El año de William Shakespeare Crónica de Julio Roberto Cravea Ilustrada por los Apuntes teatrales de Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXIII Nº 1635 (Montevideo, 17 de mayo de 1964) |
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Estela Castro (Olivia) |
Estela Medina (Viola) |
El público teatral montevideano comenzó ya a disfrutar los espectáculos que en recordación del Cuarto Centenario del Nacimiento de William Shakespeare, tendrán lugar en nuestros escenarios, en el correr del año 1964. Rompió el fuego nada menos que la Shakespeare Festival Company, enviada por el Gobierno de la Gran Bretaña, y que presentó en el Solís, sendas versiones de “Sueño de una noche de verano” y “El mercader de Venecia” De ambos espectáculos, se recuerda por sobre la homogeneidad con que fueron ofrecidos, el deslumbrante impacto que lograron en la segunda pieza, la excepcional actriz Bárbara Jefford (Portia) y el eminente actor sir Ralph Richardson (Shylock). Todo un torneo de la interpretación shakespereana, ciertamente. La actuación de estos comediantes ingleses, fue un dignísimo comienzo para la serie de homenajes que se efectuarán en Montevideo, y para los cuales, se cuenta con el aporte de los más valiosos elencos nacionales. Entre los grupos uruguayos, le tocó a la Comedia Nacional ofrecer la primera de las obras del rico repertorio shakespereano, que se anuncia para la actual temporada. El teatro oficial del Uruguay se anota actualmente, un suceso de campanillas brindando una primorosa versión de ‘‘Noche de Reyes”, cuya dirección le fue encomendada a Eduardo Schinca, uno de los más jóvenes y brillantes directores, que ya cuenta en su haber con grandes triunfos (también dentro del cuadro oficial) como han sido “El Cardenal de España” de Montherlant y “Las Sabihondas” de Moliere. Desde la velada de su estreno, “Noche de Reyes" se convirtió en uno de los espectáculos teatrales más aclamados por el público y la crítica local. |
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Jaime Yavitz (Sir Tobias Belch) |
Jorge Triador (Malvolio) |
Rafael Salsano (Fabián) |
Sus diarias representaciones en el Solís, se llevan a cabo bajo la atenta y militante atención de un público que se deja seducir sin oposición por la magia escénica de Shakespeare y por el brillo de una puesta en escena, que está a la altura del mejor teatro (nacional y extranjero) que se vio últimamente por estas latitudes. La comprobación de este suceso popular, logrado con la base de un texto clásico, es algo tan estimulante como auspicioso. Permite calibrar en sus propias fuentes (es decir, en el escenario) la vigencia y la perfección con que William Shakespeare concibió y desarrolló las obras maestras que se incluyen en su vasto repertorio dramático, uno de los legados espirituales más enjundiosos de que pueda vanagloriarse la humanidad. Siempre se podrá ver en Shakespeare, la visión del pasado y la visión del futuro, la tradición y la esperanza, la historia y la aventura. En su arte exquisito y refinado, están por igual todas las pasiones y sentimientos, los amores, el odio, los prejuicios, las supersticiones, en dos palabras: toda el alma y todo el corazón del hombre. El juego limpio o turbio, la vida y la muerte, el arrojo, todos los mares y universos, la estrella Polar y los viajes de Raleigh por la Guayana. Nada escapa a su pupila de testigo penetrante. De 1500 en adelante, el mapa del mundo conocido empieza a variar en forma casi escandalizadora. Cada vez surgen nuevos mares, océanos y continentes. En el siglo de Lutero, en el mismo año de la muerte de Calvino, nace William Shakespeare. El descubrimiento de América, impulsado por España y sus reyes de oro, hace que la historia comience a escribirse de nuevo. De la geometría plana se pasa súbitamente a la geometría del espacio. |
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No menos grandiosos son ciertamente los nuevos mundos, que en idéntico siglo, Shakespeare ha de ir descubriendo en una época esmaltada por las exploraciones de maravilla, donde los personajes fabulosos están ubicados en la misma vida y asumen los nombres de Colón y Vespucci, Cortés y Pizarro, Drake y Hawkins. También Shakespeare ilumina la escena y la imaginación del hombre de su tiempo, con el destello jubiloso de la aventura. Como los descubridores corren el velo de América a la luz bailoteante de sus ensoberbecidas fogatas, el poeta se da maravillado y maravillosamente, a la invención frenética de otros mundos, convierte sus visiones en sueños dramáticos y en personajes que todavía hoy, preservan milagrosamente una perenne juventud pintada de acero, carmín, oro y esmeralda. Poético y musical, turbio o pavoroso, gigante en la grandiosidad, poderoso entre los poderosos, dentro y misterioso, voluptuoso y heroico en sus fabulosas tragedias, alegre y diáfano como un caramillo pastoril en sus encantadoras comedias, cada obra suya posee una imantada característica en su órbita propia, proclama su soberanía igual que un reino. De todas las comedias que escribió Shakespeare, ninguna alcanza el grado de perfección, con que el bardo se ubica en el nivel del paradigma escénico, con su regocijante “Noche de Reyes”, El acierto que la Comedia Nacional obtiene con esta obra en pleno comienzo de temporada, domina de una manera tan aguda la cartelera teatral que casi hace difícil recordar que hubo ya otros estrenos. Algunos de ellos de valor tan excepcional, como fue la presentación de “La Parisienne” de Henri Becque por la Cía. Avila-Martínez Mieres en el Picadero del Teatro Circular de Montevideo. Tal vez la resonancia más espectacular de esta ‘‘Noche de Reyes” dirigida por Eduardo Schinca, sea las posibilidades que ofrece para calibrar al elenco oficial en una nueva técnica de actuación y hasta del enfoque en la manera de abordar a un clásico. |
Algunas brillantísimas caracterizaciones, algunas escenas de restallante eficacia humorística (toda la escena de la lectura de la carta de Malvolio, por ejemplo), no pesan en el resultado. Por encima de los méritos de tal o cual actriz, magnificencia de montaje, esplendor del vestuario (diseñador: Domingo Cavallero) o funcionalidad de la escenografía (una excelente planta abstracta de José Echave, algo empobrecida y desprolija de color, pero notablemente adaptada al juego espacial de la comedia, a la que sirve respetuosamente sin pasar en ninguna instancia a un primer plano dominante sobre el espíritu del autor) lo que se debe admirar en su justo término, es la composición general de todo el armonioso espectáculo. Esa misma elocuencia, con que la dirección ha sabido desarrollar el doble matiz de actividades que se cumple simultáneamente en el escenario (por un lado la intriga sentimental y novelesca que protagonizan Sebastián, Viola, Orsino y Olivia; por el otro el desarrollo satírico que se origina con la rivalidad entre el intendente Malvolio, puritano, austero y soberbio; el borrachín pendenciero y espadachín sir Toby Belch, sir Andrew Aguecheek, gentilhombre vanidoso y litigante (al que el actor Horacio Preve da un funambulesco carácter), el bufón Peste, y María, la ingeniosa dama de compañía) y sobre el rendimiento notable de todo el elenco, con puntos muy altos en el haber de Jorge Triador, Estela Medina, Horacio Preve, Estela Castro, Wagner Mautone y Jaime Yavitz. Pocas veces se ha visto en Montevideo un espectáculo clásico tan jocundo y moderno, tan irresistiblemente teatral, de tan segura y fina captación, tan impecablemente armado sobre cada rincón del escenario, como esta luminosa noche de epifanía, con la que la Comedia Nacional del Uruguay se adhiere con honor y en forma muy firme, a los homenajes que el mundo emocionado, rinde en estos momentos a uno de sus más enaltecedores poetas y dramaturgos: William Shakespeare. |
Crónica de Julio Roberto Cravea
Ilustrada por los Apuntes teatrales de
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXXIII Nº 1635 (Montevideo, 17 de mayo de 1964)
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
William Shakespeare en Letras Uruguay
Eduardo Vernazza en Letras Uruguay
Julio Roberto Cravea en Letras Uruguay
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