Filosofía y literatura en Alejo Carpentier
Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Índice

Introducción

I. Ser y devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier

    1. Formación y desarrollo de un hombre creador

    2. Cosmovisión carpenteriana

II. El hombre, la cultura y la historia

    1. El hombre y la historia como diálogo permanente

    2. Revelación cultural y naturaleza humana

III. Lo real maravilloso como aprehensión creadora

    1. Subjetividad humana y realidad de nuestra América

    2. Dimensión cosmovisiva de lo real maravilloso

Utopía y realidad de una obra creadora (A manera de conclusiones)

Bibliografía

 


Introducción  

 

La obra de Alejo Carpentier (1904-1980) es rica, profunda y paradigmática por la fuerza conceptual que la penetra y por los valores artístico-literarios que encierra y despliega. Es una obra fundadora, cuyo motivo central, de un modo u otro trasciende al hombre en su múltiple realidad contextual, incluyendo el mundo espiritual y sus posibilidades de realización. Con excelsa maestría y profesionalidad su exuberante narrativa capta la personalidad humana en sus diversas mediaciones y condicionamientos, en su naturaleza individual y social y en su fuerza y fragilidad. Se trata de un discurso de hondo miraje fundado en una vasta cultura humanista, que capta la realidad, siempre en relación con el hombre o mediada por él.

 

Por eso su obra literaria, tanto narrativa como ensayística, sin necesidad de anunciar explícitamente al hombre como objeto específico del análisis, deviene momento central de la trama histórico-cultural en que se encarna su actividad.

Como el hombre y su destino[1] constituyen una preocupación central en su obra, su estilo mismo impregna un ímpetu penetrador de esencias en el Cosmos humano sociocultural, una voluntad trascendente que integra las partes en la totalidad e imprime universalidad a lo que perceptiblemente parece cotidiano.

 

Hay en Carpentier una concepción unitaria del ser en eterno cambio y transformación, sustanciada por una visión profunda del hombre, la historia y la cultura como proceso.  Esto avala su método escrutador de esencias que sin soslayar lo determinante no pierde de vista lo fenoménico que matiza el todo como sistema.

Al mismo tiempo, su genialidad literaria, con dotes excepcionales como escritor y comprometido con su tiempo histórico, le abren nuevas vías de acceso a la realidad y nuevos fundamentos interpretativos del devenir histórico-social que encuentran concreción en su profusa producción novelística[2] y en su restante obra literaria[3], como crítico, cronista y periodista.

 

Es sorprendente en el escritor cubano el empleo y uso del lenguaje.  Su profusa cultura, unido al estilo barroco expresivo y al americanismo, si ciertamente hace difícil la comprensión a veces por el lector común, sin dominio del oficio, esto no contradice la maestría del autor.   Su prosa con gran apego al barroquismo, no dibuja los  escenarios, los cuadros, con fines simplemente decorativos, ni en función de alarde de erudición.  Es el ejercicio del narrador acucioso que exige seguir la lógica y el sentido mismo del objeto que narra y describe.  Por  eso cada relato, inmerso en tiempo, espacio, circunstancia y en función del tema central, y los accidentes secundarios, no soslaya el entorno con su gama de señales naturales y de claves y signos engendrados por el hombre.  Todo sobre una base creadora, subjetiva  -no subjetivista- pletórica de imaginación.  Esto por supuesto, presupone que cada obra del escritor sea resultado de una profunda investigación, que incluye la penetración y el dominio del contexto y la aprehensión del lenguaje que lo expresa.  Esto se pone de manifiesto en el modo en que describe la arquitectura, la música y los diversos temas de la realidad americana y universal.

En ese mismo sentido, resalta por su riqueza expresiva y aprehensiva el modo con que capta la psicología de los personajes, su trama existencial ante las posibles alternativas que le deparan las circunstancias, incluyendo los cauces de realización o no.  Con ello, sus narraciones constituyen verdaderas fotografías creadoras, o más exactamente radiografías psicológicas.  Lo que no implica en modo alguno el uso de procedimientos introspectivos de corte fenomenológico, pues Carpentier no se contenta con las esencias puras ni pone el mundo entre paréntesis.[4] Su discurso si bien está permeado por la subjetividad humana como creador fundante, es revelador de lo real maravilloso en nuestra América.  Descubrimiento pleno de imaginación y creación que, afincado en la realidad, abre nuevas perspectivas humanas de realización en la revelación de nuestra identidad.  Un nuevo modo de “(...) situarse ante las cosas propias, con ojos nuevos y espíritu virgen de prejuicio”[5], para así” (...) hallar la más sencilla verdad de lo universal, lo propio, lo mío y lo de todos –entendiéndome a mí mismo- al pie de una ceiba solitaria que antes de mi nacimiento estaba y está siempre, en un lugar más bien árido y despoblado, entre los cuatro caminos...”[6]

 

La oposición América-Europa, es recurrente en la narrativa carpenteriana.  La búsqueda del ser propio latinoamericano y su inserción en la universalidad, en tanto tal, es una profesión de identidad humana en el intelectual cubano.  Exige el reconocimiento universal de nuestros pueblos, avalado en su concepción de la historia y la cultura como ser esencial humano y medida de su desarrollo.  Por tanto, no es posible negar la universalidad a una región con cultura autóctona, plena de imaginación, donde lo insólito es cotidiano. Una región llena de augurio y presagio, cuya identidad se ha plasmado como resultado de un profundo proceso de transculturación.  De ahí que se pronuncie “contra lo exótico”.  “Al incorporarse el contexto del mundo americano al contexto de la novela universal -escribe Carpentier- se le quita el exotismo a la novela americana.  Precisamente estoy en contra del tipo de novela que empieza en el primer capítulo con una fiesta del pueblo, en el segundo un amorío típico a caballo, en el tercero un balazo.          

 

Lo que quiero es que los elementos latinoamericanos se integren a la cultura universal”.[7]

 

En su obra el americanismo no es una consigna, sino una concepción sociocultural muy profunda que continúa una tradición que defiende la autenticidad del ser de nuestra América y se opone a continuar siendo sombra y eco de culturas exógenas.

 

En esta dirección, en la obra carpenteriana, expresada en disímiles manifestaciones, la interacción de lo universal y lo particular propio, en la cultura, ha constituido un tema central, cuyo discernimiento deviene eficaz contribución en el rescate, reafirmación y desarrollo de la identidad de nuestra América.

 

Es una obra que con visión universal, arranca de las raíces para legitimar lo específico e insertarlo al todo con estatus de universalidad.[8]  Es una perenne búsqueda –un motivo humanista sociocultural-  del ser en su devenir y ascensión para reafirmar la identidad humana y social en primera instancia, así como dar cuenta de su proyección cultural en el tiempo.

 

La realidad natural, que con tantos matices y belleza narra Carpentier, sólo tiene sentido en relación con el hombre.  En ocasiones como premisa existencial humana y en otras, como su fuente originaria, no hace más que dar razón de la presencia del cosmos humano y de sus posibilidades infinitas de creación.

 

La obra de Carpentier ha sido estudiada por varios especialistas cubanos y extranjeros de las ciencias humanistas, incluyendo autoridades con trascendencia universal.  Los estudios más numerosos –por lógica consecuencia- se han centrado en los valores artístico-literarios del primer novelista cubano.  Estos trabajos han puesto de relieve las grandes contribuciones y aportes realizados por Carpentier a la literatura cubana, americana y universal.

 

Existen varios trabajos que sin soslayar el objetivo central –lo artístico-literario- dejan constancia del sustrato filosófico que permea el pensamiento del intelectual cubano, incluyendo el análisis de series categoriales que denota el vuelo cosmovisivo que subyace en el espíritu de toda la obra precursora de Carpentier.

 

Otros trabajos –conscientes e inconscientes abordan momentos centrales de carácter filosófico[9] especifico, independientemente que estén en función de problemas de otra naturaleza.

 

Sin embargo, en mi criterio, aún es insuficiente el tratamiento de la arista filosófica en el pensamiento de Carpentier.  Por supuesto, él no escribió una Summa Filosófica, ni tenía que hacerlo, pues no fue un filósofo de profesión.  Lo que no implica en modo alguno dejar de reconocer –y los especialistas del laureado con el Premio Cervantes coinciden con esto- la existencia de una cosmovisión filosófica general que, de una forma u otra atraviesa como hilo conductor toda la obra del genial escritor.  Pudiera argüirse que en todos los intelectuales existe una determinada concepción del mundo, y es un argumento acertado.  Pero se trata de un escritor profundo, con dotes excepcionales, y con un pensamiento revelador de esencias, que escruta en toda su obra la presencia humana y su devenir progresivo, que busca el origen de todo en sus múltiples determinaciones y mediaciones.  Un hombre muy bien informado de las corrientes filosóficas universales, incluyendo la filosofía contemporánea, el marxismo-leninismo y la tradición del pensamiento cubano, que de un modo u otro ejercieron influencia en él.  El propio Carpentier, criticando la falta de universalidad y la estrechez de los escritores cubanos, hacía énfasis en la ignorancia de las corrientes filosóficas,[10] como una de sus causas fundamentales, pues no es posible revelar universalidad al margen de ella, desconociendo la producción teórica mundial.

 

Lo anteriormente expuesto, por supuesto, no explica ni agota la arista filosófica del intelectual cubano.  Más importante aún –como argumento del sustrato filosófico que media todo el pensamiento de Carpentier- resulta la problemática que asume en su producción intelectual que en sí misma, lleva implícito motivos, alcances y consecuencias filosóficas.  Se trata del mundo –particularmente el sociocultural e histórico- en relación con el hombre, en un proceso ininterrumpido de objetivación y subjetivación de la actividad humana.  Actividad que, en tanto modo de existencia, cambio y transformación de la realidad social, implica el devenir “idéntico” entre lo objetivo y lo subjetivo, para así desplegarse como sentimiento y razón en la aprehensión de la realidad y como valoración y praxis humanas en la proyección de su ser esencial.  Ser esencial humano, que en el discurso de Carpentier, encuentra sus cauces de realización en el sistema de condiciones de su existencia: necesidad, interés, fin, medios, hasta culminar en un resultado cultural que es medida de su desarrollo y fuente de imaginación y creación.

La comprensión del sustrato filosófico que media la obra toda de Carpentier, resulta necesaria para penetrar en su concepción del proceso histórico-social como sistema, así como el sentido dialéctico-procesual de las contraposiciones “allá-entonces”, “aquí-ahora”, como reino de la posibilidad y la libertad en la medida que asume prácticamente la necesidad.

 

Al mismo tiempo, sobre la base de estas premisas resulta posible comprender y develar los comportamientos humanos y sus determinaciones espacio-temporales, en los marcos de la proyección sociocultural e histórica del autor[11] y su misión comprometida como escritor revolucionario.

 

Si ciertamente Carpentier no posee de modo sistematizado una obra filosófica –esto, reitero, es hartamente conocido- su discurso todo, a partir de su especificidad cualitativa sui-géneris, por la forma en que se trasunta y trasciende y por el espíritu revelador fundante con que asume la realidad humana en el mundo, conduce directamente, más que a cuestionar dónde está lo filosófico, a preguntar, en qué obra suya no está.[12]

Una empresa de esta índole -que revele la dimensión y alcance filosóficos del pensamiento carpenteriano- debe partir de nuevas premisas, en correspondencia con los avances que han tenido lugar en el campo de las investigaciones sobre la naturaleza del saber filosófico.  Es necesario superar concepciones tradicionales en cuanto a objeto, función y estructura de la filosofía, que sólo reconocían su existencia en tratados metafísicos en torno al ser y sus atributos universales, hechos por filósofos profesionales, soslayando la real naturaleza del saber filosófico,[13]  en tanto síntesis de conocimiento, valor, praxis y comunicación del hombre en relación con la naturaleza y la sociedad.

 

En la vasta obra de Alejo Carpentier existe una filosofía de la cultura de extraordinaria riqueza[14], concretada en un quehacer artístico-literario de alto cauce cogitativo y elan cultural.  Una filosofía de raíz americana y vocación ecuménica, devenida autoconciencia de la cultura.

 

Además, ya no es posible creer en la existencia de una filosofía sólo de corte ontológico, lógico o epistemológico, al margen del mundo del hombre.  “La literatura es metáfora.  La poesía es, por excelencia, metáfora.  El arte es metáfora.  Mahler no quería que sus amigos miraran el paisaje que rodeaba su gabinete de trabajo. Quería que escuchasen su música. Porque ahí se encontraba el paisaje, filtrado y embellecido por la creación estética.  El Guernica de Picasso es una metáfora de la guerra.  Las catedrales góticas son metáforas de la gloria divina.  La Piedad de Miguel Angel es una metáfora del dolor.  La filosofía (...) también constituye una búsqueda de metáforas(...) Un filósofo realista podría decir que no es así, que la realidad es como él la expresa.  Sin embargo, en la medida en que expresa la realidad con signos, con palabras, con algo que media, que intercede entre la realidad y nosotros está construyendo una metáfora.”[15]

Entre la filosofía, la literatura y el arte existen coincidencias en el modo de enfocar el mundo en relación con el hombre.

 

En opinión de Albert Camus, sólo es posible pensar por medio de imágenes, y en sentido metafórico expresó: “(...) si quieres ser filósofo, escribe novelas”.[16]

 

La literatura grande, con vuelo de altura, es filosófica por antonomasia. “El arte grande reviste siempre un carácter filosófico, expresando ideas filosóficas directamente en el texto o de modo indirecto.  El autor de El Don Apacible, por regla general, evita formular explícitamente esas ideas en sus obras; sin embargo, su insigne novela no es sólo una epopeya artística, sino también una creación filosófica no menos significativa.”[17]

En Carpentier sucede algo similar.  Sus obras son creaciones filosóficas profundas.  En ellas están presentes los eternos problemas del ser y la conciencia del hombre, expuestos con la belleza artístico-literaria que le es propia a un maestro del pensamiento, la imagen y la palabra y a un discurso que siempre tiende a lo grande y absoluto para trascender en bien del hombre y la sociedad.

 

Esta monografía no intenta, en modo alguno, agotar un tema de tanta riqueza cosmovisiva, conceptual-metodológica y sensibilidad expresiva.  Véase sólo como una aproximación a la grandiosa obra trascendente de Alejo Carpentier.  Se estructura en tres capítulos.  En el primero –el más extenso-, se trata del devenir de su pensamiento y su obra, a partir de la autorreflexión del propio pensador.  Por eso abundan las citas extensas que dan cuenta de sus influencias, estilo y método de trabajo, así como sus preferencias y hábitos de trabajo.  Se hace énfasis especial en la formación del creador y en la cosmovisión en que se funda su quehacer artístico-literario.

 

En el segundo capítulo, el hombre, la cultura y la historia se trabaja su concepción de las tres categorías mencionadas y cómo se concretan en su obra creadora.  Particularmente su visión holística del hombre, la cultura y la historia y la revelación de las varias mediaciones, determinaciones y condicionamientos en que devienen.

 

El tercer capítulo, lo real maravilloso, como aprehensión creadora, la investigación se dirige al gran descubrimiento filosófico literario de Carpentier, así como las posibilidades heurísticas del concepto lo real maravilloso para descubrir la esencia del ser existencial de nuestra América.  Se hace un minucioso estudio de la creación carpenteriana, a partir de los conceptos subjetividad humana, realidad de nuestra América y la dimensión cosmovisiva de lo real maravilloso.

 

Finalmente, a manera de conclusiones inconclusas se incursiona en el tema utopía y realidad de una obra creadora, con el fin de mostrar la inagotabilidad de la producción intelectual de Alejo Carpentier y de su discurso suscitador y eternamente abierto a nuevos discernimientos y aprehensiones varias.  

 

Capítulo I

Ser y devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier


No es la primera vez que al asumir la investigación de un pensador o una parte de su obra, me impongo como tarea inicial, el análisis del decurso histórico de su pensamiento y su obra.  Por supuesto, no es una opción única.  Es una elección.  Un cauce de revelación humano con sentido histórico-cultural.  

 

Cada hombre y la obra que crea son hijos de su tiempo histórico, insertos en la cultura.  Son resultados de todo un proceso evolutivo, mediado por múltiples hechos, fenómenos, acontecimientos y eventos que otorgan al proceso mismo una existencia y devenir propios y específicos en su movimiento.

 

Un proceso, que por su naturaleza humana, está expuesto a diversas influencias y alteraciones de índoles personal, social, familiar.  Cada hombre y su pensamiento es en sí mismo un cosmos y tiene origen, se desarrolla, madura y completa.  Un ser y devenir polidimensional que encarna y supera la época en que se despliega.  Un decurso permeado de contradicciones, donde operan el ascenso y los retrocesos y detenimientos.  Por supuesto, la investigación en perenne búsqueda de la mayor objetividad, no es posible soslayar la subjetividad y dar prioridad a la dirección que mejor expresa el movimiento en ascenso.

La aprehensión del ser y devenir de un pensamiento y la obra en que toma cuerpo es objetivo y subjetivo al mismo tiempo.  Refleja de modo compendiado las necesidades, los intereses, los fines y los medios y condiciones en que se desarrolla y encauza.  Las influencias se asumen y se enriquecen.  Las tradiciones se continúan y superan y la creación en permanente diálogo: pasado-presente-futuro, no desecha la herencia cultural y los contextos en sus mediaciones varias.

 

El pensamiento y la obra de Alejo Carpentier no es una excepción.  El novelista mayor y Premio Cervantes, refleja y encarna en su existencia y devenir las circunstancias histórico-culturales en que se mueve su quehacer teórico-práctico.  Su magna y renovadora obra no se funda en una abstracta teleología.  Se construye todos los días y emerge con espíritu de raíz y vocación ecuménica.

 

La tesis de Marx, cuando critica el logicismo abstracto de Hegel, de la necesidad de (...) conceptuar la lógica peculiar del peculiar objeto”[18], y tener en cuenta las diferencias específicas[19], resulta de gran valor teórico-metodológico para asumir el ser y devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier.  En principio garantiza un análisis de cauce histórico-cultural, capaz de conjugar orgánicamente los momentos objetivos y subjetivos de la actividad del hombre, sin perder al hombre mismo como proyecto-sujeto que realiza su ser esencial como persona humana.

 

Por eso la cronología de la vida y obra[20] de un pensador y más aún, su biografía, constituye un material insustituible para revelar sus comportamientos reales y la esencia de su creación espiritual, en distintos momentos de su producción intelectual, incluyendo las etapas de máxima madurez.


1. Formación  y desarrollo de un hombre creador

 

Alejo Carpentier nació en La Habana el 26 de diciembre de 1904, en una semana de festejos navideños y próximo al advenimiento de un nuevo año.  Su infancia se desarrolla en un hogar de padres cultos.  Su papá, Jorge Julián Carpentier era un famoso arquitecto francés, autor de importantes obras arquitectónicas cubanas (Planta eléctrica de Tallapiedra, Country Club y el Trust Company), además gran lector de obras clásicas literarias.  Su mamá, Lina Valmont, era profesora de Idiomas, de nacionalidad rusa.  Realizó sus estudios en Suiza.  Ambos residen en Cuba desde principios de siglo.  A los seis años (1910) el niño Carpentier ingresa en el Candler College de La Habana.  Al año siguiente (1911) con siete años de edad posee dominio del piano.  Interpreta “preludios de Chopin” y gustaba hacer juegos de pedales con obras de Debussy.  Ingresa en el Colegio Mimó de La Habana.[21]  

 

De 1913-1915 viaja junto a sus padres a la Rusia prerrevolucionaria, a París, Austria y Bélgica.  Durante tres meses estudia francés en París.

 

A partir de 1915 su padre le da la responsabilidad de dirigir una granja pequeña de su propiedad.  Su vocación autodidacta y su talento pueden suplir con creces la enseñanza primaria.  La lectura deviene hábito vital y con ella, la aprehensión de los núcleos básicos de la cultura.  Ya a los 12 años lee a Balzac, Zola y Flaubert y otros libros propios de su edad.  “Empecé a leer muy precozmente, pero mis lecturas no se diferenciaban de las de cualquier otro chico de mi edad: Salgari, Julio Verne, Dumas.  Mi padre tenía una opípara biblioteca donde me refocilaba a mis anchas.  Pero también me apasionaba el campo.  Pasé toda mi infancia en una finca de Loma de Tierra y jugué pelota con el equipo del reparto El Cotorro.  También empecé a escribir muy joven, a los doce años.  Mis primeros escritos fueron novelas a imitación de Salgari; después escribí cuentos influido por France.  Pero, cosa curiosa, desde mis primeros balbuceos siempre tuve la seguridad absoluta de que sería escritor”.[22]

Sus dotes como escritor ya empezaban a revelarse en el niño Carpentier y las posibilidades de su hogar nutrían con fuerza su pasión por la lectura y la “creación”.  Un  hogar dirigido por padres cultos y una “opípara biblioteca” para saciar sus ansias de conocimiento y las curiosidades de la infancia de un niño que sin dejar de hacer lo que hacen todos los niños[23], su afición por las letras merodeaba como duende.

 

Es indudable la importancia en la formación humana del ambiente familiar.  Cada persona lleva en sí infinitas “naturalezas vírgenes”, en el decir de Martí, pero requieren de su cultivo para que germinen y crezcan lozanas.  Carpentier fue privilegiado en esta dirección.  Las influencias del ambiente familiar marcaron toda su vida como hombre y como escritor excepcional.  Las semillas dormidas encontraron cauces fecundos para despertar: 

 

“--Te diré... Mi  abuela era una excelente pianista, alumna de Cesar Franck—de quien conservo algunas cartas inéditas, dirigidas a ella.  Mi madre lo era también, y bastante buena.  Mi padre, que quiso ser músico antes que arquitecto, empezó a trabajar el violoncello con Pablo Casals. (Casals, a quien vi por última vez en 1937, recordaba con mucho cariño a su antiguo discípulo).

 

Aprendí música a los once años, llegando a tocar el piano con pasmosa rapidez.  A los doce tocaba páginas de Bach, de Chopin, con cierta autoridad.  Pero en modo alguno pretendía ser eso que llaman “un intérprete”.  Utilizaba el piano como medio de conocimiento de la música. Nada más.

 

Luego, me orienté hacia la arquitectura.  Mi padre me hizo dibujar todo el tratado de Vignola –introducción inevitable al estudio de los órdenes clásicos.  Estudié luego el románico, el gótico, lápiz en mano... Y es evidente que la arquitectura y la música, artes paralelas, influyeron en mi formación. (Además, esto es visible en todos mis libros.)  

 

Por lo demás, mi padre leía enormemente. Y, caso raro para un hombre de formación francesa, consideraba que la literatura francesa había entrado en un período de irremisible decadencia después de Flaubert y Zola, exceptuando tan sólo para lo que iba de los años 1900 a 1920, a Anatole France... En cambio, admiraba enormemente a los españoles de la generación del 98, situando a Pío Baroja sobre todos los demás. (Gracias a mi padre leí la casi totalidad de obras de ese autor.)  Sin embargo, después de mucho releer a la gente del 98, confieso que, fuera de algunas obras de Baroja, sólo Valle Inclán se acrece, de día en día, en mi estimación.  No el Valle Inclán de las Sonatas, harto preciosista para mi gusto, sino el de La Guerra  Carlista, y sobre todo, el de los Esperpentos y de Divinas palabras... Esta última obra es prodigiosa por la modernidad de su concepción.  Hay, ahí, una cruel energía, que hace pensar en Genet –un Genet pasado por Goya. Divinas palabras es obra mucho más avanzada (¡por algo ha tenido tal éxito teatral, recientemente, en Francia e Italia!) que los ingenuos vanguardismos de un Antonio Espina o de un Jarnés –por no hablar de las vanas y aburridas greguerías de un Gómez de la Serna, de las que nada queda, pese a los entusiasmos retrospectivos de algunos.  Gómez de la Serna no pasa de ser un episodio histórico –minimomento histórico- en el panorama de las letras españolas de los años 20... Valle Inclán, en cambio, con su Tirano Banderas vislumbró el futuro de una posible novelística latinoamericana.”[24]

 

De 1917-1921 estudia el bachillerato y se prepara por la libre para iniciar sus estudios universitarios, sin abandonar sus estudios musicales y su interés voraz por la literatura y el arte en general.  Se produce lo que él llama “la catástrofe familiar”, que lo aleja de la vida campestre.  Ya ha escrito un trabajo sobre la importancia del ciclón en la vida del Caribe, así como algunos cuentos que el propio Carpentier los califica como imitaciones de Anatole France y de Pío Baroja.  Autores que leyó en la biblioteca de su padre y que le reconoce influencia en él.  

 

Su mirada crítica humanista no se hace esperar, “dejaba tras de mí el campo de Cuba, que me provocaba un triste recuerdo.  Pobres campesinos mal nutridos, la gran tristeza de las mujeres campesinas de mi país, ya viejas, desdentadas, ajadas, a la edad de 24 ó 25 años por la mala alimentación, los niños cubiertos de plagas, de enfermedades, de parásitos.  Y esa gran dignidad del mísero campesino cubano de comienzos de siglo, explotado por todo el mundo, robadas sus tierras por los ingenios norteamericanos que empezaban a crecer por todas partes  (...)”[25]  

 

El joven letrado, haciendo suya una cultura de raíz con fuerte espíritu ecuménico, no da la espalda al drama cubano, engendrado en la República mediatizada.  Su alta sensibilidad da concreción a una mirada crítica de la realidad enajenante que pulula en los campos de Cuba, y en todo el país.  El intelectual sensible con sentido de identidad empieza a forjarse.  La vida cotidiana de su pueblo, sus necesidades e intereses, asoman y revelan comportamientos político-ideológicos.  

 

La realización de su ser existencial busca caminos.  Matricula la carrera de Arquitectura en la Universidad de La Habana, y la deja inconclusa.  Como todo joven que busca... se dirige al piano, pero comprende que carecía de la imaginación creadora necesaria para un buen compositor.  

 

Su oficio como escritor late en su ser esencial y lo convierte en misión consagrada.  En 1922, escribe en La Discusión su primer artículo: “Pasión y muerte de Miguel Servet, por Pompeyo Gener, dando inicio a una sección especial llamada Obras famosas.[26]  Su labor periodística hará camino al andar y lo acompañará durante toda su vida.  

 

Años difíciles vive Cuba en estos instantes y el gran pensador sensible no es ajeno a su tiempo histórico.  En 1923 participa activamente en la vida política del país.  Establece amistad con Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Juan Marinello, a quienes considera sus maestros verdaderos ”(...) Con tales maestros anduve, y junto a ellos aprendí a pensar”.  Se incorpora al Grupo Minorista.[27] “Me ligué al Grupo Minorista en 1923 –escribe Carpentier- es decir, desde su formación.  A él pertenecían Rubén Martínez Villena, Roig de Leuchsenring, Gómez Wangüemert, Tallet, etcétera, y era un movimiento intelectual, pero también con la aspiración de sanear el ambiente político.  Fue el deseo de acción política el que lanzó a Rubén a redactar la famosa Protesta de los Trece.  Alfredo Zayas era el presidente de la República y protestábamos contra la inmoralidad administrativa, el robo al tesoro público, la “botella”... Por ello mismo, al producirse el movimiento llamado “de los veteranos y patriotas”, nos sumamos a él con entusiasmo”.[28]  

 

Son los tiempos de la “década crítica”,[29] y del vanguardismo cubano y Carpentier es parte activa del momento.  En ese mismo año (1923) es nombrado redactor jefe de la revista “Órgano de la Unión de Fabricantes de Calzado de Cuba” y escribe y publica una historia del calzado.  

 

Inaugura en el periódico habanero La Discusión, la sección Teatro, y en una de sus crónicas descubre a Rita Montaner.  En noviembre del propio año comienza a colaborar en la revista Carteles, en la sección Desde París, que mantendría hasta 1948, colabora en la revista Chic y en el periódico El Universal, ambos de La Habana hasta 1924”.[30]  

 

Durante toda esta etapa que Carpentier califica de “aprendizaje”,[31] particularmente en el periodismo, el futuro primer novelista de Cuba y Premio Cervantes ya expresa un pensamiento de gran calibre cogitativo y fuerza imaginativa en las letras y el arte.  “En 1924 –señala Carpentier- era yo jefe de redacción de Carteles.  Publicaba en Social artículos sobre temas –literatura, pintura, música, ballet...- del arte nuevo.  Encarcelado por Machado, en 1927, escribí en prisión, el primitivo estado de lo que habría de ser, después, mi primer libro publicado: ¡Ecue-Yamba-O!”[32]  

 

De 1924-1928 ocurren muchos hechos y acontecimientos capitales en el devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier.  Hasta 1928 es redactor-jefe de la revista Carteles.  En el  periódico El Heraldo (Sección Espectáculos y Conciertos), refleja el movimiento teatral cubano de la época.  Publica un artículo en Carteles que da cuenta del nivel de sus convicciones ideo-políticas: “El tren blindado No. 1469, de Vsevolod Ivanov”.  Su viaje a México (1926) le permite establecer vínculos estrechos con las grandes figuras del arte y las letras. “Hice mi primer viaje a México –después he vuelto más de veinte veces- en 1926, invitado por el gobierno mexicano.  Se trataba de una convención de periodistas y se me dio un banquete por  ser el jefe de redacción más joven de América.  En México conocí a Torres Bodet, actual Secretario de Educación, a Orozco, a Diego Rivera... Mi amistad con Diego duró hasta su muerte.  México fue el primer país extranjero que visité y siempre vuelvo a él con mucha alegría”[33]  

 

Siempre pensaré este viaje a México como “acontecimiento capital”, particularmente por la amistad y los vínculos culturales establecidos con Diego Rivera y con José Clemente Orozco “(...) Pude –dice Carpentier- pasar noches y noches charlando con Diego Rivera viendo la obra de José Clemente Orozco crecer en las paredes, en las murallas conquistadas a la burguesía”.[34]  

 

En este mismo año, en Cuba, firma el Manifiesto Minorista, de gran alcance revolucionario y antimperialista. “Por la revisión de los valores falsos y gastados.  Por el arte vernáculo y, en general, por el arte nuevo en sus diversas manifestaciones.  Por la reforma de la enseñanza pública.  Por la independencia económica de Cuba y contra el imperialismo yanqui.  Contra las dictaduras políticas unipersonales en el mundo, en América, en Cuba.  Por la solidaridad y la unión latinoamericana.”[35]  

 

Es acusado de comunista por el gobierno de Machado y por siete meses guarda prisión.  Sufre los rigores nefastos de la cárcel[36], pero su actividad literaria no cesa.  En el propio año 1927 es liberado bajo fianza.  “Escribe ‘La hija del Ogro’, acción coreográfica en un acto y tres episodios con música de Amadeo Roldán (...) y los poemas afrocubanos: Marisabel y Juego Santo, para voz y piano con música de Alejandro García Caturla.”[37]  

 

Una constante del devenir de su pensamiento y la obra es la conjunción estrecha entre la literatura y la música.  Esto estará presente, también en su obra grande como narrador.  Es una característica inherente a su oficio y a su misión creadora.  

 

Nuevos acontecimientos  y sorpresas le depara el año 1928.  “Los dos años que había proyectado vivir en París se extendieron a once.  Desde mi llegada, Desnos me presentó a Bretón, que me invitó a colaborar en Revolution Surréaliste.  En su redacción conocí a Aragón, Tzara, Eluard, Sadoul, Benjamín, Peret y, en fin, a todo el grupo surrealista.”[38]  

 

Pero su presencia en Francia estuvo antecedida por acontecimientos inolvidables: “Me encontraba en libertad bajo fianza, como he dicho, pero vivíamos en el temor de que volvieran a echarnos el guante.  De ahí que pensara en ausentarme de Cuba unos dos años, hasta que se calmaran las persecuciones.  En marzo de 1928 conocí a Robert Desnos, de paso por La Habana, y él me invitó a irme a París.  El barco en que debíamos partir, el  “España”, zarpaba a las doce, pero yo carecía de pasaporte, que me negaba el gobierno de Machado.  Desnos arregló la cosa: había venido a Cuba a un congreso de periodistas y me dio todas sus identificaciones: un banderín, el sellito de la solapa... Así, pues, subí a bordo como Desnos.  Cuando este llegó trataron de detenerlo, no querían dejarlo subir; pero él escandalizó hasta que otros pasajeros lo identificaron y lo dejaron pasar.  Una vez a bordo nadie se preocupó de mí.  Me tomaron por un periodista más.  Pero el problema que se presentaba ahora era cómo desembarcar en Francia sin ni siquiera un papel de identidad.  Me acordé que Mariano Brull era funcionario de la Embajada de Cuba en Francia y le envié un aerograma.  Me contestó diciéndome que no me preocupara, que él lo arreglaría todo.  Al desembarcar en Saint-Nazaire fui recibido por las autoridades francesas con todos los honores de un diplomático.”[39]  

 

Su estancia en Francia (1928-1939), representa un momento muy importante en la formación intelectual de Carpentier.  Trabaja intensamente, realiza proyectos innovadores en la radio, etc., pero no olvida sus raíces.  El contacto con el surrealismo, si bien no lo asume por considerar que poco podía aportar, influyó extraordinariamente en sus perspectivas futuras. Me pareció –señala Carpentier- una tarea vana mi esfuerzo surrealista.  No iba añadir nada a este movimiento.  Tuve una reacción contraria.  Sentí ardientemente el deseo de expresar el mundo americano.  Aún no sabía cómo.  Me alentaba lo difícil de la tarea por el desconocimiento de las esencias americanas.  Me dediqué durante largos años a leer todo lo que podía sobre América, desde las Cartas de Cristóbal Colón, pasando por el Inca Garcilaso, hasta los autores del siglo dieciocho.  Por espacio de casi ocho años creo que no hice otra cosa que leer textos americanos.  América se me presentaba como una enorme nebulosa, que yo trataba de entender porque tenía la oscura intuición de que mi obra se iba a desarrollar aquí, que iba a ser profundamente americana.  Creo que al cabo de los años me hice una idea de lo que era este continente.  He dicho que me aparté del surrealismo porque me pareció que no iba a aportar nada a él.  Pero el surrealismo sí significó mucho para mí.  Me enseñó a ver texturas, aspectos de la vida americana que no había advertido, envueltos como estábamos en la ola de nativismo traída por Güiraldes, Gallegos y José Eustasio Rivera.  Comprendí que detrás de ese nativismo había algo más; lo que llamo los contextos: contexto telúrico y contexto épico-político: el que halle la relación entre ambos escribirá la novela americana. “[40]  

 

Su preparación previa para la grande obra creadora estuvo preñada de dificultades.  Tenía que ganarse la vida, su propia subsistencia; y para ello trabajaba incansablemente, sin soslayar sus estudios de la realidad americana que con certeza la convirtió en una necesidad para lograr lo que buscaba.  Esto determinó que escribiera poco desde su primera novela[41] (¡Ecue-Yamba-O! publicada en Madrid), 1933, hasta 1939, que, al fin, puede regresar a Cuba.  Antes lo hizo en 1936, pero comprendió que tenía que regresar a Francia.  

 

Durante los años 1939-1945 permanece en Cuba.  Sus experiencias adquiridas en Francia y la realidad cubana, mediadas además, por once años de ausencia de la patria, influyen en el creador y en su sensibilidad aprehensiva.  “Once años de ausencia –escribe Carpentier- confiere, indiscutiblemente, al regresar a la patria un alma de turista a quien ha estado alejado de ella durante un tiempo (...)  ahora aprendo a considerar a La Habana con un respeto ajeno a todo sentimiento íntimo y de personal cariño.  Me maravillo –continúa el intelectual cubano- ante su multiplicidad, ante la diversidad de la gente que la puebla, ante su pintoresquismo de buena ley, y por asociación de imágenes, me divierto en hallar analogías antitéticas con rincones de Europa que habían retenido mi atención.  Porque si bien La Habana tiene una fisonomía, un color, una atmósfera inconfundibles, nos ofrece a veces, al asomarnos a una bocacalle, desconcertantes evocaciones de poblaciones remotas.”[42]  

 

La Habana, su Habana, se le presenta ahora de modo distinto.  Su cosmovisión, ampliada y enriquecida conceptualmente, le posibilita ver más lejos, revelar nuevas mediaciones y condicionamientos que el surrealismo europeo tiene que crear artificialmente a ultranza.  Está ante una realidad pletórica de matices, insólita, virgen, que no requiere de artificiales construcciones, sino de sensibilidad reveladora, porque se encuentra “ahí”, y espera por descubrirse ante un creador que desde dentro y formando parte de su cósmica unicidad en la diversidad, sea capaz de develar toda una insólita realidad vital llena de “mágica” espiritualidad.  Eso hizo Carpentier.  Eso aprehendió su cosmovisión permeada de latinoamericanismo y novedades literarias y filosóficas renovadoras.  Aprehensión que lo acompañará hasta revelar lo real maravilloso.  

 

Su vida en Cuba en esta etapa es difícil y rica en aprehensiones y acontecimientos: escribe, dirige y produce programas radiales de gran repercusión, como “Los  dramas de la guerra”, los personajes representados (Lord Byron, Mazeppa y Víctor Hugo), la adaptación radiofónica de El Quijote, imparte curso de Historia de la Música en el Conservatorio Nacional.  En 1941, tiene lugar un acontecimiento muy personal que influirá mucho en su vida y en su creación: su matrimonio con Lilia Esteban.  La compañera de su vida que devendrá apoyo insustituible y fuerza alentadora de su obra hasta su muerte, o mejor dicho, hasta la actualidad, pues aún continúa manteniendo viva la obra de su esposo, como directora de la Fundación Alejo Carpentier.  Centro que bajo su dirección se ha convertido en una fragua de formación cultural.  

 

En Cuba, Carpentier trabaja sin cesar, incansablemente.  Escribe para el Magazine habanero Tiempo Nuevo y, a la vez, ocupa la jefatura de su redacción (1940).  En el Conservatorio Nacional de Música Hubert de Blanck (Colegio La Inmaculada, 1941) dicta un curso de Historia de la Música; realiza la primera exposición de Pablo Picasso en La Habana (1942); la Agrupación de la Crónica Radial Impresa lo selecciona como el autor dramático más destacado del año (1943). “Escribe nuevas obras, entre ellas, el ballet Romeo y Julieta con música de Hilario González, una novela inédita e inconclusa, titulada El clan disperso, que habría de evocar la época de creación y actividades del Grupo Minorista.  El manuscrito original consta de unas 240 páginas.  El primer capítulo, titulado “La conjura de Parsifal” fue publicado por la Revista de la biblioteca nacional “José Martí” (No. 1, enero-abril, 1975).  Algunos elementos de este capítulo pasaron casi textualmente a distintos pasajes de “El Siglo de las Luces” y “El recurso del método”.[43]  

 

En ese mismo año (1943) recorre junto a su esposa y Louis Jouvet a Haití.  Su estadía en el país caribeño  fue revelador para el sensible creador.  Más tarde, refiriendo a su gran descubrimiento: lo real maravilloso, expresó: “Eso se me hizo particularmente evidente durante mi permanencia en Haití, al hallarme en contacto cotidiano con algo que podríamos llamar lo real maravilloso.  Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución.  Conocía ya la historia prodigiosa de Bouckman, el iniciado jamaiquino.  Había estado en la Ciudad de La Ferriére, obra sin antecedentes arquitectónicos, únicamente anunciado por las Prisiones imaginarias del Piranesi.  Había respirado la atmósfera creada por Henri Christophe, monarca de increíbles empeños, mucho más sorprendente que todos los reyes crueles inventados por los surrealistas, muy afectos a tiranías imaginarias, aunque no padecidas.  A cada paso –enfatiza Carpentier- hallaba lo real maravilloso.  Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera (... )[44]  

 

Sus discernimientos teóricos en Haití, sobre la base de constataciones empíricas registrables, alumbran lo que ya en el creador germinaba.  Esto unido a la influencia de sus estudios sobre la música en Cuba, que con sólidos argumentos muestra Leonardo Padura[45].  Según el acucioso estudioso carpenteriano “(...) las investigaciones que en la década del 40 realiza para la elaboración de La Música en Cuba (México, 1946) lo ponen en el camino del hallazgo de lo real maravilloso, el cual, de forma definitiva, se producirá en 1943 (....)”[46]  

 

El papel capital que le otorga Padura a los estudios de la música cubana en la revelación carpenteriana de lo real maravilloso, resulta muy interesante.  “Las investigaciones realizadas durante años sobre la música criolla, –destaca Padura- un fenómeno cultural en esencia popular y ejecutado y encargado, en muchos casos, a la población negra cubana, le abren las puertas de un conocimiento íntimo de la evolución espiritual del país, donde, paso a paso, pueden advertirse los resortes y procesos característicos del surgimiento, maduración e independencia de una nacionalidad y una cultura distintivamente sincréticas y típicas del entorno político y racial caribeño, en el cual se moverá una buena parte de la narrativa carpenteriana.  Por eso –enfatiza el especialista carpenteriano- considero que La Música en Cuba (a veces ignorada por los estudiosos de la novelística de Carpentier) es la pieza clave que le permite saber, al menos en este momento, qué es lo maravilloso de América, de dónde surge y cómo tiende a manifestarse. [47]  

 

Por supuesto, el conocimiento profundo de la música no es el único elemento revelador.  Existen otros factores identitarios de América que encuentran lugar en la elaboración teórica de Carpentier, como la religión, etc., pero la música es clave, porque en las condiciones de nuestros países, por razones histórico-culturales, le sirve de mediación central.  Es un elemento clave.  Continuando la lógica especial del objeto particular (el ser y devenir del pensamiento y la obra de Carpentier, en sus varias mediaciones y condicionamientos) hay que destacar que en su viaje a México (1944) la Editorial Fondo de Cultura Económica, para su colección Tierra Firme, le encarga La Música en Cuba y a su preparación se dedica tenazmente, sin dejar otras ocupaciones vitales.  Así escribe para las revistas Conservatorio, Gaceta del Caribe y Orígenes. También inicia sus crónicas para el periódico capitalino Información.  Colaterales a La Música en Cuba, publica en Orígenes “Oficio de Tinieblas”, así como Viaje a la semilla con ilustraciones de Esteban Boloña.[48]  

 

Una etapa rica en la producción de Alejo Carpentier lo constituyó su estadía en Caracas, Venezuela[49] (1945-1959).  Este país, por sus propias características geográficas e histórico-culturales dio las posibilidades al creador para completar su conocimiento de América. “En 1945 un amigo mío, Carlos E. Frías, me propuso ir a Venezuela a organizar una estación de radio.  Conocer Venezuela completaba mi visión de América, ya que este país es como un compendio del Continente: allí están sus grandes ríos, sus llanos interminables, sus gigantescas montañas, la selva.  La tierra venezolana fue para mí como una toma de contacto con el suelo de América, y meterme en sus selvas, conocer el cuarto día de la Creación.  Realicé un viaje al Alto Orinoco y allí conviví un mes con las tribus más elementales del Nuevo Mundo.  Entonces surgió en mí la primera idea de Los pasos perdidos.  América es el único continente donde distintas edades coexisten, donde un hombre del siglo veinte puede darse la mano con otro del Cuaternario o con otro de poblados sin periódicos ni comunicaciones que se asemeje al de la Edad Media o existir contemporáneamente con otro de provincia  más cerca del romanticismo de 1850 que de esta época.  Remontar el Orinoco es como remontar el tiempo.  Mi personaje de Los pasos perdidos viaja por él hasta las raíces de la vida, pero cuando quiere reencontrarla ya no puede, pues ha perdido la puerta de su existencia auténtica.  Ésta es la tesis de la novela, que me costó no poco esfuerzo escribir.  Tres veces la reescribí completamente.  ¿Dificultades?  Las dificultades en un escritor son siempre de orden formal: llegar a decir correctamente lo que se quiere decir.  El capítulo del rompimiento entre Sofía y Hugues, en El Siglo de las Luces, lo escribí quince veces.  El reino de este mundo se publicó en 1949 y sus circunstancias y propósitos están harto explicados en el prólogo, por lo que considero ociosa toda aclaración, si es que el libro no se explica por sí mismo.  Los pasos perdidos fue editado en 1955.”[50]  

 

Carpentier valora con fuerza, también, lo que significó para él la historia de Venezuela.  Hace alusión a la obra de Simón Rodríguez y al concepto “criollo” (...) “esa palabra (...) que habría de seguirnos a todo lo largo de la obra de los hombres que afirmaron en los siglos XVII, XVIII y XIX nuestra personalidad, nuestra presencia y nuestra entidad (...) Aquí, con una presencia de la historia mucho más poderosa que en mi país, por el hecho muy sencillo, lo vuelvo a decir, de que siendo virtualmente independientes desde el año 1902, empezando apenas a disponer de libros de historia, de verdaderas investigaciones sobre nuestras Guerras de Independencia, la del 68, la del 95, con una edición incipiente de Martí, la historia, en aquellos años, pesaba mucho menos sobre nuestros hombres, estaba mucho menos presente que en Venezuela”.[51]  

 

Con razón exalta la historia de Venezuela, la presencia de investigaciones sobre la formación de nuestros pueblos, en su desarrollo intelectual.  Su tema central: las particularidades de nuestra América mestiza y su importancia para la revelación de lo real maravilloso, exigía de profundos conocimientos históricos, que pudo completar en Venezuela.  

 

Su estancia en Venezuela, sin lugar a dudas, es la etapa que produce lo mejor de su obra. Durante catorce años de trabajo en ese hermano país, “hace camino al andar” y deja huellas endelebles.  Su presencia y actividad no se reducen a construir las grandes novelas.  Participa en múltiples tareas, eventos, etc.  Desde su llegada a Caracas hasta 1959, dirige programas radiales y las relaciones públicas de la empresa de publicidad Ars.  Colabora en El Nacional de Caracas (1945).  Desde 1946 hasta 1957 ocupa la cátedra de Historia de la Cultura en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas. Publica en México (1946) La Música en Cuba. Escribe para el Nacional de Caracas el cuento “Los fugitivos”, que recibió premio con mención honorífica en el concurso anual de dicho periódico.  En perenne búsqueda de motivos, nuevas imágenes, paisajes y de la vida palpitante que nutra su narrativa y sus artículos periodísticos, viaja a la Gran Sabana (1947).  Los resultados se concretan en la primera parte de visión de América, colección de cinco artículos que a partir del 25 de enero de 1948, se publican en la revista cubana Carteles. “Ya por esta época –escribe García-Carranza- había escrito un largo ensayo sobre el hombre ante el paisaje americano y el paisaje en la novelística americana.  Se trataba de El libro de la Gran Sabana, que no llegó a publicarse como tal.  De una parte de esta obra, titulada “Viaje al riñón de América”, desprendería su colección “Visión de América”.   Los elementos de esta bibliografía activa integrarían años después Los Pasos Perdidos, novela que tiene como eje la América entera”.[52]  

 

Como en todo creador verdadero, Carpentier gusta de la aventura.  Sus viajes en Venezuela no terminan con la Gran Sabana.  Todo lo contrario, inspirado en ella en 1948, emprende camino hacia el Alto Orinoco y al Territorio Amazónico, que según él le “(...) revelaron las infinitas posibilidades de una novelística latinoamericana enriquecida de enfoques nuevos (...)  Pasar del “documento”. Ir más allá del documento”.[53]  

 

Sin reducirse a él, por supuesto, hay mucho realismo en el método de Carpentier.  La realidad viviente, la historia  real las convierte en materia prima de sus novelas.  Le fascina la investigación histórico para no perder al “hombre” en su mundo y tiempo histórico y para desplegar su subjetividad sin desvirtuar la realidad, en estrecha relación con las vivencias personales. “La concepción de una novela parte siempre, para mí, de un hecho real que me haya impresionado de alguna manera.  He dicho ya que la práctica del periodismo me fue muy útil para llegar a mundos que me eran ajenos.  Si hablamos de mi vocación no se puede soslayar el fenómeno de la música que constituye para mí una ventana abierta sobre el mundo.  Mi cosmos subjetivo no es más que la recreación de la realidad.  Todos los elementos están dados.  Por ejemplo: El acoso se debe a un tiroteo que tuvo lugar en la Universidad de La Habana en el momento en que, como técnico de sonido, estaba sincronizando una representación de Las coéforas de Esquilo ante un enorme público.  Dada esta clave resulta claro que haya capítulos enteros de El acoso que proceden de este hecho.  En lo que se refiere a El Siglo de las Luces debo esta novela a un accidente de aviación, sin consecuencias graves, que me tuvo inmovilizado durante un tiempo en la isla de Guadalupe.  Ahí fue donde conocí al personaje de Víctor Hugues a través del archivo de un admirador de tan poderosa figura.  Si ahondamos en El Siglo de las Luces nos encontraremos con que los personajes están concebidos de acuerdo con características de absoluta necesidad dentro del orden narrativo; ello no excluye que el elemento primario de muchos de ellos tenga una relación estrecha con vivencias personales.[54]  

 

Los Pasos Perdidos (México, 1953) se nutre de las vivencias experimentadas en tierras amazónicas.  El reino de este mundo, 1949, compendia su viaje a Haití en 1943, con toda la subjetividad creadora que le añade el acucioso narrador.  En esta obra –en el prólogo- Carpentier, expone su teoría de lo real maravilloso con alto vuelo cogitativo.  Destaca cómo tiene lugar el momento aprehensivo.” (...) Lo maravilloso comienza a serlo de una manera  inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite“.[55]  

 

La filosofía del gran narrador asoma con fuerza.  Revela lo maravilloso en su esencialidad aprehensiva, como proceso objetivo-subjetivo que tiene lugar en el hombre en relación con el mundo.[56]

 

En Caracas, la producción literaria de Carpentier fue prolífica y abundante en temas disímiles.  En 1949 vio la luz el ensayo Tristán e Isolda en Tierra firme.  Escribe para el Programa El torneo del saber de Radio Caracas. De 1951-1959 publica en la sección Letra y Solfa, cerca de 3 000  artículos de Literatura, Música y Arte Universal.[57]  En noviembre de 1951 dicta un curso sobre Explicación y Apreciación de la Música Moderna, comenzando por la herencia wagneriana, autor por el cual sentía gran admiración.  En 1952 la revista cubana Orígenes publica su cuento “Semejante a la noche”. México le publica en 1953 su gran novela Los pasos perdidos. Esta obra contenía en grado máximo la ascensión del autor en su plena madurez.[58] “Hay dos ideas centrales en Los pasos perdidos:1) todos los estadios de la civilización, conocidos por el hombre, a lo largo de su historia, pueden contemplarse, en plano de contemporaneidad, en el continente americano: el hombre de hoy puede dar la mano al hombre del Neolítico, después de pasar por pueblos (Caicara del Orinoco, por ejemplo) donde no se recibía un periódico, todavía, en 1949, y la vida estaba sometida a ritmos y horarios medioevales.

Ciertos festejos populares americanos –en México, en Venezuela- se deben a tradiciones autóctonas o españolas, anteriores a la Conquista.  Por lo tanto, la evasión en el tiempo es perfectamente posible.  Conocí a un médico austríaco, gran lector de Jung, muy admirador  de Picasso, que vivía, feliz, en la selva, rodeado de hombres sumamente primitivos.  También a un colono polaco, muy culto, amigo de los exploradores que lo visitaban, quien vivía en una ensenada recóndita del río Caura, y para nada quería saber de la “civilización”; 2) ¿puede el hombre moderno, sabedor de que es posible hacerlo, sustraerse a las peripecias de su época?... Mi personaje, el que habla en primera persona, lo logra.  Pero su época lo alcanza –en este caso, a través de la creación musical-, como la muerte, cierta tarde, alcanzó al jardinero de Ispahán del apólogo famoso.  Todo hombre debe vivir su época, padecer su época, gozar su época –si gozos le ofrece- tratando de mejorar lo que es.  Lo demás, es literatura que responde al anhelo de evasión que –desde Rimbaud- sintieron muchos escritores, hasta muy entrados los años actuales. Anhelos de evasión que era, en suma, búsqueda de sí mismo, yendo hacia horizontes remotos.  Pero, en fin de cuentas, vuelta sobre sí mismo.  Y ya sabemos que el en sí, para sí, en la época presente, sólo se logra en función de las contingencias que circundan y solicitan al hombre actual, y de su actitud o comprometimiento frente (o dentro) de tales contingencias.”[59]

 

Esta obra, plena de cauces filosófico-culturales, se dirige a la búsqueda de los orígenes, incluyendo posibilidades, limitaciones, fracasos. “Creo –señala Carpentier- en efecto, que mi relato titulado “Viaje a la semilla”, es decir, el regreso a la madre, anuncia relatos futuros.  Búsqueda de la madre o búsqueda del elemento primigenio en la matriz intelectual o telúrica.  Si se mira bien la novela Los pasos perdidos puede ser vista como un desarrollo del cuento mencionado.[60]

 

Los pasos perdidos consagra a Carpentier como escritor.  Da cuenta de un creador que ha llegado a la cúspide de la creación.  Para algunos críticos, Carpentier “es uno de los más grandes escritores vivientes“ para otros ”va más allá de la literatura”, por su elan filosófico-cosmovisivo y por la maestría en el tratamiento de los personajes y el entorno en que se desarrollan.

 

A partir de 1953, el lúcido intelectual cubano continúa su obra creadora y otras actividades culturales en Venezuela.  Publica una parte de El acoso (1945) en una prestigiosa revista parisina.  Forma parte de la dirección de la Institución José Angel Lamas, que reunía a altas personalidades de la música.

 

En 1955, en viaje de descanso a París, desperfectos del avión obliga a a un aterrizaje forzoso en la Isla de Guadalupe y aquí lo “ilumina” la idea de lo que será El Siglo de las Luces.  Durante el año 1956 imparte un curso libre sobre Literatura del Siglo XX en la Universidad Central de Caracas.  En Buenos Aires publican El Acoso.  En 1957 se filma Los pasos perdidos por Tyrone Power Corporation.  El reino de este mundo es traducido al inglés. Viaja a las Antillas Francesas y encuentra documentos para El Siglo de las Luces (1958).  En México publica Guerra del tiempo (tres relatos y una novela). Esta obra contiene: El camino de Santiago, Viaje a la semilla, Semejante a la noche y El acoso.  La nueva edición (1971) incluye dos cuentos más: Los fugitivos y Los advertidos.[61] Es traducido al alemán Los pasos perdidos.

 

En su larga estancia en Venezuela, recibe varios premios y goza de alta estima y reconocimiento por la intelectualidad de dicho país.  Su prestigio trasciende las fronteras de nuestra América.

 

De nuevo en su patria, con el triunfo de la revolución (1959). “Me acerco al final porque a medida que la obra crece, la vida del hombre disminuye.  El triunfo de la Revolución Cubana me hizo pensar que había estado ausente de mi país demasiado tiempo y volví en mayo para estar un mes.  Luego deshice mi casa en Venezuela y regresé definitivamente en julio del 59, para asistir al primer 26 de Julio.  Traía en la maleta una nueva novela, El Siglo de las Luces, que había comenzado a escribir en Caracas en 1956 y terminado en la isla de Barbados dos años más tarde; pero necesitaba retoques y el cambio que se observaba en la vida y en la sociedad cubanas me resultó demasiado apasionante para que pudiera pensar en otra cosa”.[62]

 

El influjo de la revolución cubana llena su ser y con nuevas energías completa su obra.  Se incorpora a la obra cultural de la revolución y a la revolución misma en sus diversas tareas.  Participa con entusiasmo y amor en la construcción de una nueva sociedad que había soñado desde su juventud.  De 1959 hasta su fallecimiento en 1980 termina y publica grandes obras que lo cualifican como primera figura de la narrativa cubana y lo hacen acreedor del Premio Cervantes.  Ven la luz El Siglo de las Luces, México, 1962; Tientos y diferencias, México, 1964; Literatura y conciencia política en América Latina, Madrid, 1969; El derecho de asilo, Barcelona, 1972; El recurso del método y Concierto Barroco, México, 1974; La Consagración de la primavera, Siglo XXI, Editores, México, España Argentina,1978; El arpa y la sombra, Siglo XXI Editores, México, España, Argentina, 1979.

 

En el transcurso de estos 21 años en Cuba, además de culminar su inmensa obra fue docente de la Universidad de La Habana, donde recibió el título de doctor Honoris Causa, dictó conferencias en Cuba y en el extranjero, representando el alma de la revolución cubana.  Ocupó múltiples responsabilidades y recibió varios estímulos en Cuba y en el extranjero por su creación literaria y humana.

 

Carpentier valoró la revolución como un hecho creador sin precedente y reconoció lo que ella significó para él como persona humana: “La Revolución me dio una conciencia de utilidad.  Gracias a ella pude darme cuenta, un día, de que tanto mi labor literaria, como mi trabajo dentro de cualquier sector del ámbito revolucionario, podía ser útil... Y nada puede dar mayor satisfacción a un hombre que la conciencia de que su labor, por modesta que sea, resulta una labor útil, en función de una colectividad en marcha... El trabajo, en tales condiciones, resulta, en cualquier nivel, una fuente de continuas alegrías.”[63]

 

Además revela las especificidades que adquiere la obra creadora en tiempos de revolución.  Tiempos de rápidos cambios que el escritor debe “traer” a sus creaciones y seguir su curso. “Trato y trataré de llevar mi expresión literaria a la posibilidad de traer a la novela las múltiples peripecias del acontecer revolucionario.  Pero el empeño no se opera sin luchas de tipo técnico.  Porque ocurre que la Revolución avanza más rápidamente que el escritor.  Un acontecimiento tenido por capital en febrero, se ve superado por otro acontecimiento, en el plano internacional, que ocurre en agosto.  El acontecimiento de febrero, por lo tanto, descrito detalladamente por el novelista, deja de interesar en agosto.  Tenemos en Europa los ejemplos de varios ciclos novelescos, con base histórica contemporánea, interrumpidos por sus propios autores, a causa de la rapidez con que se suceden los acontecimientos (Aragón, Sartre, por citar tan sólo dos ejemplos), por el hecho cierto de que el suceso reciente, más actual, más importante, al parecer, que el anterior quita todo prestigio a aquél.  Obsérvese que en la literatura cubana contemporánea, en lo que se refiere a la novelística, al cuento, al relato, hay como una necesidad de pintar el mundo de antes, antes de pintar el mundo de después.  El año 1959 es año crucial: año de transformaciones, de metamorfosis, de simbiosis.  Creo que nadie, en la nueva literatura cubana, ha escapado a la necesidad de referirse a ese cabo de las tormentas que fue el momento del triunfo de la Revolución, y del advenimiento de los hombres de la Sierra Maestra. Y luego, el comienzo de otra era.  Y, desde entonces, se hace muy difícil seguir el ritmo de los acontecimientos.  La novela de la Cuba de hoy –la materia novelística, se halla en los periódicos, la radio, la televisión, y no es fácil, para el novelista, situarse en el tempo de esos medios de difusión e información.  Sin embargo, hay que tratar de hallar el ritmo adecuado.”.[64]

 

El ser y devenir del pensamiento y la obra de Carpentier dan cuenta de un hombre de pensamiento y acción que hizo de su privilegiado talento una obra consagrada a revelar el ser esencial de nuestra América.  Su obra, como toda producción humana nació, creció, se desarrolló y se enriqueció con el tiempo.  Porque él mismo fue un hombre de su tiempo, y por ello mismo, de todos los tiempos.  La revolución como consagración de la primavera, fue su misma consagración como hombre y creador.  Por eso continúa viviendo el hombre cabal y la carpentierística suscitando nuevas aprehensiones para bien de la cultura cubana.

 

2. Cosmovisión carpenteriana

 

A todo hombre, ya sea historiador, físico, químico, literato o filósofo, lo acompaña una determinada concepción del mundo.  Es como un sustrato cosmovisivo (concepciones, ideas, principios, sentimientos, etc.) a través del cual piensa y siente la realidad en relación con el hombre.  

 

Toda cosmovisión implica una determinada concepción del hombre en relación con el mundo, con los restantes hombres y consigo mismo.  Y en ella  -la cosmovisión- participan los momentos cognoscitivo, valorativo, práctico y comunicativo de la actividad humana.  

 

Al mismo tiempo, la cosmovisión no es una base intelequial teleológica, fija, estática.  Es sólo una concepción fundada en la historia y la cultura en que se inserta cada hombre, que cambia con el hombre mismo en la medida que construye su ser esencial.  Una manera de pensar, sentir, valorar, actuar y comunicarse.

La cosmovisión carpenteriana, fundada en la rica tradición cultural cubana y enriquecida con la cultura universal que asume desde su niñez a través de las experiencias vividas, el hogar, las lecturas, etc., está mediada por influencias varias.  

 

El propio Carpentier destaca cómo a su padre “siempre le había interesado enormemente el mundo español; hablaba perfectamente este idioma y sus escritores predilectos eran españoles: Baroja, Galdós, Blasco Ibáñez... Con excepción de Anatole France, los consideraba muy superiores a los escritores franceses de aquella época; y en mi opinión no le faltaba razón.  Era un apasionado de Baroja, pasión que me comunicó cuando empecé a leer, y en El Siglo de las Luces quizás pueda hallarse alguna referencia de las Memorias de un hombre de acción, pues, tal vez influenciado por Baroja, siempre soñé en hacer un hombre de acción, un revolucionario, pero en América”.[65]  

 

En Cuba, a pesar de su retraso cultural, con relación a las corrientes artísticas y de pensamiento del mundo, se desarrolla todo un movimiento que influirá necesariamente en Carpentier, como sujeto que busca nuevas orientaciones.  “En prisión empecé a escribir mi primera novela, ¡Ecue-Yamba-O! (voz lucumí que significa algo así como “Dios, loado seas”).  Me pusieron en libertad condicional: todos los lunes tenía que ir a firmar el libro a la cárcel.  Ese mismo año, y al salir de prisión, Marinello, Mañach, Ichaso, Tallet y yo fundamos la Revista de Avance. A pesar de todo lo que se ha dicho, yo considero que era una revista pacata y muy mal orientada.  No había una verdadera selección de los materiales que publicaba.  Se tenía una vaga idea de que debía ser una suerte de órgano de las ideas nuevas: el cubismo en pintura, la poesía de vanguardia, las modernas tendencias musicales; pero como de costumbre padecíamos un atraso de años y así, por ejemplo, ignorábamos el surrealismo cuando este entraba en su mejor fase.  Existía, de otra parte, una fuerte corriente nacionalista.  El espíritu de Diego Rivera presidía las artes plásticas y todo artista, en general, buscaba “plasmar lo nacional”. Fue entonces cuando nació el término afrocubano, Caturla y Roldán empezaron a componer música utilizando los elementos negros y aparecieron los primeros trabajos de Fernando Ortiz.  Fue, en fin, una toma de conciencia nacional.  Con frecuencia asistíamos a los “rompimientos” (ceremonia de iniciación) ñáñigos en Regla.  Yo escribí dos ballet, La Rebambaramba y El Milagro de Anaquillé, con música de Roldán, que no llegaron a estrenarse porque tenían que salir negros a la escena.  Esta onda nacionalista no era sólo local, sino mundial.  Una mirada a la literatura de los años veinte al treinta nos lo revela: Panait Istrati en Rusia, aunque fuera de ella, Ladislao Reymont, premio Nobel por Los campesinos; Knut Hamsun describiendo los fiords escandinavos; las novelas inglesas sobre los hombres de Aran.  En América era la época de Don Segundo Sombra y La vorágine.”[66]  

 

Muchas influencias desfilan por la concepción del mundo y del hombre de Alejo Carpentier.  Sus valoraciones críticas lo corroboran.  Es un escritor transparente que siempre dice lo que piensa.[67] Además como bien dice Lezama Lima, cuando las influencias son sentidas dejan de ser influencias, se incorporan a la “cosecha” propia de modo superado, como corpus unitario con sello original.

 

Su espíritu de raíz cubana y latinoamericana, no le impidió desplegar su vocación ecuménica para reconocer los valores universales de Europa y del mundo.

 

La cosmovisión de Carpentier se tematiza en una concepción unitaria del ser, con sentido cósmico, donde la unidad presupone lo diverso y lo diferente.  Una totalidad armónica (cósmica) donde el hombre por naturaleza reproduce en síntesis dicha totalidad, en tanto ser natural y social que hace historia y cultura con su actividad.  Pero una totalidad que concibe lo real e histórico como proceso. Esto determina su particular aprehensión de la realidad en sus mediaciones varias.  Si bien su método se dirige a lo grande, a lo absoluto, no pierde de vista lo pequeño, los detalles, que en algunas circunstancias son más determinantes que las cosas que se consideran esenciales.  Su concepción del mundo está nucleado por una filosofía humanista que mira el mundo siempre en relación con el hombre.  El hombre, su subjetividad y en sus múltiples comportamientos ante las circunstancias varias, es objeto central de sus reflexiones discursivas.  Su humanismo, de corte axiológico, privilegia los valores humanos.  Nada humano le es ajeno, pero sobre todo se preocupa por la utilidad de sus actos y el cumplimiento del deber.  Esto constituye la razón de ser de su existencia y de su filosofía misma. “¿Será útil lo que estoy haciendo? –se pregunta Carpentier- La utilidad de la obra es algo que siempre (...) se nos ha planteado de una manera dolorosa (...) ¿para qué seguirme matando en terminar un libro de cuatrocientas páginas? Esa pregunta nos la hemos hecho todos, y, sin embargo, hemos escrito y hemos pintado y hemos compuesto llevados por una vocación que en realidad es nuestra razón de ser, es nuestra búsqueda del yo profundo, del yo interno (...)”[68]

 

La razón de ser, como dación humana, como la utilidad de lo que se hace para bien del otro, la responsabilidad del cumplimiento del deber, es lo que lleva al intelectual cubano a penetrar en su yo profundo.  No se trata del regodeo intelectual ni la pura introspección en función del ego; no, es la búsqueda de su plenitud como realización social.  Por eso señala. “Amo los  grandes temas, los grandes movimientos colectivos.  Ellos dan la más alta riqueza a los personajes y a la trama”.[69]

 

En su cosmovisión ocupa un lugar especial cinco determinaciones que le dan un cauce aprehensivo totalizador a su pensamiento y a su obra en general, a saber:

 

.Su conocimiento musical y arquitectónico.

 

.El barroquismo,  entendido, siguiendo a Eugenio D’Ors, “como una constante humana”.

 

.Su teoría de lo real maravilloso.

 

.La teoría de los contextos.

 

.El realismo utópico.

 

Estas cinco mediaciones, presentes en su cosmovisión y encauzadoras de ella, otorgan al quehacer intelectual del novelista mayor cubano, alto vuelo cogitativo, y sentido cultural a su discurso.

 

Su autoconciencia musical y arquitectónica, devenida pasión permanente en la mayor parte de su obra, comporta una apertura especial a su cosmovisión y con ello un modo particular de su creación.

 

Ante la pregunta “Ud. Habla de la música y de la arquitectura como elementos integrantes de su personalidad artística: ¿los considera imprescindibles para hallar en la literatura una dimensión desconocida y necesaria?” Carpentier responde: “Creo que el conocimiento de un arte que no sea el que uno practica habitualmente constituye un enriquecimiento.  Es una nueva apertura sobre el mundo.  Como narrador preciso tanto del elemento color, forma, ritmo, como de la palabra.  Me gustan los escritores que dibujan, los compositores que pintan, y los pintores que hacen poemas. (García Lorca era excelente músico; Schoenberg, excelente pintor; Picasso y Arp escribieron poemas; Alberti es un magnífico dibujante, etcétera, etcétera).”[70]

 

Es cierto que el conocimiento de un arte, diferente al oficio de escritor, enriquece la visión del creador; pero el caso de Carpentier es sui-géneris.  No es ajeno a todas las artes y a todo lo humano en general; sin embargo, la música[71] y la arquitectura[72] es parte constitutiva de su visión de la realidad y trabaja con ellas prácticamente en toda su narrativa. ¿Por qué? Es que la música y la arquitectura, además de conocerla a profundidad, le brindan la posibilidad infinita de revelar color, forma, ritmo, analogía, equilibrios, armonía, etc. e integrarlos con fuerza aprehensiva inusitada a la trama que construye y narra. ¿Cuántas aristas humanas afloran en una pieza musical y cuántas analogías con la realidad del hombre puede establecer el creador? ¿Cuántas historias, tradición, continuidad y ruptura puede expresar una obra arquitectónica por un sujeto creador y cuántas  suscitaciones puede descubrir en ella? En la música y en la arquitectura se revelan historias, mitos, lenguajes, símbolos, tensiones, contradicciones, etc. propias del hombre y la sociedad, pero con resultados del obrar humano.  En ellas se revelan analogías, diferencias y son fuentes de imágenes y metáforas tan fuertes o más que otra realidad.  Ellas concentran, objetivan y encarnan toda una cultura que trasciende el espacio y el tiempo.  Expresa además la pasión del creador y “la preocupación (...) por la solidez y plasticidad de sus estructuras novelísticas nos remite, por una parte, al “estudiante de arquitectura” que fue, pero también al “músico frustrado” que durante decenios mantuvo una estrecha colaboración con músicos de dos continentes y que escribió la primera historia de la música en Cuba.”[73]

 

Además en el trasfondo musical y arquitectónico el novelista encuentra estructuras rigurosas y coherentes para desplegar la trama que construye.  Es como hacer transparente su deseada coherencia estructural, en correspondencia con su visión totalizadora del mundo histórico-cultural en relación con el hombre.

 

Sencillamente, literatura, arte, cultura en Carpentier se funden en unidad orgánica a su cosmovisión, para tematizarse en un discurso y una obra, donde lo único y lo diverso encauzan una armonía sin límites que logra captar al hombre en sus varias mediaciones y condicionamientos.    Al hombre como cosmos complejo que busca, se pierde y se encuentra en la historia y la cultura.

 

El barroquismo, como constante humana, inserto en la cosmovisión de Carpentier, vehicula cauces inusitados a su filosofía humanista concretada en su literatura creadora. “(...) el barroquismo –según Carpentier y en contraposición a las definiciones al uso- siempre está proyectado hacia delante y sabe presentarse precisamente en expansión en el momento culminante de una civilización o cuando va a nacer un orden nuevo en la sociedad.  Puede ser culminación, como puede ser premonición.

 

América –continúa Carpentier- continente de simbiosis, de mutaciones, de vibraciones, de mestizajes fue barroco desde siempre. Las cosmogonías americanas, ahí está Popol Vuh, ahí están los libros de Chilam Balam (...)”[74]

 

El barroquismo más que en las definiciones académicas lo revela Carpentier en la realidad americana y lo convierte en momento inseparable de su indagación artístico-literaria. “Porque toda simbiosis, todo mestizaje, engendra un barroquismo.  El barroquismo americano se acrece con la criolledad, con el sentido del criollo, con la conciencia que cobra el hombre americano (...)”[75]

 

Donde otros ven sólo ornamentos, relieves superpuestos, estilo cargado y figuras muertas, Carpentier capta al hombre que piensa, siente, actúa y se comunica.  Esto imprime solidez creadora,  sentido cultural y humanidad a su obra, a su discurso y sobre todo a la trama que despliegan sus personajes.

 

Estrechamente vinculado con el sentido histórico-cultural que le aporta Carpentier al barroquismo, aparece su gran descubrimiento: lo real maravilloso.  También exento de a priorismo academicista y de construcciones estériles surrealistas.  El gran novelista busca lo maravilloso en la realidad y lo encuentra creadoramente y sin artificios. “Lo real maravilloso (...) que yo defiendo, y es lo real maravilloso nuestro (...), es el que encontramos al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano.  Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano”[76], no hay que construirlo en laboratorio ni en la especulación.  Está ahí. Sólo espera ser revelado por la sensibilidad y el intelecto(...) Sólo tenemos que alargar las manos para alcanzarlo”.[77]  Sí, un "alargar las manos”, que en el grande creador significa conocimiento profundo de la realidad en relación con el hombre y excelsa sensibilidad aprehensiva.[78]  Es indiscutible que el descubrimiento de lo real maravilloso abre cauces heurísticos y hermenéuticos sustanciales al discurso carpenteriano y a su cosmovisión.  Es más, vehicula caminos holísticos a sus discernimientos filosóficos y literarios.

 

Numerosas revelaciones y descubrimientos carpenterianos otorgan riqueza cultural a su concepción del mundo y a la comprensión del hombre.  Un lugar importante en su totalidad cosmovisiva  aporta su teoría de los contextos.  Ante todo un especial elan histórico-cultural a su discurso y a sus aprehensiones plurales del mundo en relación con el hombre y la sociedad. “Dicen algunos –escribe Carpentier- que la psicología del latinoamericano no está definida (...) Podríamos opinar, por el contrario, que donde está más definida la psicología de las gentes es en América Latina (...) Hay, además de un ligero acento que en nada daña un castellano realmente muy bien hablado en nuestro continente, un concepto de la vida, del amor, de la alimentación –una filosofía del vivir cotidiano- que no es la del cubano si se es boliviano, que no es la del mexicano si se es peruano o ecuatoriano.  Nunca he entendido por qué el novelista tiene tanto malestares de creación cuando trata de situar al hombre nuestro en un paisaje nuestro, de centrar, de cercar, ubicar, relacionar, su psicología.  Todo lo que hay que hacer es dejarlo actuar”.[79]

 

Eso, precisamente hace el Premio Cervantes en su novelística: deja actuar al hombre en sus contextos reales.  Las tramas las construye el creador, pero siguiendo la actuación de los personajes, en sus múltiples mediaciones y condicionamientos, incluyendo posibilidades, alternativas, realizaciones, fracasos, deseos, etc.  No construye con a priori, sino revela con sensibilidad y pasión, porque las lleva dentro.

 

En los contextos latinoamericanos descubre los medios necesarios, es decir, imprescindibles mediaciones para definir el ser esencial de nuestra gente, “(...) en espera de una síntesis –aún distante, situada más allá del término de las vidas de quienes ahora escriben- del hombre americano”.[80]

 

Esa síntesis, en gran medida se concreta en la obra de Carpentier y le imprime vuelo a su discurso para penetrar con fuerza, en problemas humanos, como la libertad, sus virtudes, vicios e inhibiciones.

 

Los contextos[81] (raciales, económicos, ctónicos, políticos, burgueses, de distancia y proporción, de desajuste cronológico, culturales, culinarios, de iluminación e ideológicos) son instrumentos que emplea el creador para asumir con la mayor objetividad posible la subjetividad humana, los comportamientos del hombre americano en sus varias situaciones que la realidad circundante y la vida les depara.[82]

 

Muchos atributos cualifican la cosmovisión carpenteriana.  Sólo hemos subrayado algunos distintivos por su repercusión e impacto.  Sin embargo, existe uno que compendia y media toda su obra y el discurso aprehensivo en que se expresa.  Me refiero al realismo utópico que acompaña a su obra y a su vida en general.

 

En la obra de Carpentier, si bien se refleja al hombre en sus circunstancias, con sus problemas y dificultades y se desborda la vida en sus infinitas situaciones dramáticas, siempre hay un intento de posible salida y realización. Sus personajes dan cuenta de su ser existencial y, al mismo tiempo, de lo que quieren ser.  Hay una perenne proyección de fines y utopías.  Se imponen tareas para mejorar, a pesar del drama que en ocasiones viven.

 

La utopía realista es inmanente al pensamiento de Alejo Carpentier, y esto, por supuesto, aporta particularidades propias a la cosmovisión general del escritor.  El problema de la libertad, su búsqueda y consecución está presente en la obra de Carpentier.  La libertad no sólo como asunción de la necesidad, sino además como la posibilidad de poner los fines, como la posibilidad del hombre de elegir, de tener opciones.  Lo que no significa, por supuesto, que siempre pueda lograrla, como realmente sucede.

 

Realismo y utopía se vinculan indisolublemente en el narrador cubano.  Y la razón utópica, soñadora, lo trasciende todo.  Cuando pinta o dibuja en el hombre el pesimismo, es porque en el hombre que construye también está presente.

 

Es indudable que la pasión merodeante por la música, la arquitectura, el barroquismo como constante humana, las teorías de lo real maravilloso y de los contextos, visto en su totalidad orgánica y mediados por un realismo utópico sin límites, encauzan la concepción del mundo en relación con el cosmos humano de nuestro primer novelista de todos los tiempos.

 

Capítulo II

El hombre, la cultura y la historia  

 

El hombre, la cultura y la historia son temas recurrentes en la obra de Carpentier. Le interesa el hombre en su intrincado y complejo cosmos, y para penetrar en él, la cultura y la historia les son imprescindibles. Su filosofía humanista, desplegada y concretada en la literatura deviene reflexión crítico-analítica del hombre en sus circunstancias temporales y en su constante afán de encontrarse como tal.

 

En su propia búsqueda hace profesión de fe y confesión de principio. “En cuanto a mí, a modo de resumen de mis aspiraciones presentes, citaré una frase de Montaigne que siempre me ha impresionado por su sencilla belleza: ‘No hay mejor destino para el hombre que el de desempeñar cabalmente su oficio de Hombre’.

Ese oficio de hombre he tratado de desempeñarlo lo mejor posible.  En eso estoy, y en eso seguiré, en el seno de una revolución que me hizo encontrarme a mí mismo en el contexto de un pueblo.  Para mí

terminaron los tiempos de soledad.  Empezaron los tiempos de la solidaridad.  

 

Porque, como bien lo dijo un clásico: ‘Hay sociedades que trabajan para el individuo y hay sociedades que trabajan para el hombre’.  Hombre soy, y sólo me siento hombre cuando mi pálpito, la pulsión profunda, se sincronizan con el pálpito, la pulsión   de todos los hombres que me rodean”.[83]

 

1. El hombre y la historia como diálogo permanente  

 

El hombre y la historia dialogan constantemente en la producción literaria de Alejo Carpentier.  El sentido histórico es inmanente a su discurso.  Pero no es un historicismo de corte fenomenológico, mecanicista  teleológico.  Es un historicismo, donde el tiempo y el espacio devienen agentes propios.  El hombre en perenne búsqueda de sí, de su “yo profundo”, de su encuentro en tanto tal, se dirige a la historia, es decir, rememora el pasado, lo compara con el presente, e intenta proyectarse al porvenir por cauces espacio-temporales.  Es que las preguntas ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, y ¿hacia dónde voy?, son interrogantes inmanentes del quehacer humano.  No importa las vías de búsqueda, ya sean precientíficas, a través de mitos y leyendas, fábulas, etc.  “Aquí está Haití –refiere Portuondo a El Reino de este mundo- aquí la historia viva, de rigurosa base documental, de un rey haitiano, Henri Christophe, aquí la parábola portentosa de su ascensión y su caída, vista con los ojos haitianos de Ti Noel, contada en el más rico español de nuestro tiempo.  La novela nos da la visión de una realidad germinal descrita por una mentalidad precientífica, subdesarrollada, que apela a la fabulación mitológica para explicar lo que se le oculta o escapa por vías racionales.  Frente a lo desmesurado brota la imagen también desmesurada, surge el mito que justifica sin explicar.  Ti Noel, en el postrer instante, comprenderá, recobrado, vuelto en sí, del ensueño mágico, de regreso ya de la mitología”.[84]  

 

La unidad indisoluble hombre-historia, en la obra de Carpentier, en mi criterio, responde a tres razones esenciales:  

 

1. Cada obra suya es resultado de acuciosas investigaciones históricas.

 

2. Su preocupación por la historia del hombre está estrechamente vinculada a motivos filosóficos en torno al problema del tiempo y el espacio.  En Carpentier, el tiempo deviene o le interesa en tanto tiempo histórico, como devenir temporal humano[85], en sus diversas expresiones.

 

3. Como creador latinoamericano comprometido con su región, le interesa la historia, no sólo desde la perspectiva literaria, sino además filosófica, y en función de ello, la historia resulta imprescindible: la memoria que fija y compara sus mitos, leyendas, fábulas, etc.  Una historia donde no se puede soslayar el aquí y el allá, el pasado, el presente y el futuro de América Latina, realidad negada y realidad postulada, aprehensión histórica y enajenación en nuestro mundo, etc. etc.  La historia como base identitaria y modo particular de aprehensión latinoamericana.

 

El hombre y el tiempo histórico humano (historia)  es una constante en la obra de Carpentier.  Además tratados con imaginación y genio artístico-literario y cosmovisivo.  “A pesar de su carácter global, su universalidad e incluso su cosmicidad, todos estos son problemas subrayadamente terrenales, humanos, espacios nuestros en orden por los hombres y un tiempo que entra en vigor sólo gracias a los esfuerzos del hombre, a su creatividad, a su trabajo y lucha (...) El hombre debe retornar una y otra vez a sí mismo, para descubrir en sí mismo las posibilidades y valores latentes y hallar los medios para continuar su camino”.[86]

 

Con su portentosa mente sensible y su magistral oficio artístico-literario, Carpentier juega con la historia del hombre para expresarla mejor y poder seguir con eficacia su lógica.  Es que en nuestra América los tiempos se superponen, las historias se repiten o coinciden en diferentes momentos.  “Esto atestigua directamente –señala con razón Juri Talvet- la concepción de lo real barroco y maravilloso que es propia del autor: una realidad en la que siempre existen simultáneamente el pasado, el presente y el futuro; una cultura de la humanidad cuya grandeza se manifiesta en su infinita variedad, en la coexistencia renovadora y enriquecedora de numerosas culturas independientes; una historia en la que siempre debe haber lugar para el mito y la maravilla, para todo lo que nos ayuda a dar sentido al presente y abrirnos paso hacia el futuro, hacia lo desconocido”.[87]  La unión de tiempos no se opera a ultranza, se revela en la propia vida de la realidad objetiva y subjetiva en que se mueve la trama del creador y sus personajes.[88]

 

La correlación del mito y la historia y a veces la historia hecha de mitos, le abren vías de acceso insospechadas a la creación.  Pero consciente que a pesar de que el mito, la leyenda y lo maravilloso son fuentes infinitas de aprehensiones varias para el conocimiento, no deben convertirse en dogmas anquilosados.  Como parte de la tradición hay que trabajarlos para renovarlaos y garantizar su vitalidad histórica.  En Carpentier, historia y creación van de las manos, y la riqueza histórica es aprovechada con extraordinaria maestría.

 

Lo épico en la historia adquiere en su obra nuevos sentidos.  Si bien se aferra a la definición clásica, no lo reduce a una acción grande y pública paradigmática.  Lo épico, lo heroico lo descubre, lo devela en el quehacer humano que trasciende lo común y altera las circunstancias.  “Mi amigo Rubén Martínez Villena –escribe Carpentier- hombre endeble, enfermo, aparentemente con muy pocas energías, apoyado, desde luego, por estudiantes y obreros, logró, desde su cama de enfermo, esa obra maestra de acción revolucionaria que consistió en derribar al dictador Machado.  Ahí hay un caso de personaje heroico, y hay un caso de epopeya contemporánea”.[89]

 

En la América nuestra, en su historia, descubre lo épico terrible y lo épico hermoso, como cosa cotidiana, que aflora constantemente, a través de la actividad de los hombres.  Se apoya en Martí o continúa su concepción para mostrar que la independencia   de América y su ser existencial están y vienen de sí misma.

Al mismo tiempo establece un vínculo estrecho entre la historia y la política.  En su concepción “el pasado pesa tremendamente sobre el presente, sobre un presente en expansión, que avanza quemando las etapas hacia un futuro poblado de contingencias.  Desde sus guerras de independencia, América toda vive en función del acontecer político”.[90]  Concepción de la política que sólo la concibe como zona de la cultura.[91]

 

Para Carpentier la historia es inmanente al ser humano y a su esencia humana en tanto tal, y los comportamientos humanos se revelan de modo semejante o parecido en distintas épocas y tiempos históricos.  Ante la pregunta del por qué en su novela, a pesar de ser eminentemente autobiográfica, la historia juega un papel protagónico, sin vacilación responde: --“Toda novela es forzosamente un tanto autobiográfica, puesto que parte de experiencias personales.  En mi primera versión de Los pasos perdidos  el personaje que narra su historia es un fotógrafo.  Releyendo el manuscrito me di cuenta de que al no haber sido fotógrafo mal podía expresar los mecanismos mentales de alguien que ejerciera esta profesión.  Así, el personaje se transformó en músico por el hecho de que yo mismo he practicado la música y siempre he vivido rodeado de músicos.  En cuanto a lo histórico diré que creo de tal manera en la persistencia de ciertas constantes humanas que no veo inconveniente en situar una acción en cualquier momento del pasado puesto que los hombres en todas las épocas han tenido reacciones semejantes ante ciertos acontecimientos.  Lo que tú ves como dicotomía yo lo veo como elemento complementario, como partes de una unidad.

 

Hay un delicioso sainete de Herondas, el griego decadente, donde se asiste a la compra de un par de zapatos por una elegante dama de su época... Pues bien: lo que se dicen la cliente y el zapatero es exactamente lo mismo que se dirían hoy los dos personajes en idéntica situación... Por eso es que siempre son actuales los epistolarios amorosos, así daten del siglo XVIII, del Medioevo o de la Antigüedad.  Siempre me he sentido contemporáneo de los hombres del pasado... En Florencia, en Venecia, me asombro siempre ante las caras renacentistas o medioevales de ciertos transeúntes... Éste, tiene cara de Tintoretto... El otro, narigudo hondamente arrugado, es un “donador” del Quatroccento... Aquélla, es una princesa de mosaico bizantino... O, como dijo un humorista famoso. “aunque el hombre vuele a veintitrés mil pies de altitud, a velocidad supersónica, sigue descansando sobre el trasero de siempre”... Recuerdo también la pregunta de otro humorista: “¿Conocen ustedes, hoy, un hombre más inteligente que Platón?...”[92] 

 

La historia, como huella humana del tiempo en general o tiempo histórico hecho por la actividad del hombre es recurrente en la creación carpenteriana.  Por supuesto el tiempo como modo existencial de la realidad natural y la cultura lo trasciende todo.  Y al hombre, como ser natural, sociocultural, finito y mortal, con necesidades, intereses y fines, para trascender también, el tiempo se convierte en una constante preocupación, en obsesión desmesurada.  Es que el tiempo como forma de existencia es inmanente al devenir del hombre y al modo en que piensa la realidad y se piensa a sí mismo.  “Siendo adolescente me llamó la atención, lo recuerdo, una novela de Anatole France (Los dioses tienen sed) donde un mismo capítulo se repite, casi textualmente, en dos latitudes del relato.  Algo semejante ocurre en dos momentos de mi “Camino de Santiago”, donde el relato precisa de una recurrencia... El nouveau roman francés ha especulado mucho con esto del tiempo.  Acaso por ello, Nathalie Sarraute considera El acoso como novela precursora del nouveau roman,.  Volviendo al tiempo, recordemos que el “Viaje a la semilla” viene a ser una biografía tomada desde el momento de la muerte del personaje hasta el momento de su nacimiento.  No es enteramente vano el juego si pensamos que una vida al reverso o al derecho tiene las mismas características al comienzo como en su término.  En “El Camino de Santiago”, que abre el tomo Guerra del tiempo, un segundo personaje empieza a vivir su vida, a partir de un momento dado, con casi las mismas palabras que sirvieron para narrar la vida del personaje anterior; es decir, que hay un regreso en redondo a la temporalidad inicial.  En "Semejante a la noche”, el personaje central, en cambio, no se mueve, y lo que se mueve detrás de él al revés o al derecho es el telón de fondo de la historia y de las épocas.  En cuanto a Los pasos perdidos, es evidente que el gran río, que es el Orinoco, en su inmutabilidad, representa el transcurso del tiempo. Y quiero creer que la especulación no es meramente literaria pues el personaje central, al remontar el tiempo identificado con el curso del Orinoco, atraviesa los distintos estadios de la vida humana que todavía subsisten en América y acaso sólo en América, donde el hombre del siglo XX puede vivir contemporáneamente con un hombre de provincia que se asemeja al del romanticismo europeo; con un hombre de poblados sin periódicos ni comunicaciones, que se asemeja al de la Edad Media, y con un hombre de la selva que representa lo que era el “civilizado” de hoy en los albores de su vida en el planeta... En El acoso, en cambio, hay el intento de encerrar una acción compleja en un tiempo mínimo, que es el fijado en este caso por los cuarentiséis minutos de ejecución de la Sinfonía heroica de Beethoven.”[93]  

 

El hombre y la historia en su permanente diálogo: presente-pasado-futuro se tematiza con raíces fuertes en la creación carpenteriana y en el discurso en que toma cuerpo.  Algunos autores, quizás por desconocer el numen filosófico que media su literatura han querido deducir de su concepción de la historia y el tiempo, un discurso pesimista, que cierra al hombre y no deja alternativa de acceso al porvenir.  Criterios enteramente desacertados si se lee la obra siguiendo la lógica particular del creador al asumir su objeto y sus personajes.  Su intelección del  “presente como adición perpetua”, está permeada de elan dialéctico-cultural en la comprensión del tiempo y la historia.  “El presente es adición perpetua.  El día de ayer se ha sumado ya al de hoy.  El de hoy se está sumando al de mañana.  La verdad es que no avanzamos de frente: avanzamos de espaldas, mirando hacia un pasado que, a cada vuelta de la Tierra, se enriquece de veinticuatro horas añadidas a las anteriores.  No somos –en cualquier tránsito de nuestras vidas- sino hechura de nuestro pasado.  Lo que hacemos hoy no es, no puede ser, sino consecuencia de lo hecho hasta ahora –aunque un comportamiento, una decisión, inesperados, operen por proceso de reacción, negación o rechazo.  Pero sólo puedo rechazar lo que conozco.  Como, igualmente, sólo puedo seguir en lo que conozco por haberlo aceptado como bueno, después de conocido... Se ha dicho que mis personajes suelen mostrarse pesimistas porque nunca parecen completamente satisfechos de lo realizado, de lo logrado.  Pero es que el hombre totalmente satisfecho de lo alcanzado y que no busca algo más allá, se inmoviliza.  Es decir: deja de vivir, en el pleno sentido del término.  La grandeza del hombre está en “no dormirse sobre sus laureles” –para emplear- la expresión popular.  Cada día, al salir del sueño, debe entrar en la vida con ánimo prometeico, diciéndose: “Hasta ahora nada hice”, por muchos que hayan sido sus éxitos aparentes... “Hay que mejorar lo que es”, dicen a menudo mis personajes, aunque lo ya hecho, lo ya visto por ellos, no esté del todo mal”.[94]  

 

Se trata de un creador humanista, cuya filosofía y su quehacer práctico han penetrado a profundidad en la naturaleza humana.  El hombre es un ser con necesidades crecientes, y por ello eternamente insatisfecho.  Siempre quiere mejorar.  Se impone tareas para perfeccionar su obra y trascender humanamente.  De lo contrario, estaría aún en su estadio primitivo.  La insatisfacción, el nacimiento de nuevas necesidades –y Carpentier lo capta con inusitada certeza- en el hombre constituye una ley del devenir humano y una exigencia de la cultura en que toma cuerpo.  

 

2. Revelación cultural y naturaleza humana

 

En gran medida la grandeza insuperable de la obra de Carpentier se funda en su excelsa sensibilidad para aprehender al hombre y su naturaleza humana, insertos en la cultura.  

 

Excelsa sensibilidad que no nace por generación espontánea.  Requiere de mucho trabajo y esfuerzo, de mucho saber y cultura[95] (...) El talento también se cultiva para que dé frutos (...) Y Carpentier lo cultivó desde su infancia hasta su muerte.  En él, conocimiento y sensibilidad, razón y sentimiento, teoría y praxis siempre marchan juntas.  

 

Su concepción de la cultura, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, jamás la identificó con la acumulación de conocimiento, con la erudición, o con la llamada “cultura” artístico-literaria.  En su intelección, la cultura es ante todo encarnación del devenir del hombre, de su actividad, y al mismo tiempo, y por ello, ser esencial del hombre y medida cualificadora de su ascensión humana.

 

Para Carpentier, la cultura es el mundo del hombre en estrecha vinculación con la naturaleza y el entorno social que ha creado con su actividad.  Por eso en él, la revelación cultural es el modo en que el hombre aprehende su ser en la  vida del trabajo y de su creación integral, que incluye conocimiento, praxis, valor y comunicación.

“Cultura –es también en su concepción- el acopio de conocimientos que permiten a un hombre establecer relaciones por encima del tiempo y del espacio, entre dos realidades semejantes o análogas, explicando una en función de sus similitudes con otra que puede haberse producido muchos siglos atrás (...)[96], al igual que su llamada “dimensión imaginaria (recurso artístico-literario) es concebido como” (...) un nuevo yo, un medio de indagación y conocimiento del hombre de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aún de lo que en ella se busca (...)[97], en fin, modos creadores de revelación cultural, a partir de la aprehensión de la naturaleza humana en relación con su contexto histórico y sus varias mediaciones y condicionamientos.

Tanto el barroquismo carpenteriano, como la teoría de los contextos y lo real maravilloso, son formas aprehensivas de la cultura, en tanto concreción del hombre en sus determinaciones varias.  

 

La comprensión real de la carpenterística no puede soslayar que  las distintas teorías y concepciones de su quehacer artístico-literario están mediadas por un elan filosófico que imprime a su discurso, método y estilo un cauce holístico, devenido sentido cultural en el abordaje del hombre y sus circunstancias.  Olvidar o desechar esto, es permitir que los árboles impidan ver el bosque. “La selva carpenteriana” es de una sola pieza y se accede a ella sólo con sentido cultural carpenteriano.  

 

La teoría de los contextos constituye un excelente aporte carpenteriano a la revelación cultural del hombre latinoamericano.  No se trata sólo de determinaciones espaciales.  Es mucho más.  Refiere a componentes totalizadores que cualifican la identidad o dan cuenta de ella, “(...) en menos de tres décadas –escribe Carpentier- el hombre se ha visto brutalmente relacionado, imperativamente relacionado, con lo que Jean Paul Sartre llamaba los contextos.  Contextos políticos, contextos científicos, contextos materiales, contextos colectivos; contextos relacionados con una disminución constante de ciertas nociones de duración y de distancia (en los viajes, en las comunicaciones, en la información, en los señalamientos...); contextos debidos a la praxis de nuestro tiempo (...)”[98]. Todo en los marcos “(...) de un orden establecido por las relaciones”[99]que ha determinado realidades concretas (contextos) latinoamericanos que nos cualifican como tales, en la unidad y en la diferencia, pues en su vocación ecuménica lo latinoamericano a pesar de sus particularidades es una manifestación de la cultura universal, es decir, una cultura de raíz autóctona inserta en la universalidad.  No olvidar que para Carpentier, la verdadera universalidad pasa por lo particular, por lo local.

La teoría carpenteriana de los contextos da cuenta del ser existencial latinoamericano y el entorno cultural en que se desarrolla: contextos raciales, económicos, ctónicos, políticos, burgueses, de distancia y proporción, de desajuste cronológico, culturales, culinarios, de iluminación e ideológicos.  Expresan múltiples aristas de su propia historia y devenir, como región que se ha formado en constante actitud de sospecha, resistencia, acecho y aprehensiones varias.  Especificidades propias que no impide “hallar lo universal en las entrañas de lo local(...). Es erigir lo inmediato, en la categoría de los mitos universales”.[100]  

 

En Carpentier la revelación cultural de la naturaleza humana de nuestros pueblos pasa por el vínculo de lo local con lo universal, sin caer en localismos estériles ni en universalismos abstractos.  Son mediaciones que se resuelven no tanto en la contradicción como en la conexión.  Se trata más que todo de un sentido identitario que no soslaya la universalidad, que “el novelista de América está cobrando, cada día más, la conciencia de esta verdad”.[101]  Exige al novelista latinoamericano, al mismo tiempo, ser cronista de su tiempo. “(...) Cada cual ha de estar en su sitio.  Grandes acontecimientos se avecinan (...) y debe colocarse el novelista en la primera fila de espectadores.  Los acontecimientos traen transformaciones, simbiosis, trastrueques, movilizaciones de bloques humanos y de estratos sociales.  Un país nuestro puede cambiar su fisonomía en muy pocos años (...). Ahí en la expresión del hervor de ese plasma humano está la auténtica materia épica para el novelista nuestro”.[102]   Sencillamente, “para nosotros –enfatiza Carpentier- se ha abierto en América Latina, la etapa de la novela épica, de un epos que ya es y será nuestro en función de los contextos que nos incumben”[103].  Y es que lo épico en nuestros países es parte consustancial, a su existir, vivir y devenir.  No hay que construirlo.  Es inmanente a la realidad y encuentra concreción o se revela en los múltiples contextos en que se expresa.  No hay que buscarlo con “lupa”, está ahí.  Igualmente sucede con el barroquismo y lo real maravilloso.  Pero el estar ahí y su revelación no se da por generación espontánea.  Requiere de sujetos con pensamiento alado, de mucha imaginación y alta sensibilidad aprehensiva.  Los cosmos de misterios y maravillas “acompañados de himnos mágicos”, emergen a los cosmos espiritualmente ricos.  Por eso Carpentier en su magna novelística no tenía que emplear recursos externos y artificios.  Se revelaban a sí, porque dentro los llevaba.  Revelación cultural y naturaleza humana de nuestro ser esencial, fluyen en Carpentier como las aguas cristalinas de un río virgen que sólo esperan cauces para asomar su lozanía y complicidad con el creador mismo.  Una realidad prodigiosa llena de encantos, de mitos y de leyendas, donde la mirada humana puede encontrar verdad, bondad y belleza, si une la razón con los sentimientos, el oficio con la misión y deja que la realidad cobije su imaginación y la deje volar.   

 

El descubrimiento de lo real maravilloso, síntesis creadora de una cosmovisión humanista que une en apretado haz filosofía y literatura, hizo mucho y dijo más...


Capítulo III

Lo real maravilloso como aprehensión creadora

 

Lo real maravilloso como teoría y método creador de asumir la realidad –el mundo en relación con el cosmos humano- y su aprehensión subjetiva, constituye el aporte literario-filosófico más relevante del genio carpenteriano.  Se pueden identificar influencias, antecedentes y coincidencias posibles.  Pero en tanto teoría sistemáticamente elaborada y su revelación consciente en toda una excelsa obra, es un mérito de Carpentier que nadie pone en dudas.  

 

Naturalmente, las influencias raigales de la literatura latinoamericana y cubana del siglo XIX fueron tan profundas que en todos los escritores grandes del siglo XX dejó su huella y Alejo Carpentier no es una excepción.  En su obra se hace alusión a algunos, particularmente a José Martí, donde algunos de sus pasajes de su “antológico estudio que escribe a la memoria de Carlos Darwin, nos resulta un artífice maravilloso de la prosa barroca, y su ensayo fundamental, Nuestra América donde se definen todos los problemas de América en pocas páginas, es un maravilloso ejemplo de estilo barroco (...) y lo barroco que ustedes conocen, la novela contemporánea latinoamericana, la que se ha dado en llamar la “nueva novela” (...) es debida a una generación de novelistas en pie hoy en día, que están produciendo obras que traducen el ámbito americano, tanto ciudadano como de la selva o de los campos, de modo totalmente barroco.

 

En cuanto a lo real maravilloso, sólo tenemos que alargar las manos para alcanzarlo”.[104]

Carpentier establece una relación muy cercana entre el barroquismo y lo real maravilloso.  En su criterio, refiriendo a los elementos barrocos de América Latina, fijados por Simón Rodríguez, consideran que “con tales elementos en presencia aportándole cada cual su barroquismo, entroncamos directamente con lo que yo he llamado lo real maravlloso”.[105]

 

Hans-Otto-Dill, encuentra influencia o coincidencia entre Martí y Carpentier, en el tema de lo real maravilloso, refiriendo al artículo del apóstol cubano “El hombre antiguo de América y sus artes primitivas.”[106]  “Esta descripción martiana nos recuerda los conflictos centrales de la obra narrativa de Alejo Carpentier, que son casi siempre también conflictos y contradicciones entre lo arcaico y lo moderno (...) En la obra de Carpentier, todo este mundo de superstición, de magia y de mitologías negras, indias y criollas, de una sociedad primitiva, caracterizada por la lucha inmediata y directa contra la naturaleza choca con el mundo del “racionalismo, del capitalismo, de la técnica moderna, del Siglo de las Luces, de las ciencias” (...)  Encontramos  en Martí, a veces, el mismo vocablo “maravilloso”, para designar tales fenómenos (...) En otro lugar dice que la América Latina tiene sus “historias de maravillas increíbles, de misteriosas fugas, de mágicos rescates”[107], y “en un trabajo suyo, “Andrés Bello” leemos: Vuelve los ojos a nuestra América maravillosa”.[108]  Todo el continente le parece ser un territorio a la vez real y maravilloso”.[109]

 

Estas indagaciones, por supuesto, no resta valor al descubrimiento de Alejo Carpentier.  Él mismo dio cuenta de ello. Lo más importante es comprender los momentos de continuidad, ruptura y desarrollo de la rica tradición del pensamiento latinoamericano en sus discernimientos identitarios y en la revelación del ser esencial de nuestra América. “Para eso nos hemos preparado,  enfatiza Carpentier, para eso hemos estudiado nuestros clásicos, nuestros autores, nuestra historia, y para expresar nuestro tiempo de América  hemos buscado y hallado nuestra madurez.  Seremos los clásicos de un enorme mundo barroco que aún nos reserva, y reserva al mundo, las más extraordinarias sorpresas”.[110]

 

1. Subjetividad humana y realidad de nuestra América

 

El descubrimiento de lo real maravilloso, en mi criterio, deviene teoría filosófico-literaria y método aprehensivo de la realidad latinoamericana y otras regiones de nuestro planeta con semejante especificidades.  Es un modo particular de aprehender la realidad subjetivamente, sin caer en los brazos del subjetivismo.  Un sentido cultural de asumir la realidad en su expresión sistémica, sin soslayar la complejidad de las mediaciones varias de naturaleza subjetiva y objetiva en que deviene el hombre en relación con su mundo o entorno individual y sociohistórico.  Es en sí mismo la búsqueda de la identidad americana, en su diversidad y riqueza expresiva, con espíritu de raíz y vocación ecuménica.  

 

Para Carpentier, a diferencia de los conceptos establecidos por la academia  y por el surrealismo, lo real maravilloso “(...) es lo extraordinario, más que nada asombroso, por lo insólito.  Todo lo insólito, todo lo asombroso, todo lo que se sale de las normas establecidas es maravilloso”.[111]  En la concepción de nuestro novelista mayor, lo maravilloso no es identificable con lo bello y lo hermoso, pues lo extraordinario, lo asombroso, lo insólito, no es posible cualificarlo como feo o bello.  Sinceramente, es extraordinario[112].  Por tanto –enfatiza Carpentier- debemos establecer una definición de lo maravilloso que no entrañe esta noción de lo que lo maravilloso es lo admirable porque es bello.  Lo feo, lo deforme, lo terrible, también puede ser maravilloso.  Todo lo insólito es maravilloso”[113], pues de una forma u otra altera o impresiona al sujeto, a su razón, a su sensibilidad y conduce espontáneamente a una reacción positiva o negativa.  Es encontrarse ante lo no común, ante lo no normado por las convenciones o por nuestro yo.  Además para algunos lo que es bello, para otros, resulta feo, y viceversa (...), sin dejar de ser para todos, insólito, extraordinario y asombroso.  Y el asombro crea un estado particular en el espíritu.  Tanto es así que la filosofía surge y se desarrolla, ante el asombro y su búsqueda crítico-analítica, es ante todo darle respuesta al mismo, a través de la investigación.[114]  

 

En el reino de este mundo, Carpentier teoriza en torno al problema, y revela lo real maravilloso en sus varias mediaciones y condicionamiento.  “Después de sentir el nada mentido sortilegio de las tierras de Haití, de haber hallado advertencias mágicas en los caminos rojos de la Meseta Central, de haber oído los tambores del Petro y del Rada, me vi llevado a acercar la maravillosa realidad recién vivida a la agotante pretensión de suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años.”[115]  

 

El cronista de la historia y la cultura americana  -porque eso fue también Carpentier- con desbordante imaginación y oficio como investigador histórico, comprende que lo real maravilloso no hay que construirlo arbitrariamente[116], emerge ante la razón y la sensibilidad de modo espontáneo y auténtico.  Está ahí, en la historia y la trama humana.  Sólo espera por la sensibilidad del escritor o el artista para aflorar.  Es como si la realidad, deseosa de complicidad se hiciera transparente a la subjetividad humana para ser aprehendida e integrada al cosmos humano.  “Pero es que muchos se olvidan, con disfrazarse de magos a poco costo –explica Carpentier el proceso aprehensivo de lo real maravilloso- que lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite.”[117]  

 

La revelación de lo real maravilloso es un acto creador, mediado por múltiples condicionamientos, incluyendo el conocimiento que se posea de la realidad y la fantasía alumbradora.  Se produce en un momento de “estado límite” del espíritu. Es el instante de apropiación esencial de la realidad, que a veces ocurre inesperadamente y no precisamente cuando se quiere encontrar.  La historia muestra que esto es una particularidad de todo acto creador y la creación de lo real maravilloso no es una excepción.  

 

No es un acto introspectivo puro que tenga lugar sólo en la mente y en la sensibilidad del sujeto.  Es una relación sujeto-objeto, mediada por la subjetividad, en todas sus potencialidades aprehensivas que permite alterar la realidad y apropiarse de ella en toda su riqueza expresiva.  La mediación subjetiva no es sólo conocimiento o actitud cognoscitiva.  Es también valoración, praxis y comunicación.  Participan todos los atributos cualificadores de la actividad humana, pero opea como proceso complejo, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente, devienen idénticos. Precisamente, el devenir idéntico, es el momento de total revelación, el instante en que tiene lugar el descubrimiento.

 

Nótese que no se trata de un procedimiento fenomenológico, como a veces suele o se quiere atribuir a Carpentier.  No se buscan esencias ideatorias en los marcos o dentro del pensamiento puro.  Es un proceso de revelación humana que no tiene como punto de partida al pensamiento, sino a la necesidad y a los intereses del hombre creador que con  su esfuerzo y  con conocimiento de causa  devela una realidad que siente como propia en su subjetividad, en su espíritu.  Por eso, con razón el Premio Cervantes aclara: “Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco”.[118]  

 

Lo real maravilloso –su propio nombre lo delata- es la viva realidad americana, cuya riqueza diversa, física y espiritual, resulta maravillosa, por lo insólito de su expresión, por el asombro que causa y por su extraordinaria virginidad, mezclas, contrastes y magias que suscitan la creación.  “A cada paso hallaba lo real maravilloso.  Pero pensaba –se refiere a sus vivencias durante la permanencia en Haití- además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías.  Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy”.[119]  

 

Si bien Carpentier tomó conciencia de su descubrimiento en toda su concreción y lo teorizó con manos maestras, él mismo confesó que en sus obras fluía sin proponérselo.[120] Sencillamente, porque no intentó construir lo real maravilloso con estériles artificios ni con la abstracta especulación.  Su genio creador –de fuerte calibre- siguió la lógica especial del objeto especial, sin perder de vista las diferencias específicas y  los matices y los detalles, que no por secundarios dejan de ser esenciales.  Además, su narrativa siempre está avalada por “una documentación extremadamente rigurosa que no solamente respeta la verdad histórica de los acontecimientos, los nombres de personajes -incluso secundarios- de lugares y hasta de calles, sino que oculta, bajo su aparente intemporalidad, un minucioso cotejo de fechas y de cronologías”.[121] 

 

Y es que la fantasía como la realidad misma, también es real ¿Quién puede negar la realidad de la fantasía, cuando se funda en premisas reales y preludia lo porvenir? ¿Quién que es, no practica la fantasía o disfruta con ella? Y más aún cuando se trata de nuestra América que por su origen, historia y contextos la fantasía es inmanente al hombre “natural”, unas veces compendiando añoranzas y nostalgias tras sus orígenes, otras veces, imponiéndose tareas para mejorar, o en fin, soñando para ser[122], en un mundo nuevo, lleno de encantos y aprehensiones varias, suscitados por mitos, leyendas, ritos, símbolos y representaciones. “Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició –subraya Carpentier- América está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías”.[123]  

 

El gran descubrimiento literario-flosófico y también artístico, por supuesto, de lo real maravilloso, sintetiza y concreta el cosmos del hombre latinoamericano, tematizado en un crisol unitario, donde subjetividad humana y realidad de nuestra América, encarnan un diálogo perenne con sentido cósmico, y numen cultural.  Una unidad entre el yo y el mundo americano que trasciende la barrera de uno y la determinación del otro.  Un eterno devenir idéntico entre lo objetivo y lo subjetivo, mediante la actividad humana que construye, conoce, valora, cambia y comunica.  

 

He ahí, el valor cosmovisivo de lo real maravilloso y los infinitos cauces que abre al quehacer creativo del hombre americano, al conocimiento del mundo en que vive y al suyo propio.  

 

2. Dimensión cosmovisiva de lo real maravilloso  

 

Lo real maravilloso como creación artístico-literaria es en sí mismo un cosmos humano de trascendencia universal.  

 

Es la concreción de la rica cosmovisión carpenteriana, tematizada en un ideal artístico-literario que se realiza en tanto tal, en una región particular de nuestro planeta: América Latina.[124]  

 

En lo real maravilloso, como totalidad holística aprehensiva se suprime dialécticamente la oposición entre lo objetivo y lo subjetivo, para encarnar en síntesis, atributos cualificadores de la cosmovisión de Alejo Carpentier: latinoamericanismo, barroquismo, contextualismo, etc. en una obra artístico-literaria, con fuerte elan filosófico, para mirar el devenir de nuestra América con sentido cósmico y al mismo tiempo apegado a la realidad concreta.  Si bien en   “El reino de este mundo” en la terminología carpenteriana se observa resonancia del surrealismo y el realismo mágico, no es menos cierto, que además de la crítica explícita que hace a la metodología surrealista por su afán de crear lo maravilloso con artificios, también como descubre Padura “(...) no es fortuita(...) la reiterada mención del término realidad, y menos aún el estado límite, la revelación privilegiada, la exaltación del espíritu, de tanto sabor surrealista”.[125]  

 

Su cosmovisión unitaria del ser, y su visión de lo real e histórico como proceso, unido al sentido cultural que media y rectora su asunción de la realidad, lo distancia tanto de la estética surrealista como de la concepción del realismo mágico americano.[126] Esto no significa en modo alguno que en su narrativa no encontremos pasajes que nos recuerda o coincidan con esta última, pero superada por una visión que soslaya la “mística de la percepción de lo maravilloso, y donde lo mágico es tal, por lo insólito y lo cotidiano con que se revela en nuestra América, y no por el “milagro y la fe”, pues “(...) es imposible pensar que Alejo Carpentier creyese en licantropías y milagros de santos en el momento de narrar la conversión final de Ti Noel en el Reino de este Mundo –enfatiza Padura- y mucho menos la cura de Esteban por “conocimientos” del doctor Ogé, en El Siglo de las Luces. Y es que la sensación de lo maravilloso, o mejor, la capacidad para determinar qué es lo maravilloso, más que de una fe, proviene de un exhaustivo conocimiento de lo insólito y lo lógico, de lo americano y lo universal entrelazados en la realidad de nuestro continente”.[127]  Esta tesis resulta aún más verosímil, si tenemos en cuenta los estudios investigativos históricos que realizaba Carpentier antes de escribir una novela.  Estudios tan detallados y profundos que lo convertían en cronista de la historia que llevaba a sus novelas.

Por otra parte, no siempre la trama contada, narrada y descripta, tiene que coincidir con el autor.  El autor no siempre habla por sus personajes, a veces hace hablar a sus personajes con sus mitos y sus creencias, sin que esto signifique que formen parte de su visión del problema o la trama.  Muchas mediaciones, determinaciones y condicionamientos, pone en juego el creador con sus recursos literarios y artísticos que no se pueden olvidar al analizar un texto o un autor específico.  También los conceptos evolucionan, se llenan de contenido, cambian y sufren alteraciones con la evolución misma del autor[128] y la emergencia de nuevos contextos. “La elaboración de contextos presupone –según Rodríguez Coronel- la remisión del mundo novelesco a un universo concreto que se traduce en modo de vida, costumbres, creencias; un universo en el cual la relación entre lo real maravilloso(...) y su asimilación subjetiva está basada en resortes histórico-culturales y ello constituye también parte de la problemática de los personajes”.[129]  

 

La dimensión cosmovisiva de lo real maravilloso se nota, tanto por la asunción totalizadora de la realidad, como por su aprehensión creadora.  La creación en sí misma siempre compendia todo un cosmos de mediaciones varias, presentes en el hombre, su vida, sentido y destino, en relación con su entorno y los contextos en que deviene.  

 

La creación artística de Carpentier no comienza con el acto mismo de escribir, sino más bien, cuando procede a combinar la “materia prima” seleccionada por su pensamiento y la praxis, al nivel del sustrato del arte que irriga y fecunda su sensibilidad creadora.  En el momento de la revelación de lo real maravilloso el sujeto y el objeto devienen idénticos.  Lo ideal y lo material se convierten recíprocamente, a través de la praxis. Por eso, resulta suscitadora la aproximación conceptual de lo real maravilloso, esbozada por Padura, “(...) entendido, ante todo, como una relación dialéctica e impostergable entre praxis e imaginación poética, entre realidad y creación.  De las novelas –continúa el laureado escritor cubano- más que de los textos teóricos de esta primera etapa -superados  en trabajos de los años 70- se desprende que lo real maravilloso, en lo esencial, puede ser una concepción del mundo americano dada desde una perspectiva lógica y científica, que busca establecer históricamente las singularidades tipificadoras del ámbito continental (...)”[130]  

 

Pero una perspectiva lógica científica coloreada por la sensibilidad del artista, por la visión estética que hace del lenguaje y de la imagen maravillas y prodigios para crear novedades.[131]  

 

La sensibilidad creadora, fundada en la realidad y en la praxis de la vida –es el caso de Carpentier- puede lograr la fusión de la realidad objetiva y del mundo interior (subjetivo) del creador.  Y la creación misma es eso: un resultado, donde lo objetivo se ha subjetivado y lo subjetivo se ha objetivado.  Su acto mismo da cuenta que no hay objeto sin sujeto y viceversa, en la creación humana.  

 

En relación con la teoría de lo real maravilloso, desarrollada en el prólogo de “El reino de este mundo” por Carpentier y su revelación en las obras posteriores se han suscitado varias reflexiones, particularmente sobre algunos términos donde se nota la sombra del surrealismo: “inesperada alteración de la realidad (el milagro), revelación privilegiada, exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”.  

 

En mi criterio, tan cierta es la idea de Padura, en el sentido de que el Premio Cervantes, asumió con más reiteración y fuerza el término realidad en su obra, como la tesis de Alexis Márquez, que defendiendo la razón de ser de los conceptos influenciados por el surrealismo, argumenta que “(...) es preciso tratar estéticamente esa realidad maravillosa”[132]  que devela Carpentier con su excelsa sensibilidad y profunda razón.[133] “La percepción de lo maravilloso –escribe Alexis Márquez- se plantea como un problema cuya solución depende de dos factores; uno de ellos reside en la realidad misma, cuyo carácter maravilloso tiene su fundamento en uno cualquiera de varios fenómenos más o menos objetivos (...). Pero este factor no basta.  Hace falta un segundo factor que ya no reside en la realidad externa del hombre, sino en el hombre mismo: todo ello tiene que ser percibido “con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”.  

 

Ahora bien –enfatiza Márquez- correlativamente con el planteamiento de lo real maravilloso como un problema perceptivo, se da también un segundo planteamiento como un problema expresivo y la comunicación”,[134] es decir, como creación.  Algo así –difícil de definir- como el hacerse transparente lo buscado con ansiedad y delirio sin límites, a la razón y a la sensibilidad del creador.  Es un instante –por supuesto, con toda una historia anterior- de máxima concentración del espíritu (estado límite), donde confluyen muchas mediaciones subjetivas reveladoras.[135] Ya nadie niega en el hombre creador los momentos cumbres de ascensión espiritual que lo conducen a actos de iluminación aprehensivos.  Por supuesto no es esto una intuición esencial que capta los entes ideatorios de modo espontáneo.  La revelación privilegiada de la realidad por Carpentier se funda en premisas reales.[136]  La historia y la cultura “le hablan” y se comunican con él, porque posee una profunda conciencia estética, forjada en el conocimiento, los valores, la praxis y la comunicación.  No se funda en a priori, que no sea una rica cosmovisión humanista, con cauces culturales.  

 

Carpentier no parte del pensamiento y de la sensibilidad “puros”, sino de la necesidad, para convertirla en libertad y de aquí dimana su fino cosmos de sensibilidad para captar la unidad en lo diverso, lo diverso en la unidad, lo simple en lo complejo y viceversa.  Por supuesto, nadie puede revelar lo real maravilloso, si no lo lleva dentro. Y llevarlo dentro también es un ejercicio cultural con historia, trabajo, lucha y praxis.  

 

En el creador –y Carpentier es un caso particular- existe un elan estético especial, fundado en una fuerte base cultural, que le permite “ver” más lejos, abordar el hombre en su complejidad, como posibilidad de búsqueda teórica y como imagen de posibilidades varias.  Al hombre en relación con su mundo y su quehacer práctico.  Por eso lo real maravilloso, compendia en síntesis la rica cosmovisión de Carpentier, y es, al mismo tiempo, resultado de una cultura con vuelo de altura y concreción de una elaboración artística secular, que con bellas palabras revela a nuestra América, en su ser esencial y en su devenir, para insertarse con voz propia en la universalidad.  

 

Lo real maravilloso, es también un descubrimiento de raigal humanismo centrado en el hombre y los problemas que lo hacen grande. “Pero la grandeza del hombre – y Carpentier da rienda suelta a la razón utópica que es inmanente a los grandes espíritus- está precisamente en querer mejorar lo que es.  En imponerse tareas.  En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificios, reposo y deleite.  Por ello agobiado de penas y tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida, en el Reino de este Mundo.”[137]  

 

En el creador humanista, comprometido con el destino del hombre y el drama humano, no encuentran asidero el pesimismo y el escepticismo.  Es un creador que no hace de su creación un fin en sí mismo, sino un medio para que emerja con fuerza la espiritualidad del hombre “natural” de nuestra América y para que la literatura y el arte se pongan en función de ello.  

 

Su rica cosmovisión, devenida ideal estético encauzador de humanidad, concreta en su descubrimiento de lo real maravilloso, una cultura de resistencia y de lucha; y aunque para algunos parezca paradójico, vehicula un mensaje político de sorprendente valía para ayer, hoy y mañana.  La consagración de la primavera da cuenta de ello.  Por eso introduce su noveno capítulo con una frase vital y paradigmática del Segundo Fausto de Goethe: “Solo merece la libertad y la vida aquel que cada día debe conquistarlas”.[138]


Utopía y realidad de una obra creadora 

(A manera de conclusiones)

 

La presencia de la utopía y la realidad es consustancial a toda obra creadora, y la razón utópico-realista, un atributo cualificador de todo creador con vuelo de altura.  

 

Carpentier es un caso de mente privilegiada.  Su pensamiento profundo, escrutador de esencias, fundado en la realidad histórico-cultural, marcha junto al hombre sensible que busca sentido y razón de ser[139] a toda obra humana.  Pero razón de ser para proyectar y trascender y no para quedarse en ella como simple espectador.  Su miraje sensible –siempre cogitativo- busca sentido para acercarse al ser mediato o transitar y realizar el deber-ser.  Por eso afirma: “(...) Los hombres pueden flaquear, pero las ideas siguen su camino y encuentran al fin su aplicación (...) Me apasiono por los temas históricos (...): porque para mí no existe la modernidad en el sentido que se le otorga; el hombre es a veces el mismo en diferentes edades y situarlo en su pasado puede ser también situarlo en su presente (...) Amo los grandes temas, los grandes movimientos colectivos.  Ellos dan la más alta riqueza a los personajes y a la trama”.[140]  

 

Es un hombre de ideas grandes y su intelección y su praxis se dirigen a lo grande y absoluto.  Como en Martí –y Carpentier lo toma de referente en múltiples ocasiones- el hombre es posibilidad infinita de excelencia y creación. Un rico cosmos pleno de espiritualidad, capaz de descubrir grandeza, porque la lleva dentro.

Su rica cosmovisión concibe la historia como hazaña de la libertad, y al hombre como su protagonista, que movido por grandes ideas y sentimientos, construye la cultura y se realiza en ella.  

 

Hay en Carpentier un mundo inagotable, que concreta y despliega en su obra artístico-literaria.  Una obra con constante presencia del hombre en relación con el mundo.  

 

Cada obra del gran escritor cubano realiza un proyecto humano o le abre vías de acceso.  Y cada proyecto, un modo particular de realizar la utopía sin agotarla.  

 

Su  método y su estilo, plenos de raíz identitaria latinoamericana, como tienen por base al hombre, son al mismo tiempo cauce desbordante de ansias de ecumenismo, vocación cósmica y sentido cultural.  Y su discurso, un incesante “viaje a la semilla”, como “(...) búsqueda de la madre o búsqueda del elemento primigenio en la matriz intelectual o telúrica”.[141] Pero una búsqueda que no termina en lo que encuentra.  Lo encontrado es base generatriz de nuevas aprehensiones, discernimientos, proyectos y nuevas búsquedas de trascendencia humana. Porque lo humano en Carpentier es trascendente por esencia.  Su huella endeleble lo marca todo para vivificar el presente y proyectar el futuro, lo por venir.  

 

Por eso en Carpentier, tal y como señala Alexis Márquez, “hay un aspecto (...) que cada día adquiere mayor importancia y significación, como es el sentido premonitorio que está presente con harta frecuencia en sus escritos. Releyendo sus trabajos periodísticos de hace veinte o treinta años, se sorprende uno al descubrir la aguda intuición que lo llevó a señalar hechos futuros que hoy son realidad plena y tangible.  Lo mismo ocurre en sus novelas y cuentos”.[142]  

 

Su sentido premonitorio fundado en todo un quehacer prático-espiritual, capaz de vehicular pensamiento y sensibilidad, a través de grandes ideas e imágenes, da cuenta no sólo de la razón utópica realista que la encauza, sino además, de una excelsa capacidad anticipatoria, que algunos llaman “reflejo anticipado”. [143]

El reflejo anticipado o la capacidad anticipatoria es inmanente a la creación artístico-literaria de Alejo Carpentier, como le es propio, también a Martí y a los grandes creadores.  Y no es, en modo alguno, una intuición ideatoria “pura”, incondicionada y a priori. Es un ejercicio creador que traduce la necesidad, los intereses y los fines humanos, mediados por la praxis, en resultados culturales para bien del hombre y la sociedad latinoamericana.  

 

Resultados culturales –la creación en sí misma- que nucleados en su filosofía humanista con cauces literarios de expresión, captan la existencia humana como proceso complejo, al hombre con sus fuerzas y debilidades, con sus fisuras psíquicas y sus ansias de afirmación.  Al hombre en el drama humano y sus deseos de ser, para trascender.  Pero no al hombre aislado, sino en sus circunstancias y contextos que le imponen la historia y la sociedad en que se desenvuelve.  

 

Al mismo tiempo, el creador humanista, sin “colorear” la realidad de la vida, sus determinaciones y condicionamientos histórico-culturales, no impone a ultranza la sinrazón del vivir y la resistencia y la lucha.  No dispone, ni impone reacciones deterministas trilladas de comportamientos.  Todo lo contrario, propone alternativas de salida a los sujetos.  Crea espacios comunicativos que posibiliten la elección, es decir, la libertad que cada cual debe encontrar con sus propios esfuerzos para ser y encontrarse.  Cree en el hombre y sabe que se impone tareas para mejorar, sin olvidar que no siempre alcanza lo que quiere, pero debe luchar por lograrlo.[144] Porque la lucha misma acompaña al destino del hombre y a su sentido de la vida.  Lo que el hombre no puede olvidar es el horizonte que tiene ante sí, es decir, la utopía que todo lo mueve y los proyectos que dan acceso a ella.  

 

Es que para Carpentier, el hombre mismo es un proyecto en pos de la libertad.  Un proyecto con necesidades que debe asumir en la praxis para realizar su ser esencial.  Si ciertamente es hijo de su época, de su tiempo histórico, de su espacio geográfico, esto no significa que fatalmente el destino predestine su existencia.  Su subjetividad, hacedora de proyectos, si bien no es una “varita mágica” salvadora,  ella puede abrirle caminos, pero “caminos que se hacen al andar”.  Se requiere de la acción asumida con pasión, fuerza y dolor para vencer obstáculos y abrirse al porvenir.  

 

La obra de Carpentier es universal por su esencia y propósitos, y realiza su universalidad en nuestras tierras de América.  También por la conjunción de un raigal espíritu identitario latinoamericano y su siempre vocación ecuménica, en su obra, nuestra América se inserta a la universalidad con status propio.[145]  

 

Su gran utopía, la realización de nuestra América, continúa toda una tradición con sólidos fundamentos en el pensamiento y la obra de Bolívar, Martí y otros fundadores.  Revelar el ser esencial de América Latina, las potencialidades creadoras de nuestros hombres y pueblos devino propósito primario, y su rica y vasta obra literaria, su determinación concreta.  Como en Martí, su producción literaria penetró con creces en la realidad latinoamericana e hizo mucho y dijo más para la contemporaneidad.  Consciente de los retos y acechanzas internos y externos aboga por la unidad de nuestra América, “Nuestros destinos están ligados ante los mismos enemigos (...), ante iguales contingencias.  Víctimas podemos ser de un mismo adversario.  De ahí que la historia de nuestra América haya de ser estudiada como una gran unidad, como la de un conjunto de células inseparables unas de otras, para acabar de entender realmente lo que somos, y qué papel es el que habremos de desempeñar en la realidad que nos circunda y da un sentido a nuestros destinos.  Decía José Martí en 1893, dos años antes de su muerte: “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, nos darán la clave del enigma hispanoamericano”, añadiendo más adelante: “Es preciso ser a la vez el hombre de su época y el de su pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo”. Y para entender ese pueblo –esos pueblos- es preciso conocer su historia a fondo, añadiría yo”.[146]  

 

He ahí, el valor de una utopía cuando se hace terrenal y dialoga con la realidad.  Impulsado por la utopía de nuestra América, Carpentier echa mano a la obra.  Asume nuestra América con visión holística.  Estudia profundamente sus raíces, su historia, su cultura.  Cada obra suya, con los recursos literarios iluminadores que posibilita su oficio como creador, revela aristas inagotables de aprehensiones del ser latinoamericano y al mismo tiempo busca y crea conciencia identitaria, de pertenencia. “Y es, además –refiere Padura a lo real maravilloso- esencia histórica, orígenes, literatura comprometida, rostro y alma de América”.[147]  

 

En la gran utopía de nuestro Premio Cervantes, lo real maravilloso, como síntesis cosmovisiva, como asunción estética de la realidad o método creativo, es al mismo tiempo un proyecto que accede a la utopía, sin culminarla.  Lo mismo que junto a él, y dándole concreción, operan entre otros, tres invariantes que asoman sin cesar en el discurso: el tiempo, el hombre y la revolución, avalados por el elan barroco “(...) que emana de nuestra realidad y se magnifica en su estilo literario”.[148] En fin, una totalidad cosmovisiva capaz de hacer transparente a la razón y a la sensibilidad la América nuestra en todas sus concreciones, en la unidad de lo diverso y en su perenne ímpetu de ser y trascender con personalidad propia en el concierto de las naciones.

Utopía y realidad, tematizan un diálogo perenne en la cosmovisión y en la praxis de Alejo Carpentier.  Y esto no es casual; estamos en presencia de un creador sensible que hizo de su oficio y la misión una totalidad unitaria inseparable.  

 

Su oficio, como escritor proteico, todo un artista de la palabra y la imaginación creadora.  Una voluntad de estilo, con recursos literarios múltiples para recrear la realidad en relación con el hombre con inusitada originalidad y elevado espíritu cogitativo.  

 

Su misión, un hombre consagrado al trabajo, alumbrado por una filosofía humanista que hizo del hombre y su ascensión, objeto primario de su vida.  

 

Es difícil encontrar a un hombre creador que haga del oficio y la misión, “las dos caras de una misma moneda”, que no desarrolle en su máxima expresión la razón utópica.  

 

Carpentier como Martí, Marinello y tantos otros fundadores, es por naturaleza y vocación, utópico.  Su raigal humanismo le abre infinitos horizontes.  No hay consagración humana al margen de la utopía, como no hay utopía al margen de la consagración humana.  

 

Hombres de esta naturaleza creen en el valor de las ideas, y en su quehacer teórico-práctico, se guían por ellas y las construyen de nuevo, si las circunstancias lo exigen.  

 

Carpentier fue un eterno cazador de utopía, porque creyó en el perfeccionamiento humano y en la posibilidad real de la reconciliación del hombre consigo mismo en la cultura.  Por eso hizo de su literatura grande, cauce expresivo de pensamiento alado, con luz de estrellas.  

 

En él, filosofía y literatura se complementan recíprocamente, para imprimir al discurso, vocación cósmica y sentido cultural: todo un cosmos en búsqueda del hombre y de su creciente humanidad para realizar la grande utopía de nuestra América.  

 

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Iconografía carpenteriana  

 

[1] Sobre el hombre nuevo en Carpentier, ver su discurso el 20 de diciembre de 1974 en La Habana, En Un camino de medio siglo.  Setenta Aniversario de A. Carpentier. La Habana, Orbe, 1976, pp. 21-22.

[2] A. Carpentier posee una extensa obra novelística: “Ecué- Yamba-O” (1933); “El reino de este mundo” (1949; “Los pasos perdidos” (1953); “El Acoso” (1956); “Guerra del Tiempo” (1958) con tres relatos: “Camino de Santiago”, “Viaje a la semilla” y “Semejante a la noche”; “El Siglo de las Luces” (1962); “Derecho de asilo” (1972); “El Recurso del Método” (1974); “Concierto Barroco” (1974); “La Consagración de la Primavera” (1978); “El Arpa y la Sombra” (1979; y otras.  Además existe un libro de investigación histórica que por primera vez, sistematiza creadoramente los estudios sobre la música cubana: “La música en Cuba” (1946).  Son innumerables los artículos periodísticos publicados en las revistas de Avance, Carteles, Chic, y otros.

[3] Sobre su obra ver de A. García Carranza: bibliografía de A. Carpentier. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1984.

[4] Ver Alejo Carpentier: Carta a Gene Bell, abril de 1972. Revista Casa de las Américas No. 125 Año XXI Marzo-Abril 1981, p. 70.

[5] A. Carpentier: “Confesiones sencillas de un escritor barroco”.  Valoración múltiple (Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier) La Habana, 1977, p. 95.  En las propias confesiones se halla su ruptura: “Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista; no iba a añadir nada a este movimiento” (ibídem p. 62-63).  “me vi llevado a acercar la maravillosa realidad recién nacida, a la agotante pretensión de suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años” (Ibídem p. 95).

[6] A. Carpentier: La consagración de la primavera. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1979, p. 179.

[7] A. Carpentier: Entrevistas.  Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1985. P. 111.

[8] “Hay que tomar nuestras cosas, nuestros hombres y proyectarlos en los acontecimientos universales para que el escenario americano deje de ser una cosa exótica.  (Declaraciones de Carpentier al “Diario de la Marina” y recogidas por Marinello en “Meditación americana”. Edición Procyón, Buenos Aires, 1959, p. 61.

[9] Entre otros se destacan, de José A. Portuondo: Alejo Carpentier: creador y teórico de la literatura; Valoración Múltiple. Casa de las Américas, La Habana 1977; de Salvador Arias: Prólogo a “Los pasos perdidos . Valoración Múltiple” de Alejo Carpentier; de Alexis Márquez: “Teoría carpenteriana de lo real maravilloso”, Rev. Casa de las Américas No. 125, Mayo-Abril, Año XXX, 1981, pp. 83-95  y “Dos dilucidaciones en torno a A. Carpentier”. Rev. Casa de las Américas No. 12, Nov.-Dic. 1974, pp. 35-47; de Lev Ospovat: “El hombre y la historia en la obra de A. Carpentier”. Rev. Casa de las Américas No. 125, 1981, p. 72-82; de Ambrosio Fornet: Sobre el tiempo y la historia en la obra de Carpentier, Rev. Casa de las Américas No. 129, Nov-Dic. 1981,pp. 57-67; de Leonardo Padura: “Lo real maravilloso: creación y realidad”. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989; de Jaime Lavastida: A. Carpentier: realidad y conocimiento estético.  Revista Casa No. 87, Nov.-Dic. 1974, p. 21-44; de Rogelio Rodríguez: A. Carpentier. Novela y Revolución: Rev. Universidad de La Habana, No. 214, Mayo-Agosto, 1981, pp. 95-119; de Enrique Anderson-Imber: “El realismo mágico” y otros ensayos. Caracas, 1976; de Carlos Santander. “Historicidad  en el Siglo de las Luces”, Ediciones Cultura-hispánica, Madrid; de Kalus Muller Berg: “Corrientes y vanguardistas, surrealismo en la obra de A. Carpentier”, en Asedio A Carpentier; Once ensayos críticos sobre el novelista cubano, y de Pablo Guadarrama: Alejo Carpentier y la autenticidad cultural latinoamericana, en del propio autor: Lo universal y lo específico en la cultura. Edic. C. Sociales, La Habana, 1990; de Juri Talvet: Algunos aspectos del tiempo y del espacio en la novelística de A. Carpentier, Rev. Casa No. 122, 1980, pp. 104-113.

[10] “Soy de los que creen que la ausencia de formación filosófica hizo mucho daño a  nuestra literatura.  La incultura filosófica, literaria, enciclopédica, de casi todos nuestros grandes nativistas es notoria.  Muchos de ellos hubieran sido incapaces de dialogar en plano profesional, con sus colegas de Francia, Inglaterra o España.  De ahí que el enfoque asiduo de culturas extranjeras, del presente o del pasado, lejos de significar un subdesarrollo intelectual, sea, por el contrario, una posibilidad de universalización para el escritor latinoamericano.  Quienes sean lo bastante fuertes para tocar a las puertas de la gran cultura universal serán capaces de abrir sus batientes y de entrar en la gran casa (A. Carpentier: Problemática de la actual novela latinoamericana: Tientos y diferencias. Edit. UNEAC, La Habana, 1974, p. 26).

[11] Por supuesto no se debe olvidar que el pensamiento de Carpentier evoluciona con el tiempo y urgido por nuevas realidades.  Posteriormente al triunfo de la Revolución de 1959 hay sensibles ascensos en cuanto a concreción se refiere, lo cual se expresa en el propio tratamiento  del oficio y la misión del hombre en tiempos de revolución.

[12] El alcance filosófico de la obra de Carpentier de una forma u otra lo reconocen autoridades en la historia y las letras, como José A. Portuondo, Salvador Bueno, Salvador Arias, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet, Dolores Nieves, Ana Cairo y otros.  Max Henríquez Hureña califica “Guerra del Tiempo” (1958) como breves  relatos a manera de entretenimiento filosóficos.

[13]  Sobre la especificidad del saber filosófico, ver de Zaira Rodríguez: “Filosofía, Ciencia y valor. Edit.  C. Sociales, La Habana, 1985 y de Rigoberto Pupo: “La actividad como categoría filosófica”. Edit.  C. Sociales, La Habana, 1990, pp. 234-252 y Aprehensión martiana en Juan Marinello, Edit. Academia, La Habana, 1995.

[14] No se puede olvidar que a veces pensadores no reconocidos por la comunidad científico-filosófica como filósofos, hacen más filosofía que los filósofos de profesión.  En nuestro continente abundan los casos.

[15] Díaz de Kóbila, E. Ideas robadas. Edit. Biblos, Argentina, 1991, p. 95.

[16] Camus, A. Carnets, París, 1962, p. 23.

[17] Colectivo de autores. La Estética marxista-leninista y la creación artística. Edit. Progreso, Moscú, 1980, p. 137.

[18] Marx, C. Crítica del derecho político hegeliano. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, p. 155.

[19] Ibídem, p. 41.

[20] Este primer capítulo (ser y devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier), tiene como base de apoyatura esencial, el excelente trabajo de la destacada investigadora Araceli García-Carranza: “Vida y obra de Alejo Carpentier Cronología”... Publicigraf, La Habana, 1994, así como la obra misma de Carpentier, sus autorreflexiones, comentarios, etc.

[21] García-Carranza A. Vida y obra de Alejo Carpentier. Cronología. Publicigraf, La Habana, 194, p. 7.

[22] Leante, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco.  En Recopilaciones de textos sobre Alejo Carpentier. Serie Valoración múltiple. Casa de las Américas, La Habana, 1977, p. 58.

[23] “En 1916 mi padre me regaló un caballo que fue, durante años, el mejor compañero de mi vida, pues yo era un muchacho aquejado de asma, bastante huraño y tremendamente solitario, que sólo hallaba alegría leyendo a los clásicos o cabalgando por las lomas circundantes”.

[24] Habla Alejo Carpentier. En Recopilación de textos de Alejo Carpentier. Obra citada, pp. 15-16.

[25] Ver García-Carranza, A. Obra cit. pp. 8-9.

[26] Ver de García-Carranza, C. Obra cit. p. 9.

[27] Ibídem.

[28] Leante, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco.  Fuente citada. P. 59.

[29] Así la llamó Juan Marinello.

[30] García-Carranza, A. Obra cit. p. 9.

[31] Habla Alejo Carpentier. Fuente citada, p. 17.

[32] “La etapa de 1922 a 1928 puede considerarse como la del aprendizaje –aprendizaje que empieza a dar frutos en algunos artículos de Social de 1927-28, y en otros, publicados en el suplemento del Diario de la Marina, que dirigía José Antonio Fernández de Castro”  (Habla Alejo Carpentier, Fuente  cit. P. 20).

[33] Leante, C. Obra cit. p. 60.

[34] Citado por García-Carranza, A. Obra cit. p. 10.

[35] Ibídem.

[36] “Me encarcelaron en 1927 por firmar un manifiesto contra Machado.  Siete meses estuve preso en la cárcel de Prado 1.  Allí conocí a un tabaquero de nombre Joaquín Valdés que me enseñó a cantar La Internacional.  La cárcel es dura, difícil de acostumbrarse a ella.  El encierro, la falta de mujer, la inactividad, crean un estado de tensión nerviosa.  Sobre todo en los primeros meses.  Se vuelve uno irritable, se va a los puños por cualquier cosa.  Yo, por ejemplo, recuerdo que me enredé en una riña con un preso político peruano porque, al referirme que  su padre vivía de un  oso amaestrado, le dije que la explotación del oso por el hombre era inmoral.  Parece que aquello no le gustó y nos trabamos a golpes”. (Leante, C. obra cit. pp.60-61).

[37]Ver García-Carranza, A. Obra cit. p. 11.

[38] Leante, C. Obra cit. p. 62.

[39] Ibídem.

[40] Ibídem. p. 62.

[41] “En Francia escribí dos novelas cortas de asunto cubano, que no vieron ni verán jamás la luz de la imprenta, porque el escritor tiene que tener el coraje de echar polvo sobre muchas páginas aunque mucho esfuerzo le haya costado llenarlas, terminé también ¡Écue-Yamba-Ó! para cuya publicación, por la Editorial España, me trasladé a Madrid en 1933.  Esta primera novela mía es tal vez un intento fallido por el abuso de metáforas, de símiles mecánicos, de imágenes de un aborrecible mal gusto futurista y por esa falsa concepción de lo nacional que teníamos entonces los hombres de mi generación.  Pero no todo es deplorable en ella.  Salvo de la hecatombe los capítulos dedicados al “rompimiento” ñáñigo.  Fue grata mi estancia en Madrid a pesar de que bajé del tren con sólo veinte pesetas.  Le pedí a Julio Alva de Bayo mis derechos de autor por la publicación de la novela y me pagó regiamente: mil pesetas. Con este dinero di un banquete a mis amigos.  Y fue grata mi primera visita a la tierra española, sobre todo porque allí trabé amistad con Lorca, Salinas, Marichalar, Pittaluga y muchos otros.  Aunque siempre he detestado la vida de café –nunca la practiqué en París- por parecerme una abominable forma de perder el tiempo, de no hacer nada, confieso que pasé muy buenos ratos con García Lorca en la peña de la Taberna de Correos.  Al año siguiente habría de producirse mi segunda visita a Madrid, especialmente invitado por Lorca para asistir al estreno de Yerma, y tres después, mi tercera, en circunstancias, ay, muy distintas”.

[42] Carpentier, A. “La Habana vista por un turista cubano”(1). En Carteles No. 41, 8 de oct /39, p. 16.

[43] García-Carranza, A. Obra cit. p. 16.

[44] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Contemporáneos. UNEAC, La Habana, 1974, pp. 97-98.

[45] Ver de Padura, L. “Lo real maravilloso: creación y realidad”.  Editorial Letras cubanas, La Habana, 1989, pp. 18-21.

[46] Ibídem, p. 18.

[47] Ibídem, p. 19.

[48] Ver García-Carranza, A. Obra cit. pp. 16-17.

[49] “En Venezuela veía yo la historia a cada ángulo de calle.  Me encontraba en todas partes no solamente con nuestras grandes figuras, sino con figuras incluso secundarias que por sus caracteres eran en sí compendio y caracterización del hombre latinoamericano.  Así fue que empecé a entender poco a poco este gran continente, viéndolo como una especie de unidad formado por células, por elementos inseparables unos de otros, gracias al contacto con la “criolledad”, la conciencia de criolledad venezolana.  Y con una naturaleza como la de ustedes, que es compendio y resumen magnificado de toda la gran naturaleza del continente.” (Carpentier, A. Razón de Ser. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 45).

[50] Leante, C. Obra cit. pp. 67-68.

[51] Carpentier, A. Razón de Ser. Edic. cit. p. 44.

[52] García –Carranza, A. Obra cit. p. 17.

[53] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. 22.

[54] Ibídem.

[55] Carpentier, A. El reino de este mundo. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987, p.4.

[56] Este tema se trabajará con la profundidad requerida en su correspondiente capítulo.

[57] Ver García-Carranza, A. Obra cit. p. 18.

[58] Ver de Arias, S. Prólogo a Carpentier, A. “Los pasos perdidos”. Editorial Arte y Litertura, La Habana, 1976, pp. 6-19-

[59] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. p. 27.

[60] Ibídem, p. 26.

[61] García-Carranza, A. Obra cit. p. 20.

[62] Leante, C. Obra cit. p. 68.

[63] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. p. 55.  

[64] Ibídem, p. 54.

[65] Leante, C. Obra cit. p. 57.

[66] Ibídem. P. 61.

[67] Ante las preguntas ¿Qué autores contribuyeron a su formación como escritor? Y ¿qué podría decirnos de su formación latinoamericana y cubana? Responde Carpentier: “Todos y ninguno.  Nunca he tenido eso que algunos llaman “un autor predilecto”.  Para mí, “autor predilecto” es todo aquel que logra lo que se ha propuesto en el plano dado.  Puede escribir mal, incluso.  Pero si tiene fuerza, energía, poder de expresión, es escritor nato.  Pío Baroja, si nos ponemos a desmenuzar sus párrafos, escribía con un descuido escandaloso.  Pero... ¿quién duda que El escuadrón del brigante sea un gran libro?  Soy aficionado a toda literatura en la que se siente el pálpito de un escritor verdadero, desde la novela policíaca, hasta Joyce, Proust, Samuel Beckett o Claude Simon.

--A menudo me preguntan: ¿Cómo es que, habiendo vivido los años más brillantes del surrealismo, en compañía de Robert Desnos, Eluard, Leiris, Queneau, Ribemont-Dessaignes, Benjamín Peret, Masson, Giacometti, Tanguy, etcétera, no te dejaste tentar por la oportunidad de “hacer surrealismo”?  ¿Cómo es que, habiendo sido invitado por Breton a colaborar en La Révolution Surréaliste, no le mandaste ningún texto?... La respuesta es sencilla: al no haberme contado entre los formadores del grupo, no quería ser un surrealista más.  No negaré que el surrealismo me enseñó muchas cosas; que aún le agradezco ciertas “iluminaciones” que han tenido una considerable influencia  en mis libros.  Pero siempre pensé que el escritor latinoamericano –sin dejar de ser universal por ello- debía tratar de expresar su mundo, mundo tanto más interesante por cuanto es nuevo, se encuentra poblado de sorpresas, ofrece elementos difíciles de tratar porque aún no han sido explotados por la literatura.  Pensé, desde que empecé a tener una conciencia cabal de lo que quería hacer, que el escritor latinoamericano tenía el deber de “revelar” realidades aún inéditas.  Y sobre todo, salir del “nativismo”, del “tipicismo”, de la estampa pintoresca, para “desprovincializar” su literatura elevándola a la categoría de los valores universales.” (Habla Alejo Carpentier, Obra cit. pp. 18-19.

[68] Carpentier A. Razón de ser. Editorial Letras cubanas. La Habana, 1984, p. 116.

[69] Leante, C. Obra cit. p. 69.

[70] Ibídem.

[71] “La música está presente en toda mi obra. En El Siglo de las Luces, por ejemplo, Carlos toca la flauta, el protagonista de Los pasos perdidos es un músico y El acoso está estructurada en forma de sonata: primera parte, exposición, tres temas, diecisiete variaciones y conclusión o coda.  Un lector atento que conozca música puede observar fácilmente este desarrollo” (Leante, C. Obra cit. p. 67).

[72] Ver de Carpentier, A. La ciudad de las columnas.  En del propio autor. Tientos y diferencias. UNEAC, La Habana,. 1974, pp. 51-62.

[73]Acosta L. Música y épica en la novela de Alejo Carpentier.  En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Ediciones Unión, La Habana, 1985, p. 14.

[74] A. Carpentier. Razón de ser. Edición cit. p. 66.

[75] Ibídem p. 69.

[76] Ibídem, p. 73.

[77] Ibídem, p. 78,

[78] Ahora sólo asumimos  lo real maravilloso como un momento que matiza y “colorea” la cosmovisión de Carpentier, pues el tercer capítulo se dedica de modo íntegro a dicho tema.

[79] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Contemporáneos. UNEAC, La Habana, 1974, pp. 18-19.

[80] Ibídem, p. 19.

[81] Aquí sólo se hace mención a la teoría carpenteriana de los contextos, como aspecto importante de su concepción del mundo latinoamericano.  No se trabaja a profundidad.  Ver el excelente ensayo de Fernández Retamar, R. Sobre los contextos latinoamericanos en la obra de Alejo Carpentier.  En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Ediciones Unión, La Habana, 1985, pp. 89-98.

[82] “Por esta vía Carpentier ha logrado una mejor comprensión del entorno total americano, del origen de sus insólitas particularidades y, al mismo tiempo, ha desarrollado un sistema literario capaz de conocer y reflejar nuestras maravillosas y típicas esencias”. (Padura, L. Lo real maravilloso: creación y realidad. Edit. Letras cubanas, La Habana,1989, p. 59.

[83] Carpentier, A. Razón de ser. Obra citada, pp. 27-28.

[84] Portuondo, J. A. Alejo Carpentier, creador y teórico de la literatura.  En Alejo Carpentier. Serie Valoración múltiple. Casa de las Américas, La Habana, 1975, p. 87.

[85] “En el mundo de la novela de Alejo Carpentier, la semántica del tiempo y el espacio tiene una importancia primordial; sólo comprendiéndola podemos acercarnos a su barroco y a “lo real maravilloso”.  Además, aquí el papel del tiempo-espacio, cambia de obra en obra: ora el autor desarrolla una tensión entre el tiempo de la narración (o del cuento) y el llamado tiempo contado (o del “contenido”), ora revela su punto de vista formando lo dominante en las interrelaciones del espacio y el tiempo del “contenido”.  En unas cuantas novelas Carpentier pone en correspondencia el desarrollo del contenido con un tiempo musical(...)  En todas las grandes novelas del escritor cubano, el drama y el tiempo individuales retroceden ante los grandes espacios épicos y ante el tiempo humano que transcurre en el plano más amplio, ante los procesos, conflictos y bruscos cambios colectivos.  Esto no significa que los héroes no tienen su papel en la historia: ellos tienen un papel, pero es sólo una parte, un papel que tarde o temprano será agotado y sólo al precio de la más alta tensión, de una auténtica autosuperación, del descubrimiento en sí mismo de fuerzas creadoras, pueden ellas dejar huellas en el tiempo de la humanidad” (Talvet, J. Algunos aspectos del tiempo y del espacio en la novelística de Alejo Carpentier. En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Obra cit. pp. 141-142)

[86] Ibídem, p. 149.

 

[87] Ibídem, p. 150.

[88] “(...) Puede decirse que en nuestra vida presente conviven las tres realidades temporales agustinianas: el tiempo pasado -tiempo de memoria-, el tiempo presente –tiempo de la visión o de la intuición-, el tiempo futuro o tiempo de espera.  Y esto en simultaneidad.  La historia de nuestra América pesa mucho sobre el presente del hombre latinoamericano; pesa mucho más que el pasado europeo sobre el hombre europeo” (Carpentier, A. Razón de ser. Obra cit. p. 98). 

[89] Ibídem, p. 97.

[90] Ibídem.

[91] Por eso Carpentier hace tanto énfasis en el ensayo de Martí “Nuestra América” y lo cualifica como obra barroca.  Con razón, pues, “Nuestra América” es un ensayo cultural, identitario con alma política, de raíz americana y con vocación ecuménica.

[92] Carpentier, A. Habla Alejo Carpentier. Obra citada pp. 23-24

[93] Ibídem, pp. 25-26.

[94] Ibídem.

95 ¿Qué consejos daría usted a un joven escritor para que se desarrolle y alcance madurez, en cuanto a técnica y expresión?

“¿Consejos? Trabajar, trabajar, trabajar... Probar con todos los géneros para saber cuáles corresponden realmente a su sensibilidad.  Hallar el género, el medio de expresión, adecuados.  Eso lo descubre el escritor por sí mismo, sin que tengan que hablarle ni aconsejarle.  Una mañana, una tarde, una noche, al terminar de ennegrecer una cuartilla, el escritor siente que aquello que andaba buscando, dando tumbos y palos de ciego, ha cristalizado.  Ahí apareció un estilo suyo, un enfoque personal, una forma, que lo satisfacen... Por lo demás, es menester que los escritores jóvenes dejen de lado  toda impaciencia por ser conocidos o reconocidos.  La carrera literaria es la más larga de las carreras.  Yo  calculo que se necesitan veinte años de actividad para que la firma de un autor... empiece apenas a ser conocida por el público lector.  Después, es la recompensa, el premio... Cuando el público reconoce a un autor, lo sigue en todas sus creaciones”. (Ibídem. P. 43)

[96] Carpentier, A. Sobre el meridiano intelectual de nuestra América.  En Ensayos. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1984, pp. 155-156.

[97] Carpentier A. “Cervantes en el alba de hoy.  En Ensayos. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1984, p. 229.

[98] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Obra cit. p. 17.

[99] Ibídem, p. 18.

[100] Carpentier, A. De lo local a lo universal.  En El nacional, Caracas, 27 de febrero de 1955.

[101] Carpentier, A. El escenario y la novela.  En El nacional, Caracas, 10 de abril de 1956.

[102] Carpentier, a. El escenario y la novela.  En El nacional, Caracas, 10 de abril de 21952, pp. 34-35.

[103] Ibídem, p. 35.

[104] Carpentier, A. Razón de ser. Edición cit. pp. 77-78.

[105] Ibídem, p. 69.

[106] Martí, J. El  hombre antiguo de América y sus artes primitivas. O.C. T. 8. Edit. Nal. De Cuba, La Habana, 1963, p. 333.

[107] Martí, J. O.C. Edic. cit. T. 7, p. 175.

[108] Martí, J. O.C. Edic. cit. T. 7. P. 218.

[109] Hans-Otto Dill. El Ideario Literario y Estético de José Martí. Premio Casa de las Américas 1975 (ensayo). Edit. Casa, La Habana, 1975, pp. 86-88.

[110] Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, p. 28.

[111] Ibídem, pp. 69-70.

[112] Debe destacarse el ensayo de Leonardo Padura “Lo real maravilloso: creación y realidad, Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989, como una obra de obligatoria consulta en el tratamiento del tema que nos ocupa.  En mi criterio es el trabajo más profundo que se ha publicado en torno al gran descubrimiento de Carpentier.

[113] Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, pp. 70-71.

[114] Sobre esto ver Zea, L. Introducción a la filosofía (La conciencia del hombre en la filosofía). UNAM, México, 1991, pp. 7-20

[115] Carpentier,  A.  El reino de este mundo. Prólogo. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1982, p.1.

[116] “Pero obsérvese que cuando André Masson quiso dibujar la selva de la isla de Martinica, con el increíble entrelazamiento de sus plantas y la obscena promiscuidad de ciertos frutos, la maravillosa verdad del asunto devoró al pintor, dejándole poco menos que impotente frente al papel en blanco.  Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam, quien nos enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza –con todas sus metamorfosis y simbiosis-, en cuadros monumentales de una expresión única en la pintura contemporánea” (Ibídem, p. 3.).

[117] Ibídem, p. 4.

[118] Ibídem. p. 5.

[119] Ibídem.

[120] “Sin habérmelo propuesto de modo sistemático, el texto que sigue ha respondido a este orden de preocupaciones.  En él se narra –hace alusión a “El reino de este mundo”- una sucesión de hechos extraordinarios, ocurridos en la isla de Santo Domingo, en determinada época que no alcanza el lapso de una vida humana, dejándose que lo maravilloso fluya libremente de una realidad estrictamente seguida en todos sus detalles” (Ibídem. p. 9)

[121] Ibídem. p. 9

[122] “Y sin embargo –escribe Carpentier- por la dramática singularidad de los acontecimientos, por la fantástica apostura de los personajes que se encontraron –se refiere a “El reino de este mundo”- en determinado momento, en la encrucijada mágica de la Ciudad del Cabo, todo resultado maravilloso en una historia imposible de situar en Europa, y que es tan real, sin embargo, como cualquier suceso ejemplar de los consignados, para pedagógica edificación, en los manuales escolares. ¿Pero qué es la historia de América toda –se interroga Carpentier en forma emotiva y conceptual- sino una crónica de lo real maravilloso?” (Ibídem)

[123] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Edición cit. p. 99.

[124] “Como concepción del mundo latinoamericano, también la teoría de Carpentier –escribe Leonardo Padura- tiene límites inconmensurables, gracias a que su fundamento es la definitiva concientización de las posibilidades artísticas inmanentes en el peculiar devenir de América, donde han venido a fundirse razas, culturas, pueblos, modos de producción, religiones, sistemas políticos, leyes absurdas y feroces dependencias coloniales y neocoloniales, que, en su barroca amalgama, conducen el desarrollo del continente por caminos inesperados e incomprensibles, para cualquier otra región del mundo.  Es ver de América sus esencias distintivas y crear la literatura que a ellas corresponde y mejor las expresa.” (Padura, L. “Lo real maravilloso: creación y realidad”. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989, pp. 27-28).

[125] Ibídem, p. 29.

[126] “(...) la distinción entre estos dos sistemas -se refiere Padura al realismo mágico y a lo real maravilloso- como visiones del mundo que se suceden y se complementa, viene a ofrecer una última certeza: el realismo mágico florece como forma expresiva de los insólitos y maravillosos fenómenos americanos vistos desde una pupila virgen y original, gracias a que América es, ni más ni menos, el lugar del mundo donde lo maravilloso se da en estado bruto, donde “lo insólito es cotidiano”, el rincón del planeta escogido por lo real maravilloso” (Ibídem, p. 37)

[127] Ibídem, p. 33.

[128] Resulta interesante el estudio histórico que realiza Leonardo Padura del concepto lo real maravilloso, a través de la obra de Carpentier. En él,  siguiendo una lógica integradora presenta su evolución y las diferencias específicas que van marcando su decurso. (Ibídem, pp. 37-71).

[129] Rodríguez Coronel, R. “Alejo Carpentier: Novela y Revolución.  En Revista Universidad de La Habana, No. 214, mayo-agosto de 1981, p. 105.

[130] Padura, L. Obra citada, p. 37.

[131] “¿En qué consiste, pues la novedad anhelada? Ante todo, en la cosmovisión personalizada, singular de un artista”. (Tovstonízov, G. La paradoja del espectador. Literaturnaya Gazeta, 1973, 23 de mayo, p. 8 (en ruso).

[132] Márquez, A. “Teoría carpenteriana de lo real maravilloso”. En Revista Casa de las Américas, No. 125, marzo-abril de 1981, p. 93.

[133] Por supuesto, no creo en modo alguno que Carpentier, consciente o inconscientemente, tratara de imponer un surrealismo latinoamericano.  El propio Alejo Carpentier en Francia, junto a los creadores del surrealismo, no hizo causa común con ellos, además fue su crítico implacable.  Su concepción del hombre en relación con la realidad y el sentido cultural que le era inmanente a su cosmovisión y a su discurso, lo separaba de aquella escuela que según él “(...) a fuerza de querer suscitar lo maravilloso a todo trance, los taumaturgos se hacen burócratas” (Carpentier, a. El reino de este mundo. Edición citada, p. 2.

Además la crítica carpenteriana al surrealismo, no se centraba sólo en el método, sino también en su cosmovisión general, que por abstracta, se hizo estéril.

[134] Márquez, A. Obra citada, p. 93.

[135] No se puede olvidar que muchas obras creadoras (creaciones musicales, literarias, artísticas, filosóficas) en su momento cumbre de revelación, los creadores han llegado a estados pasajeros de “locuras”.

[136] Por supuesto, premisas diferentes en esencia, respecto a otros pensadores como es el caso de Vasconcelos. “(...) Sostengo –escribe el ilustre pensador mexicano- que el conocimiento es la concurrencia de verdades que nos llegan por los sentidos, por la inteligencia, por la revelación, y que por lo mismo hace falta descubrir el método de unión de estos caminos (...) Postulé, al mismo tiempo, la existencia en nuestra conciencia de un a priori especial, el a priori estético, que opera según ritmo, melodía y armonía y al cual responde la realidad cuando se expresa según cualidad” (Vasconcelos, J. Filosofía Estética. Espasa-Calpe, Mexicana, S.A. México, 1994, p. 11).

[137]  Carpentier, a. El reino de este mundo. Obra citada, pp. 176-177.

[138] Carpentier, A. La Consagración de la Primavera. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1979. P. 459.

[139] “El ser –escribe Umberto Eco- no es un problema de sentido común (es decir, el sentido común no se plantea como problema) porque es la condición misma del sentido común (...) El ser es el horizonte (...) Hay siempre algo, desde el momento, que hay alguien capaz de preguntarse por qué hay ser en lugar de nada” (Eco, Umberto. Kant y el ornitorrinco. Edit. Lumen, Milán, Italia, 1997. P. 26).

[140] Leantes, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco. Edic. citada, p. 69.

[141] Habla Alejo Carpentier, Obra citada, p. 26.

[142] Márquez, Alexis. Homenaje a Alejo Carpentier. En de Carpentier. A. Razón de ser. Edic. citada, p. 13. Destacando el sentido premonitorio carpenteriano, Márquez añade: “La Revolución cubana ha sido para él (...) la superación definitiva del Mito de Sísifo.  Porque al  incorporarse de lleno en sus tareas, por primera vez, ha sentido que el duro batallar de cada día no es el recomienzo de la labor frustrada del día anterior, sino un avanzar sin pausa, un progresar constante hacia metas que cada día van adquiriendo palpitante realidad.  De modo que el hoy de Carpentier, militante de la Revolución y copartícipe en la construcción de un nuevo destino para su pueblo, estaba ya latente en las páginas de Los pasos perdidos” (Ibídem).

[143] “Hay en el relato ‘Semejante a la noche’ un pasaje en que este sentido de lo premonitorio alcanza un impresionante grado de lucidez.  Es una clara alusión- enfatiza Márquez- al fin de la Segunda Guerra Mundial y a la liquidación del nazismo, dice: “ahora acabaríamos para siempre con la Nueva Orden Teutónica, y encontraríamos, victoriosos, en el tan esperado futuro del hombre reconciliado”. ¿Es, acaso, aventurado pensar que en tales palabras, escritas en 1946, mucho antes del triunfo de la Revolución cubana, fueron entonces el presentimiento de lo que hoy la humanidad ha comenzado a vivir como realidad objetiva? (Ibídem, pp. 13-14). 

[144] ¿Puede el hombre moderno, sabedor de que es posible hacerlo, sustraerse a las peripecias de su época? –interroga Carpentier, a partir de una idea de los pasos perdidos-.  Mi personaje, el que habla en primera persona, lo logra. Pero su época lo alcanza –en este caso, a través de la música –como la muerte, cierta tarde alcanzó al jardinero de Ispahán, del apólogo famoso.  Todo hombre debe vivir su época, padecer su época, gozar su época -si gozos le ofrece- tratando de mejorar lo que es.  Lo demás, es literatura que responde al anhelo de evasión que –desde Rimbaud- sintieron muchos escritores, hasta muy entrados los años actuales.( Vázquez, E. “Habla para Granma, Alejo Carpentier. “Entrevista para Granma, La habana, A. 5, No. 73, p. 5, marzo 27de 1969.)

[145] “No es necesario ser guiado por un excesivo amor a nuestra América, para reconocer que en las pinturas que adornan el templo de Bonampak, en Yucatán, se nos presentan figuras humanas en escorzos de una audacia desconocida por la pintura europea de la misma época –escorzos que se aparean con muchos años de anterioridad, con el de un Cristo de Mantegna, por ejemplo.  Y eso no es todo: sólo ahora estamos empezando a percibir el singular y profundo trasfondo filosófico de las grandes cosmogonías y mitos originales de América” (Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, pp. 21-22).

[146]Ibídem, p. 27.

[147] Padura, L. Obra citada, pp. 70-71.  Y agrega el especialista carpenteriano: “mientras tanto lo maravilloso sigue ahí, lo insólito continúa siendo cotidiano en esta singular América nuestra, que entendemos mejor después de leer a Carpentier... Lo importante, ahora, es que la clase magistral del narrador cubano no termine con sus libros. Hay que aprender su magnífica lección y como él, escribir la literatura que corresponde a nuestras esencias”. (Ibídem, p. 71.).

[148] Ibídem, p. 150.

 

Iconografía carpenteriana

[1] Sobre el hombre nuevo en Carpentier, ver su discurso el 20 de diciembre de 1974 en La Habana, En Un camino de medio siglo.  Setenta Aniversario de A. Carpentier. La Habana, Orbe, 1976, pp. 21-22.

[2] A. Carpentier posee una extensa obra novelística: “Ecué- Yamba-O” (1933); “El reino de este mundo” (1949; “Los pasos perdidos” (1953); “El Acoso” (1956); “Guerra del Tiempo” (1958) con tres relatos: “Camino de Santiago”, “Viaje a la semilla” y “Semejante a la noche”; “El Siglo de las Luces” (1962); “Derecho de asilo” (1972); “El Recurso del Método” (1974); “Concierto Barroco” (1974); “La Consagración de la Primavera” (1978); “El Arpa y la Sombra” (1979; y otras.  Además existe un libro de investigación histórica que por primera vez, sistematiza creadoramente los estudios sobre la música cubana: “La música en Cuba” (1946).  Son innumerables los artículos periodísticos publicados en las revistas de Avance, Carteles, Chic, y otros.

[3] Sobre su obra ver de A. García Carranza: bibliografía de A. Carpentier. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1984.

[4] Ver Alejo Carpentier: Carta a Gene Bell, abril de 1972. Revista Casa de las Américas No. 125 Año XXI Marzo-Abril 1981, p. 70.

[5] A. Carpentier: “Confesiones sencillas de un escritor barroco”.  Valoración múltiple (Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier) La Habana, 1977, p. 95.  En las propias confesiones se halla su ruptura: “Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista; no iba a añadir nada a este movimiento” (ibídem p. 62-63).  “me vi llevado a acercar la maravillosa realidad recién nacida, a la agotante pretensión de suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años” (Ibídem p. 95).

[6] A. Carpentier: La consagración de la primavera. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1979, p. 179.

[7] A. Carpentier: Entrevistas.  Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1985. P. 111.

[8] “Hay que tomar nuestras cosas, nuestros hombres y proyectarlos en los acontecimientos universales para que el escenario americano deje de ser una cosa exótica.  (Declaraciones de Carpentier al “Diario de la Marina” y recogidas por Marinello en “Meditación americana”. Edición Procyón, Buenos Aires, 1959, p. 61.

[9] Entre otros se destacan, de José A. Portuondo: Alejo Carpentier: creador y teórico de la literatura; Valoración Múltiple. Casa de las Américas, La Habana 1977; de Salvador Arias: Prólogo a “Los pasos perdidos . Valoración Múltiple” de Alejo Carpentier; de Alexis Márquez: “Teoría carpenteriana de lo real maravilloso”, Rev. Casa de las Américas No. 125, Mayo-Abril, Año XXX, 1981, pp. 83-95  y “Dos dilucidaciones en torno a A. Carpentier”. Rev. Casa de las Américas No. 12, Nov.-Dic. 1974, pp. 35-47; de Lev Ospovat: “El hombre y la historia en la obra de A. Carpentier”. Rev. Casa de las Américas No. 125, 1981, p. 72-82; de Ambrosio Fornet: Sobre el tiempo y la historia en la obra de Carpentier, Rev. Casa de las Américas No. 129, Nov-Dic. 1981,pp. 57-67; de Leonardo Padura: “Lo real maravilloso: creación y realidad”. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989; de Jaime Lavastida: A. Carpentier: realidad y conocimiento estético.  Revista Casa No. 87, Nov.-Dic. 1974, p. 21-44; de Rogelio Rodríguez: A. Carpentier. Novela y Revolución: Rev. Universidad de La Habana, No. 214, Mayo-Agosto, 1981, pp. 95-119; de Enrique Anderson-Imber: “El realismo mágico” y otros ensayos. Caracas, 1976; de Carlos Santander. “Historicidad  en el Siglo de las Luces”, Ediciones Cultura-hispánica, Madrid; de Kalus Muller Berg: “Corrientes y vanguardistas, surrealismo en la obra de A. Carpentier”, en Asedio A Carpentier; Once ensayos críticos sobre el novelista cubano, y de Pablo Guadarrama: Alejo Carpentier y la autenticidad cultural latinoamericana, en del propio autor: Lo universal y lo específico en la cultura. Edic. C. Sociales, La Habana, 1990; de Juri Talvet: Algunos aspectos del tiempo y del espacio en la novelística de A. Carpentier, Rev. Casa No. 122, 1980, pp. 104-113.

[10] “Soy de los que creen que la ausencia de formación filosófica hizo mucho daño a  nuestra literatura.  La incultura filosófica, literaria, enciclopédica, de casi todos nuestros grandes nativistas es notoria.  Muchos de ellos hubieran sido incapaces de dialogar en plano profesional, con sus colegas de Francia, Inglaterra o España.  De ahí que el enfoque asiduo de culturas extranjeras, del presente o del pasado, lejos de significar un subdesarrollo intelectual, sea, por el contrario, una posibilidad de universalización para el escritor latinoamericano.  Quienes sean lo bastante fuertes para tocar a las puertas de la gran cultura universal serán capaces de abrir sus batientes y de entrar en la gran casa (A. Carpentier: Problemática de la actual novela latinoamericana: Tientos y diferencias. Edit. UNEAC, La Habana, 1974, p. 26).

[11] Por supuesto no se debe olvidar que el pensamiento de Carpentier evoluciona con el tiempo y urgido por nuevas realidades.  Posteriormente al triunfo de la Revolución de 1959 hay sensibles ascensos en cuanto a concreción se refiere, lo cual se expresa en el propio tratamiento  del oficio y la misión del hombre en tiempos de revolución.

[12] El alcance filosófico de la obra de Carpentier de una forma u otra lo reconocen autoridades en la historia y las letras, como José A. Portuondo, Salvador Bueno, Salvador Arias, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet, Dolores Nieves, Ana Cairo y otros.  Max Henríquez Hureña califica “Guerra del Tiempo” (1958) como breves  relatos a manera de entretenimiento filosóficos.

[13]  Sobre la especificidad del saber filosófico, ver de Zaira Rodríguez: “Filosofía, Ciencia y valor. Edit.  C. Sociales, La Habana, 1985 y de Rigoberto Pupo: “La actividad como categoría filosófica”. Edit.  C. Sociales, La Habana, 1990, pp. 234-252 y Aprehensión martiana en Juan Marinello, Edit. Academia, La Habana, 1995.

[14] No se puede olvidar que a veces pensadores no reconocidos por la comunidad científico-filosófica como filósofos, hacen más filosofía que los filósofos de profesión.  En nuestro continente abundan los casos.

[15] Díaz de Kóbila, E. Ideas robadas. Edit. Biblos, Argentina, 1991, p. 95.

[16] Camus, A. Carnets, París, 1962, p. 23.

[17] Colectivo de autores. La Estética marxista-leninista y la creación artística. Edit. Progreso, Moscú, 1980, p. 137.

[18] Marx, C. Crítica del derecho político hegeliano. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, p. 155.

[19] Ibídem, p. 41.

[20] Este primer capítulo (ser y devenir del pensamiento y la obra de Alejo Carpentier), tiene como base de apoyatura esencial, el excelente trabajo de la destacada investigadora Araceli García-Carranza: “Vida y obra de Alejo Carpentier Cronología”... Publicigraf, La Habana, 1994, así como la obra misma de Carpentier, sus autorreflexiones, comentarios, etc.

[21] García-Carranza A. Vida y obra de Alejo Carpentier. Cronología. Publicigraf, La Habana, 194, p. 7.

[22] Leante, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco.  En Recopilaciones de textos sobre Alejo Carpentier. Serie Valoración múltiple. Casa de las Américas, La Habana, 1977, p. 58.

[23] “En 1916 mi padre me regaló un caballo que fue, durante años, el mejor compañero de mi vida, pues yo era un muchacho aquejado de asma, bastante huraño y tremendamente solitario, que sólo hallaba alegría leyendo a los clásicos o cabalgando por las lomas circundantes”.

[24] Habla Alejo Carpentier. En Recopilación de textos de Alejo Carpentier. Obra citada, pp. 15-16.

[25] Ver García-Carranza, A. Obra cit. pp. 8-9.

[26] Ver de García-Carranza, C. Obra cit. p. 9.

[27] Ibídem.

[28] Leante, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco.  Fuente citada. P. 59.

[29] Así la llamó Juan Marinello.

[30] García-Carranza, A. Obra cit. p. 9.

[31] Habla Alejo Carpentier. Fuente citada, p. 17.

[32] “La etapa de 1922 a 1928 puede considerarse como la del aprendizaje –aprendizaje que empieza a dar frutos en algunos artículos de Social de 1927-28, y en otros, publicados en el suplemento del Diario de la Marina, que dirigía José Antonio Fernández de Castro”  (Habla Alejo Carpentier, Fuente  cit. P. 20).

[33] Leante, C. Obra cit. p. 60.

[34] Citado por García-Carranza, A. Obra cit. p. 10.

[35] Ibídem.

[36] “Me encarcelaron en 1927 por firmar un manifiesto contra Machado.  Siete meses estuve preso en la cárcel de Prado 1.  Allí conocí a un tabaquero de nombre Joaquín Valdés que me enseñó a cantar La Internacional.  La cárcel es dura, difícil de acostumbrarse a ella.  El encierro, la falta de mujer, la inactividad, crean un estado de tensión nerviosa.  Sobre todo en los primeros meses.  Se vuelve uno irritable, se va a los puños por cualquier cosa.  Yo, por ejemplo, recuerdo que me enredé en una riña con un preso político peruano porque, al referirme que  su padre vivía de un  oso amaestrado, le dije que la explotación del oso por el hombre era inmoral.  Parece que aquello no le gustó y nos trabamos a golpes”. (Leante, C. obra cit. pp.60-61).

[37]Ver García-Carranza, A. Obra cit. p. 11.

[38] Leante, C. Obra cit. p. 62.

[39] Ibídem.

[40] Ibídem. p. 62.

[41] “En Francia escribí dos novelas cortas de asunto cubano, que no vieron ni verán jamás la luz de la imprenta, porque el escritor tiene que tener el coraje de echar polvo sobre muchas páginas aunque mucho esfuerzo le haya costado llenarlas, terminé también ¡Écue-Yamba-Ó! para cuya publicación, por la Editorial España, me trasladé a Madrid en 1933.  Esta primera novela mía es tal vez un intento fallido por el abuso de metáforas, de símiles mecánicos, de imágenes de un aborrecible mal gusto futurista y por esa falsa concepción de lo nacional que teníamos entonces los hombres de mi generación.  Pero no todo es deplorable en ella.  Salvo de la hecatombe los capítulos dedicados al “rompimiento” ñáñigo.  Fue grata mi estancia en Madrid a pesar de que bajé del tren con sólo veinte pesetas.  Le pedí a Julio Alva de Bayo mis derechos de autor por la publicación de la novela y me pagó regiamente: mil pesetas. Con este dinero di un banquete a mis amigos.  Y fue grata mi primera visita a la tierra española, sobre todo porque allí trabé amistad con Lorca, Salinas, Marichalar, Pittaluga y muchos otros.  Aunque siempre he detestado la vida de café –nunca la practiqué en París- por parecerme una abominable forma de perder el tiempo, de no hacer nada, confieso que pasé muy buenos ratos con García Lorca en la peña de la Taberna de Correos.  Al año siguiente habría de producirse mi segunda visita a Madrid, especialmente invitado por Lorca para asistir al estreno de Yerma, y tres después, mi tercera, en circunstancias, ay, muy distintas”.

[42] Carpentier, A. “La Habana vista por un turista cubano”(1). En Carteles No. 41, 8 de oct /39, p. 16.

[43] García-Carranza, A. Obra cit. p. 16.

[44] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Contemporáneos. UNEAC, La Habana, 1974, pp. 97-98.

[45] Ver de Padura, L. “Lo real maravilloso: creación y realidad”.  Editorial Letras cubanas, La Habana, 1989, pp. 18-21.

[46] Ibídem, p. 18.

[47] Ibídem, p. 19.

[48] Ver García-Carranza, A. Obra cit. pp. 16-17.

[49] “En Venezuela veía yo la historia a cada ángulo de calle.  Me encontraba en todas partes no solamente con nuestras grandes figuras, sino con figuras incluso secundarias que por sus caracteres eran en sí compendio y caracterización del hombre latinoamericano.  Así fue que empecé a entender poco a poco este gran continente, viéndolo como una especie de unidad formado por células, por elementos inseparables unos de otros, gracias al contacto con la “criolledad”, la conciencia de criolledad venezolana.  Y con una naturaleza como la de ustedes, que es compendio y resumen magnificado de toda la gran naturaleza del continente.” (Carpentier, A. Razón de Ser. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 45).

[50] Leante, C. Obra cit. pp. 67-68.

[51] Carpentier, A. Razón de Ser. Edic. cit. p. 44.

[52] García –Carranza, A. Obra cit. p. 17.

[53] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. 22.

[54] Ibídem.

[55] Carpentier, A. El reino de este mundo. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987, p.4.

[56] Este tema se trabajará con la profundidad requerida en su correspondiente capítulo.

[57] Ver García-Carranza, A. Obra cit. p. 18.

[58] Ver de Arias, S. Prólogo a Carpentier, A. “Los pasos perdidos”. Editorial Arte y Litertura, La Habana, 1976, pp. 6-19-

[59] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. p. 27.

[60] Ibídem, p. 26.

[61] García-Carranza, A. Obra cit. p. 20.

[62] Leante, C. Obra cit. p. 68.

[63] Habla Alejo Carpentier. Obra cit. p. 55.  

[64] Ibídem, p. 54.

[65] Leante, C. Obra cit. p. 57.

[66] Ibídem. P. 61.

[67] Ante las preguntas ¿Qué autores contribuyeron a su formación como escritor? Y ¿qué podría decirnos de su formación latinoamericana y cubana? Responde Carpentier: “Todos y ninguno.  Nunca he tenido eso que algunos llaman “un autor predilecto”.  Para mí, “autor predilecto” es todo aquel que logra lo que se ha propuesto en el plano dado.  Puede escribir mal, incluso.  Pero si tiene fuerza, energía, poder de expresión, es escritor nato.  Pío Baroja, si nos ponemos a desmenuzar sus párrafos, escribía con un descuido escandaloso.  Pero... ¿quién duda que El escuadrón del brigante sea un gran libro?  Soy aficionado a toda literatura en la que se siente el pálpito de un escritor verdadero, desde la novela policíaca, hasta Joyce, Proust, Samuel Beckett o Claude Simon.

--A menudo me preguntan: ¿Cómo es que, habiendo vivido los años más brillantes del surrealismo, en compañía de Robert Desnos, Eluard, Leiris, Queneau, Ribemont-Dessaignes, Benjamín Peret, Masson, Giacometti, Tanguy, etcétera, no te dejaste tentar por la oportunidad de “hacer surrealismo”?  ¿Cómo es que, habiendo sido invitado por Breton a colaborar en La Révolution Surréaliste, no le mandaste ningún texto?... La respuesta es sencilla: al no haberme contado entre los formadores del grupo, no quería ser un surrealista más.  No negaré que el surrealismo me enseñó muchas cosas; que aún le agradezco ciertas “iluminaciones” que han tenido una considerable influencia  en mis libros.  Pero siempre pensé que el escritor latinoamericano –sin dejar de ser universal por ello- debía tratar de expresar su mundo, mundo tanto más interesante por cuanto es nuevo, se encuentra poblado de sorpresas, ofrece elementos difíciles de tratar porque aún no han sido explotados por la literatura.  Pensé, desde que empecé a tener una conciencia cabal de lo que quería hacer, que el escritor latinoamericano tenía el deber de “revelar” realidades aún inéditas.  Y sobre todo, salir del “nativismo”, del “tipicismo”, de la estampa pintoresca, para “desprovincializar” su literatura elevándola a la categoría de los valores universales.” (Habla Alejo Carpentier, Obra cit. pp. 18-19.

[68] Carpentier A. Razón de ser. Editorial Letras cubanas. La Habana, 1984, p. 116.

[69] Leante, C. Obra cit. p. 69.

[70] Ibídem.

[71] “La música está presente en toda mi obra. En El Siglo de las Luces, por ejemplo, Carlos toca la flauta, el protagonista de Los pasos perdidos es un músico y El acoso está estructurada en forma de sonata: primera parte, exposición, tres temas, diecisiete variaciones y conclusión o coda.  Un lector atento que conozca música puede observar fácilmente este desarrollo” (Leante, C. Obra cit. p. 67).

[72] Ver de Carpentier, A. La ciudad de las columnas.  En del propio autor. Tientos y diferencias. UNEAC, La Habana,. 1974, pp. 51-62.

[73]Acosta L. Música y épica en la novela de Alejo Carpentier.  En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Ediciones Unión, La Habana, 1985, p. 14.

[74] A. Carpentier. Razón de ser. Edición cit. p. 66.

[75] Ibídem p. 69.

[76] Ibídem, p. 73.

[77] Ibídem, p. 78,

[78] Ahora sólo asumimos  lo real maravilloso como un momento que matiza y “colorea” la cosmovisión de Carpentier, pues el tercer capítulo se dedica de modo íntegro a dicho tema.

[79] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Contemporáneos. UNEAC, La Habana, 1974, pp. 18-19.

[80] Ibídem, p. 19.

[81] Aquí sólo se hace mención a la teoría carpenteriana de los contextos, como aspecto importante de su concepción del mundo latinoamericano.  No se trabaja a profundidad.  Ver el excelente ensayo de Fernández Retamar, R. Sobre los contextos latinoamericanos en la obra de Alejo Carpentier.  En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Ediciones Unión, La Habana, 1985, pp. 89-98.

[82] “Por esta vía Carpentier ha logrado una mejor comprensión del entorno total americano, del origen de sus insólitas particularidades y, al mismo tiempo, ha desarrollado un sistema literario capaz de conocer y reflejar nuestras maravillosas y típicas esencias”. (Padura, L. Lo real maravilloso: creación y realidad. Edit. Letras cubanas, La Habana,1989, p. 59.

[83] Carpentier, A. Razón de ser. Obra citada, pp. 27-28.

[84] Portuondo, J. A. Alejo Carpentier, creador y teórico de la literatura.  En Alejo Carpentier. Serie Valoración múltiple. Casa de las Américas, La Habana, 1975, p. 87.

[85] “En el mundo de la novela de Alejo Carpentier, la semántica del tiempo y el espacio tiene una importancia primordial; sólo comprendiéndola podemos acercarnos a su barroco y a “lo real maravilloso”.  Además, aquí el papel del tiempo-espacio, cambia de obra en obra: ora el autor desarrolla una tensión entre el tiempo de la narración (o del cuento) y el llamado tiempo contado (o del “contenido”), ora revela su punto de vista formando lo dominante en las interrelaciones del espacio y el tiempo del “contenido”.  En unas cuantas novelas Carpentier pone en correspondencia el desarrollo del contenido con un tiempo musical(...)  En todas las grandes novelas del escritor cubano, el drama y el tiempo individuales retroceden ante los grandes espacios épicos y ante el tiempo humano que transcurre en el plano más amplio, ante los procesos, conflictos y bruscos cambios colectivos.  Esto no significa que los héroes no tienen su papel en la historia: ellos tienen un papel, pero es sólo una parte, un papel que tarde o temprano será agotado y sólo al precio de la más alta tensión, de una auténtica autosuperación, del descubrimiento en sí mismo de fuerzas creadoras, pueden ellas dejar huellas en el tiempo de la humanidad” (Talvet, J. Algunos aspectos del tiempo y del espacio en la novelística de Alejo Carpentier. En Coloquio sobre Alejo Carpentier. Obra cit. pp. 141-142)

[86] Ibídem, p. 149.  

[87] Ibídem, p. 150.

[88] “(...) Puede decirse que en nuestra vida presente conviven las tres realidades temporales agustinianas: el tiempo pasado -tiempo de memoria-, el tiempo presente –tiempo de la visión o de la intuición-, el tiempo futuro o tiempo de espera.  Y esto en simultaneidad.  La historia de nuestra América pesa mucho sobre el presente del hombre latinoamericano; pesa mucho más que el pasado europeo sobre el hombre europeo” (Carpentier, A. Razón de ser. Obra cit. p. 98). 

[89] Ibídem, p. 97.

[90] Ibídem.

[91] Por eso Carpentier hace tanto énfasis en el ensayo de Martí “Nuestra América” y lo cualifica como obra barroca.  Con razón, pues, “Nuestra América” es un ensayo cultural, identitario con alma política, de raíz americana y con vocación ecuménica.

[92] Carpentier, A. Habla Alejo Carpentier. Obra citada pp. 23-24

[93] Ibídem, pp. 25-26.

[94] Ibídem.

95 ¿Qué consejos daría usted a un joven escritor para que se desarrolle y alcance madurez, en cuanto a técnica y expresión?

“¿Consejos? Trabajar, trabajar, trabajar... Probar con todos los géneros para saber cuáles corresponden realmente a su sensibilidad.  Hallar el género, el medio de expresión, adecuados.  Eso lo descubre el escritor por sí mismo, sin que tengan que hablarle ni aconsejarle.  Una mañana, una tarde, una noche, al terminar de ennegrecer una cuartilla, el escritor siente que aquello que andaba buscando, dando tumbos y palos de ciego, ha cristalizado.  Ahí apareció un estilo suyo, un enfoque personal, una forma, que lo satisfacen... Por lo demás, es menester que los escritores jóvenes dejen de lado  toda impaciencia por ser conocidos o reconocidos.  La carrera literaria es la más larga de las carreras.  Yo  calculo que se necesitan veinte años de actividad para que la firma de un autor... empiece apenas a ser conocida por el público lector.  Después, es la recompensa, el premio... Cuando el público reconoce a un autor, lo sigue en todas sus creaciones”. (Ibídem. P. 43)

[96] Carpentier, A. Sobre el meridiano intelectual de nuestra América.  En Ensayos. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1984, pp. 155-156.

[97] Carpentier A. “Cervantes en el alba de hoy.  En Ensayos. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1984, p. 229.

[98] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Obra cit. p. 17.

[99] Ibídem, p. 18.

[100] Carpentier, A. De lo local a lo universal.  En El nacional, Caracas, 27 de febrero de 1955.

[101] Carpentier, A. El escenario y la novela.  En El nacional, Caracas, 10 de abril de 1956.

[102] Carpentier, a. El escenario y la novela.  En El nacional, Caracas, 10 de abril de 21952, pp. 34-35.

[103] Ibídem, p. 35.

[104] Carpentier, A. Razón de ser. Edición cit. pp. 77-78.

[105] Ibídem, p. 69.

[106] Martí, J. El  hombre antiguo de América y sus artes primitivas. O.C. T. 8. Edit. Nal. De Cuba, La Habana, 1963, p. 333.

[107] Martí, J. O.C. Edic. cit. T. 7, p. 175.

[108] Martí, J. O.C. Edic. cit. T. 7. P. 218.

[109] Hans-Otto Dill. El Ideario Literario y Estético de José Martí. Premio Casa de las Américas 1975 (ensayo). Edit. Casa, La Habana, 1975, pp. 86-88.

[110] Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, p. 28.

[111] Ibídem, pp. 69-70.

[112] Debe destacarse el ensayo de Leonardo Padura “Lo real maravilloso: creación y realidad, Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989, como una obra de obligatoria consulta en el tratamiento del tema que nos ocupa.  En mi criterio es el trabajo más profundo que se ha publicado en torno al gran descubrimiento de Carpentier.

[113] Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, pp. 70-71.

[114] Sobre esto ver Zea, L. Introducción a la filosofía (La conciencia del hombre en la filosofía). UNAM, México, 1991, pp. 7-20

[115] Carpentier,  A.  El reino de este mundo. Prólogo. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1982, p.1.

[116] “Pero obsérvese que cuando André Masson quiso dibujar la selva de la isla de Martinica, con el increíble entrelazamiento de sus plantas y la obscena promiscuidad de ciertos frutos, la maravillosa verdad del asunto devoró al pintor, dejándole poco menos que impotente frente al papel en blanco.  Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam, quien nos enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza –con todas sus metamorfosis y simbiosis-, en cuadros monumentales de una expresión única en la pintura contemporánea” (Ibídem, p. 3.).

[117] Ibídem, p. 4.

[118] Ibídem. p. 5.

[119] Ibídem.

[120] “Sin habérmelo propuesto de modo sistemático, el texto que sigue ha respondido a este orden de preocupaciones.  En él se narra –hace alusión a “El reino de este mundo”- una sucesión de hechos extraordinarios, ocurridos en la isla de Santo Domingo, en determinada época que no alcanza el lapso de una vida humana, dejándose que lo maravilloso fluya libremente de una realidad estrictamente seguida en todos sus detalles” (Ibídem. p. 9)

[121] Ibídem. p. 9

[122] “Y sin embargo –escribe Carpentier- por la dramática singularidad de los acontecimientos, por la fantástica apostura de los personajes que se encontraron –se refiere a “El reino de este mundo”- en determinado momento, en la encrucijada mágica de la Ciudad del Cabo, todo resultado maravilloso en una historia imposible de situar en Europa, y que es tan real, sin embargo, como cualquier suceso ejemplar de los consignados, para pedagógica edificación, en los manuales escolares. ¿Pero qué es la historia de América toda –se interroga Carpentier en forma emotiva y conceptual- sino una crónica de lo real maravilloso?” (Ibídem)

[123] Carpentier, A. Tientos y diferencias. Edición cit. p. 99.

[124] “Como concepción del mundo latinoamericano, también la teoría de Carpentier –escribe Leonardo Padura- tiene límites inconmensurables, gracias a que su fundamento es la definitiva concientización de las posibilidades artísticas inmanentes en el peculiar devenir de América, donde han venido a fundirse razas, culturas, pueblos, modos de producción, religiones, sistemas políticos, leyes absurdas y feroces dependencias coloniales y neocoloniales, que, en su barroca amalgama, conducen el desarrollo del continente por caminos inesperados e incomprensibles, para cualquier otra región del mundo.  Es ver de América sus esencias distintivas y crear la literatura que a ellas corresponde y mejor las expresa.” (Padura, L. “Lo real maravilloso: creación y realidad”. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1989, pp. 27-28).

[125] Ibídem, p. 29.

[126] “(...) la distinción entre estos dos sistemas -se refiere Padura al realismo mágico y a lo real maravilloso- como visiones del mundo que se suceden y se complementa, viene a ofrecer una última certeza: el realismo mágico florece como forma expresiva de los insólitos y maravillosos fenómenos americanos vistos desde una pupila virgen y original, gracias a que América es, ni más ni menos, el lugar del mundo donde lo maravilloso se da en estado bruto, donde “lo insólito es cotidiano”, el rincón del planeta escogido por lo real maravilloso” (Ibídem, p. 37)

[127] Ibídem, p. 33.

[128] Resulta interesante el estudio histórico que realiza Leonardo Padura del concepto lo real maravilloso, a través de la obra de Carpentier. En él,  siguiendo una lógica integradora presenta su evolución y las diferencias específicas que van marcando su decurso. (Ibídem, pp. 37-71).

[129] Rodríguez Coronel, R. “Alejo Carpentier: Novela y Revolución.  En Revista Universidad de La Habana, No. 214, mayo-agosto de 1981, p. 105.

[130] Padura, L. Obra citada, p. 37.

[131] “¿En qué consiste, pues la novedad anhelada? Ante todo, en la cosmovisión personalizada, singular de un artista”. (Tovstonízov, G. La paradoja del espectador. Literaturnaya Gazeta, 1973, 23 de mayo, p. 8 (en ruso).

[132] Márquez, A. “Teoría carpenteriana de lo real maravilloso”. En Revista Casa de las Américas, No. 125, marzo-abril de 1981, p. 93.

[133] Por supuesto, no creo en modo alguno que Carpentier, consciente o inconscientemente, tratara de imponer un surrealismo latinoamericano.  El propio Alejo Carpentier en Francia, junto a los creadores del surrealismo, no hizo causa común con ellos, además fue su crítico implacable.  Su concepción del hombre en relación con la realidad y el sentido cultural que le era inmanente a su cosmovisión y a su discurso, lo separaba de aquella escuela que según él “(...) a fuerza de querer suscitar lo maravilloso a todo trance, los taumaturgos se hacen burócratas” (Carpentier, a. El reino de este mundo. Edición citada, p. 2.

Además la crítica carpenteriana al surrealismo, no se centraba sólo en el método, sino también en su cosmovisión general, que por abstracta, se hizo estéril.

[134] Márquez, A. Obra citada, p. 93.

[135] No se puede olvidar que muchas obras creadoras (creaciones musicales, literarias, artísticas, filosóficas) en su momento cumbre de revelación, los creadores han llegado a estados pasajeros de “locuras”.

[136] Por supuesto, premisas diferentes en esencia, respecto a otros pensadores como es el caso de Vasconcelos. “(...) Sostengo –escribe el ilustre pensador mexicano- que el conocimiento es la concurrencia de verdades que nos llegan por los sentidos, por la inteligencia, por la revelación, y que por lo mismo hace falta descubrir el método de unión de estos caminos (...) Postulé, al mismo tiempo, la existencia en nuestra conciencia de un a priori especial, el a priori estético, que opera según ritmo, melodía y armonía y al cual responde la realidad cuando se expresa según cualidad” (Vasconcelos, J. Filosofía Estética. Espasa-Calpe, Mexicana, S.A. México, 1994, p. 11).

[137]  Carpentier, a. El reino de este mundo. Obra citada, pp. 176-177.

[138] Carpentier, A. La Consagración de la Primavera. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1979. P. 459.

[139] “El ser –escribe Umberto Eco- no es un problema de sentido común (es decir, el sentido común no se plantea como problema) porque es la condición misma del sentido común (...) El ser es el horizonte (...) Hay siempre algo, desde el momento, que hay alguien capaz de preguntarse por qué hay ser en lugar de nada” (Eco, Umberto. Kant y el ornitorrinco. Edit. Lumen, Milán, Italia, 1997. P. 26).

[140] Leantes, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco. Edic. citada, p. 69.

[141] Habla Alejo Carpentier, Obra citada, p. 26.

[142] Márquez, Alexis. Homenaje a Alejo Carpentier. En de Carpentier. A. Razón de ser. Edic. citada, p. 13. Destacando el sentido premonitorio carpenteriano, Márquez añade: “La Revolución cubana ha sido para él (...) la superación definitiva del Mito de Sísifo.  Porque al  incorporarse de lleno en sus tareas, por primera vez, ha sentido que el duro batallar de cada día no es el recomienzo de la labor frustrada del día anterior, sino un avanzar sin pausa, un progresar constante hacia metas que cada día van adquiriendo palpitante realidad.  De modo que el hoy de Carpentier, militante de la Revolución y copartícipe en la construcción de un nuevo destino para su pueblo, estaba ya latente en las páginas de Los pasos perdidos” (Ibídem).

[143] “Hay en el relato ‘Semejante a la noche’ un pasaje en que este sentido de lo premonitorio alcanza un impresionante grado de lucidez.  Es una clara alusión- enfatiza Márquez- al fin de la Segunda Guerra Mundial y a la liquidación del nazismo, dice: “ahora acabaríamos para siempre con la Nueva Orden Teutónica, y encontraríamos, victoriosos, en el tan esperado futuro del hombre reconciliado”. ¿Es, acaso, aventurado pensar que en tales palabras, escritas en 1946, mucho antes del triunfo de la Revolución cubana, fueron entonces el presentimiento de lo que hoy la humanidad ha comenzado a vivir como realidad objetiva? (Ibídem, pp. 13-14). 

[144] ¿Puede el hombre moderno, sabedor de que es posible hacerlo, sustraerse a las peripecias de su época? –interroga Carpentier, a partir de una idea de los pasos perdidos-.  Mi personaje, el que habla en primera persona, lo logra. Pero su época lo alcanza –en este caso, a través de la música –como la muerte, cierta tarde alcanzó al jardinero de Ispahán, del apólogo famoso.  Todo hombre debe vivir su época, padecer su época, gozar su época -si gozos le ofrece- tratando de mejorar lo que es.  Lo demás, es literatura que responde al anhelo de evasión que –desde Rimbaud- sintieron muchos escritores, hasta muy entrados los años actuales.( Vázquez, E. “Habla para Granma, Alejo Carpentier. “Entrevista para Granma, La habana, A. 5, No. 73, p. 5, marzo 27de 1969.)

[145] “No es necesario ser guiado por un excesivo amor a nuestra América, para reconocer que en las pinturas que adornan el templo de Bonampak, en Yucatán, se nos presentan figuras humanas en escorzos de una audacia desconocida por la pintura europea de la misma época –escorzos que se aparean con muchos años de anterioridad, con el de un Cristo de Mantegna, por ejemplo.  Y eso no es todo: sólo ahora estamos empezando a percibir el singular y profundo trasfondo filosófico de las grandes cosmogonías y mitos originales de América” (Carpentier, A. Razón de ser. Edic. citada, pp. 21-22).

[146]Ibídem, p. 27.

[147] Padura, L. Obra citada, pp. 70-71.  Y agrega el especialista carpenteriano: “mientras tanto lo maravilloso sigue ahí, lo insólito continúa siendo cotidiano en esta singular América nuestra, que entendemos mejor después de leer a Carpentier... Lo importante, ahora, es que la clase magistral del narrador cubano no termine con sus libros. Hay que aprender su magnífica lección y como él, escribir la literatura que corresponde a nuestras esencias”. (Ibídem, p. 71.).

[148] Ibídem, p. 150.

 

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo - año 2003

Autorizado por el autor el día 6 de mayo de 2008

 

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