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Ilustró Eduardo Vernazza (Uruguay) |
Payador
Pialador de ideas en el campo de la inspiración. Tropero, —a, veces
compadre—, de imagen« gauchas. Cuarteador de ilusiones. Bardo de la
soledad. Poeta de los macachines y del tala. Dulce y fuerte. Enérgico y
tierno. Espina y seda. Las brasas del contrapunto le calientan la
garganta y se abre en torrente do versos. Ágil. Liviano. Pluma. Flor. Y
el payador va ascendiendo a la serranía de su propio cantar. Es gallo
en la clarinada. Toro en el desafío. Zorzal en la conquista. Y marcha
enlazando ideas. Las imágenes y los recuerdos se abren y se brindan y se
rinden. Se deshojan en la emoción. El gaucho conquista. Es hábil.
Entrador. Zalamero. La guitarra se hace más mujer entre sus brazos y el
payador va asegurando la grandeza de la tierra en la expresión dulce y
varonil de una canción. Carretero de los caminos románticos. Pulsador
de memorias. Arrimador de querencias. Parador de rodeo de los quereres y
los dolores. Los junta. Los encierra en la manguera del pensamiento y
les va dando campo abierto por los senderos de su cantar. Salen
galopando y llegan al destino. Siempre hay un pecho, que los recibe.
Tibio. Perfumado. Nido.
El payador afirma su vida, —con penas o alegrías—, cantando. Pájaro gaucho. Amaneciendo siempre. Cuerda de inspiración. Río. Laguna. Anchura de lejanía. Elevación de cerro. Resistencia de poste. Sonoridad de alambrado. Piedra que se resquebraja en canto. Árbol que florece en coplas. Gaucho que descuelga el canto de los cerros y levanta la canción del llano. Estrellero de la gracia. Pingo del contrapunto. Payador: flor abierta en la serenidad del campo. Pétalo musical. Color vibrante de tradición.
Zorzal
Violinista. Hilo de la mañana. Fleco de música. Cristal en el trino. El zorzal moja su pico en la fuente rosada del amanecer para que el día tenga acordes de esperanza. Hilvanador de conquistas. Delicadas. Finitas. Hebras de armonía. Gorjeador de los montes. Director de la orquesta gaucha. Lo obedece el sabiá y lo sigue, atenta, la calandria. Terceto de cuerdas templadas en la luminosidad del día-niño. Diapasón de las melodías agrestes. Hilacha de música, vibrando entre dos alas.
