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“Un dios salvaje” de Yasmina Reza
El malestar en la civilización
por Jorge Arias

“Arte” (1994), “El  hombre inesperado” (1995),  “Tres versiones de la  vida” (2005), ahora “Un Dios salvaje”. Con todas estas obras de Yasmina Reza sucede lo mismo que con los libros de moda, los shoppings y los programas de  “entretenimiento”  de la  televisión:  se entra y  se  sale de ellos con comodidad y  sin recuerdos. Se podría hacer zapping con ellas: un espectador que abandonara la sala a los diez minutos y  volviera en los últimos diez no habría perdido el hilo. Son  piezas que se  dejan ver;  pero,  mucho más,  se dejan olvidar.

Así como  en “Tres versiones de  la vida” la autora quiso hacernos  creer que ha  descubierto que existen parejas mal avenidas,  aquí descubre o inventa otro paraguas: todos somos un poco más salvajes, o un poco menos civilizados, de lo que creemos. Reza sentencia en una entrevista que “…no  evolucionó” (el hombre) “desde la  Edad de Piedra”, lo que sabemos que no es verdad, si echamos una mirada distraída a Belsen o Dachau.  Ya en “Arte” había descubierto Reza que la  pretensión pura puede devengar dinero en materia de  arte, lo que fue una cumplida profecía sobre su carrera. Aquí una pareja, los Reille (Rogelio Gracia – Leonor Svarcas)  visitan a los Houillé (César Troncoso –Cecilia Sánchez), en  ocasión de que el  hijo de los Reille ha roto unos dientes al niño Houillé, de once años. Se trata de un acercamiento, de cerrar heridas, de que los chicos hagan las paces. Nada más respetuoso, más urbano, con más tacto, que los dos matrimonios. Pero no se  sabe bien si el niño  Reille pedirá  disculpas al niño Houillé;  por donde aparece un primer motivo de fricción. Por el camino apuntan historias laterales con las que  ambas parejas alimentan la incipiente hoguera. Reille, que es  abogado,  interrumpe continuamente la conversación para dirigir mediante su teléfono móvil una maniobra  destinada a impedir que un medicamento, casualmente el mismo que consume la madre de Houillé, sea proscrito por dañino. La Sra. Reille vomita y sus efluentes amenazan arruinar un preciado libro de láminas de Oskar Kokoshka; y Houillé se ha desembarazado impiadosamente de un molesto hámster, al que abandona  en la puerta de su  casa, por lo que será juzgado y escarnecido. Al final, según puede prever el espectador más distraído a los diez minutos de empezada la pieza, aquello termina en una trifulca general y gags de golpe y porrazo en el mejor  estilo de “Los tres chiflados” o  de las comedias de Espalter y Cacho de la Cruz. Pero  aún este fin, como sucede en todas las obras de la autora, es un signo  de puntuación y no un desenlace.

Oímos al pasar que la  obra es mediocre,  pero que está muy bien interpretada. Pero la  competencia del director y los cuatro actores realza la pobreza de la obra. El  talentoso Mario Morgan, que es además  iluminador y sobrio escenógrafo, Troncoso, Gracia, Sánchez y  Svarcas no pueden hacer nada mejor.  Lo intentan, con no poco mérito;  pero nada  ni nadie  puede rescatar a “Un Dios salvaje”.  

UN DIOS SALVAJE, de Yasmina Reza, versión española  de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Con César Troncoso, Cecilia Sánchez,  Rogelio Gracia y Leonor Svarcas. Espacio  escénico de Iván Delpratto y Mario Morgan, iluminación de William  Melogno y Mario  Morgan,  dirección de Mario Morgan. En sala teatro Movie  Center.

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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