PROVIDENCIAS, de Duilio Luraschi. Vintén Editor, Colección Minilibros, 74 págs., Montevideo, 2000. - por Juan E. Fernández - RELACIONES - Diciembre de 2000.  

Cuarto libro de Duilio Luraschi, narrador atípico, contundente, y climático. Providencias es sin lugar a dudas, su libro más parejo y maduro y en donde revela mejor su maestría en el cuento corto y ultracorto, apostando todo en relatos breves, de efecto, con remates que resignifican elementos desarrollados. El lector habitual de relaciones sabe de que se trata ya que en más de una oportunidad han aparecido relatos suyos en Cuentario. De todas formas leer varios de ellos en forma continua brinda un panorama diferente y manifiesta el particular universo simbólico de este autor que ha logrado una voz propia y un estilo intransferible, cimentado en base a influencias diversas bien metabolizadas.

Los ocho relatos que componen este volumen presentan algunos elementos comunes pese a la variedad temática. En la mayoría de ellos los protagonistas aceptan resignados realidades que no terminan de entender mientras se refugian en un mundo personal de reflexiones.

Uno de los aspectos más sobresalientes de la narrativa de Luraschi es el haber alcanzado una densidad óptima en el bocetado de situaciones y anécdotas, evitando el esquematismo característico de los relatos ultracortos y logrando mediante pocas pinceladas describir un personaje y un mundo en una magnífica economía de recursos.

“Tuve un sueño. No recuerdo qué noche, sólo sé que hacía mucho frío. Generalmente no recuerdo los sueños. Tampoco recuerdo la marca de cigarrillos que fumaba mi padre. Mi padre era un hombre grande y gordo. Usaba, en invierno, unos sobretodos grises espigados que lo semejaban a un ropero. Era un ropero con una gran sonrisa. Yo también río en los sueños. Sueño, a menudo con mi padre. A él le gustaba el vino con las pastas, pero no le gustaba la salsa que hacía mi madre. Ella ponía mucho orégano porque creía que le haría bien al corazón”.

Luraschi no pulsa una sola cuerda sino que despliega una gran diversidad temática y estética. Hay relatos “kafkianos” con cierto sabor nacional como “La fila” (sobre una cola de desempleados que buscan un trabajo) o “Providencias”, uno de los mejores relatos ultracortos de buroficción que se han escrito en Uruguay.

Hay otros que traen reminiscencias de Borges como “El caminante” sobre un nómada que deambula por el campo y otros al borde del realismo mágico, tal como sucede en “El Santo”, donde presenta a un enigmático santo oportunista que aparece sorpresivamente en la casa de un hombre y abusa progresivamente de esa hospitalidad. Hay también mujeres deprimidas y solas, niños que misteriosamente quieren aprender latín, y personas atrapadas por las circunstancias en lugares que no desean estar pero se resignan. Al igual que en numerosos relatos de algunos libros anteriores de Luraschi (Vértigo, El huésped) las anécdotas tienden a evolucionar hacia un enigma irresoluble, anclado en la ambigüedad de personajes, que permanecen entrampados en dilemas y en entornos familiares que se convierten debido a algún pequeño trastocamiento en pesadillas intolerables.

Aunque ya se ha ganado el respeto de los críticos nacionales Luraschi no ha conseguido aún llegar al gran público ni obtener el reconocimiento que merece. Pero eso es sólo una cuestión de tiempo.

Juan E. Fernández

RELACIONES. Diciembre de 2000 

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