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“Al encuentro de las Tres Marías” de Diego Fischer, en el teatro del Anglo
En busca de Juana de Ibarbourou
por Jorge Arias

Luego de la poco explicada consagración como “Juana de América”, en   1929, en  el Palacio  Legislativo (homenaje reproducido, con  variantes, años  después)  cuando sólo  contaba  treinta y siete años y  había  publicado  tres libros de poemas, con la Guardia Republicana en formación, Roberto  Ibáñez entregándole el anillo de sus esponsales  con América, Juan Zorrilla de San Martín, Alfonso Reyes, el coro Palestrina dirigido por Vicente  Ascone entonando el himno a Juana, una nueva personalidad artificial desplazó,  y quizás  aniquiló, bajo el peso de tan pomposo artefacto, a la  Juana Fernández nacida en Melo en 1892. Allí fue  bautizada,  curiosamente  varios años después; pero su  padrino no fue Aparicio Saravia, como ella  lo pretendió. Se había casado con un oscuro militar, a quien a veces se atribuye el grado de capitán y otras  mayor  pero que en un documento público aparece como sargento; después de casarse por matrimonio civil,  volvió  a casarse, también muchos años después, por la  iglesia católica, con Juan Zorrilla de San Martín como padrino, que también lo fue del no menos fatal  casamiento de Delmira Agustini.

Dejando  aparte el mito, en parte padecido y  en  parte construido,  dejando de lado la gloria refleja de quienes piensan, como el cómico vocero que agrega Ahunchain, “Como el Uruguay no hay”, uno se pregunta por el valor de los poemas de Juana de Ibarbourou. Encontramos en  ellos  una vida seca, roída por el hastío, muy poco sensible a lo erótico; una extraordinaria necesidad de representación que trasluce el sentimiento  de la incapacidad de vivir. Los poemas son pobres en imágenes y metáforas;  son  incomprensibles cuando no son incoherentes; a veces recuerdan a Delmira Agustini, a veces a Amado Nervo y a Rubén Darío; en conjunto dejan una sensación incolora, mezcla de aridez interior y de una  extrañísima impersonalidad. Con buen  criterio, Ahunchain  agrega a las anécdotas del libro de Fischer poemas de Juana acordes con la situación que  vive la  protagonista; pero los poemas sólo ponen frío y rigidez en escenas que debían tener temperatura. Lo más inquietante, por la reflexión que  proyecta sobre cómo se escribe la historia, es que el Uruguay  tuvo mejores poetas, de las que apenas algunas son conocidas del público: Selva Márquez, Idea Vilariño, Ida  Vitale, Sara de Ibáñez.  Y no  son las  únicas.

La  adaptación  teatral  de Álvaro Ahunchain reproduce los  defectos de la  “biografía novelada” de Fischer y  posiblemente los defectos de la  heroína: no presenta una personalidad definida, sino una mujer  que soporta, sin que se sepa por qué, los malos tratos del marido y  el hijo,  y que es desgraciada,  también sin que  pueda saberse la razón; una mujer que, como Emma Bovary, no parece saber a dónde va su vida, que parece no importarle, ni mucho ni poco. Algo de esto parece haber captado  Ahunchain,  que  hace  repetir por un  coro de niños,  con  efecto  cómico, el  poema  de la higuera; sea como fuere, la pieza, en las huellas del libro, no llena ni con una  sombra de explicación el  extraño hiato de  veinte años en la historia de Juana,  tanto en su  historia sentimental como en su historia  sexual, hiato que se habría  interrumpido recién hacia 1952, cuando la poeta tenía casi  sesenta años. Insólito renacer, con luna de miel  en las cataratas del Niágara a cargo de un elegante y seductor científico de renombre mundial, un hombre de una   muy  notable capacidad intelectual,  como fue el Dr. Eduardo de Robertis, más de veintiún años menor que Juana. Algunas veces las anécdotas de la vida que se presentan en “Al encuentro de las Tres Marías”, aisladas como están, no llegan a comprenderse bien: el autor de estas líneas tuvo que explicar a algunos   espectadores intrigados, a la salida de la función, quiénes fueron Dora Isella Russell  y Esther de Cáceres, la razón del testamento y aún del convenio y del mandato a favor de Dora Isella. Tampoco contribuye a la claridad de la narración que todos los personajes masculinos (Lucas Ibarbourou, Julio César  Ibarbourou, varios oradores, un  escribano  y Eduardo Víctor Haedo) sean interpretados por un solo actor, Humberto de Vargas. Sus cualidades de intérprete son fuera de lo común; pero es imposible pedirle seis o siete caracterizaciones  diferentes  en muy breve  tiempo.

La  escenografía es restringida, porque  debe representar demasiados  ámbitos a la vez,  y la tela del fondo por donde entran y salen los  personajes al escenario, un  gran salón  tapizado  con libros,  es poco  grata a la vista y, creemos, incómoda para los  actores. En la  interpretación Nidia  Telles, como Juana mayor,  da una  mujer otoñal que debe  asemejarse  a la real; Victoria Rodríguez, como Juana joven, es muy  acorde a la iconografía  oficial y de muy  agradable  presencia.  Si  este es  su  estreno  como  actriz, le espera  un gran  porvenir  sobre las  tablas.

AL ENCUENTRO DE LAS TRES MARIAS, de Diego Fischer,  adaptación  teatral  de  Diego Fischer  y Alvaro Ahunchain. Con  Nidia  Telles, Victoria  Rodríguez  y Humberto de  Vargas. Escenografía  de  Sebastián Suárez, vestuario  de   Oscar Alvarez, iluminación de  Ignacio Tenuta, música  de  Alberto Magnone, dirección  general  de  Alvaro Ahunchain. Estreno  del  4   de  julio,  teatro del Anglo. 

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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