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“Desmesura de los zoológicos”, Carlos Marchesi Editor, Montevideo, 2006 (113 págs.)

Rituales inquietantes

En forma paralela a su producción teatral, Ricardo Prieto ha venido construyendo un mundo narrativo no menos estimable. Ahora se ha reeditado “Desmesura de los zoológicos”, volumen que inauguró la serie en 1987.

Estos cuentos, algunos muy breves, pertenecen a la primera época de la narrativa de Prieto. Algunos tuvieron una primera y lejana versión en la década del sesenta, y los más recientes fueron escritos en su etapa de residencia en Buenos Aires, en los años setenta. Todos ellos evidencian un trabajo obsesivo en la estructura y el estilo, lo que se nota en la lectura, donde es apreciable el parejo nivel y la coherencia estilística que los unifica. En esta reedición, el autor agregó cuatro relatos —“El parto”, “El otro rostro remoto”, “Réquiem por la tristeza” y “Magnitudes”— que habían quedado fuera en la primera, aunque pertenecen al mismo corpus  creativo.

Para el crítico y estudioso Fernando Aínsa, “Desmesura...” se estructura “a modo de álbum fotográfico”, y “no es otra cosa que un bestiario alucinante” (“Del canon a la periferia”, incluido en “Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya”, Ed. Trilce, 2002). Y esta calificación resulta certera, haciendo la salvedad que se trata de un bestiario metafísico; los repulsivos insectos, los animales reptantes que recorren estas historias, nimbadas con una fantasía que surge de lo más cotidiano, no pertenecen al universo material. En realidad son criaturas que provienen, según como se las interprete, del inconsciente de los personajes o de un trasmundo crepuscular y demoníaco.

Un leit-motiv  del libro: esos rituales que los humanos realizan entre ellos o con bestias fantasmagóricas. Rituales cargados de erotismo pero también autodestructivos, que insinúan caminos de búsqueda hacia una forma de trascendencia oscura.

Pero algunos relatos —como “No es bueno morirse solo”, “Insecto pica una manzana madura” y “Ni siquiera cenizas”— sin despegarse del realismo logran, con implacable lucidez, mostrar el rostro más perverso y cruel del ser humano.

A.M.

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