Jorge Luis Borges en William Ospina Influencias en la génesis de "El año del verano que nunca llegó" ensayo de Víctor Valero Bernal (Universidad de Murcia)
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Resumen: El objetivo del siguiente artículo es el de rastrear la presencia de Jorge Luis Borges en la génesis de la obra El año del verano que nunca llegó, del escritor colombiano William Ospina. La influencia del escritor argentino es patente en la obra, a través de citas, referencias y alusiones a su vida. Sin e m-bargo, antes de que la idea comenzara a materializarse, hubo un momento en el que la inspiración invadió a Ospina y Borges estaba presente. Para advertirlo, es necesario rastrear en los hechos narrados en El año del verano que nunca llegó y también en la conferencia que impartió dentro del Congreso Iberoamericano de Educación. Metas 2021, bajo el nombre de "Preguntas para una nueva educación". Dentro de esta perspectiva múltiple llegamos a una conclusión: la presencia de Borges en la génesis de la obra de Ospina es continua, constante, y muy importante. Palabras clave: Jorge Luis Borges, William Ospina, El año del verano que nunca llegó, influencia, literatura colombiana Abstract: The aim of this paper is to trace the presence of Jorge Luis Borges in the genesis of El año del verano que nunca llegó, work of the Colombian writer William Ospina. The influence of the Argentine writer is evident through quotes, references and allusions to his life. However, before the idea began to materialize, there was a moment, when inspiration invaded Ospina, in wich Borges was already present. To warn this, it is necessary to trace the events narrat-ed in El año del verano que nunca llegó and also in the conference that Willliam Ospina gave in the Congreso Iberoamericano de Educación. Metas 2021, under the name «Preguntas para una nueva educación». Within this multiple per-spective, we come to a conclusion: the presence of Borges in the genesis of Ospina's work is continuos, constant, and very importan. Keywords: Jorge Luis Borges, William Ospina, El año del verano que nunca llegó, influencia, literatura colombiana La gran importancia que Jorge Luis Borges ha tenido en la literatura hispanoamericana y universal se traduce, a lo largo del tiempo, en una amplia nómina de escritores que se han visto influidos, en mayor o menor medida, por los textos del maestro argentino. La presencia de Borges en la literatura actual puede adquirir numerosas formas y planteamientos. En las siguientes páginas vamos a rastrear la presencia de Jorge Luis Borges en la génesis de El año del verano que nunca llegó, novela del escritor colombiano William Ospina. La obra, publicada en 2015, profundiza en uno de los hechos más fascinantes de la historia de la literatura moderna: la relación existente entre la erupción de un volcán en Asia y el nacimiento de la figura de Frankenstein y el vampiro, dos de los iconos literarios más emblemáticos desde que vieron la luz a principios del siglo XIX. En abril de 1815, en la actual Indochina, tuvo lugar la erupción volcánica más grande jamás registrada por el hombre. El responsable fue el volcán Tambora que, además de sepultar a la ciudad homónima que descansaba en sus faldas, provocó múltiples desastres naturales con dramáticas consecuencias. Generó tsunamis, inundaciones y expulsó una gran cantidad de gases y ceniza, provoca n-do que el hambre y las enfermedades arrasaran poblaciones a cientos de kilómetros de distancia. La Tierra sufrió un descenso generalizado de las temperaturas y la nube de polvo pudo verse en Europa en junio de ese mismo año[1]. Las consecuencias por la erupción del Tambora se prolongaron hasta 1816. El hemisferio norte, especialmente el continente europeo, tuvo una estación estival caracterizada no por sol, calor y altas temperaturas sino por frío, lluvia y cielos nublados. En julio de 1816, llamado año sin verano, lord Byron abrió las puertas de Villa Diodati, su mansión en las cercanías del ginebrino lago Lemán, a Percy Bysshe Shelley, Mary Wollstonecraft -que se convertiría en esposa de Shelley unos meses después, tomando su apellido- y Claire Clairmont, amante de Byron y artífice de aquel viaje desde la capital inglesa hasta Ginebra. En Villa Diodati también residía John William Polidori, médico personal del anfitrión y, en ocasiones, coincidieron en la casa Matthew Gregory Lewis y la condesa Potocka. Durante su estancia hubo tres días especialmente nublados, haciendo que la oscuridad reinara durante la mañana y la tarde. Para distraerse, decidieron leer en voz alta una colección de relatos de terror anónimos llamada Phantasmagoriana. De la lectura de estas historias góticas, y tras un desmayo sufrido por Percy Shelley, lord Byron propuso un juego literario. Dicho juego consistió en retirarse de manera individual para escribir una pequeña historia de terror. Al día siguiente, las historias que hubieran surgido serían puestas en común. A priori, podríamos pensar que dos poetas como Byron y Shelley estaban ante el contexto adecuado para crear algo digno de ser recordado. Sin embargo, fueron Polidori y Mary Wollstonecraft los que hicieron que aquella estancia en Villa Diodati tuviera una trascendencia literaria todavía importante en nuestros días. Polidori trazó aquella noche las líneas principales del relato que después titularía y publicaría bajo el nombre de El Vampiro. Mary Wollstonecraft escribió el boceto de lo que terminaría siendo la historia de Frankenstein o el moderno Prometeo, ya publicada bajo el nombre de Mary Shelley. Esta apasionante historia es, en líneas generales, el tema principal en el que profundiza El año del verano que nunca llegó. Sin embargo, aunque ha sido considerada como una obra perteneciente al género novelesco por el mundo editorial, sería necesario que matizáramos esta valoración. No se trata de una novela al uso. Más bien podría ser considerada como un rara avis dentro del género, afirmación que realizamos a partir de la heterogeneidad de elementos que la componen: por un lado, la obra de Ospina tiene características propias del ens ayo; en otros momentos, toma la forma de novela de viajes; también tiene fuertes elementos propios de la autobiografía, así como de la biografía de artistas; en cuanto al estilo, a veces se acerca a la descripción, otros a la narración y otros a la prosa poética. Sin lugar a dudas, podemos calificar El año del verano que nunca llegó como una obra heterogénea en la que confluyen multitud de elementos que la convierten en una obra especialmente singular. Existen un par de trabajos en los que podría verse reflejada la novela de Ospina. El primero de ellos es la Biographia Literaria de Samuel Taylor Coleridge (1975), con la que comparte el carácter autobiográfico de la obra, así como las múltiples referencias a otros escritores. La principal diferencia existente entre ambos textos es que, mientras que Coleridge profundiza en estilos poéticos, teo-rí as literarias y tesis filosóficas, Ospina pasa mucho más de puntillas por todos estos elementos. El escritor colombiano se centra en rastrear, a partir de las biografías de los protagonistas que coincidieron en Villa Diodati, los nexos e influencias existentes entre todos ellos para, desde ahí, profundizar en cómo estos elementos confluyeron hasta desembocar en la génesis de las figuras de Frankenstein y el vampiro. Ospina se aleja del cientifismo que satura, en ocasiones, el texto cole-ridgiano. La otra obra que podría tomarse como ejemplo es Memorias de los últimos días de Byron y Shelley del escritor inglés Edward John Trelawny (2000). El año del verano que nunca llegó comparte con las Memorias la indefinición en cuanto al género. La obra de Trelawny es una mezcla de libro de viajes, de historia épica, de estudio psicológico, así como de biografía de artista. El trabajo de Ospina posee algunos de estos rasgos con la gran diferencia de que, cuando el colombiano habla de Byron o de Shelley, lo hace a partir de los estudios y textos que han llegado a sus manos. Trelawny, en cambio, lo hace desde la propia vivencia personal dada su cercana amistad con ambos poetas. Volviendo a las singularidades de El año del verano que nunca llegó, el propio escritor colombiano es consciente de la indefinición de su obra, tal y como él mismo expone: "Siempre me pregunté hacia dónde me llevaba la obsesión, qué era lo que estaba buscando con este rastreo desordenado de hechos que más parecían perseguirme. ¿Era una novela, un ensayo o un diario de viajes?"(2015: 285). Más allá de no saber si lo que estaba escribiendo podía ser calificado de novela, de ensayo o de diario de viajes, nos interesa cómo define el propio Ospina esa búsqueda y ese rastreo desordenado de hechos: como una obsesión. En otros momentos de la novela, la obsesión también será considerada como "inspiración" (2015: 28). El año del verano que nunca llegó no deja de ser la narración en primera persona de una obsesión en forma de búsqueda: Villa Diodati, Byron, Percy y Mary Shelley, Polidori, Claire, el volcán Tambora, Frankenstein, el vampiro y un largo etcétera. Todos estos elementos son hilvanados por una voz narrativa que no sabe muy bien dónde se dirige pero que no deja de avanzar. Para ello, incluso, se sirve de múltiples viajes a lugares relevantes para la búsqueda, como Ginebra, Buenos Aires, Londres, Roma, Barcelona o París. Todo ello con el fin de encontrar respuestas que, en la mayoría de casos, abren nuevos interrogantes. William Ospina no se encuentra solo en su búsqueda. A lo largo de la obra son citados fragmentos de un número diverso de autores. Sin embargo, hay uno que destaca por encima de todos ellos: Jorge Luis Borges. Las referencias al escritor argentino son constantes. Bien sea a través de citas directas, de menciones sobre su vida así como por la influencia del llamado existencialismo textual de Borges (Cervera, 2017) en la obra de Ospina. Sin embargo, esta presencia no se limita al ámbito delimitado por la propia novela. También es posible rastrear la influencia borgeana en los momentos previos a la génesis de la obra e, incluso, en el mismo momento en que el autor es consciente de que acaba de nacer en él una nueva inspiración. El origen de la obra de Ospina tiene una localización muy concreta en el espacio y el tiempo: mediados de septiembre de 2010, en Buenos Aires. Entre los días 13 y 15 se celebró en el teatro Gran Rex de la capital argentina el Congreso Iberoamericano de Educación. Metas 2021. William Ospina fue el encargado de realizar uno de los discursos de apertura durante la sesión inaugural del congreso. Su intervención se tituló "Preguntas para una nueva educación"[2]. En este discurso de apertura, William Ospina habla de la importancia de la educación, del conocimiento y de la cultura para hacer frente a la paradoja que supone la enorme desinformación que sufrimos en la sociedad de la información. Nunca antes, dice Ospina, "había sido tan voluble nuestra información, tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría" (2012b: 12). Por ello, a la sociedad no le basta con estar informada, sino que necesita un "sistema de valores y un orden de criterios para que ese ilustre depósito de memoria universal sea algo más que una sentina de desperdicios" (2012b: 14). En la conferencia, además de ofrecer unas ideas muy lúcidas sobre aquello que la educación y el conocimiento deben aportar al ser humano, Ospina desprende un bagaje cultural heterogéneo e interesante. Hallamos referencias a artistas como William Blake, Pablo Picasso, Jean-Michel Basquiat o Leonardo da Vinci. En el texto cita a Platón y menciona hechos narrados por el historiador inglés Edward Gibbon. Aunque lo que más encontramos, como no podía ser de otra forma, es una diversa y variada nómina de escritores. Están presentes Oscar Wilde, Walt Whitman, Pierre Michon, Gilbert Keith Chesterton, Samuel Johnson, Percey Shelley, Mary Wollstonecraft, T.S. Eliot y Jorge Luis Borges. De las palabras de Ospina emana una erudición que recuerda, en cierta medida, a la erudición de los textos borgeanos. La gran diferencia entre ambos estriba en el punto lúdico que introduce Borges en sus obras. Jaime Alazraki explica que en los despliegues de erudición del maestro argentino «resulta impos i-ble distinguir lo verdadero de lo falso sin previa verificación, es parte de la batalla por confundir al lector» (1983: 84). Borges quiere jugar con el lector haciendo que, en ocasiones, la erudición se transforme en una ficticia erudición[3]. El elemento lúdico, por el contrario, no lo vamos a encontrar en el caso de William Os-pina. El siguiente vínculo entre ambos lo vamos a encontrar en la cita a T.S. Eliot existente en "Preguntas para una nueva educación". Ospina reproduce en su obra los versos finales del poema "El primer coro de La roca", del escritor norteamericano: ¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información? Veinte siglos de historia humana nos alejan de Dios y nos aproximan al polvo.(2012b: 16) El escritor colombiano ya había usado estos versos en un ensayo titulado "Los románticos y el futuro" (2008) para criticar, del mismo modo que hace aquí, la actual sociedad de consumo, carente de valores y tan influida por el poder de los medios, la publicidad y la comunicación de masas. Se trata, por tanto, de un poema que Ospina conoce bien, como también lo conocía Borges. El escritor a r-gentino tradujo este poema eloitiano para la revista El Hogar el 25 de junio de 1937. La traducción realizada por Borges, de los versos usados por Ospina, es la siguiente: ¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información? Los ciclos celestiales en veinte siglos Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo. (1986: 143) La versión usada por Ospina varía ligeramente respecto a la traducción borgeana. El cambio es menor en las preguntas retóricas pero mayor en los dos últimos versos. En cualquier caso, la vinculación de "El primer coro de La roca" con Borges, no sólo existe por la citada traducción, sino que va más allá. En una ocasión el escritor argentino citó el poema de Eliot para mostrar su descontento por el cambio que habían sufrido las enciclopedias, género que siempre le había entusiasmado[4]. En el prólogo que realizó en 1979 para la Encyclopédie de Diderot et d'Alembert, Borges expresaba su malestar de la siguiente forma: La enciclopedia es quizá el más deleitable de los géneros literarios. Al menos lo ha sido. Las enciclopedias actuales no son generalmente más que simples herbarios de estadísticas y de necrologías, destinadas no tanto a la lectura como a una consulta rápida y a un olvido inmediato. (Fernández, 1988, p. 80) Unas líneas después, Borges expone que, para observar el decaimiento de las enciclopedias contemporáneas, "basta comparar los volúmenes de la Enciclopedia Británica anteriores a 1911[5], los del Gran Larousse del siglo XIX, los del Brockhaus y Meyer, con los arduos e insípidos resúmenes con los que se nos aflige ahora" (Fernández, 1988: 81). Inmediatamente después de estas líneas, Borges recurre a Eliot para reforzar sus planteamientos: "¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?" (Fernández, 1988: 81). El escritor argentino cita las dos preguntas retóricas eliotianas añorando las antiguas enciclopedias frente a las modernas, carentes de calidad. La crítica hacia la consulta rápida y el olvido inmediato de las enciclopedias del escritor argentino es, en esencia, la concreción del mismo punto de vista que tiene Ospina sobre la sociedad contemporánea: Es verdad que vivimos en una época que aceleradamente cambia costumbres por modas, conocimiento por información, y saberes por rumores, a tal punto que las cosas ya no existen para ser sabidas sino para ser consumidas. Hasta la información se ha convertido en un dato que se tiene y se abandona, que se consume y se deja. (2012b: 16) Se trata, por tanto, de un mismo punto de vista pero con distinto grado de concreción. Lo que Borges focaliza en las enciclopedias lo hace Ospina en el conocimiento, las costumbres y el saber. En nuestro tiempo priman los rumores, las modas y la información que se consume y se deja. Para reforzar estos planteamientos, donde la publicidad y la televisión tienen un papel primordial en lo que a la sociedad se refiere, vuelve Ospina a servirse de Borges: "Todo sucede y nada se recuerda en esos gabinetes cristalinos, dice un poema de Jorge Luis Borges que habla de los espejos. Podemos decir lo mismo de las pantallas que llenan el mundo" (2012b: 17). El autor colombiano cita dos endecasílabos del poema "Los espejos", de El hacedor (2008), y se vale de ellos para realizar una reinterpretación de estos versos basada en un cambio del referente metafórico: los espejos a los que se refiere Borges son sustituidos por las pantallas que llenan el mundo. Estas pantallas hacen referencia a la televisión actual, a los portátiles y a los móviles que, del mismo modo que ocurre en los espejos borgeanos, todo acontece y nada se recuerda. Un elemento que llama la atención es el cambio del verbo acontece del poema original por el verbo sucede de la cita de Ospina. Este cambio verbal no altera ni el significado del verso original ni el cómputo silábico, ya que continúa siendo endecasílabo. Una posible explicación reside en el hecho de que el escritor colombiano podría haber citado de memoria los versos del poema. Esto indicaría, curiosamente, un alto grado de conocimiento sobre la poesía borgeana ya que, de no ser así, es poco probable que se hubiera atrevido a citar a Borges sin consultar el poema original para comprobar que era correcto. Más adelante, en su discurso para el Congreso Iberoamericano de Educación, Ospina comienza a poner en duda si la actual sociedad asentada en la rivalidad y en la oposición entre ganadores y perdedores no será un "semillero de resentimientos" (2012b: 23). Y va todavía más allá al apuntar que esta mirada se ha contagiado hasta en el mundo del arte, ámbito en el que lo cualitativo siempre ha estado por encima de lo cuantitativo. A raíz de esta reflexión trae a colación, de nuevo, al escritor argentino: Recuerdo, ya que estamos en Buenos Aires, una anécdota de Jorge Luis Borges. Alguna vez le preguntaron cuál era el mejor poeta de Francia: Verlaine, contestó. Pero, ¿y Baudelaire? le dijeron. Ah sí, Baudelaire también es el mejor poeta de Francia. ¿Y Victor Hugo?, también es el mejor. Y Ronsard, añadió, por supuesto que Ronsard es el mejor poeta de Francia. ¿Por qué sólo uno tiene que ser el mejor? (2012b: 23-24) Según lo que cuenta esta anécdota, Borges no quiso seleccionar un poeta francés que destacara por encima del resto. Ospina se vale de esta idea para criticar, en primer lugar, a una sociedad contagiada por la división ganadores frente a perdedores. En segundo lugar, para reprochar al mundo del arte que haya caído en la obsesión de los premios como herramienta de medición de artistas y creadores. Por último, tenemos que destacar el hecho de que vuelve a servirse del escritor argentino para reforzar planteamientos sobre su visión del mundo y su pensamiento. La anécdota de Borges, por otro lado, viene precedida por la mención explícita a Buenos Aires. Parece evidente que se trata de un guiño hacia el auditorio que lo escuchaba en aquel momento, que superaba las 3000 personas. Sin embargo, no podemos dejar de advertir el fuerte vínculo existente, en el imaginario colectivo, entre la capital argentina y Borges. Dicho de otro modo, es imposible no pensar en el escritor argentino cuando se menciona Buenos Aires. Resumiendo lo expuesto hasta ahora, los vínculos borgeanos que podemos encontrar en "Preguntas para una nueva educación" adquieren cuatro formas: a) Citas directas a su obra. Es el caso de los dos versos citados del poema "Los espejos". b) Referencias sobre su vida u obra. Es lo que encontramos en la anécdota sobre Borges y su opinión acerca de quién era el poeta francés más importa nte. c) Nexos indirectos. Ocurre con la cita de TS. Eliot usada tanto por Borges como por Ospina para expresar una idea, en esencia, similar. d) Buenos Aires. La capital argentina se encuentra íntimamente ligada a Borges. Las líneas precedentes dan muestran de la influencia que ejerce Borges sobre William Ospina. Las referencias directas e indirectas que existen sobre el escritor argentino en «Preguntas para una nueva educación» nos llevan a confirmar que la presencia de Borges es especialmente importante y significativa. A esto sumamos que la simple estancia en Buenos Aires ya supone un vínculo bor-geano per se. El siguiente y último paso de nuestro estudio consiste en responder a la pregunta de qué vinculación existe entre la analizada conferencia inaugural del congreso de educación con la gestación de la novela de William Ospina. Es el propio autor el que resuelve esta cuestión, en su obra, al hablar del origen de El año del verano que nunca llegó: El tema se apoderó de mí en Buenos Aíres, a mediados de septiembre. Yo estaba invitado a dictar una conferencia en el teatro Gran Rex, y la víspera, [...] mientras revisaba el texto que leería ante tres mil personas, hubo una tempestad que oscureció de pronto mi ventana, en el piso décimo del hotel, cerca de la avenida 9 de Julio. (2015: 19) El tema al que hace referencia Ospina es la fascinante historia, auspiciada por un destino caprichoso, del nacimiento de la leyenda de Frankestein y del vampiro, relatado líneas atrás. La historia se apoderó de Ospina mientras revisaba el texto, fruto de la casualidad. Durante la revisión quiso comprobar que había escrito correctamente el apellido de soltera de Mary Shelley. Lo que en un princ i-pio era una simple y rutinaria comprobación en Internet se convirtió, ayudado por el mal tiempo del exterior del hotel, en una larga tarde de búsquedas y cl i-queos por la Red. Desde ese mismo instante, el tema atrapó a Ospina y no lo abandonó. Precisamente en el momento en el que el tema se aparece al escritor colombiano, en aquella habitación de hotel, Borges se encuentra presente: Recuerdo que pensaba salir a encontrarme con Juan Eduardo Fleming, quien en vano me había invitado meses atrás a un simposio sobre Jorge Luis Borges y Franz Kafka, organizado en alianza por la Sociedad Borges de Buenos Aires y la Fundación Kafka de Praga. Quería disculparme con Juan Eduardo por no haber podido atender su invitación al simposio, cuyo tema era "El gólem en la literatura". (2015: 26) En los días posteriores al congreso, William Ospina no puede quitarse de la cabeza la nueva obsesión. Para tratar de distraer sus pensamientos, precisamente, acude a Borges. Se dirigió a la librería El Ateneo en Buenos Aires, en busca de "algo nuevo de Borges, pues siempre siento que en Buenos Aires se seguirá encontrando algo nuevo de Borges, aunque hayan pasado quinientos años" (2015: 29). Unas líneas más adelante, continúa Ospina explicando que tenía prometida una charla en Suiza "sobre Borges y Ginebra tres semanas más tarde, en la Sociedad de Lectura, [...] y quería documentarme un poco más sobre el período del bachillerato de Borges en el Colegio Calvino" (Ospina, 2015: 30). Aunque tenemos un primer momento en el que el tema se apoderó de Ospina, la charla sobre Borges en Suiza supuso un instante de revelación para el escritor colombiano, que lo entendió como la oportunidad perfecta para conocer más sobre Villa Diodati y la historia que lo acababa de absorber: Me había instalado ya en la habitación cuando asocié por fin las dos cosas: con un sobresalto me dije que esa charla sobre Borges en Ginebra tal vez me perm i-tiría conocer Villa Diodati, la mansión a orillas del lago Lemán donde ocurrieron los hechos de 1816. (2015: 30) Definitivamente, Borges parece presentarse como un demiurgo que conduce a Ospina desde Buenos Aires a Ginebra, haciendo que deje atrás "Preguntas para una nueva educación" para dirigirse al lugar donde vivió gran parte de su vida y donde, finalmente, murió. De esta manera, William Ospina podría profundizar en el nuevo tema que lo empezaba a obsesionar y que iba a dar lugar a su novela El año del verano que nunca llegó. Borges se convierte, de nuevo, en motivo presente además de la excusa perfecta para viajar a Villa Diodati, la casa que vio nacer a los monstruos. A modo de conclusión, parece demostrada la fuerte presencia que la figura de Jorge Luis Borges tiene en los momentos previos a la gestación de la novela de Ospina, del mismo modo que se encuentra presente en el preciso instante en que el autor es consciente de que algo nuevo le acaba de surgir. A través de citas directas en la conferencia, de referencias a su vida o, simplemente, por el hecho de encontrarse en Buenos Aires, la presencia del gran maestro argentino es, sin lugar a dudas, constante en la génesis de El año del verano que nunca llegó. Bibliografía ALAZRAKI, J. (1983): La prosa narrativa de Jorge Luis Borges. Madrid: Gredos. BORGES, J. L. (1986): Textos cautivos. Ensayos y reseñas en ”El Hogar” (19361939). Edición de Enrique Sacerio-Gari y Emir Rodríguez Monegal. 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Barcelona: Penguin Random House. PAOLERA, F. della, y CROSS, E. (2007): Jorge Luis Borges. Sobre la escritura. Conversaciones en el taller literario. Madrid: Fuentetaja. TRELAWNY, E. J. (2000): Memorias de los últimos días de Byron y Shelley. Barcelona: Alba clásica. VIÑAS PIQUER, D. (2015): Sin miedo a Borges. Barcelona: Elba. Notas: [1] La mezcla de los gases volcánicos y las cenizas produjeron, curiosamente, unos atardeceres fascinantes en el viejo continente que fueron recogidos por los artistas de la época. Famoso a este respecto es la obra pictórica ChichiesterCanal, del pintor británico William Turner. Aunque la fecha de su composición es 1828, los expertos señalan que los colores rojizos del horizonte pueden tener como referencia el verano de 1815. Disponible en: http://www.tate.org.uk/art/artworks/turner-chichester-canal-n00560 Fecha de consulta 06/06/2018.
[2] Publicado dos años más tarde, junto a otros ensayos, en La lámpara maravillosa. Cuatro ensayos sobre la educación y un elogio de la lectura (2012a). El discurso de William Ospina se encuentra también disponible de manera íntegra en la web del congreso: http://metas2021.org/congreso/ospina.htm
[3] Se pueden traer a colación los juegos ficcionales, pero envueltos de verosimilitud, que propone Borges en cuentos como "El acercamiento a Almotásim", "Examen de la obra de Herbert Quain" o "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius".
[4] Borges siempre manifestó una gran pasión por las enciclopedias. En los diálogos que mantuvo con Néstor Montenegro -y que se publicaron bajo el título de Conversaciones con Jorge Luis Borges-, el maestro argentino confesó, hablando de su infancia: «Nunca ignoré que mi destino sería literario. Siempre estaba leyendo y escribiendo. La biblioteca de mi padre me parecía gratamente infinita. Las enciclopedias y los atlas me fascinaban. Ahora comprendo que mi padre despertó y fomentó esa vocación. Leer y escribir son formas accesibles de la felicidad» (Fernández, 1988, p. 85). En otra ocasión dijo: «más o menos he leído siempre los mismos libros. Y siempre me gustaron las enciclopedias, que son, creo yo, el mejor género literario para un hombre ocioso y curioso como yo; hojear la enciclopedia es algo muy grato» (Paolera y Cross, 2007: 86).
[5] Para Borges, las buenas enciclopedias eran "desde las antiguas hasta los volúmenes de la Enciclopedia Británica anteriores a 1911" (Viñas Piquer, 2015: 70). Después de 1911, según su criterio, el género enciclopédico comenzó a decaer. |
Ensayo
de Víctor Valero Bernal
(Universidad de
Murcia)
Publicado, originalmente, en
Cartaphilus Nº 16 año
2018 | pp. 166-176
Revista de Investigación y Crítica Estética
La revista electrónica Cartaphilus, revista de investigación y crítica estética, apoyada por EDITUM (Ediciones de la Universidad de Murcia), nace a comienzos de 2007
Link del texto: https://revistas.um.es/cartaphilus/article/view/356861
Jorge Luis Borges en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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