Edmundo Prati y el Milagro de su Cristo
por Mons. Alfredo Viola

Mons. Alfredo Viola, ahora Obispo Emérito del Salto, cuya diócesis guiara como pastor más de dos décadas y que ahora, a los 78 años no sólo conserva la lucidez de sus grandes obras sino la modestia de todos sus frutos apostólicos, ha publicado en "BP Color" una emotiva confesión ante la muerte de Edmundo Prati, el gran artista uruguayo que hace pocos días ingresara en la eternidad, que reproducimos.

De la pluma de Mons. Viola -y con su calor y brillo propios- es esta carta que no necesita más introducción:

"Muy querido amigo:

"Providencialmente (como hombre de fe no creo en la casualidad), acabo de leer en 'BP Color' -por mi salud leo poco los periódicos- un suelto sobre la muerte del artista Edmundo Prati, al que me unía una gran amistad y que me obliga a hacer confesión pública de un pecado de omisión, pues en estos últimos años, sabiendo que estaba ciego, dije muchas veces que debía visitarle y por preocupaciones, enfermedades y olvidos, no lo hice.

"Todo lo que se dice en ese suelto es cierto, pero para reparar aunque sea en un mínimo ese pecado de omisión, debo y quiero completarlo.

"1º.) Prati era sanducero de nacimiento, pero de pequeño fue a Salto y de corazón y como artista era salteño. Y en esto los sanduceros, cuyo Obispo fui muchos años y a los que quiero y sé que me quieren, no verán en ello que yo quiera quitarle gloria a esa perla del Litoral que es la ciudad de Paysandú. 

"2º.) Dije que como artista era salteño y eso se funda, no sólo en que él lo sentía así, como muchas veces lo cementó conmigo, sino en varios hechos concretos.

"En Salto, en casas particulares, yo conocí, -no sé si existen aún-, obras de arte decorativo, pictóricas, anteriores a su ida a la Academia de Brera, cuando se ganaba la vida como pintor y dibujante, a la vez que se perfeccionaba en el arte.

Detalle de Cristo, en el taller del escultor

Cristo, en el taller del escultor

"Pero lo más importante es que a la Academia de Brera (en cuanto yo conozco) fue gracias a un mecenas salteño, el Dr. Carlos Maldini y con la ayuda que le dio el Municipio salteño. Puedo incurrir en omisiones que deben atribuirse a falta de información.

Fuera de eso, su primera gran obra, no citada en el artículo de referencia, que pasa desconocida para casi todos y que es para mi una de las mejores, si no la mejor, fue un regalo suyo a la Catedral de Salto, y es un Cristo de tamaño natural, en bronce, que él comenzó, siendo aún alumno de la Academia de Brera, como desahogo de un hombre, que se decía no creyente, en medio del dolor de la muerte de sus dos únicos hijos.

"En ese Cristo trabajó siete años, y como él mismo nos decía a Monseñor Fernando Damiani (otro artista de alma) y a mí, cuando lo colocábamos, se pasó muchas horas en los hospitales viendo moribundos, porque quería captar el último suspiro de un hombre. Y, en efecto, desafío a quien vaya a verlo bien iluminado, ahora no lo está debidamente, si ese ajusticiado está vivo o muerto.

"3º) Fuera de ese Cristo, la Capilla del Santísimo de Salto, tiene el monumento desgraciadamente incompleto por falta mía, que no procuré los medios económicos para hacerlo (otro pecado mío de omisión) que tiene excusas pero no deja de ser pecado. 

"En ese monumento, la estatua de Mons. Tomás Gregorio Camacho de rodillas, en bronce, lo representa tal cual era, y esto lo digo no por sus líneas físicas, sino morales, como lo voy a probar de inmediato.

"Una de las pocas veces que alguien se interesó por esta obra de arte, un sacerdote cuyo nombre no recuerdo, y que como tal tenía que conocer los rasgos espirituales de las almas, y que no había conocido a Monseñor Camacho, después de pasar mucho rato mirando la estatua, me dijo: "Este obispo debía ser un hombre grande por su virtud de humildad". Y yo, emocionado, si hubiera sido anciano, como hoy, habría llorado, hube de contestarle: "Era su virtud más descollante".

"Dije que el monumento está incompleto, porque está en un pequeño ábside en el cual habíamos proyectado, con el artista, un bajo relieve representando un campo de trigo y en medio a Jesús, orando por las vocaciones sacerdotales, la preocupación de él y mía.

"Ojalá pudiera ver yo antes de morir ese bajo relieve hecho por un artista para mí gemelo de Prati, mi otro amigo, José Luis Zorrilla de San Martín, que enriqueció la Catedral de Salto con dos cuadros magníficos de San Miguel y San Juan Bautista, y que espero haga aún, en su ancianidad, el de Santa Teresita del Niño Jesús qué es una promesa mía personal.

"4o.) Saliendo un poco del tema diré, que la Capilla del Santísimo de la Catedral de Salto, tiene en el ábside principal un altar, del que me decía un sacerdote que conocía bien Buenos Aires, el saleciano Ingeniero Tonquirts: 'habrá allá altares de mayor valor monetario pero de más valor artístico no conozco ninguno'.

"El sagrario es de bronce dorado y esmalte y sobre el sagrario está el trono de la Exposición que termina con un muy artístico pelícano todo de esmalte, y lo demás es de mármol, tanto cuanto es necesario para sostener los bajo relieves de bronce dorado y esmalte y dos ángeles de bronce.

"Los bajo relieves que representan uno el Descendimiento de Jesús y otro la Adoración de los Reyes Magos, están trabajados como se trabaja una joya, con unos detalles y un realismo asombroso.

"Todo esto ha sido hecho por los artistas que ornamentaron Notre Dame de Fouryiéres en Lyon y el conjunto tuvo el primer premio en la Exposición Internacional de París en el año 1869.

"La mesa del altar es debida a un gran artista; del primer tercio de este siglo, Amedée Cateland, y todo lo debe Salto y el Uruguay a Mons. Fernando Damiani y a la generosidad de una salteña.

Dr. Carlos Maldini, Palomas, Salto

Obra de Edmundo Prati

5o.) Fuera de todo esto debe haber en Salto muchas pequeñas pero valiosísimas obras que Prati hizo para su Mecenas, el Dr. Carlos Maldini, que ornamentaban su casa, en la que él vivía; una hermosa mansión construida en una pintoresca altura a orillas del río Uruguay, casa construida con la colaboración de Prati. 

"Otras obras debe haber en la casa del Dr. Carlos Maldini, en la calle Brasil entre Invernizzl y 15 de Noviembre, que la viuda del nombrado doctor dejó en herencia al Estado y en casas de muchos salteños.

6º.) En Italia tiene que haber muchísimas obras de este gran artista, que pasó allá muchos años después que terminó sus estudios, y sobre todo sé que debe haber un Cristo que él estimaría mejor que el regalado por él a la Catedral de Salto. 

"En efecto, cuando con él estudiábamos la altura a que convenía poner el Cristo, lo mirábamos a distancia y dijo en italiano: 'Guarda, guarda che bello, manca che faccia i mirácoli' (Mira, mira que hermoso, falta que haga milagros). Yo le contesté: 'Los hará los hará'.

"Y unos meses más tarde, desde el pueblo nativo de sus padres nos escribía: 'El milagro del Cristo de la Catedral ya se realizó. Estoy haciendo otro Cristo que será mejor que el de la Catedral, porque me ha convencido que Dios existe".

Detalle y monumento a Mons. Tomás Gregorio Camacho en el taller de Prati

Monumento a Mons. Tomás Gregorio Camacho en Capilla del Santísimo de la Catedral de Salto

 

Pte. Frondizi (Arg.) en el taller de Prati, en Montevideo, con el monumento al Gral. San Martín al fondo

NOTA ACLARATORIA. El Cristo de la Catedral fue realizado por Prati teniendo a su cargo todos los gastos y materiales, así como el costo de la fundición. Posteriormente, a sugerencias de Mons. Damiani y del autor de esta nota, un grupo de personas salteñas, reunió la suma de $ 1.350 que fueron entregados al artista como un obsequio que significara una pequeña compensación de sus gastos. La principal gestora de la ejecución de la idea, fue doña Candelaria Areta de Amorim. Aprovecho la ocasión para señalar que la ilustre dama salteña que donó el Altar del santísimo, fue doña Alcira Gutiérrez.

Mons. Alfredo Viola
Diario El Pueblo (Salto)
8 de diciembre de 1970

Ver, además:

Edmundo Prati: Una vida dedicada al arte por Carlos Echinope Arce.

Nota del Editor: Tuve ocasión de ver, en la casa del escultor Edmundo Prati, un cuadro, sin vidrio, con la fotos de los hijos, fallecidos muy pequeños. La imagen estaba gastada porque don Edmundo acarició dicha foto, incluso ya ciego, casi hasta el fin de sus días.

Este texto fue escaneado por mi, editor de Letras Uruguay, hace ya un tiempo largo. En esa época lejos estaba de saber que editaría Letras Uruguay. Es parte de mi permanente homenaje, y recuerdo emocionado, a la Dra. Lila Prati, una muy querida amiga que me honró con su amistad. Gran parte de las fotos pertenecen a su archivo, heredado de su apreciado tío, el gran escultor don Edmundo Prati.

Editado por el editor de Letras Uruguay

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