En los numerosos
intentos de clasificación de lo literario que asumiera
en su obra Ítalo Calvino,
la ironía se constituye en un elemento omnipresente.
A través de ella se atempera la extrema seriedad del
arte y la literatura y se compensan los esquemas
cargados del comportamiento humano. Partiendo del
concepto legado por la retórica clásica, Calvino somete
la ironía a un trabajo intenso, moldeable y maleable.
Con frecuencia la usa como un referente que todos
reconocen, aunque también suele detenerse a anotar
especificidades que la dotan. Hallamos incluso variables
contradictorias entre sí.
Rara vez, sin embargo, coloca a la ironía en un plano
bajo o medio de valor. Con ella equilibra y
desequilibra, enmascara y desenmascara, precisa y
descompone, codifica y somete a ambigüedad. Tan grande
es su poder, según vemos en los constantes llamados que
hace el novelista, tan dado a las conceptualizaciones
interpretativas, que puede anularse a sí misma, ya sea
porque se pasa en subversión y peligra convertirse en el
propio extremo que había comenzado por negar, ya porque
se va vaciando de significado y puede dejar de
subvertir.
Desde esa poderosa ironía, Calvino dirige su mirada a la
sátira, al humor, a la parodia y, sobre todo, a las
esencias de lo literario.
La sátira, por ejemplo, comprende para él un doble
accionar de la moralidad y la burla. “El que ejerce de
moralista cree ser mejor que los demás y el que se burla
se considera más astuto o, mejor dicho, cree que las
cosas son más sencillas de como las ven los demás”,
asegura, deseando a la vez que le fueran ajenos ambos
elementos.
Si bien la sátira excluye cualquier actitud de análisis
o interrogación, continúa, no excluye, sin embargo, la
dosis de ambivalencia en la que la repulsión y la
atracción se mezclan. La ambivalencia, añade, dota de
más rico aspecto sicológico a la sátira, pero reduce la
ductilidad del conocimiento poético. Y así va a perder
su batalla frente a la ironía: la repulsión inherente a
lo satírico reduce las posibilidades de conocimiento del
mundo circundante. Conocimiento y poesía quedan negados.
Al asumir al menos un rasgo de la tradición occidental
de discriminación de lo cómico, enfocada en la sátira
burlesca, Calvino se convierte en un elemento de la
paradoja que plantea en sus objetivos de reivindicación
humana y, sobre todo, literaria. Literatura y existencia
no están desligadas en su obra ni, tampoco, en sus
propias concepciones: se relacionan y se complementan.
De modo que deberá resolver de inmediato este problema.
A propósito de la dicotomía que ha planteado entre lo
irónico y la sátira, asegura que su búsqueda como
creador se enfoca en salir de la univocidad de los
juicios, en plantear las cosas de modo que, a la vez que
se transmite un sentido, se deja ver que “el mundo es
mucho más complicado, vasto y contradictorio”.
Así se distanciaría de lo particular y buscaría lo que
llama “un sentido de la amplitud del todo”. Desde su
propio concepto de la creación literaria, tomará partido
en contra de la sátira: “aprecio y valoro el espíritu
satírico cuando sale a la luz sin una intención
determinada, al margen de una interpretación más vasta y
desinteresada”, es decir, cuando la sátira se recompone
a sí misma a través de la ironía.
Por tanto, más no faltaba, la primera virtud de todo
humorista radica en incluirse a sí mismo en la ironía.
En un homenaje a Groucho Marx, Calvino apunta que sus
personajes representan figuras de poder, de las que saca
siempre su lado innoble. “Groucho desnuda el mito del
éxito de toda posible sublimación, demostrando todo lo
que de miserable y bellaco lleva consigo la afirmación
social”.
Por tanto, la genialidad de Groucho se centra en la
capacidad de ser irónico y, curiosamente, no en su
descarnada sátira, que el novelista italiano prefiere
disolver en su también omnipresente ironía. Se trata,
desde luego, de ensayos escritos en tiempos diferentes,
tal vez desconectados entre sí gracias a los diez años
de distancia entre ambos, por lo que no entiende
necesario deslindar al genial Groucho irónico del
peligroso e implacable satírico.
Al acercarse al conocido ensayo de Northrop Frye,
Anatomía de la crítica, Calvino precisa también la
función de la ironía cómica: es la de definir al enemigo
de la sociedad como un espíritu propio e interno de
ella.
De este modo podrá pasearse por todos y cada uno de los
eventos de la sociedad sin demasiado peligro de ser
negada o expulsada y sí con virtudes de transformación.
Transformar la sociedad fue una de sus más constantes
preocupaciones. En no pocos de sus ensayos, sobre todo
en aquellos que resultaban de sus notables conferencias,
abundó en la necesidad de entender los mecanismos de
control y estancamiento social, para poder dinamitarlos,
no precisamente con bombas, sino con la capacidad de la
ironía. De ahí que adjudique a la ironía, a propósito de
los estudios de Frye, esa capacidad determinante, y
hasta un tanto exorcista, de ubicar y definir el
enemigo.
Ironía y paradoja son además, para Calvino, elementos
capaces de deformar el realismo de la historia,
necesarios para adjudicarles un movimiento que las
despoje de la carga melancólica que, según él, asume el
modo trascendental de mirar el mundo desde lo literario.
Su proyección de lo fantástico, en su obra narrativa,
responde justo a esa ruptura paradójica e irónica: un
caballero que no existe y se realiza solo a través de su
armadura, un hombre al que le han arrancado una de sus
mitades y otro que decide permanecer el resto de su vida
sobre las ramas de los árboles, como una especie X de
persona que asume lo salvaje para escapar de la opresiva
tradición humana.
A lo largo del tiempo y los diversos esbozos de
definición, la ironía funcionó como un elemento que
podía destruir la seriedad del trasfondo aunque, cuando
se dosificaba, no llegaba jamás a conseguirlo. Era su
comodín por excelencia, el elemento al que acudía para
solucionar las deliciosas contradicciones de su obra que
tanto desconcertaron a críticos y estudiosos y que, no
obstante, logran seguir seduciendo a numerosos lectores
y hasta renovar el ámbito generacional de recepción. La
paradoja de lo imposible es, por ironía, lo posible de
la aceptación de la circunstancia que plantea.
El mundo fantástico de la obra de Ítalo Calvino no es el
de la tradición generada por la ciencia ficción, ni
siquiera en sus más altos exponentes, sino el del mundo
invertido y deformado en circunstancias irónicas. Estas
van a aferrarse a una lógica de plano insobornable, fiel
a su principio ilógico; tanto, que terminan por
difuminar su origen imposible y se transforman en suceso
posible, libre de la ruptura radical que la ficción
fantástica propone.
Incluso la excentricidad de la palabra, de acuerdo con
la norma carnavalesca bajtiniana, será convertida por su
mirada en la base de lo literario.
Las ideas concretas y sensibles que el carnaval
reproduce, de acuerdo con la teoría de Bajtín, son para
él la esencia de la literatura, o sea: vivir e
interpretar los rituales carnavalescos –de burla, de
farsa– como la vida misma.
Se invierte el mundo en el ciclo de Cuaresma para
proyectar el deseo en ese mismo rito, aunque la norma
destrone de inmediato al coronado rey de la plebe, al
rey que viene de la burla. Si el mundo al revés de
Bajtín, y de Kristeva, que reproduce el Carnaval, libera
ese deseo de las masas de revertir las figuras del
poder, el mundo al revés, o subvertido, el de Calvino
preanuncia, como un designio de divinidades un tanto
informales y asistémicas, el atractivo de la literatura.
Es irónico en sí, desde su propia mirada y hasta el
último punto de la definición. La teoría de Bajtín, que
busca conclusiones afines a las del escritor italiano,
se basa en referentes mucho más dramáticos que los que
pueden verse en la práctica inmediata: Goethe traducido
y retraducido frente a las frases comunes del italiano
común. No obstante, y de una sola brazada, Calvino lleva
a Bajtín, a Kristeva, y al Carnaval en sí, a su objetivo
literario, con la ironía como eje redentor de las
contradicciones.
Así, y desde su perspectiva, la ironía va a quedar como
esa dama que el caballero medieval coloca –ideal– en su
ideal. De ahí su carácter de pleno comodín, su esplendor
y su belleza, su inteligente malicia y su inagotable
poder de seducción.
Notas
Italo Calvino: Punto y aparte. Ensayos sobre
literatura y sociedad, Siruela, 2013. Traducción:
Gabriela Sánchez Ferlosio. ISBN: 978-84-9841-829-3, 385
pp. En lo adelante consignaremos solo el título del
ensayo de donde procede la cita o referencia ya que
todas se toman de esta misma obra.
“Definiciones de territorios: lo cómico”.
Ídem.
“El cigarro puro de Groucho”.
“Definiciones de territorios: lo cómico”, 1967; “El
cigarro puro de Groucho”, 1977.
“La literatura como proyección del deseo".
“Tres corrientes de la literatura italiana de hoy”.
Véanse sus novelas El vizconde demediado
(1952), El barón rampante (1957) y El
caballero inexistente (1959). La industria española
del libro tradujo y publicó estas obras en 1960 y 1961
con tal éxito que se han seguido reeditando a través del
tiempo.
“El mundo al revés”. |