La moral como elemento clave de la formación humana 
De “Revelación Axiológica y Formación Humana” 
Autor: Dr. Jorge Valmaseda Valmaseda
Profesor Titular de la Universidad de La Habana, Cuba.

Consideramos posible el acercamiento al tema a través de la ética de las virtudes, proponiendo reformular la moral no como conjunto de reglas de comportamiento, sino en concordancia con la experiencia del hombre como sujeto moral. Se debe tener en cuenta el efecto de la acción moral sobre el individuo y jerarquizar la necesidad de adquirir buenos hábitos (virtudes) para formar sujetos capaces de tomar decisiones correctas. Así la ética de las virtudes, desde un punto de vista individual, puede ayudarnos a enfrentar las desviaciones conductuales.

 

Esta variante no debe ser aplicada de forma dogmática o utilizar el modelo aristotélico de “sólo esto garantiza la vida feliz”, pues entra en contradicción con el medio social en el que se desarrolla el individuo. Por tanto, es necesario un enriquecimiento dialéctico de dicha ética que establezca un mecanismo de retroalimentación con el medio, capaz de utilizar todas las variantes a favor del mejoramiento de las virtudes del hombre, que permita su felicidad, y en el cual, a través de su razón, de la práctica, de su comportamiento, evalúe los bienes en cuestión, para que en su actuar correcto requiera priorizar las virtudes.

 

Esto será aceptado siempre que refleje la realidad ontológica, la que se adquiere por tradición y se perfecciona de forma continua en su uso, respetando, claro está, los principios prácticos de la bioética realista, que tienen en cuenta el valor complementario de la dignidad y la libertad del hombre, sin llegar a caer en positivismos éticos, pues si la libertad se establece como criterio absoluto, acabará en la negación de sí misma. Esa jerarquización de las virtudes deberá ser reforzada en la actuación, conforme a las normas éticas que se enmarquen dentro de los límites enriquecedores de la relación con el respeto a la dignidad personal de los otros y la propia.      

 

Definiciones básicas. Moral es el conjunto de principios, normas, valores, costumbres y tradiciones sociales, que se expresan en la actitud, los sentimientos, la conducta y las cualidades de las personas en sus vidas cotidianas. También la podemos interpretar como la virtud de obrar conscientemente con la debida intención, así como la virtud de los mismos actos en que está o puede estar implícita la intención consciente.

 

Así, con la palabra moral, se califica tanto la debida intención con que se ejecutan los actos conscientes, como la calidad de los mismos actos desarrollados por un ser capaz de ejecutarlos con conciencia moral. Puede, por tal motivo, haber una independencia entre la calidad moral de los actores y de los actos de éstos. Por ello, pueden ejecutarse con conciencia moral, actos morales; con conciencia moral, actos inmorales; con conciencia inmoral, actos morales; con conciencia inmoral, actos inmorales.

 

Ética es el saber filosófico que reflexiona y fundamenta la moral y realiza prescripciones normativas sobre el comportamiento humano. En el lenguaje cotidiano, los términos moral y ética se utilizan, en ocasiones, como sinónimos. La vaguedad en el empleo de éstos se explica, en gran medida, por la comunidad de su contenido etimológico. Ambos provienen de palabras que pueden ser traducidas como “costumbres”, “uso”, “modo de ser”, “carácter”.

 

El vocablo “moral” proviene del latín mores, costumbres, carácter, y la palabra “ética”, del griego ethos, lugar habitual de vida, uso, carácter. Sin embargo, desde hace muchos años, los términos moral y ética han sido empleados para aludir a un mismo concepto: el conjunto de principios y normas de conducta que regulan las relaciones entre los hombres. En los razonamientos que aspiran a la rigurosidad científica esto resulta inadmisible, ya que hay que distinguir claramente que la ética es una ciencia, y la moral su objeto de estudio.  

  

Bioética es para algunos estudiosos un nuevo saber, la ética filosófica aplicada a la dilucidación de los problemas que afrontan los que tienen que tomar decisiones respecto al cuidado de la salud de la persona; sin embargo, la experiencia práctica ha demostrado la necesidad de una definición más completa y abarcadora, ya que no sólo la emparientan con las ciencias biológicas y las  profesiones de la salud, sino que la extienden al estudio y la reflexión en torno a la dimensión e implicaciones humanísticas y éticas de los avances en las ciencias y de las políticas relativas a la atención de los problemas ecológicos, entre otros.

 

Van Rensselaer Potter –fundador de la bioética y creador del término- planteó la necesidad de relacionar las teorías éticas con la novedad de los problemas y también con su carácter, como disciplina, orientada a lo interno de lo social. La idea original de la bioética en sus textos está vinculada a la noción de que el hombre, y en especial el científico, deben adoptar una posición de humildad ante el futuro. La humildad significa apertura a la reflexión crítica y autocrítica, integración del saber científico multidisciplinario, inclusión y consideración de los criterios de científicos y no científicos, del hombre, del ciudadano.

 

La bioética se formula así, como una ética de la vida desde una posición de humildad y responsabilidad, en busca de una sabiduría efectiva que integre el mundo del saber científico en las ciencias biológicas y los valores morales. La misma surgió como pensamiento ético que responde a problemas de nuevo tipo, para los cuales los modos tradicionales de reflexión desde un deber ser bien definido y estable resultan impracticables, ya que hoy los dilemas de la ciencia y la tecnología, no pueden abstraerse de los enfoques filosóficos, antropológicos, sociológicos, éticos, psicológicos; que presupone la integración de las grandes áreas del conocimiento de las ciencias exactas, naturales y humanísticas. 

 

Ser moral implica la razón que permite reconocer qué es la moralidad, así como quiénes son o no son sujetos morales y qué actos son en sí mismos morales o inmorales. Siendo la moralidad una virtud de la conciencia, la razonabilidad es fundamental para ejercerla o no. Por lo tanto, la bondad moral implica no sólo el sentimiento apropiado con que se ejecuta la acción, sino la claridad lógica de la conciencia que fundamenta dicho sentimiento.

 

Para exigir bondad moral es necesario establecer conciencia moral, lo cual requiere esforzarse por desarrollar y procurar la conciencia moral, ya que todo ser racional puede cometer tanto faltas lógicas, como faltas morales. Esto implica reconocer que toda falta moral o ética es en el fondo una falta lógica, pero que no inversamente, toda falta lógica no es una falta ética o moral, ya que sólo lo es cuando se quebranta la buena intención de manera consciente o semiconsciente.

 

Sólo las faltas morales pueden ser moralmente sancionadas, pero no toda falta exclusivamente lógica merece castigo, sino esclarecimiento para que no se vuelva a cometer. En este sentido, hay que saber comprender que no existe falta moral si hay total inconsciencia o ignorancia involuntaria de la falta, pero nadie puede eludir su responsabilidad moral amparándose en la ignorancia o inconsciencia voluntaria, pues ello ya implica una falta moral. La ignorancia voluntaria es ignorancia culpable, siendo doblemente culpable quien obra mal por dicha ignorancia, pues ésta conlleva culpabilidad sólo cuando es producto de negligencia, descuido o indolencia consciente.

 

La conducta moral no implica restringir por la fuerza la conducta inmoral, sino que lo que es verdaderamente moral es educar para que el ser humano lleve la luz de lo moral en su propia conciencia y la brida o la rienda que evite lo inmoral en las intenciones de su propia voluntad. Por eso hay que saber reconocer que todo castigo o represión moral debe llevar aunada la manifestación clara y categórica de justicia y validez moral para el propio trasgresor y no admitir imposiciones como sustitutas para que la gente obre con base en la propia conciencia moral.

                       

La negligencia conlleva siempre culpabilidad y responsabilidad moral y no podemos refugiarla en la imprudencia y la estupidez porque son productos de ella. De esta manera se puede llegar a determinar cuándo hay homicidio imprudencial o imprudencia criminal. Esto implica ver que no todos los ignorantes o negligentes son estrictamente más dignos de remisión y de rectificación que de castigo, ya que, en “última instancia”, todos los negligentes son en estricto dignos de castigo.

 

Se debe percibir inmoralidad cuando uno se duele mezquinamente más de sí mismo que del prójimo o cuando uno obra realmente de manera denigrantemente egoísta. También se debe reconocer inmoralidad cuando se obra de manera deliberadamente desconsiderada con el prójimo y cuando se desprecian o pasan por alto los auténticos valores de otros seres humanos.

 

Para superar estos defectos morales, el único camino a elegir es el de la perfección moral, que consiste en obrar con la mejor intención o voluntad, lo cual es plenamente posible, pues es algo completamente alcanzable, asequible o posible en el ser humano. Es bueno saber reconocer que por el modo de actuar se establece la propia bondad o maldad de nuestra conciencia o persona interior y esto pudiera ser un indicador para demostrar si se puede vivir auténticamente en perfección moral.

 

En nuestros días, no existe  filosofía alguna que acabe sustrayéndose de las cuestiones morales. Las éticas platónicas y aristotélicas nos enseñaron que la trasgresión siempre se debía a la falta de conocimientos y hasta la sociología surge procurando considerar el deber como un hecho social, algo que pudiera ser analizado y conocido científicamente como cualquier otro conocimiento de la naturaleza. De ese modo, la infracción resultaría de la falta de saber y el conocimiento de la infracción implicaría su impedimento. Pero siempre quedó en la sombra, para esa ciencia, el estatuto teórico de los enunciados que hablan sobre los valores, pues que los valores se presenten por medio de enunciados como si fuesen la referencia de proposiciones declarativas, nos parece una cosa muy sorprendente. La filosofía de los valores, de tradición kantiana, acentuó las diferencias entre un estado de cosas dirigido por la proposición y el valor en cuanto objeto del habla, no llegando nunca, con esto, a examinar la especificidad de ese lenguaje.

 

Esta es una de las tareas que quedó pendiente y, al respecto, muchos filósofos insistirán en la radical diferencia entre el ser y el deber ser y muchos otros tendrán, igualmente, purificada la imbricación entre ambos. La duda que surge es con respecto a la manera por la cual un enunciado moral dice como algo debe ser aludido a ese algo; no obstante, no es aquí el lugar de profundizar en esa cuestión, corriendo el riesgo de ser muy extenso. 

 

El mundo moral de las personas es complejo y contradictorio. En él se entrelazan normas, valores y concepciones que es posible respondan a distintos momentos históricos;  sin embargo, aquí es precisamente  donde tendremos en cuenta que “todo valor que tienda a perpetuar un sistema de relación que para el sujeto ha perdido su sentido, puede perder su significación moral, independientemente de que su contenido analizado fuera de dicha relación concreta, sea moral. En este caso es el sujeto quien tiene que actualizar o reconstruir permanentemente el valor moral de su comportamiento, trascendiendo su propia organización en la personalidad”.[1]

 

A nuestro juicio, esta idea es de vital importancia para los políticos y la práctica política, incluida naturalmente la práctica universal, si esta última deseamos ponerla en función de la solución de los acuciantes y contradictorios problemas que en el orden moral nos afectan, pues no es posible perder de vista, por un lado, que cuando el valor trasciende el sistema de necesidades de los individuos, de los grupos, de las clases sociales, deja de operar y por ende pierde eficacia reguladora y, por otro  lado, que un mismo valor puede actuar de diferentes formas y grados de expresión, para diferentes individuos.  Por tanto, los propios valores sociales no pueden existir si los hombres no contribuyen a su enriquecimiento.

 

En esta misma dirección de análisis, la axiología se integra totalmente a la teoría de la fidelidad ontológica; pues la importancia filosófica de los valores, o dígase  creencias, normas de conductas y fines humanos, consiste en que al revelar lo que queremos, revelan lo que somos, por esa condición de fidelidad ontológica ya expuesta. Tanto los valores de cierta permanencia como aquellos de validez transitoria, dan testimonio del ser; no pueden traicionarlo.

 

 La formación de valores es revelación de la creciente humanidad a través de mentes sensibles, pues no hay ni habrá sólidos valores, al margen de una rica sensibilidad que sea capaz de potenciar lo que realmente somos  en nuestro ser existencial (fidelidad ontológica) y despertar las potencias dormidas y las tendencias humanas que son inmanentes al hombre, como semillas que esperan para germinar. Esta axiología, que continúa la tradición más rica del pensamiento latinoamericano y universal, es la que enarbolamos como fragua de espíritu germinador de valores humanos. Valores que en su concepción sólo se revelan y rinden frutos, insertos en la cultura y la historia. Una axiología que incluye todos los valores humanos porque cree en la espiritualidad del hombre y en el poder de su perfectibilidad, pero privilegia los valores éticos en tanto valencias rectoras en dirección a lo grande y absoluto.[2]

 

Bibliografía

 

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López Bombino, Luis R. et alt. (1986): “La Moral como modo peculiar de asimilar el mundo”. En: Ética. Apuntes para un Libro de texto. Editorial Pueblo y Educación, en II Tomos. T.I., p. 45-50,   La Habana.

------- (1986): Ética marxista-leninista. Editorial ENPES, T.I. Ministerio de Educación Superior, La Habana. 

-------- (1987–1990): Estudios Éticos. Vols. I, II y III. Universidad de la Habana, ENPES, La Habana.

-------- Armando Chávez y A.I. Titarenko (1996): Estudios éticos, T.II. Editorial ENPES Ministerio de Educación Superior, La Habana. 

-------- (1996): Estudios éticos, IV parte. Editorial ENPES, Ministerio de Educación Superior, La Habana.

-------- y Lourdes Fernández Riuz (1998): “¿Educamos la moral de modo adecuado?”. En: Revista Diosa Episteme. Editada por la Facultad de Psicología de La Universidad Nacional del Rosario y el  Círculo de Epistemología de la Ciudad de Rosario, Editorial Laborde, Argentina.

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------- (1998): “La formación de valores: un camino difícil pero no imposible”. Tesis doctoral. Universidad de la Habana, Facultad de Filosofía e Historia, La Habana.

-------- et alt. (2002): Ética y Sociedad. T. I y II. Editorial Félix Varela, La Habana.

-------- et alt. (2004): El Saber Ético de Ayer a Hoy. T. I. Editorial Félix Varela, La Habana. 

-------- et alt. (2004): Por una Nueva Ética. Editorial Félix Varela, La Habana.

-------- (2005): ¿Existe una ética ecológica? En: Ecología y Sociedad (pp. 83-101), Editorial Félix Varela, La Habana.

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Pupo Pupo, Rigoberto (2004): Identidad y Subjetividad Humana en José Martí. Editado por la Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco,  México.

-------- (s/f): Filosofía e Identidad en el Pensamiento de Medardo Vitier. En proceso editorial.

-------- (s/f): Medardo Vitier y la Cultura cubana. Ídem.

Valmaseda Valmaseda (2001): La Formación Ciudadana Escolarizada en Cuba, entre 1898 y 1940. Tesis para optar por el grado científico de Máster en Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, el Caribe y Cuba. Universidad de la Habana.

------- (2002): Valores y Práctica Política en un Mundo Globalizado. Editado por la Honorable Cámara de Diputados del Poder Legislativo de México.

Vitier, M. (1958): Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de las Villas, Pág. 158.

 

Notas:  

 

[1] González Rey, Fernando (1995): Problemas epistemológicos de la psicología. Universidad Nacional Autónoma de México, p.134.

[2] (...) y pienso que la idea más profunda de Platón es haber situado al Sumo Bien en el plano jerárquico más alto, como si fuera el generador de los seres.” Vitier, M. (1958): Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de las Villas, Pág. 158.

Jorge Valmaseda Valmaseda

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