David Alfaro Siqueiros

por Elena Poniatowska

"Yo por Yo" autorretrato, David Alfaro Siqueiros, 1956, dedicado a don Fernando Gamboa

Sjqueiros vive en una casa porfiriana tan educada, tan decente, tan vieja Francia traída a México, que parece la de los Riba o de los Ortiz de la Huerta. Es de aquellas mansiones donde hay una escalera de servicio como en los hoteles particulares de París, y de seguro debió tener una entrada para sirvientes. La fachada es blanca o gris pálido, con persianas y balcones de hierro entrelazado. Por dentro, hay dos patios barridos, etiquetados y prensados, y un jardín allá en el fondo con un árbol que da magnolias, pasto inglés, otro árbol muy alto y un naranjo que llena el aire de novias blancas ... Para llegar a la sala se sube por una escalera de madera con su tapete rojo. Por esa escalera debió bajar, en otros tiempos, la dueña de la casa, encorsetada, llena de perlas y con una mantilla en la cabeza. Las paredes todavía están impregnadas con el rosario de las siete de la noche, que igualaba a señoras y a sirvientes. En la sala hay canapés, taburetes y sillas, consolas y cortinajes, lámparas y jarritas que nada tienen de revolucionario. Allá en el fondo, un retrato de Angélica ulcera la pared, con los pinceles del coronelazo, que crean remolinos.

Siqueiros, con su traje azul oscuro y y un sweter también azul oscuro debajo, sin camisa y sin corbata, tiene algo de sacerdote sacrílego y poseído por el demonio. Nada más le falta ese pequeño cuello redondo, duro y blanco, para imaginarlo diciendo a su más efusiva penitente: “Señora, le aconsejo que le sea totalmente infiel a su marido.”

Lo más difícil es imaginar al coronelazo, al revolucionario que tiene muchas semejanzas con Atila —que quemaba cuanto le salía al paso— viviendo en esa casa apacible y eminentemente burguesa. No se pueden haber planeado entre esas cuatro paredes grises: Retrato de la Burguesía y mucho menos El Invasor, o Cuauhtémoc contra el Mito. La pintura de Siqueiros es una explosión de fuerza y sus cuadros llamaradas que calcinan las paredes en las que se cuelgan. Por eso, pensaba más bien en Siqueiros como en un químico en su laboratorio, un alquimista que mezclara líquidos incendiarios y mortíferos, una bruja frente a su caldera vigilando burbujas, haciendo un guisado de sapos y de víboras, del cual extrajera verdades políticas y técnicas muralistas. Para mí, su casa debía ser un laboratorio duro, de líneas rectas y atroces, moderna en todo el sentido de la palabra. O, si no, una especie de guarida revolucionaria, llena de sombreros de anchas alas, de fusiles, de mujeres de rebozo y manta blanca que le dijeran: “Sí patroncito”; aguardiente y peones, fogatas en el patio y petates en la escalera, todo esto con sabor a maíz, a tortilla y a balazos.

Porque las afirmaciones de David Alfaro Siqueiros son como balazos. Hace poco declaró que México era la ciudad más fea del mundo. ¿Por qué? Es que en México se construye con una gran anarquía. Hay un libertinaje arquitectónico al cual debe ponérsele coto. Una ciudad donde todos pueden hacer lo que quieran, tiene que dar estos resultados catastróficos. Padecemos un caos de estilo que es producto del caos técnico. Los arquitectos copian de las revistas extranjeras, sobre todo de las norteamericanas. Así ha podido decir el investigador francés, Jacques Soustelle, al regresar a la ciudad de México: “Cuando me fui, México era un pequeño París. Ahora es un gran Dallas, Texas.”

David Alfaro Siqueiros tiene más chiste que todos los pintores mexicanos reunidos. Y no me refiero a la persona moral, no, ni siquiera al pintor. Pienso en el hombre, en su rostro despierto, en sus declaraciones firmes y contundentes, en la inteligencia, en ese caminar con aplomo, pisando definitivamente. Nuestros pintores, a fuerza de nacionalismo, a fuerza de tanto querer ser mexicanos, a fuerza de mimetismo superficial, se han vuelto iguales a la tierra opaca y rocosa que tanto ensalzan. A veces tienen actitudes espinosas de cacto y de maguey. “Lo mexicano, lo telúrico, lo verdaderamente nuestro”, y dan la sensación de hombres con orejeras, y de tan pegados a su tierra, lastrados irremisiblemente. Al igual que sus cuadros cafés, toscos y redondos, de inevitables nopales y voluptuosas hamacas, de niños de ojos rasgados y madres de chocolate, de dolientes rebozos y vientres hinchados por el rumor callado de la maternidad, los pintores se han hecho como terrones calcáreos. No se quieren enterar de lo que pasa a su alrededor por no perder su patriotismo mal entendido.

David Alfaro Siqueiros lo abarca todo, por lo menos en su conversación. Es brillante como pocos, y aunque su voz no es precisamente la voz oscura y sufrida del pueblo, es la voz mexicana de un pintor que sabe ser universal y que sabe hablar de México. Es también la de un hombre hecho, tanto para los demás como para sí mismo. En fin, cuando se habla con Siqueiros, se tiene la impresión de estar frente a un bloque, sensible, animado por mil resortes ocultos, frente a algo sólido e inalterable.

Su casa también es sólida. Allá abajo está el nieto Davicito del que conviene contar una anécdota. Un día Siqueiros dejó una tela manchada (para usar términos pictóricos) y Davicito llegó y con sus manos hizo una creación infantil y tenebrosa. Siqueiros, en vez de enojarse, trabajó sobre el boceto del niño, y surgió una bailarina roja y blanca llena de vida y de movimientos. Quizá de ahora en adelante, se hagan así los nuevos Siqueiros, siempre a partir de los hallazgos formales de un niño consentido, y de los retoques de un abuelo demasiado indulgente.

Ahora el maestro va a dedicarse a la escultura en un taller blanco, dentro de su casa burguesa y hogareña. Siqueiros ha abandonado desde hace mucho los óleos, las sanguinas, los pasteles, el temple y las aguadas, para entregarse definitivamente a toda clase de acrílicos, vinilitas, ducos, silicones, polivinilos, esteres, piroxilinas y toda clase de acetatos de celulosa y de gas butano, y de allí salen esos torbellinos que son como un ojo desmesurado y giratorio, esos rostros de bola de piedra, esos cigüeñales de barco prehistórico, el gran caballo de Cuauhtémoc contra el mito y esa mano agresiva del coronelazo que nos golpea los ojos con sus uñas manchadas de esmaltes. En resumidas cuentas, Siqueiros sabe a acetona.

Hablamos de política, pero nadie se atrevería a publicar lo que dijo Siqueiros. La pintura es un terreno menos pantanoso. El pintor habló de ella, quizá con menos entusiasmo y con menos énfasis que de la política ...

Pintura química y eléctrica en Nueva Delhi

—Voy a hacer un mural en ía India, en el Teatro Nuevo de Delhi que todavía está en construcción. Yo propuse algunas modificaciones al vestíbulo que los jóvenes arquitectos aceptaron.

—¿Y cómo es la forma del mural, maestro?    .

—La idea general es igual a la del Hospital de la Raza. ¿No conoce usted, el nuevo Hospital de la Raza? El mural es curvo, como una sección de huevo, pero más completa y mucho más grande.

—Me han dicho que usted quiere renovar la técnica muralista ... hasta piensa hacer murales con placas de aluminio ...

—Yo considero que los materiales tienen un valor determinante. Por ejemplo, la técnica muralista actual, a base de mosaiquitos unidos los unos a los otros, como usted ya lo sabe, nos conduce mentalmente a los murales y procesos muralistas bizantinos, o sea, al pasado. Con el aluminio pueden hacerse muchas cosas. El aluminio puede colorearse con procedimientos electrolíticos.

—¿Qué es eso?

—Procedimientos químicos y eléctricos. En vez de utilizar el fuego del horno, se utiliza el fuego eléctrico. Al aluminio puede dársele color y forma, y hasta volumen. ¿Cómo le explico, Elenita? Tradicionalmente, un mosaico se hace a base de pedazos pequeños de vidrios coloreados que luego se van colocando por secciones. Con el aluminio se pueden aplicar cabezas enteras, porciones enteras, dentro del horno. Además es un material que resiste a los rayos solares. La dificultad para todo esto, estriba en el retraso de México en esta materia. Usted debe saber que yo empleo materiales producidos con piroxilina, considerando que la extrema plasticidad de ésta le da el valor de un óleo superlativo. (La posibilidad de texturas o superficies lisas, rugosas, de voladuras, de transparencias, de combinaciones múltiples que dan estos materiales pictóricos producto de la química moderna, constituye un progreso de inmensa importancia frente a todos los procedimientos pictóricos del pasado.) Ahora, para el mural de Chapultepec estoy usando acrílicos. Representa todavía seis meses o siete de intenso trabajo ... Una vez terminado, iré a la India donde permaneceré seis o siete meses. Tengo también, como usted debe saberlo, el proyecto de ir a Polonia, para pintar allá un mural de dos mil metros cuadrados de superficie; pero esto todavía no está absolutamente resuelto por cuestiones internas de Polonia . ..

—Pero, por ejemplo, cuando usted se va a pintar a otros países, ¿lleva ayudantes mexicanos, o hace trabajar a los artistas de otros países?

—En el caso de Polonia, como se trata de un mural enorme, me ayudarían veinticinco artistas de diferentes nacionalidades, pero naturalmente, la mayoría serían polacos. Entre mis proyectos, está hacer la prueba de trabajar en equipo ... Cuando los trabajos son menos grandes, llevo a un grupo de ayudantes míos.

Nuestros críticos de arte con anteojos

Los críticos de arte mexicano no tienen una base sólida. Se parecen demasiado a los críticos europeos, que son excesivamente líricos. Los grandes críticos de arte a través de la historia han sido escritores apasionados del movimiento de arte de su época, Baudelaire con los impresionistas, Apollinaire con los cubistas, Oscar Wilde con los pre-rafaelistas, Aragón con los surrealistas, y otros grandes críticos-escritores como Blaise Cendrars. Hoy, el defensor de nuestras tendencias en París, es también un escritor, Philippe Soupault, mientras que nosotros aquí en México no tenemos más que críticos con anteojos, que es milagro que siquiera puedan ver los cuadros.

¿Se ha fijado usted, Elena, que todos llevan antiparras ?

Pero existe también Octavio Paz, que además de ser poeta y escritor ha escrito bastante sobre los pintores. ¿No ha leído usted lo que ha dicho sobre Tamayo, Juan Soriano, Pedro Coronel ?

~—Octavio Paz es una excepción. Es el más inteligente defensor del arte no figurativo.

—¿Qué es eso?

—Los yanquis han puesto de moda la expresión non figurative entre los pintores. Significa simplemente un arte que no tiene interés en la representación de la figura humana y de la figura de las cosas.

Octavio Paz escribe muy bien en defensa de su tendencia. También otro que lo hace bien es Carlos Mérida. Con Octavio Paz se puede discutir porque se trata de un hombre inteligente, y sobre todo de un hombre que sabe escuchar, además de ser un gran poeta. Creo que hay dos escritores críticos de arte en México: Octavio Paz, que defiende su tendencia o sea el arte abstracto, y José Revueltas, el arte realista. No son como los demás críticos que tienen un termómetro para aplicárselo a cada obra y medir los grados de calor que tiene. Además, y como ya se lo dije, nuestros actuales críticos, de tan ciegos, a veces confunden el marco con el propio cuadro. Mire Elenita, el otro día, me encontré con un texto de Zolá, escrito hace noventa y tantos años, cuando la pintura todavía tenía dignidad y vivían Manet, Monet y Cezanne... Puede decirse que Zolá era el crítico de Cezanne, y en realidad, Cezanne es un realista ... Mire usted qué textazo escribió Zolá: “El arte se ha fragmentado. Al despedazarse, el gran reino se ha repartido en pequeñas réplicas. Cada artista atrae un poco de público dándole los juguetes que desea. Así el arte se va convirtiendo en una gran confitería en donde hay dulces para todos los gustos. Los pintores no son sino mezquinos decoradores que trabajan en la ornamentación de nuestros horrendos departamentos modernos. Los mejores se vuelven anticuarios robando un poco de personalidad a algunos de los grandes maestros muertos. Esta multitud de decoradores pequeños burgueses hacen un ruido de los diablos. Cada uno tiene su pequeña teoría, cada uno quiere atraer clientes y vender. La gente va del uno al otro; hoy se divierte en chucherías de fulano y mañana admira las falsas energías de zutano. Y este comercio vergonzante, estas lisonjas y esta admiración de pacotilla, se hace en nombre de las sagradas leyes del arte.

                     Patricios y patricidas
          David Alfaro Siqueiros, 1945-1971
           Acrílico y piroxilina sobre celotex

“Luego vienen los críticos de arte que agregan aún mayor confusión al tumulto. Los críticos de arte son concertistas, que, todos juntos, a la misma hora, tocan sus aires, escuchando cada uno a su propio instrumento en la espantosa algazara que producen. Podría señalar al que cuida la frase y se contenta con hacer de cada tela, la descripción más pintoresca posible; al que, ante una mujer tendida en un sofá, encuentra la oportunidad para un discurso radical y otros que, ante el cuadro, se afanan por componer versos y chistes. Pedro dice blanco y Pablo dice negro . ..

“Y el público, comprobando cuán poco se ponen de acuerdo en este mundo las personas que se arrogan la misión de guiarlo, se deja llevar por la más desternillante risa” ...

Mire usted Elenita, yo quiero decirle con toda franqueza que la pintura en el mundo se acabó con el Renacimiento y ya en el Renacimiento existían todos los factores de descomposición en el mundo.

Tamayo y Soriano, tendencia sin salida, que agoniza

—¿Está usted en contra del arte abstracto ?

—Toda mi discrepancia con Tamayo, que es un pintor extraordinariamente dotado, y en cierto sentido puede decirse lo mismo de Soriano, no es sobre su pintura, sino sobre el sistema que han escogido. Han entrado dentro de una tendencia que agoniza y que no tiene salida. Hay que restituirle a la pintura sus valores esenciales de arte integral. El arte ha caído, se ha minimizado y se ha convertido en una expresión fácil. Parece que la pintura es una recóndita expresión personal, y se han hecho a un lado todas las dificultades. Hay que volver a una gran artesanía moderna ...

—Pero usted no quiere que los pintores vuelvan para atrás. Que regresen de pronto a los primitivos italianos ... Los pintores modernos quieren ser descubridores, inventores ...

-—No se inventa nada en la pintura. Se suma, se agrega, se enriquece, y sin duda alguna, del arte llamado moderno, del arte de vanguardia quedará muy poco para sumar al arte mayor que ya se apunta en el mundo.

—Pero usted no puede decir, por ejemplo, que Picasso haya entrado dentro de una tendencia que agoniza y no tiene salida.

—No es Picasso quien agoniza, sino el método, el concepto artístico, en que opera Picasso. Dentro de ese método, de su método, Picasso sigue siendo el más ingenioso. El mal, pues, está en la base.

—Pero, ¿qué es para usted el arte de vanguardia ?

-—El arte de vanguardia no es producto de genio. Es producto de ingenio, de novedad rebuscada. Es en realidad un arte artificioso.

Para los impresionistas, los fauves, los futuristas, los cübistas, los expresionistas, los surrealistas, la pintura es un problema unilateral. Tanto por su teoría como por su práctica pretendieron resolver un problema múltiple, atacando una sola de sus facetas. Han sido especialistas. Por ejemplo, para los impresionistas, en pintura, lo importante es la vibración de la luz. Frente a esa tendencia, nosotros, los mexicanos hemos afirmado que lo fundamental es atacar y resolver el problema integral y no sólo una cara de ese problema. Para nosotros el problema, lo componen simultáneamente la vibración de la luz, el espacio, el volumen, el movimiento, la expresión, el contenido, etc. En realidad nosotros los mexicanos somos los primitivos de una nueva era en la pintura, tan primitivos como lo pudieron haber sido los primeros cristianos; pero, independientemente hacemos un arte que está en su comienzo. Yo creo que los pintores abstraccionistas por iconoclastas son musulmano-protestantes.

-—Y ¿los surrealistas, maestro?

—-Los surrealistas dicen que la subconsciencia es más fuerte que la consciencia. ¿No es absurdo que dentro del surrealismo el sueño sea más bello que la vida vivida cuando el sueño no es más que una forma perturbada de la vida real? Hay que volver pues a la objetividad, al placer de lo existente.

—Pero para usted, ¿en qué consiste la objetividad, maestro?

—Objetividad para un pintor es la percepción de lo físico, esto es lo existente; la percepción de la materia, tersa o áspera, brillante u opaca. Absurdo resulta desechar la imagen del hombre, pues esta imagen es la nuestra propia, la materialización de nuestra existencia, y por allí, el medio para percibir la materialidad de todo lo existente, que es parte de nuestra vida misma.

No existe placer mayor para un artista que ese placer, el placer de la plasticidad de todo lo existente. Por otra parte, sin objetividad no hay lo que se llama subjetividad. La subjetividad es parte entonces de la objetividad. No existe sin ella. En el fondo de esta dialéctica materialista radica el centro de toda nuestra controversia con los partidarios de lo inmaterial. Nosotros nos preocupamos por la física. Ellos son espiritistas.

—Bueno, maestro, dejemos a un lado los espiritistas y hablemos de usted . . .

No quiero que mis figuras sean monotes

En este momento estoy yo en un período muy especial. Pienso que hasta hoy me he preocupado fundamentalmente por el espacio, por la forma, y naturalmente por el movimiento de la dinámica, el de la forma en el espacio. Mi deseo actual es revestir esa estructura, ese andamiaje y recubrirlo humanizándolo hasta donde sea posible con todos los movimientos psicológicos tanto individuales como colectivos.

Es decir, quiero producir sobre la base de una objetividad integral y no de una objetividad puramente estructural. Quiero que mis figuras sean vivas, que no sean monos, que no sean monotes, sino seres verdaderos. Creo que mucha de la obra de nuestros grandes maestros, de la pintura mexicana (Orozco, Rivera, Mesa, Guerrero Galván) permanece dentro de un terreno ideográfico. Sus seres y sus objetos se anotan, no se hacen, eso quiero decir por ideográfico. Es todavía más, un lenguaje que una representación de profunda objetividad. Sería tonto suponer que los artistas figurativos del pasado agotaron ya la representación viva de lo existente. Hay un largo camino que recorrer en este sentido. Creo que los pintores llamados de vanguardia se aterrorizan ante este gran problema refugiándose por lo mismo en el espectro, en el fantasma de las cosas.

Usted cree que los pintores se refugiaron en el arte abstracto por no saber pintar la realidad mejor que sus antepasados ... ¿Es eso el arte abstracto?, ¿un refugio ?

—Arte purismo o abstraccionismo, es lo mismo. Por eso empleé el término de vanguardismo para envolverlos a todos. Yo creo que en el ambiente de México, entre las generaciones más jóvenes, no precisamente las intermedias, empieza a manifestarse ya un deseo de alejamiento de lo subjetivo, y eso, en mi concepto, los conducirá muy lejos en un futuro próximo.. . ¿Usted ha oído hablar del último movimiento en Francia, Elenita, llamado tachismo?

—No. ¿De qué se trata?

—Viene de la palabra taches, o sea, manchas. El pintor manda que le coloquen varios botes de pintura en el suelo sin que él vea dónde están los colores. Esto se hace en un cuarto oscuro. Luego llega, mete un trapo en los botes, y lo arroja contra la tela. Después, y con las manos, les da más o menos forma a todas esas manchas de colores que se han formado sobre la tela ...

—¡ Ay, pero eso es idiotismo! ...

—Claro. Pero ellos creen que están pintando. Claro que el accidente existe en la pintura; pero, francamente, yo no creo en esa clase de accidentes; es simplemente un juego de idiotas. Lo he dicho ya al referirme a la obra artística de los niños. Ni los griegos, ni los prehispánicos de América, ni los artistas del Renacimiento, ni los artistas franceses del período neoclásico y romántico (Ingres, Delacroix) exaltaron la obra de los niños, de los diletantes y de los pre-profesionales, como manifestaciones de un valor absoluto, de la misma manera que no exaltaron el esfuerzo previo (dibujos, bocetos, etc.), de los mismos profesionales. Exentos de esnobismo, tenían el sentido profundo de lo profesional que corresponde a todos los períodos florecientes del arte. Fue el esnobismo de los formalistas de principios de siglo el primero en exaltar e idealizar esa producción, precisamente para justificar sus propias debilidades.

Que otros pintores vayan por el esmerado jardín de la belleza y que adornen sus cuadros con flores más o menos pasajeras; que otros tomen con escrúpulos las medidas de la gracia. Siqueiros no pinta flores ni se somete a las reglas de oro de la divina proporción. El pinta a manos llenas y libres, satisfecho de sí mismo, resonante como una campana de colores profundo.

Elena Poniatowska

 
Publicado, originalmente, en: Revista de la Universidad de México  8 / artículos / Abril de 1958

Revista de la Universidad de México es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México

Link del texto: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/638eaa5c-3e4c-4494-9214-259383923164/jose-emilio-pacheco-el-poeta-que-quiso-ser-sus-iniciales

 

Ver, además:

 

El último mensaje de David Alfaro Siqueiros por el muralista Rodolfo Campodónico (Argentina) c/videos

 

La idea de realismo en Siqueiros, por Oscar Robles González (México) c/videos

 

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