, para los estudios de Antropología Urbana que requieran las
diversas comunidades y espacios urbanos implícitos.
Entendamos como simbología (Arista-Salado, 2006a) ese conjunto
(¿sistema?) de disciplinas y subdisciplinas en distintos grados de
desarrollo epistemológico, que se especializan en los diversos aspectos
que resumen la identidad mediante símbolos gráficos concretos (que ya
trasciende a todo símbolo), a menudo de comunidades y espacios
específicos. Tal es el caso de la heráldica (escudos), vexilología
(banderas), numismática (monedas), honorística (condecoraciones),
falerística (medallas), uniformología (uniformes), esfragística o
sigilografía (sellos o cuños), filatelia (sellos de correo), diplomática
(fuentes formales de la Historia), paleografía (letras), protocolo, etc.
Todas, en un sentido u otro, aportan emblemas que explicitan identidad y
en sí mismas lo son.
No obstante, la débil e irregular base de estudios al respecto nos ha
dejado vulnerables a una heráldica cívica muy cuestionable que, sin
embargo, ha proliferado por todo el país, con escudos realizados y
aprobados a espaldas de las leyes heráldicas y de identidad, más
polemizables que lo permisible por el rigor (Arista-Salado, 2006b). Es
conveniente destacar que, no obstante, ha sido la heráldica de las más
afortunadas en estos estudios, por su tradicionalidad y significación
social aun en el imaginario popular; las restantes esferas suelen estar
peor. La carencia aún de una entidad especializada para ello (la
falerística todavía está diluida en la numismática) no estimula la
urgente sistematización y mayor especialización de cada una de estas
disciplinas, con distintos grados de desarrollo no solo en Cuba, sino a
nivel mundial.
El ya referido Plvs Vltra, Boletín Cubano de Simbología, ha
explicitado y se ha pronunciado por una Sociedad Cubana de Simbología
que, por supuesto, podría canalizar las soluciones para las tantas
problemáticas detectadas en este rango epistemológico de cada una de
esas disciplinas y subdisciplinas, y que, indudablemente, importan de
forma determinante a todo estudio de identidad, incluida la Antropología
Urbana.
En particular, la simbología exige devenir materia de estudio básica en
la formación de profesionales tanto de los Estudios Culturales como de
la Antropología, entre otros. La Antropología Urbana, en su interacción
indisoluble con la identidad local, urge sin duda alguna de esta
retroalimentación.
Con todo lo anterior, no se logra sino una muy breve síntesis de las
perspectivas que abre a nuestro país la sistematización de una
Antropología Urbana de rigor, más allá de la repercusión y validez
internacional de semejante experiencia con la que aportar y
retroalimentarnos con otras culturas.
A manera de epílogo
Ya al final, es menester reconocer a la Antropología Urbana el
fundamento científico imprescindible que aporta al éxito de todo trabajo
comunitario a realizar en las ciudades y que, metodológicamente, toda
comunidad debe definirse a partir del estudio de cinco aspectos
concatenados entre sí, a saber: entorno ecológico integral; población
humana en todos sus sectores, grupos, indicaciones y movimientos;
sustento económico; devenir histórico, y cultura en su acepción
sistémica más amplia. Esta metodología es válida para todas, aunque se
hace particularmente indispensable en las comunidades mientras más
urbanas sean, ya que suelen estar limitadas entre sí por calles y, con
tal inmediatez, que cuentan con una mucho mayor interrelación, la cual
tiende a la confusión de la simple vista y requiere de estudios más
profundos, pues más que en otras comunidades (a veces encontradas)
transculturan en un mismo foco familiar e, incluso, individuos en
diferentes momentos de su devenir, y a un mismo tiempo también.
De igual modo, ha de entenderse como parte esencial de la metodología
para la Antropología Urbana, y con carácter universal de aplicación
casuística, una adecuada combinación del análisis de las dimensiones
diacrónica y sincrónica por períodos y sobre la actualidad concreta, así
como la integralidad sistémica de cada cultura urbana, por lo que
requiere de la interacción con otras áreas antropológicas e, incluso,
con otras disciplinas de las ciencias sociales, para profundizar y
definir científicamente (y por tanto más veraces y eficaces) respuestas
y soluciones a las diversas problemáticas de cada cultura urbana que
puedan ser de interés: además de las pormenorizadas en este texto,
pueden derivarse monografías sobre un sinnúmero de temas: diversidad de
violencias, indigencia, drogadicción, alcoholismo y tabaquismo, en este
último caso, por ejemplo, en "no lugares" como el transporte público y
otros muchos.
Mientras más metropolitanas son, las comunidades urbanas requieren de
una adecuada metodología para el imprescindible análisis de la población
flotante según sus motivaciones y vivencias, etnogénesis, comunidades y
culturas de origen, que aun cuando no sea residente, no puede obviarse
como comunidad protagonista e indispensable objeto de estudio en sus
diversos grados de interacción con la población residente con la que
comparte espacios temporalmente; y otro tanto debe hacerse con la
población residente, siempre de modo casuístico, según vivencias y
aspiraciones, raíces étnicas locales, culturales y de otras comunidades.
Conceptual y operacionalmente, en tanto antropología de ciudad, la
urbana aprovecha los aportes de la antropología en la ciudad, pero
reinterpreta y asimila la comunidad y el espacio urbanos concretos como
entes vivos con personalidades propias muy complejas.
Por su parte, toda antropología que estudie componentes de un contexto
urbano (en la ciudad) se potencia mucho más si acude previamente a los
resultados integrales que aportaría la antropología urbana en dicho
contexto. Es importante volver a enfatizar que el objeto de estudio de
la Antropología Urbana no es la ciudad sino la vida en ella y sus
procesos sociales analizados de manera integral y que, por tanto,
hablamos de una "antropología de ciudad", (no "de la ciudad"), pues se
enfocan espacios urbanos concretos (barrios, comunidades, otros espacios
y "no lugares" urbanos incluso) en su interrelación, de donde pueden
derivar otros estudios, pero no suele ser toda la ciudad la que se
abarca en ellos, aunque no se excluyen resultados generales de sus
diversos barrios.
Al aplicar tales métodos y conceptos en las comunidades costeras
noroccidentales habaneras como estudio de caso, se argumenta desde los
antecedentes y por comparación con el resto de la capital, el máximo
grado de cosmopolitismo y de carácter metropolitano que identifica al
municipio Plaza de la Revolución y, sobre todo, en orden creciente, a El
Carmelo, el Vedado y la Rampa, que en tan breve territorio y en nueva
cualidad de alta diversidad y complejidad de múltiples comunidades que
viven en interacción constante y cotidiana, sintetizan toda Cuba y la
vasta variedad de culturas de todo el orbe.
Estas y otras consideraciones casi siempre convergentes, como la
singular concentración histórica ya centenaria de instituciones de todo
tipo y, sobre todo, de organismos de dirección y proyección nacional e
internacional en todas las esferas, así como su cosmopolitismo vecinal y
cultural en confluencia sistémica de meras identidades tradicionales y
contemporáneas a un tiempo apunta a definir el territorio, al avanzar el
siglo XX, como "capital de la capital", toda vez que se reconozca La
Habana Vieja como su antecedente (sin minimizar las interinfluencias
restantes), y capital histórica de Ciudad de La Habana, en un tránsito
durante las primeras décadas del siglo XX de La Habana Vieja al Vedado y
sus inmediaciones, que es el llamado proceso de "restauración"
extensible de la culinaria a toda la cultura, en lo que el análisis
diacrónico de esta investigación abunda.
Al aplicar el método comparativo entre sí y, sobre todo, con las
barriadas centrales de Nuevo Vedado y La Plaza (y más aún con las
sureñas de Aldecoa y Puentes Grandes), se destacan las diferencias de
una mayor heterogeneidad en el norte y hacia el este, que también se
explican en sus condicionantes históricas y sociales para cada
comunidad, y que alcanzan al individuo y la propia familia en su modo de
vida, proyección, inquietudes, preocupaciones y ocupaciones, a la vez
que demuestran la alta complejidad sustancial de la interrelación
polidireccional diacrónica y sincrónica entre tales barriadas y el
profundo sustrato de toda la cultura nacional (y sus tantas raíces e
influencias foráneas) que en la cultura popular (en sus relaciones de
por sí complejas dentro del sistema de la cultura) en y de y desde estas
comunidades se devela.
Esta primera experiencia realizada durante veinte años en el municipio
Plaza de la Revolución pormenoriza la gran cantidad y complejidad de
problemas a resolver y retos que debe vencer la Antropología Urbana en
Cuba, y por tanto, su urgencia en estas y otras comunidades urbanas (y
no solo urbanas). Así, por ejemplo, el punto de vista antropológico fue
fundamental en los estudios de caso comparados, al permitir más que
describir, explicar las causas de las diferencias culturales entre una
comunidad urbana y otra, y las historias de vida con muestra intencional
fueron el medio idóneo para el rescate de la memoria histórica colectiva
que reclaman los antropólogos urbanos en Iberoamérica.
Tampoco los estudios de identidad se sustentarían sin el método
comparativo casuístico y la observación antropológica participante
(sobre todo encubierta) con un trabajo de campo prolongado, que logre
comprender mejor los aspectos no explicitados (insuficientemente
explicitados o tergiversados por diversos motivos) por los informantes;
métodos que requirieron ser contextualizados en cada ámbito urbano y
retroalimentados con otras áreas antropológicas y disciplinas de las
ciencias sociales, de manera consecuente con las exigencias de la
Antropología Urbana. Más allá, queda entendida la comunidad como un ente
vivo con algún elemento en común en una reconceptuación sin más ataduras
ni limitantes, como otra novedad científica para una metodología que
aporta la historia de vida de cada comunidad y de cada espacio
comunitario en sí mismo.
En la medida en que se urbanizan, las comunidades adquieren caracteres
más complejos, sobre todo aquellas que reflejan los grados más
metropolitanos y cosmopolitas de una nacionalidad o de varias. Ello
fundamenta la urgencia de implementar la Antropología Urbana, con las
especificidades propias de tales contextos urbanos, que cada vez
aumentan su protagonismo en las diversas sociedades del mundo que nace
al tercer milenio. Dichas comunidades urbanas suelen asimilar y reflejar
en un nuevo contexto en que transculturan, los valores culturales de
comunidades rurales, urbanas y suburbanas que les preceden y de aquellas
con las que en alguna medida se interrelacionan, bien sea por su
inmediatez geográfica, histórica, social y cultural o por las imágenes
que de cualquier forma les llegan, lo cual las convierte en valiosas
portadoras del patrimonio transculturado de tal región concreta, a
estudiarse por cada comunidad y valor cultural.
Las más metropolitanas funcionan de forma similar como portadoras de las
comunidades precedentes transculturadas, pero con respecto también y en
nuevas dimensiones, a las diversas regiones del país que suelen
funcionarle como comunidades exportadoras de valores, de forma
distintiva y con disímiles grados de transculturación, lo cual requiere
de estudios más casuísticos por comunidad, por región concreta del país
y por cada valor que transcultura; estos últimos en las diversas
comunidades urbanas requieren de seguimiento científico mediante la
misma Antropología Urbana, puesto que pueden ser valores positivos pero
también negativos o antivalores e, incluso, coexistir y evolucionar o
involucionar según la transculturación concreta en que vive el valor en
sí, y al recontextualizarse, uno positivo puede llegar a ser negativo y
viceversa, según el criterio valorativo.
En estas comunidades urbanas, las acciones que ignoran la visión y el
instrumental de la Antropología Urbana tienden a peligros tales como la
liminalidad e identidades construidas, que desarraigan tales comunidades
y atentan directamente, por tanto, contra el patrimonio tanto cultural
como natural (agreguemos que lo social tiene su propia naturaleza),
sobre todo, contra el patrimonio urbano en general, riqueza insoslayable
dentro del patrimonio cultural de todo pueblo.
La Antropología Urbana devela nexos propios de las comunidades urbanas,
que deben examinarse casuísticamente en todas y cada una de ellas, tales
como, por ejemplo, una mucho mayor y más compleja interrelación con las
restantes comunidades urbanas dentro de la misma ciudad y con otras
comunidades urbanas y no urbanas del mismo país, y en la medida en que
son más metropolitanas, un mayor cosmopolitismo por una mayor, y más
directa y compleja interrelación histórica con las culturas (cruzadas
incluso y con distintas dimensiones de interinfluencias o no) de otros
países; en lo que también inciden y, por tanto, no pueden obviarse del
estudio, el turismo (todo tipo de visitante nacional o extranjero) y los
medios de comunicación masiva cada uno según su propio instrumental y en
cada comunidad.
Otro de los nexos implícitos en estas comunidades urbanas es la dinámica
histórica que se da entre lo rural (no urbano en general), lo suburbano
y lo urbano, y, dentro de este último, las peculiaridades de lo
metropolitano, que según cada cultura nacional, tiende al cosmopolitismo
en mayor o menor grado, dinámica que vive y desarrolla según
transcultura cada comunidad urbana. El movimiento migratorio interno
protagoniza el desarrollo de esta dinámica rural-suburbano-urbano
nacional hacia el carácter metropolitano de cada comunidad, y el
externo, en el caso positivo del cosmopolitismo, y negativo con respecto
al abuso que pueda hacerse de la capital solo para emigrar al exterior o
aprovechar sus presuntas ventajas en beneficio personal sin mayor
valoración, entre otros.
En todo ello también desempeñan un papel protagónico los medios de
comunicación, todas las vías de educación y, por supuesto, la familia y
la comunidad en sí, con incidencias directas para los tantos valores de
estas comunidades urbanas, y en concreto el sentido de pertenencia con
un mayor conocimiento de causa de su emotivo e imprescindible
sentimiento, que de tal suerte se refuerza y hasta se genera cuando no
existe, lo cual tampoco puede asumirse mecánicamente.
Otro aspecto son los espacios urbanos que se generan a partir de las
características propias de cada comunidad y que logran núcleos centrales
con personalidad propia reconocida y recreada por el imaginario popular
como espacios comerciales, raciales, étnicos, religiosos,
erótico-sexuales, políticos, de miedo y otros, espacios que los mismos
individuos suelen portar más allá e interactuar con otros distantes, en
lo que pudiéramos definir con el término de "espacios andantes", sin
olvidar los "ocasionales" (y las comunidades ocasionales metaestables
pero imponentes) y hasta los sonoros y los olfatorios, elementos todos
clave en la transculturación y la identidad. La dinámica entre espacios
públicos y privados, entre institución y comunidad, y la relatividad del
espacio institucional, entre otros, no pueden quedar a la zaga.
Estos criterios pueden y deben ser aplicados casuísticamente en el resto
de Ciudad de La Habana y del país, con vistas a efectuar el trabajo
comunitario en las ciudades sobre bases científicas, además de continuar
desarrollándose en las comunidades urbanas usadas como pilotaje y que
hoy conforman el municipio Plaza de la Revolución, lo cual, sin duda,
brindará felices experiencias para todo el trabajo comunitario y para
los especialistas de otros países que en tan importantes temáticas se
interesen.
Asimismo, se han de aprovechar las potencialidades que la Antropología
Urbana brinda como complemento necesario en las culturas rurales (no
urbanas en general o con diversos grados de urbanización), cada una en
su interrelación con las culturas urbanas con que interactúan de forma
casuística. El desarrollo de proyectos como el Identidad, en Ciudad de
La Habana, y el estímulo a las disciplinas simbológicas devienen
protagonistas para esclarecer científicamente los valores que
identifican a nuestras comunidades y, por ende, constituyen
retroalimentación urgente con la Antropología Urbana y, a su vez, con
los Estudios Culturales y con todo el resto de las ciencias, sobre todo
sociales.
Con todo lo anterior, la Antropología Urbana, lejos de la subvaloración
sufrida por dogmas epidérmicos y simplistas, enfrenta uno de los retos
más complejos del devenir epistemológico de la ciencia antropológica,
por la integralidad que exige y la complejidad propia del objeto de
estudio; pero también asume una de las funciones más importantes y
hermosas, en cuanto al salvamento del patrimonio urbano representativo
(a través de cada cultura comunitaria en sus especificidades) de cada
cultura popular y nacional, una de las áreas más afectadas del
patrimonio por su propio devenir y que requiere de mayor profundidad,
rigor y sistematicidad en las investigaciones científicas.
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Anexos
Anexo 1 Glosario
Antropología urbana: Antropología de ciudad. Su objetivo reside
en la interacción entre el espacio urbano y el crisol de problemáticas y
caracteres identitarios de las comunidades que en él se desenvuelven,
por lo que dicho espacio no queda reducido a un mero escenario sino que
concibe la ciudad como ente vivo en desarrollo orgánico, con sus
regularidades propias, a aplicar casuísticamente en cada una y en cada
comunidad dentro de la ciudad. Recordemos que es "antropología de
ciudad" y no "de la ciudad", toda vez que su objeto de estudio no es
toda la ciudad y ni siquiera, la ciudad, con la que, eso sí, se
interrelaciona sustancialmente y define el patrimonio urbano. No
necesariamente ha de entenderse en contraposición con la Antropología
rural, porque ello limita metodológicamente y puede hasta enajenarnos de
la realidad objeto de estudio, y porque teórica y conceptualmente, las
comunidades (ni siquiera de modo exclusivo residenciales) no pueden
dividirse solo en urbanas y rurales: su realidad es mucho más diversa y
compleja (Couceiro, 2007a).
Barriada: Comunidad que incluye determinada área geográfica de
una ciudad dada a partir de un origen y devenir que permite detectar
relativa homogeneidad en sus valores identitarios.
Barrio: Comunidad que dentro de su barriada muestra valores
identitarios propios a partir de su origen y evolución con respecto a
otros de la misma barriada.
Ciudad: Población grande, con grado de urbanización (trazado y
toda su red) y tendencia hacia la modernidad industrial en relativa
contraposición con la vida campestre y rural.
Comunidad: Grupo humano con algún interés o problemática común,
que puede estar dado por un área de residencia con determinadas
características de relativa homogeneidad; pero puede también que la
comunión esté dada por otros intereses a pesar de que, por supuesto,
siempre se desenvuelve en un espacio y en un tiempo dado. Toda comunidad
es un ente vivo en constante transformación, incluso de comunidades
previas y hacia nuevas comunidades. Pueden ser por residencia (urbanas,
rurales, costeras, de montaña, desérticas, polares, de selvas y otras,
incluidas las que se caracterizan por su nomadismo y por tanto "no
residenciales", como las de los gitanos), pero también por afinidades
diversas: científicas, artísticas, étnicas, religiosas, ambientalistas y
otras, incluso, por marginación, como los guetos, la comunidad negra en
Estados Unidos, la comunidad gay o las reservaciones indias y demás.
Toda comunidad, como es lógico, se desenvuelve en espacio y tiempo; pero
solo las residenciales son definidas por el espacio excepto en el
nomadismo. En las restantes, el espacio es mucho más relativo y, a
menudo, dinámico. Comunidad residencial es tanto un barrio como una zona
o un foco, y lógicamente, la dinámica entre focos-zonasbarrios es muy
rica, compleja y variada, sobre todo, en las comunidades más
metropolitanas y cosmopolitas, con alta incidencia por (y en) los flujos
migratorios.
Contemporaneidad: Valor representativo de la época actual (se
puede operacionalizar, lo que llevamos de siglo XXI), marco actual al
que se adaptan en mayor o menor grado las tradiciones y que conforma
igualmente un elemento propio de la identidad, entendida cada época como
factor de su contemporaneidad. Siempre surge de alguna tradición y las
tradiciones (sobre todo, en las comunidades urbanas, y mientras más
urbanas son) no pueden pervivir, sino en la contemporaneidad de cada
época, lo que no permite dogmas en su reconocimiento, sino estudios más
profundos y análisis muy dialécticos. Solo en la contemporaneidad se
conserva el patrimonio.
Conurbación: Encuentro espacial de varias ciudades en expansión.
Cosmopolitismo: Universalidad de un fenómeno concreto, más allá
de la propia metrópoli incluso.
Cultura: Sistema de valores. Es, sin dudas, un sistema, en que
cada elemento (valor, incluidas las acciones humanas) incide en los
restantes en mayor o menor grado, en una u otra dimensión. En este
concepto y con toda intención, como valor puede entenderse cada
componente, pero también valoración, ambas acepciones en su integración.
Como acción se hace referencia a la actividad transformadora y
autotransformadora de los seres humanos en sociedad.
Espacio andante: Se refiere a la cultura representativa de un
espacio dado, pero que es explícitamente (de una forma u otra) portada
por uno o varios individuos a otros espacios, distantes o no.
Espacio institucional: Espacio que compete exclusivamente a una
institución. Su relatividad como espacio público, depende del perfil de
dicha institución: una galería de arte es un espacio mucho más público
que una fábrica, aunque ambos son institucionales.
Espacio ocasional: Se refiere al que cobra esta identidad
temporal sobre la cotidiana, exclusivamente en determinadas ocasiones.
Espacio olfatorio: Aquel dado por olores que lo identifican,
entre ellos los odoríficos, caracterizados por los buenos olores.
Espacio privado: Aquel que solo compete a la intimidad de un
sujeto o de un núcleo familiar y sus allegados.
Espacio público: Aquel al que nadie necesita estar autorizado
para acceder, pues no es propiedad privada de nadie.
Espacio sonoro: Aquel que no se identifica visual sino
acústicamente.
Espacio urbano: Contexto microlocalizado dentro de la ciudad, con
una identidad relativamente homogénea y propia que lo distingue del
resto de los contextos. A su vez siempre porta caracteres que deben
estudiarse integralmente en todo el sistema que es, así como otros
elementos que lo emparentan con otros espacios.
Foco: Comunidad dentro de una zona con características peculiares
que la identifican del resto de aquella por determinadas razones
históricas, culturales, económicas y otras identitarias. Comúnmente
poseen menos de 20 viviendas y, como ejemplo distintivo, se pueden citar
múltiples solares o ciudadelas, casas de inquilinato y determinados
edificios u otras viviendas atípicas en su contexto y según cada caso
particular.
Identidad: Valor o conjunto de valores que nos permiten
identificar un fenómeno (en este caso, una comunidad, pero es mucho más
universal) de otro en determinados aspectos, de aquí su relatividad. Su
carácter sistémico es también muy relativo (aunque no desechable), pues
al variar algún componente de la identidad no necesariamente se
modifican los restantes, como es característico de los sistemas. La
identidad existe objetivamente (incluido el sujeto) al margen de las
imágenes que de ella perciba y de la que luego proyecte cada sujeto; es
lo que muchos expertos llaman identidad exterior objetiva. La identidad
se evidencia en la relación mismidad/otredad, en que puede llegar a
concientizarse.
Identificación: Es el grado de identidad que cada sujeto alcanza
con respecto a alguna comunidad (u otro valor concreto): se identifica o
no con ella. Es lo que muchos expertos llaman identidad interior
subjetiva, y que lamentablemente muchos no expertos (también algunos
expertos, pero no tanto en estas especializaciones) confunden como
"identidad", y dicen: no hay identidad, cuando un sujeto (o más) no se
identifica, con lo que obvian la identidad exterior objetiva.
Imagen: Valor subjetivo que cada cual se crea a propósito de
algún fenómeno concreto. Toda imagen, a fuerza de promoverse, puede
llegar a devenir identidad, aun cuando sea falsa, pues el imaginario ve
el fenómeno como no es; de aquí la importancia de que la promoción beba
en las fuentes de la ciencia, que permite generar imágenes más veraces
por ser más cercanas a la identidad exterior objetiva. En cambio, de la
identidad se forman inevitablemente (parte de su riqueza) tantas
imágenes como sujetos la perciban; la identidad que no es percibida por
ningún sujeto, no llega a ser imagen y para algunos, incluso, no existe,
lo cual conduce al subjetivismo. (Aunque no comparto este criterio, lo
expreso porque ofrece una medida de lo decisiva que es la imagen.) Es la
valoración (elaborada o no) de la identidad. Es la promoción (consciente
o inconsciente, formal o natural y, sobre todo, la promoción popular) la
que engrosa el imaginario popular, en el que no participa la identidad
que no se haya promovido: lo que apunta de nuevo a la importancia del
promotor (artista, dirigente, promotor en general) formado
científicamente y, por tanto, más en la identidad que en las imágenes.
Kitsch (del alemán verskitchen, comprar barato,
data del comercialismo tras el apogeo industrial de los "nuevos ricos"
del siglo XIX para crear una imagen de opulencia). Seudocultura, esto
es: degeneración de la cultura. No alude a mayor o menor (siempre tan
relativo) desarrollo cultural, sino a antivalores: facilismo, falsedad,
miserias humanoides y otros.
Liminalidad: Nueva identidad surgida en la extensión de otras
identidades concluyentes; a menudo carece de topónimo, a no ser algún
punto de referencia que, como suele suceder, es escogido por la cultura
popular dada su significación o ancestro. (Concepto elaborado a partir
de estudios con el profesor Sudah Yahuda Shaleb, de la Universidad
Brusel, de Londres, 1999.)
Megalópolis o región urbana: Conjunto de actividades
interpretadas y difundidas en el espacio con independencia de sus
núcleos iniciales. Es la región urbana donde se realiza un conjunto de
actividades a gran escala, desde un centro que ejerce la hegemonía de
poder, la cual se difunde en el espacio urbano con independencia del
núcleo original. Los medios de comunicación masiva ejercen un papel
especial en ello.
Metropolitano: Relativo a la metrópoli o ciudad principal en su
conjunto; implica mayor desarrollo del trazado urbano. Área originada
por la expansión de la ciudad que constituye el núcleo metropolitano
desde el que se produce la expansión. Estado o ciudad en relación con
sus colonias: así, por ejemplo, durante todo el siglo XIX, España era la
metrópoli y Cuba una colonia española de ultramar. Ciudad principal de
una provincia, región o estado. Todo ello inserta el concepto de ciudad
y, sobre todo, de metrópoli, en el discurso centro/periferia; pero sin
prejuicios dogmáticos ni simplistas, pues va más allá del espacio físico
y suelen hallarse dentro de cada espacio urbano. También es relativo:
aun cuando hubo una comunidad previa a la rada, las estudiadas en esta
investigación son producto de la expansión desde la bahía y, a su vez,
sirven de punto de partida para la expansión al oeste y sur, por lo que
la reversibilidad, al menos parcial, no es descartable, como tampoco lo
es en el par centro-periferia.
Miserias humanoides: Sentimientos o cargas negativas contra el
prójimo: envidias, maledicencias, ambiciones negativas desmedidas,
competencias desleales, subvaloraciones contra el otro, etc. No las
reconozco propiamente humanas, aunque sean portadas por los humanos,
toda vez que no son valores humanos, sino antivalores que desdicen
precisamente de su humanidad y remedan la vigencia del planteamiento de
Marx, de que aun vivimos la prehistoria de la humanidad, en cuyo futuro
se espera queden depuradas.
Modernidad: Cultura de la época moderna de consolidación y
expansión de la burguesía (modernidad burguesa, antropocentrista con el
dogma de la razón, fundamentalmente urbana e industrial con nuevas
ciudades, entre otros rasgos) que sustituye al medioevo feudal (rural,
teocentrista con el dogma de la fe) esto es, desde el Renacimiento y el
descubrimiento o encontronazo con el continente hoy americano. Aún
vigente en esta época de posmodernidad (ver).
Patrimonio: Valores heredados, con especial significación por sus
características.
Patrimonio cultural: Valores generados por el ser humano, que
heredamos, con especial significación por sus características.
Patrimonio cultural vivo propuesto en La Cultura Popular Tradicional:
conceptos y términos básicos (Mejuto y Guanche, 2008) para sustituir
el concepto de "patrimonio cultural inmaterial" ya que este se asienta
más en la terminología jurídica que le origina a partir del idealismo
filosófico de espaldas a la antropología y al concepto de cultura que
envuelve tanto a los objetos como a las ideas y habilidades para
crearlos y usarlos. Queda definido como "los usos, representaciones,
expresiones, conocimientos y técnicas —junto con las habilidades para el
manejo de los instrumentos, objetos, artefactos y el empleo de los
espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los
grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte
integrante de su patrimonio cultural". Es instrumento esencial para
promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.
Como tesoro humano vivo define las personas o grupos con tales
conocimientos, habilidades y técnicas.
Patrimonio natural: Valores heredados del entorno ecológico sin
la impronta humana, con especial significación por sus características.
En la medida en que el ser humano los modifica devienen, además,
patrimonio cultural, y en un mismo valor pueden coexistir e, incluso,
complementarse el patrimonio natural y el cultural.
Posmodernidad: Cultura de la época que se cuestiona los valores
de la modernidad burguesa: despunta en el romanticismo tras el
neoclasicismo de la Revolución Francesa (1789) y cada vez más hasta la
actualidad (lo cual no excluye la absoluta vigencia de la modernidad
burguesa en múltiples valores y antivalores), si bien el término data de
los arquitectos de los años sesenta del siglo XX parisino, por la obra
realizada junto al moderno Louvre. Cada vez más, se pronuncia por "el
otro", por lo que va dejando atrás al antropocentrismo e incorpora el
papel de la intuición y la imaginación en las ciencias para una razón
más polémica, como base del conocimiento científico y del desarrollo; la
"totalidad perdida" tiende a la integralidad y, por ende, a la
interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad que, lejos de obstruir,
potencian la disciplinariedad, las apropiaciones que reinterpretan la
cultura previa, etc.
Promoción: Acción y efecto de promover; adelantar una cosa,
instigar. Sinónimos: fomento, desarrollo, protección, organización,
apoyo, generación, iniciación, inspiración. Ello incluye el concepto de
animación, entendido este como movimiento, agitación, vitalidad; animar
es "dar la vida. Excitar, alentar, enardecer, incitar, exhortar,
confortar, impulsar, estimular, dar fuerza y vigor, dar movimiento,
alegría y vida"; cobrar ánimo y esfuerzo, atreverse (Toro y Gisbert,
1968). Todo animador es promotor, aunque no viceversa. El promotor
anuncia, informa, divulga, estimula; es un generador de imágenes (Couceiro,
2007a: 92-96), al margen de su calidad y alcance. El promotor puede ser
institucional o "natural" (más allá de que un promotor institucional
integra también la naturaleza de la institución). Si atendemos a los
conceptos de imagen e identidad, se comprende el protagonismo del
promotor en la imagen que se genere, y la importancia de su formación
científica en los estudios de la identidad de su objeto de promoción,
para que dicha imagen sea lo más veraz y cercana posible a dicha
identidad objetiva, lo que despunta en Cuba con los Estudios Culturales
y el Sistema de Programas y Proyectos Culturales, en vísperas de la
década finisecular. De un buen promotor se exige sensibilidad y
comprensión, respeto y amor a su objeto de promoción, identificación y
participación; sencillez, altruismo y alteridad, antielitismo y
antipopulismo a un tiempo; capacidad, buena comunicación, cultura... El
animador, además, requiere el talento especial de saber inducir e
insuflar alma como medio de promoción. Una buena promoción, formada
científicamente, es la que puede aplicar de forma adecuada, según cada
caso, los resultados de esta y otras investigaciones.
Reparto: Barrio cuyo origen fue preconcebido urbanísticamente y
que en determinado momento correspondió a determinada elite (o
exclusividad) de la ciudad con cierto distanciamiento del resto del
contexto citadino.
Sentido de pertenencia: Indisoluble, aunque no mecánicamente
vinculado al sentimiento de pertenencia, pero en su elaboración
consciente y racional. Cuando más y mejor se conoce el fenómeno, el
sentido de pertenencia suele cobrar más fundamento, pero también el
sentimiento de pertenencia suele crecer y, a veces, es el sentido de
pertenencia el que genera al sentimiento, proceso que sucede mucho, por
ejemplo, con los inmigrantes que devienen auténticos hijos adoptivos.
Sentimiento de pertenencia: Desde la cultura afectiva y el
subconsciente humano y del grupo social concreto, refleja el grado de
sensibilidad con respecto al entorno concreto en que se vive o que se
visita. Es fundamentalmente emotivo, se siente y la intuición es
protagonista. Puede ser base para el sentido de pertenencia, pero no
necesariamente.
Tradición: Valor que ha demostrado su trasmisión de generación a
generación, esto es en un período mínimo aproximado de 50 años (según
algunos expertos bastan 25 años) que permita evaluar la asimilación de
la tradición al menos hasta la tercera generación según el ciclo
reproductivo humano. Las tradiciones han sido clasificadas como
históricas o vigentes, pero, en todos los casos, la fuerza que imprime
su inercia social sella valores de identidad patrimoniales y en la
psicología social así como la fuerza e impronta de la trascendencia con
el impacto consecuente no solo para la identidad, sino también para el
imaginario, en cuyo subconsciente penetra. En la tradición (aunque no
exclusivamente) se define el patrimonio. Lejos de aplicaciones
mecánicas, nótese que el período que determinaría una tradición en otras
especies depende del promedio de vida y maduración de cada especie; y en
la cultura humana el arte joven, por ejemplo, cada vez se acelera más, y
tal vez basten diez años para hablar de tres generaciones de arte joven
y determinar su tradición.
Urbanidad: (Del latín urbanitas, -atis) Actitud, comportamiento
en el trato social con el que se demuestra buena educación (DRAE, 2008 y
Pequeño Larousse Ilustrado, 1999). Es esa cultura específicamente ética
de buenas relaciones entre las personas, más allá de lo que de manera
estrecha se entiende como "educación formal", cuyo nombre se deriva al
condicionarse por las exigencias de convivencia particulares de las
urbes; pero que, por supuesto, como toda cultura, se porta dondequiera
que vaya el individuo, y transcultura también.
Urbe: Ciudad grande y populosa. Históricamente ha germinado por
razones económicas y comerciales con toda una cultura propia. El
concepto de urbe halla su raíz etimológica en la antigua cultura latina
desde los orígenes de Roma, aunque su identidad contemporánea se define,
sobre todo, desde inicios de la Revolución Industrial hasta el siglo XIX
con una proyección durante el XX que se asegura, cada vez más, como
protagonista del futuro inmediato. Desde entonces, y aun cuando al
técnico especializado resulte demasiado simple, no es simplista resumir
que el proceso de construcción física y palpable que identifica a la
urbe se denomina "urbanización", y sus resultados constructivos,
"urbanismo". El adjetivo que corresponde a la urbe, es "urbano".
Valor:
Expresión de los intereses del sujeto portador de la ideología; es
objetivo, sin existir al margen de las necesidades humanas, y siempre
supone un elemento progresivo en el sentido amplio del desarrollo, pues
conduce al enriquecimiento y realización del ser humano, y es por
oposición justo ante este último aspecto, que se define el antivalor.
Operacionalmente, por tanto, definimos valores en una doble acepción,
ambas necesarias y complementarias, como los diversos componentes de la
cultura, distintivos entre sí aunque interconectados sistemáticamente y,
a la vez, como las valoraciones (llamadas o no, conscientes o no) sobre
cada fenómeno; y antivalores, como los definidos por el saldo negativo
con que dañan la formación de la personalidad y el medio, contrapuestos
a los valores aunque coexistentes.
Zona: Comunidad dentro de un barrio o reparto que se diferencia
cualitativamente del resto de este por determinadas razones históricas,
culturales, económicas y otras, con identidad propia que, por supuesto,
queda dentro de la relativa homogeneidad del barrio. Como razón
operacional en un momento determinado ha sido tomado un promedio de
entre 20 y cien viviendas. Según el caso puede corresponder
aproximadamente a determinadas cuadras o hasta manzanas, pero cuando la
densidad poblacional es mayor, en una misma cuadra puede haber más de
una zona, pues no predomina lo cuantitativo, sino la identidad general.
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Del autor
Avelino Víctor Couceiro Rodríguez (La Habana, 1957), licenciado
en Historia del Arte (1982) y en Historia General (1986), Diplomado en
Historia General Contemporánea (2006). Ha cursado más de 70 postgrados y
domina seis idiomas. Se desempeña como Investigador y Profesor Titular
de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana
(2002), y como especialista de la Dirección de Cultura del municipio
Plaza de la Revolución. Con sus aportes para una Antropología Urbana
cubana, venció la Maestría en Antropología (2001) —Mención Nacional de
Ensayo (2000) y Premio Anual de Investigación (2006)— y con la cultura
ambiental y la cultura ecológica, el Doctorado en Ciencias sobre el
Arte. Ha recibido múltiples reconocimientos, entre otros como museólogo
(Melena del Sur, 1983-1986) y técnico en Arqueología (Academia de
Ciencias de Cuba, 1985). Con su vasta experiencia ha brindado servicios
a otras facultades y universidades de Cuba y otros países, y ha
representado a nuestro patria en España 2003, Islas Guadalupe 2005 y
Venezuela 2009. Ha participado en numerosos eventos nacionales e
internacionales. Tiene casi 300 publicaciones (incluidos ocho libros en
diversos géneros de literatura de ficción) en Cuba y en otros países. Es
miembro de la Uneac y de otras asociaciones científicas, artísticas y
ambientalistas.
Índice
Prólogo / 7 Agradecimientos /15 Introducción / 17
Del método de la Antropología Urbana / 34
Un paseo al interior / 81
Dimensión diacrónica / 81
Dimensión sincrónica contemporánea / 116
Dinámica poblacional comunitaria actual / 116
La transportación urbana / 119
Focos por servicios estatales y cuentapropistas /121
La divisa y otros "nuevos ricos": impacto en los valores, focos y
"creyentes" / 126
Impacto en los sectores vulnerables / 131
Lo no urbano en lo urbano: las migraciones y otras interacciones / 134
La familia y la vida doméstica en cada comunidad /135
Racialidad y raíces étnicas en cada comunidad / 142
Algunos sectores sociales en cada comunidad /151
Relaciones de respeto: la llamada "pérdida de valores" / 155
El piropo y la relación entre géneros / 152
Deambulantes / 161
Vivir la calle y vivir en la calle / 165
Imagen visual y ambiental / 170
Dinámica de la población flotante: vida nocturna y vida bohemia / 174
Problemática de identidad en estas comunidades /176
Marginalidad e insalubridad en comunidades por residencia / 178
Otras áreas en comparación: la liminalidad /182
Sentimientos de pertenencia y sentidos de pertenencia / 193
Las escuelas en el estudio de la pertenencia comunitaria y la no Habana
en La Habana /200
Espacios urbanos / 205
Comunidades en el imaginario / 207
La prostitución: diversidad, clientela y ambientación /210
Homosexualidad y homofobia: espacios sin espacios y más allá / 221
Las fiestas gay / 246
Otros espacios en la marginalidad: los frikis y los
discapacitados / 254
Los espacios deportivos: un gimnasio de barrio / 256
Los espacios artísticos en el trabajo comunitario / 260
Espacios ocasionales: estudio de caso desde las artes / 268
Los espacios ocasionales festivos / 273
De diversos tipos de espacios ocasionales a los espacios andantes / 279
Los espacios comerciales en la economía y en cada comunidad / 284
Los espacios en las vías públicas y de transportación / 289
Espacios recreativos y otros espacios públicos / 292
Los espacios religiosos y de fraternidades / 295
Los espacios funerarios / 303
Los espacios militares / 306
Símbolos y espacios políticos / 310
Perspectivas cubanas / 316
A manera de epílogo / 341
Anexos
Anexo 1. Glosario / 353
Referencia bibliográfica / 369
Del autor / 377
Notas:
En la última década del siglo XX se evidencia como urgencia
impostergable, pues en realidad su necesidad se manifestaba desde mucho
antes.
Los estudios culturales en tanto investigación-acción fueron
introducidos como resultado de los cursos de posgrado impartidos en Cuba
en 1985 por los profesores Ezequiel Ander-Egg (argentino) y Jorge
Cáceres (venezolano) para la promoción cultural.
Uno de los quince municipios en que se divide Ciudad de La
Habana según la División Político-Administrativa vigente desde 1976.
Inaugurado oficialmente el 11 de noviembre de 1982 con una
primera Reseña Histórica del Municipio Plaza de la Revolución
realizada en coordinación con la Comisión de Historia del Comité
Municipal del Partido Comunista de Cuba, reseña que ha evolucionado
hasta la actualidad con diferentes trabajos entre las fuentes y citados
según cada momento del texto, tanto de especialistas del propio Museo
Histórico Municipal como del Grupo Municipal de Estudios Culturales y
sus colaboradores así como del Atlas de la Cultura Popular
Tradicional (González Delgado, 1976-1988).
Entre otros, los intentos de Renée Méndez Capote en el Lyceum
del Vedado, por una historia del Vedado, y las crónicas y memorias de
instituciones y asociaciones concretas, como el Libro de Oro por el
Cincuentenario del Vedado Yatch Tennis Club, valiosa y muy detallada
monografía (Gutiérrez Cuervo, 1952).
No están recogidos en ninguna bibliografía, pero algunos hechos,
por insólitos, merecen quedar como muestra de los peligros: me refiero,
por ejemplo, a aquel promotor con poder que en los años noventa,
insistía de todas formas, en "cerrar la calle Línea para rescatar las
ferias agropecuarias, que es lo que el pueblo quiere y necesita"; nativo
populista, demuestra que no siempre son los nativos los que mejor
defienden su propio patrimonio; o la comparsa con que se quiso dotar a
Nuevo Vedado de "cultura popular", con individuos de otros municipios.
Fue entonces el primer contacto de los investigadores del
municipio (Couceiro y Perera) para formarse en la Maestría en
Antropología de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de
La Habana y la Fundación "Fernando Ortiz". A pesar de haberse podido
actualizar (siempre relativamente), la intensa agilidad en la dinámica
local es un reto a considerar entre la última versión antes y el texto
ya publicado, lo que no resta el valor metodológico y análisis
contextual, de donde derivará inevitablemente, toda futura y potencial
realidad.
Baste detenernos en Gravano y la Güber por la afinidad
contextual y conceptual, metodológica y de instrumental general en
cuanto a Antropología Urbana, en el cono suramericano, cuando las
urgencias del nuevo milenio con respecto a las comunidades urbanas desde
el ángulo antropológico se acentuaban también en las inquietudes
latinoamericanas. Los mismos autores consultados ratifican que no son
los únicos y sería impensable pretender agotar este universo, pero al
menos los textos citados se erigen como sólido aval concertante para
estudios como este.
Emic: A partir del empleo de conceptos y distinciones que la
propia comunidad, sus miembros, consideran significativos y apropiados
(análisis fonémico); etic: a partir de conceptos significativos para los
observadores, o sea, de la realidad percibida desde el exterior
(análisis fonético). Lo ético y lo émico tienen una interacción
dialéctica para observadores y observados, según contexto y ámbito de
enfoque. Véase Gustavo Bueno: Nosotros y Ellos. Editorial
Pentalfa, Oviedo, 1990
En 1973 se publicó La Ciudad en Discusión (E. Banfield);
La Cuestión Urbana (M. Castells) y De lo Rural a lo Urbano
(H. Lefevbre); en 1977, Urban Anthropology, cities in their cultural
settings (R. Fox); en 1979, El Marxismo, el Estado y la Cuestión
Urbana, (J. Lojkine); en 1983, Temas de Antropología Urbana
(González Alcantud); en 1986, Exploración de la Ciudad (Hannerz)
y Ensayos Antropológicos (O. Lewis); en 1988, Cities of the
U.S.: studies of Urban Anthropology (L. Mullings); en 1992,
Estudios de Antropología Urbana (Vv Aa, UBA-Escuela de Altos
Estudios de París) y en 1994, Antropología: una exploración de la
diversidad humana (Kotttak). Los aportes latinoamericanos despuntan
en 1986 con La Ciudad como Objeto Antropológico, de C. Herrán,
del Instituto Histórico de Buenos Aires; en 1991 y 1995: compilación de
diez estudios de antropología urbana en el sur americano (Gravano y
Güber); de diciembre de 1991 data Dinámicas Urbanas de la Cultura,
de Jesús Martín Barbero, Instituto Colombiano de Cultura; de 1992,
Eunice Durham en Brasil: La investigación antropológica con las
poblaciones urbanas: problemas y perspectivas, y Patricia Safa:
Vida urbana, heterogeneidad cultural y desigualdades sociales: el
estudio en México de los sectores populares urbanos; de 1993, Los
Imaginarios Urbanos en América Latina, de S. Téllez (Caracas), y de
1998, Teoría Social, Espacio y Ciudad, de J. L. Lezarra (Colegio
de México).
La tradición urbana en América Latina data del período clásico,
en el que surgen las más importantes ciudades del hemisferio:
Teotihuacán (la más antigua en el continente, importante centro
religioso y cultural con su apogeo entre los años 300 y 650 d.n.e.,
llegó a tener 200 000 habitantes, numerosos templos como el de
Quetzalcóatl y pirámides como las de la Luna y el Sol, todo un imperio
luego invadido por los toltecas desde el norte; Tenochtitlán, fundada en
el 1325 sobre un islote del lago, hoy Ciudad de México; y Cuzco, fundada
en el siglo xi por Manco Cápac, capital del imperio incaico a la llegada
de los españoles al Perú meridional, inició su vida moderna en 1534.
Todas se caracterizaron por planteamientos urbanísticos definidos y por
una gran concentración de población. Sin embargo, otras culturas
desarrollaron algunos centros urbanos más pequeños: los mayas (Tikal,
Copán, Quiriguá, Uxmal, Palenque), toltecas (Tula), zapotecas (Monte
Albán), pipiles (Tazumal, San Andrés, Joya del Cerén), chimúes (Chan
Chan), etc., algunas con amplias funciones religiosas.
Actualmente, en Latinoamérica cerca del 70% de sus habitantes
viven en ciudades, por lo que no es de extrañar que varias de las más
grandes del mundo se encuentren en esta región: así por ejemplo, un
total de 52 300 000 personas viven en cinco ciudades brasileñas, 35 300
000 en tres mexicanas y diez millones en dos colombianas, para un total
de 97 600 000 habitantes entre estas diez ciudades de estos tres países.
Pero si entre las dos ciudades colombianas hay diez millones de
personas, esa es la misma cifra que habita en Lima (Perú) e, incluso,
Buenos Aires (Argentina) cuenta con 13 000 000 de personas. La ciudad
más poblada del continente es México D. F. con 27 000 000 de personas, y
luego Sao Paulo, Brasil, con 25 000 000 de habitantes. En total hay 133
600 000 personas que habitan 16 ciudades de nueve países
latinoamericanos; entre ellos, el número 15 lo ocupa La Habana (única de
toda Centroamérica y el Caribe, la más poblada de toda esta región con 2
300 000 habitantes), seguida por Montevideo (Uruguay) con 2 100 000
pobladores. Los otros países implicados entre estos nueve son Chile y
Venezuela.
A lo largo de la presente monografía, se niega la posibilidad de
absolutizar la oposición supuestamente antagónica y hasta excluyente
entre ciudad y campo, pues se demuestra que las interrelaciones
históricas entre ambos implican que tal oposición no sea más que
relativa y retroalimentaria por ambas partes. En cuanto a esta diatriba
entre Antropología rural y Antropología urbana, pudiéramos explicarla,
desde el contexto del presente trabajo, por la contradicción al menos
aparente e intrínseca al dilema entre otredad y mismidad que,
históricamente, ha marcado a la Antropología.
Esto no es sino un prejuicio relativa y lamentablemente
generalizado (aún persiste) y muy peyorativo contra la Antropología
Urbana, y en rigor, facilista en sí mismo y bien exotista de la
Antropología en general, que consciente o inconscientemente, se ataba
así a una nueva modalidad de los antiguos cánones de una Antropología
por fuerza colonizadora y discriminatoria tanto contra los pueblos
colonizados, como contra sus propios pueblos por omisión de los
problemas y necesidades a atender en estos, con los que muchos de sus
antropólogos, desde sus posturas clasistas, ni siquiera se
identificaban. Acusaban al antropólogo urbano de no hacer "trabajo de
campo", sino de buró, por ser realizado en ciudades, y de ser una
solución facilista a la disminución del financiamiento para viajar.
Al margen de cualquier insuficiencia, sobre todo por carecer de
cientificidad, pues a menudo no trascendía la recopilación de
información, aunque sus aportes priman. Eran cinco rubros: danza,
música, literatura oral, artesanía y fiestas. Los Estudios Culturales
los continuaron pero con mayor rigor científico, que con su
actualización, profesionalismo integral e interdisciplinariedad con la
Antropología fue el antecedente directo de este ensayo.
Ya desde 1988, con uno o dos especialistas en cada municipio. En
el seleccionado como estudio de caso por su mayor complejidad, el grupo
municipal de Estudios Culturales contaba con los mejores expertos de las
instituciones y colaboradores, y con un cuerpo asesor de alto rigor
científico, y promovió eventos científicos (bienales desde 1989 y
anuales desde 1997) en torno a la identidad y problemáticas de estas
comunidades urbanas particularizadas y del entorno urbano en sí mismo,
con lo que comenzaron a aportar resultados con enfoque
transdisciplinario sobre las comunidades concretas que constituyen el
objeto de estudio de este trabajo (Couceiro, 2007a).
Enfocamos como comunidad ese conjunto (ni siquiera es necesario
que sea un sistema) de personas con elementos de alguna manera comunes
(pueden ser intereses, raíces, área de residencia, de visita, etc.) sin
más dogmas que miniminicen, aten ni laceren tan básico y universal
concepto (Couceiro, 2007a).
En primer lugar la Rampa, luego 12 y 23 y Malecón, así como
otras vías rápidas de comunicación local entre otros puntos locales,
aunque no debe obviarse en ninguna.
Cada historia de vida hubiera podido constituir todo un informe
de investigación o al menos, un capítulo. Pero más trascendente se
consideró aportar la integralidad de los resultados de 20 años de
trabajo de campo que impiden perder precisión y que aquí se expone, pues
solo en este conjunto se puede apuntar a las primeras generalidades para
una Antropología Urbana cubana, objeto de este libro. El hecho respetado
de quienes optaron por el anonimato es también en sí mismo información
para inferencias y deducciones.
Método que consiste en escribir la historia del presente al
pasado y que aprendí del doctor Rolando Zamora, del Centro de
Investigación de la Cultura Cubana "Juan Marinello" en los años noventa.
En ocasiones con tormentas de ideas que promovieran la polémica.
El río Almendares era llamado Casiguaguas por los precolombinos
en alusión a la legendaria figura de la madre que prefirió ahogarse
junto a sus hijos antes que ser esclavizada por los conquistadores
españoles, valorada como la primera rebelde cubana. La cueva de Taganana
ha llegado a la actualidad a través de la novela de ese nombre del
pinareño Cecilio Villaverde, leyenda de descendientes locales de
indocubanos (siglo XVIII) entremezclada con raíces homónimas de Islas
Canarias.
Esto es: Bosque de La Habana, río, costas y otros accidentes
naturales, cuya trascendencia a la identidad y cultura local será más
patente a lo largo del estudio de la dimensión diacrónica, pero también
de la sincrónica.
Ello emana, entre otros, de las historias de vida de María de
los Ángeles Valdés Ovide y Rubén López Hernández, ceramistas de origen
canario de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas tradicionales en
el reparto Rebollo de El Carmelo, que se han remontado al menos a los
siglos XV y XVI en busca de nuestras más genuinas raíces en estas y
otras comunidades cubanas; del mismo reparto, la puesta en escena de
Una gota de río (por el grupo de teatro comunitario Los Ruandy's,
sobre la investigación Trascendencia precolombina para la cultura
ecológica cubana contemporánea, [Couceiro y Perera, 1999]) obtuvo
para la Dirección Municipal de Cultura del municipio Plaza de la
Revolución el 1er. Premio del Festival de Identidad de la Ciudad de La
Habana en octubre de 1999, al recrear la vigencia integral de los más
diversos aspectos culturales precolombinos. García Molina en la
Biblioteca Nacional "José Martí", el Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas del Ministerio de Ciencias, Tecnología y
Medio Ambiente, la Universidad de La Habana sobre todo con el Museo
Antropológico "Montané" y la Fundación "Fernando Ortiz", entre otras
tantas instituciones en La Plaza, el Vedado o la Rampa, han incluido en
sus intereses las culturas precolombinas cubanas, además de otros
investigadores, artistas e interesados en el tema que no trabajan ni
estudian en el territorio, pero sí residen (o han residido o proyectan
residir) en él o por diversas razones lo frecuentan. No obstante, con
todo ello, el entorno ambiental es más determinante en la identidad de
estas comunidades objeto de estudio que estas raíces precolombinas.
Ya entonces comenzaron a denominar como Pueblo Viejo a esta
primera comunidad colonial, mientras ellos en la bahía se llamaban a sí
mismos Pueblo Nuevo, en rompimiento mismidad-otredad (que de alguna
manera veremos adecuarse en el tiempo hasta la actualidad) que ya
implicaba identidades comunitarias.
La Zanja Real ahorraba el transporte del agua potable por
chalupas del río a la villa, y abastecía la guarnición, el vecindario,
sembrados, animales y trapiches.
Desde antes que los españoles llegaran a América en 1492, ya
Portugal hacía suyas las costas africanas. De finales del siglo XVI data
la canaria Catalina con el ingenio San Diego en Puentes Grandes (justo
por las inmediaciones del río) donde en 1726 serían famosos tres molinos
de tabaco de polvo rapé (prácticamente exclusivos en Cuba junto a los de
Matanzas), que desde 1796, se trasladarían por el río y la zanja, a
donde entre 1834 y 1837, se construiría la quinta de recreo de los
capitanes generales, a la que legaron el nombre popular de Quinta de los
Molinos.
Nace en Stridon, Eslovenia, 347-420, patrono de Nápoles en
Italia, uno de los "Doctores de la Ley", traductor de la Biblia al latín
y considerado el más sabio de los padres latinos. Fue en su día cuando
al obispo Armendáriz legó su imagen, que en verdad era de San Agustín,
según testimonios de Mariluz Samper y Gadiel Fernando Hernández.
El nombre hispano popular dado al río desde inicios del siglo
XVI, fue La Chorrera, al servir de regadío local y por sus saltos de
agua, que fue sustituido más adelante por el de Almendares, sin embargo,
quedó tradicionalmente por fuerza de la cultura popular para designar el
caserío derivado del Pueblo Viejo hacia la desembocadura del río, y al
mismo torreón de Santa Dorotea de la Luna (1638) que desde entonces se
conocerían respectivamente como caserío (hoy comunidad o barrio) y
torreón de La Chorrera, donde los personajes característicos serían
respectivamente el pescador y el soldado, incluso, en un imaginario
popular vigente, a pesar del desuso.
Sobre todo caña de azúcar (oriunda de la India llega a Cuba por
La Española, hoy República Dominicana y Haití), tabaco y frutos menores.
Medina, 2002. Inglés y al extremo sur central, donde con la
ulterior Quinta de Jústiz de Santa Ana deja huellas en la toponimia
local (calles Factor y Santa Ana), y anteceden al barrio de terrenos de
Peñalver, donde en 1843 estaría el segundo cementerio del Cerro o
cementerio colonial de Puentes Grandes.
Derivado a mediados del siglo XVIII, del ingenio azucarero
homónimo que aquí aprovechaba las aguas de la Zanja Real.
Se originó por el Castillo del Príncipe San Carlos (1779) que se
ubicó sobre esta loma para buscar altura como resultado de la incidencia
francesa tras la toma de La Habana por los ingleses en 1762. Entre sus
hijos más universales, nació aquí en 1888 el ajedrecista José Raúl
Capablanca, que mantuvo estrecha retroalimentación con estas comunidades
donde el ajedrez fue y aún es tradicional identidad popular.
Lugar importante de comunicaciones por implicar uno de los
principales caminos extramuros paralelo al sureño Cerro para finalizar
al oeste en el Paso de la Madama (en los terrenos del marqués de Las
Torres y de don Federico Kohly), que daba al río en el Nuevo Vedado
actual. Un centenar de viviendas agrupadas en las laderas del Castillo
del Príncipe poblaba San Antonio Chiquito.
Estas comunidades, que entre los siglos XVI y XIX fueron
categorizadas como "poblados" o "caseríos", no tenían sino su propio
interés económico, muy local, de autoconsumo, sin otra función relativa
a la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana que la de abastecerla
de agua potable y recursos maderables (riquezas que, lamentablemente,
fueron casi reducidas a lo que hoy resta del bosque de La Habana) y
apoyar desde la estratégica desembocadura del río, la defensa militar de
la boca de la bahía, sobre todo, desde 1642 con el torreón de Santa
Dorotea de la Luna.
Dadas las funciones que hemos visto y la navegación por el río y
la costa, proliferaban esclavos, vegueros, calafates, constructores de
barcos y otros afines; buscadores de metales preciosos y aventureros,
pescadores, leñadores, ganaderos, zapateros, albañiles, plateros,
curtidores, escribanos, soldados, músicos...
Algunas de tales tradiciones, retomadas y transculturadas desde
los precolombinos en su adaptación al entorno ecológico y en el
desarrollo gradual de artes y oficios en el territorio, otras del
medioevo europeo y de nuestras más encontradas raíces. Pasajeros y
tripulantes de cuanta navegación llegara a las márgenes de La Chorrera,
recibían el avituallamiento necesario y opciones de hospedaje. Todos
ellos constituyen la base sobre la cual, durante estos siglos, se
transculturaba aquí hacia la nacionalidad cubana.
Puentes Grandes, Aldecoa, San Antonio Chiquito, La Ciénaga, el
Príncipe, la Quinta... Ya a la sazón, el Cerro inmediato hacia el
sureste fructificaba como el primer barrio extramuros de la sacarocracia
cubana en sus diversos estratos (1809-1850) y sus frutos precisamente
buscaban estas costas para su más feliz reproducción.
A partir de ingenios azucareros, hatos y mercedes o haciendas
como la de Peñalver, que aprovechaban la Zanja Real desde el río hacia
la villa en la bahía, al este.
Primero el Pueblo Viejo, luego Bongo y Gavilán, La Playa y La
Chorrera, debidos a la costa y el río.
El torreón de La Chorrera y el Castillo del Príncipe, la Quinta
de los Molinos y el paradero de La Ciénaga.
Hijos legítimos del Cerro, arquitectónica y socialmente, con el
neoclasicismo de los revolucionarios franceses y las rejas, verjas y
vitrales de la industria inglesa cada vez más finos y elaborados.
Criollos pudientes e intelectuales como, por ejemplo, el conde de Pozos
Dulces, fundador del Vedado, y el doctor Emilio Núñez Villavicencio, con
el hospital Nuestra Señora de las Mercedes (hoy Fajardo, pero donde está
la heladería Coppelia en L y 23), entre otros.
Tal era el racionalismo francés e inglés que incluso medía el
ángulo de 45° de los vientos alisios sobre las nuevas barriadas mediante
el tipo de árboles que las identificaban, para que la brisa costera
barriera la suciedad; imperaban la cuadrícula regular perfecta y la
nominación por números —desde el Prado hoy calle Paseo hacia el río al
oeste en El Carmelo— y letras —en lo que resta para el ulterior Vedado
hacia el este—, entre otros elementos racionalistas.
Familia del conde de Pozos Dulces.
Primera arteria local de desarrollo urbano y vida social, era
protagonista para toda La Habana al valorar los pujantes barrios de El
Carmelo y el Vedado. No es casual que en 1901, Línea acogiera el primer
tranvía eléctrico Vedado-San Juan de Dios, con una planta eléctrica en
las inmediaciones. Sucede supuestamente a la avenida del Cerro, pero
también habría que considerar otras como la calzada de Jesús del Monte
(actual Diez de Octubre) y en nuestro propio territorio municipal, la
avenida de Carlos III, antes paseo de Tacón y antes, Camino Militar.
Ciertos los ancestros de la calle Línea a inicios de la colonización en
la comunicación con el río (en tal caso, antecede a la calzada del
Cerro), pero todo ello son aportes para la polémica.
Carmen es nombre español de origen árabe que significa jardín al
margen de otras acepciones como "viña". En cuanto a la santa Biblia
(Libro Primero de los Reyes: 8;19-46; Libro Segundo de los Reyes: 2;12,
25) el histórico monte Carmelo da al puerto de Haifa entre el llano de
Sarón y el valle en aquella Philistea (Palestina), actual Israel, donde
siglos después la virgen ayudaría a los cruzados, y en resumen, explica
el nombre de esta barriada costera al río y la jardinería que aporta y
reina en tal comunidad urbana. No por casualidad, sus procesiones
locales eran marinas, a través de esta costa. Entre sus fiestas
tradicionales se destacó el Santo Entierro en el siglo XX, atendido por
los dominicos.
Entonces avenida del Prado o paseo del Prado, luego avenida de
los Alcaldes, a partir de la cual se había parcelado antes El Carmelo
hacia el río, división histórica natural entre ambas barriadas.
En la misma esquina de 11 y C, un edificio conserva, tal vez
fortuita pero afortunadamente, el nombre de Pozos Dulces, extendido a
otro en Línea y 4, a una calle de La Pera (a cuyo extremo sur se acerca
la Logia Masónica también homónima en el Cerro limítrofe) y al parque
que da la bienvenida al Vedado, en Línea y K.
El lugar donde hoy radica la escalinata de la Universidad de La
Habana se conocía así, porque allí los militares realizaban las
prácticas de tiro.
No lo logró, sin dudas, por la competencia antecesora del hotel
Trotcha, la casa de Arana, a orillas del río, excepto por uno de los
platos originarios locales, el arroz con pollo a la chorrera.
Tales como la casa jardín de la familia Loynaz del Castillo, de
inicios del siglo XX, en Línea y 16.
He aquí otro ejemplo del rescate de la memoria histórica
colectiva a partir de las historias de vida: la leyenda y el imaginario
popular señalan otra supuesta casa del doctor Finlay en el reparto
Rebollo, dato a verificar científicamente. No en balde, la iglesia del
Carmen (1929), abre desde lo alto de Infanta sus brazos, por encima de
la Rampa y del Vedado, hacia un Carmelo que, a la sazón, y a pesar de
ser el primero, era devorado por el más promovido y tradicional nombre
del Vedado.
En el actual municipio en estudio pero hacia el sur, en La Rosa,
estuvo la primera cancha de tenis de Cuba, surgida por influencia
alemana entre 1889 y 1890, allí donde los tulipanes florecían cultivados
por holandeses (calle Tulipán); pero aún en el siglo XIX fue
definitivamente sustituida por las canchas de tenis en esta costa
norteña en Calzada y Paseo, y se promovió en 1912 la construcción del
Vedado Tennis Club, en Calzada y 12. Al este, hacia H y 9na. (hoy
hospital Maternidad de Línea), el Club Habana mostraba todavía el primer
terreno de pelota en Cuba, bastión independentista desde la Tregua
Fecunda. Ambos deportes venían de Estados Unidos junto con los múltiples
cubanos que regresaban del exilio.
En Línea y B, Calzada y B y por todo el Vedado (sobre todo, las
de esta primera etapa de entre siglos, por Línea y sus paralelas
inmediatas, fundamentalmente Calzada y 11, luego por 17 y sus
inmediaciones) se detectan múltiples ejemplos.
El de Sopeña data de 1899 con mayoría de blancos, y el del
Blúmer Caliente, de 1901, en el que priman negros y mestizos; ambos
radican en 15 entre 22 y 24, Extensión de El Carmelo, entre otros
muchos.
El recinto universitario solo conservaría la Cátedra de
Antropología y Ejercicios Antropométricos fundada en 1889 en la entonces
Pirotecnia Militar, primer criterio museográfico en Cuba. Por su valor
protagonista como punto referencial, el barrio empieza a conocerse como
barrio de la Universidad, al que se abre la escalinata con el Alma Máter
en la cima desde la tercera década del siglo XX.
Desde la colonia, con los Puentes Grandes al sur, el Paso de la
Madama desde el barrio de Las Torres del actual Nuevo Vedado al centro y
El Pote (puente) de Ibáñez (1886) antecedente del actual puente de
hierro, al norte.
Al margen del exclusivismo autorreconocido, no desaprovechó
talentos deportivos negros y mestizos como Carreras; Ramiro González, el
Gordo; y G. Jorges.
Los Guajiros (1921), Los Chinos, La Gitana, Campamento gitano,
La gitana contrabandista, La múcura colombiana, etc., además de Los
Vedadistas (1923).
Fue un admirable trabajo de ingeniería de la Frederick Snare
Corporation. En tal espacio pudieron construir el diamante de beisbol
una pista de track de 400 metros y una glorieta de madera para 2 500
espectadores, obras inauguradas con el Campeonato Nacional de Amateurs
de 1925.
No obstante, se han referido las mayores penetraciones entre
Paseo y C, en zonas ocupadas en general. Hacia 1930, el Malecón era la
avenida del Maine entre 23 y N, y la avenida Pi y Margall entre N y G, y
solo en los cincuenta, se extendería hasta La Chorrera.
En virtud de ello, la Unión de Jóvenes Comunistas, al frente de
El Castillito, le pidió al autor del presente ensayo una recreación
escénica con vistas a la programación de verano del 1994 que partiera de
la identidad local, lo cual escenificó el grupo de teatro comunitario
Los Ruandy's, con el título de "El elefante blanco de lo vedado".
Templo pentecostal en 26 y 17, evangelistas en 16 entre 17 y 19,
sectas como los Testigos de Jehová, entre los más humildes, a manera de
ejemplo.
El hotel Trotcha perdió su esplendor y comenzó a deteriorarse
desde la tercera década del siglo XX en vísperas del crack
bancario, devino casa de inquilinato y fue sumido en el abandono y el
olvido; con la Revolución y las migraciones empeoró, así como con
diversos fuegos accidentales. Otros inmuebles han sido felizmente
salvados, pero ello resulta casi excepcional: por ejemplo, la mansión
que en marzo de 1921, Manuel Campa construyó para su hija Angélica, en
23 no. 664 entre D y E, que en la actualidad se reconstruye como Casa
del Vedado (entrevista con María Elena Roche, Isis Fernández y Sonia
Real, respectivamente promotora cultural hoy directora; conservadora y
administradora; enero 2006) y refleja la gestión estatal, en este caso
de la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal; o particular,
como ocurre con la casa situada en 14 no. 258 entre 17 y 19 que desde
1997 dos hermanas santaclareñas Maricela y Milagros Cruz Suárez,
adquirieron y, hoy residentes en Europa, han reunido fondos para una
adecuada reconstrucción que salva el patrimonio local; ejemplo feliz,
aunque es inusual la confluencia entre finanzas y cultura, que en otros
casos se han enfrentado de forma casi excluyente y hasta agresiva.
Por ejemplo, 15 y 24, Sumesa en 16 entre 13 y 11, o el de 17 y
K, donde antes estaba la residencia de la viuda de H. Upmann
Las teresianas en la esquina de las calles 17 y 12; los jesuitas
en la de 13 y B con los aportes del padre fray León a la pedagogía
cubana—, los maristas en Peñalver al sur, donde también está el Centro
Teosófico y más reciente, la capilla de Cristo Rey; las dominicas
americanas y las francesas en Calzada y D, y en 13 y G, respectivamente;
las Hermanas Católicas en 27 entre L y M; el Seminario Católico del
Sagrado Corazón y la Iglesia de San José en La Pera; las catalinas en
Hidalgo y en Medina sur, la Conjuración de religiosas en el barrio de la
Universidad; Jesús Obrero en el Fanguito...
Esta información fue obtenida de la historia de vida de María
Olivia Valdés.
De todas formas, ya la Rampa era antecedida con construcciones
como la casa de Fausto Menocal (1921) en N y 25, adaptada originalmente
sobre el promontorio rocoso; el edificio Alaska (1925) y al
frente, la Funeraria Caballero; el hotel Nacional (1930); el primer
"rascacielos cubano": el López Serrano (1931) y al frente, el Obelisco
dedicado a los chinos que lucharon por la independencia de Cuba
(1931-1946), así como en las inmediaciones costeras, quizás el pionero
de todos: el monumento al acorazado Maine (1915).
Aunque Nuevo Vedado trazaba con todo esplendor su aspiración a
una universidad y un cine Acapulco que era único en América, y es un
reparto que se reconoce como "museo de arquitectura moderna".
Así se destaca una gran variedad de iglesias y cultos, la sede
de la Comunidad Hebrea de Cuba con su sinagoga asquenazi, y también la
sefardita y otras ya desaparecidas, el templo hinduista y los Ba'hai, la
Unión Francesa de Cuba, un grupo municipal de canarios, y un largo
etcétera que refleja la multietnicidad en transculturación más compleja
que ni siquiera así abarca toda la riqueza étnica local, pues no siempre
están reconocidos con sedes en este territorio.
El crecimiento mecánico exterior, antes creciente, fue
deficitario con el tiempo, lo cual no ha eliminado las influencias
internacionales típicas de nuestro cosmopolitismo no solo por los medios
de comunicación masiva, con sede fundamental en estas comunidades, sino
por los visitantes extranjeros más variados, a partir, sobre todo, de la
importante concentración hotelera y otros atractivos para el turista más
diverso. El crecimiento se debe al mecánico interior (incluye quienes
asumen el área como trampolín al extranjero y, por tanto, son
irregulares individualmente, aunque sistemáticas y tradicionales
corrientes) sin crecimiento natural, por lo que suele primar el
decrecimiento. La Plaza ya no es el eje rector habanero, pues la ciudad
crece hacia la periferia y por la costa oriental; pero nos identifica
ante todo el orbe, por su connotación política, aunque su nombre sea el
topónimo menos tradicional y de menos identificación en tanto comunidad.
Al estudiar los fiambres estatales (frituras y otros, y sobre
todo los refrescos gaseados) se reveló que estas comunidades, las más
metropolitanas del país, sufren escasez en estos servicios y, además,
peor calidad, en comparación, por ejemplo con Centro Habana, La Habana
Vieja y algunas comunidades de Lisa.
Es triste comprobar que hay familias que incentivan, piden y
orientan a sus hijos y hermanos que se casen con extranjeros o personas
en posición de viajar (si por prostitución entendemos el favor sexual en
aras de prebendas económicas o materiales, hela aquí), o que "se queden"
fuera del país, sin mayor preocupación por los trabajos y carestías que
esta persona sufre lejos de los suyos, todo lo cual empeora si se trata
de familias que mientras tanto, proclaman, con toda hipocresía (ya no
cuestionada como antivalor, pues las virtudes tradicionales empiezan a
parecer "aburridas"), una imagen política en favor del gobierno cubano,
imagen de la que a menudo viven y adquieren posición social, sin
resistir, tolerar ni enfrentar el menor cuestionamiento. A veces, esta
constituye una infeliz salida para alejar a aquellos miembros de la
familia que por diversos motivos y prejuicios no pueden ostentar en Cuba
(caso típico cuando son homosexuales, por homofobia), y con los que
desde el extranjero, de paso, esperan lucrar más cómodamente en nuestro
país.
A veces hasta plantean compartirlas con su personaje negativo,
todo ello de gran interés también para una Antropología del Arte en
interrelación con la Antropología Urbana.
Más valorada por el papel para otras necesidades cotidianas, que
por la lectura de noticias a menudo repetitivas en relación con la TV,
la radio o consigo misma o, en última instancia, para ambas funciones.
En contraposición, hay descendientes de inmigrantes e, incluso,
inmigrantes con un determinado nivel de adaptación al nuevo contexto,
que se interesan o integran y defienden mejor los valores de su propia
comunidad urbana que muchos nativos, quienes ignoran la trascendencia de
la cotidianidad y, precisamente por ello, no valoran ni se interesan por
su entorno, como también hay nativos fervientes defensores de su
"pequeña patria". De aquí la importancia del sujeto en cuanto al tema
que nos ocupa, en el cual la sensibilidad desempeña un papel
protagónico.
Esto no excluye la dialéctica entre cultura familiar y
comunitaria, y entre cultura comunitaria y popular cuando se enriquecen
mutuamente, sino que matiza el hecho de que esto no ocurre mecánica ni
forzosamente y, a veces, lejos de enriquecerse, se empobrece en la
interacción. Las historias de vida vuelven a ser fuente para estos
análisis, aunque en este particular también fue importante la
observación participante en todos y cada uno de los casos.
Couceiro y Perera: Estudio comparativo sobre las principales
problemáticas familiares en el occidente cubano, 1993. Tal estudio
incluyó las diferencias existentes en cuanto a familia entre las
diversas barriadas del municipio Plaza de la Revolución, en tanto valor
de identidad local y su comparación con el central España Republicana en
el matancero municipio de Perico.
Es inevitable el tema de los medios de comunicación masiva en
cualquier estudio contemporáneo, más si de Antropología urbana se trata.
Como dijera Alfredo Guevara, es una época en que se piensa según los
medios... o casi.
Couceiro y Perera: Introducción a la demografía para los
estudios de identidad comunitaria en el municipio Plaza de la
Revolución, 1998. Única monografía integral especializada sobre el tema,
para la cual se contó con el concurso del Centro de Estudios
Demográficos de la Universidad de La Habana, los Comités Municipal y
Provincial de Estadísticas, Recursos Laborales, Educación, etc.
Metodológicamente se imponen reservas (margen de error) por las
insuficiencias y, a veces, prejuicios en las mismas fuentes informantes
y encuestadores.
Samuel Furé Davis: Una visión de la juventud y la cultura
popular en Cuba contemporánea, 1999. Absolutizan el color de piel sobre
la cultura y humanidad del sujeto; siempre enfatizo las diferencias
entre el racismo cubano y el estadounidense, menos traumático el caso de
Cuba donde, por fortuna y lógicamente, su importación no promete
perspectivas.
Por solo citar algunos que se evidencian en las comunidades en
estudio: los adoquines belgas, los tulipanes holandeses, lo portugués,
lo hinduista, lo iraní, lo francés, lo italiano y lo norteamericano ya
referido en el análisis de la dimensión diacrónica, y por supuesto, lo
hebreo tanto asquenazi como sefardí, lo chino, lo árabe y toda la
diversidad implícita tanto en las hispanidades como en las africanías.
Por supuesto, aquí las historias de vida solían reclamar el
anonimato y la guía de observación llegó a ser instrumento rector, sobre
todo, cuando no estaban legalizados, con todo el abanico de casos que
entonces se devela. Sus intereses casi siempre son personales o de
familiares muy allegados, materiales y económicos, así como salidas del
país y sistematización de contactos con el exterior.
Afectaciones constructivas en inmuebles y su entorno incluida
propaganda que, a menudo, destruye valores y patrimonio local, por
ejemplo, entre los efectos negativos.
Es relativa la homogeneidad de la barriada que se subdivide (y,
en consecuencia, multiplica su identidad) en zonas y focos que, a su
vez, tampoco son del todo homogéneos, como demuestran las historias de
vida y que a la luz de la Antropología Urbana, se potencian aún más con
el imaginario popular en una dinámica muy propia entre imagen e
identidad, que permite por otra parte, rescatar la memoria colectiva
trasmitida de generación a generación, a menudo contra el imaginario
impuesto desde el exterior de cada comunidad o, a veces, en interacción
con él.
Esta misma información se analiza con más profundidad en:
Couceiro y Perera Introducción a la demografía para los estudios de
identidad comunitaria en el municipio Plaza de la Revolución, 1998.
Couceiro: "No todo libro es amigo". En: Boletín Cultural El
Almendares, julio-agosto 2007, Dirección Municipal de Cultura Plaza
de la Revolución. Análisis crítico del libro El Vedado 1850-1940: de
monte a reparto, del chileno Jorge Pávez Ojeda, ejemplo cimero de
esta problemática para estas comunidades objeto de estudio.
Coincido con el doctor Orlando Tajonera al cuestionarse la
clasificación en vías formales y no formales: toda vía tiene forma y
contenido, extensivo a otros abusos del adjetivo formal, y de otros.
En cuanto a por qué ha aumentado su visibilidad el 20% lo
adjudica a la existencia de menos tabúes sociales; el 19% a una mayor
aceptación; el 15% a condiciones económicas; el 13% a problemas de
educación, corrupción y pérdida de valores; el 10% a influencias
extranjeras y el turismo; el 8% a la pérdida del miedo a la
discriminación; el 6% al aumento de la libertad sexual; el 5% a que es
una moda, y el 4% a los medios de difusión masiva. Dentro del 12% de las
opiniones más negativas y anticientíficas, no faltaron jóvenes
universitarios, lo que demuestra que estas polémicas no están limitadas
por generaciones ni nivel escolar. Vale agregar que el protagonismo
entre las áreas objeto de esta investigación fueron la Rampa y el
Vedado... esto es, justo las comunidades que ahora nos ocupan.
Hay casos en el municipio tan históricos y representativos como
el del Caballero de París, que provocaba las más diversas actitudes;
pero hubo una "marquesa" en los Baños del Vedado y otra en el barrio
liminal del Sagrado Corazón a San Antonio Chiquito, revividos por la
memoria histórica colectiva, y en la Extensión del Carmelo, en los años
sesenta y setenta, el de "Raulito, el guagüero" o "Raulito, el chofer"
(desde 17 entre 20 y 22 por todos los alrededores, hijo del barbero
local, "isleño" —canario—), y en la última década del siglo XX el triste
caso del anciano Sergio Betancourt, quien tras enviudar era
vilipendiado, no obstante haber sido siempre un buen vecino. Una figura
pública de tanto valor y respeto como la mezzosoprano de trascendencia
internacional Alba Marina fue también agredida por ciertas supuestas
incoherencias al igual que otras figuras cimeras de la intelectualidad,
cuando llegan a tal estado. En estos primeros años del siglo XXI
hallamos "el médico militar" en la esquina de las avenidas G y 23, y
Manolito en 12 y 23, entre otros más dispersos por el territorio,
incluidos los llamados "buzos" de los latones de basura. En estas burlas
y agresiones no faltan los apodos y nombretes, frecuentemente
despectivos, los cuales trascienden estos ejemplos a muchos otros
contextos sociales como seudocultura contra el prójimo, bajo los más
diversos pretextos y en aras del egocentrismo patológico del ofensor,
más triste aún cuando se generaliza entre niños con sus correspondientes
riñas callejeras en las esquinas (también entre adultos), y en el propio
seno familiar. Casos similares se han dado por el alcoholismo (en mucho
menor grado de visibilidad la droga, con repercusión más discreta por lo
prohibido) que el entorno comunitario no solo repele, sino que hay
ejemplos de incomprensión ante esta enfermedad, y franco abuso. Lo peor
del alcoholismo, además de todos los problemas que ocasiona en su
entorno familiar y comunitario, es la inducción e iniciación de los más
jóvenes, incluso niños, en tan dañino y conflictivo vicio. En el caso
del tabaquismo, mucho más generalizado y aceptado por los demás,
produce, sin embargo, justo conflicto por algunos obligados a devenir
fumadores pasivos, sobre todo, en determinados espacios cerrados, a
partir fundamentalmente de las leyes dictadas para proteger a la
sociedad de los perjuicios de la nicotina ajena y del tabaquismo, en
general, en el que lamentablemente, también se induce e inician jóvenes
y niños, sobre la base de equívocos dogmas y prejuicios sociales, como
una falsa elegancia o sexualidad, o relajación, por ejemplo.
También se ha ratificado con otras técnicas antropológicas como
la observación participante y comprobado estos juegos de agresión al
entorno y en particular contra las diversas especies de animales en la
formación de personalidades delictivas y otras patologías sociales.
Solo excepcionalmente se asume el tema en las historias de vida,
tal vez, por alguna antigua víctima de estas relaciones.
Este estudio ha detectado el manejo incorrecto de la bandera
nacional, incluso en instituciones de representatividad gubernamental y
en la misma vía pública, entre otras irregularidades que violan la ley.
Otro tanto ocurre con el escudo y el himno, y con otros símbolos,
también locales.
Malecón, 12 y 23, y las vías rápidas de comunicación.
Tal es el caso, a menos de diez metros entre sí, del solar de
los Chala o de Guillermina en 15 no. 1307 y el de Sopeña, en 15 no.
1311, acera donde es posible referirse a otras identidades. Estos
solares se conocen por los nombres de las familias tradicionales que más
los han distinguido, mulata y negra la primera, blanca la segunda, pero
la diversidad racial está presente en ambos. En el solar de los Chala,
conocido más recientemente como del Blúmer Caliente, escasean los
blancos, pero siempre los ha habido, aunque han sido los que menos se
han hecho notar en la imagen conflictiva que ha generado en las últimas
décadas tal solar, que solo ahora está mejorando sus condiciones de
salubridad. También ha aportado buenos ciudadanos y profesionales
negros, mestizos y blancos, al igual que el otro, en cuya historia la
familia más conflictiva fue la de Silvia, despectivamente llamada por
algunos vecinos "la cochina", blanca (cabellos y ojos oscuros), de
ascendencia rural, con numerosa prole, que abandonó el país en 1980,
pero aún vive en la memoria histórica de la comunidad a pesar de la
indiscriminada migración en tal zona de la Extensión del Carmelo.
Término castellanizado de la cerveza tipo Laguer.
Cuerpo de Vigilancia y Protección.
Nótese la trascendencia que alcanzan, incluso como cascos
históricos locales, y la definición que logran entre barriadas (Anexo
2).
Zonas generadas por el pasaje Kohly en el barrio del cementerio
o de Colón; Julia Borges, en La Portuguesa; Crecherie y Montero Sánchez,
en la comunidad de 12 y 23; el pasaje San Antonio Chiquito, en el
reparto homónimo; el pasaje H. Upmann, en el barrio de la Universidad;
Arcos en Medina; el Hueco, en Rebollo; el pasaje de A y B a 30, en las
alturas de El Fanguito; Herradura, en Nuevo Vedado, etcétera. No pocos
de ellos son o están en el casco histórico local: Julia Borges, el
pasaje San Antonio, el H. Upmann, Arcos...; no por casualidad, pues,
felizmente, quedan como remanentes de los orígenes y raíces locales.
Como demuestran áreas inmediatas a la propia Plaza o Puentes
Grandes en su urbanismo a partir de la Calzada Real de Puentes Grandes y
numerosos focos en el Vedado y la Rampa.
Tal es el caso del dominico español Reginaldo Sánchez del
Carmelo, que pervive en la memoria histórica local más allá del busto
que varios entre las nuevas generaciones y, sobre todo los inmigrantes,
desconocen, pero que ha devenido leyenda tradicional local del
imaginario popular junto a la que llaman iglesia del Derrumbe que
proyectaba como la mayor de Cuba y, en realidad, nunca se derrumbó, sino
que no se concluyó a pesar de los esfuerzos de este fraile, reconocido
por todos como un buen hombre.
Me adscribo al criterio del profesor Sudah Yehuda Shaheb, de la
Universidad Brusel de Londres, 1999.
Antes de 1959, Buró de Represión de Actividades Comunistas, que
realmente no era este.
Los términos consejo y concejo son homófonos e, incluso, tienen
acepciones similares, pues el primero se usa para nominar diferentes
órganos colegiados con la función de informar al gobierno o a la
administración sobre determinadas materias y también como el órgano
superior de gobierno que asistía al rey en la administración del reino y
para impartir justicia, mientras que el segundo equivale a ayuntamiento
o municipio. Aunque durante la República Mediatizada fue común en Cuba
el uso de las palabras concejo y concejal —al igual que en España y
algunos países hispanoamericanos— hoy se ha generalizado consejo,
término que se emplea en este texto.
La capilla Santa Rosa de Lima, representativa del reparto San
Antonio Chiquito, ha sido recientemente rescatada por la Iglesia
católica.
La iglesia greco-rusa ortodoxa en La Portuguesa se rescató como
sede del grupo de teatro infantil y juvenil Buendía; otras instituciones
religiosas total o parcialmente han sido adaptadas para escuelas, como
La Salle (13 y B), las teresianas (12 y 17), las carmelitas (20 y 13),
las catalinas (A y 23), los maristas hoy politécnico "Osvaldo Herrera"
en el barrio de Peñalver (Boyeros hacia Ayestarán) y algunos otros.
Plaza de la Revolución, Playa, Cerro y Marianao. Se tuvo que
salvar el patrimonio de Puentes Grandes apenas iniciados los Estudios
Culturales en el municipio, con un hito logrado en marzo de 1997 al
sesionar aquí el V Simposio Territorial de Estudios Culturales Plaza de
la Revolución para el que convocamos justamente a los restantes
municipios aludidos, con disímiles respuestas: el consejo popular
implícito de Playa es el que mejor ha respondido siempre, incluso,
cuando revitalizamos la fiesta patronal de San Jerónimo de Puentes
Grandes al iniciar la última década del siglo xx; ya hoy es por todos
reconocido el topónimo Puentes Grandes, y es el nombre del consejo. Sin
embargo, ahora (por la mala división entre consejos y la improvisación y
uso inadecuado de los topónimos) es el que se abusa por todo el sur
municipal y parte del centro de Nuevo Vedado e, incluso, Aldecoa, que
solo reconocen sus propios pobladores, amenazados en su identidad por el
entorno aplastante y los "promotores" ajenos a ella. En marzo del 2004,
el VII Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura de Plaza de la
Revolución, sesionó en Aldecoa, justo para promover la identidad local
de esta comunidad tan amenazada.
Una acción para revalidar estas identidades patrimoniales
comunitarias fue el IX Simposio Territorial de Estudios Culturales y
VIII Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura, celebrado aquí
el jueves de la Semana de la Cultura, en marzo del 2005.
Los prejuicios contra el sector social que aupó inicialmente
Nuevo Vedado lo han hecho devenir zona de silencio, como tal en
ocasiones más marginada al sobredimensionarse la atención a los otrora
marginados. Con vistas al reconocimiento y promoción de su valioso
patrimonio local, se celebró en su mismo corazón (cine y parque
Acapulco) en marzo del 2003, el VIII Simposio Territorial de Estudios
Culturales y VI Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura. Se
venció el populista intento de "dotar a Nuevo Vedado de cultura popular"
mediante una comparsa absolutamente impostada y ajena, con elementos
todos foráneos, que ignoraba y subvaloraba la cultura doméstica no menos
importante, tradicional, patrimonial y popular que lo ha identificado
históricamente desde sus raíces.
Las investigaciones han definido Peñalver, Hidalgo y Factor;
pero ajenos todavía al surgir la Peña de (Rigoberto) Mitjans, este
prefiere el nombre bantú Munanzo Munanzo ("casa sobre casa"), aunque
tuviera que importar de Lawton o de Camagüey, y los palenques con ópera
se abren al turismo donde nunca los hubo, en tanto las romerías (en este
caso, de los catalanes) raigales e identitarias y las retretas de los
parques siguen ignoradas por quienes debieran ser sus promotores, salvo
loables excepciones como la retreta en los jardines del teatro Mella en
octubre de 1999, por el investigador autor de este trabajo junto a Luz
Milián y Amparo Bello (especialistas del teatro), Patricia González
(promotora del consejo Vedado-Malecón) y Xiomara Leyva, presidenta de
dicho consejo, para revitalizar el Día del Árbol, allí donde en 1904,
comenzó en Cuba; y la de mayo del 2000, por el mismo equipo, para
revalidar la Fiesta de las Flores; así como el 19 de agosto del 2007 en
el parque de El Carmelo por la Asociación de Combatientes, en homenaje
al natalicio de José Ramón Rodríguez López, reconocido como patriota
insigne del municipio, retreta que tuvo lugar en el parque de El Carmelo
(13 y 16) frente a su casa natal y que, al igual que las anteriores,
obtuvieron muy felices resultados en la revalidación de las mejores
tradiciones locales.
En vez de revitalizar su añorada procesión como fiesta patronal
famosa en toda La Habana o alentar al vecindario que ama el futbol,
incluso el femenino, a integrar sus propios equipos que en esa misma
fiesta los identificó pioneros en Cuba, se les ha enviado la comparsa de
la FEU o se les invita a ver los juegos de fútbol del Inder municipal,
soluciones más fáciles aunque ajenas a la comunidad.
González Alcantud y otros antropólogos urbanos enfatizan
también, paralelamente, en estos aspectos, imposibles de obviar.
Abuso dado no solo por diferencias de sexo, edad, tamaño,
fortaleza o cuantía entre contrincantes sino también por la formación,
perspectivas y motivaciones de cada uno, los que provocan la pelea y
obligan a ella, incluso, por imagen social y falso concepto de la
hombría que degenera guapería (siempre abusadora y cobarde) y ocultación
de la verdad en detrimento de la justicia, a quienes tienen otros
intereses y, por tanto, son así abusados.
La piña, fruta enarbolada por los poetas neoclásicos en la época
de la conformación de nuestra nacionalidad desde principios del siglo
XIX—Manuel de Zequeira, Manuel Justo de Rubalcava—, pero también en
nuestra cultura visual engalana las columnas del Templete, construido en
1828 para conmemorar la fundación de La Habana, y desde mucho antes,
recordemos Espejo de Paciencia a inicios del siglo XVII, por solo citar
algunos ejemplos. Un refrán popular sella esta denotación que muchos
reconocen como el gobierno del socio o sociolismo: "Más vale caer en
gracia que ser gracioso".
Nombre popular dado a determinados edificios en alusión a
Pastorita Núñez, presidenta del Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda,
y responsable de numerosas construcciones de este tipo, de reconocida y
adecuada calidad fabricados en los primeros años de la Revolución.
Tradicionalmente el "tipo" con que se reconoce el área fluctúa
con el erotismo de ambos sexos, entre la farándula bohemia y la pareja
que disfruta la noche, el pepillo de cada momento histórico, la chica
liberada y moderna y, ya entre siglos, la sensualidad prefabricada,
cuestionada y aún escandalizante del travesti.
Ya a principios de la década del noventa, con el denominado
período especial y el país que se abría al turismo y, en particular, a
la comunidad cubana de Miami, se le comenzó a llamar jinetero a todo
aquel que intentaba relacionarse con el visitante extranjero para
obtener regalías de todo tipo y por todos los medios; el vocablo
derivaba de que "cabalgaban" a los extranjeros. Solo al avanzar hacia el
nuevo milenio es que se reduce el jineterismo a la prostitución sexual
y, por supuesto, dado el machismo que nos caracteriza, a la mujer, por
lo que jinetera nos llega como prostituta para extranjeros.
La prostitución masculina, por supuesto, siempre ha existido,
encubierta o no, tanto homo como heterosexual, aunque el machismo
históricamente solo reconoce la femenina, excluye a la mujer como
consumidora de sexo y de la homosexualidad no se habla siquiera, hasta
la última década del siglo XX. Pero ya con el tercer milenio es que,
prácticamente, se institucionaliza la prostitución masculina homosexual
en este nuevo tipo popular, cuyo nombre proviene del sustantivo pinga,
que en la cultura popular cubana se considera una palabra obscena usada
para designar al pene (Couceiro, 2006).
Muchas veces (como suele acontecer con toda prostitución) está
el ánimo de casarse con un buen partido, esto es: un extranjero de buena
posición económica que la saque del país, lo que algunas logran y al
llegar afuera corren las más disímiles suertes; sin embargo, muchas
mujeres buscan y logran esto sin hacerse jineteras, al menos, no de este
tipo que ahora estudiamos, y entre las cuales, muchas otras solo
pretenden lograr un dinero al que destinan diversos fines sin que ello
implique la salida del país, incluidas las necesidades familiares (no
puede obviarse el papel que la familia desempeña, para mal o para bien,
consciente o inconscientemente) en ocasiones hasta el chantaje a veces
sentimental, o un buen nivel de vida personal, para vestirse, comer y
visitar lugares, de otra forma inaccesibles a ellas. No falta la
competencia con amigas y el embullo, una supuesta posición económica en
su entorno, curiosidad por los extranjeros, gusto por lo prohibido y
otros factores.
Al llegar al punto del atractivo entre cliente y pinguero, vale
aclarar que, incluso, cuando le resulte bien atrayente física y
sexualmente un cubano sin más posibilidades económicas, el pinguero le
pide algo, al menos 30 pesos cubanos, incluida alguna invitación a
fiambres y una caja de cigarros, pues así nadie puede acusarlos de haber
ido a la cama (que no siempre tiene que ser una cama, y ni siquiera
necesariamente acostados) por puro placer, y pueden insistir en que son
pingueros, no homosexuales, aunque también hay quienes lo hacen gratis,
lo disfrutan y luego muestran confusión o arrepentimiento, pues dicen no
saber por qué lo hicieron porque "no les gustan los hombres", y hay
pingueros que se reconocen gays (prevalece más el rechazo a la palabra
homosexual que a gay, por la imagen anglo o de libre posmodernidad con
que se asume esta última) sin más prejuicio, al margen de que la cama
que hagan sea más completa o no, y algunos hasta acuden a lugares de
encuentro sexual gay, gratis casi por definición.
Ni pingueros ni jineteras se identifican por ser, salvo excepciones,
"bellezas" a rentar —al margen de lo polémico, subjetivo y casuístico
que puede resultar definir "belleza" y el estudio del gusto y de la
cultura estética— ni por sus habilidades sexuales, sino por la osadía
para estas relaciones y su capacidad para convencer y enamorar para el
negocio en cuestión, con niveles muy variables de escrúpulos. Pueden
tener nivel cultural entre lo aceptable y lo alto, pero tampoco esto es
absoluto en su identidad como grupo social.
No solo se "trataban" blancas, sino toda la gama racial cubana de ambos
sexos dispuestos a alquilarse en relaciones hetero u homosexuales. Lo
mismo sucede actualmente con las jineteras y los pingueros, a menudo sin
la menor distinción: solo que desde el inicio de la Revolución, es ahora
que, por primera vez, casi se institucionalizan (por sí mismos, a pesar
de la no aprobación y hasta persecución oficial) a la luz pública, y su
impacto urbano en la localidad se relaciona mucho con el vestuario y
determinadas poses y gestos, hasta el extremo del esquema social que
genera lamentables equívocos. La observación antropológica sobre todo ha
sido muy útil para estos resultados, así como las historias de vida en
menor medida, que suelen reclamar el anonimato y hay que penetrar en su
subconsciente para lograr estos enunciados que aquí solo se esbozan.
He aquí la dialéctica que reconozco entre el marginador y el marginado,
pues los prejuicios empobrecen y laceran la propia heterosexualidad,
tanto en la intimidad sexual como en su vida social.
Ante la dudosa definición entre opciones sexuales, es preferible no
clasificar en homosexuales ni heterosexuales, sino según tales instintos
y necesidades, entre los que a la homosexualidad (disfrute erótico o
sexual de personas de igual sexo, lo que no implica en lo absoluto ni
ser, ni desear ser, ni parecer del sexo opuesto) es la sociedad la que
le crea insatisfacción, que no es tal, con su propio sexo, y lo confunde
con travestis y transexuales. La heterosexualidad se define igual, pero
con el sexo contrario, y el heterosexualismo es su exacerbación impuesta
que ha marginado por definición en una sociedad educada y orientada en
dogma heterosexualista desde el Medioevo, lejos del respeto al otro y a
su intimidad. Solo hoy revoluciona, contra el facilismo hipócrita de
represión y autorrepresión. Las encuestas aplicadas según homosexuales y
heterosexuales (incluso bisexuales) pierden cientificidad: todo el que
la asume como homosexual, confiesa esta preferencia y de ahí derivo el
término de homosexual confeso, que dista mucho de implicar crítica por
ello, sino todo lo contrario: reconoce la honestidad y valentía; es muy
raro que una persona que se presente como homosexual no lo sea, a menos
que lo haga por esnobismo o razones muy puntuales; algo similar ocurre
con el bisexual, aunque muchos prefieren presentarse como bisexuales
para disfrazar una preferencia homosexual, si bien la naturaleza sexuada
es bisexual, mucho más allá de la reproducción biológica heterosexual.
Pero no todo el que asume contestar como heterosexual lo es, dada la
represión y prejuicios; como tal contestarán también los que están
"dentro del closet", los que se autorreprimen, y similares, que muy
probablemente, son muchos más de los que las sociedades
heterosexualistas gustan reconocer, pero las investigaciones más
profundas y actuales demuestran. De aquí que prefiero considerar estas
respuestas como presuntos heterosexuales, que tampoco implica ofensa
alguna toda vez que se entiende el margen científico de la duda, y que
la opción implícita no apunta a ningún antivalor ni defecto ni
enfermedad ni inmoralidad ni perversión. Es puro rigor científico si por
esta vía se pretende clasificar encuestas como estas según orientación
sexual, esto es, en homosexuales confesos y presuntos heterosexuales,
sin absolutizarlos como homosexuales y heterosexuales. No obstante, se
ratifica mi opción por no clasificar a la persona sino a las relaciones
sexuales y afectivas, motivaciones y deseos e intereses reprimidos o no,
ni siquiera de la persona, sino de cada circunstancia, de cada momento
sexual o erótico, en hombresexo-hombre, hombre-sexo-mujer,
mujer-sexo-mujer, y las tantas variantes del sexo grupal (Couceiro y
Perera, 1999a).
Son ejemplos que demuestran que la relación mismidad-otredad-alteridad,
en tanto método del investigador, trasciende la mera empatía personal
para alcanzar problemáticas mucho más sociales e, incluso, universales.
Todavía en nuestra cultura sexual tan lacerada por tradición, hay quien
acepta mejor que para investigar a los carteristas haya que convivir
entre ellos, participar de sus atracos sin más escrúpulos por la
víctima, y tal vez hasta de un crimen, siempre será mejor visto que si
se participa de un hecho sexual. Sin dudas, ¿qué mejor método para
detectar las técnicas carteristas, desarticular la banda y prevenir a la
sociedad de sus daños? Al margen de que en el sistema de principios y
cultura del investigador pueda de alguna manera y, a la vez, minimizar
los daños sin perder sus escrúpulos y valores morales, y sin frustrar
investigación tan necesaria, lo que se adapta al instrumental de cada
objeto de estudio: ¿podría alcoholizarse o devenir drogadicto o colocar
una bomba si estudia a los terroristas, sin poder evitar sus
consecuencias? Es el conflicto del investigador ambientalista ante un
sacrificio religioso de animales que, además, hoy involuciona como
matanza, contra sus raíces incluso totémicas. Pero es "menos vergüenza"
si se es apresado en una campaña antidrogas o contra los carteristas,
que en un hecho de "dudosa moralidad" (sexual, lo que excluye de la
moral lo que no sea sexual) sobre todo en campañas homofóbicas, aun
cuando salve (siempre relativamente) su situación personal como
investigador y desaproveche tan elocuente experiencia, desentendido
además, y sobre todo "bien diferente", de su objeto de estudio.
Los que se regocijan del nuevo contexto, se autoproclaman paladines de
una diversidad a la que hay que respetar, no sin razones suficientes y,
sin embargo, de alguna manera excluyen (a veces explícita, incluso
agresivamente, entremezclado como es usual con todo otro tipo de
"miseria humanoide") por definición a los menos afortunados
económicamente, y también a quienes ven cada vez más complicada y
retorcida la satisfacción de sus necesidades amorosas, sin transacciones
comerciales, cuando la prostitución invade casi todos sus espacios y
agrega nuevos equívocos y prejuicios a menudo frustrantes para
establecer relaciones entre desconocidos.
Dada su ubicación y su alto valor como punto referencial en área
capitalina tan importante, se le concibe como espacio de encuentro (casi
obligado) para quien visite a La Habana, similar al papel que el
Capitolio desempeña en Centro Habana: el "guajiro" (más que el
campesino) que aquí pretende mostrar sus mejores prendas, al punto del
desentono, lo que ya se había introducido en el caso de los pingueros de
tal extracción y revalida el carácter sistémico de este análisis; el "cheo"
más "cheo", el pepillo más pepillo, el intelectual más intelectualoide,
el artista más excéntrico y el homosexual más ostentoso, condición para
la que al imaginario popular le ha bastado (simplista y peligrosamente)
su nivel de amaneramiento.
Contra esta supuesta inmoralidad no faltó el profesor e, incluso, el
director de escuela que personalmente bajaba la saya de la chica, como
sucedía en los años setenta en el preuniversitario "Antonio Guiteras",
en la esquina de las calles 23 y A.
Promiscuos llamaron los colonizadores a los pueblos cuya cultura sexual
no estaba minada de sus frustraciones e hipocresías morales de todo
tipo; cabría analizar quién portaba en realidad la promiscuidad (por no
ir más allá de la promiscuidad sexual) acorde con sus propias normas
morales que traicionaban de manera cotidiana. El simplismo (y la maldad
en tanto excluyente imposición agresiva) de la "lógica" social
heterosexualista machista establece que el hombre heterosexual mientras
más parejas femeninas tenga, es más exitoso, educado para ser un "pipi
riqui" o, como también se le llama en un lenguaje vulgar, "pinga dulce",
en franco falicismo en nuestra cultura que paradójicamente cultiva el
propio macho heterosexual, intrínseco al debate en cuestión; la mujer
heterosexual, en cambio, mientras más parejas masculinas tenga... es más
inmoral, más puta, con toda la carga peyorativa de tal vocablo, y ningún
hombre "bien" debe escogerla seriamente, pero sí aprovecharse de ella;
el hombre homosexual, mientras más parejas masculinas tenga... es más
promiscuo. Y de la mujer lesbiana... ni se habla, como si no se
concibiera, lindando entre el "éxito macho" al que (equivocadamente) se
supone que aspire, o la promiscuidad y la prostitución. Como reza la
sabiduría popular, "lo que importa no es lo que se haga, sino quien lo
haga".
Es realmente cruel y profundamente reaccionario hasta el cinismo que
desdice de humanidad, que no solo educamos al varón para el cambio
frecuente de pareja, y en el caso del homosexual le privamos de las más
elementales condiciones de realización existencial; incluso la familia
suele agredirle y desestabilizarle toda compañía (si bien es difícil
para todos lograr una buena pareja, por lo que exige de compatibilidad,
gustos, caracteres, etc., mucho más difícil es para la homosexualidad,
por los impedimentos lógicos de conocerse en una sociedad
heterosexualista y pro homofóbica), sin hogar para ello casi nunca y sin
espacios urbanos, en consecuencia de todo lo cual quedan, por supuesto,
mucho más vulnerables al sida y otras enfermedades similares, y lo peor
es que, al enfermar, vuelven a ser culpados en su desgracia, ahora por
promiscuos.
Y por toda la inestabilidad social consecuente de la marginación y el
sexo secreto, perseguido y sin condiciones, que junto a la de educación
machista y la consecuente inestabilidad de parejas, sin concepto de
emociones y fidelidad del varón, al darse la relación entre hombres se
potencia esta inestabilidad, pasto fértil para el sida y otras
enfermedades de trasmisión sexual... y no solo sexual. Los testimonios,
incluidas las citadas operaciones, fueron ratificados públicamente en la
feliz tribuna del Pabellón Cuba, en la Rampa, durante la Jornada Mundial
contra la Homofobia, el sábado 17 de mayo del 2008, que lamentablemente
suscitó reacciones tan homofóbicas como las publicadas en Palabra Nueva,
órgano de la arquidiócesis de La Habana, y que fueron enfrentadas en la
polémica mediante textos como "Homilía antihomofóbica a favor de la
dignidad cristiana" (Couceiro, digital, 17 de julio del 2008a) y en el
espacio periódico de debate Criterios, en el último piso del Icaic.
El Generalísimo Máximo Gómez, de origen dominicano, residió aquí durante
dos meses en 1899, lo que motivó el nombre del museo, cuando este se
fundó el 18 de noviembre de 1986 especializado en esta figura, pero la
institución acuna otros muchos valores que, por sí solos, la acreditan
igualmente como patrimonio nacional. Acogió en el 2000 al Museo
Histórico Municipal, que hasta entonces sesionaba en 13 y 8, pero ya
deteriorado, se fundió con este, solución que nunca gozó del visto bueno
de los especialistas municipales toda vez que aumentaba la concentración
de museos en estas áreas pero se desproveía al centro noroccidental y
toda su vasta población, donde ya el de 13 y 8, aun sin condiciones,
había generado una cultura de museo; tampoco se fusionarían las
psicologías de ambos equipos y el de la Quinta también exigía atención,
por lo que se argumentaron otras propuestas en torno a 13 y 8, que
fueron desoídas; hacia el 2006, y a pesar de las protestas, el municipio
ha llegado a perder su museo municipal, pues ninguno otro de los tantos
que existen, pueden abarcar la historia e identidad de estas
comunidades, so pena de perder su propia identidad, que sería otro golpe
al patrimonio local y nacional. La valoración acerca de lo que más debe
promoverse en una institución o comunidad no suele trascender el
formalismo, otra problemática que requiere ser estudiada.
Pues allí se tiran los cuerpos de animales muertos, lo que ha sido
propiciado en este caso por la cercanía de la Escuela de Veterinaria,
sin que se busquen mejores soluciones para dichos cadáveres; este tipo
de centro médico requiere ser multiplicado por todas las comunidades
capitalinas, lo que parece estar aconteciendo actualmente por
municipios, aun insuficientemente, pues tales necesidades son en extremo
difíciles casi hasta lo imposible de resolver en la ciudad, por la gran
dificultad del transporte, peor aún con animales que requieren ser
atendidos clínicamente, lo que ha propiciado su falta de atención con
todo el daño consecuente a ellos y a la cultura ecológica, la
proliferación de particulares, muchos de ellos improvisados, remedios
caseros a menudo infelices, etc.; también se botan aquí cartuchos con
heces fecales y todo tipo de desechos.
El término gay entra en Cuba en la década de los años noventa, por la
internacionalización de este desde Estados Unidos como fruto de la
revolución sexual de los sesenta, con la intención de proponer una
designación menos lacerante contra la homosexualidad; sabemos que gay en
inglés (gai, gaie, en francés) es adjetivo que significa alegre, lo que
remeda a aquella nada feliz denominación de mujeres de la vida alegre
referida a las prostitutas, cuya vida casi nunca, por demás y justo por
la marginación, era así de alegre. Tampoco tiene que identificar a la
homosexualidad, que puede (o no) ser alegre, aunque en tanto sector
marginado no suele ser la alegría lo que más identifica, menos en la
época del sida y al margen de su espíritu de lucha (sobre todo en estas
últimas décadas) y sobrevivencia. De alguna manera se esconde decir
"homosexualidad" por estimarla históricamente ofensiva, término
decimonónico que si bien es de raíz muy biologicista, no obstante, se
acerca más que gay. Ciertamente, la mejor propuesta es la que —ya en
vísperas del siglo XXI— reconoce el Ministerio de Salud Pública en sus
campañas contra el sida en un sector tan vulnerable al respecto y que,
justamente, se refiere a la relación y no a la persona
(hombre-sexo-hombre, que eso sí, en buena medida para disminuir la
marginación, faltaría por incorporar hombre-sexo-mujer, y
mujer-sexo-mujer, y más allá las infinitas variantes que ofrece el sexo
grupal) puesto que designar a una persona según su sexualidad no puede
ser tan simplista ni dogmático: la variedad cada vez mayor que en
materia sexual se reconoce (no es simplemente heterosexual, homosexual y
bisexual, sino como instrumento clasificatorio no demasiado genérico) y
su carácter tan individual, nos invita a concluir que existen tantas
sexualidades como seres sexuados hay en el universo, y aún más:
podríamos hipotetizar, al menos, ya que tan circunstancial es, que
existen tantas sexualidades (o al menos su manifestación según las
circunstancias) como momentos de motivación sexual tienen todos y cada
uno de estos seres sexuados, pues a lo largo de su vida también son
muchas las variantes, contra la educación heterosexualista y monogámica
heredada e impuesta, y contra clasificaciones simplistas que buscan, en
última instancia, parapetar nuevas fundamentaciones marginatorias en pos
de la "sagrada familia", modelo eternizado, impuesto pero que
difícilmente funciona ni siquiera para la heterosexualidad pues entre
otras tantas limitantes sexuales y de todo tipo, el hombre se limita y
disminuye a la mujer sus potencialidades activas en el sexo, como en
tantas otras facetas de la vida.
Otro motivo de que se prefiera el apelativo gay en la década siguiente
en Cuba, era que así se llamaban las organizaciones extranjeras que, con
esta identidad y preocupaciones de justicia social en esta esfera,
fueron admitidas entonces como visitas oficiales en nuestro país, cuando
comenzaba a temblar el llamado campo socialista y Cuba requería de la
mayor solidaridad posible.
Las historias de vida y la observación participante sustentan todo el
tema, aunque, por lo general, exigen el anonimato, lo cual deviene
información a analizar.
La histórica fluctuación local entre liberalidad y moralismo que abarca
todo renglón cultural, abrió el abanico de tantas reacciones como
inquilinos, modificadas en el tiempo en cada comunidad urbana: la
indiferencia absoluta, el disfrute total y participación o aporte o
aprovechamiento económico u otra variante de complicidad; la sospechosa
sensación de amenaza a su propia sexualidad y moral o la de su familia,
o la envidia y maledicencia, en ocasiones de "nuevo rico", contra el
progreso económico del vecino; el apoyo solidario con protección,
asimilación e integración más que tolerancia, con o sin límites
inclusive, y el odio y provocación agresivos y constantes.
Aún se debate si al beso libre deben su denominación o al también
anglófono freak (raro), estos grupos casi siempre juveniles que
en la contracultura fluctúan entre marginales y marginados, con su
aspecto de escasa higiene según el imaginario, actitudes y modos de vida
que, en general, difieren del resto social y de sus propias familias,
con todas las consecuencias pertinentes. Ya se identificaban como tales
al iniciar el siglo XXI.
El nombre propuesto por el autor de este texto a esta nueva institución,
a partir de las investigaciones, fue el de Casa Timber, al ubicarse en
el mismo casco histórico de La Timba, a fin de acentuar el dañado
sentido de pertenencia local y apuntar en la definición de identidades
con respecto al vecino reparto San Antonio Chiquito y toda la confusión
en torno a la identidad entre ambos barrios. No obstante, el nombre
aprobado por la dirección de la institución naciente fue Casa de la A,
por encontrarse en la calle A; se agregó que su primera directora fue
Amparo Sorís y la segunda, Amparo Parra; pero la tercera es María Teresa
Vega... Sin más fundamento, se argumentó haberlo sometido y aprobado por
encuesta con la comunidad, aunque esta encuesta nunca fue consultada
para su valoración con el investigador municipal, designado para la
asesoría científica en el territorio. Todo esto, por supuesto, invita
para este y otros casos, al estudio de tales procedimientos por la
impronta que tienen los nombres de las instituciones con sus
respectivas comunidades, lo que igualmente compete al interés de la
Antropología Urbana en su impacto social.
Nombre popular que sus seguidores le dieron por su promotora
institucional María Gattorno, especialista y alma de esta institución,
inaugurada el 4 de abril de 1980, donde hasta entonces había radicado la
Sociedad Cultural del Príncipe, representativa de este reparto de San
Antonio Chiquito cuando ya La Timba se extendía por él. Espacio pionero
de su tipo en Cuba con todo el valor patrimonial que ello le confiere.
Aunque los espacios ocasionales no tienen que ser exclusivamente
artísticos: también pueden ser religiosos (como los que algunos grupos a
veces hasta el fanatismo proselitista, han improvisado en la cascada del
hotel Nacional, 23 hacia Malecón e Infanta, en estos primeros años del
siglo XXI, con el supuesto objetivo de "redimir almas descarriadas"),
comerciales, eróticos y de todo tipo.
Como los Festivales Internacionales del Nuevo Cine
Latinoamericano y otros festivales y eventos en general.
Este colectivo nació en el año 2000 en la Facultad de Artes
Plásticas del Instituto Superior de Arte (ISA), bajo los auspicios de su
profesor Lázaro Armando Saavedra González, y su membresía se mantuvo
relativamente estable hasta el 2003, con pocas bajas y altas; en el
momento que nos ocupa eran trece inquietos chicos todos de veintitantos
años, que casi todos estudiaban el 4to. Año de la Licenciatura en Artes
Plásticas: Lino Fernández García, Zhenia Couso, Nadieshda [Nadia] Inda,
Hanoi Pérez, David Beltrán, Adrián Soca, Fabián Peña, Alejandro Cordovés,
Janler Méndez, Edgar Hechavarría, Pável Acosta Proenza, Rubert Quintana
y James Bonachea. Vale agregar que si bien el ISA es nacional y radica
en el municipio Playa, más de la mitad de ellos, habían egresado de la
Escuela de Artes Plásticas que radica en 23 y C, en pleno reparto
Medina, es decir, una de las comunidades objeto de estudio, con las que
su contacto por tanto, no era el primero.
Personal de la galería, prensa, profesores, expertos, intelectuales,
colegas, amigos, familiares, parejas, vecinos de sus —otras— diversas
comunidades de origen, desempeño y residencia, interesados y diletantes
en general...
El teatro de play back (a mi juicio, un tipo de teatro participativo y
reflexivo de valor antropológico que improvisa las escenificaciones
sobre las vivencias y preocupaciones de los espectadores) iniciado por
Jonathan Fox, en Nueva York, entre los años 1970 y 1980, en el siglo XXI,
fue introducido en La Habana Vieja y Marianao, ya se expande por toda la
capital y sirvió para que en la Casa de la A, en el casco histórico del
barrio Pan con Timba, el propio público diera las conclusiones del IX
Fórum Municipal de Ciencia y Técnica de la Cultura, Plaza de la
Revolución, el 16 de marzo del 2006, por medio del grupo de teatro de
play back de Lourdes Zayón Jomolka.
En los comercios legalizados, estas salidas al encuentro del consumidor
son notables en el llamado Barrio Chino de La Habana, pero este no se
encuentra entre las comunidades objeto de estudio, sino en el aledaño
municipio de Centro Habana.
En menor grado hay varios parques recreativos para niños, también en
círculos infantiles y jardines de la infancia, así como el parque
Almendares allende el río, al entrar en el inmediato municipio Playa,
para diversas edades y que se divisa desde el puente, incluido el campo
del golfito que sienten suyo nuestras comunidades noroccidentales. La
contemporaneidad ha introducido las salas de computación, cuya impronta
urbana se limita al exterior inmediato de estas instalaciones y las
expresiones y comportamiento ulterior de sus asiduos. Los jóvenes y los
adultos cuentan sobre todo con centros nocturnos, de pronto devenidos
discotecas, discotembas y discofiñes, con alto reclamo; entre las más
famosas actualmente, el tradicional Turf, y más recientemente, una
ludoteca en La Pera. No obstante, es en las fiestas de cualquier edad,
donde más se evidencian los juegos, según la identidad y creatividad de
sus participantes, así como en los planes de la calle infantiles con el
impacto urbano consecuente, en ocasiones calles cerradas y las secuelas
pertinentes, además de otros momentos, sobre todo, en juegos que exigen
espacios abiertos y, por ende, se realizan en aceras, portales, calles y
parques. Es notable la urgencia de combinar adecuadamente con los
mejores juegos contemporáneos, y revitalizar los tradicionales de alto
valor que aún rezan en la memoria histórica local, que además de
divertir, incentivaban la creatividad, la fantasía y los mejores valores
humanos en general, desplazados por modismos, por la seudocultura de la
violencia por la violencia, y por la cultura de los adultos copiada por
los niños, a quienes se la inducen de diversas formas, casi siempre sus
peores valores, descontextualizados y degenerantes, sobre todo para las
primeras edades, en todo lo cual los medios de comunicación masiva y una
inadecuada actitud familiar ante sus diversos espacios, son
protagonistas. Aún subsisten juegos degenerantes como el tirapiedras
contra gorriones, lagartijas y otros seres como las mariposas, que tanto
embellecían nuestra ciudad y han desaparecido, además de provocar daños
a menudo irreparables, sobre todo, entre los valores de sus
practicantes. Tristemente, el verbo "mataperrear", como forma de
recreación de muchos niños, jóvenes y hasta adultos, se acerca demasiado
literalmente a la realidad.
Seudocultura o kitsch de la moda: aquella que se asume
acríticamente, se importa o se prefabrica y deviene esencia por la cual
el individuo vive, aplicable a cualquier aspecto de la vida, y no solo
al vestuario, pelado y peinado o maquillaje y accesorios; en todos los
casos refleja insuficiencia cultural.
El tema de la vestimenta trasciende en mucho a la religiosidad y
propicia un perenne choque en que sobresale la dinámica local entre
tradición y contemporaneidad, degenerada entre conservadurismo, a menudo
reaccionario, y liberalidad acorde con los nuevos tiempos, lo que
también identifica a estas comunidades y sus focos del resto de la
ciudad y del país, y entre sí. Tal es el caso de instituciones diversas
que prohíben la entrada masculina en short y desmangados, aunque las
mujeres sí pueden entrar con sayas cortas y escotes pronunciados, lo que
a todas luces margina al varón y lo suele enfrentar a situaciones
difíciles; mientras otras instituciones de igual tipo y categoría
admiten tal vestimenta. Así hay mayor liberalidad para los estudiantes
en la Colina Universitaria, que en algunas sedes universitarias
municipales, sin mayor explicación, aunque estas últimas luchan, con
toda justicia y razón, por la misma valoración, mas estas restricciones
impuestas, como si a ello se redujera la ética y el respeto, no las
acompañan. Algo similar ocurre en instituciones artísticas, religiosas,
etc. y en determinadas zonas y focos comunitarios, con el consecuente
impacto en la visibilidad urbana, que se nutre de personas vestidas y
ataviadas más por exigencias dogmáticas del lugar al que se dirigen (lo
que no implica mayor calidad ni menos aún, autenticidad, a menudo de
forma incongruente con el transporte que utilizan y el momento, sobre
todo, cuando el ritmo cotidiano no les da tiempo para cambiarse de
ropa), que por sus propios convencionalismos, motivaciones, credos y
posibilidades.
Ochún o la Caridad (del Cobre), santa patrona nacional que rige las
aguas dulces del río, donde son más frecuentes los despojos, por la
mayor privacidad y el bosque; Yemayá o la Virgen de Regla, oricha de los
mares, y por la que en nuestras costas, suelen flotar las ofrendas.
Ciertamente, ello no quiere decir que tales ofrendas hayan sido vertidas
siempre por los residentes, pero sí hemos comprobado que las depositan,
al margen de que algunos vengan de otros municipios sin costas o que
floten hasta aquí. Especial interés asume la desembocadura del río en la
costa, por representar las Dos Aguas (Yemayá y Ochún) a las que a menudo
tributan al mismo tiempo sus hijos, fieles y devotos, privilegio que se
concentra exclusivamente en la comunidad de La Chorrera.
Luego Día de los Animales, 10 de abril (día en que murió la Ryder) o
segundo domingo de abril, al revitalizarse hacia la última década del
siglo XX, con procesiones en torno a los restos de la Ryder y entre las
comunidades inmediatas.
No solo nativos tradicionales, sino incluso jóvenes e inmigrantes que se
han incorporado a enriquecer tales contextos urbanos en un singular,
complejo y muy curioso proceso de transculturación que potencia al
infinito los valores locales, sin dejar de ser tales comunidades,
caracterizadas por una dinámica de evolución mucho más acelerada.
A pesar de que, al menos en el municipio Plaza de la Revolución, ya
había estudios de rigor científico sobre tales génesis y valores
identitarios.
Algo similar a lo que había acontecido años atrás al desgarrar las
comparsas de sus comunidades de origen, lo cual no pocas veces ha sido
motivo de lamento para el carnaval capitalino, con la consecuente
afectación contra la cultura de las respectivas comunidades urbanas.
Aspecto que a menudo ya ni se incluye, mecánicamente repetitivo sin
distinguir la identidad de cada comunidad y de cada proyecto, en
comunidades aparentemente similares por la inmediatez; o llega a ser
engorroso y hasta molesto, subvalorado como "teórico" y "no práctico" y
por tanto, burocrático, por quienes insisten en divorciar la teoría de
la práctica. De igual suerte, la diferencia inicial entre programa
(territorial, no importa la extensión) y proyecto (perfil especializado
dentro de la cultura, sin importar tampoco la extensión), que en su
triangulación lograban su objetivo sistémico, se ha "simplificado":
programa para los territorios grandes y proyecto, para los pequeños,
traicionando la génesis del sistema y su rigor científico, más allá del
elitismo y populismo implícitos en su verticalismo anticientífico,
afectaciones simplistas que laceran a todo el país.
Entre julio de 1997 y el 2002, con frecuencia mensual, órgano (digital)
de la Dirección Municipal de Cultura. Sus cientos de artículos
constituyen riqueza documental sobre las más diversas comunidades,
instituciones, creadores y aspectos de la cultura en el municipio Plaza
de la Revolución, incluido el devenir histórico caso por caso. Continúa
saliendo, mas su perfil ha sido modificado; no obstante, comenzó el 2007
con una saludable revitalización de su objetivo inicial: la promoción
científica de la cultura, desde nuestro municipio.
Desde que los estoicos definieron en el siglo III a.n.e. el valor como
objeto preciado por el ser humano, mucho ha avanzado la Humanidad al
respecto. También en Cuba, en las últimas décadas, se han hecho muy
profundas reflexiones al respecto. Tal es el caso de Fabelo (1986) quien
señala que los valores espirituales como proyectos ideales surgen sobre
la base de las necesidades y la práctica humana, y contienen qué hay que
transformar en la realidad y en el propio hombre, y enfatiza la
naturaleza ideal del valor, su condicionamiento objetivo
histórico-concreto por la práctica y las necesidades humanas de cada
época y sociedad, y los elementos proyectivos que contienen anticipa-
ciones pues el valor es siempre un fin de disímil alcance que el ser
humano porta en su tiempo. En 1985, Zaida Rodríguez en Filosofía,
ciencia y valor aportaba sus argumentos, y Rigoberto Pupo le dedica un
capítulo a la actividad valorativa en La actividad como categoría
filosófica. Particular importancia ha tenido la experiencia y el
análisis de la profesora Lissette Mendoza Portales, acuciosa
investigadora del tema. Resultado de tales estudios, los diversos
criterios convergen en definir valores como los componentes de la
ideología en su acepción más integral de sistema de ideas y formaciones
espirituales complejas con sus diferentes determinaciones; componentes
atomísticos de ideas estéticas, éticas, filosóficas, políticas, etc.,
como una particularidad dentro de la ideología, la cual siempre tiene su
componente valorativo.
El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas sintetiza todas las
reflexiones previas al reiterar que el valor conduce al enriquecimiento
y realización del ser humano, en tanto que los antivalores constituyen
el saldo negativo en tal desarrollo y en la personalidad, su
empobrecimiento material o espiritual y, en suma, atentan contra el
progreso humano en su integralidad y cualquiera de sus componentes,
incluidos, por supuesto, los valores urbanos.
Versión formato pdf:
Hacia una Antropología Urbana en
Cuba
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