Pablo Neruda: claridad de una poesía hermética

Pablo Neruda recibiendo el Premio Nobel

por Leopoldo Peniche Vallado

 

"... Mi poesía es íntima mía; la concibo como una emanación mía, como las lágrimas o como el pelo míos; encuentro en ella la integración de mí mismo".

P. N.

La Academia Sueca anunció el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura correspondiente al año pasado, al poeta Pablo Neruda, como recompensa a una poesía que "con la acción de una fuerza elemental alumbra el destino y los sueños de un continente”. Pudo agregar el símil académico: una poesía que alumbra también las realidades de un mundo en efervescencia constante.

Pero la limitación en que incurre no resta trascendencia a la rotunda afirmación de la Academia Sueca, que por provenir de ella —institución obviamente conservadora (dicho sin intención peyorativa) y sujeta a rudas presiones y compulsiones, según ha podido verse en el transcurso de los años a través de la mecánica de las concesiones de este Premio Nobel— adquiere una significación peculiar tratándose como se trata de calificar una obra poética tan discutida en los propios medios en que se originó, y en algunos momentos tan sometida a discriminaciones, todo lo injustas que se quiera, pero operantes en ciertos aspectos. El dicho de la Academia, pues, si en verdad no pretendió ser un espaldarazo, que no necesita Neruda, tiene el valor de una sanción crítica más que puede ser saludable para los renuentes a admitir la evolución de la sensibilidad poética al ritmo de los tiempos y de los espíritus.

Lo que no pueden negar ni los más obcecados, es que de los versos de "Crepusculario" a los de "Canto General’’, hay un camino transitable sólo por el genio, una transformación de los medios expresivos, de las formas de pensamiento a compás con la madurez vital del poeta, y más que nada con los ámbitos sociales y espirituales en que iba desenvolviéndose su avidez de creador, de auténtico creador, sin reflejos, sin influencias ajenas, con dominio de su personalidad, con posesión de un territorio propio.

" ... Mi poesía es íntima mía", había escrito, con lo que pretendía dar a entender que él era el solo responsable de ella, no importándole que la calidad comunicativa de esta poesía estuviera sujeta a exégesis como toda expresión singular y personalísima. Que inevitablemente desató el nerudismo —como Góngora en su tiempo produjo el gongorismo— lacra que afectó a un gran porcentaje de la literatura hispanoamericana en los últimos cuarenta años, no es culpa atribuible al poeta chileno. El aspiró siempre al puesto de director —cumbre solitaria— del movimiento poético de América y quizás de España y del mundo, y puso todos sus arrestos, que nunca fueron pocos, para conquistarlo depurando su poesía, dentro de su particular concepto de depuración, dotándola de su propia agonía espiritual, apresando en ella las circunstancias de su vida y de su tiempo, tiempo de oscuridades, de angustias, de desintegraciones, como oscura, angustiada y desintegrada tenía que ser la poesía representativa, heroicamente representativa, que él se sentía capaz de crear.

Pero nunca Neruda se erigió en dictador de poetas, y quienes se consagraron servilmente a seguir sus huellas, a copiar su genio inimitable e impar, lo hicieron tal vez sin una conciencia clara del rebajamiento que se imponían y del que estaban dejando huella dolorosa en las letras. No incluimos en esta actitud desquiciada y desquiciante a los auténticos epígonos —que los ha habido y aún los hay— agitados por una influencia incontrastable, pero poseídos del élan creador que les permite gobernarla y pulirla sin caer en el “pastichismo” abominable, porque esos sí han legado y legarán obra perdurable dentro de una escuela avasallante insurgida contra el entumecimiento y la desorientación que se habían apoderado de las letras a la decadencia del modernismo rubendariano. Lamentablemente los verdaderos epígonos no han sido tantos como los falsos epígonos que forman legión, y de aquí la peyoratividad con que muchos espíritus críticos, desolados e infecundos, abjuran del nerudismo de sima, sin hacer distinciones respetuosas respecto del punto de partida, es decir de la cumbre.

"... Yo sabía que no iba a ser un poeta rutinario, y esta certeza hizo que, lejos de escribir dentro de las rutas en boga, me evadiera para esperar y recibir sólo el momento definitivo..."

P. N.

Nació Neruda a la vida de las letras en la temprana adolescencia. Se hizo notar en la forma rutinaria: ganando un concurso poético —La Canción de la Fiesta— a los 16 años. Pero ésta sólo fue la entrada; el poeta efebo no se hallaba cómodo en las estrecheces de aquellas cárceles retóricas que lo constreñían a expresarse y vestir sus pensamientos con ropajes de machacona claridad idiomática, que coartaban su intuición y su sentimiento, prestos a explotar eruptivamente.

Pronto se advirtió la evolución de su experiencia poética hacia el hermetismo de la forma expresiva, pero no dentro de un falso proceso asentado en un prurito esnobista, prefabricado para epatar al burgués; era el suyo un hermetismo regido por un impulso incontenible del caudal romántico de su sensibilidad creadora. Neruda no temió nunca que la oscuridad connaturalizada con su poesía, afectara los canales de su comunicación con el lector; no obstante, eran perceptibles, a través de sus propios versos, los esfuerzos que hacía honestamente por ponerse a la altura de la capacidad interpretativa de aquél. Claro que esta tarea resultó superior a sus fuerzas poéticas entonces.

Hay quienes no conciben que un poeta evolucione hacia el hermetismo. Sin embargo, ¡cuántos poetas, cuánta poesía oscura hay en todas las lenguas! La oscuridad no delata ausencia de valores poéticos, sino muchas veces acendramiento de éstos. El auténtico creador se revela poéticamente lo mismo en la sencillez expresiva que en la complicación conceptual. El genio tiene la facultad de trascender el rebaño e imponer sus propias leyes, su propia visión peculiar del mundo y de las cosas. No ha sido Neruda el primer poeta oscuro en verdad, pero su manera de serlo es única y por eso será siempre un poeta solitario.

Cuando maltrata el material idiomático que maneja, cuando distorsiona la sintaxis para dar a luz sus imágenes desconcertantes; cuando rompe con todo equilibrio y con toda tradición de incontrastable vigencia y aparece eruptivo, violento, destructor y hasta incoherente, tal vez más raro que los raros de Darío, es cuando se le advierte más poeta, más dominador, más solo, más él, adentrado en su propia visión del mundo y de la vida y tomando de éstos, climas, panoramas, angustias y toda esa masa de intuiciones, de emociones, que traslucen sus poemas envueltos en vocablos aparentemente privados de todo sentido y en nociones descoyuntadas y esotéricas.

No hay poema de Neruda que pueda ser de una sola lectura. Esta circunstancia ha de ser fatal para los leedores apresurados —en muchos casos adornados con marbetes de poeta— incapaces de ahondar, de persistir, por no haber podido sentirse tocados del misterio comunicado por el poema leído, al que escapan su prisa y su empecinamiento.

El más notable exegeta de Neruda en su poesía y en su estilo, el gran crítico y filólogo español Amado Alonso, escribió estos conceptos categóricos: "Los versos de Pablo Neruda, es muy verdad, resultan a veces casi enigmáticos, y muchos creen que una poesía que tanto esfuerzo de comprensión requiere del lector, no merece la pena de esforzarse. A éstos, ciertamente, no les importa la verdad de la poesía, y está bien que se ahorren el esfuerzo. Pero otros —nunca tantos— que han oído y escuchado la voz desgarradora de esta poesía, que han entendido también largos lamentos con lagunas, no se pueden resignar ya —y es mi propio caso— a no asir la totalidad del sentido. Para ellos he escrito este libro.” (Amado Alonso, Poesía y Estilo de Pablo Neruda. Interpretación de una poesía hermética. Editorial Sudamericana, 1951. Buenos Aires.)

En verdad ¿quién se atrevería a sostener que la calidad poética depende de la claridad de la expresión, o de la mayor o menor facilidad de comprender ésta? En Neruda la oscuridad es efecto del desajuste entre la intuición y el sentimiento que es el elemento dominante y el que le da la verdadera calidad a su poesía, el que la hace subsistir, el que le da impacto, lo que no quiere significar que el poeta carezca de capacidad bastante para lograr este equilibrio en los momentos más felices de su obra, de su mensaje poético. Crea imágenes que no son visualizables, ni permiten a la imaginación del lector realizarlas fácilmente. Por eso aconseja Alonso que "para comprender y gustar la poesía de Neruda no hay que buscar primero el entendimiento a través de la inteligencia, de las construcciones externas para entrar desde ellas al sentimiento; al revés, las construcciones externas nos serán comprensibles cuando lleguemos a ellas desde el sentimiento que las provoca.”

Ahora bien, muchos se preguntan acerca de la causa que condujo al poeta a cruzar el puente que va de Crepusculario —un libro ingenuo y sin valor literario, según autocrítica nerudiana— y "Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada”, matriz del nerudismo enfermizo a "Residencia en la Tierra”, pasando por "Tentativa del Hombre Infinito", "Anillos", "El Habitante y su Esperanza" y "El Hondero Entusiasta" que son hitos, escalones, en su ascensión a la cumbre de su más acendrada personalidad poética.

Cardona Peña, perspicaz y hondo en sus veredictos, responde: "... Neruda no vino al mundo para escribir solamente veinte poemas de amor y una canción desesperada, como Darío no apareció para escribir Sonatinas. Vino para expresar la obra de transformación americana, y a estas horas, escrito el "Canto General", quedarse en el Neruda que escribe los versos más tristes en la noche, implica, no solamente un desconocimiento de los fenómenos de la evolución individual, sino una traición a la poesía”. (Alfredo Cardona Peña. "Pablo Neruda. Breve Historia de sus Libros". En Cuadernos Americanos, Noviembre-Diciembre, 1950.)

"...Contemplándolos ahora, considero dañinos los poemas de "Residencia en la Tierra”. Estos poemas no deben ser leídos por la juventud de nuestros países. Son poemas que están empapados de un pesimismo y angustia atroces ..."

P. N.

Una nueva evolución se anuncia en Pablo Neruda "el poeta que contempla el mundo con los ojos de Heráclito” según expresión de Alfonso Reyes. Tiene como punto de partida su presencia en la guerra de España, cuando nace en él una honda preocupación que influye en su mismo estilo poético que parece como si quisiera apartarse de los transitados caminos de las metáforas incongruentes y de las imágenes superrealistas. Busca ya una poesía más directa, más eruptiva, más agresora y por lo tanto más humana en sus explosiones. Ahora lo atormenta un pensamiento: el pueblo, y a él va con todo su bagaje poético para no apartarse más de esta nueva senda, a la que habrán de acomodarse en el futuro todas sus inevitables evoluciones. Pues ¿puede concebirse a un Neruda estático?

"España en el Corazón", que su autor subtituló Himno a las Glorias del Pueblo en Guerra, es considerado como el primer libro político de Neruda. El primer gran libro, acota Cardona Peña. Con este libro, Neruda liquida el pesimismo que estaba contagiando a toda una generación, y se entrega a la cólera combativa, optimista, creadora de libertad; canta su admiración de soldado, de participante activo, a los ideales por los que está dando su vida el pueblo español, este pueblo al que ha sacrificado su vieja angustia de poeta, para entregarse a otros carriles en los que dejará de hacer el juego a ese devorador de poetas que es el capitalismo, al servicio de sus intereses malignos de clase. "A una ola muy grande de pesimismo literario que llena una generación entera —piensa— corresponde un avance agresivo del capitalismo en formación-. Si examinamos la actividad poética de Rubén Darío, vemos que ésta corresponde a un desarrollo menor del capitalismo. En su tiempo las fuerzas destructoras no necesitaban mostrar aún el camino del aniquilamiento. Pero años después, las fuerzas reaccionarias del continente ven un peligro en el despertar intelectual, y de aquí la tendencia nihilista y desesperada de mi anterior poesía y de todos los poetas de mi generación. Tengo la seguridad de que no de una manera sistemática, pero tampoco menos fuerte, la reacción ha querido inutilizar estas fuerzas del verbo.”

Y Neruda, renacido, redescubierto por sí mismo, emproa su nave batalladora hacia un territorio más suyo aún, con el que siente estar plenamente identificadas la carne y el alma de su poesía, tan suya como sus emanaciones, como sus lágrimas, como su pelo; una poesía hecha de trozos de humanidad cálida y tremante. Así, timonel experto y seguro, salva con su magisterio los arrecifes sembrados en el mar de sus grandes combates, y arriba al puerto de abrigo de la política poética o de la poesía política que para él son un mismo concepto.

En poco menos de un año parió el "Canto General”, su obra maestra, que sólo los críticos con reconcomios persistentes nacidos de su adhesión al pretérito convencional, los que niegan a la política capacidad de insuflar valores poéticos permanentes, se atreven a desconocer. Tremendo prejuicio que pesa en el pensamiento como un fardo de obstinada apoesía, y adormece y cierra la conciencia a la admiración por las más altas y humanas excelencias de la creación poética de todos los tiempos, desde Homero, pasando por Dante, por Cervantes, por Ercilla, hasta llegar a Neruda.

Ningún concepto tan exacto y tan vibrátil como los que el poeta externa para explicar su propia politización poética. En su carta a Miguel Otero Silva, inclusa en el "Canto General”, expone:

 

"Cuando yo escribía versos de amor, que me brotaban por todas partes, y me moría de tristeza, errante, abandonado, royendo el alfabeto, me decían: "¡Qué grande eres, oh Teócrito!”. Yo no soy Teócrito: tomé a la vida, me puse frente a ella, la besé hasta vencerla, y luego me fui por los callejones de las minas a ver cómo vivían otros hombres. Y cuando salí con las manos teñidas de basura y dolores, las levanté mostrándolas en las cuerdas de oro, y dije: "Yo no comparto el crimen.” Tosieron, se disgustaron mucho, me quitaron el saludo, me dejaron de llamar Teócrito, y terminaron por insultarme y mandar toda la policía a encarcelarme, porque no seguía preocupado exclusivamente de asuntos metafísicos".

"... El "Canto General” es posiblemente el más poético de mis libros. Creo que es ensayo de una lírica capaz de enfrentarse con todo nuestro universo..."

P. N.

El "Canto General está en la línea de La Ilíada, de La Odisea, y más cerca aún en el tiempo, de La Araucana. Vale decir: se nutre de las grandes epopeyas que enriquecen el acervo literario universal. Sólo que Neruda no narra contiendas bélicas —la guerra era en la Antigüedad un signo épico convencional— sino que extrae de sus visiones de América, de sus ímpetus de americano cabal y universal, las notas de un himno jubiloso que tiene en ocasiones resonancias paradojales de elegía, y dice las grandezas y las miserias de un mundo en construcción perenne, las aspiraciones de justicia del hombre y sus afanes inmortales de transformación y de renacimiento. "He querido realizar —dice el poeta— el retrato de las luchas y victorias de América así como parte de nuestra zoología y de nuestra geología.” Y también dice: "He querido dar la sensación de nuestras luchas continentales a través de un romanticismo revolucionario que no está en desacuerdo con el realismo que aspira a tener el libro.” Se barajan en el poema muchos nombres propios sin importarle al poeta si pertenecen a personas de gran relieve histórico o a segundones opacos. "Lo he hecho deliberadamente —explica Neruda— para que caiga sobre ellos un estigma simbólico. Yo sé que el pueblo los castigará, pero en mi poema queda una acusación del molde humano de ellos; son diplomáticos, alcahuetes, periodistas pervertidos y sabuesos de una dictadura corrompida. que esto es algo duro, que asombrará y molestará a no pocos lectores, pero quiero que piensen en lo amargo que es para mí concretar las realidades de este tiempo. Creo que mi libro, desde su comienzo es un libro alegre, sano, optimista, a pesar de la tristeza que lo circunda, no en forma total.”

¿Que hay en ocasiones oscuridad en el "Canto General”, que obliga a repeticiones de la lectura para lograr captar en toda su profundidad el pensamiento y el sentimiento puestos en el verso? Ya se ha dicho que el hermetismo es categoría expresiva en Neruda, y no es posible variar de un plumazo, en la secuela de una relampagueante fase evolutiva determinada por el destino insondable del hombre, los modos permanentes de comunicación con el lector, de un poeta de valores originales tan fuertes, de acento lírico tan singular y entrañado en el espíritu de sus formas poéticas antirretóricas y libérrimas.

Pero de "Residencia en la Tierra” al "Canto General” y después al "Cantar de Gesta”, se aprecia una notoria baja de densidad del hermetismo congénito de la poesía nerudiana, para bien suyo y de la causa humana que le da alientos e inmortalidad en la conciencia de los pueblos de América y del mundo.

Hablando de sus luchas cívicas, dijo alguna vez estos conceptos que pueden aplicarse a su evolución poética (poesía y persona son una misma cosa en Neruda, opinó en una ocasión Nicolás Guillén, su par poético): "En ese largo camino, en vez de perder esperanzas, de hacernos más escépticos cada día, más elegantes cada día, hemos dispuesto, por una rara afinidad, ser cada día más verdaderos, más justos y más seguros de nuestra responsabilidad ante la vida, ante la historia y ante la poesía misma.”

Si esta actitud declarada entraña un rebajamiento de la calidad de la obra poética, en el sentir de artepuristas chatos y transnochados; si frente a ella aún hay quien hable de pruritos de demagogia, Neruda tiene plena conciencia de lo que hace, conoce sus caminos y sabe a dónde va y cuáles son los mejores usos que puede dar a su genio extraordinario.

Ya lo dijo en un poema que vale por una cátedra de poesía y de humanismo poético, de alto civismo y de suprema incitación al arte más noble y bello:

             No me lo pidan

Piden algunos que este asunto humano

con nombres, apellidos y lamentos

no lo traten las hojas de mis libros,

no lo dé la escritura de mis versos;

dicen que aquí murió la poesía,

dicen algunos que no debo hacerlo;

la verdad es que siento no agradarles,

los saludo y les saco mi sombrero

y los dejo viajando en el Parnaso

como ratas alegres en el queso.

Yo pertenezco a otra categoría

y sólo un hombre soy de carne y hueso,

por eso, si apalean a mi hermano,

con lo que tengo a mano lo defiendo,

y cada una de mis líneas lleva

un peligro de pólvora o de hierro

que caerá sobre los inhumanos,

sobre los crueles, sobre los soberbios.

Pero el castigo de mi paz furiosa

no amenaza a los pobres ni a los buenos:

con mi lámpara busco a los que caen,

alivio sus heridas y las cierro:

y mostrar hasta donde, reuniéndose

del aviador y del picapedrero:

debemos hacer algo en esta tierra

porque en este planeta nos parieron

y hay que arreglar las cosas de los hombres

porque no somos pájaros ni perros.

Y bien, si cuando ataco lo que odio

o cuanto canto a todos los que quiero

la poesía quiere abandonar

las esperanzas de mi manifiesto,

yo sigo con las tablas de mi ley

acumulando estrellas y armamentos

y en el duro deber americano

no me importa una rosa más o menos:

tengo un pacto de amor con la hermosura:

tengo un pacto de sangre con mi pueblo.

Pablo Neruda : Discurso por el Premio Nobel 1971

 

1947: Neruda recita "Alturas de Macchu Picchu" (completo)

 

Leopoldo Peniche Vallado

Cuadernos americanos Año XXXII  CXCII

México, D.F. Enero / febrero 1974

Ver, además: Tríptico de Pablo (Neruda), por Ernesto Mejía Sánchez

Pablo Neruda en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

Facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Leopoldo Peniche Vallado

Ir a página inicio

Ir a índice de autores