¿Qué significa un poema de amor?

de "Los despojos del diluvio" , 1990
poema de Patricia Díaz Bialet
info@patriciadiazbialet.com

Dirían los decepcionados que es algo que envejece con el tiempo,
una triste barcarola hecha pedazos a orillas del mundo.
Las locas mujeres de Esparta lo negarían por completo.
Las de Atenas, en cambio,
dirían que sólo se es poeta por amor a Grecia
y un buda se contentaría con dejar de definir cualquier cosa y sentarse a meditar.

En un país de dudosas fronteras
solamente un soldado atrincherado podría comprenderlo
y llevaría en su camisa un poema de amor para la novia que nunca será.
Después de muerto robarían sus ropas
y la letra sería tan incomprensible como los rasgos de su cara.
Atónita, la mujer del magnate diría que nunca ha leído ninguno,
que prefiere la paz del Mediterráneo.
Seguramente su marido no podría ni siquiera contestar la pregunta.

En otro país con fronteras tan amplias como tu sonrisa,
Emily Brontë afirmaría que ella misma fue un poema de amor
y Hitler mandaría arrestar a quien osara preguntárselo.
Más pasivamente,
Baudelaire perdonaría la ignorancia
al tocar al desprevenido con su manto de mago.
Bajo un gran turbante
los árabes dirían que a cada mujer se le debe escribir un poema de amor
y a cada hombre un poema con olor a incienso de mujer.

En un lugar completamente terrestre
la cocinera del hotel diría que es un poema hecho con amor
-aún así no estaría tan equivocada-
y los escribas y fariseos acusarían que si se hace en un sábado no tiene validez.
Paul Eluard simplemente escribiría algún verso
para que todas la mujeres se enamorasen de él;
y aquí mismo,
aunque cualquier hombre que me conociera afirmara
que yo jamás pude haber escrito alguno,
yo les aseguro que la savia de tus ojos oscurece el horizonte
y cuando ya no queda luz alguna
las cosas toman la luminosidad de la noche
mientras tu corazón late con latidos de hierba que desquicia el amanecer.
Es así como el día comienza a caer bajo un barranco
para que el centro de la luna esclavice a los amantes.

Ya no sé cómo definirlo.
Mi amor es una gota que nunca termina de caer,
el maleficio que trae la constelación de Júpiter en noches de Epifanía,
el oscuro poder de las gitanas al atravesar la tormenta con anillos de relámpago
o el oleaje pariendo grutas infinitas en la geografía nocturna.

He bordado la rosa de los vientos bajo la solapa de tu traje
porque eres el hombre de miradas de aire,
con cabeza de asno bajo las ráfagas imprecisas del otoño.
También he guardado el polvo de la última galaxia dentro de tu bolsillo
para que puedas sobrevolar la tristeza de la Tierra sin ser condenado.

Ahora no existe nada más que pueda esconder.
Por eso me confieso ante tus brazos de santo y de guerrero.
Porque mis huesos volverán a ti de cualquier manera.
Como halcones adiestrados
o como el río verde de tus ojos que siempre cae en mí.

A pesar de todas las predestinaciones
buscaré tu amor con olfato de perro ciego
hasta que seas el cántaro vacío en donde pueda volcar toda mi vida.

Cuando seas completamente mío
me devolveré a tu piel
igual que el plumaje de un pájaro que cae hacia el mar.

Cuando baje la luna a beber la negra luna de tus ojos
yo saldré de mi escondite de búho y juntaré los hechizos.
Después sembraré puñados de miel entre la sombra
hasta convertir el amor en una sismo de arena hacia tu cuerpo.

Cuando coincidan nuestros nombres de almendras raídas
como un eclipse fugaz y terrestre
no habrá más poesía que el lento exilio de las águilas que cortan el aire.
Cuando la palma de tu mano como un gran lunar tenga los límites perfectos
construiré nuestra sed con polvo de álamos y ébano
para cubrir la cicatriz que dejó mi destierro.

Cuando veas agitarse las crines del caballo
y la hiedra del pasado penetre en mi tristeza definitivamente
mis amantes caerán precipitados en el saco del Apocalipsis.

Cenizas de otra era y eras de ceniza
que quemaré junto a mis despojos de mujer.

Porque no hay nada que pueda comenzar
sin antes haber sido destrozado.

Por eso seré más cautelosa que una serpiente
hasta que vea salir tu piel de esa caparazón nocturna
y escuche el silbido de la alondra bordeando el océano.


Abran la ventas:
la luna con su cabellera de niña conspira contra el mundo.

 

Patricia Díaz Bialet, de Los despojos del diluvio, 1990
info@patriciadiazbialet.com

 

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