(En Espéculo N° 22, 24 pp. www.ucm.es/info/especulo/numero22/asterion.html)
La discusión acerca del
mito y el laberinto en La casa de Asterión de Jorge Luis Borges
por María Gracia Núñez |
INTRODUCCIÓN J. L. Borges asimila y deliberadamente refleja toda
la tradición canónica literaria: manifiesta que él es consecuencia de
otros, y que la contingencia gobierna su relación con la literatura
anterior. Esta conciencia, a la vez visionaria e irónica
acaba de modo definitivo con la antítesis discursiva entre lo individual
y lo común, ella guarda relación con el hecho de reconocer que, en mayor
o menor grado, "toda la literatura es plagio", una idea que se
debe a Thomas De Quincey, ensayista romántico inglés, plagiario a
conciencia, y con seguridad uno de los más importantes precursores
borgianos. Es cierto que en un sentido no puede existir novedad
porque el escritor "enfrentando a los libros es alguien que hace
frente necesariamente a un laberinto sin principio ni fin." Pero
visto desde otro punto de vista, inserto en la tradición cultural de
occidente (y de parte de oriente) Borges toma una posición rememorante,
lo hace no como quien se empeña en recuperar algo de olvido, sino al modo
de quien da a entender que no ha olvidado nada. H. Bloom sostiene que los precursores literarios de
Borges, desde Poe a Kafka, son utilizados para construir el emblema
particular del caos. Se está refiriendo a la imagen del laberinto, porque
el escritor tiene la capacidad de transmutarlo casi todo en un laberinto:
casas, ciudades, paisajes, desiertos, ríos, y sobre todo ideas y
bibliotecas, aunque el laberinto superlativo esté construido a semejanza
del palacio diseñado por el artífice Dédalo para proteger y encarcelar
al Minotauro. En "La muerte y la brújula", Lönnrot y
Scharlach traman su irreparable laberinto de literatura en una amalgama de
Poe, Kafka y otros ejemplos de dobles que se enfrentan en un duelo de
participantes enigmáticos. Nos interesa particularmente este relato
porque finaliza con la ejecución de Lönnrot, ante las palabras de
Scharlach: Para la otra vez que lo mate, le prometo ese
laberinto, que consta de una sola línea recta y que es invisible,
incesante. Por diferentes motivos nuestro propósito es
realizar una lectura que se base fundamentalmente en el último fragmento
del texto La Casa de Asterión: El sol de la mañana reverberó en la espada de
bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre. -¿Lo creerás, Ariadna?
-dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió. Escribir un relato que coincidiera palabra por
palabra y línea por línea con otro sería escribir un texto que tuviera
el mismo significado y el mismo significante que el anterior. Encaminar la
reflexión sobre este asunto es nuestro propósito: ¿Se repite el
mito del minotauro en La casa de Asterión? Respondiendo
negativamente a la cuestión, surgen de modo inmediato otras disyuntivas,
ellas son las que nos proponemos estudiar en este trabajo. ¿Cómo
funciona el mito en el relato? ¿Cuál es la construcción de laberinto
que ofrece el texto? ¿Cómo se produce el desplazamiento desde Asterión
hacia el Minotauro? La indeterminación, el laberinto, el emblema del
caos, el intento por dominar ese caos (y a su centro el Minotauro) le
pertenecen en primera instancia a Teseo. Esta interpretación es la que le
adjudicaría a Asterión un papel pasivo, para él, la sabiduría del
renacer sólo se encontraría lógica y paradójicamente en la muerte, es
decir en la experiencia de morir. Pero es justamente Asterión -según Borges- quien
no se resiste a morir. ¿Por qué Asterión no se defiende de la espada de
Teseo? Para Adrián Huici el laberinto constituye el núcleo
temático y formal de la narración La casa de Asterión, él se
encarga de considerar si el cuento funciona o no como hipertexto del mito
antiguo, mito que estaría transformándose en un suceso nuevo, cuyo poder
significativo emanaría de la confrontación con su hipotexto. El lector,
al enfrentarse con el texto, pueda también leer tras él, al mito. Y éste
puede significarnos cosas muy diferentes, desde la visión del mito del
Minotauro, hasta la visión de una posible concepción del hombre moderno,
las palabras de Huici son: ... la visión de un ser atormentado, errando
solitario por intrincadas galerías, perplejo ante las infinitas
encrucijadas que se abren a cada paso. Cristina Grau entiende el relato La casa de
Asterión en relación con el texto de Kafka, La Madriguera, en
relación a ello enumera una serie de hechos que emparentarían los
relatos: ambos protagonistas cuya voz narrativa es la primera persona, son
animales que describen su vida, su espacio y su relación con el mundo
exterior; ambos se encuentran defendidos y encerrados en un laberinto al
que llaman casa, y se piensan en términos de singularidad; ambos acechan
en vigilia permanente sintiendo a la soledad como carga inevitable y ambos
se saben en una situación de imposible salida cuya única posibilidad de
liberación consistiría en la muerte, contra la cual luchan y a la vez
esperan. Es necesario dar cuenta del interesante paralelismo
que Grau elabora, pero, a nuestros fines, es imprescindible establecer una
diferencia primordial entre ambos: no hay en el relato de Kafka un mito al
que se pueda acudir con el fin de remitir el texto. Por ejemplo el
protagonista de Borges dice: No en vano una reina fue mi madre, no puedo
confundirme con el vulgo (...) V. Reyzabal afirma que Borges parece preferir la
dialéctica del perseguido y el perseguidor, del buscado y el buscador y
la posible identidad de ambos en uno, con lo que el argumento (antes de
otra índole) se hace filosófico, existencial, metafísico ..." Según
explica esta autora el texto podría estar sugiriendo en última instancia
una identificación Asterión-Teseo, cuestión no del todo verosímil si
se la observa desde otra perspectiva. Anderson Imbert, en 1961, escribe que "para
Borges el mundo es un caos, y dentro del caos, el hombre está perdido
como en un laberinto", y concluye con la extraña idea de que la
angustia expresada por el monstruo es idéntica a la que siente el autor
en su universo y , en fin ... Borges es Asterión, el Minotauro. McGrady afirma que en La Casa de Asterión el
misterio del relato queda resuelto cuando el lector identifica al
narrador: el Minotauro, de modo que en primer lugar el crítico hace explícita
la identidad Asterión-Minotauro. Alega que en el relato es
posible encontrar dos alusiones bíblicas y que tras ellas se ocultaría
el verdadero sentido de la narración, la primera de ellas es: Cada nueve años entran en la casa nueve hombres
para que yo los libre de todo mal. McGrady sostiene que la cláusula "libre de
todo mal" proviene del Padrenuestro (San Mateo 6.3). La segunda de
las alusiones la encuentra en las siguientes palabras de Asterión: "Ignoro quienes son, pero sé que uno de ellos
profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor.
Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor
y al fin se levantará sobre el polvo." El crítico sostiene que las palabras en cursiva
provienen textualmente del libro de Job, (19.25). Basándose en esa
suposición afirma que la cita es introducida por Borges con el fin de
insinuar su creencia en Dios. Esto significa no sólo admitir la identidad
de Asterión y el Minotauro, sino simultáneamente admitir otra
equivalencia: Dios-Redentor. Para más de un estudioso de su obra, la postura
cosmológica de Borges a lo largo de toda su producción literaria es
declaradamente caótica, "su imaginación es la de un gnóstico
declarado, aunque intelectual y moralmente sea un humanista escéptico",
sostiene por ejemplo, Harold Bloom. La hipótesis de MacGrady, entre otra cosas, adolece
del vicio de remitir el relato en última instancia a una nota biográfica,
hipótesis que por otro lado sugiere que el relato perdería la incógnita
luego de una primera lectura en la que se identificaría al narrador. Esa
conjetura no funciona resolviendo las indeterminaciones subyacentes al
relato. Procuraremos reformularla del siguiente modo: la indeterminación
del mito, la indeterminación de la casa que habita el personaje, la
indeterminación de Asterión (o el Minotauro), la indeterminación del
redentor (Teseo o Ariadna) tienen como marco teórico una cosmología que
es ajena al ámbito cristiano "y aún al orbe del Occidente y
requiere un ámbito más antiguo, más complejo y más fatigado",
como sostiene el propio Borges, en "Un problema", texto que
figura en El hacedor. En el Epílogo de El Aleph, Borges atribuye, no sin
cierta ironía, la inspiración del relato a una pintura de Watts. "A una tela de Watts, pintada en 1896, debo La
casa de Asterión y el carácter del pobre protagonista". El cuadro muestra una semblanza dolorida, no feroz,
en la expresión de la cabeza del toro que podría corresponderse con el
carácter de Asterión. El Epígrafe de Apolodoro, el Epílogo y el cambio
en la voz narrativa la final del relato -entre otras cosas- hacen legítimo
suponer que Borges construye un relato en el que diferentes versiones del
mito convergen y divergen en la narración titulada La casa de Asterión.
Nuestra hipótesis además entiende que Asterión no
está precisamente perdido en su casa, sino que por el contrario,
como se intentará explicar posteriormente, su ámbito le permite el
desciframiento del universo en el que vive y la comprensión de su propio destino. Suponemos que la realidad que trazan diferentes
documentos y libros remiten de modo directo a la mitología. Borges
consecuentemente hace de ella su propósito artístico. La casa de
Asterión no es sólo la versión borgiana del mito del minotauro. No
puede existir una fuente literaria única que de cuenta exhaustiva y
verdaderamente del mito. Por ello el mundo en el escritor se mueve entre
lo humano y lo mítico, alrededor de él giran una cuidadosa serie de
referencias y también variantes introducidas intencionalmente. La humanización del protagonista se da a través
del uso de la primera persona como voz narrativa, el hecho que el efecto
buscado sucede también en un drama contemporáneo de Cortázar, además
de estar planteado explícitamente en la hipótesis nietzscheana. 1.0. EL MITO Las mitologías de los pueblos mediterráneos
alcanzaron un gran dramatismo que fue expresado en el arte, las leyendas y
la poesía. Bajo estos se esconden los principios morales, las leyes
naturales y las transformaciones que rigen el transcurso de la vida cósmica
y humana. El mito es una forma literariamente inespecífica,
inhallable, sostiene M. Detienne quien afirma que apelar, a lo que todo el
mundo concuerda en denominar mito es confesar, una fidelidad insólita a
un modelo cultural que aparece en el siglo XVIII, cuando el conjunto de
ideas recibidas sobre las divinidades del paganismo, entre Ovidio y
Apolodoro, constituyó el dominio de la fábula, cuyo conocimiento
erudito y sabio se denominó mitología. En el nivel en el que es captado el pensamiento mítico,
es necesario admitir que guarda relación directa con el dato social, pero
además, en el mundo arcaico, el mito expresa un sistema de afirmaciones
acerca de la realidad última de las cosas, sistema que puede considerarse
a sí mismo una metafísica. Los griegos, en el mito del eterno retorno, buscaban
satisfacer su sed metafísica de lo "óntico", de lo estático
porque desde el punto de vista de lo infinito, el devenir de las cosas que
vuelven sin cesar en el mismo estado es implícitamente anulado y hasta se
afirma que el mundo permanece en su lugar. La mayoría de los rituales imitan un arquetipo
divino y su reactualización continua ocurre en el instante mítico
atemporal, en este sentido toda construcción es un comienzo absoluto, es
decir, tiende a restaurar el instante inicial, la plenitud de un presente
que no puede explicarse de modo alguno como "historia". 1.1. EL ETERNO RETORNO DEL MITO Puede sostenerse que la teoría griega del eterno
retorno es la variante última del mito arcaico de la repetición de un
gesto arquetípico, así como la doctrina platónica de las ideas era la
última versión de la concepción más elaborada del arquetipo. Ambas
doctrinas encontraron su más acabada expresión en el apogeo del
pensamiento filosófico griego. En la vida del hombre arcaico los actos humanos, no
tienen valor intrínseco autónomo. Un objeto o una acción adquieren
un valor y, de esta forma, llegan a ser reales, porque
participan, de una manera u otra, en una realidad que los trasciende. En su comportamiento consciente, el hombre arcaico,
no conoce ningún acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente
por otro, otro que no era un hombre. Lo que el hace, ya se hizo. Su vida
es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros. El gesto
no obtiene sentido, realidad, sino en la medida en que renueva una
acción primordial. Porque un objeto o un acto no es real más que en la
medida en que imita o repite un arquetipo. Eterno presente
es la coincidencia con el instante atemporal de la manifestación de los
arquetipos. Si se mira desde una perspectiva más amplia, la vida del
hombre arcaico (limitada a la repetición de actos y al incesante volver a
los idénticos mitos originarios), aun cuando se desarrolla en el tiempo,
no registra la irreversibilidad. En otras palabras, no tiene en cuenta lo
que es precisamente característico y decisivo en la conciencia del
tiempo: el hombre vive aquí en un presente atemporal. Cada año, el
sujeto arcaico toma parte en la reproducción de la cosmogonía siendo
este un acto creador por excelencia, y hasta puede agregarse que, durante
algún tiempo, el hombre ha sido "creador" en el plano cósmico,
al imitar esa cosmogonía periódica y participar en ella. La memoria colectiva es ahistórica, la conciencia
arcaica no concede importancia alguna a los recuerdos
"personales". La humanidad arcaica se defendía de todo lo que
la historia comportaba de nuevo y de irreversible. El hombre de las civilizaciones tradicionales no
concedía al acontecimiento histórico ningún valor en sí aunque esto
implicara anular la historia periódicamente o desvalorizarlo en función
de los arquetipos transhistóricos o atribuirle un sentido metahistórico,
el hombre arcaico no lo consideraba como una categoría específica de
su propio modo de existencia. El mundo moderno asiste al conflicto entre dos
concepciones: la concepción arcaica, llamada arquetípica y antihistórica,
y la moderna, poshegeliana, que quiere ser histórica. Desde Hegel, todo esfuerzo tiende a salvar y a
valorar el acontecimiento histórico en cuanto tal, el
acontecimiento en sí mismo y por sí mismo, para él, el
acontecimiento histórico es la manifestación del espíritu universal.
Hegel escribía en su estudio sobre la constitución alemana: Si reconocemos que las cosas son tal y como son por
necesidad, es decir, que no son arbitrarias ni constituyen el resultado de
un azar, reconoceremos igualmente que deben ser como son. Puede decirse que el cristianismo es la "religión"
del hombre moderno y del hombre histórico, del que ha descubierto simultáneamente
la libertad personal y el tiempo continuo (en lugar del tiempo cíclico).
Desde la "invención" de la fe en el sentido judeocristiano del
vocablo, el hombre apartado del horizonte de los arquetipos y de la
repetición no puede defenderse de ese terror sino mediante la idea de
Dios. Solamente presuponiendo la existencia de Dios conquista, por un
lado, la libertad (que le concede autonomía en un universo regido
por leyes o en otros términos, la "inauguración" de un modo de
ser nuevo y único en el universo) y, por otro, la certeza de que
las tragedias históricas tienen una significación transhistórica,
incluso cuando esa significación no sea siempre evidente para la actual
condición humana. En este aspecto, el cristianismo se afirma sin
discusión como la religión del "hombre caído en desgracia": y
ello en la medida en que el hombre moderno está irremediablemente
integrado a la historia y al progreso, y en que la historia y el progreso
son caídas que implican el abandono definitivo del paraíso de los
arquetipos y de la repetición. Si se mira en su verdadera perspectiva, la vida del hombre arcaico (limitada a la repetición de actos arquetípicos, es decir, a las categorías y no a los acontecimientos, al incesante volver a los mismos mitos primordiales), aun cuando se desarrolla en el tiempo, no por eso lleva la carga de éste, no registra la irreversibilidad; en otros términos, no tiene en cuenta lo que es precisamente característico y decisivo en la conciencia del tiempo. |
1.2. EL MITO DEL MINOTAURO La civilización cretense del segundo milenio a.C.
recibe su nombre del legendario rey Minos, que mandó construir el
laberinto. Según Eliade si este último no es el palacio de Cnosos,
decorado de hachas dobles, es probablemente la imagen deformada de las
antiguas grutas arregladas para servir de santuario desde el neolítico. El culto minoico consistía en sacrificios y
ofrendas en las grutas y sobre las cimas de las montañas, en santuarios
rurales construidos alrededor de árboles sagrados o en habitaciones
especiales de los palacios. Los rituales del fuego sobre las montañas,
las procesiones y las acrobacias sobre los cuernos de un toro forman parte
de la vida religiosa cretense. La alianza cósmica que se expresa a través de la
unión del mar (toro blanco) y la tierra (Pasifae casada con el sol:
Minos), encuentra su oponente "lógico" en el ámbito celeste,
de modo que Minos se desdobla en Teseo para recuperar a Pasífae-Ariadna. El toro es un símbolo del caos, de la naturaleza
incontrolada y hostil. Una fuerza enorme y brutal. Símbolo de muerte y
anonadamiento y también símbolo de poder, fecundidad y vida. Humanizando
a la bestia es posible domesticarla: la cópula del toro de Poseidón con
la reina Pasífae convierte al animal en su prolongación obvia, el
Minotauro, en el plausible principio de la creación. El Minotauro es una
criatura de las aguas oceánicas, Poseidón hizo salir del mar a su padre
y según lo asienten otras versiones, era éste un toro que estaba
destinado al sacrificio en honor del dios. Del mito se desprende que los mancebos enviados como
tributo de guerra de Atenas a Creta son víctimas del Minotauro, quien a
su vez es presa del laberinto creado por Dédalo, quien está al servicio
( y también en el futuro será víctima) de Minos, que es víctima de la
ira de Poseidón, quien le enviará el Toro blanco que Minos no sacrificará
por su hermosura y del que se enamorará Pasífae, madre del Minotauro.
Poseidón aunque no se explicite en el mito, forma parte de la red de
destino general o cósmica inevitable, aún para los dioses, que los
griegos llaman moira; así por ejemplo, el dios del mar, pese a su
omnipotencia, no puede evitar que Minos deje de sacrificar a su Toro, y así
cometa sacrilegio o infidelidad contra su autoridad divina. Resumida, la cadena de sobredeterminaciones, es
decir la trama del mito griego es la siguiente: (Moira) Poseidón Minos Pasifae Dédalo Minotauro Mancebos Ariadna Teseo Teseo constituye un lugar especial en esta trama,
porque perteneciendo en principio al escalón más inferior de la misma
(mancebos), logra superarlo y revertir el proceso de dominio, destruyendo
el poder de Minos a través de su principal instrumento de terror sobre el
pueblo ateniense: el Minotauro. Es permitido argumentar que su victoria es
aún más rotunda porque no solamente vence al monstruo sino a la casa
monstruosa donde vive gracias al hilo de Ariadna. Un impetuoso contraste de lecturas surge
inevitablemente entre la versión corriente del mito y la versión de
Borges sobre el mismo mito en La casa de Asterión, esto permitiría
algunas observaciones. El tributo que debía mandar Atenas a Creta era de
siete doncellas y de siete jóvenes, para ser devorados por el Minotauro.
Borges habla sólo de nueve hombres que ingresan al laberinto cada nueve años.
El texto dice: Cada nueve años entran en la casa nueve hombres
para que yo los libere de todo mal. La alusión al Templo de las Hachas, es decir la
identificación que se logra en el relato de Borges entre el laberinto y
el mundo, puede ser entendido como el paralelo entre las dos únicas cosas
(el sol y el Minotauro) vendría a significar el entrecruzamiento de mitos
diferentes. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se
encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban
piedras. 1.3. EL MITO DE ASTERIÓN En apariencia, Asterión no es un ser temible,
parece querer ser suavizado en sus aspectos más inhumanos. Asterión descubre que su mundo, en realidad, está
incluido en otro mayor e incomprensible, al que puede acceder, pero que le
está vedado por alguna razón. Condenado a la soledad en la sucesión
"infinita" de espacios y de galerías, Asterión, desea un
redentor que lo libere del laberinto, al mismo le solicita: Ojalá me lleves a un lugar con menos galerías y
menos puertas. Asterión tiene neta superioridad intelectual y
espiritual sobre su verdugo Teseo por varios motivos. Se sabe parte de una
trama imposible de eludir y es inevitable en este punto mencionar el
primer verso del poema "El laberinto", donde el autor se refiere
remitiendo al mismo orden cósmico superior cuando escribe: Zeus no podrá desatar las redes de piedra que me
cercan. Este discernimiento le confiere paradójicamente su
principal virtud en tanto le permite tomar conciencia de una condición
común a todos los seres humanos, sin la ilusión o la ingenuidad de
vencerla, como tiene Teseo, que no puede llegar a ese nivel de conciencia
o especulación o incertidumbre. En segundo lugar no solamente encontramos la
victoria aparente de Teseo, sino por el contrario la victoria definitiva
de Asterión: es este último el que utilizará a Teseo como instrumento
de su principal deseo vital o existencial, es decir su última voluntad:
ser muerto para terminar con su suplicio y acceder a la posibilidad de una
suerte de redención en otro espacio o nivel simbólico, que en última
instancia puede ser el encuentro con su redentor o su propia transformación.
Asterión señala al final del relato que sólo tiene certeza acerca de la
existencia de dos cosas en el mundo: el mismo y el sol, que dentro de múltiples
significaciones puede interpretarse como el principio no solamente
nutridor o iluminador del universo, sino también generador del mismo, es
decir dios. Asterión ve en su muerte el fin de un proceso y el
cierre de la vida terrena como mera captación de apariencias. Teseo, en
cambio se piensa triunfador e ignora que sólo ocupa un lugar más en la
trama, cuyo desenvolvimiento posterior también ignora, es decir que no
sabe que sigue perdido en el laberinto del tiempo, de la existencia y de
la ignorancia. La invención de Asterión consiste en eso
precisamente: sabe que no basta con salir del laberinto de Minos para
eludir ese otro laberinto más cósmico y general. Esta característica
filosófica de Asterión permite ver en última instancia el carácter
relativo de la cadena de sobredeterminaciones anteriormente desarrolladas,
reafirmando el tópico borgiano: en esa cadena cada eslabón o escalón se
cree superior y dominador de los inferiores, cuando en realidad es parte
de una cadena mayor o sea por decirlo de algún modo de un proyecto de
universo en el que cada uno es una parte o peldaño. La paradoja consiste
en que, cuanto más poder aparente se cree tener en esa cadena, menos
conciencia se tiene de la misma; y cuanto menos poder y más carencia,
como es el caso de Asterión, más conciencia. 1.4. EL MITO DEL LABERINTO El culto religioso que presenta al mundo como un
laberinto tiene orígenes "pansofísticos". Los laberintos más
antiguos que aparecen mencionados en literatura , son los laberintos de
Egipto y de Creta. Es Heródoto quien describe el egipcio: "3.000
habitaciones, en la casi inaccesible cámara central, estaban sepultados
los reyes y los cocodrilos sagrados". Luego Plutarco narra las hazañas
de Teseo en el laberinto de Cnosos construido por el genial arquitecto Dédalo.
La versión atribuida a Plutarco es aparentemente una evolución del culto
de las grutas de la Edad de Piedra. Lo esencial del laberinto en la antigüedad es su
condición ser una metáfora "unificadora" de lo previsible y de
lo imprevisible del mundo. El rodeo lleva al centro. Sólo por el rodeo se
llega a la perfección. En Creta es donde Las Leyes se cuentan, a lo
largo de un itinerario que lleva a tres ancianos desde Cnosos hasta el
antro de Zeus y su santuario. Un dios seguramente ha establecido las
leyes: Zeus. Pero lo ha hecho con ayuda de un mediador, modelo de los
legisladores míticos, ese intercesor próximo a los dioses no es otro que
el rey Minos, según lo sostiene Platón en Las Leyes: Cada nueve años asistía a la cita que le daba su
padre y estableció las leyes de vuestras ciudades de acuerdo con las phemai,
los rumores oraculares de su padre. El motivo laberíntico surge de nuevo de ‘modo
explosivo’ en los siglos XVI y XVII, así como entre 1880 y 1950. De
Vrieus diseña en Amberes en 1583 jardines laberínticos con los
correspondientes semi-escondidos monstruos de todo género. Paracelso escribe un Labyrinthus
medicorum, Henry King publica en 1627 una poesía que dice: The
crooked labyrint is life, it is althoug sin. En 1631 (1592-1670) Comenius publica un célebre
poema titulado Laberinto del mundo y paraíso del corazón. Baltasar Gracián en El Criticón (1651) no
olvida el tema y describe su propio mundo cuando escribe: Modelo de laberintos y centro de minotauros. En relación a la literatura moderna, J. R. Jiménez
publicó en 1910 una colección de versos cuyo título es Laberinto.
En una poesía F. García Lorca dice Confuso laberinto/ negra estrella ... De J. L. Borges aparece en 1953 (en traducción
francesa) Labyrinthes, narraciones que se desarrollan de un modo
eminentemente laberíntico. Yo soñaba hasta el agotamiento con un limpio, pequeño
laberinto en cuyo centro estaba un ánfora, que mis manos casi tocaban,
que mis ojos contemplaban, pero los senderos eran tan complicados como
confusos, que se me hizo claro: moriría sin haber llegado jamás allí. 2.0. EL LABERINTO El término labyrintho tiene procedencia
pre-griega y se originaría en el término "doble hacha" que
guarda relación con Cnosos, puesto que ése es un símbolo grabado en
varias de las piedras aún existentes del palacio. Guy Béatrice, en su artículo "El laberinto
hermético", da cuenta que el término "laberinto" no
procede del griego "labrys" o doble hacha de los aqueos que
presidiera el palacio de Cnosos; ya que, agrega, "hacha" se dice
"pelekys". "Laberinto" vendría de "labra/laura,
esto es, "piedra", "gruta". René Guénon también afirma que el origen de la
palabra no estaría en "labrys", porque "labrys" y
"laberinto" derivarían de un mismo término que designa a la
piedra. Algo contrario opina Paul de Saint-Hilaire quien propone el etimológico
significado de "nasa de pescador", siendo Teseo el pececito
atrapado. Borges, en conversación con R. Alifano, explica que
el término ‘laberinto’ deriva del griego laberhnth, cuyo
significado es "el principio de las ruinas, los corredores, ese largo
edificio construido especialmente para que la gente se pierda en él."
En "El inmortal", antes de que finalice la segunda parte, lo
compara con la Ciudad de los Inmortales y se refiere del siguiente modo a
esa ininteligible construcción: Un laberinto es una casa labrada para confundir a
los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, está subordinada a
ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré, la arquitectura carecía
de fin. La idea reiterada por Borges del laberinto como
edifico donde los personajes (conscientes o no de ello) buscan algo
situado en el lugar más inescrutables e inaccesible, por ejemplo, ‘el
Hexágono Carmesí’ de La Biblioteca de Babel. En estos ámbitos
predominan la desorientación, la abolición o alteración de las
referencias habituales de identificación, de sucesión, de distribución
y de ubicación del tiempo y del espacio. En El libro de los seres imaginarios, Borges
comienza refiriéndose al Minotauro con las siguientes palabras: La idea de una casa hecha para que la gente se
pierda es tal vez más rara que la de un hombre con cabeza de toro, pero
las dos se ayudan y la imagen del laberinto conviene a la imagen del
minotauro. A pesar de lo que tentadoras y múltiples lecturas
autorizarían a sugerir, preferimos anteponer el laberinto de La casa
de Asterión a cualquier otro tipo de laberinto diagramado explícito
o no. Es por ello que las semejanzas o las diferencias se establecerán
primordialmente siguiendo la línea que suponemos jerarquizada en el
relato en cuestión. Si trabajáramos el tema del laberinto en lo que
refiere a la poética de Borges serían insoslayables algunos textos. En "Eclesiastés 1-9", el laberinto
constituye elemento clave en el trágico universo de la composición poética,
cuya única solución es la muerte. Los poemas "Laberinto" o "El
laberinto" nos sugerirán tangenciales conjeturas de las que daremos
cuenta más adelante. La cuestión del destino está planteada en ambos,
de ahí que no sea ingenua la analogía propuesta. Los últimos versos del
primer poema son: Nos buscamos los dos. Ojalá fuera El poema "The Cloisters", parece explicar
que en cuanto a posibilidades más nefastas, el laberinto, está en un
nivel inferior al del sueño, allí se menciona el mismo laberinto de
Cnosos. El hecho de ver la Ciudad de los Inmortales es más
terrible que el laberinto. Mientras que la primera es repugnante,
el laberinto ve justificada su existencia en la operación de confundir a
los hombres y simultáneamente de proporcionar un orden, pese a que el
personaje pueda o no comprenderlo, por ello es preferible a la Abadía, a
la ciudad de los Inmortales o al sueño. Tanto en el poema como en la ciudad de los
Inmortales, la atmósfera que sugiere la desorganización está dada en la
ciudad o en el sueño, en el laberinto, en cambio, existe alguna
distribución. En algunos textos de Borges el laberinto es el lugar del
caos, el ámbito que contiene a muchas representaciones homólogas del
caos, la muerte, las tinieblas, la enfermedad, el dolor, la ignorancia y
la noche. En Atlas (1986) en el capítulo
"Laberinto", texto que ilustra una fotografía de Borges en el
palacio de Cnosos en Creta, se refiere al palacio como si éste fuera el
laberinto: Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto
cuyo centro fue el Minotauro (...) Este es el laberinto en cuya red de
piedra se perdieron tantas generaciones, como María Kodama y yo nos
perdimos aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro
laberinto. Si el palacio de Cnosos representa al laberinto de
Cnosos la autoridad que rige es dinásticamente la misma: Minos, Minotauro
... Así como el templo es la casa del dios, los dos recintos (el templo y
el palacio) albergan a poderes gemelos y complementarios en los diferentes
planos cosmológicos: los lazos son deliberados entre arquitectura y
poder. Unwin, personaje de la narración "Abenjacán
el Bojarí, muerto en su laberinto" texto que pertenece a El
Aleph, encuentra conveniente esa versión para la solución del enigma
planteado en el mismo: Lo que importa es la correspondencia de la casa
monstruosa con el habitante monstruoso. El minotauro justifica con creces
la existencia del laberinto.(...) Evocada la imagen del minotauro (evocación
fatal de un caso en que hay un laberinto), el problema virtualmente,
estaba resuelto. 2.1. EL LABERINTO DE CNOSOS Y EL LABERINTO DE HAWARA A partir de claves de diferente orden Borges intenta
una aproximación al conocido mito del laberinto de diversas maneras. El
texto de Apolodoro que funciona como epígrafe del relato: Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión. Continúa de la siguiente manera : ... y que fue llamado Minotauro, tenía la cara de
toro y el resto del cuerpo de hombre; y Minos, obedeciendo a los oráculos,
lo encerró y lo hizo vigilar en el Laberinto. Pues, el Laberinto que
construyó Dédalus era una construcción que por sus meandros
enrevesados, hacía perder el camino de la salida. La casa de Asterión no es el laberinto egipcio sino
el Palacio de Cnosos, situado en la costa norte de Creta, el Palacio es
una construcción compacta, de gran número de unidades menores
especializadas, interrelacionadas sin solución de continuidad. En el
relato se introduce entre paréntesis, una referencia al laberinto de
Heracleópolis, en Egipto (laberinto construido por el faraón Amnemhat
III 2.300 años a.C.): Asimismo hallará una casa como no hay otra en la
faz de la tierra. (Mienten los que declaran que Egipto hay una parecida). Heracleópolis, está vinculado en antiguos textos
con Cnosos. Diodoro de Sicilia escribe que el laberinto construido por Dédalo
en la isla de Creta fue realizado a imagen y semejanza del de Egipto.
Aunque la función de éste último se restringía a cuestiones funerarias
de la realeza. (Diodoro de Sicilia, I, 61). Minos, personificación del dios de la fecundidad,
señor del rayo (la doble hacha) y de la lluvia, está simbolizado en el
toro que recuerda al Apis egipcio de Menfis, al Mer-uer de On y al Min de
Coptos. Y de este último dios, cuyo nombre se parece al mítico
gobernante de Creta, se dice en un himno que es el "toro de su
madre", a la que "fecundó y consagró su corazón". Puesto
que en la doctrina egipcia Min ha fecundado verdaderamente a Isis, y de
esa unión ha nacido Horus que es coronado rey del Alto y del Bajo Egipto,
la aplicación del modelo a Creta sugeriría que de la cópula de Pasífae
con el toro blanco de Poseidón -también el toro de Min, que participaba
en la procesión de su fiesta anual en la Tebas de Ramses III, era blanco-
nace el que, por derecho natural y divino, heredará el trono, el nuevo
Minos, el Minotauro, que habitará su gran palacio real, el laberinto, es
decir Cnosos. Todo esto haría pensar en el origen egipcio no sólo
de la idea y el diseño del edificio laberíntico -imitado por Dédalo del
arquetipo de Amenemhat II en Hawara, según la tradición-, sino de su
profundo significado y las pertinentes asociaciones simbólicas, entre
ellas, especialmente, la asignación al rey de la fuerza genésica cuyo
fetiche es el toro, culto iconográfico tal vez procedente de Anatolia que
encuentra en el sol la mejor ponderación, ya que magnifica el poder
absoluto y sagrado del soberano hasta una escala sideral y cosmológica. Asimismo podría explicarse el uso de los paréntesis,
como estratagema de Borges encaminada a indicar la conexión inevitable
entre ambos laberintos, ensamble que ha sido tratado por diversos autores:
Heródoto describe el laberinto egipcio, Apolodoro, Virgilio (Eneida,
V, versos 588-591), Calímaco, (Himno a Delos, versos 307 y ss.),
coinciden en que el laberinto no es una construcción de puertas cerradas,
sino un trabajado alarde de ingeniería, oscuro y lleno de mil tortuosos
senderos que confunden la salida. Asterión se empeña en desmentir el rumor de su
condición de presidiario de la casa laberíntica con las siguientes
palabras: Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un
prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no
hay una cerradura. Queda finalmente firme la conexión que establece el
mito de Teseo entre los conceptos laberintos, sol, danza, rey, y de la
connotación que el Minotauro introduce en el carácter del recinto que
habita, dado que su naturaleza anómala pone de manifiesto en grado
superlativo el desorden -considerado por lo general como "inversión"-
que se atribuye al mundo inferior. 2.2. EL LABERINTO DE ASTERIÓN En el proceso de conocimiento interior de Asterión
es importante el papel que ejerce el tiempo. La cadena de determinaciones
o el saberse parte de una trama implica un proceso necesariamente
sucesivo, es decir desenvuelto a lo largo del tiempo; en segundo lugar,
por un hecho más sencillo: Asterión tiene tiempo para reflexionar. En El Aleph otro protagonista en cierta
manera paralela a Asterión, en tanto prisionero, comparte la misma
angustia temporal: Tzinacan, en "La escritura de Dios", tiene
frente a sí la misma dimensión temporal extensa, la misma eternidad
aparentemente inútil de su condición. Para llenar ese vacío también
recurre a la reflexión, aunque con una dirección más específica y
finalmente más feliz lo que lo aleja de Asterión. Tzinacán y Asterión comparten la característica
de ser los que menos poseen, pero los que más conocen o más inquietudes
de conocer tienen. También mantienen en común el hecho de que arriban a
la reflexión al cabo de un proceso que está relacionado con su
prolongada permanencia, con el largo tiempo de su cautiverio y en general
de su condición; a la postre el tiempo es su principal angustia pero
también su principal objeto y razón de reflexión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo. 2.3. EL CENTRO DEL LABERINTO En el centro puntual de la maraña En el centro del laberinto está el Minotauro que
remite según la lectura realizada hasta al momento a una imagen específica.
La idea de centro es fundamental, lo mismo que la presencia de un sistema
de obstáculos que hacen penoso y complicado alcanzar ese lugar prodigioso
en el que se custodia la perfección, la superación, el ocaso de la
incertidumbre y el dolor. El encuentro con el centro y con el monstruo
guardián que en el centro del laberinto reside. El "centro" es
la zona de lo sagrado por excelencia, la de la realidad absoluta. El camino es arduo, está sembrado de peligros,
porque, de hecho, es un rito del paso de lo profano a lo sagrado; de lo efímero
y lo ilusorio a la realidad y la eternidad; de la muerte a la vida; del
hombre a la divinidad. El acceso al "centro" equivale a una
consagración; a una existencia, ayer profana e ilusoria, le sucede ahora
una nueva existencia real y duradera. En "El hilo de la fábula" contenido en Los
conjurados, Borges dice : El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de
Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el
laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro o, como
quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera,
ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, a su
amor. Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado
del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún
lugar prefijado estaba Medea. (...) Fulcanelli (Le Mystère des Cathédrales)
afirma que el laberinto encierra un sentido mitohermético. Lo que vendría
a significar una expresión alquímica iluminada por el mito fundacional
del símbolo, es en este sentido que la imagen del laberinto se consagra
como emblemática del trabajo entero de la Obra y de sus dos edificios
mayores: la de la vía que conviene seguir para alcanzar el centro donde
se libra el combate de las dos naturalezas; y la segunda, la del camino
que debe mantener el artista para salir de él. Fulcanelli anota sobre una criptografía que vela el
término "Ariadna", español "araña", del griego
"airò", etc. Interesa en este punto recordar que en la araña
coinciden tres sentidos simbólicos distintos. Son el de la capacidad
creadora de la araña al tejer su tela; el de su agresividad y el de la
propia tela, como red espiral brotada de un centro. La araña en su tela
es un símbolo del centro del mundo y en ese sentido es considerada en la
India como Maya, la eterna tejedora del velo de las ilusiones, la
destructividad del insecto no hace sino ratificar ese simbolismo de lo
fenoménico. La mujer Araña con su tela puede dominar los
movimientos del sol. El héroe que llega bajo la protección de la Madre Cósmica
no puede ser dañado: "el ovillo de Ariadna devolvió a Teseo sano y
salvo de la aventura del laberinto", reflexiona Campbell. 2.4. DOS LABERINTOS: ABENJACÁN Y BABEL El Acápite de Abenjacán el Bojarí, muerto en
su laberinto dice : ... son comparables a la araña, que edifica una
casa. (Alcorán, XXIX, 40:) En este texto existe una diferencia en relación al
laberinto planteado en La casa de Asterión. Mientras que el
recinto que habita el Minotauro es análogo al conocido diagrama cretense,
"la casa (de Abenjacán) era baja". El diálogo de Unwin con Dunraven cumple un papel
decisivo en relación a la resolución del enigma que el relato plantea y
asimismo se reafirma la importancia de la centralidad del Minotauro
referida al laberinto, además del recuerdo del minotauro imaginado por
Dante: El laberinto cuyo centro era un hombre con cabeza de
toro. La asociación laberinto-centro-araña está
presente no sólo en relación al acápite sino también en las palabras
que Borges le atribuye a Unwin: Lo que importa es la correspondencia de la casa
monstruosa con el habitante monstruoso. (...) Sin embargo, confieso que no entendí que esa
antigua imagen era la clave y así fue necesario que tu relato me
suministrara un símbolo más preciso: la telaraña. (...) Nada me asombraría que la telaraña (la forma
universal de la telaraña, entendamos bien, la telaraña de Platón)
hubiera sugerido al asesino (porque hay un asesino) su crimen. En "La biblioteca de Babel" texto
que se incluye en El jardín de los senderos que se bifurcan (1941)
y posteriormente en Ficciones (1944), se puede examinar el diagrama de
otro laberinto. La uniformidad espacial impide la orientación, de ahí
que el espacio arquitectónico sea considerado intrincado. El relato
comienza con las palabras del bibliotecario que guiará al lector por el
indescifrable orbe: El universo (que otros llaman la Biblioteca) se
compone de un número indefinido, y tal vez infinito de galerías
hexagonales. Si el laberinto es la espiral y su transcurso un
recorrer de lo infinito, su estructura geométrica tiene la perfección de
la estructura matemática, esa perfección es ejemplar en la medida que
introduce la estructuración en el desorden aparente que la misma idea de
laberinto encierra; así como la idea de inevitabilidad última.
Nuevamente la idea de orden aparece asociada a la de laberinto: ese
universo biblioteca-laberinto genera la idea de una construcción
hexagonal lóbrega, clausurada y autosuficiente que imposibilita cualquier
innovación. Es la descripción de una cárcel cultural que convierte a
sus moradores en esclavos de los libros y de las oscuras galerías. El
protagonista reflexiona acerca de su aterradora condición: La certidumbre de que todo está escrito nos anula o
nos afantasma. Cuidadosamente se describe un particular diagrama
con connotaciones didácticas, cuyo centro ideal entraña el
desconocimiento y ausencia de la dimensión espacial enfatizada por la
escalera en espiral "que se abisma y se eleva hacia lo remoto". Este laberinto que supone la Biblioteca, es
comprendido como antiguo, inútil, indescifrable, inscribe en la figura mítica
del Hexágono Carmesí la esperanza de encontrar el Libro Total o
metalibro que elucide la totalidad de los libros acumulados. "Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el
infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en
un ser, tu enorme Biblioteca se justifique". La simetría y los espejos duplican y multiplican la
realidad, reproducen las paradojas, manifestando a la vez la presencia y
la ausencia del tiempo y del espacio: presencia mediante los signos
visibles que ofrece, ausencia mediante la idea de infinito que sugiere. Es
a la vez multiplicidad por el sinnúmero de desvíos y rodeos que
presenta, y unidad cuando se tiene de ella una visión de conjunto. La permanencia del edificio es lo que más importa,
todo está subordinado al mismo. El universo-biblioteca se prolonga
infinitamente, apenas se ve su población disminuida escasamente por causa
de los suicidios y los padecimientos de los que son víctimas algunos de
los funcionarios. En su arquitectura y geometría la biblioteca además
de actuar de modo directo sobre las criaturas, exige ella misma la
clausura, la restricción desprovista del elemento individual (particular,
diferencial) a un territorio cerrado sobre sí mismo o sea a un territorio
sin exterior. El ordenamiento propuesto en la Biblioteca de Babel
es similar al de otro edificio usado para fines comunes: el Panóptico,
ideado como figura arquitectónica y dispositivo implica unidades
espaciales que permiten ver y reconocer, e incluso disociar la pareja
ver-ser visto. En el anillo periférico se es totalmente visto, sin ver
jamás; en la torre central se ve todo sin ser jamás visto. En el Poscriptum
to the panopticon, (1791), Bentham agrega unas galerías oscuras
pintadas de negro que dan la vuelta al pabellón de vigilancia, cada una
de las cuales permite observar dos pisos de celdas. El sujeto del relato de Borges está inserto en un
espacio en el que el menor de los movimientos es controlado y previsto, así
el bibliotecario en Babel siempre es objeto de información, en ningún
caso resulta sujeto de comunicación. 3.0. LOS HÉROES La traición de Ariadna a la dinastía cretense -de
acuerdo al mito- puede ser interpretada desde numerosas perspectivas: como
un rechazo del adulterio y del bestialismo de Pasífae, como producto del
terror que le inspiraba su medio hermano, como consecuencia única del
amor que despierta en ella Teseo, como una ruptura con su grupo de filiación
materno -o con Poseidón, que había enviado a Creta el toro del que se
prendó la esposa de Minos-, o como un episodio más de las creencias y
los rituales centrados en el toro. Interesa destacar especialmente el papel de
‘personaje mediador’ de Ariadna, entre Dédalo y Teseo, y que ella sea
precisamente la hija del rey. Asimismo es necesario señalar el cambio
histórico propiciado en Creta por el sacrificio y la muerte del
Minotauro, es decir, cuando retiran los dioses su favor (su legitimidad) a
Minos y a la dinastía por él representada, y que todo ello suceda de la
mano del opositor dúo femenino Pasífae-Ariadna. Nietzsche retoma el mito proporcionándole a Ariadna
un rol fundamental, al ser abandonada por Teseo ella comienza a
relacionarse con Dionisos en Naxos. Dionisos es un dios de fuerte carácter
ctónico, que a menudo alcanza el aspecto de un toro. Hay versiones que
afirman que este dios fue sustituido por Apolo en Delfos, quedando clara
la repetida historia de la primacía de los soles entendida como sucesión
política y dinástica. Ariadna abandonada por Teseo (al que había guiado
en el laberinto) es raptada por Dionisos, es a partir de aquí que se
establece la profunda distancia: Teseo-Dionisos. Teseo en primera instancia es el héroe,
competente para descifrar los enigmas, frecuentar el laberinto y vencer al
toro. Pretende llevar a la humanidad hasta la perfección, hasta el
cumplimiento y recuperar todas las propiedades del hombre, superar las
alienaciones, realizar el hombre total, pero -según lo reitera Nietzsche-
confunde, cree que afirmar es llevar, asumir, soportar, cargar con un
peso. El toro es vencido por Teseo, pero Teseo es inferior
al toro. Teseo vence al monstruo, plantea el enigma, pero ignora el enigma
y el monstruo que él mismo es. Desconoce que afirmar no es llevar, asumir
lo que es, sino por el contrario, liberar, descargar lo que vive. Teseo se
empeña en cargar la vida bajo el peso de valores superiores y nuevos que
son los valores vitales. La existencia afirmativa del minotauro está en
su capacidad de transmutación en Dionisos. El hombre superior pretende explorar el laberinto o
el bosque del conocimiento. Pero el entendimiento no es más que el
disfraz de la moralidad: el hilo en el laberinto es el hilo moral que
cumple la empresa de querer matar al toro, es decir negar la vida,
aplastarla bajo un peso, reducirla a sus fuerzas reactivas. Establece que Ariadna mientras está junto a Teseo
participa en esa empresa de negar la vida. Bajo sus falsas apariencias de
afirmación, Teseo -el modelo- es el poder de negar el Espíritu de negación.
Ella es el Alma reactiva o la fuerza del resentimiento. Ariadna es la
hermana que experimenta el resentimiento contra su hermano el toro.
Ariadna es la que sujeta el hilo en el laberinto, el hilo de la moralidad. En 1949, Julio Cortázar publica un drama titulado Los
reyes. Allí contruye un significativo monólogo del personaje Ariadna
que puede tener correlación con el pensamiento de Nietzsche: Los ojos de Teseo me miraron con ternura. "Cosa
de mujer, tu ovillo; jamás hubiera hallado el retorno sin tu
astucia". Porque todo él es camino de ida. Nada sabe de nocturna
espera, del combate saladísimo entre el amor a la libertad, ¡oh
habitante de estos muros!, y el horror a lo distinto, a lo que no es
inmediato y posible y sancionado. Me dijo del triunfo, de su nave y del tálamo. Todo
tan claro y manifiesto. A su lado era yo algo maligno e impuro, lácteo
punto turbio en la claridad de la esmeralda. Entonces ordené las palabras
de la sombra: "Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado
Ariadna". Marchó sin más preguntas, seguro de mi soberbia, pronto a
satisfacerla. "Si hablas con él dile que este hilo te lo ha dado
Ariadna ..." ¡Minotauro, cabeza de purpúreos relámpagos, ve cómo
te lleva la liberación, cómo pone la llave entre las manos que lo harán
pedazos! Dionisos es la afirmación pura y múltiple, la
verdadera afirmación, la voluntad afirmativa; no lleva nada, no se
encarga de nada, pero aligera todo lo que vive. Sabe ser libre igual que
el Minotauro. En contacto con Dionisos surge la actividad, aprende que lo
que antes creía una actividad no era más que empeño de venganza,
desconfianza y vigilancia (el hilo), reacción de la mala conciencia y del
resentimiento; y, más profundamente, lo que creía ser una afirmación no
era más que un disfraz, una manifestación de la pesantez, un modo de
creerse fuerte porque se acarrea y se asume. Dionisos es el dios de la afirmación, Nietzsche
distingue las dos afirmaciones cuando dice: Eterna afirmación del Ser, eternamente soy tu
afirmación Pero Ariadna es la afirmación de la afirmación, la
segunda afirmación o el devenir activo. Desde esta perspectiva, todos los
símbolos de Ariadna cambian de sentido cuando se refieren a Dionisos, en
vez de estar deformados por Teseo. El laberinto ya no es el sendero por el cual se
introduce, sujetando un hilo, aquel que va a matar al toro. El laberinto
se convierte en el propio toro blanco, en Dionisos.
Nietzsche escribe: Los hombres superiores no son más que los grados
inferiores de la voluntad de poder. Con ellos la voluntad de poder
representa sólo un querer-engañar, querer-dominar, una vida enferma
agotada que esgrime prótesis. Sus mismos papeles son prótesis para
sostenerse de pie. Sólo Dionisos, el artista creador, alcanza la potencia
de la metamorfosis gracias a la cual deviene, dando fe así de una vida
pletórica; lleva la potencia de lo falso a un grado que se efectúa no
ya en la forma, sino en la transformación; "virtud que da",
o creación de posibilidades de vida: transmutación. La voluntad de poder
es como la energía, llamamos noble a la que es apta para transformase.
Son viles, o bajos, aquellos que no saben disfrazarse, travestirse, es
decir adoptar una forma, y atenerse a una forma siempre la misma. El Eterno retorno entonces, es el producto de la unión
de Dionisos y Ariadna, porque cuando la afirmación dionisíaca encuentra
su pleno desarrollo es con Ariadna. Este pensamiento no funciona sin
transmutación. Ser del devenir, el Eterno retorno es el producto de una
doble afirmación, que hace volver lo que se afirma, y sólo se hace
devenir lo que es activo. Ni las fuerzas reactivas ni la voluntad de negar
volverán: quedan eliminadas por la transmutación, por el Eterno retorno
que selecciona. Este pensamiento es activo y afirmativo: es la unión de
Dionisos y Ariadna. El laberinto es el propio Eterno retorno que habla de
lo que es activo o afirmativo. El laberinto ya no es el camino en el que
uno se pierde, sino el camino que vuelve. El estudio de Niezsche sobre el mito es atractivo en
este contexto porque tiene la peculiaridad de realizar asociaciones simbólicas
pertinentes de ser leídas en contacto con el texto de Borges La casa
de Asterión. El toro o el minotauro tienen en el caso de Nietzsche -y
como vimos también en el caso de Borges- un desempeño radicalmente
activo. Así como Asterión encuentra su muerte, el minotauro
transmuta en Dionisos. Lo que implica que en ambos casos la importancia
participativa de Teseo se reduce notoriamente: su personaje de héroe se
transfigura en secundario Estas dos significaciones son corroboradas en el
texto La casa de Asterión, el desplazamiento que existe entre el
Minotauro mítico y el habitante del laberinto borgiano es relevante. En Los Reyes de Julio Cortázar, pese a pequeñas
variantes, la distribución de los roles del Minotauro, Teseo y Ariadna
guarda estrecha relación con la distribución de los personajes
borgianos. Por ejemplo, la alianza Ariadna-Minotauro es explícita, así
como la de Teseo y Minos. Dos diálogos entre estos últimos lo confirmarían.
Minos a Teseo: -¿Tú crees que los devora? A veces pienso sino
ejercita su vigilia en hacer de esos mancebos aliados, de esas vírgenes
esposas, si no urde la tela de la raza terrible para Creta. Teseo: -Ya ningún monstruo vivo- Minos: -Sólidos nuestros tronos- Teseo: -Ningún monstruo vivo solamente los hombres- Minos: -Los hombres, sostén de los tronos- Teseo: -Y tu me darías a Ariadna. Minos: -Mira si nos parecemos. Teseo es subordinado ante el Minotauro, vence al
monstruoso habitante del laberinto, pero desconoce no solo su lugar en la
trama, sino el monstruo que él mismo es. Teseo se empeña en realizar su
labor siguiendo el signo de valores heroicos, no crea valores nuevos, ni
comprende que el Minotauro no tiene interés en resistirse ante la muerte,
porque es su modo de reafirmar la vida. Comparemos el último fragmento
del texto de Borges con las palabras que el Minotauro le dirige a Teseo en
el drama de Cortázar: Minotauro: - (...) Qué sabes tu de muerte, dador de
la vida profunda. Mira, sólo hay un medio para matar los monstruos:
aceptarlos. Minotauro: -¿No comprendes que te estoy pidiendo
que me mates, que te estoy pidiendo la vida? Minotauro: -Muerto seré más yo -¡Oh decisión,
necesidad última! Pero tú te disminuirás, al conocerme serás menos, te
irás cayendo en ti mismo como se van desmoronando los acantilados y los
muertos. Minotauro: -Llegaré a Ariadna antes que tú. Estaré
entre ella y mi deseo. Alzado como una luna roja iré en la proa de tu
nave. Te aclamarán los hombres del puerto. Yo bajaré a habitar los sueños
de sus noches, de sus hijos, del tiempo inevitable de la estirpe. Desde
allí cornearé tu trono, el cetro inseguro de tu raza ... Desde mi
libertad final y ubicua, mi laberinto diminuto y terrible en cada corazón
de hombre. ANEXO Monólogo de Ariadna, en Los Reyes de Julio
Cortázar, publicado en 1949. En la fresca solemnidad de las galerías, su frente
será más roja, de un rojo denso de sombra, y como lunas enemigas se
enhiestarán los cuernos luminosos. Envuelto en el silencio vacuno que ha
presidido su amargo crecimiento, paseará con los brazos cruzados sobre el
pecho, mugiendo despacio. Oh sus dolidos monólogos de palacio, que los
guardias escuchaban asombrados sin comprender. Su profundo recitar de
repetido oleaje, su gusto por las nomenclaturas celestes y el catálogo de
las hierbas. Las comía, pensativo, y después las nombraba con secreta
delicia, como si el sabor de los tallos le hubiera revelado el nombre ... Alzaba la entera enumeración sagrada de los astros,
y con el nacer de un nuevo día parecía olvidarse, como si también en su
memoria fuera el alba adelgazando las estrellas. Y a la siguiente noche se
complacía en instaurar una nueva nominación, ordenar el espacio sonoro
en efímeras constelaciones ... No sabré ya nunca por qué su prisión alza en mí
las máquinas del miedo. Tal vez entonces comprendí que estaba envuelto
en una existencia ajena a la del hombre. Los hermanos parecen menos
hombres y menos vivos, imágenes adheridas a la nuestra, apenas libres.
Duele decir: hermano. ¡Lo es tan poco, turbio anochecer de nuestra madre!
¡Oh Minotauro, no quiero pensar en Pasífae, tú eres el Toro, el cabeza
de toro recogido y amargo! Y alguien marcha contra tí mientras mi ovillo
decrece, vacila, brinca como un cachorro en mis manos y bulle quedamente. BIBLIOGRAFÍA ALAZRAKI, Jaime (1974) La prosa narrativa de Jorge Luis Borges, Gredos, Madrid. ALIFANO, R. Conversaciones con Borges, Debate, Madrid ANDERSON INBERT (1961) Un cuento de Borges "La casa de Asterión", Taurus, Madrid. APOLODORO, Biblioteca, Imp. y Casa Editora ‘Coni’, Buenos Aires,
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por María Gracia Núñez
Espéculo N° 22, 24 pp.
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