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Por qué hay que tener amantes (I)
Patricia Díaz Bialet

al hombre de cruces invisibles

porque lo que se espera de un amante
de un moro gigantesco en plena tarde
en apuro de autos desatados
en veloz dedo que muerde cuando toca

lo que se espera de un amante con árabe apogeo 
es
pico de piedra que siempre arda
codo invertebrado para fluir por donde yo decida

no la culpa de niña aburguesada
ni los reproches en paño de asco a mi regreso

no se espera el llamado
el baile de glúteo inalterable
no se espera la postal con el anverso manchado
la lágrima de estupor de las novias paralelas

lo que una quiere de un amante 
y de un amante que sea exuberante
es 
la parte siempre húmeda
y su punta empapapesadillas
el corazón de esponja que no sienta
que no sueñe
que no estipule noviazgos o divorcios 
que no se inmiscuya más de lo debido
que no indague

lo que se requiere de un amante
y más si es de tamaño orientaniños
si su turbante es tieso y a veces deja ver el animal en celo
es 
parpadeo feroz que nos olvide al instante
arcabuz de furia si no estamos
que la sangre corra como agua
que se erecte por zonas
y que todas nos penetren

no se pretende del amante la carta que decida
los anillos de oro que mancillen
no se le exige forma de revolución alguna
ni compromiso ni peluche de bobo
no se le pregunta por los padres
los hijos
las mujeres de cocina fija

lo que se aguarda de un amante
y más si éste es cazador del Asia en sobreexilio
es
agualava y precio de pecado frecuente

porque por ejemplo
yo
con esta cara de humilde palomita de lástima
es lo que le ordeno:
inmersión de nata y entrepierna tibia
actitud de escolar amedrentado
le exijo más y más paseo púrpura y hervor de latidos bajos
más antebrazo de bronce que se cuele
o le explico: 
así como respiro cuando corro,
así voy a respirarte la poca piel que te quede sin untar cuando te toque
así voy a exaltarte los pómulos con la brasa afligida
así me voy a ungir de vos aunque no te roce

porque eso se le reclama al amante
y más si es camello de peste para desprevenidas

que su taza de leche nos invada de a chorros
que sea exagerado redondel
incapaz de evitarse a sí mismo
que rebalse
que derrame
que despliegue su ala de líquido liviano
que someta
que se infiltre
y que su fuente de natilla nos ensucie

se le implora que eyecte que succione que apriete
que se desvista de una buena vez y nos rocíe
que nos embista
que nos alarme en cadera de histeria
que nos reduzca el alma insípida que siempre insiste en dar la vuelta

que no interponga piojos pensamientos 

se le suplica crema
manteca de senos
que nos frote en espesa gelatina

y se le ofrecen gotas transparentes
prismas de fuego que los otros pueden oler mientras caminan
en este placer de ruta de dos horas y media de tu sopa necesaria

al amante se le ofrendan los pezones ya probados
el tambor de vicio que comienza en el ombligo
la hermosa abertura de paraguas
las aristas volcanes
los quejidos de bordes ensanchados
el rapé de horma enrojecida

se lo araña
se lo arrienda
se lo diluye en saliva y se lo traga lentamente

con ojo de zampoña se lo atrae primero
para manar en él cuantas veces sean necesarias

se le produce urgencia
intolerancia
rapidez de sábado y verter de abeja laboriosa

se le promete pecunio imposible
y luego se le mira el brazo 
y la vena que lo atraviesa saca de sí su vaselina como perla erguida

al amante se le ejecuta por trozos
como un emparedado se lo abraza en rapto de boa
se le dan líneas erradas
telegramas que parten hacia nada
se lo presume
se lo caldea bien como si fuera un soufflé culinario y perfecto
se lo mantiene tieso
atornillado a su miembro
se le regoza

cuchillo de látex en mano
se lo reanima si falla
como yo por ejemplo 
a él lo sostengo con mi sonrisa de yegua
y mi condón de adiestramiento

al amante hay que dorarlo con la punta de la lengua
hay que desbaratarle cualquier estrategia
preponderar en él
desajustarlo
envolverlo en su tapiz de sirena y tenerlo bien ceñido sobre el fuego
sobre la gana que explota
sobre la bermuda colegial que se desmonta
sobre la instancia de azufre que se yergue
que se cava en el aire
en esta ruta de dos horas y media
con tus piernas que calzan tres zapatos justos
y mis palabras al viento que las refunde en mí o en vos 
ya no puedo darme cuenta
porque mientras camino o caminamos 
bajan en socavones de grumos los deleites que te obsequio
y rezan su tibia oración 
en el flujo de antípodas que cae como riqueza para que vos la levantes

de mi botella se precipita poción de ameba disipada
desciende la entrevida
la comba del orgasmo que se estima siempre favorable


un pueblo en el Norte

Patricia Díaz Bialet, de Agualava, Editorial Atuel - 2009

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