Cultura y transdisciplinariedad. Carta sobre transdisciplariedad por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo |
Los
cambios revolucionarios ocurridos en la ciencia, en la tecnología y en la
praxis, durante el siglo pasado y en el presente, exigen nuevas
perspectivas cosmovisivas, epistemológicas y metodológicas de análisis
en la construcción del conocimiento, los saberes y en la siempre búsqueda
de la verdad. Urgen
cambios profundos en las mentalidades y radicales reformas del pensamiento
para estar en condiciones de acceder a las nuevas realidades con ciencia y
conciencia, avalados por una cultura humanista que no dé la espalda al
drama del hombre y a las necesidades urgentes de las grandes masas, que
son realmente las que construyen la historia y el corpus de la cultura. Hay
que construir herramientas metodológicas sin nihilismo y exclusivismo,
sobre la base del legado cultural construido que nos antecedió y sigue
viviendo de una forma u otra en la conciencia y en la praxis. No
es posible abjurar con negatividad absoluta de todos los conceptos,
preconceptos y creencias que guiaron la teoría y la praxis del quehacer
científico. Hay que superarlos dialécticamente, es decir, en un proceso
de negación y afirmación, de ruptura y continuidad, en un espacio de crítica
y de sospecha, y de discursividad plural y dialógica como debe ser todo
escenario científico. Por
eso, al asumir la transdisciplinariedad en la aprehensión del saber, no
resulta posible obviar la formación disciplinaria que se posee, sino
seguir una lógica gradual asuntiva que la incluya y la supere, que
incorpore la inter[1]
y la multidisciplinariedad[2],
hasta arribar a una forma superior integradora de saberes con sentido
cultural y complejo, es decir, a la transdisciplinariedad[3],
que permita aprehender la totalidad y las partes en sus mediaciones
varias, con razón holística, como realidad concreta, en sus vínculos,
determinaciones y condicionamientos múltiples. Es que la
transdisciplinariedad se funda en un aval cultural, que propicia encontrar
las interconexiones sin apriorismos y supuestos preconcebidos. Se da
porque emerge del sentido cultural y complejo con que se asume la
realidad estudiada. Los dos
grandes descubrimientos de Marx: la concepción materialista de la
historia y la teoría de la plusvalía, se fundan en una aprehensión
cultural, compleja, y con ello, transdisciplinaria. No hubiera sido
posible sin conceptos integradores emergentes de la historia, la sociología,
la política, la economía, las matemáticas, la biología, la psicología,
la antropología, etc., y por supuesto, las vivencias prácticas desde
posiciones comprometidas con las grandes masas. Las convicciones ideopolíticas
abren camino para acceder a la totalidad y sus mediaciones complejas. Todos
estos elementos señalados son parte de la cultura. La cultura, por ser
encarnación concreta de la actividad humana en sus cuatro atributos
cualificadores: conocimiento, valor, praxis y comunicación, es un
concepto transdisciplinario y al mismo tiempo, transdisciplinador, por
antonomasia. Transdisciplinariedad.
Idea Rectora. Premisas. Principios integradores. Idea
Rectora para la transdisciplinariedad: La cultura como ser esencial del
hombre y medida de su ascensión, como sensibilidad humana y
humanidad concreta que vincula en indisoluble unidad lo físico, lo
biológico y lo social del hombre. Como naturaleza humanizada que integra
en síntesis los atributos cualificadores del hombre en relación con la
naturaleza (ecosistema ): conocimiento, valores, praxis, comunicación,
sobre la base de las necesidades- los intereses – los fines – los
medios y condiciones- hasta el resultado, que es al mismo tiempo,
comienzo de un devenir
que transcurre de modo espiriforme, en esencia, contradictorio e
incierto… Esta
idea rectora, es congruente
con la siguiente tesis: “Si
la finalidad de la mirada transdisciplinaria del mundo es la de colocar al
hombre en el centro del universo en relación con el conocimiento que éste
ha generado y genera, es importante aclarar la idea de complejidad. Desarrollada
por Edgar Morin, la complejidad es una forma de pensar lo humano, el
conocimiento y el mundo, en su unidad fundamental, a partir de la
diversidad. En este sentido, la complejidad, del latín complexus,
“lo que está tejido junto”, hace alusión a una red interconectada de
fragmentos, de islas de saberes y conocimientos
que posibilita la comprensión del mundo desde una visión global y
solidaria, pero no totalizadora. La
noción de complejidad se une, a su vez, al origen de un modo de pensar
conocido como pensamiento complejo, cuyo método se funda sobre siete
principios o saberes
necesarios para acometer la
aventura humana de reconexión del conocimiento. El
fin del pensamiento complejo será el de religar los conocimientos humanos
fragmentados, mediante la aplicación de los siete principios. Lo anterior
en un contexto de planetarización, en el cual se define la aventura
humana como un proceso de simbiosis gradual entre el destino de la especie y el devenir del planeta y el cosmos. Desde
la perspectiva del pensamiento complejo,
el hombre se convierte en un viajero del conocimiento en la búsqueda
del sentido de su existencia, éste último ligado irremediablemente a una
compresión del destino del planeta en el que habita y el cosmos del que
es parte”[4].
Se trata de un hombre con pensamiento ecologizado, un ser ecosófico que
piensa, siente, actúa y se comunica. La
cultura, es integradora y compleja per se, por eso, en sus varias aristas,
religa, en sí misma, los distintos atributos cualificadores de la
actividad humana. Además, la
actividad humana expresa el ser de la realidad individual y social, y ésta
integra en síntesis, lo físico, lo biológico y lo social. Esto
significa que los Siete saberes[5]
son determinaciones concretas de la cultura, y al mismo tiempo, principios
integradores del quehacer humano, tanto en su singularidad, como en su
universalidad. Por tanto los Siete saberes necesarios para la educación
del futuro deben constituir cauces transdisciplinadores[6],
si seguimos el espíritu de Morin; es decir, pueden tributar las ideas
para la conjunción sistémica y dinámica de los saberes integrados. Esto
funda más aún, la cultura como idea rectora, si tenemos en cuenta otro
momento del documento citado: “La transdisciplinariedad se propone ir más
allá de la mera integración
o cooperación entre disciplinas, para replantear la cuestión de la
interconexión de los campos del conocimiento desde una perspectiva doble:
De
todo lo anterior se derivan cuatro premisas encauzadoras de una eficaz
didáctica transdisciplinadora: 1ra.
Aval cultural del personal docente para poder unir en la diversidad y
diversificar en la unidad, sobre la base, además,
de la comprensión del enfoque de complejidad. 2da.
Concebir la Cultura como idea rectora del proceso transdisciplinador, en
sus múltiples mediaciones, señaladas al inicio de la fundamentación.
Creo que el propio Morin lo concibe así. Ante la pregunta: ¿Qué es para
usted la finalidad de la enseñanza?, Edgar Morin responde: “Enseñar la
cultura en un sentido muy amplio, la ciencia, la literatura, la
historia…Es esa cultura la que permitirá que cada persona reflexione
sobre su propio destino. No se trata únicamente de acceder al
conocimiento, sino de vivir la vida. Yo quiero enseñar a vivir, ayudar a
enfrentarse a los problemas de la vida.”[8] 3ra.
Asumir los Siete principios de Edgar Morin, como concreción de la cultura
y desplegarlos en todo el sistema del proceso enseñanza – aprendizaje. 4ta.
Concebir la transdisciplinariedad como un proceso sistémico - complejo, a desarrollarse en todo programa, carrera, etc., pues
su “(…) objetivo es dar una orientación común a las disciplinas y
centrarlas en relación con las necesidades y aspiraciones humanas”. Se
trata de ir a través de y más allá de las
disciplinas con el objetivo de
buscar un nuevo sentido a la aventura humana,
a través del redescubrimiento de la unidad fundamental del
universo, de la vida y del hombre”[9]. Ahora
bien, cómo concretar la transdisciplinariedad en cada curso, carrera
programa, siendo consecuentes con todo lo expuesto anteriormente: 1ro.
A partir de una concepción que priorice la filosofía de la cultura y la
Humanidad del hombre, sobre la base de “Los siete saberes necesarios
para la educación del futuro”. Creo,
que esta obra, deben conocerla a profundidad todos los maestros y
profesores, independientemente de la materia que impartan. ¿Por qué?
Porque les ayudará a aprehender un sentido cósmico, cultural y complejo
del hombre, la subjetividad humana y su mundo, necesario para poder
transdisciplinar. ¿Transdisciplinan
las disciplinas o los conceptos transdisciplanarios y transdisciplinadores,
por excelencia? ¿Se puede transdisciplinar sin poseer la cualidad
transdisciplinaria, per se?
¿Por qué no es posible transdisciplinar sin aval cultural? ¿Por qué
hay docentes que sin saber qué es la transdisciplinariedad, y sin proponérselo,
sus clases son transdisciplinarias en esencia, y enseñan a pensar
cultivando un saber transdisciplinario? Sobre
estas interrogantes existen varios criterios. Lo más necesario, es
informarse con sentido crítico aportativo y construir el propio, en
correspondencia con la cosmovisión que se posea, los preconceptos y
creencias que orientan la razón hermenéutica de cada uno. El
sistemista inglés Peter Checkland señaló hace más de 40 años que:
“lo que necesitamos no son grupos interdisciplinarios, sino conceptos
transdisciplinarios, o sea conceptos que sirvan para unificar el
conocimiento por ser aplicables en áreas que superan las trincheras que
tradicionalmente delimitan las fronteras académicas”[10] . Ciertamente,
las disciplinas, la especialización y la hiperespecialización han
establecido divisiones artificiales que no se resuelven con la suma de
contenidos de una u otra disciplina o con la buena intención de
establecer uniones, vínculos, etc. Requiere de conceptos que unan los
“hilos a la madeja”, sin a
apriorismo y supuestos preconcebidos, impuestos a ultranza. Se
trata de conceptos integradores, enmarcados en un lenguaje flexible y
plural, capaces de vincular lo diverso en lo uno y lo uno en lo diverso
para desplegarse como sistema abierto, permeado por una ecología de las
ideas, cuyo devenir transcurre del espíritu de la enciclopedia
al espíritu de la cosmopedia. Además,
un discurso transdisciplinario incluyente y contextualizado que siguiendo
la “lógica especial del objeto especial”, como enseña Marx, opera
con conceptos, categorías, imágenes, metáforas, etc. El lenguaje
directo y tropológico como formas aprehensivas de la realidad por el
hombre, son inmanentes al quehacer filosófico y al discurso
transdisciplinario que lo encauza y lo expresa. No es posible continuar
haciendo de la tropología un “terreno” vedado al saber filosófico. La
narratividad, la metaforización son modos culturales de asimilación de
la realidad por el hombre, y con ello, medios insustituibles de la filosofía.
¿Cuánta filosofía hay en una novela que penetre en la naturaleza
humana y sea capaz de pensar su subjetividad y la objetividad con sentido
cultural? ¿Es posible negar numen filosófico a la poesía “que ve con
la palabras y habla con los colores” para denotar la humanidad del
hombre en su fuerza y fragilidad? ¿Por qué fragmentar la realidad y
convertir el género ensayístico en “propiedad privada” de la
literatura, cuando su misma esencia y propósitos, dan cuenta de su elan
filosófico? Muchos ejemplos pueden ilustrar cómo la fragmentación
disciplinaria que trajo el paradigma de la modernidad con la racionalización
de la razón y el reduccionismo epistemológico, desvirtuaron la
naturaleza de la filosofía y el discurso que la expresa. Sencillamente,
había que hacer de la
filosofía un pensamiento único, “científico” dado en sí, por sí y
para sí, sin contaminación[11],
siguiendo el modelo de las “ciencias duras”, con el único recurso de
operar como epistemología de corte positivista y “jueza”
rectificadora del lenguaje o “metodología universal” del conocimiento
y las ciencias. Su función crítico- cosmovisiva, inmanente por
antonomasia, se esfumaba como el aire en el vacío. La crisis y el descrédito
de la filosofía hacían cátedras. El búho de Minerva dejaba de hacer y
de decir… Por
supuesto, el marxismo de Marx como filosofía de la praxis, de la
subjetividad, inaugurado a partir de las tesis sobre Feuerbach, plantea
nuevas propuestas para revertir la crisis. Lenin, Gramsci, Sánchez Vázquez
y otros, continúan el camino, pero fuerzas extrañas al marxismo y en
nombre de él dogmatizan el legado, hasta despojarlo de su esencia
creadora y revolucionaria. El
marxismo, o esta versión dogmatizada y positivista de él, soslaya su
sentido transdisciplinario, cultural y complejo hasta convertirlo en un
sistema objetivista y cerrado, ausente de vocación humanista, razón utópica
y espíritu ecuménico; y su
discurso plural, integrador y cosmovisivo, en un monólogo
disciplinario determinista absoluto e impersonal. Un discurso más
preocupado por la cosa de lógica que la lógica de la cosa, tras la caza
a priorista de principios, leyes y categorías, que debían
“aplicarse” a ultranza a la realidad. Así la filosofía devenía
“autoconciencia teórica” de la realidad, es decir, una nueva metafísica
en nombre del marxismo, lo convertía en su antítesis, con las nefastas
consecuencias teórico- metodológica y práctica. Al
mismo tiempo, el reduccionismo racionalista epistemológico, convertido en
único paradigma de la modernidad, redujo la verdad a la verdad científica,
con la nefasta imposición teórica del discurso cientificista-objetivista,
fundado en un logicismo extremo y en un sistema categorial cerrado, en
forma de modelo metodológico al cual la realidad y los hechos deben
adecuarse. Metodologismo logicista que soslaya o no tiene en cuenta la
subjetividad humana con toda su riqueza expresiva, incluyendo el lenguaje
que es reducido al lenguaje científico, con sus respectivas categorías
centrales y operativas. Olvidan que a la misma verdad de la ciencia, en
tanto resultado humano, le es inherente el momento cultural -
transdisciplinario y toda la carga de imaginación creadora que impregna
el hombre en su acción. No tienen en cuenta, además, la existencia de la
verdad histórica, artística, moral, etc., en fin su carácter histórico
- cultural y la necesidad de asumirla en su real integración. Este
modo de acceso a la verdad, por su reduccionismo epistemológico formal y
la identificación del lenguaje con el puro lenguaje científico
tradicional, se incapacita, teórica y metodológicamente para incluir en
su discurso otras formas aprehensivas de la realidad por el hombre en la
construcción de la verdad como
proceso y resultado integral del quehacer
humano en correspondencia con
sus necesidades, intereses, objetivos y fines. Se margina o desecha del
proceso del saber el lugar de la imagen que suscita, de la imaginación
creadora del hombre, la metáfora y otras formas tropológicas, cuyo
sentido figurativo no le resta valor cognoscitivo, práctico, axiológico
y comunicativo. Todo lo contrario, activa el proceso del saber y le
imprime más sentido de integralidad, y con ello, nuevas posibilidades de
aperturas para penetrar los procesos reales. A
continuación anexamos un documento que puede servir de base para un
debate en relación con la transdisciplinariedad, pues él mismo nació
del debate, la crítica y la búsqueda. Anexo. Fuente:
http://www.geocities.com/ResearchTriangle/Forum/9950/
Carta
de la transdisciplinariedad Preámbulo Considerando
que: —
La proliferación actual de las disciplinas académicas y no académicas
conducen a un crecimiento exponencial del saber que hace imposible toda
mirada global del ser humano. —
Sólo una inteligencia que dé cuenta de la dimensión planetaria de los
conflictos actuales podrá hacer frente a la complejidad de nuestro mundo
y al desafío contemporáneo de la autodestrucción material y espiritual
de nuestra especie. —
La vida está seriamente amenazada por una tecnociencia triunfante, que sólo
obedece a la lógica horrorosa de la eficacia por la eficacia. —
La ruptura contemporánea entre un saber cada vez más acumulativo y un
ser interior cada vez más empobrecido conduce a un ascenso de un nuevo
oscurantismo, cuyas consecuencias en el plano individual y social son
incalculables. —
El crecimiento de los saberes, sin precedente en la historia, aumenta la
desigualdad entre aquellos que los poseen y los que carecen de ellos,
engendrando así desigualdades crecientes en el seno de los pueblos y
entre las naciones de nuestro planeta. —
Al mismo tiempo que todos los desafíos enunciados tienen su contraparte
de esperanza y que el crecimiento extraordinario de los saberes puede
conducir, a largo plazo, a una mutación comparable al pasaje de los homínidos
a la especie humana. Considerando
lo que precede, los participantes del Primer Congreso Mundial de
Transdisciplinariedad (Convento de Arrábida, Portugal, noviembre, 2 a 7
de 1994) adoptan la presente Carta como un conjunto de principios
fundamentales de la comunidad de espíritus transdisciplinarios,
constituyendo un contrato moral que todo signatario de esta Carta
hace consigo mismo, fuera de toda coacción jurídica e institucional. Artículo
1: Toda tentativa de reducir al
ser humano a una definición y de disolverlo en estructuras formales,
cualesquiera que sean, es incompatible con la visión transdisciplinaria. Artículo
2: El reconocimiento de la
existencia de diferentes niveles de realidad, regidos por diferentes lógicas,
es inherente a la actitud transdisciplinaria. Toda tentativa de reducir la
realidad a un solo nivel, regido por una única lógica, no se sitúa en
el campo de la transdisciplinariedad. Artículo
3: La transdisciplinariedad es
complementaria al enfoque disciplinario; hace emerger de la confrontación
de las disciplinas nuevos datos que las articulan entre sí, y nos ofrece
una nueva visión de la naturaleza y de la realidad. La
transdisciplinariedad no busca el dominio de muchas disciplinas, sino la
apertura de todas las disciplinas a aquellos que las atraviesan y las
trascienden. Artículo
4: La clave de la bóveda de la
transdisciplinariedad reside en la unificación semántica y operativa de
las acepciones a través y más allá de las disciplinas.
Ello presupone una racionalidad abierta, a través de una nueva mirada
sobre la relatividad de las nociones de "definición" y
"objetividad". El formalismo excesivo, la absolutización de la
objetividad, que comporta la exclusión del sujeto, conducen al
empobrecimiento. Artículo
5: La visión
transdisciplinaria es decididamente abierta en la medida que ella
trasciende el dominio de las ciencias exactas por su diálogo y su
reconciliación, no solamente con las ciencias humanas sino también con
el arte, la literatura, la poesía y la experiencia interior. Artículo
6: En relación a la
interdisciplinariedad y a la multidisciplinariedad, la
transdisciplinariedad es multirreferencial y multidimensional. Tomando en
cuenta las concepciones de tiempo y de historia, la transdisciplinariedad
no excluye la existencia de un horizonte transhistórico. Artículo
7: La transdisciplinariedad no
constituye una nueva religión, ni una nueva filosofía, ni una nueva
metafísica, ni una ciencia de las ciencias. Artículo
8: La dignidad del ser humano
es también de orden cósmico y planetario. La operación del ser humano
sobre la Tierra es una de las etapas de la historia del universo. El
reconocimiento de la Tierra como patria es uno de los imperativos de la
transdisciplinariedad. Todo ser humano tiene derecho a una nacionalidad,
pero, a título de habitante de la Tierra, él es al mismo tiempo un ser
transnacional. El reconocimiento por el derecho internacional de la doble
pertenencia —a una nación y a la Tierra— constituye uno de los
objetivos de la investigación transdisciplinaria. Artículo
9: La transdisciplinariedad
conduce a una actitud abierta hacia los mitos y las religiones y hacia
quienes los respetan en un espíritu transdisciplinario. Artículo
10: No hay un lugar cultural
privilegiado desde donde se pueda juzgar a las otras culturas. El enfoque
transdisciplinario es en sí mismo transcultural. Artículo
11: Una educación auténtica
no puede privilegiar la abstracción en el conocimiento. Debe enseñar a
contextualizar, concretar y globalizar. La educación transdisciplinaria
reevalúa el rol de la intuición, del imaginario, de la sensibilidad y
del cuerpo en la transmisión de los conocimientos. Artículo
12: La elaboración de una
economía transdisciplinaria está fundada sobre el postulado de que la
economía debe estar al servicio del ser humano y no a la inversa. Artículo
13: La ética
transdisciplinaria rechaza toda actitud que niegue el diálogo y la
discusión, cualquiera sea su origen, ideológico, cientista, religioso,
económico, político, filosófico. El saber compartido debería conducir
a una comprensión compartida, fundada sobre el respeto absoluto de las
alteridades unidas por la vida común sobre una sola y misma Tierra. Artículo
14: Rigor, apertura y
tolerancia son las características fundamentales de la actitud y visión
transdisciplinaria. El rigor en la argumentación, que toma en cuenta
todas las cuestiones, es la mejor protección respecto de las desviaciones
posibles. La apertura incluye la aceptación de lo desconocido, de lo
inesperado y de lo imprevisible. La tolerancia es el reconocimiento del
derecho a las ideas y verdades contrarias a las nuestras. Artículo
final: La presente Carta
de la Transdisciplinariedad es adoptada por los participantes del
Primer Congreso de la Transdisciplinariedad, no valiéndose de ninguna
otra autoridad que aquella de su obra y de su actividad. De
acuerdo a los procedimientos, que serán definidos de acuerdo con los espíritus
transdisciplinarios de todos los países, la Carta está abierta a
la firma de todo ser humano interesado por las medidas progresivas del
orden nacional, internacional y transnacional para la aplicación de sus
artículos en la vida. Convento
de Arrábida, 6 de noviembre de 1994 José ANES - André ASTIER - Jeanne BASTIEN - René BERGER - François BIANCHI - Gérard BLUMEN - Lais P. BRANDINI - Jorge BRITO - Jacqueline CAHEN-MOREL - Michel CAMUS - Antonio CASTEL BRANCO - Costin CAZABAN - Laura CERRATO - Oliver COSTA DE BEAUREGARD - Maurice COUQUIAUD - Ubiratan D'AMBROSIO - Manuel DA COSTA LOBO - Adriana DALCIN - Nicola DALLAPORTA - Robert DE BEAUGRANDE - Marc Williams DEBONO - Isabel María DE CARVALHOVIEIRA - Giuseppe DEL RE - Javier DE MESONE - Michele DUCLOS - Gilbert DURAND - Ruth ESCOBAR - María FERNANDEZ - Raquel GONÇALVEZ - Georges GUELFAND - Helle HARTVIG DE FREITAS - José HARTVIG DE FREITAS - Eiji HATTORI - Phil HAWES - André JACOB - Roberto JUARROZ - Anthony JUDGE - Jacqueline KELEN - Jacques LAFAIT - Ghislaine LAFAIT-HÉMARD - LIMA DE FREITAS - Salomon MARCUS - Michel MATHIN - Edgar MORIN - Raúl NICOLAU - Domingo MOTTA - Edmond NOCOLAU - Basarab NICOLESCU - Alain ORIOL - Patrick PAUL - Odette PÉTREQUIN - Jean-Marc PHILIPPE - Patricia PROUS-LAABEYRIE - Philippe QUÉAU - Daniel RABY - Michel RANDOM - Lucía SANTAELLA-BRAGA - Elisabeth SAPORITI - Luigi SECCO - Jules SIX - Luis SOUSA RIBEIRO - Dominique TEMPLE - Ana María VIEIRA. Referencias: [1]
Este término
corresponde a las relaciones más o menos integrativas que aparecen
entre dos disciplinas. Tales conexiones son manifiestas en las
denominaciones de las mismas, como por ejemplo: bio-química; astro-física;
geo-física; etno-botánica; genética de las poblaciones;… y hasta
la discutida socio-biología, a pesar de su gran interés. Paradójicamente,
también las interdisciplinas suelen transformarse en nuevas
disciplinas hiper-especializadas. (Charles
François. Transdisciplinariedad,
cibernética y sistémica para comprender la complejidad. Reunión
Regional de ALAS (Buenos Aires, YMCA, Agosto 7-8-9).
[2]
“El término
refleja la siempre creciente necesidad de colaboración entre
numerosos especialistas disciplinarios para el manejo de situaciones
que ponen en juego tanto tecnologias como intereses diversos … y
frecuentemente divergentes. En todos los casos se trata de
compatibilizar y armonizar aspectos potencialmente conflictivos o poco
compatibles entre sí. Un ejemplo característico es la construcción
de una represa con una central hidroeléctrica apuntando a la
industrialización de una zona pobre, pero de gran importancia ecológica.
El problema típico que suele aparecer es la incomprensión (el “diálogo
de sordos”) entre especialistas, cada cual usando su propia jerga
profesional y al mismo tiempo convencidos de la decisiva y suprema
importancia de su disciplina en el caso considerado. Las conclusiones
suelen ser confusas y ambiguas y los decisores finales adoptan las que
les parece convenir más en función de sus propios conocimientos,
metas e intereses (no necesariamente bien entendidos)” [3]“En la actualidad, algunas
investigaciones didácticas universitarias han tratado de seleccionar
aquellos conceptos transdisciplinares que son relevantes en cada una
de las disciplinas que componen las ciencias sociales con el fin de
poder integrarlos en el marco de una sola red conceptual. Espacio y
tiempo, identidad y alteridad, racionalidad, cambio y continuidad,
causalidad, diversidad e igualdad, paz y guerra, interrelación y
organización social, son algunos conceptos que estructuran todas las
disciplinas que conforman las ciencias sociales. Contemplarlos en la
enseñanza de las ciencias sociales facilita al profesorado la selección
de contenidos y ayuda a los adolescentes a comprender y valorar la
realidad social que viven. Desde una perspectiva crítica, se
posibilita el desarrollo de actitudes tolerantes y solidarias,
aceptación de la pluralidad, defensa de los derechos humanos,
capacidad de diálogo, valoración de la democracia, respeto por el
patrimonio cultural y colaboración en la búsqueda de nuevas
soluciones, entre otros valores”(Enseñanza de las Ciencias
Sociales. Biblioteca Encarta, 2005) [4]
Abelardo Mancipas, Joaquín
Enríquez Flores. Elementos para la transdisciplinariedad. Material de
Multiversidad… [5] Los siete saberes necesarios para la educación del futuro se resumen en: La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión. No se enseña el riesgo del error y la ilusión. Los principios del conocimiento pertinente: separación de las disciplinas, del objeto y el sujeto, lo natural y social, separación del contexto, etc. Enseñar la condición humana. El significado de ser humano. No todas las ciencias enseñan la condición humana. Enseñar la calidad poética de la vida, desarrollar la sensibilidad. Necesidad de una convergencia de la condición humana. Enseñar la identidad terrenal. Conciencia de que se es ciudadano de la Tierra. Se comparte un destino común y se confrontan problemas vitales. Identidad terrenal, paz, globalización… Enseñar a afrontar las incertidumbres. Las ciencias enseñan muchas certezas, pero no los innumerables campos de incertidumbres. Enseñar la comprensión. Enseñar a establecer un diálogo entre las culturas. Enseñar y explicar cómo integrarnos al otro. Tolerancia. Empatía hacia el otro. Enseñar la ética del género humano. Una ética basada en valores universales. La humanidad debe convertirse en verdadera humanidad y encontrar su realización en ella. [6] Por supuesto, es un ejemplo ilustrativo, que no significa en modo alguno que sólo esta vía logre la transdisciplinariedad. La relación hombre – mundo es muy rica en mediaciones y existen otros caminos que no tienen que repetir el seguido u orientado por Edgar Morin. [7] Ibídem [8] Edgar Morin. Repensar la reforma, reformar el pensamiento. Entrevista realizada por Rafael Miralles Lucena, profesor y periodista. Universidad de Valencia. Material entregado. Multiversidad… [9] Ibídem. [10] (Charles François. Transdisciplinariedad, cibernética y sistémica para comprender la complejidad. Reunión Regional de ALAS (Buenos Aires, YMCA, Agosto 7-8-9). [11]La filosofía en la posmodernidad, y contra lo que pueda querer el profesionalismo filosófico- académico (…) no puede ser sino un pensamiento contaminado, contaminado por las ciencias naturales, la tecnología, el arte, la crítica de arte, las ciencias sociales, los medios de comunicación, la publicidad, la experiencia en la gran ciudad, el consumismo propio de ella, el ecologismo y el feminismo como nuevos espacios de reflexión. No para lograr la unidad del sistema, sino la de un pensar cuya lógica sea la de la dispersión y diversidad (…), un pensamiento (…) de la mediación total de nuestra experiencia por los medios informáticos (…) Lo que sí puede hacer es no “disciplinar” (…) (Marta López Gil. Obsesiones filosóficas de fin de siglo. Editorial Biblos, Argentina, 1993, p. 81). |
por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo
Dr. en Filosofía. Profesor Titular, Investigador Titular de la Universidad de La Habana
Ver, además:
Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo en Letras Uruguay
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