La moral como elemento clave de la formación humana |
Consideramos
posible el acercamiento al tema a través de la ética de las virtudes,
proponiendo reformular la moral no como conjunto de reglas de
comportamiento, sino en concordancia con la experiencia del hombre como
sujeto moral. Se debe tener en cuenta el efecto de la acción moral sobre
el individuo y jerarquizar la necesidad de adquirir buenos hábitos
(virtudes) para formar sujetos capaces de tomar decisiones correctas. Así
la ética de las virtudes, desde un punto de vista individual, puede
ayudarnos a enfrentar las desviaciones conductuales. Esta
variante no debe ser aplicada de forma dogmática o utilizar el modelo
aristotélico de “sólo esto garantiza la vida feliz”, pues entra en
contradicción con el medio social en el que se desarrolla el individuo.
Por tanto, es necesario un enriquecimiento dialéctico de dicha ética que
establezca un mecanismo de retroalimentación con el medio, capaz de
utilizar todas las variantes a favor del mejoramiento de las virtudes del
hombre, que permita su felicidad, y en el cual, a través de su razón, de
la práctica, de su comportamiento, evalúe los bienes en cuestión, para
que en su actuar correcto requiera priorizar las virtudes. Esto
será aceptado siempre que refleje la realidad ontológica, la que se
adquiere por tradición y se perfecciona de forma continua en su uso,
respetando, claro está, los principios prácticos de la bioética
realista, que tienen en cuenta el valor complementario de la dignidad y la
libertad del hombre, sin llegar a caer en positivismos éticos, pues si la
libertad se establece como criterio absoluto, acabará en la negación de
sí misma. Esa jerarquización de las virtudes deberá ser reforzada en la
actuación, conforme a las normas éticas que se enmarquen dentro de los límites
enriquecedores de la relación con el respeto a la dignidad personal de
los otros y la propia.
Definiciones
básicas. Moral es el conjunto de principios, normas, valores, costumbres y
tradiciones sociales, que se expresan en la actitud, los sentimientos, la
conducta y las cualidades de las personas en sus vidas cotidianas. También
la podemos interpretar como la virtud de obrar conscientemente con la
debida intención, así como la virtud de los mismos actos en que está o
puede estar implícita la intención consciente. Así,
con la palabra moral, se califica tanto la debida intención con que se
ejecutan los actos conscientes, como la calidad de los mismos actos
desarrollados por un ser capaz de ejecutarlos con conciencia moral. Puede,
por tal motivo, haber una independencia entre la calidad moral de los
actores y de los actos de éstos.
Por ello, pueden ejecutarse con conciencia moral, actos morales; con
conciencia moral, actos inmorales; con
conciencia inmoral, actos morales; con
conciencia inmoral, actos inmorales. Ética
es el saber filosófico que reflexiona y fundamenta la moral y realiza
prescripciones normativas sobre el comportamiento humano. En el lenguaje
cotidiano, los términos moral y ética se utilizan, en ocasiones, como
sinónimos. La vaguedad en el empleo de éstos se explica, en gran medida,
por la comunidad de su contenido etimológico. Ambos provienen de palabras
que pueden ser traducidas como “costumbres”, “uso”, “modo de
ser”, “carácter”. El
vocablo “moral” proviene del latín mores, costumbres, carácter, y la
palabra “ética”, del griego ethos, lugar habitual de vida, uso, carácter.
Sin embargo, desde hace muchos años, los términos moral y ética han
sido empleados para aludir a un mismo concepto: el conjunto de principios
y normas de conducta que regulan las relaciones entre los hombres. En los
razonamientos que aspiran a la rigurosidad científica esto resulta
inadmisible, ya que hay que distinguir claramente que la ética es una
ciencia, y la moral su objeto de estudio.
Bioética
es para algunos estudiosos un nuevo saber, la ética filosófica aplicada
a la dilucidación de los problemas que afrontan los que tienen que tomar
decisiones respecto al cuidado de la salud de la persona; sin embargo, la
experiencia práctica ha demostrado la necesidad de una definición más
completa y abarcadora, ya que no sólo la emparientan con las ciencias
biológicas y las profesiones
de la salud, sino que la extienden al estudio y la reflexión en torno a
la dimensión e implicaciones humanísticas y éticas de los avances en
las ciencias y de las políticas relativas a la atención de los problemas
ecológicos, entre otros. Van
Rensselaer Potter –fundador de la bioética y creador del término-
planteó la necesidad de relacionar las teorías éticas con la novedad de
los problemas y también con su carácter, como disciplina, orientada a lo
interno de lo social. La idea original de la bioética en sus textos está
vinculada a la noción de que el hombre, y en especial el científico,
deben adoptar una posición de humildad ante el futuro. La humildad
significa apertura a la reflexión crítica y autocrítica, integración
del saber científico multidisciplinario, inclusión y consideración de
los criterios de científicos y no científicos, del hombre, del
ciudadano. La
bioética se formula así, como una ética de la vida desde una posición
de humildad y responsabilidad, en busca de una sabiduría efectiva que
integre el mundo del saber científico en las ciencias biológicas y los
valores morales. La misma surgió como pensamiento ético que responde a
problemas de nuevo tipo, para los cuales los modos tradicionales de
reflexión desde un deber ser bien definido y estable resultan
impracticables, ya que hoy los dilemas de la ciencia y la tecnología, no
pueden abstraerse de los enfoques filosóficos, antropológicos, sociológicos,
éticos, psicológicos; que presupone la integración de las grandes áreas
del conocimiento de las ciencias exactas, naturales y humanísticas.
Ser
moral implica la razón que permite reconocer qué es la moralidad, así
como quiénes son o no son sujetos morales y qué actos son en sí mismos
morales o inmorales. Siendo la moralidad una virtud de la conciencia, la
razonabilidad es fundamental para ejercerla o no. Por lo tanto, la bondad
moral implica no sólo el sentimiento apropiado con que se ejecuta la acción,
sino la claridad lógica de la conciencia que fundamenta dicho
sentimiento. Para
exigir bondad moral es necesario establecer conciencia moral, lo cual
requiere esforzarse por desarrollar y procurar la conciencia moral, ya que
todo ser racional puede cometer tanto faltas lógicas, como faltas
morales. Esto implica reconocer que toda falta moral o ética es en el
fondo una falta lógica, pero que no inversamente, toda falta lógica no
es una falta ética o moral, ya que sólo lo es
cuando se quebranta la buena intención de manera consciente o
semiconsciente. Sólo
las faltas morales pueden ser moralmente sancionadas, pero no toda falta
exclusivamente lógica merece castigo, sino esclarecimiento para que no se
vuelva a cometer. En este sentido, hay que saber comprender que no existe
falta moral si hay total inconsciencia o ignorancia involuntaria de la
falta, pero nadie puede eludir su responsabilidad moral amparándose en la
ignorancia o inconsciencia voluntaria, pues ello ya implica una falta
moral. La ignorancia voluntaria es ignorancia culpable, siendo doblemente
culpable quien obra mal por dicha ignorancia, pues ésta conlleva
culpabilidad sólo cuando es producto de negligencia, descuido o
indolencia consciente. La
conducta moral no implica restringir por la fuerza la conducta inmoral,
sino que lo que es verdaderamente moral es educar para que el ser humano
lleve la luz de lo moral en su propia conciencia y la brida o la rienda
que evite lo inmoral en las intenciones de su propia voluntad. Por eso hay
que saber reconocer que todo castigo o represión moral debe llevar aunada
la manifestación clara y categórica de justicia y validez moral para el
propio trasgresor y no admitir imposiciones como sustitutas para que la
gente obre con base en la propia conciencia moral.
La
negligencia conlleva siempre culpabilidad y responsabilidad moral y no
podemos refugiarla en la imprudencia y la estupidez porque son productos
de ella. De esta manera se puede llegar a determinar cuándo hay homicidio
imprudencial o imprudencia criminal. Esto implica ver que no todos los
ignorantes o negligentes son estrictamente más dignos de remisión y de
rectificación que de castigo, ya que, en “última instancia”, todos
los negligentes son en estricto dignos de castigo. Se
debe percibir inmoralidad cuando uno se duele mezquinamente más de sí
mismo que del prójimo o cuando uno obra realmente de manera
denigrantemente egoísta. También se debe reconocer inmoralidad cuando se
obra de manera deliberadamente desconsiderada con el prójimo y cuando se
desprecian o pasan por alto los auténticos valores de otros seres
humanos. Para
superar estos defectos morales, el único camino a elegir es el de la
perfección moral, que consiste en obrar con la mejor intención o
voluntad, lo cual es plenamente posible, pues es algo completamente
alcanzable, asequible o posible en el ser humano. Es bueno saber reconocer
que por el modo de actuar se establece la propia bondad o maldad de
nuestra conciencia o persona interior y esto pudiera ser un indicador para
demostrar si se puede vivir auténticamente en perfección moral. En
nuestros días, no existe filosofía
alguna que acabe sustrayéndose de las cuestiones morales. Las éticas
platónicas y aristotélicas nos enseñaron que la trasgresión siempre se
debía a la falta de conocimientos y hasta la sociología surge procurando
considerar el deber como un hecho social, algo que pudiera ser analizado y
conocido científicamente como cualquier otro conocimiento de la
naturaleza. De ese modo, la infracción resultaría de la falta de saber y
el conocimiento de la infracción implicaría su impedimento. Pero siempre
quedó en la sombra, para esa ciencia, el estatuto teórico de los
enunciados que hablan sobre los valores, pues que los valores se presenten
por medio de enunciados como si fuesen la referencia de proposiciones
declarativas, nos parece una cosa muy sorprendente. La filosofía de los
valores, de tradición kantiana, acentuó las diferencias entre un estado
de cosas dirigido por la proposición y el valor en cuanto objeto del
habla, no llegando nunca, con esto, a examinar la especificidad de ese
lenguaje. Esta
es una de las tareas que quedó pendiente y, al respecto, muchos filósofos
insistirán en la radical diferencia entre el ser y el deber ser y muchos
otros tendrán, igualmente, purificada la imbricación entre ambos. La
duda que surge es con respecto a la manera por la cual un enunciado moral
dice como algo debe ser aludido a ese algo; no obstante, no es aquí el
lugar de profundizar en esa cuestión, corriendo el riesgo de ser muy
extenso. El
mundo moral de las personas es complejo y contradictorio. En él se
entrelazan normas, valores y concepciones que es posible respondan a
distintos momentos históricos; sin embargo, aquí es precisamente donde tendremos en cuenta que “todo valor que tienda a perpetuar un sistema de relación que para el
sujeto ha perdido su sentido, puede perder su significación moral,
independientemente de que su contenido analizado fuera de dicha relación
concreta, sea moral. En este caso es el sujeto quien tiene que actualizar
o reconstruir permanentemente el valor moral de su comportamiento,
trascendiendo su propia organización en la personalidad”.[1]
A
nuestro juicio, esta idea es de vital importancia para los políticos y la
práctica política, incluida naturalmente la práctica universal, si esta
última deseamos ponerla en función de la solución de los acuciantes y
contradictorios problemas que en el orden moral nos afectan, pues no es
posible perder de vista, por un lado, que cuando el valor trasciende el
sistema de necesidades de los individuos, de los grupos, de las clases
sociales, deja de operar y por ende pierde eficacia reguladora y, por otro
lado, que un mismo valor puede actuar de diferentes formas y grados
de expresión, para diferentes individuos.
Por tanto, los propios valores sociales no pueden existir si los
hombres no contribuyen a su enriquecimiento. En
esta misma dirección de análisis, la axiología se integra totalmente a
la teoría de la fidelidad ontológica; pues la importancia filosófica de
los valores, o dígase creencias,
normas de conductas y fines humanos, consiste en que al revelar lo que
queremos, revelan lo que somos, por esa condición de fidelidad ontológica
ya expuesta. Tanto los valores de cierta permanencia como aquellos de
validez transitoria, dan testimonio del ser; no pueden traicionarlo. La
formación de valores es revelación de la creciente humanidad a través
de mentes sensibles, pues no hay ni habrá sólidos valores, al margen de
una rica sensibilidad que sea capaz de
potenciar lo que realmente somos
en nuestro ser existencial (fidelidad ontológica) y despertar las
potencias dormidas y las tendencias humanas que son inmanentes al hombre,
como semillas que esperan para germinar. Esta axiología, que continúa la
tradición más rica del pensamiento latinoamericano y universal, es la
que enarbolamos como fragua de espíritu germinador de valores humanos.
Valores que en su concepción sólo se revelan y rinden frutos, insertos
en la cultura y la historia. Una axiología que incluye todos los valores
humanos porque cree en la espiritualidad del hombre y en el poder de su
perfectibilidad, pero privilegia los valores éticos en tanto valencias
rectoras en dirección a lo grande y absoluto.[2] Bibliografía González
Rey, Fernando (1995): Problemas epistemológicos de la psicología.
Universidad Nacional Autónoma de México, p.134. López
Bombino, Luis R. et alt. (1986):
“La Moral como modo peculiar de asimilar el mundo”. En: Ética.
Apuntes para un Libro de texto. Editorial Pueblo y Educación, en II
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(1986): Ética marxista-leninista. Editorial ENPES, T.I. Ministerio de
Educación Superior, La Habana. --------
(1987–1990): Estudios Éticos. Vols. I, II y III. Universidad de la
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Armando Chávez y A.I. Titarenko (1996): Estudios éticos, T.II. Editorial
ENPES Ministerio de Educación Superior, La Habana.
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(1996): Estudios éticos, IV parte. Editorial ENPES, Ministerio
de Educación Superior, La
Habana. --------
y Lourdes Fernández Riuz (1998): “¿Educamos la moral de modo
adecuado?”. En: Revista Diosa Episteme. Editada por la Facultad
de Psicología de La Universidad Nacional del Rosario y el
Círculo de Epistemología de la Ciudad de Rosario, Editorial
Laborde, Argentina. ------- (1998): “La Subjetivación del Valor”. Tesis
para optar por el grado científico de Master en Psicología Educativa,
C. Habana, Cuba. -------
(1998): “La formación de valores: un camino difícil pero no
imposible”. Tesis doctoral. Universidad de la Habana, Facultad de
Filosofía e Historia, La Habana. --------
et alt. (2002): Ética y Sociedad. T. I y II. Editorial Félix Varela, La
Habana. --------
et alt. (2004): El Saber Ético de Ayer a Hoy. T. I. Editorial Félix
Varela, La Habana. --------
et alt. (2004): Por una Nueva Ética. Editorial Félix Varela, La Habana. --------
(2005): ¿Existe una ética ecológica? En: Ecología y Sociedad (pp.
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(2005): La ética de la ciencia. La responsabilidad moral y la desaparición
de las especies (pp. 206-223), Editorial Félix Varela, La Habana. Pupo
Pupo, Rigoberto (2004):
Identidad y Subjetividad Humana en José Martí. Editado por la
Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México. --------
(s/f): Filosofía e Identidad en el Pensamiento de Medardo Vitier. En
proceso editorial. --------
(s/f): Medardo Vitier y la Cultura cubana. Ídem. Valmaseda
Valmaseda (2001): La Formación Ciudadana Escolarizada en Cuba, entre 1898
y 1940. Tesis para optar por el grado científico de Máster en
Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, el Caribe y Cuba.
Universidad de la Habana. -------
(2002): Valores y Práctica Política en un Mundo Globalizado. Editado por
la Honorable Cámara de Diputados del Poder Legislativo de México. Vitier,
M. (1958): Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de las
Villas, Pág. 158. Notas:
[1] González Rey, Fernando (1995): Problemas epistemológicos de la psicología. Universidad Nacional Autónoma de México, p.134. [2] (...) y pienso que la idea más profunda de Platón es haber situado al Sumo Bien en el plano jerárquico más alto, como si fuera el generador de los seres.” Vitier, M. (1958): Kant, iniciación en su filosofía. Universidad Central de las Villas, Pág. 158. |
Jorge Valmaseda Valmaseda
De “Revelación Axiológica y Formación Humana”
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