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Motivo y estructura de “Los advertidos”, de Alejo Carpentier. Punto uno
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

El relato “Los advertidos”, de Alejo Carpentier, ese narrador absolutamente superior, aparece en 1971, cuando se publica una nueva edición cubana de Guerra del tiempo, doce años después de que se diera a conocer la edición príncipe, mejicana por cierto.1 Se trata de una fábula circular, estructurada en el perfecto número de cuatro episodios y en la cual Alejo Carpentier insiste sobre el tema del génesis, de la creación, no ya en su estadio primigenio, sino a partir del momento del diluvio y, además, en la recuperación del comienzo para concluir la historia. No ocupa un lugar protagónico en los análisis que se hacen de su obra narrativa, acaso con la propia ayuda del carácter rotundo de sus opiniones pues, ante la difícil pregunta de cuál de sus relatos prefería, consideró “logrado” “El camino de Santiago”, y lo fundamentó llamando la atención sobre “la rotación de un tema que vuelve a su punto inicial (incluso con las mismas palabras de otro capítulo anterior) al llegar a su término”, algo que consideraba “un ardid técnico”.2 También, como algo vital para el concepto que Alejo Carpentier cerraba sobre su propia obra, porque ha sido “escrito técnicamente con el lenguaje de la picaresca”. Dos elementos efectivamente básicos para este relato, aunque no únicos si profundizamos en las maneras del análisis, que habría de recuperar para “Los advertidos”.

El motivo del diluvio universal, según el cual el mundo va a ser destruido o purificado por el agua, a causa de las malas acciones de la humanidad y como resultado de la cólera divina,

aparece en una gran cantidad de tradiciones mitológicas. En el Génesis bíblico, como ejemplo antonomásico, la perversidad humana hace que Yahvé lamente haber creado a la humanidad y, en consecuencia, decida destruir todas las cosas vivientes. El virtuoso Noé, quien ha llegado a la edad de 600 años, es designado para construir un arca que habrá de preservar al ser humano y, de acuerdo con las escrituras, todas las criaturas de la Tierra. Como se ha demostrado, el diluvio bíblico tiene claros antecedentes en la mitología mesopotámica como referente de una lucha perenne con las repentinas crecidas de los dos grandes ríos sembrados en su geografía, el Tigris y el Éufrates. En el Poema de Gilgamesh, esa impresionante epopeya babilónica de origen sumerio, el gran dios Enlil envía un diluvio para destruir la humanidad. A un ser humano, Ut-Napishtim, se le concede el privilegio divino de recibir instrucciones para construir un arca en forma de cubo, en la cual deberá sobrevivir con la semilla de todas las criaturas vivientes. Los detalles de sus preparativos, así como las peripecias del viaje, anticipan la historia de Noé.

En tanto el poema épico Atrahasis trata del pecado humano y su castigo por medio de plagas y el diluvio, el poema de Etana, perteneciente también a la mitología babilónica, refleja el motivo de la búsqueda de las semillas del nacimiento después del diluvio.

En la Mitología Azteca, el Cuarto Sol, Nahui-Atl (Cuatro-Agua), acabó con un terrible diluvio, castigo de Tezcatlipoca, después de tres veces cincuenta y dos años, al que sólo sobrevivirían un hombre y una mujer, quienes se refugiarían bajo el enorme árbol ahuehuete. Los Incas, por su parte, llamaban al diluvio Uno Yaco Pachacuti.

El origen mítico del pueblo Mapuche, perteneciente a la familia lingüística araucana, se sitúa en la lucha entre las serpientes Kai Kai y Ten Ten, pelea que derivó en un diluvio que duró más de tres meses y que les obligó a refugiarse en un cerro cerca del río Biobío a partir del cual poblaron la Tierra.

El motivo del diluvio y la conservación de las especies aparece además en mitologías como la india o la china, en la cual el héroe Yu recibe el encargo del emperador Shun de mantener la inundación bajo control, tarea que le ocupa trece años de esfuerzo, pero que finalmente resuelve construyendo canales. Se considera incluso que el mito australiano aborigen del Gran Diluvio, que destruye un mundo ya existente e inicia un nuevo orden social, puede tener base histórica en los efectos de elevación del nivel del mar cuando subieron las temperaturas después de la última glaciación. En otras versiones, el diluvio es obra de la gran serpiente arco iris Yulunggul, que lo envía furiosa porque han profanado su charca las dos hermanas wawalag, Waimariwi y Boaliri, cuyos viajes cumplen un papel importante en los mitos de creación aborigen. Yulunggul devora a las hermanas y a sus dos hijos, pero después del diluvio las vomita y crea así a los primeros habitantes del nuevo mundo.

Un personaje que aparecerá tal cual en el relato de Alejo Carpentier es Deucalión, hijo del titán Prometeo en la mitología griega, rey de Pitia en Tesalia cuando Zeus, nada menos que Zeus, escandalizado por las depravadas costumbres de la raza humana, decidió castigarla mediante un diluvio. Durante nueve días y nueve noches se vengó Zeus de la dura competencia que le hacía la humanidad enviando raudales de lluvia. Sólo Deucalión, advertido por su desobediente padre, y Pirra, su mujer, de vida recta y fidelidad a las sagradas prescripciones, sobrevivieron a la inundación. Para ello, construyeron una barca con la que llegarían sanos y salvos a la cumbre del monte Parnaso. El oráculo de Delfos les ordenó arrojar los huesos de sus madres por encima de los hombros. Al darse cuenta de que los huesos significaban las piedras de la tierra, ellos obedecieron, y de las piedras surgió una nueva raza humana.

El diluvio, como motivo de relato primigenio, se extiende así por la mitología universal.3

Una obra de suma importancia para Alejo Carpentier fue el Popol Vuh, libro perteneciente a la tradición maya y compuesto por cuatro partes que narran la creación del Universo y del hombre, la historia, las tradiciones y la cronología de los reyes quichés hasta 1550. A pesar de no haber tenido contactos con la civilización europea, los mayas quichés concibieron una explicación del nacimiento del mundo muy próxima a la que en el cristianismo proporciona el Génesis.

Según narra el epos quicé del Popol Vuh, el mundo era nada hasta que los dioses, el Gran Padre (creador) y la Gran Madre (hacedora de formas) decidieron generar la vida. La intención de ambos era ser adorados por sus propias creaciones. Primero crearon la Tierra, después los animales y, finalmente, los hombres. Estos fueron inicialmente hechos de barro, pero como el intento fracasó, el Gran Padre decidió extraerlos de la madera. No obstante, los nuevos hombres eran altivos, vanidosos y frívolos, por lo que el Gran Padre los aniquiló por medio de un diluvio. Pese a este suceso, los dioses no desistieron y, en una última tentativa, crearon a los hombres a partir de granos de maíz molidos y, de los cuerpos de aquellos, a cuatro mujeres. Una vez constituidas otras tantas familias, los dioses, temerosos de que sus criaturas fuesen tentadas por la idea de suplantarlos en sabiduría, disminuyeron la vista e inteligencia de los ocho.

Recordemos, no obstante, que mientras que los mitos centrados específicamente en el diluvio se complacen en los poderes destructivos del agua, aquellos referidos a la creación prefieren narrar los orígenes del mundo a partir de un abismo acuático o de un mar primigenio. Todos, aun así, re-construyen el mundo de acuerdo con los bienes materiales inmediatos y a partir, desde luego, del elemento sustentador de la existencia misma.

Carpentier, por su parte, condiciona una vez más la universalidad de este motivo a un aspecto que pudiéramos llamar la inmediatez esencialmente humana, independiente de sustratos y laberintos culturales, pues la unión de los tres advertidos que capitalizan la historia, así como la referencia a los otros que “más allá” cumplen su misma misión, coloca el punto de vista en el presente mismo de la supervivencia. “El presente es adición perpetua —conceptualizó el agudo escritor cubano—. El día de ayer se ha sumado ya al de hoy. El de hoy se está sumando al de mañana.”4 No es tanto, demostrémoslo con sus propias palabras, un aserto filosófico como una preocupación de novelista, un propósito de romper el cansancio y la rutina del empleo del tiempo en la propia tradición literaria, algo que ha postulado ya en sus grandes obras cuando emprende la escritura de “Los advertidos”. El propósito de este relato, según declaraciones suyas, se encamina a “situar el diluvio universal en el lugar donde se produjo, según la versión de los indios del alto Orinoco. Traté —añade— de sincronizar diferentes cosmogonías referentes al diluvio y establecer una especie de contrapunto, por hablar en términos musicales, entre estas diferentes cosmogonías.”5 Más que tradición legendaria, “Los advertidos” plantea una perspectiva histórica que corresponde al hombre en su misma condición humana, no en su suma inagotable de sucesos recordados como Historia. Téngase en cuenta lo difícil que se le ha hecho a los científicos crear una línea directa entre el tema del diluvio y un hecho concreto del cual pueda dar testimonio siquiera una generación, a pesar de que aparece en la mayor parte de las tradiciones mitológicas. De ahí que este relato centre su estructura en las interioridades de ese presente de “adición perpetua”, en ese inevitable resurgir culturalmente para conservar la especie humana y, por tanto, en el carácter independiente del motivo americano del diluvio.

No es mito en verdad, sino desmitificación.

En cuanto a El Siglo de de las Luces, por ejemplo, Carpentier dejó claro que, tras estudiar con detenimiento y acuciosidad, como era natural en él, las costumbres de los últimos años del siglo XVIII, halló “una gran identidad entre las preocupaciones de aquella época y las de los hombres de este siglo.” “En los últimos años del XVIII —agrega— se hablaba de las mismas cosas de que hablaban los hombres jóvenes entre las dos guerras mundiales.”6

En un pasaje de Los pasos perdidos, el personaje principal de la novela escucha de boca de fray Pedro el relato del Popol-Vuh correspondiente a la fundación, al génesis, como rescate de una visión latinoamericana de la creación. Y esta preocupación carpentereana por lo americano, por la universalidad de las culturas más desconocidas, sirve de base a “Los advertidos” para reconsiderar la perennidad dialéctica de la dialéctica ya que el final es, una vez más, un seguimiento del ciclo universal de la existencia, con remarque acerca de los inevitables enfrentamientos entre humanos, lo que conduce a la tristeza y decepción del personaje al suponer que el esfuerzo cumplido, por misión divina, ha sido en vano.7

El relato en cuestión comienza con el amanecer del elegido Amaliwak dispuesto a cumplir con su misión. A mitad del extenso primer párrafo, tras la detallada descripción del paisaje y la acción de quienes han llegado a habitarlo, se enuncia el motivo de la convocatoria de esta forma:

Y todo aquello —la concentración de naves, la armonía lograda entre hermanos enemigos, el desparpajo de los bufones— era porque se había anunciado a los pueblos, a los pueblos de más allá de los raudales, a los pueblos sin país, a los pueblos-sinfuego, a los pueblos andariegos, a los pueblos de las montañas pintadas, a los pueblos de las Confluencias Remotas, que el Viejo quería ser ayudado en una tarea grande.

Tal parece que efectivamente se va a reescribir la fábula del diluvio, aunque no estamos seguros, por la serie de alusiones un tanto picarescas, por la llegada de “gente que saltaba de proas a popas para presumir de graciosas, largando chistes, haciendo muecas, a donde no los llamaban”, que se hará en tono de perfecta convención narrativa. La focalización de un elegido único rige la descripción y no revela en ningún instante la multiplicación que vendrá para redimensionar el concepto del mito. Amaliwak será el único regente de la estructura del relato hasta el segundo capítulo; para convencernos, en principio, de la ilusión de la validez absoluta de un único acervo cultural. Pero una vez que los elementos del mito se ven reconstruidos, nuevos elementos se acumulan y obligan a girar la rutina de la interpretación.

El motivo, entonces, se orienta hacia la condición humana y su capacidad de permanencia en la historia de la humanidad, al contrapunto de sus diversas maneras de manifestarse culturalmente y, desde luego, a la necesaria independencia americana para asumir su historia cultural. El uso de la salvación mediante naves, y de la posterior reproducción por resurgimiento de semillas, imbrica ese sentido firme con que Alejo Carpentier concibió cada una de sus obras narrativas, seguro de que el tiempo regresaba para reconstituirse y de que el novelista está llamado a algo más que a describir sucesos.

Notas:
1- Alejo Carpentier: Guerra del tiempo, Cía. Gral. de Ediciones, col. Ideas, Letras y Vida, México 1958 (275 pp.). Contiene los relatos “El camino de Santiago”, “Viaje a la semilla”, “Semejante a la noche” y la novela “El acoso”. La primera edición cubana se publica en 1963 por Ediciones Unión, col. Narraciones, y es una reproducción de la mejicana. La segunda edición cubana, Guerra del tiempo y otros relatos (1971), retira “El acoso” y agrega “Derecho de asilo” y “Los advertidos”. Para este análisis, se emplea el libro Cuentos, Editorial Arte y Literatura, La Habana 1977 (162 pp.), en el que aparecen los mismos textos, aunque variando el orden de los relatos, a saber, “El camino de Santiago”, “Los advertidos” (pp. 45-60), “Semejante a la noche”, “Viaje a la semilla”, “Los fugitivos”, “Oficio de tinieblas” y “Derecho de asilo”.
2- V. Recopilación de textos de Alejo Carpentier, serie Valoración Múltiple, Casa de las Américas, La Habana 1977, Compilación y prólogo de Salvador Arias, 592 pp. Cf. p. 28; Ramón Chao: Palabras en el tiempo de Alejo Carpentier, Editorial Arte y Literatura, Ciudad de la Habana, 1985; cf. p.109.
3- V. “DILUVIO”, por V. N. Toporov, en Árbol del Mundo. Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos (selección, traducción, prefacio, glosario y notas de Rinaldo Acosta), col. Criterios, Casa de las Américas, La Habana, 2002, pp. 155-159.
4- Recopilación…, p. 24
5- Palabras…, p. 110
6- Recopilación…, p. 28
7- Íbidem
8- Cuentos, pp. 47-48

Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Publicado, originalmente, en Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu/ - 30 de junio de 2009

Link: http://www.cubaliteraria.cu/articuloc.php?idarticulo=6155&idcolumna=29

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