La filosofía en su historia y mediaciones 

5. El sistema filosófico de Aristóteles
© 2008 Dra. Rita María Buch Sánchez 
 

por Dra. Rita María Buch Sánchez 

 

Gentileza, para Letras-Uruguay, del Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Aristóteles de Estagira (384-322 a.n.e.) ha sido reconocido como la mente más universal en el contexto de la filosofía griega antigua.

 

Hijo de Nicómaco (médico de Amintas, rey de Macedonia) en el 367 a.n.e. ingresa en la Academia de Platón, en la cual permanecerá por espacio de 20 años. Tras la muerte de Platón, iniciada ya la conquista de Grecia por Filipo de Macedonia, marcha al Asia Menor y funda en Assos una escuela filosófica en el 347 a.n.e. Transcurridos dos años se dirige a Mitilene, en la isla de Lesbos y funda también allí una escuela, dedicada fundamentalmente a los estudios sobre ciencias naturales. En el 342 a.n.e. Filipo lo nombra preceptor de su hijo Alejandro.

 

En el 335 a.n.e. regresa a Atenas y funda su propia escuela, El Liceo (conocida también como Peripatos o escuela de los filósofos que pasean), dedicada al estudio de la filosofía y de las ciencias de la naturaleza.

 

En el 323 a.n.e. muere Alejandro Magno y Aristóteles se ve obligado a marchar de Atenas, refugiándose en Calcis, donde muere a los 62 años de edad.

 

En la obra escrita de Aristóteles se distinguen dos períodos: el de las obras de juventud, compuesta fundamentalmente por discursos dedicados al gran público, y el de las obras de madurez, de carácter esotérico, dirigidas específicamente a los iniciados del Liceo.

 

Entre las obras de juventud se destacan: Eudemo, Diálogo sobre la inmortalidad del alma, Protéptico y Sobre la Filosofía o Sobre el Bien. En esta última obra, quedaría registrada su crítica a la teoría de las ideas de Platón y a la vez, ella marcará su ruptura definitiva con el platonismo, al cual había estado adscrito.

 

Pertenecen a su etapa de madurez: Órganon, Retórica, Poética, Metafísica, Física, Política, Ética a Eudemo,  Ética a Nicómaco y Constitución de Atenas,  entre otras.

 

El pensamiento de Aristóteles constituye un compendio del saber alcanzado por la filosofía y el conocimiento científico-particular en la Grecia antigua. Este pensador vivirá en los inicios del helenismo, lo cual le permitirá establecer tempranamente una clasificación de las ciencias, a partir de las categorías de posibilidad y necesidad. De este modo, clasificará las ciencias en dos grandes grupos: Ciencias de lo posible y Ciencias de lo necesario.

 

Dentro de las Ciencias de lo posible, distingue dos grupos: las Ciencias Prácticas (aquéllas que se ocupan del mejoramiento de la conducta humana), tales como la Ética y la Política, y las Ciencias Productivas (referidas a las producciones humanas), tales como la Retórica, la Poética, etc.

 

Por su parte, las Ciencias de lo necesario  serán definidas por Aristóteles como aquéllas que tienen por objeto lo que necesariamente es y son tres: la Matemática, la Física y la Filosofía Primera (Metafísica).

 

La Metafísica se ocupa del estudio del ser en tanto ser y es, por su propia naturaleza, la ciencia por excelencia, es decir, la forma de saber más teórica, abstracta y especulativa.

 

“Hay una ciencia que estudia el ser en cuanto es ser y sus propiedades accidentales. Esta ciencia no se identifica con ninguna de las que hablan parcialmente del ser, porque ninguna de las demás ciencias se ocupa del ser como ser, con universalidad. Estas otras ciencias, por el contrario, amputando una parte del ser, estudian tan solo sus accidentes, como hacen, por ejemplo, las ciencias matemáticas (…)”[2]

 

La teoría aristotélica de la sustancia estará precedida por la crítica que hace Aristóteles a la teoría de las ideas de Platón. En esta crítica, el estagirita argumenta que la única realidad existente, y por ende, objeto de nuestro conocimiento, es la naturaleza, y que Platón, al admitir como verdaderamente existente una realidad que trasciende a la naturaleza (mundo ideal), no ha hecho más que duplicar el número de objetos que requieren explicación.

 

En otras palabras, según Aristóteles, no existe realidad alguna, que trascienda la naturaleza. Antes bien, sólo existen fenómenos naturales o sínolos, en los cuales está presente la esencia que los define o determina, por lo que resulta inadmisible la idea platónica de separar la esencia del fenómeno.

 

“(…) En cuanto a los que consideran como causas las ideas, primero hay que observar que al querer hallar las causas de los seres han creado otros tantos seres, iguales en número a los del mundo sensible (…) Pues el número de las ideas es casi igual o poco menor que el de los seres de los cuales partieron y cuyas causas pretenden sistematizar, ya que cada cosa tiene algún homónimo y, fuera de las esencias, también lo tienen aquellos seres cuya muchedumbre queda comprendida bajo la unidad de una noción única, tanto en las cosas sensibles como en las sempiternas.”

“Además, de cuantos argumentos se dan para probar la existencia de las ideas, ni uno solo consigue hacernos esta realidad evidente”.[3]

 

En esta crítica se aprecia el sentido naturalista de la filosofía de Aristóteles y a partir de ella se explica, cómo a pesar de la inclinación de su pensamiento hacia el idealismo objetivo, su filosofía ofrece importantes elementos naturalistas, y por ende, materialistas. Al respecto, Lenin señaló: “Cuando un idealista critica los cimientos del idealismo de otro idealista, el materialismo siempre sale ganando”  [4]

 

Esta afirmación de Lenin se demuestra en los presupuestos de partida de la ontología aristotélica, en la que el pensador afirma que la sustancia es una, si bien posee un doble carácter, por cuanto se manifiesta como sustancia primera o ser de la esencia (acepción ontológica de la sustancia) y como sustancia segunda o esencia del ser (acepción lógica de la sustancia).

 

Como ser de la esencia, la sustancia  es el sujeto que no puede ser predicado de algo, es decir, el fenómeno o sínolo, resultado de la unión indisoluble entre la forma y la materia, como elementos constitutivos de todo fenómeno,  donde la forma es lo primario, determinante y condicionante y la materia es lo secundario, indeterminado y condicionado. En este caso, estamos en presencia de la acepción ontológica de la sustancia.

 

Por su parte, como esencia del ser, la sustancia es el ser que puede tener carácter propio y es separable de otro sujeto; es decir, la forma y la especie de cada ser. Se trata de la forma o esencia, separable del fenómeno sólo en relación con el conocimiento y por tanto ésta se presenta como la acepción lógica de la sustancia.

 

“ Es, pues, posible aplicar la palabra sustancia en dos sentidos: o bien designa el último sujeto, el que no es atributo de ningún otro ser, o bien el ser que puede tener carácter propio y es separable de otro sujeto, es decir, la forma y la especie de cada ser”.[5] 

 

En su visión naturalista de la realidad, Aristóteles concibe la naturaleza como conjunto de seres sujetos a constante devenir. El movimiento se define como el paso de la potencia al acto, de la posibilidad a la realidad. Al mismo tiempo, Aristóteles entiende que en el movimiento, intervienen 4 causas, a saber: material, formal, eficiente y final.

 

De tal modo, la naturaleza se manifiesta como una suerte de estructura piramidal, en la que de manera ascendente se observan los distintos niveles que la componen: mineral, vegetal, animal, hombres, astros, hasta llegar a la forma pura, forma de las formas o Dios, como primer motor inmóvil.

 

Desde este punto de vista, todo en la naturaleza tiende en su movimiento a alcanzar un fin, la perfección de la forma de las formas. Así, el movimiento para Aristóteles tiene un carácter teleológico (finalista) y antropomórfico.

 

Por otra parte, es necesario destacar que Aristóteles fue el creador de la Lógica, entendida como órgano o instrumento para la estructuración adecuada del pensar puro. De ahí que todos sus tratados sobre Lógica, fueran agrupados bajo el nombre de Órganon.

Merece especial atención, en el estudio de la lógica aristotélica, su análisis sobre las “categorías”, en tanto determinaciones reales del ser. Sobre esto, expresa:

 

“Cada una de las palabras o expresiones independientes o sin combinar con otras significan de suyo, una de las siguientes cosas: el qué (la sustancia), la magnitud (cantidad), qué clase de cosa es (cualidad), con qué se relaciona (relación), dónde está (lugar), cuándo (tiempo), en qué actitud está (posición, hábito), cuáles son sus circunstancias (estado, hábito, condición), su actividad  (acción), su pasividad (pasión)”.[6]

 

Por otra parte, resulta significativa (sobre todo por su repercusión ulterior en el contexto de la filosofía medieval) su doctrina sobre el silogismo, como forma de razonamiento deductivo, que parte de dos proposiciones o premisas, de las cuales se deriva una tercera proposición conclusiva, la cual aporta un nuevo nexo de predicación. Según palabras de Aristóteles:

 

 “Un silogismo es un conjunto de palabras o locuciones en el que, al hacerse determinadas asumpciones, se sigue necesariamente, del hecho de haberse verificado de tal manera determinada las asumpciones, una cosa distinta de la que se había tomado. Por la expresión del hecho de haberse verificado  de tal manera determinada las asumpciones, quiero decir que es por causa de ello que se sigue la conclusión, y con esto significo que no hay necesidad de ningún otro término para hacer que la conclusión sea necesaria”[7].

Respecto a la teoría del alma aristotélica, es necesario señalar que para el pensador estagirita, conocer es privativo del hombre, de su alma, la cual se manifiesta como la forma del cuerpo, poseedora de automovimiento. Esto, en cuanto al alma humana. Pero es que el alma no resulta privativa del hombre, sino que ella se manifiesta como principio vital que proporciona automovimiento a todo ser vivo en la naturaleza: plantas, animales y hombres.

 

Desde esta perspectiva, el alma asume tres funciones, cada una de las cuales tiene su propia especificidad: 1)nutritiva o vegetativa, la cual se relaciona con la nutrición, crecimiento y reproducción de los seres vivos; 2)sensitiva, que incluye las facultades de la función vegetativa y aporta las percepciones sensibles, las facultades inferiores y el movimiento local; y por último, 3)la facultad racional, que integra las anteriores, es propia del hombre y es lo que hace de éste un ser racional por excelencia. La especificidad del hombre es, por tanto, su racionalidad. En el alma humana se combinan las tres funciones y por medio de ellas, el hombre vive, siente y piensa.

 

Esta orientación naturalista de Aristóteles en relación con el alma, va a determinar, en gran medida, las especificidades de su gnoseología, bien distante de la platónica. Así, Aristóteles abordará el problema del conocimiento, desde las perspectivas del sensualismo materialista.

 

Parte de que el conocimiento humano encuentra su objeto, no en una realidad trascendente, sino en la propia naturaleza como conjunto de fenómenos cualitativamente diversos. El conocimiento no implica una búsqueda introspectiva a la manera socrática, ni un proceso de anámnesis o reminiscencia al estilo platónico, sino todo lo contrario, ha de dirigirse al mundo natural que rodea al hombre.

 

El alma humana, al nacer el hombre es como una tabula rasa o tabla lisa que, paulatinamente se va llenando de imágenes de la realidad, que quedan registradas o grabadas en nuestra mente. Estas imágenes, según Aristóteles, se asemejan a la huella que deja un anillo de oro al ser presionado contra un trozo de cera; queda la huella del anillo, más no el oro mismo.

 

De este modo, la experiencia sensible es la fuente primaria y el origen del conocimiento humano y gracias a ella, llegan a nuestra mente las imágenes de los objetos que existen independientemente de nuestra conciencia. Todos los seres humanos están dotados de órganos sensoriales. Si falta un sentido, faltarán también las correspondientes percepciones.  Los órganos sensoriales nos proporcionan conocimiento seguro y válido, en su propio campo de acción.

 

Mediante las sensaciones, el alma percibe las formas sensibles sin la materia. El conocimiento sensible abarca cinco sentidos, potencias o facultades: vista, olfato, oído, gusto y tacto.  Los datos sensoriales son reunidos y ofrecidos a la razón mediante el sentido o sensibilidad común. Dichos contenidos no desaparecen al cesar la excitación sensorial, sino que  perduran en la memoria. Cuando se sucede un cierto número de representaciones similares en nuestra memoria, se forman representaciones de mayor universalidad. 

 

Por cuanto sólo puede haber ciencia de lo universal, es necesario un nivel de conocimiento superior que complemente al conocimiento sensible y es éste el conocimiento racional, mediante el cual, por un proceso de abstracción propio del entendimiento humano, se llega al conocimiento de las especies o formas inteligibles, universales. Es aquí donde el concepto aflora, brota, en virtud de la intuición racional, que supone una cierta creatividad o actividad del entendimiento humano.

 

El conocimiento científico trabaja sobre la base de conceptos, juicios y razonamientos, pilares de la lógica aristotélica. El concepto tiene una connotación lógica; es un término que encierra una significación universal, pues comprende lo permanente y necesario, lo esencial. Sobre la base del concepto se forma el juicio, el cual diferencia lo verdadero de lo falso. Según Aristóteles el concepto muestra solamente lo que algo es, pero el juicio científico nos dice qué notas de realidad se hallan en un objeto. Es así que el juicio encuentra su valor, su fundamento, a partir de la realidad. Para Aristóteles el ser se organiza y regula a partir de nexos internos; descubrirlos es tarea del juicio científico, el cual nos conduce a la verdad, por medio de la cual se evidencia la objetividad de lo real.

 

Para Aristóteles, la verdad tiene un carácter objetivo, en tanto reproduce la realidad objetiva; pero esta verdad no es captada por el filósofo en toda su multilateralidad, debido a que ella de manera absoluta es o no es; es decir, no admite contradicción. La realidad es tomada, de este modo, de manera estática en su reproducción conceptual.

 

Respecto a la Ética de Aristóteles, existen cuatro tratados que abordan esta ciencia práctica, clasificada dentro de las ciencias de lo posible.  Ellos son: Ética a Nicómaco; Ética a Eudemo; Gran Ética y De las virtudes y los vicios. A pesar de sus diferencias, ellos en su conjunto representan la concepción aristotélica sobre la ciencia que regula la conducta humana y parten, en lo esencial de presupuestos teóricos comunes.

 

En primer lugar, encontramos que para Aristóteles la moral es, una técnica, un arte, un quehacer práctico. Y de hecho, constituye una parte integrante de la política, por cuanto es base y principio de la política. Como ciencia de las acciones humanas del individuo, la ética estará orientada a la felicidad, como el bien supremo de la vida humana y se presenta en tres niveles: 1) ciencia que orienta las acciones humanas individuales al bien (Ética);  2) ciencia que orienta la organización familiar al bien (Economía) y 3) ciencia que orienta la organización estatal al bien (Política). Estos tres niveles se complementan como un todo orgánico, por cuanto para Aristóteles el hombre es un animal político, con una tendencia natural a vivir en colectividad.

 

El fin supremo al que aspira el hombre es la felicidad, entendida como el recto ejercicio de las funciones propias de la naturaleza moral e intelectual del hombre. Por tal razón, al decir de Aristóteles: La verdadera felicidad consiste en hacer el bien. 

 

Si la actividad racional es lo que distingue al hombre del resto de los animales, en ella radica el bien supremo del hombre y en ella encontrará éste la felicidad. El mayor bien del hombre es la sabiduría; el mayor mal, la ignorancia.  De tal modo, para Aristóteles: Hay la misma diferencia entre un sabio y un ignorante que entre un hombre vivo y un cadáver.

 

Por otra parte, define la virtud como “(…)una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio en relación con nosotros mismos, definida por la razón y de conformidad con la conducta de un hombre consciente. Y ocupa el término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”.[8]  Se trata de la prudencia-sabiduría, que implica y abarca las demás virtudes. Ninguna de las virtudes éticas se encuentra en los hombres de modo natural. Antes bien, la virtud nace de un hábito o costumbre: La excelencia moral es el resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.

 

En cuanto al Estado, éste es definido por Aristóteles como una asociación política, cuya aspiración es el bien común:

Toda ciudad o estado es, como podemos ver, una especie de comunidad, y toda comunidad se ha formado teniendo como fin un determinado bien (…). Es, por tanto, evidente que, mientras que todas las comunidades tienden a algún bien, la comunidad superior a todas y que incluye en sí todas las demás debe hacer esto en un grado supremo por encima de todas, y aspira al más alto de todos los bienes; y esa es la comunidad llamada el Estado, la asociación política”.[9]

 

Asimismo, Aristóteles aborda el problema del surgimiento del Estado:

 

En este tema, como en los demás, el mejor método de investigación es estudiar las cosas en el proceso de su desarrollo desde el comienzo. Así, pues, la primera unión de personas a que da origen la necesidad es la que se da entre aquellos seres que son incapaces de vivir el uno sin el otro, es decir, es la unión entre el varón y la hembra para la continuidad de la especie (…)

“Por otra parte, la comunidad primaria, constituida por varias familias para satisfacción de las necesidades meramente cotidianas es el pueblo (…)”

“Finalmente, la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la ciudad-estado. Esa ha conseguido al fin el límite de una autosuficiencia virtualmente completa, y así, habiendo comenzado a existir simplemente para proveer la vida, existe actualmente para atender a una vida buena. De aquí que toda ciudad-estado existe por naturaleza en la misma medida en que existe naturalmente la primera de las comunidades (…)” [10]

 

 

 

 

La problemática ética. La filosofía helenística y el ocaso del pensamiento antiguo.

 

Si el siglo V a.n.e. fue testigo de importantes cambios histórico-sociales que condicionaron un nuevo enfoque del filosofar, un reforzamiento del papel del maestro de filosofía, propuesto por Sócrates, y una nueva orientación en la problemática filosófica, que determinaría su carácter ético-político-antropológico, el siglo IV a.n.e., tras la formulación de los grandes sistemas filosóficos idealistas de Platón y Aristóteles y el surgimiento de las escuelas filosóficas fundadas por ellos, en su ocaso será testigo de importantes cambios en la sociedad griega, que determinarían una nueva orientación del filosofar hacia una problemática ética, dirigida hacia la búsqueda de la felicidad, desde nuevas perspectivas.

 

Hacia el último tercio del siglo IV a.n.e. la sociedad griega experimenta un recrudecimiento de las contradicciones entre las relaciones de producción esclavistas y el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad, lo que determinó en gran medida la crisis de las ciudades-estados de la antigua Grecia, entre las que se libraron intensas luchas.

 

Hacia el 338 a.n.e. tras la batalla de Queronea y el Congreso de Corinto, la hegemonía de Grecia quedó en poder de Macedonia. Después de derrotar a Persia, Alejandro conquista gran parte del Asia Suroccidental, fundando un gran imperio que reuniría  numerosos pueblos de Europa y Asia. Tras su muerte en el 323 a.n.e. se agudizarían las luchas intestinas por el poder, que conducirían paulatinamente a la desintegración del otrora Imperio Macedónico.

 

Se abre entonces un nuevo período en la historia de la sociedad esclavista, conocido como el período helenístico, el cual se extendió aproximadamente desde el año de la muerte de Alejandro Magno hasta el 30 a.n.e., año en que Roma conquista a Egipto, último estado helenístico.

 

El helenismo en su fase inicial desempeñó un importante papel en la historia de la sociedad esclavista. En esta época se produjo una ampliación de las relaciones comerciales entre los pueblos de Oriente y Occidente, lo que influyó positivamente en el desarrollo de los conocimientos científicos, al punto de que  se revelaron los primeros signos de diferenciación de las  ciencias en la Grecia antigua, lo cual queda constatado en la clasificación de las ciencias que elabora Aristóteles. 

 

Las notables transformaciones que tuvieron lugar en la conciencia de la sociedad griega, originaron importantes cambios en relación con las tareas y objetivos de la filosofía, en la que se manifiestan nuevos rasgos en comparación con el pensamiento precedente. Surge la tendencia a circunscribir los problemas filosóficos a la esfera de la ética; de hecho, la filosofía centró su quehacer esencialmente en la fundamentación de una conducta moral capaz de conducir al hombre a la felicidad, interpretada por  los filósofos como imperturbabilidad, tranquilidad y ausencia de perturbaciones en el alma humana.

 

La prolongada crisis económica que posteriormente se desencadenó  en el siglo III a.n.e. condujo en el campo de la filosofía al surgimiento de escuelas o corrientes filosóficas tales como el Epicureísmo, el Estoicismo y el Escepticismo, las cuales constituirían la ultima expresión creativa del pensamiento griego antiguo, de orientación eminentemente ética.

 

Resulta destacable el hecho de que tras la indiscutible influencia que ejercieron  los grandes sistemas filosóficos idealistas de Platón y Aristóteles en el subsiguiente desarrollo de la filosofía antigua, hacia finales del siglo IV a.n.e. el materialismo atomista de Leucipo y Demócrito, lejos de quedar relegado al olvido, apareciera renovado y enriquecido en la filosofía de Epicuro, mientras que a su vez, el epicureísmo en la época de dominación romana, cobra expresión en las concepciones de Lucrecio Caro, quien expuso en forma poética los fundamentos del atomismo de su antecesor, incorporando algunos elementos originales. Ello obedece al hecho de que el materialismo atomista, a lo largo de las diversas etapas históricas de su desarrollo, desempeñó un papel relevante en la lucha contra el idealismo y la religión, por lo que puede afirmarse que el desarrollo de esta corriente (en estrecho nexo con el desarrollo científico - naturalista de la época) condujo a la radicalización del ateísmo presente en las concepciones de estos pensadores; a saber, cómo lo que en Demócrito resultó una conclusión derivada de los postulados fundamentales de su filosofía, se convierte en Epicuro y Lucrecio en el objetivo central del quehacer filosófico: la  eliminación en el hombre del miedo a lo sobrenatural.

 

Al respecto, Marx y Engels señalaron la profunda significación de las concepciones atomistas y el papel que éstas   desempeñaron en la historia del ateísmo del siguiente modo: "Epicuro era ... el verdadero racionalista radical de la antigüedad, que atacaba abiertamente a la religión antigua y de quien arrancó también el ateísmo de los romanos, en la medida en que llegó a existir entre éstos. De aquí que lo ensalce también como un héroe Lucrecio, el primero que derrocó a los dioses y pisoteó la religión, y ello explica por qué Epicuro se ganó entre todos los Padres de la Iglesia, desde Plutarco hasta Lutero, la fama del filósofo impío por excelencia ..." [11]

 

En general, las corrientes fundamentales del helenismo se vinculan estrechamente en el plano teórico al naturalismo temprano, y el epicureísmo  en particular, constituye un claro ejemplo de ello, en tanto desarrolla y profundiza el materialismo atomista elaborado por Leucipo y Demócrito. Sin embargo, mientras que en el atomismo de Demócrito eran extraordinariamente importantes los intereses teóricos, la filosofía epicúrea centrará su atención en la función  de la filosofía como doctrina, que basada en la física atomista, ayude al hombre a encontrar la "felicidad", entendida por Epicuro como la ausencia de perturbaciones en el alma, la cual se logra cuando el hombre se ha liberado del temor a los dioses, a la muerte y a la vida de ultratumba. Por ello, en la filosofía epicúrea - al igual que en las restantes corrientes del helenismo, se apreciará una estructura triádica, compuesta por tres partes bien definidas: la canónica (lógica o teoría del conocimiento), la física y la ética. De ellas, las dos primeras se subordinan a la última, mas no por ello resultan menos importantes, en tanto constituyen su fundamentación.

 

Epicuro de Samos vivió aproximadamente del  371 al 270 a.n.e. Al igual que su padre, fue maestro de escuela y desde muy joven se interesó por la filosofía, fundamentalmente a partir de la lectura de las obras de Demócrito. Se dedicó a la enseñanza de la misma en ciudades como Colofón, Mitilene y Lámpsaco y hacia el 306 a.n.e. fundó en Atenas una escuela conocida como el Jardín de Epicuro, la cual se convertiría en el centro principal del materialismo  antiguo, y en la que además de cuestiones filosóficas, se abordaban temas políticos de actualidad.

 

Por cuanto para Epicuro, el objetivo primordial de la filosofía es garantizar a los hombres una vida feliz, mediante la eliminación en ellos de los temores a lo sobrenatural, el punto de partida de su filosofía podía ser sólo el materialismo, en contraposición a la mística religiosa.

 

Anteriormente se planteó cómo para Epicuro la filosofía  está integrada por tres partes, vinculadas estrechamente entre sí: la canónica, la física y la ética. De ellas,  la última resulta la más importante, por cuanto contiene la doctrina de la felicidad; sin embargo, ésta debe sustentarse necesariamente sobre la física, la cual revela el fundamento material del mundo, liberando al hombre de los temores a las fuerzas sobrenaturales, a la inmortalidad del alma y al destino que pesa sobre él.

 

Al mismo tiempo, existe una condición para la propia física y es la Canónica como criterio de la verdad y conocimiento de las reglas para llegar a ella. "Los epicúreos ... llaman canónica la ciencia del criterio, del principio y de los elementos ... Y Epicuro dice en el Canon que criterio de lo verdadero son las sensaciones, las prenociones y los efectos ... Las nociones nacen todas de las sensaciones... Y el subsistir de los efectos de la sensación testimonia la veracidad de las sensaciones... Ni hay nada que pueda refutarlas: en efecto, ni la sensación homogénea  refuta a la homogénea, siendo de igual valor, ni la heterogénea a la heterogénea, no siendo juicios acerca de las  mismas cosas; ni la una rechaza a la otra, porque nos atenemos a todas; ni la razón, pues toda razón depende de los sentidos". [12]

 

De aquí se infiere que la teoría del conocimiento epicúrea tiene un fundamento sensualista materialista, en tanto las percepciones sensoriales de los objetos naturales e incluso las imágenes de la fantasía, surgen en el sujeto como consecuencia de la penetración de las imágenes (eidolas) que se desprenden de los objetos materiales. Por ende, la percepción sensorial constituye el fundamento primordial para todo conocimiento sobre la realidad. "La sensibilidad humana es, pues, el medio donde como en un foco los procesos de la naturaleza se reflejan y encienden la luz de los fenómenos... En Demócrito esto es una inconsecuencia porque el fenómeno es sólo subjetivo; en Epicuro resulta la consecuencia necesaria porque la sensibilidad es el reflejo del mundo fenoménico en sí..." [13]

 

Además de las percepciones, los conceptos o ideas generales constituyen también  criterios de la verdad. Ellos surgen sobre la base de las ideas singulares, las que a su vez han surgido como consecuencia de la repetición consecutiva de imágenes que penetran por nuestros órganos sensoriales, procedentes de los objetos. De tal modo, la idea general se forma manteniendo en la conciencia los rasgos generales de las ideas singulares. Por ello, tanto las percepciones, como las ideas generales que se forman sobre la base de éstas, siempre son verdaderas en tanto reflejan fielmente la realidad.

 

De  esta  manera, la   gnoseología  epicúrea  reconoce la percepción sensorial como   criterio   de    verdad.  Tal sensualismo, elaborado  sobre   la  base  del materialismo filosófico, conduce a Epicuro a afirmar que todo lo que sentimos es verdadero, en tanto las sensaciones no nos engañan. A diferencia de Demócrito, para Epicuro las propiedades de los objetos, tales como el color, olor, sabor y otras, constituyen cualidades objetivas; en este sentido, su sensualismo es más consecuente. En tanto la percepción sensorial constituye el criterio universal de veracidad, las conclusiones lógicas entre las imágenes y los objetos de la realidad son posibles sobre la base de tal criterio, aunque no siempre éstas sean verdaderas, como es el caso de las imágenes fantásticas. Tales conclusiones siempre serán verdaderas en tanto no entren en contradicción lógica con los datos de la percepción, por lo que la percepción sensorial constituye también criterio de veracidad para las conclusiones teóricas sobre la cosas que no percibimos directamente, tales como los átomos, y el vacío en el que ellos se mueven.

 

Con respecto a sus postulados físicos, Epicuro retoma los postulados fundamentales del atomismo de Demócrito, incorporando nuevos elementos que enriquecieron notablemente esta concepción del mundo.

 

Su teoría sobre la naturaleza parte de reconocer como fundamento de todo cuanto existe, infinitas partículas materiales indivisibles o átomos, que se mueven en el vacío. El universo  es todo cuanto existe; éste se compone de cuerpos, de los cuales "unos son concreciones y otros son cuerpos simples de que las concreciones se forman. Son éstos indivisibles e inmutables, puesto que no pueden pasar todos a la no existencia, antes bien perseveran firmes cuando se disuelven los compuestos, siendo llenos  por naturaleza, y no tienen en qué ni cómo se disuelvan." [14]

 

Junto a los átomos, existe el vacío infinito, como espacio en el que éstos se mueven eternamente. Todos los objetos y fenómenos que conforman la  naturaleza, constituyen el resultado de la unión de estas partículas materiales, densas e indivisibles, las cuales existen en número infinito y se diferencian entre sí, no sólo  por su forma y magnitud, sino también por su peso. Esta última distinción constituyó un rasgo diferencial entre el atomismo de Epicuro y el de Demócrito, y al mismo tiempo, una anticipación de la confirmación experimental del peso atómico por el materialismo atomista contemporáneo.

 

Epicuro al igual que Demócrito, señaló el movimiento como una característica esencial de los átomos; sin embargo, aunque al respecto coincidió con Demócrito en algunas cuestiones, existe una diferencia esencial entre ambos: "Epicuro admite un triple movimiento de los átomos en el vacío. El primero es la caída en línea recta; el segundo se produce porque el átomo se desvía de la línea recta, y el tercero se debe al rechazo de numerosos átomos. Al admitir el primero y tercer movimientos Epicuro está de acuerdo con Demócrito; los diferencia la desviación del átomo de su línea recta..."[15]  

 

Frente a la física de Demócrito rigurosamente determinista, que niega la posibilidad de la casualidad, la física epicúrea considera necesario fundamentar teóricamente la existencia del libre albedrío, lo cual se proyectaría como uno de los postulados fundamentales de su ética. Según Epicuro, si los átomos no se desviaran de su trayectoria rectilínea, no sería posible el choque entre ellos;  esta autodesviación no depende de factor externo alguno, sino que ella ocurre en los átomos de manera espontánea.

 

Marx señaló la profunda significación filosófica que tuvo esta teoría epicúrea de la autodesviación de los átomos, por cuanto ella representó un intento del materialismo por descubrir la fuente del movimiento de la materia, en la materia misma, sin recurrir a un "primer motor" o fuerza externa alguna. La auto desviación de los átomos en Epicuro no es más que el mínimo de  libertad  necesaria en los elementos del micro mundo atómico, para fundamentar la posibilidad de ésta en los objetos y fenómenos del macro mundo, y en particular en el hombre. Es necesario señalar que el reconocimiento de la auto desviación espontánea de los átomos, no significó en el materialismo de Epicuro la renuncia al reconocimiento de la sujeción del universo material a leyes; por el contrario, esta teoría combatió el idealismo filosófico que negaba la existencia de nexos y regularidades objetivas en los fenómenos naturales, y en particular, las concepciones fatalistas acerca de las leyes de la naturaleza.

 

El concepto central que relaciona la física y la ética epicúreas es el concepto de libertad. Según sus planteamientos, el reconocimiento de la necesidad causal de los procesos y fenómenos de la naturaleza por parte de Demócrito, no debe conducirnos a plantear que el hombre está sometido a la necesidad de un modo fatalista; antes bien, en los marcos de esta necesidad, debe hallarse la condición para la libertad en la esfera de la acción del hombre.

 

La ética epicúrea, íntimamente relacionada con su física, declara como su objetivo principal el logro de la felicidad humana, del placer, entendiendo por placer la ausencia de dolor en el cuerpo y de perturbaciones en el alma. El ideal supremo de la vida es la ataraxia, como ausencia de turbaciones y tranquilidad del ánimo, estado al que llega el sabio o filósofo, luego de conocer el fundamento material del universo, y de esta forma liberarse de los temores a lo sobrenatural. Por ello, según Epicuro, los principales obstáculos que hay que salvar necesariamente para lograr una vida feliz son el temor a la intervención divina en la vida humana, así como el miedo a la muerte y a la vida de ultratumba.

 

Con respecto a la opinión de Epicuro sobre los dioses, se expondrá a continuación un fragmento de su carta a Meneceo, en el que se ilustra esta cuestión: ... "Así, no es impío el que niega a los dioses de la plebe o vulgo, sino quien acerca de los dioses tiene las opiniones vulgares; pues las enunciaciones del vulgo, en orden a los dioses, no son anticipaciones, sino juicios falsos. De aquí nacen las causas de enviar los dioses daños gravísimos a los hombres malos y favores a los buenos, pues siéndoles sumamente gratas las virtudes personales, abrazan a los que las poseen, y tienen por ajeno de sí todo lo que no es virtuoso." [16].

 

Al igual que Demócrito, Epicuro sometió a crítica la religión tradicional, pronunciándose contra la superstición y el miedo a lo sobrenatural. Si bien acepta la existencia de los dioses, plantea que por cuanto éstos habitan  los espacios intermundos, no pueden influir sobre los hombres, ni favorable, ni desfavorablemente. Al respecto, Marx señaló: "Han sido objeto de burla estos dioses de Epicuro, que semejantes a los hombres, moran en los intermundos del mundo real, no tienen cuerpo sino un casi cuerpo, ni sangre sino casi sangre, y hieráticos en su calma bienaventurada  no atienden a ninguna súplica, no se preocupan ni de nosotros ni del mundo y son reverenciados no por interés sino por su belleza, su majestad y su excelsa naturaleza... Y sin embargo, estos dioses no son una ficción de Epicuro. Han existido. Son las divinidades plásticas del arte griego." [17]

 

Una condición indispensable para la eliminación del temor a la muerte y a la vida de ultratumba es, según Epicuro, el reconocimiento de la mortalidad del alma. El filósofo, en tanto ha llegado a la comprensión de que el alma no es más que una unión transitoria de átomos, logra liberarse de estos temores. "Así, la muerte ni es contra los vivos ni contra los muertos; pues en aquéllos todavía no está, y en éstos ya no está...La muerte, pues, el más horrendo de los males, nada nos pertenece; pues mientras nosotros vivimos, no ha venido ella; y cuando ha venido ella; y cuando ha venido ella, ya no vivimos nosotros."[18]  . De este modo, el liberar al alma de los temores que la oprimen, conduce al hombre por el camino de la felicidad.

 

Como se ha mostrado, la ética de Epicuro tuvo como limitación fundamental su carácter individualista y contemplativo, en tanto predicaba como el objetivo primordial de la vida humana el recogimiento y la imperturbabilidad del filósofo como condición primordial de la felicidad. Sin embargo, por otra parte se  trata de una ética de implicaciones ateístas, llena de optimismo en el poder del hombre en su lucha contra la superstición y la creencia en lo sobrenatural. Ello le valió el ser señalado por Marx como "el verdadero racionalista radical de la  antigüedad, que atacaba abiertamente a la religión antigua y de quien arrancó también al ateísmo de los romanos, en la medida en que llegó a existir entre éstos." [19]

 

El atomismo de Epicuro continuaría su desarrollo y propagación en territorio romano, hacia el siglo I a.n.e. representado en la figura de Tito Lucrecio Caro, destacado poeta y filósofo de la antigüedad. Lucrecio escribió  un extenso poema titulado "De la naturaleza de las cosas", en  el que interpretó de modo peculiar el atomismo epicúreo, defendiéndolo hasta  sus últimas consecuencias. Dicho poema ha constituido precisamente, una de las fuentes fundamentales para el estudio del atomismo antiguo.

 

Este pensador, vivió en una época convulsa de la sociedad romana, plagada de contradicciones  clasistas y  rebeliones de esclavos. En el siglo I a.n.e. proliferan en Roma una serie de religiones orientales, que propugnaban la inmortalidad del alma y que fueron aprovechadas por las clases dirigentes para inculcar - principalmente en las clases desposeídas - el miedo a la muerte, mientras que en el campo filosófico se difunden principalmente el estoicismo y el neoplatonismo, corrientes de franco matiz religioso e idealista, a las cuales se opuso enérgicamente el materialismo de Lucrecio.

 

Si para Epicuro, el objetivo fundamental de la filosofía consistió en lograr la felicidad del hombre mediante la liberación del temor a los dioses, a la muerte y a la vida de ultratumba, lo cual se conseguía mediante  el conocimiento de la naturaleza, para Lucrecio, la intención es la misma: se trata de buscar una filosofía que proporcione al hombre una vida feliz y una existencia imperturbable, difícil de  lograr en las condiciones de la sociedad romana. Ésta filosofía añorada por el pensador romano, no podía ser otra que no fuera el atomismo de Epicuro, el cual consideraba el temor a la intervención divina en los sucesos de la vida humana, el temor a la muerte y el temor a la vida de ultratumba, como los  grandes enemigos de la felicidad. Según Lucrecio, estos temores pueden y deben ser vencidos por y mediante la filosofía; ella debe ser la encargada de mostrar la falsedad de estas creencias y supersticiones, por lo que la doctrina de la  felicidad  - al igual que en Epicuro - debe estar precedida de la física como conocimiento de la  naturaleza de las cosas, que explique al hombre el fundamento del mundo, cómo éste surgió, cuáles son sus elementos físicos constitutivos y los del propio hombre, y además, qué les sucede a estos elementos después de la muerte. El reconocimiento de que todos los fenómenos y procesos que discurren en la naturaleza pueden ser explicados y analizados sólo a partir de causas naturales, sin admitir fuerzas externas  o intervención de seres sobrenaturales en los acontecimientos de la vida humana, debía ser a su juicio, la premisa indispensable de tal ética.

 

Lucrecio asimiló íntegramente el materialismo atomista de Epicuro, y al igual que éste, reconocía como fundamento de todo cuanto existe en la naturaleza a infinitas partículas materiales indivisibles y eternas, y al vacío como espacio en el que éstas se mueven. Dichos corpúsculos indivisibles, al unirse entre sí, originan la diversidad cualitativa de fenómenos naturales, los cuales poseen una naturaleza mortal, por  cuanto están sometidos necesariamente a la destrucción y a muerte, que no es más que la descomposición de lo complejo en sus partes simples.

 

Si bien la obra de Lucrecio fue escrita con un objetivo esencialmente ético, su teoría sobre la naturaleza fue uno de los aspectos más elaborados en su poema. Sin embargo, la física es - en opinión de Lucrecio - sólo un medio para alcanzar el objetivo filosófico primordial: liberar a los hombres del temor a lo sobrenatural, y para el logro de tal objetivo, es necesario fundamentar la mortalidad del alma, así como la incapacidad de los dioses para influir en la vida humana, a partir de una filosofía atomista. El alma es tan mortal como el cuerpo, en tanto está constituida por partículas materiales e indivisibles - lisas, redondas y dinámicas - que se encuentran unidas sólo mientras existe unidad entre las partículas que conforman el cuerpo. Cuando sobreviene la muerte del hombre, los elementos constitutivos de su cuerpo y de su alma se diseminan simultáneamente en el vacío. Si el hombre logra penetrar los secretos de la naturaleza y descubrir esta verdad, no habrá lugar para el temor a una vida de ultratumba o a la propia muerte. Este temor de los hombres, según Lucrecio, proviene de su ignorancia sobre las leyes de la naturaleza.

 

Con respecto a los dioses, Lucrecio al igual que Epicuro no negó su existencia, pero sí la posibilidad de éstos de interferir en la naturaleza o en los acontecimientos de la vida humana. Según él, los dioses habitan los espacios vacíos entre los infinitos mundos que existen; ellos son impotentes de actuar sobre la naturaleza o sobre los hombres, ni para bien, ni para mal.  Consideraba asimismo que la religión había surgido como consecuencia de los temores del hombre primitivo ante las fuerzas naturales, el desconocimiento de las causas naturales de todo cuanto acontece en el universo, así como a partir de una falsa interpretación de los sueños.

 

Según Lucrecio, las imágenes que sobre los dioses se han formado los hombres, no son más que el producto de la fantasía humana, en tanto ellos por su naturaleza, son totalmente inasequibles a nuestros sentidos y a nuestra razón. Al respecto, expresaba:  

"Tampoco puedes presumir que tengan

los dioses sus moradas sacrosantas

en una de las partes de este mundo:

porque ellos  son sustancias tan sutiles,

que el sentido no puede percibirlas,

ni el espíritu apenas comprenderlas:

si escapan al contacto de las manos,

no deben tocar ellos ningún cuerpo

que podamos tocar, porque no puede

tocar el que de suyo es intangible:

luego muy diferentes de las nuestras

deben ser sus moradas, tan sutiles

como sus cuerpos: lo que extensamente

te probaré en la serie de mi escrito."[20]  

A pesar de  sus limitaciones e inconsecuencias, las ideas de Lucrecio sobre  los dioses desempeñaron un importante papel en la lucha contra la religión romana, caracterizada por su hostilidad hacia el conocimiento científico y por su rígido dogmatismo.

 

Si bien es cierto que su ética - orientada hacia la búsqueda de la felicidad, en un sentido estrecho y negativo, como imperturbabilidad y ausencia de turbaciones en el  individuo - adoptó una posición individualista, pasiva y contemplativa ante la realidad, su crítica a la religión, avalada por su concepción del mundo materialista, representó en los marcos  de la antigua Roma una posición, que impulsó de manera extraordinaria y casi única el ateísmo, en la etapa de dominación romana. 

 

Es por esta razón, que Marx y Engels se refirieron a Lucrecio como el "primero que derrocó a los dioses y pisoteó la religión." [21]

 

No es casual que posteriormente la Iglesia Romana calificara a la filosofía epicúrea como una doctrina inmoral, y que la obra de Lucrecio fuera relegada al olvido por la reacción feudal durante largos siglos.

Por su parte, el Estoicismo se presenta como otra de las grandes corrientes filosóficas del helenismo y la que mayor influencia alcanzaría en la época de dominación romana.

 

Su máximo exponente fue Zenón de Citium, en Chipre (334-262 a.n.e.), quien fundó en Atenas una escuela filosófica, la Stoa hacia el 300 a.n.e. Discípulo del cínico Crates, al igual que su maestro dirigió el centro del filosofar, no hacia lo estrictamente teorético, sino hacia la búsqueda de la virtud y la felicidad. Sin embargo, a diferencia de su maestro entendió que una condición indispensable para alcanzar ambas era la ciencia.

 

Al igual que Epicuro, Zenón estructuró la filosofía en tres partes (lógica, física y ética) y desarrolló particularmente la primera de ellas, la lógica, centrando su atención en la búsqueda del criterio de verdad, a partir de una postura sensualista materialista ante el problema del conocimiento, en la que desempeñaba, a su juicio, un papel fundamental la “percepción cataléptica”, como aquélla representación conceptual, por la cual el entendimiento alcanza y aprehende el objeto.

 

Para los estoicos, la experiencia constituye la fuente primaria de todo nuestro conocimiento y es a partir de las sensaciones que en nuestra mente, similar a una tabula rasa, se registran las representaciones de la realidad externa a nosotros. Dichas representaciones son como huellas de los objetos, impresas en el alma humana, lo que recuerda la concepción de Aristóteles sobre la sensación, semejante a la huella que deja un anillo de oro sobre un trozo de cera; queda impresa la imagen, mas no el oro mismo.

 

La física estoica se presenta como una síntesis de elementos tomados en calidad de presupuestos teóricos de la filosofía de Heráclito y del pensamiento aristotélico.

 

Según los estoicos, el universo es corpóreo y en él se manifiestan dos principios: el principio pasivo (materia) y el principio activo (logos o soplo cálido, que penetra y vivifica la materia). Este principio activo funciona como inteligencia universal, que proporciona y garantiza la armonía en el universo, por lo cual es también denominado Dios.

 

Por cuanto la materia en sí misma es inerte, es el principio activo el que produce las determinaciones cualitativas en el universo corpóreo. Esta razón universal o Dios, no es para los estoicos una realidad que trasciende la naturaleza, sino antes bien, es la naturaleza misma. Esta es la razón por la que la física estoica reviste un carácter panteísta.

 

En correspondencia con esto, el estoicismo propone en el campo de la ética el logro de la felicidad, lo cual presupone la ausencia de perturbaciones en el alma y la eliminación de las pasiones, para de este modo alcanzar la virtud. El ideal del sabio ha de ser “vivir conforme a la naturaleza”, lo que garantiza una vida virtuosa y feliz.

 

Entre los seguidores de Zenón se pueden citar a Cleantes y Crisipo, éste último de gran producción literaria; gracias a sus escritos se ha podido conocer el pensamiento del fundador de la escuela, de cuya obra escrita nos llegara muy poco.   

 

Tras la conquista de Macedonia por los romanos en el 168 a.n.e. el estoicismo cobra gran difusión y se orienta hacia el eclecticismo; por esta vía adquiere un fuerte matiz moral y religioso, que se evidenciará sobre todo en las concepciones de Séneca y Marco Aurelio, principales exponentes del estoicismo romano.

 

La tercera y última de las grandes corrientes del helenismo es el Escepticismo, cuyo máximo exponente es Pirrón de Elis (360-272 a.n.e.) quien no dejó escritos, por lo que se conoce su pensamiento gracias a su discípulo Timón de Fliunte y a seguidores posteriores como Sexto Empírico, quien recogió los fundamentos de esta corriente en sus escritos titulados “Bosquejos Pirrónicos”.

 

Al igual que las restantes corrientes del helenismo, el escepticismo se orienta hacia un ideal moral, la búsqueda de la felicidad, y mantiene la división de la filosofía en tres partes: física, gnoseología y ética. Pero a diferencia de ellas, no constituye una escuela, sino más bien, una posición filosófica que le ha valido su denominación.

 

De este modo, en su física parten del presupuesto según el cual, la naturaleza, como conjunto de fenómenos cualitativamente diversos, está sujeta a constantes transformaciones. De ello infieren desde el punto de vista gnoseológico, que resulta entonces imposible conocer la realidad, ya que ella está en constante devenir, por lo que la única actitud posible de asumir debe ser la suspensión o abstinencia de emitir algún juicio sobre la misma. Esta posición, garantizará entonces el logro de la felicidad o ataraxia en el plano de la ética, la que se alcanza cuando el hombre se abstiene de juzgar sobre los objetos y fenómenos de la realidad, y de este modo logra la ansiada quietud de espíritu.

Timón de Fliunte expresaba de manera sintética el sentido del escepticismo, a partir de tres interrogantes: 1) ¿cuál es la naturaleza de las cosas?  2)  ¿qué postura hay que adoptar respecto a ellas?  3) ¿qué consecuencias resultarán de esta postura?

Como se ha expresado ya con anterioridad, hacia finales del siglo III a.n.e. y al calor de la profunda crisis que anuncia la descomposición de la sociedad esclavista, primero en Grecia y más tarde en Roma, se refuerzan en el ámbito filosófico las tendencias místicas y religiosas. La decadencia de esta sociedad cobraría expresión en corrientes filosóficas tales como el neopitagorismo y el neoplatonismo, las cuales, en su intento por revitalizar las doctrinas de  Pitagóras y de Platón, respectivamente, no hicieron otra cosa que hiperbolizar los elementos que en ambos pensadores podían ser retomados como fundamento de doctrinas religiosas, lo que con el decursar del tiempo, contribuiría de manera definitiva a crear las bases para la conformación de la filosofía cristiana.

 

Tras la conquista de Grecia por Roma - hacia el 146 a.n.e. - la cultura helenística se convirtió en una de las fuentes fundamentales de la cultura romana. Las principales corrientes filosóficas del helenismo (Epicureísmo, Estoicismo y Escepticismo) encontraron sus adeptos en Roma, conformando la cultura greco-latina, aunque no en todas se mantuvo el sentido que originalmente había caracterizado sus presupuestos de partida en la Grecia antigua. Por esa razón, sería pertinente señalar que si bien el Epicureísmo se mantuvo prácticamente intacto en su principal exponente romano, Tito Lucrecio Caro, por su parte el Estoicismo griego, que en sus inicios estuvo sustentado sobre presupuestos teóricos materialistas, hacia finales del siglo I a.n.e. degenera definitivamente en una doctrina idealista, de franco carácter religioso y ecléctico,  mientras que el Escepticismo, de menor proyección, proclamaba la desconfianza en el  poder de la razón humana, contribuyendo a  la propagación

de las doctrinas místico - religiosas que llegarían a prevalecer durante los últimos siglos del  Imperio Romano. Estas corrientes, en su conjunto, contribuirían a preparar  el camino para el surgimiento de la filosofía cristiana occidental.

 

En los comienzos de nuestra era y coincidiendo con la desintegración de la sociedad esclavista, surgirá la Patrística[22]. Fundada por los primeros padres de la iglesia cristiana, se esforzará desde sus inicios por encontrar caminos confluyentes entre los clásicos de la  antigüedad y el cristianismo, con el objetivo explícito de validar los dogmas fundamentales de esa religión. De este modo, ellos conformarán un pensamiento apologético,  que asumiría la tarea de fundamentar, defender y sistematizar los dogmas  del cristianismo, apelando particularmente a corrientes como el platonismo y el neoplatonismo.[23]

 

Por su parte, la Escolástica[24] se esforzaría en continuar dicha labor, pero ahora en los marcos de la sociedad feudal y enfrentándose a las herejías y a la creciente influencia del pensamiento árabe, que traducía a Aristóteles, encontraba en sus obras los fundamentos para sustentar concepciones panteístas, e intentaba demostrar la independencia de las “verdades de razón” respecto a las “verdades de fe”. Ya en su etapa de madurez, esta Escolástica occidental asumiría la tarea de rescatar a Aristóteles, sobre todo para encontrar en su obra fundamentos que permitieran enfrentar las herejías y destruirlas. Pero el resultado de dicha labor, lejos de representar un rescate de sus presupuestos teóricos más auténticos, se convertiría en la deformación, tergiversación y cristianización de su filosofía, particularmente en las concepciones de Tomás de Aquino.

 

Si bien ambas bebieron en las fuentes de la filosofía clásica antigua, poco rescataron de su autenticidad. En su afán por brindar respuesta al llamado  problema de la relación entre la fe y la razón, establecieron durante un largo período de catorce siglos, una alianza entre filosofía y religión, entre razón y fe (en esencia incompatibles), que lejos de fundamentar la dogmática cristiana sobre “argumentos racionales” que demostraran ciertas “verdades teológicas”, evidenciaría a la postre su carácter superficial, y culminaría en la disolución de la Escolástica, declarando de manera definitiva este problema, como un seudo-problema,  falso y estéril por su contenido mismo. 

 

Referencias:

[1] El texto que aparece a continuación ha sido extraído íntegramente del libro Introducción a la filosofía antigua, de la Dra. Rita M. Buch Sánchez. (Ed. Cit.)

[2] Aristóteles - Metafísica. Libro IV. Cap. 1. en:  Obras. Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 943.

[3]Aristóteles - Metafísica. Libro I.Cap. 9. en:  Obras. Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 924.

[4] Lenin, V.I. Cuadernos Filosóficos. Editora Política. La Habana, 1964, p. 275.

[5] Aristóteles - Metafísica. Libro V. Cap. 8. en: Obras. Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 966.

[6] Aristóteles – Tratados de Lógica. Categorías. Cap. 1. en: Obras.  Edit. Aguilar. Madrid, 1973, p. 232.

[7] Aristóteles – Tratados de Lógica. Analítica Primera. Libro Primero. Cap. 1. en:  Obras.  Edit. Aguilar. Madrid, 1973, p. 276.

[8] Aristóteles – Ética Nicomaquea. Libro II. Cap. 6. en:  Obras Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 1190.

[9] Aristóteles –  Política. Libro I. Cap. 1. en:  Obras Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 1411.

[10] Aristóteles –  Política. Libro I. Cap. 1. en:  Obras  Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 1411-1412.

[11] Marx, C. y Engels, F. La ideología alemana. Edición Revolucionaria. La Habana, 1966, p. 150.                                   

[12] Diógenes Laercio, X, 31-32. Citado por: Mondolfo, R. El pensamiento antiguo. Tomo II. Edit. Ciencias Sociales. La Habana, 1971,  p. 92.

[13] Marx, C.  Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Editorial Ayuso. Madrid, 1971, p. 62.

[14] Laercio, Diógenes. Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos más ilustres. Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, p.633.   

[15] Marx, C. Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Edit. Ayuso, Madrid, 1971, p. 33.                                   

[16] Laercio, Diógenes. Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos más ilustres. Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, págs. 667-668

[17]Marx, C. Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Edit. Ayuso, Madrid, 1971, págs. 40-41.                         

[18] Laercio, Diógenes. Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos más ilustres. Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, p. 668

[19] Marx, C. y Engels, F. La ideología alemana. Edición Revolucionaria. La Habana, 1966, p. 150.

[20] Lucrecio Caro,Tito  De la naturaleza de las cosas.  Edit. Ciencia Nueva. Madrid, 1968, p. 231.

[21] Marx, C. y Engels, F. La ideología alemana. Edición Revolucionaria. La Habana, 1966, p. 150.

[22] La Patrística, como primera etapa de la filosofía cristiana, desde el punto de vista cronológico abarca aproximadamente desde el siglo I al VIII.

[23] No resulta fortuito, el hecho de que su máximo exponente, Aurelio Agustín, llegara a ser conocido como el Platón cristiano. 

[24]La Escolástica, como segunda etapa de la filosofía cristiana, desde el punto de vista cronológico abarca aproximadamente desde el siglo IX al XIV. 

Dra. Rita María Buch Sánchez 

 

Rigoberto Pupo Pupo ©2008 Rita M. Buch Sánchez
La filosofía en su historia y mediaciones

Instituto de Educación Superior “José Martí” de Monterrey.
Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

Todos los derechos reservados Editorial Sintaxis
ISBN: 1405-308XCU
Gentileza, para Letras-Uruguay, de Rigoberto Pupo Pupo

 

Ver, además:

 

                        Dra. Rita María Buch Sánchez en Letras Uruguay

 

                                                                                Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo en Letras Uruguay

                                                                                        

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

instagram: https://www.instagram.com/cechinope/

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Rita María Buch Sánchez

Ir a página inicio

Ir a índice de autoreso