El
Zen |
A
lo largo de estos períodos (es decir, por más de 500 años) el zen de Dôgen
no solamente prosperó como institución religiosa, sino que tuvo un
poderoso impacto sobre la formación cultural de los japoneses. El
desarrollo de las artes hoy consideradas “clásicas” ofrece una imagen
clara de su ethos: las pinturas
monocromas en tinta china al lavado (sumiye), los arreglos florales
tradicionales (ikebana), las artes de esgrima (kendô), de
tiro con arco (kyudô) y de lucha cuerpo a cuerpo (judô),
el teatro (especialmente el Nô ), la jardinería, la poesía del haiku
y la ceremonia del té (chanoyu), ilustran la paradoja de una
libertad informal, incondicionada, expresándose a través de la forma
condicionada1. En
la segunda mitad del período Tokugawa son los valores del budismo (en
general) los que comienzan a desestabilizarse junto al régimen feudal
hasta entonces vigente. La revolución Meiji (1868-1912), que marca la
apertura del Japón al sistema de producción industrial y a las
instituciones sociopolíticas del Occidente moderno, auspicia la
recuperación del sintoísmo bajo una perspectiva nacionalista. Combatida
por el Estado floreciente, la hegemonía budista desaparece, y no será
hasta la nueva reestructuración de la posguerra que se integra en un
marco de pluralismo religioso donde (por lo general en un mismo individuo
y en una misma familia) coexiste armónicamente junto al shintô, al
confucionismo e incluso al cristianismo. En
el caso particular del budismo Sôto, la línea de transmisión de Dôgen
continuó ininterrumpida, aunque fueron multiplicándose sus
bifurcaciones. A lo largo y ancho de Japón, actualmente existen 15.000
centros de este brazo, dividiéndose proporcionalmente entre los que
dependen de los “templo madre” Eiheiji y Sojiji (este último
vinculado a la reforma de Keizan Jokin en el siglo XIV, verdadero artífice
de la expansión). Se advierte que inclusive dentro de las ramas
particulares “...existe una vinculación mínima entre los templos y
monasterios, que son fundamentalmente unidades autónomas y económicamente
independientes” (Benz, 1986: 161). Sin embargo, desde la formación
de una “Comunidad Budista Mundial” en 1956, las conexiones se vieron
agilizadas dentro y fuera de las fronteras de Japón. En
efecto, una de las condiciones más importantes para que emergiera esta
Comunidad fue la difusión creciente de las actividades misioneras en
Occidente, en las que la escuela Sôto jugó un papel preponderante. Hasta
entonces la base de las misiones en Europa y América era informal y en
parte improvisada, constituida por maestros, monjes, “consejeros” y
personalidades carismáticas que lograban reunir un grupo de discípulos
alrededor suyo; en cambio, hacia la segunda mitad de los ’50 se inicia
una era de misiones organizadas, cuyo modelo de referencia sería la misión
mundial cristiana (Ibíd.: 164-165). Siguiendo la guía de E. Koné
(citado en Carini, 2004: 3-4) para el caso de la expansión occidental del
zen podemos distinguir tres fases: 1)
Desde 1900 a 1950, su difusión como “texto sin contexto”,
reservado a la interpretación intelectual por parte de los eruditos, cuyo
atención recaería especialmente en las cualidades empiristas anti-dogmáticas
del zen. 2)
Desde 1950 a 1980, su institucionalización en Occidente,
precipitada por la llegada a Estados Unidos y Europa de maestros zen
entrenados en Asia. Desde 1980 hasta la actualidad, su estabilización en tanto “oferta” en el mercado de bienes simbólicos, el surgimiento de maestros occidentales y el arribo oficial del zen en el Tercer Mundo (destacándose su buena acogida en Sudamérica). 1 - D.T. Suzuki sentencia: “las cosas son bellas donde son inevitables” (1989: 358). |
Las tradiciones budistas en
Uruguay
Miradas antropológicas sobre los caminos de la Iluminación
Ismael Apud y Mauro Clara
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