26 de agosto cumpleaños del Cronopio Mayor |
Quisiera
recordar a Cortazar, con un capitulo brevísimo de Rayuela, un capítulo en el que impera la poesía
y el erotismo, un erotismo florecido de peces, flores y cíclopes.
¿Quién de mi generación, que haya leído Rayuela
no deseo ser La Maga? ¿Quién no deseo que
alguien nos escribiese un texto cómo éste? ¿Quién no deseo
perderse en la vida bohemia de París? ¿ Quien
no? Lo hicimos a través de la
pluma esplendorosa del Cronopio. Declaró Cortazar, con su habitual
franqueza:”… cuando terminé
Rayuela que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores
de mi edad pero la gran maravilla fue que ese libro cuando se publicó en
la Argentina y se conoció en toda América Latina, encontró sus lectores
en los jóvenes, en quiénes yo jamás había pensado al escribir ese
libro. Entonces, la gran maravilla para un escritor es haber escrito un
libro pensando que hacía algo que correspondía a su edad, a su tiempo, a
su clima y, de golpe, descubrir que en realidad planteó problemas de la
generación siguiente. Me parece una recompensa maravillosa y sigue
siendo, para mí, la justificación de libro.”. Ocho años le llevo
su escritura , y muchas veces escribiendo a jornada
completa. Pero, dejemos los recuerdos,
desde algún lugar leerá este
recuerdo y sonreirá, o tocará el saxo, diciéndonos gracias amigos, gracias por recordarme. Capítulo
7 DE RAYUELA Toco
tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si
saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me
basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada
vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara,
una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para
dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco
comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la
que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. |
©
Silvia Loustau - Mar del Plata – Argentina
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Silvia Loustau en Letras Uruguay
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