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DEL MAR VIENE TU VOZ.
De todos los mares y todas las mareas.
De oleajes de trigales que mecían
a tus parientes gringos y pampeanos,
coronados por el flamear
de las migrantes banderías anarquistas
con sueños de paz y marejadas de pasiones.
Glauca, Glauce, marina.
Arrojada en otras violentas banderías,
amplia como la oscilación de la blancura.
Te desespera la sed del mar en esta mediterranía
siempre sedienta de grandes hechos,
siempre devuelta a la gravedad de las campanas.
Al fin todo es doméstico. Todo misterioso.
Lo grande nace de lo pequeño.
No viene del mar sino de la semilla.
No del infinito, sino del sol.
Pero tú renaces de los aires que producen
miles de banderas opuestas y coincidentes
balanceándose a un mismo ritmo.
Todo habla en ti.
Las revoluciones y las magnolias.
Las abuelas y las galaxias.
El amado y la muerte.
La poesía es a ti lo que la forma a la belleza.
Un soplo en el barro.
El roce de dos pedernales.
Y la palabra te transforma y aniquila.
Te hace suya. Te pide que seas viril para poseerla
y femenina para deslumbrarla.
Ningún otro destino te pertenece.
Ninguna otra pasión jugarás tan sabiamente.
Has venido del mar a la superficie de los genocidios.
Pero mira: toda palabra antes de nacer
recorre su propio olvido.
Alaridos de hórdagos en retirada
apagan tu voz
como la polvareda al canto de un pájaro.
Tu voz.
Desnuda y perfecta.
Plena y aciaga
como la hoja de acero del destino. |