Julio Cortazar y Latinoamérica: “debemos luchar contra el chovinismo”
Viviana
Marcela Iriart / fotos: Eduardo Gamondés Revista Semana Caracas, noviembre 1979 Julio Cortázar y Viviana Marcela Iriart |
Su voz grave y gangosa atiende el teléfono, sin intermediarios, simplemente él levantando el tubo. Cortázar. Su voz suena seria, como la imagen que tengo de él, una imagen de que siempre tiene 40 años: imposible imaginarle más (y sus biografías dicen que nació en 1916). Explica que quiere ver la revista antes de concedernos una entrevista, y ni él ni nosotros sabemos qué pasó, pero las revistas que dejamos en el hotel jamás llegaron a sus manos. Igualmente sugiere vernos en Parque Central, en la inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70, en la que él participó. Y allí estaba, llamando la atención aún sin quererlo: era el más alto de todos los presentes. Y allí estaba, con la barba y bigotes cobrizos que lleva desde hace tanto, con la seriedad con que aparece en diarios y revistas, con una simpatía que no le imaginaba. Allí estaba, era Cortázar. Un ser humano como usted y como yo, sí, con dos ojos, una boca, dos manos, virtudes, defectos, deseos, nostalgias. La entrevista fue en un rincón del Hotel Anauco Hilton, junto con el Asesor de Semana, Jorge Madrazo, el fotógrafo Eduardo Gamondés y cuatro o cinco admiradores del escritor, inmersos disimuladamente –o no- en la conversación. Él habló despacio, cálidamente y sus ojos claros recorrían los nuestros mientras sus palabras se abrían en el centro de nuestras mentes, quedando allí mucho tiempo después de haber sido pronunciadas. Y él se quedó en nosotros cuando la noche llegó y nos encontró en sitios distintos. Como una presencia invisible, deseada, siempre presente a partir del primer encuentro.
Acerca de la literatura y la política
“Bueno, claro que me molesta ser requerido más para dar
opiniones políticas que literarias, porque soy un animal literario. Así
como los franceses suelen referirse al hombre como un animal pensante o un
animal filosófico, yo soy un animal literario. Nací para la literatura y
si fui asumiendo lentamente este compromiso de tipo ideológico que
ustedes me conocen, eso fue al término de un proceso muy lento, muy
complicado y a veces muy penoso. Porque como mi vocación profunda es la
literatura, hay momentos en los que las circunstancias de tipo político
–el tener que venir a esta Conferencia, escribir artículos de contenido
político, atacar a la Junta chilena o argentina, ocuparme de casos de
desaparecidos, muertos, torturados, contestar alguna de la enorme
correspondencia que me llega, porque la gente piensa que yo siempre puedo
decir algo y ayudar- bueno, hay momentos en lo que, lo confieso porque es
verdad, tengo un gran desánimo. Porque me digo: “bueno, ¿alguna vez
voy a poder escribir una novela?” Mi ideal sería tener un año o dos de
tranquilidad, para escribir una novela que me da vueltas en la cabeza hace
mucho tiempo. Por eso es que cada vez más me convierto en un cuentista,
porque los cuentos los escribes en el avión, en tu casa, en la
calle...” |
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Hasta
Francia llegó el exilio
“Yo hace 28 años que vivo fuera de
la Argentina, pero nunca me consideré un exiliado hasta el golpe de
Videla. Nunca me consideré un exiliado, porque para mí el exilio es una
cosa compulsiva, y yo vivía en Francia porque me daba la gana. Porque es
un país que me gusta, donde me siento bien y donde iba escribiendo mi
obra sin dificultades ni problemas. Y de repente, a partir del golpe
militar, supe que me había convertido en un verdadero exiliado. Es decir,
que ahora tengo ese sentimiento que tienen todos los exiliados, done los
aspectos negativos son muy fuertes, pesan mucho. Eso me llevó por primera
vez a reflexionar sobre el problema del exilio. Es entonces que me di
cuenta de que si yo o cualquier otro exiliado entra en el estereotipo, en
la noción esencialmente negativa, aplastante del exilio, le está
otorgando una carta de triunfo a la dictadura que lo exiló. Entonces me
planteé el problema en términos muy claros: es una locura, es ilógico,
no se puede aplicar científicamente, pero yo en vez de estar en una
marcha adelante doy marcha atrás, invierto la velocidad y entiendo el
exilio en términos positivos. Yo lo dije en París e hizo sonreír a
mucha gente, dije que es como si Videla, ahora que me exiló, me hubiera
dado una beca para escribir fuera de la Argentina. Y mi mejor manera de
contestar a ese exilio es dar el máximo de lo que yo puedo dar como
escritor, y es lo que estoy tratando de hacer. Pero al exiliado que llega
totalmente quebrado, ya sea porque él mismo ha sufrido, incluso físicamente,
antes de poder salir o porque hay un montón de muertos, desaparecidos,
torturados en torno a él, no se le puede pedir que empiece su vida de
exiliado con una sonrisa, diciendo: “esto está muy bien”. No, porque
está espantosamente mal. Cuando a todo hombre y mujer que ha salvado la
inteligencia, le llegue el momento de pensar en la nueva vida que está
empezando, es en ese momento en que yo lo incito a que en vez de caer en
los estereotipos y decir “yo soy una víctima, yo soy un exiliado, yo he
sido injustamente echado de mi país”, y que eso se traduzca poco a poco
en amargura, en una nostalgia aplastante, yo lo incito a que –salido del
primer choque traumático- vuelva a sentirse un hombre o una mujer
pleno”. |
Sur,
paredón y después...
“Sí, porque ¿para qué sirve la
nostalgia de juntarnos cinco argentinos, hacer un asado, tomar mate, poner
un disco de Susana Rinaldi, Mercedes Sosa o Gardel (según los gustos) y
complacernos en la nostalgia de un pasado al que quisiéramos resucitar?
Yo lo hago también, pero eso no me impide al día siguiente despertar en
París, y estar en contacto con un montón de gente que no son argentinos
y llevar adelante mi trabajo. De manera que es un asunto que hay que
matizarlo, no es muy sencillo, y claro, no todas las personas están
igualmente equipadas en el plano mental o intelectual. Y el obrero, que
desde el punto de vista cultural está más limitado -porque por su
condición de obrero no ha podido estudiar- ese hombre es realmente el que
está más en peligro como exiliado. Si un obrero tiene que vivir en
Suecia, nada más el problema del idioma es para él una especie de
amenaza de muerte. Y ahí la nostalgia, Gardel, sus recuerdos y sus fotos
se vuelven su única defensa. Y yo creo que todos nosotros podemos hacer
mucho a través de publicaciones, de actos, de reuniones, para hacerles
sentir que no están solos”.
EL EXILIO CULTURAL
“Lo que para mí es y ha sido traumático,
es un fenómeno en el que no todo el mundo piensa, y que en el caso de un
artista exiliado es fundamental. Lo que yo llamaría el exilio de tipo
cultural: es terrible cuando te das cuenta de que en tu país hay una
barrera de censura que hace, por ejemplo, que yo no pueda publicar más
libros en Argentina. Entonces se descubre -y esto es lo espantoso para mí-
que yo estoy exiliado, pero que del otro lado, en mi país, hay 26
millones de exiliados en relación a nosotros. Yo estoy separado de mis
lectores, pero mis lectores están separados de mí: mi último libro de
cuentos no pudo salir en Argentina porque hubo dos cuentos que le
molestaron a la Junta. Y no hago de esto una cuestión personal: están
separados de 150 magníficos escritores uruguayos, chilenos y argentinos
que no se pueden editar en nuestro país. En Chile, desde el 11 de
septiembre de 1973, una generación de jóvenes fue tomada por la Junta y
metidos en una escuela fascista dirigida por militares. Han pasado seis años
y ellos vivieron la edad crítica (entre los 12 y los 18 años) bajo ese régimen,
miles y miles de niños y niñas chilenas que en estos momentos creen en
la Junta, creen en la Seguridad Nacional, creen que todos nosotros somos
traidores. Creen que Chile es un país injustamente atacado y combatido.
No es culpa de ellos, pobrecitos, porque en seis años los han convertido
en lo mismo en que Hitler convirtió a las juventudes hitleristas, o
Mussolini a los “balillas”. Bueno, eso es para mí una de las cosas más
espantosas, y nosotros no podemos hacer nada, intelectualmente. Porque
esto yo se los digo a ustedes, pero nadie lo va a escuchar en Argentina,
nadie lo va a leer, ustedes lo van a publicar y salvo que alguien lo lleve
en un bolsillo, nadie va a poder leerlo allí”. EL ESCRITOR Y SU COMPROMISO CON LA REVOLUCIÓN
“Yo tengo una gran latitud de enfoque en el plano de trabajo de
los escritores. Yo creo que puede haber escritores puros, que no
introduzcan ningún mensaje político en lo que hacen. Creo que eso es
posible, y que su obra puede ser revolucionaria si es una obra creadora,
que renueva, una obra bella. Lo único que exijo en esos casos es que la
persona que hace literatura pura, muestre con su conducta personal que no
es un escapista. Que si él no pone política en lo que hace, es solamente
porque -por ejemplo- su vocación es escribir un soneto en donde la política
no entre. Pero él tiene que demostrar con su conducta, con su
responsabilidad personal, que tiene derecho a escribir esos sonetos. Mira,
yo me divierto mucho en escribir literatura pura... El año que viene
sacaré un libro, que estoy terminando, donde hay uno o dos cuentos con
contenido político, los demás son cuentos fantásticos. Y creo que tengo
derecho a escribirlos, porque mis lectores saben quién soy. Entonces, ¿por
qué me voy a sentir obligado a poner la política en cada cosa que
escriba? Mi literatura, entonces, sería muy mala, soy muy consciente de
esto. No todo hombre ha nacido para la acción, no todo hombre tiene a
veces ¿cómo decirte? las aptitudes físicas para jugarse en un plano de
acción. No todo hombre ha nacido para ser soldado de una revolución.
Puede ser un hombre de una vida interior, de una timidez de carácter, que
lo lleva a escribir exclusivamente una obra que canta a la revolución.
Pero yo no creo que se le pueda exigir una militancia práctica a todo el
mundo”. VIETNAM Y EL MANEJO DE LA INFORMACIÓN POR EL IMPERIALISMO
“Yo creo que es positivo que se denuncien las violaciones de
derechos humanos ocurridas en los países socialistas, en la medida en que
se tenga total seguridad de lo que se denuncia. Porque, cuando se habla de
violación de derechos humanos en esos países yo, por principio, examino
con mucho cuidado el expediente, porque sé de sobra hasta qué punto la
información del imperialismo reforma, cambia y modifica las cosas. Yo no
olvido que, por ejemplo, siguiendo la última etapa de la revolución
nicaragüense en el Herald Tribune, en París, se podía encontrar un análisis
de cómo los yankis preparaban al lector norteamericano para que estuviera
en contra del triunfo. Hablaban de Somoza como el tirano, el dictador,
pero cuando hablaban de las columnas que avanzaban decían: “las
columnas marxistas. Cada ocho o nueve párrafos te soltaban esa palabrita,
para que la buena señora que vive en Minesotta o en Detroit diga: “¡Dios
mío, los comunistas!” Entonces, cuando se habla del caso de Vietnam, yo
estoy esperando encontrarme con García Márquez, que estuvo allí
haciendo una gran encuesta, para que él me cuente a mí las cosas. Yo no
me fío de los telegramas de prensa. Pero, cuando en Rusia y en los países
de la órbita socialista hay flagrantes violaciones de derechos humanos,
yo personalmente no me callo.” AMÉRICA
LATINA COMO UNIDAD: ¿REALIDAD
O UTOPÍA?
“Lo voy a decir de una manera sentimental, casi a lo Rubén Darío:
en mi corazón, América Latina existe como una unidad. Soy argentino
desde luego (y me siento contento de serlo), pero fundamentalmente me
siento latinoamericano. Yo estoy en mi casa en cualquier país de América
Latina, siento las diferencias locales, pero son las diferencias dentro de
la unidad. Eso, en el plano personal. En el plano geopolítico, está la
nefasta política de dividir para reinar, que han aplicado los
norteamericanos desde hace tanto tiempo. Fomentando los nacionalismos, las
rivalidades entre los países para dominarlos mejor, destruyendo el sueño
de Bolívar de los “Estados Unidos de América del Sur” y creando
diferentes países orgullosos, seguros de sí mismos, dispuestos a hacerse
la guerra por cuestiones que no resisten un análisis profundo; eso es una
realidad. Y yo pienso que uno de los deberes capitales de los políticos
de izquierda, de los escritores revolucionarios, es intentar por todos los
medios de luchar contra ese chauvinismo, que hace que un niño argentino
en la escuela aprenda que él es mucho mejor y más que un niño chileno o
paraguayo. Por cierto que en mi visita anterior hablé con venezolanos de
la calle y su idea sobre los colombianos, su desprecio, su odio, me
aterraron. Lo mismo, por supuesto, ocurre en el caso inverso. Es la prueba
de que dividir para reinar funciona, que a los yankis les conviene seguir
fomentándolo y que las dictaduras locales están encantadas de
hacerlo”. ENTONCES
HABLÓ SOBRE LA VIDA Y LA
MUERTE
“Un día en mi vida es siempre una
cosa muy hermosa, porque yo me siento muy feliz de estar vivo. No tengo
ninguna intención de morirme, tengo la impresión de que soy inmortal. Sé
que no lo soy, pero la idea de la muerte no me molesta y tampoco le tengo
miedo. Le niego existencia, entonces, eso me ayuda a vivir de una
manera... ¿cómo decirlo? Bajo el sol, solar. Yo estoy muy contento de
estar vivo, y además hay una cosa en la que poca gente piensa. Creo que
es un prodigio maravilloso que todos nosotros seamos seres humanos, que
estemos en lo más alto de la escala zoológica, por un azar puramente genético.
Porque tú no eres responsable de ser quien eres. Venimos de una larguísima
cadena genética y cuando yo veo a una gallina o una mosca que también
han nacido de las mismas cadenas genéticas, me maravillo por ser un
hombre y no una gallina. Yo soy un hombre, con todo lo bueno y lo malo que
eso tiene. Y estoy contento de haber tenido una conciencia, de haber visto
lo más que una conciencia puede ver del planeta. Y no te hablo más”. Cuando pronunció estas palabras hacía
más de media hora que estaba con nosotros, contándonos anécdotas y
sonriendo, a veces, como un niño. Sí, él es un ser humano como usted y
como yo, para hablar necesita mover la boca en la misma forma en que lo
hacemos usted y yo. Pero él es Julio Cortázar. |
©
viviana marcela iriart
Caracas,
septiembre de 1979.
http://vivianamarcelairiart.blogspot.com/
©
Fotos Eduardo Gamondés
Entrevista
publicada en la Revista Semana,
noviembre de 1979,
Caracas, Venezuela.
Editado por el editor de Letras Uruguay
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