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El ensayo: definiciones e historia

por Lic. María González Rouco

En el año 1611, cuando se publica en Barcelona el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastian de Covarrubias, la principal acepción del término es la referida a los metales. “Ensayar” es verificar si el oro, plata y otros minerales son puros, y existe como oficio, el de “ensayador". Otra de las acepciones es la de embuste, de tentativa de engaño. La idea fundamental es la de prueba, tanto en estas significaciones como en la que tiene vinculación con el arte dramático; entre los comediantes, es la prueba que hacen antes de la presentación en público. Encontramos, por último, la palabra “ensayo" con el sentido de prueba en secreto de un torneo u otro ejercicio de armas. Como vemos, aún no tiene el sentido que le damos en la actualidad, en cuanto a especie literaria.

En el Diccionario de Autoridades (Madrid, 1732), "ensayo" es “inspección, reconocimiento y examen del estado de las cosas" (1). Paralelamente, sigue conservando su significado de prueba de una comedia, torneo u otro festejo. En lo que se refiere a reconocimiento, inspección y examen, ya encontramos una aproximación al concepto actual de ensayo, donde el autor se cuestiona un tema concreto. En esta misma obra, el término encierra la idea de réplica de inferior calidad; por ejemplo, Fray Luis de León, en Los Nombres de Cristo, dice que el amor humano es sombra y ensayo del amor divino.

En el siglo XX, Gili Gaya, en su Tesoro Lexicografico (Madrid, Instituto Superior de Investigaciones Cientificas, 1957) recoge las diferentes significaciones del término desde la época de Nebrija. Cabe destacar la acepción dada por Rosal en el año 1601: ensayar es examinar con astucia y agudeza, previniendo el futuro. Pero esta loable condición de vislumbrar lo que vendrá tiene una connotación negativa, ya que se lo define como un "ardid y traza maliciosa"(2), es decir, la utilización de la perspicacia al servicio de fines reprobables.

Corominas, en su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, (Madrid, 1954, Tomo II), señala que "ensayo” proviene del latín exagium (del mismo origen que exigere y examen): acción de pesar. La primera documentación de este vocablo se halla en Gonzalo de Berceo y lo encontramos en todas las lenguas neolatinas. En latín poseía el significado de "comprobación”, del que se pasó a “prueba" e intento”.

Agrega Corominas que la acepción “obra ligera didactica y provisional”, que surge a principios del siglo XIX, es copiada del frances essai y del ingles essay. Mas adelante veremos las críticas que se efectúan a la adopción de este vocablo, calificado de “exótico” y extraño a nuestra lengua (3).

En el Diccionario general ilustrado de la lengua española (Barcelona, 1968), volvemos a encontrar las acepciones relacionadas con el metal o con la pureza de la moneda y tambien las referidas a la acción de probar. Esta obra incluye el significado literario del vocablo: "Genero literario, en prosa, de caracter didactico, que trata con brevedad de temas filosóficos, artísticos, históricos, etc."(4).

El Diccionario de la lengua española (Madrid, Real Academia Española, 1970), junto a las mencionadas acepciones referidas a los minerales y a las obras dramáticas, consigna la significación literaria del termino: “Escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia" (5).

En el Diccionario de literatura española (Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972), dirigido por German Bleiberg y Julian Marias, este último define al ensayo como un escrito, por lo general breve, en el que se trata un tema "Sin pretensión de agotarlo ni de aducir en su integridad las fuentes y justificaciones”. Lo califica de "genero literario moderno”, cultivado por Montaigne, Addison y Pope, entre otros. En cuanto a su utilidad, nos dice: “El ensayo tiene una aplicación insustituible como instrumento intelectual de urgencia para anticipar verdades cuya formulación rigurosamente científica no es posible de momento, por razones personales o históricas; con fines de orientación e incitación, para señalar un tema importante que podrá ser explorado en detalle por otros; y para estudiar cuestiones marginales y limitadas, fuera del torso general de una disciplina” (6).

En la Enciclopedia de las Artes (Barcelona, S/F, Tomo I), se define al ensayo como un “Escrito, generalmente monografico, que concentra el estudio de un tema para dar sugerencias, abrir polémica sobre él o dar a conocer aspectos inéditos” (7). Se lo diferencia del tratado tanto por su extensión como por su mas amplio tratamiento del tema, y podríamos agregar, también, que el tratado incluye un aparato critico explícito, no así el ensayo, calificado por Jose Ortega y Gasset como “la ciencia, menos la prueba explícita” (8). Esta enciclopedia trata asimismo el tema del ensayo en su aspecto musical y dramático.

La Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana (Bilbao, S/F, Tomo XX) señala las acepciones de la palabra en ambitos harto diversos. El significado general es el de “examen, reconocimiento, prueba”, muy semejante al que da el Diccionario de Autoridades. Pero lo que mas nos interesa es la significación de esta palabra en el ambito literario. La define como la primera producción de un escritor o de un artista, como un escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia y como "titulo que se da a ciertas obras elementales en que sólo se trata una cuestión desde un punto de vista restringido; verbigracia; ensayo sobre la pintura, ensayo sobre el arte antiguo”.

A diferencia de lo analizado anteriormente, en esta obra se realiza un enjuiciamiento critico del termino: “Hay que observar que esta voz modernamente la usan los autores ingleses, franceses e italianos, en el sentido de ‘escrito que trata superficialmente un asunto cualquiera’, pero en buen castellano tal denominación es exótica y ajena a la pureza del idioma. La voz ENSAYO o ENSAYE limitó siempre su acepción a expresar PRUEBA, EXAMEN, INSPECCION, RECONOCIMIENTO, etc. de una cosa antes de sacarla en publico" (9).

A continuación, los autores mencionan al P. Juan Mir, quien señala como mas apropiadas las voces “bosquejo", “esbozo”, "compendio" y "proyecto".

Como conclusión, podemos decir que la acepción española de "prueba” o “tentativa" nada tiene que ver con el sentido literario que le damos, heredado de Francia e Inglaterra. Renombrados autores se ocuparán de señalarnos que el ensayo literario no es una tentativa, aunque si entraña una búsqueda.

Campo semántico del vocablo

Cuando nos preguntamos qué es un ensayo, la respuesta no surge con facilidad. Este género multiforme, difícil de definir, nos impide ceñirlo a reglas fijas. Esta impresión nuestra se ve corroborada cuando leemos las obras de los ensayistas europeos y americanos, del pasado y de la actualidad, y las vemos tan diferentes unas de otras. A pesar de este insalvable obstaculo, trataremos de señalar sus características fundamentales.

A criterio de Anderson Imbert: “el ensayo es una composición en prosa, discursiva pero artística por su riqueza en anécdotas y descripciones, lo bastante breve para que podamos leerla de una sola sentada, con un ilimitado registro de temas interpretados en todos los tonos y con entera libertad desde un punto de vista muy personal" (10).

Estamos, entonces, en condición de deslindar los principales elementos propios del ensayo: todo ensayo es una obra crítica, donde el autor se ocupa de los mas variados temas, sean éstos artísticos, históricos, sociológicos, metafísicos o de cualquier otro tipo. El estilo es personal; en el ensayo, tan afín a la poesía, el autor expresa sus sentimientos, adhiere o rechaza, censura o elogia. Como consecuencia de esto, hay en todo ensayo una fuerte carga de subjetividad. A diferencia del tratadista, el ensayista no detalla las pruebas en que se basa para hacer sus afirmaciones. Su tono es conversado, coloquial, lo que posibilita una comunicación mas fluida entre autor y lector. Este autor que dialoga se deja llevar por sus pensamientos, por sus recuerdos, y es así como encontramos copiosas digresiones. Por último, debemos reiterar la enorme libertad de que goza el ensayista para componer su obra, libertad que nos hace casi imposible la clasificación del ensayo en categorias rigidas.

Al respecto, Jaime Rest afirma: "Sin duda lo que singulariza a un drama o a un poema resulta muy evidente, pero el ensayo es escurridizo y mimético, de modo que no se ajusta con facilidad a un encuadre inequivoco. Habitualmente es un texto breve en prosa en el que prevalece la exposición de ideas mas bien que la imaginación. Pero ello no impide que Facundo o Radiografía de la pampa sean ensayos, pese a su extensión insólita; la circunstancia de que no se registren en nuestra lengua intentos de componer ensayos en verso no debe inducirnos a suponer que tampoco los haya habido en otros idiomas, pues de inmediato surge el recuerdo del inglés Alexander Pope que llevó a cabo tal experimento; y por añadidura, con el propósito de confirmar o apuntalar las ideas expuestas, a menudo los ensayistas no han vacilado en utilizar anécdotas ficticias (que acercan el procedimiento al cuento) o reales (que confunden el ensayo con la biografía y la historia” (11). El autor nos dice que el ensayo es el instrumento ideal para tratar temas que son materia de opinión, temas sobre los que no se puede dar una respuesta definitiva. Desde este punto de vista –señala-, es el medio mas adecuado para expresar juicios artisticos o literarios.

Raul H. Castagnino (12) sostiene que la confusión reinante se debe, en gran medida, a que se ha hecho un uso abusivo del vocablo para designar obras totalmente diferentes. Ante esta circunstancia, rescata un elemento comun a todos los ensayos: la amenidad. El ensayista se muestra mas deseoso de ser ameno que de ser erudito. Al logro de esta amenidad contribuye el estilo fresco y espontaneo; el autor ha trabajado conscientemente en la busqueda de este estilo que nos parece tan natural y despreocupado.

Se ha señalado, a lo largo de muchos siglos, la condición didactica del ensayo. El ensayo es didactico, basicamente, por lo que tiene de explorativo; en este tipo de obra es mucho mas importante señalar nuevos rumbos, plantear proposiciones,  que llegar a soluciones concretas.

Lidia N. G. de Amarilla (13) afirma que el gran auge que tiene el ensayo en la actualidad se debe a que, agotado el gusto por las obras de argumento, la prosa necesita volcarse hacia otras especies. A esto se le suma el hecho de que la producción crítica ha aumentado considerablemente, lo que hace indispensable este tipo de trabajo. Por último, cabe destacar que público de toda edad y condición social manifiesta cada día mas interés en revistas y publicaciones periódicas; el ensayo es ideal para la difusión masiva, ya que la dispensa de aparato crítico lo vuelve agil y accesible.

Carmelo Bonet (14), catedratico, manifiesta sentirse mucho mas cómodo escribiendo ensayos que tratados. Este género le da una libertad que, de otro modo, se vería obstaculizada, tanto por la necesidad de recurrir a un aparato critico y a. un lenguaje académico, como por la convicción de que su obra sólo llegaría a doctos y especialistas.

Marcos Victoria (15) se ocupa de la personalidad del ensayista. Nos lo muestra como el improvisador, el escritor que redacta a vuelo de pluma, pero que tiene en su memoria conocimientos, paisajes, experiencias. El ensayista nos obliga a indagar, a no conformarnos, a acompañarlo en la búsqueda. Nos abre el camino hacia mundos que no habíamos sospechado. Su propósito es dejar en nosotros una inquietud que quizas mas tarde dé lugar a revelaciones. Se caracteriza por su inmersión en la propia interioridad; a diferencia del crítico, lo impulsa un movimiento centrípeto. La mayor riqueza del ensayo, su posibilidad mas fecunda, es la de ponernos en contacto con una subjetividad que se deleita en la indagación de su propio yo y de lo que lo rodea.

Nos referíamos anteriormente, cuando nos ocupábamos de las diferentes acepciones del término, a ciertos autores que sostienen que el ensayo no es el fruto de la improvisación, de la tentativa. Enrique Anderson Imbert expresa categóricamente: "Ni balbuceos ni primeros pasos fueron las paginas de Montaigne, padre del ensayo. La historia del ensayo no nos muestra un limbo de indecisos o aprendices, sino una rotunda asamblea de espíritus que se sentían seguros, ingeniosos y cabales" (16).

Por su parte, Estuardo Nuñez manifiesta la misma opinión: "La expresión ‘ensayo’ insinúa la idea de tentativa, de intento no logrado, de experiencia previa y no definitiva, de aventura intelectual imperfecta. Estas connotaciones resultan en desmedro de su vigencia y principalía actual" (17).

Cabe destacar que no hay acuerdo acerca de si las biografías deben ser consideradas o no ensayos. Lidia N. G. de Amarilla las incluye en este género literario: "Con cierta frecuencia se observa que los ensayistas contemporáneos se demoran en sus obras reflexionando, con toda suerte de digresiones, acerca de los autores que han contribuido a su propia formación intelectual. Hay cierta actitud gozosa en este intento, como si se tratara de ensayos dirigidos a la captación total de los pensamientos de aquellos autores con quienes coinciden o mantienen correspondencia" (18).

Roberto Giusti niega a la biografía condición de ensayo, a tal punto que no se ocupa de ella en un estudio sobre el tema: “Con todo, ha quedado deliberadamente fuera de esta reseña una copiosa producción impresa que entendí no cabía, tampoco juzgada con criterio muy elastico, bajo la denominación, aunque fluctuante y relativa, de ensayo. 0 ella entra en la historia del periodismo, el de ambiciones literarias o integra la obra literaria de novelistas, costumbristas, humoristas, historiadores, moralistas, filósofos y poetas como aporte marginal: crónicas de viaje, confesiones, evocaciones, recuerdos, biografías, semblanzas” (19}.

Breve sintesis histórica

El ensayo es una forma tipicamente renacentista pero -afirma Estuardo Núñez-, en obras de la Antigüedad podemos encontrar atisbos de este tipo de creación. La obra de Aristóteles, la Poética, presenta estas caracteristicas.

Los tratados, género mas culto de la Antigüedad grecolatina, pueden aproximarse al ensayo. Esto es lo que sucede con la Anabasis de Jenofonte, los Caracteres de Teofrasto y la Epistola a los Pisones de Horacio, también conocida como Arte Poética.

La critica coincide en señalar a Luciano de Samosata como el primer ensayista. Su prosa se caracteriza por la serenidad, la universalidad y la ironia. Emplea en sus escritos la forma de dialogo; este recurso, que nos parece extraño, le permitía dar múltiples opiniones sobre el tema. Despues de Platón, el dialogo pasó a ser una eficacísima herramienta didactica, y el ensayo lo vio como una forma excelente de transmitir las ideas. Luciano de Samosata trató, fundamentalmente, el tema del ocaso de los dioses, pero no por ello dejó de expresar su sentir acerca de las miserias fisicas y espirituales, acerca de las debilidades de la sociedad de su tiempo.

Marcos Victoria resume en pocas palabras las condiciones de este autor: “Inquietud en los pies y en el alma, ironia, libertad interior, erudición, originalidad como no la hubo antes, el estilo mas seductor, el mas atico de los griegos, al hablar y al escribir. Todo lo tuvo Luciano. Somos sus herederos. Con él comienza a existir el ensayo” (20).

El ensayo de Luciano asumía la forma de un diálogo en el que tomaban parte varios interlocutores. En el siglo XVI, Erasmo monologa, expresa sus ideas en un fluir ininterrumpido, poniéndolas en boca de la Locura. En los ensayos de Montaigne (1533-1592),el tono es el de una conversación intima entre el autor y el lector. El padre del ensayo escribe sobre una enorme variedad de temas, hecho este que ya no volverá a repetirse; pues sus continuadores enfocarán un aspecto restringido de una tematica que seguirá siendo amplia.

Montesquieu (1689-1755) tambien adopta el ensayo para sus Cartas Persas. Esta obra está formada por una colección de cartas que los protagonistas, dos viajeros persas, escriben a sus mujeres, sirvientes y amigos, y por las contestaciones que estos les envían. A esta correspondencia se agrega la que intercambian los sirvientes, completando asi una visión global. Este recurso, muy ameno por cierto, permite al autor deslizar sus opiniones sobre la sociedad y la cultura francesas, a menudo mediante comparaciones con las costumbres de su pais. Esto obedece a la intención didactica del autor, que intenta moralizar por medio de la satira.

La critica señala que el ensayo nació en Francia, pasó a Inglaterra y de alli regresó a su pais de origen enormemente enriquecido. El ensayo, forma proteica, se adapta perfectamente al espiritu libérrimo de los ingleses y en esa tierra ha dado grandes ensayistas. Bacon (1561-1626) y Addison (1672-1719) son sus más dignos exponentes. Bacon se ocupa de los mas profundos problemas humanos, de las cuestiones metafisicas. Addison -a quien se considera antitético al primero- prefiere los temas relacionados con su época. La temática de Bacon es variadisima, circunstancia que lo acerca a Montaigne, aunque no sabemos a ciencia cierta si lo conoció. En cuanto al estilo, en ambos autores se caracteriza por la gracia, humor, limpieza y agilidad.

Ya mas cercanos en el tiempo, debemos mencionar a Diderot, Madame de Stäel, Hipólito Taine, Ralph Waldo Emerson, T. Carlyle, Paul Valery, Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset, autores que contribuyeron a que este genero, surgido hace relativamente poco, haya alcanzado un lugar de honor en las letras.

En Sudamérica, el ensayo ha tenido enorme éxito. Estuardo Núñez señala que el ensayo hispanoamericano tiene sus raices, indudablemente, en los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega. Entre los ensayistas mas destacados podemos nombrar a Unanue, Bolivar y Andrés Bello en las épocas de la emancipación. Han sido ensayistas Sarmiento, Alberdi, Manuel Ugarte, José Enrique Rodó y, más tarde, Ricardo Rojas y Alfonso Reyes, entre otros.

El ensayo argentino, en nuestro siglo, goza de gran prestigio. Roberto F. Giusti (21) describe los ensayos de algunos autores:

Ezequiel Martinez Estrada, autor de Radiografia de la Pampa y La cabeza de Goliat, nos ha dejado escritos originales, de gran fuerza persuasiva.

Un insigne novelista, Eduardo Mallea, contribuyó con su obra al enriquecimiento de este nuevo género. En El sayal y la purpura analiza temas concernientes al ser humano en general, a la tierra o a su propia subjetividad.

En Carlos Alberto Erro encontramos un cultor del ensayo de tipo filosófico, sociológico y literario. Conocedor del pensamiento de Kierkegaard, Unamuno y Péguy, se aboca a la indagación acerca de la angustia del hombre.

El ensayo literario, cultivado por Miguel Cane, ha tenido en nuestro siglo numerosos y diestros exponentes. Entre ellos cabe destacar a Rafael Alberto Arrieta, Ricardo Saenz Hayes, Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo. Muchos de estos autores han tenido marcada afinidad con la literatura inglesa, en la que el ensayo tiene grandes cultores.

Alberto Gerchunoff fue un gran improvisador, un agudo observador. Movido por una tendencia natural de su espiritu a la satira, redactó valiosas paginas sobre los fenómenos sociales y, en especial, sobre los argentinos.

Victoria Ocampo, fundadora y directora de la revista Sur, ha cultivado el ensayo, ocupandose de temas concernientes al espiritu y al mundo. Ha reivindicado, por medio de su obra, la posición de la mujer en la sociedad.

El ensayo critico dialogado encuentra una elogiable expresión en la obra de Carlos Obligado, La cueva del fósil, en la que el autor juzga la producción de Leopoldo Lugones, apoyándose en una vasta información literaria.

Además de los mencionados por Giusti, muchos ensayistas aportaron y siguen aportando su ingenio a las letras argentinas. Nombraremos sólo algunos de estos autores que contribuyeron al engrandecimiento del género en nuestro pais: Delfina Bunge de Galvez, Fryda Schultz de Mantovani, José Gabriel, Juan P. Ramos, Bernardo Canal Feijoó, Julio Irazusta, Guillermo Ara, Raul H. Castagnino, Julio Caillet-Bois, Delfin L. Garasa y Rodolfo Modern.

Notas

(1)    S/F: en Diccionario de Autoridades. Madrid, 1732. Pag. 493.

(2)    Gili Gaya: Tesoro Lexicografico. Madrid, Instituto Superior de Investigaciones Cientificas, 1957. Pag. 907.

(3)    Corominas: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid, 1954, Tomo II. Pag. 299.

(4)    S/F: Diccionario general ilustrado de la lengua española. Barcelona, 1968. Pag. 697.

(5)    S/F: Diccionario de la lengua española. Madrid, Real Academia Española, 1970. Pag. 539.

(6)    Marías, Julián: en Bleiberg, Germán y Marías Julian (directores): Diccionario de literatura española. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972. Pag. 293.

(7)    SF: Enciclopedia de las artes Barcelona S/F, Tomo I, pag. 554.

(8)    Ortega y Gasset, Jose: en Diccionario de Literatura Española, pág.293.

(9)    SF: en Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Bilbao, S/F, Tomo XX. Pag. 94.

(10) Anderson Imbert, Enrique: Ensayos, Buenos Aires, 1946, pag. 123.

(11) Rest, Jaime: “Panorama del ensayo”, en Historia de la literatura argentina, Buenos Aires, CEAL, 1980. Tomo I, pag. 97.

(12) Castagnino, Raul H.: "Estructura del ensayo", en La Prensa, Buenos Aires, 23 de marzo de 1975.

(13) Amarilla, Lidia N. G. de: El ensayo literario contemporáneo, Facultad de Humanidades, La Plata, 1951.

(14) Bonet, Carmelo: Apuntaciones sobre el arte de juzgar, 1936.

(15) Victoria, Marcos: Teoría del ensayo, Buenos Aires, 1975.

(16) Anderson Imbert, Enrique: op. cit. pag. 122.

(17) Núñez, Estuardo: “Proceso y teoría del ensayo", RHM, XXXI, 1965, pag. 361.

(18) Amarilla, Lidia N. G. de: op. cit. pag. 84.

(19) Giusti, Roberto: "La crítica y el ensayo”, en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL. Tomo IV, pag. 509.

(20) Victoria, Marcos: op. cit. Pag. 26.

(21) Giusti, Roberto: op. cit.

María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista

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