Masaccio poema de Julio Cortazar
Masaccio obra La Adoración de los Reyes Magos (1426). Temple sobre tabla |
I
Así la luz lo sigue mansa, y él que halló su raíz y le dio el agua urde con sus semillas el verano.
Un oscuro secreto amor, una antigua noticia por nadie confirmada, que sola continúa y pesa; el vino hace su tiempo, la distancia se puebla de construcciones memorables.
la vida gira, es esa manzana que le ofrece una mujer, los niños y los carros resonantes. Es el sol sobre Firenze pisando tejas y pretiles.
es la palabra que falta, el perro que huye con la cadena, y esa campana próxima no es la campana de tu iglesia.
dulce, un fácil
puente sobre el tiempo
la realidad que inesperada salta en los portales
y se llama gozne, paño, hierba, espera. de silencio. Lo que sabe es poco pero pesa
como los higos secos en el bolso del pobre.
en paredes ya no
favorecidas; su fe es una linterna estigmas, una túnica, un abrazo maldito.
en esa fuente abandonada. Otros
pasan sonriendo sus visiones olvidado de saludar, con un pan sobre el andamio, con un cuenco de agua, y todo por hacer contra tanto sueño.
figura que ronda entre las naves y mueve el agua de las pilas.
eso empezó a desgajarse. Él soportaba inmóvil, oyendo croar los grajos en los campaniles, irse el sol arrastrando los últimos oficios. Solo, con el incienso pegado a la ropa, un gusto a pan
y ceniza. Traían luces.
ir a ellos, confirmándolos. La sombra que antecede al color y lo anonada. En las naves,
de noche, veía
hundirse el artificio,
de aire; su
quieto corazón soñó sobreviviera.
estaba bien esa violencia contenida que estallaría en algún pecho, vaina
lanzando
lejos la semilla. la imagen del que aguarda el bautismo con un gesto aterido, aspersión de infinito contra la rueda de los días reteniéndolo aún del lado de la tierra.
y manuscritos con razones
y
órdenes del mundo. se escuchaba volver las fábulas dormidas; el aceite y el ajo eran Ulises. Masaccio iba contento a las tabernas, su boca aliaba el ardor del pescado y la cebolla con un eco de aromas abaciales, mordía en la manzana fresca el grito de la condenación,
a la sombra de un árbol de
vino que fue sangre.
De ese desgarramiento hizo un encuentro, necesitado de un obstáculo, de un viento en contra que los probara y definiera y acabara.
y la aceptó como al pan o la paga, distraído, mirando otra cosa
que tampoco veía. El alba estaba cerca,
Masaccio oyó decir su
nombre. Piero della Francesca. |
poema de Julio Cortazar
Publicado, originalmente, en: Revista "Sur" Nº 195-196, Año XX enero-febrero de 1951
Gentileza de Biblioteca Nacional Mariano Moreno - Buenos Aires, República Argentina
Link del texto: https://catalogo.bn.gov.ar/F/?func=direct&doc_number=001218322&local_base=GENER#
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