La filosofía en su historia y mediaciones
5. El sistema
filosófico de Aristóteles por Dra. Rita María Buch Sánchez
Aristóteles de Estagira
Gentileza, para Letras-Uruguay, del Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo |
Aristóteles de Estagira (384-322 a.n.e.)
ha sido reconocido como la mente más universal en el contexto de la
filosofía griega antigua.
Hijo de Nicómaco (médico de Amintas, rey
de Macedonia) en el 367 a.n.e. ingresa en la Academia de Platón, en la
cual permanecerá por espacio de 20 años. Tras la muerte de Platón,
iniciada ya la conquista de Grecia por Filipo de Macedonia, marcha al Asia
Menor y funda en Assos una escuela filosófica en el 347 a.n.e.
Transcurridos dos años se dirige a Mitilene, en la isla de Lesbos y funda
también allí una escuela, dedicada fundamentalmente a los estudios sobre
ciencias naturales. En el 342 a.n.e. Filipo lo nombra preceptor de su hijo
Alejandro.
En el 335 a.n.e. regresa a Atenas y funda
su propia escuela,
El Liceo
(conocida también como Peripatos o
escuela de los filósofos que pasean), dedicada al estudio de la filosofía
y de las ciencias de la naturaleza.
En el 323 a.n.e. muere Alejandro Magno y
Aristóteles se ve obligado a marchar de Atenas, refugiándose en Calcis,
donde muere a los 62 años de edad.
En la obra escrita de Aristóteles se
distinguen dos períodos: el de las obras de juventud, compuesta
fundamentalmente por discursos dedicados al gran público, y el de las
obras de madurez, de carácter esotérico, dirigidas específicamente a
los iniciados del Liceo.
Entre las obras de juventud se destacan:
Eudemo,
Diálogo sobre la inmortalidad del alma, Protéptico
y
Sobre la
Filosofía o Sobre el Bien
. En esta última obra, quedaría registrada
su crítica a la teoría de las ideas de Platón y a la vez, ella marcará
su ruptura definitiva con el platonismo, al cual había estado adscrito.
Pertenecen a su etapa de madurez:
Órganon,
Retórica, Poética, Metafísica, Física, Política, Ética a Eudemo,
Ética a Nicómaco y Constitución de Atenas
,
entre otras.
El pensamiento de Aristóteles constituye
un compendio del saber alcanzado por la filosofía y el conocimiento científico-particular
en la Grecia antigua. Este pensador vivirá en los inicios del helenismo,
lo cual le permitirá establecer tempranamente una clasificación de las
ciencias, a partir de las categorías de
posibilidad y necesidad
.
De este modo, clasificará las ciencias en dos grandes grupos:
Ciencias
de lo posible
y
Ciencias de lo necesario
.
Dentro de las
Ciencias de lo posible
,
distingue dos grupos: las
Ciencias Prácticas
(aquéllas que se
ocupan del mejoramiento de la conducta humana), tales como la Ética y la
Política, y las
Ciencias Productivas
(referidas a las producciones
humanas), tales como la Retórica, la Poética, etc.
Por su parte, las
Ciencias de lo
necesario
serán
definidas por Aristóteles como aquéllas que tienen por objeto
lo que
necesariamente es
y son tres: la Matemática, la Física y la Filosofía
Primera (Metafísica).
La Metafísica se ocupa del estudio del
ser
en tanto ser
y es, por su propia naturaleza, la ciencia por
excelencia, es decir, la forma de saber más teórica, abstracta y
especulativa.
“Hay una ciencia que estudia el ser en
cuanto es ser y sus propiedades accidentales. Esta ciencia no se
identifica con ninguna de las que hablan parcialmente del ser, porque
ninguna de las demás ciencias se ocupa del ser como ser, con
universalidad. Estas otras ciencias, por el contrario, amputando una parte
del ser, estudian tan solo sus accidentes, como hacen, por ejemplo, las
ciencias matemáticas (…)”
[2]
La teoría aristotélica de la sustancia
estará precedida por la crítica que hace Aristóteles a la teoría de
las ideas de Platón. En esta crítica, el estagirita argumenta que la única
realidad existente, y por ende, objeto de nuestro conocimiento, es la
naturaleza, y que Platón, al admitir como verdaderamente existente una
realidad que trasciende a la naturaleza (mundo ideal), no ha hecho más
que duplicar el número de objetos que requieren explicación.
En otras palabras, según Aristóteles, no
existe realidad alguna, que trascienda la naturaleza. Antes bien,
sólo
existen fenómenos naturales o sínolos
, en los cuales está presente
la esencia que los define o determina, por lo que resulta inadmisible la
idea platónica de separar la esencia del fenómeno.
“(…) En cuanto a los que consideran
como causas las ideas, primero hay que observar que al querer hallar las
causas de los seres han creado otros tantos seres, iguales en número a
los del mundo sensible (…) Pues el número de las ideas es casi igual o
poco menor que el de los seres de los cuales partieron y cuyas causas
pretenden sistematizar, ya que cada cosa tiene algún homónimo y, fuera
de las esencias, también lo tienen aquellos seres cuya muchedumbre queda
comprendida bajo la unidad de una noción única, tanto en las cosas
sensibles como en las sempiternas.”
“Además, de cuantos argumentos se dan
para probar la existencia de las ideas, ni uno solo consigue hacernos esta
realidad evidente”.
[3]
En esta crítica se aprecia el sentido
naturalista de la filosofía de Aristóteles y a partir de ella se
explica, cómo a pesar de la inclinación de su pensamiento hacia el
idealismo objetivo, su filosofía ofrece importantes elementos
naturalistas, y por ende, materialistas. Al respecto, Lenin señaló:
“Cuando
un idealista critica los cimientos del idealismo de otro idealista, el
materialismo siempre sale ganando”
[4]
Esta afirmación de Lenin se demuestra en
los presupuestos de partida de la ontología aristotélica, en la que el
pensador afirma que la sustancia es una, si bien posee un doble carácter,
por cuanto se manifiesta como
sustancia primera o ser de la esencia
(acepción ontológica de la sustancia) y como
sustancia segunda o
esencia del ser
(acepción lógica de la sustancia).
Como
ser de la esencia
, la
sustancia
es el sujeto que no puede ser predicado de algo, es decir, el
fenómeno o sínolo, resultado de la unión indisoluble entre la forma
y la materia
, como elementos constitutivos de todo fenómeno,
donde
la forma es lo primario, determinante y condicionante
y
la materia es lo secundario, indeterminado y condicionado
. En
este caso, estamos en presencia de la acepción ontológica de la
sustancia.
Por su parte, como
esencia del ser
,
la sustancia es el ser que puede tener carácter propio y es separable de
otro sujeto; es
decir, la forma y la especie de cada ser. Se trata
de la forma o esencia, separable del fenómeno sólo en relación con el
conocimiento y por tanto ésta se presenta como la acepción lógica de la
sustancia.
“ Es, pues, posible aplicar la palabra
sustancia en dos sentidos: o bien designa el último sujeto, el que no es
atributo de ningún otro ser, o bien el ser que puede tener carácter
propio y es separable de otro sujeto, es decir, la forma y la especie de
cada ser”.
[5]
En su visión naturalista de la realidad,
Aristóteles concibe la naturaleza como conjunto de seres sujetos a
constante devenir. El movimiento se define como el
paso de la potencia
al acto
, de la posibilidad a la realidad. Al mismo tiempo, Aristóteles
entiende que en el movimiento, intervienen 4 causas, a saber: material,
formal, eficiente y final.
De tal modo, la naturaleza se manifiesta
como una suerte de estructura piramidal, en la que de manera ascendente se
observan los distintos niveles que la componen: mineral, vegetal, animal,
hombres, astros, hasta llegar a la forma pura,
forma de las formas
o Dios, como primer motor inmóvil.
Desde este punto de vista, todo en la
naturaleza tiende en su movimiento a alcanzar un fin, la perfección de la
forma de las formas. Así, el movimiento para Aristóteles tiene un carácter
teleológico (finalista) y antropomórfico.
Por otra parte, es necesario destacar que Aristóteles fue el creador de la Lógica, entendida como órgano o instrumento para la estructuración adecuada del pensar puro. De ahí que todos sus tratados sobre Lógica, fueran agrupados bajo el nombre de Órganon .
Merece especial atención, en el estudio
de la lógica aristotélica, su análisis sobre las “categorías”, en
tanto determinaciones reales del ser. Sobre esto, expresa:
“Cada
una de las palabras o expresiones independientes o sin combinar con otras
significan de suyo, una de las siguientes cosas: el qué (la sustancia),
la magnitud (cantidad), qué clase de cosa es (cualidad), con qué se
relaciona (relación), dónde está (lugar), cuándo (tiempo), en qué
actitud está (posición, hábito), cuáles son sus circunstancias
(estado, hábito, condición), su actividad
(acción), su pasividad (pasión)”.
[6]
Por otra parte, resulta significativa
(sobre todo por su repercusión ulterior en el contexto de la filosofía
medieval) su doctrina sobre el silogismo, como forma de razonamiento
deductivo, que parte de dos proposiciones o premisas, de las cuales se
deriva una tercera proposición conclusiva, la cual aporta un nuevo nexo
de predicación. Según palabras de Aristóteles:
“Un
silogismo es un conjunto de palabras o locuciones en el que, al hacerse
determinadas asumpciones, se sigue necesariamente, del hecho de haberse
verificado de tal manera determinada las asumpciones, una cosa distinta de
la que se había tomado. Por la expresión
del
hecho de haberse verificado
de
tal manera determinada las asumpciones
, quiero decir que es por causa
de ello que se sigue la conclusión, y con esto significo que no hay
necesidad de ningún otro término para hacer que la conclusión sea
necesaria”
[7]
.
Respecto a la teoría del alma aristotélica,
es necesario señalar que para el pensador estagirita, conocer es
privativo del hombre, de su alma, la cual se manifiesta como la forma del
cuerpo, poseedora de automovimiento. Esto, en cuanto al alma humana. Pero
es que el alma no resulta privativa del hombre, sino que ella se
manifiesta como principio vital que proporciona automovimiento a todo ser
vivo en la naturaleza: plantas, animales y hombres.
Desde esta perspectiva, el alma asume tres
funciones, cada una de las cuales tiene su propia especificidad:
1)nutritiva o vegetativa, la cual se relaciona con la nutrición,
crecimiento y reproducción de los seres vivos; 2)sensitiva, que incluye
las facultades de la función vegetativa y aporta las percepciones
sensibles, las facultades inferiores y el movimiento local; y por último,
3)la facultad racional, que integra las anteriores, es propia del hombre y
es lo que hace de éste un ser racional por
excelencia. La
especificidad del hombre es, por tanto, su racionalidad. En el alma humana
se combinan las tres funciones y por medio de ellas, el hombre vive,
siente y piensa.
Esta orientación naturalista de Aristóteles
en relación con el alma, va a determinar, en gran medida, las
especificidades de su gnoseología, bien distante de la platónica. Así,
Aristóteles abordará el problema del conocimiento, desde las
perspectivas del sensualismo materialista.
Parte de que el conocimiento humano
encuentra su objeto, no en una realidad trascendente, sino en la propia
naturaleza como conjunto de fenómenos cualitativamente
diversos.
El conocimiento no implica una búsqueda introspectiva a la manera socrática,
ni un proceso de anámnesis o reminiscencia al estilo platónico, sino
todo lo contrario, ha de dirigirse al mundo natural que rodea al hombre.
El alma humana, al nacer el hombre es como
una
tabula rasa
o tabla lisa que, paulatinamente se va
llenando de imágenes de la realidad, que quedan registradas o grabadas en
nuestra mente. Estas imágenes, según Aristóteles, se asemejan a la
huella que deja
un anillo de oro al ser presionado contra un trozo
de cera; queda la huella del anillo, más no el oro mismo.
De este modo, la experiencia sensible es la fuente primaria y el origen del conocimiento humano y gracias a ella, llegan a nuestra mente las imágenes de los objetos que existen independientemente de nuestra conciencia. Todos los seres humanos están dotados de órganos sensoriales. Si falta un sentido, faltarán también las correspondientes percepciones. Los órganos sensoriales nos proporcionan conocimiento seguro y válido, en su propio campo de acción.
Mediante
las sensaciones, el alma percibe las formas sensibles sin la materia. El
conocimiento sensible abarca cinco sentidos, potencias o facultades:
vista, olfato, oído, gusto y tacto.
Los datos sensoriales son reunidos y ofrecidos a la razón mediante
el sentido o sensibilidad común. Dichos contenidos no desaparecen al
cesar la excitación sensorial, sino que
perduran en la
memoria.
Cuando se sucede un cierto número de representaciones similares en
nuestra memoria, se forman representaciones de mayor universalidad.
Por cuanto sólo puede haber ciencia de lo
universal, es necesario un nivel de conocimiento superior que complemente
al conocimiento sensible y es éste el conocimiento racional, mediante el
cual, por un proceso de abstracción propio del entendimiento humano, se
llega al conocimiento de las especies o formas inteligibles, universales.
Es aquí donde el concepto aflora, brota, en virtud de la intuición
racional, que supone una cierta creatividad o actividad del entendimiento
humano.
El conocimiento científico trabaja sobre
la base de conceptos, juicios y razonamientos, pilares de la lógica
aristotélica. El concepto tiene una connotación lógica; es un término
que encierra una significación universal, pues comprende lo permanente y
necesario, lo esencial. Sobre la base del concepto se forma el juicio, el
cual diferencia lo verdadero de lo falso. Según Aristóteles
el
concepto muestra solamente lo que algo es, pero el juicio científico nos
dice qué notas de realidad se hallan en un objeto
. Es así que el
juicio encuentra su valor, su fundamento, a partir de la realidad. Para
Aristóteles el ser se organiza y regula a partir de nexos internos;
descubrirlos es tarea del juicio científico, el cual nos conduce a la
verdad, por medio de la cual se evidencia la objetividad de lo real.
Para Aristóteles, la verdad tiene un carácter
objetivo, en tanto reproduce la realidad objetiva; pero esta verdad no es
captada por el filósofo en toda su multilateralidad, debido a que ella de
manera absoluta es o no es; es decir, no admite contradicción. La
realidad es tomada, de este modo, de manera estática en su reproducción
conceptual.
Respecto a la Ética de Aristóteles,
existen cuatro tratados que abordan esta ciencia práctica, clasificada
dentro de las ciencias de lo posible.
Ellos son:
Ética a Nicómaco; Ética a Eudemo; Gran Ética
y
De las virtudes y los vicios
. A pesar de sus diferencias, ellos
en su conjunto representan la concepción aristotélica sobre la ciencia
que regula la conducta humana y parten, en lo esencial de presupuestos teóricos
comunes.
En primer lugar, encontramos que para
Aristóteles la moral es, una técnica, un arte, un quehacer práctico. Y
de hecho, constituye una parte integrante de la política, por cuanto es
base y principio de la política. Como ciencia de las acciones humanas del
individuo, la ética estará orientada a la
felicidad
, como el bien
supremo de la vida humana y se presenta en tres niveles: 1) ciencia que
orienta las acciones humanas individuales al bien (Ética);
2) ciencia que orienta la organización familiar al bien (Economía)
y 3) ciencia que orienta la organización estatal al bien (Política).
Estos tres niveles se complementan como un todo orgánico, por cuanto para
Aristóteles
el hombre es un animal político,
con una tendencia
natural a vivir en colectividad.
El fin supremo al que aspira el hombre es
la felicidad, entendida como el recto ejercicio de las funciones propias
de la naturaleza moral e intelectual del hombre. Por tal razón, al decir
de Aristóteles:
La verdadera felicidad consiste en hacer el bien
.
Si la actividad racional es lo que
distingue al hombre del resto de los animales, en ella radica el bien
supremo del hombre y en ella encontrará éste la felicidad. El mayor bien
del hombre es la sabiduría; el mayor mal, la ignorancia.
De tal modo, para Aristóteles:
Hay la misma diferencia entre un
sabio y un ignorante que entre un hombre vivo y un cadáver
.
Por otra parte, define la virtud como “(…)una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio en relación con nosotros mismos, definida por la razón y de conformidad con la conducta de un hombre consciente. Y ocupa el término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. [8] Se trata de la prudencia-sabiduría, que implica y abarca las demás virtudes. Ninguna de las virtudes éticas se encuentra en los hombres de modo natural. Antes bien, la virtud nace de un hábito o costumbre: La excelencia moral es el resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía .
En cuanto al Estado, éste es definido por
Aristóteles como una asociación política, cuya aspiración es el bien
común:
“
Toda
ciudad o estado es, como podemos ver, una especie de comunidad, y toda
comunidad se ha formado teniendo como fin un determinado bien (…). Es,
por tanto, evidente que, mientras que todas las comunidades tienden a algún
bien, la comunidad superior a todas y que incluye en sí todas las demás
debe hacer esto en un grado supremo por encima de todas, y aspira al más
alto de todos los bienes; y esa es la comunidad llamada el Estado, la
asociación política
”.
[9]
Asimismo,
Aristóteles aborda el problema del surgimiento del Estado:
“
En
este tema, como en los demás, el mejor método de investigación es
estudiar las cosas en el proceso de su desarrollo desde el comienzo. Así,
pues, la primera unión de personas a que da origen la necesidad es la que
se da entre aquellos seres que son incapaces de vivir el uno sin el otro,
es decir, es la unión entre el varón y la hembra para la continuidad de
la especie (…)
”
“Por
otra parte, la comunidad primaria, constituida por varias familias para
satisfacción de las necesidades meramente cotidianas es el pueblo
(…)”
“Finalmente,
la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la ciudad-estado. Esa
ha conseguido al fin el límite de una autosuficiencia virtualmente
completa, y así, habiendo comenzado a existir simplemente para proveer la
vida, existe actualmente para atender a una vida buena. De aquí que toda
ciudad-estado existe por naturaleza en la misma medida en que existe
naturalmente la primera de las comunidades (…)”
[10]
La
problemática ética. La filosofía helenística y el ocaso del
pensamiento antiguo.
Si
el siglo V a.n.e. fue testigo de importantes cambios histórico-sociales
que condicionaron un nuevo enfoque del filosofar, un reforzamiento del
papel del maestro de filosofía, propuesto por Sócrates, y una nueva
orientación en la problemática filosófica, que determinaría su carácter
ético-político-antropológico, el siglo IV a.n.e., tras la formulación
de los grandes sistemas filosóficos idealistas de Platón y Aristóteles
y el surgimiento de las escuelas filosóficas fundadas por ellos, en su
ocaso será testigo de importantes cambios en la sociedad griega, que
determinarían una nueva orientación del filosofar hacia una problemática
ética, dirigida hacia la búsqueda de la felicidad, desde nuevas
perspectivas.
Hacia
el último tercio del siglo IV a.n.e. la sociedad griega experimenta un
recrudecimiento de las contradicciones entre las relaciones de producción
esclavistas y el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la
sociedad, lo que determinó en gran medida la crisis de las
ciudades-estados de la antigua Grecia, entre las que se libraron intensas
luchas.
Hacia
el 338 a.n.e. tras la batalla de Queronea y el Congreso de Corinto, la
hegemonía de Grecia quedó en poder de Macedonia. Después de derrotar a
Persia, Alejandro conquista gran parte del Asia Suroccidental, fundando un
gran imperio que reuniría
numerosos pueblos de Europa y Asia. Tras su muerte en el 323
a.n.e. se agudizarían las luchas intestinas por el poder, que conducirían
paulatinamente a la desintegración del otrora Imperio Macedónico.
Se
abre entonces un nuevo período en la historia de la sociedad esclavista,
conocido como el
período helenístico
, el cual se extendió
aproximadamente desde el año de la muerte de Alejandro Magno hasta el 30
a.n.e., año en que Roma conquista a Egipto, último estado helenístico.
El
helenismo en su fase inicial desempeñó un importante papel en la
historia de la sociedad esclavista. En esta época se produjo una ampliación
de las relaciones comerciales entre los pueblos de Oriente y Occidente, lo
que influyó positivamente en el desarrollo de los conocimientos científicos,
al punto de que
se revelaron
los primeros signos de diferenciación de las
ciencias en la Grecia antigua, lo cual queda constatado en la
clasificación de las ciencias que elabora Aristóteles.
Las
notables transformaciones que tuvieron lugar en la conciencia de la
sociedad griega, originaron importantes cambios en relación con las
tareas y objetivos de la filosofía, en la que se manifiestan nuevos
rasgos en comparación con el pensamiento precedente. Surge la tendencia a
circunscribir los problemas filosóficos a la esfera de la ética; de
hecho, la filosofía centró su quehacer esencialmente en la fundamentación
de una conducta moral capaz de conducir al hombre a la felicidad,
interpretada por
los filósofos
como imperturbabilidad, tranquilidad y ausencia de perturbaciones en el
alma humana.
La
prolongada crisis económica que posteriormente se desencadenó
en el siglo III a.n.e. condujo en el campo de la filosofía al
surgimiento de escuelas o corrientes filosóficas tales como el
Epicureísmo
,
el
Estoicismo
y el
Escepticismo
, las cuales constituirían
la ultima expresión creativa del pensamiento griego antiguo, de orientación
eminentemente ética.
Resulta
destacable el hecho de que tras la indiscutible influencia que ejercieron
los grandes sistemas filosóficos idealistas de Platón y Aristóteles
en el subsiguiente desarrollo de la filosofía antigua, hacia finales del
siglo IV a.n.e. el materialismo atomista de Leucipo y Demócrito, lejos de
quedar relegado al olvido, apareciera renovado y enriquecido en la filosofía
de Epicuro, mientras que a su vez, el epicureísmo en la época de
dominación romana, cobra expresión en las concepciones de Lucrecio Caro,
quien expuso en forma poética los fundamentos del atomismo de su
antecesor, incorporando algunos elementos originales. Ello obedece al
hecho de que el materialismo atomista, a lo largo de las diversas etapas
históricas de su desarrollo, desempeñó un papel relevante en la lucha
contra el idealismo y la religión, por lo que puede afirmarse que el
desarrollo de esta corriente (en estrecho nexo con el desarrollo científico
- naturalista de la época) condujo a la radicalización del ateísmo
presente en las concepciones de estos pensadores; a saber, cómo lo que en
Demócrito resultó una conclusión derivada de los postulados
fundamentales de su filosofía, se convierte en Epicuro y Lucrecio en el
objetivo central del quehacer filosófico: la
eliminación en el hombre del miedo a lo sobrenatural.
Al
respecto, Marx y Engels señalaron la profunda significación de las
concepciones atomistas y el papel que éstas
desempeñaron en la historia del ateísmo del siguiente modo:
"
Epicuro era ... el verdadero
racionalista radical de la antigüedad, que atacaba abiertamente a la
religión antigua y de quien arrancó también el ateísmo de los romanos,
en la medida en que llegó a existir entre éstos. De aquí que lo ensalce
también como un héroe Lucrecio, el primero que derrocó a los dioses y
pisoteó la religión, y ello explica por qué Epicuro se ganó entre
todos los Padres de la Iglesia, desde Plutarco hasta Lutero, la fama del
filósofo impío por excelencia ..."
[11]
En
general, las corrientes fundamentales del helenismo se vinculan
estrechamente en el plano teórico al naturalismo temprano, y el epicureísmo
en particular, constituye un claro ejemplo de ello, en tanto
desarrolla y profundiza el materialismo atomista elaborado por Leucipo y
Demócrito. Sin embargo, mientras que en el atomismo de Demócrito eran
extraordinariamente importantes los intereses teóricos, la filosofía
epicúrea centrará su atención en la función
de la filosofía como doctrina, que basada en la física atomista,
ayude al hombre a encontrar la "felicidad", entendida por
Epicuro como la ausencia de perturbaciones en el alma, la cual se logra
cuando el hombre se ha liberado del temor a los dioses, a la muerte y a la
vida de ultratumba. Por ello, en la filosofía epicúrea - al igual que en
las restantes corrientes del helenismo, se apreciará una estructura triádica,
compuesta por tres partes bien definidas: la canónica (lógica o teoría
del conocimiento), la física y la ética. De ellas, las dos primeras se
subordinan a la última, mas no por ello resultan menos importantes, en
tanto constituyen su fundamentación.
Epicuro
de Samos vivió aproximadamente del
371
al 270 a.n.e. Al igual que su padre, fue maestro de escuela y desde muy
joven se interesó por la filosofía, fundamentalmente a partir de la
lectura de las obras de Demócrito. Se dedicó a la enseñanza de la misma
en ciudades como Colofón, Mitilene y Lámpsaco y hacia el 306 a.n.e. fundó
en Atenas una escuela conocida como el
Jardín
de Epicuro, la cual
se convertiría en el centro principal del materialismo
antiguo, y en la que además de cuestiones filosóficas, se
abordaban temas políticos de actualidad.
Por
cuanto para Epicuro, el objetivo primordial de la filosofía es garantizar
a los hombres una vida feliz, mediante la eliminación en ellos de los
temores a lo sobrenatural, el punto de partida de su filosofía podía ser
sólo el materialismo, en contraposición a la mística religiosa.
Anteriormente
se planteó cómo para Epicuro la filosofía
está integrada por tres partes, vinculadas estrechamente entre sí:
la canónica, la física y la ética. De ellas,
la última resulta la más importante, por cuanto contiene la
doctrina de la felicidad; sin embargo, ésta debe sustentarse
necesariamente sobre la física, la cual revela el fundamento material del
mundo, liberando al hombre de los temores a las fuerzas sobrenaturales, a
la inmortalidad del alma y al destino que pesa sobre él.
Al
mismo tiempo, existe una condición para la propia física y es la Canónica
como criterio de la verdad y conocimiento de las reglas para llegar a
ella. "
Los epicúreos ...
llaman canónica la ciencia del criterio, del principio y de los elementos
... Y Epicuro dice en el Canon que criterio de lo verdadero son las
sensaciones, las prenociones y los efectos ... Las nociones nacen todas de
las sensaciones... Y el subsistir de los efectos de la sensación
testimonia la veracidad de las sensaciones... Ni hay nada que pueda
refutarlas: en efecto, ni la sensación homogénea
refuta
a la homogénea, siendo de igual valor, ni la heterogénea a la heterogénea,
no siendo juicios acerca de las
mismas
cosas; ni la una rechaza a la otra, porque nos atenemos a todas; ni la razón,
pues toda razón depende de los sentidos"
.
[12]
De
aquí se infiere que la teoría del conocimiento epicúrea tiene un
fundamento sensualista materialista, en tanto las percepciones sensoriales
de los objetos naturales e incluso las imágenes de la fantasía, surgen
en el sujeto como consecuencia de la penetración de las imágenes (eidolas)
que se desprenden de los objetos materiales. Por ende, la percepción
sensorial constituye el fundamento primordial para todo conocimiento sobre
la realidad.
"La sensibilidad
humana es, pues, el medio donde como en un foco los procesos de la
naturaleza se reflejan y encienden la luz de los fenómenos... En Demócrito
esto es una inconsecuencia porque el fenómeno es sólo subjetivo; en
Epicuro resulta la consecuencia necesaria porque la sensibilidad es el
reflejo del mundo fenoménico en sí..."
[13]
Además
de las percepciones, los conceptos o ideas generales constituyen también
criterios de la verdad. Ellos surgen sobre la base de las ideas
singulares, las que a su vez han surgido como consecuencia de la repetición
consecutiva de imágenes que penetran por nuestros órganos sensoriales,
procedentes de los objetos. De tal modo, la idea general se forma
manteniendo en la conciencia los rasgos generales de las ideas singulares.
Por ello, tanto las percepciones, como las ideas generales que se forman
sobre la base de éstas, siempre son verdaderas en tanto reflejan
fielmente la realidad.
De
esta
manera, la
gnoseología
epicúrea
reconoce
la percepción sensorial como
criterio
de
verdad.
Tal sensualismo, elaborado
sobre
la
base
del materialismo filosófico, conduce a Epicuro a afirmar que todo
lo que sentimos es verdadero, en tanto las sensaciones no nos engañan. A
diferencia de Demócrito, para Epicuro las propiedades de los objetos,
tales como el color, olor, sabor y otras, constituyen cualidades
objetivas; en este sentido, su sensualismo es más consecuente. En tanto
la percepción sensorial constituye el criterio universal de veracidad,
las conclusiones lógicas entre las imágenes y los objetos de la realidad
son posibles sobre la base de tal criterio, aunque no siempre éstas sean
verdaderas, como es el caso de las imágenes fantásticas. Tales
conclusiones siempre serán verdaderas en tanto no entren en contradicción
lógica con los datos de la percepción, por lo que la percepción
sensorial constituye también criterio de veracidad para las conclusiones
teóricas sobre la cosas que no percibimos directamente, tales como los átomos,
y el vacío en el que ellos se mueven.
Con
respecto a sus postulados físicos, Epicuro retoma los postulados
fundamentales del atomismo de Demócrito, incorporando nuevos elementos
que enriquecieron notablemente esta concepción del mundo.
Su
teoría sobre la naturaleza parte de reconocer como fundamento de todo
cuanto existe, infinitas partículas materiales indivisibles o átomos,
que se mueven en el vacío. El universo
es todo cuanto existe; éste se compone de cuerpos, de los cuales
"
unos son concreciones y otros
son cuerpos simples de que las concreciones se forman. Son éstos
indivisibles e inmutables, puesto que no pueden pasar todos a la no
existencia, antes bien perseveran firmes cuando se disuelven los
compuestos, siendo
llenos
por
naturaleza, y no tienen en qué ni cómo se disuelvan.
"
[14]
Junto
a los átomos, existe el vacío infinito, como espacio en el que éstos se
mueven eternamente. Todos los objetos y fenómenos que conforman la
naturaleza, constituyen el resultado de la unión de estas partículas
materiales, densas e indivisibles, las cuales existen en número infinito
y se diferencian entre sí, no sólo
por su forma y magnitud, sino también por su
peso
. Esta última
distinción constituyó un rasgo diferencial entre el atomismo de Epicuro
y el de Demócrito, y al mismo tiempo, una anticipación de la confirmación
experimental del peso atómico por el materialismo atomista contemporáneo.
Epicuro
al igual que Demócrito, señaló el movimiento como una característica
esencial de los átomos; sin embargo, aunque al respecto coincidió con
Demócrito en algunas cuestiones, existe una diferencia esencial entre
ambos:
"Epicuro admite un
triple movimiento de los átomos en el vacío. El primero es la caída en
línea recta; el segundo se produce porque el átomo se desvía de la línea
recta, y el tercero se debe al rechazo de numerosos átomos. Al admitir el
primero y tercer movimientos Epicuro está de acuerdo con Demócrito; los
diferencia la desviación del átomo de su línea recta...
"
[15]
Frente
a la física de Demócrito rigurosamente determinista, que niega la
posibilidad de la casualidad, la física epicúrea considera necesario
fundamentar teóricamente la existencia del libre albedrío, lo cual se
proyectaría como uno de los postulados fundamentales de su ética. Según
Epicuro, si los átomos no se desviaran de su trayectoria rectilínea, no
sería posible el choque entre ellos;
esta autodesviación no depende de factor externo alguno, sino que
ella ocurre en los átomos de manera espontánea.
Marx
señaló la profunda significación filosófica que tuvo esta teoría epicúrea
de la autodesviación de los átomos, por cuanto ella representó un
intento del materialismo por descubrir la fuente del movimiento de la
materia, en la materia misma, sin recurrir a un "primer motor" o
fuerza externa alguna. La auto desviación de los átomos en Epicuro no es
más que el mínimo de
libertad
necesaria en los elementos del micro mundo atómico, para
fundamentar la posibilidad de ésta en los objetos y fenómenos del macro
mundo, y en particular en el hombre. Es necesario señalar que el
reconocimiento de la auto desviación espontánea de los átomos, no
significó en el materialismo de Epicuro la renuncia al reconocimiento de
la sujeción del universo material a leyes; por el contrario, esta teoría
combatió el idealismo filosófico que negaba la existencia de nexos y
regularidades objetivas en los fenómenos naturales, y en particular, las
concepciones fatalistas acerca de las leyes de la naturaleza.
El
concepto central que relaciona la física y la ética epicúreas es el
concepto de
libertad
. Según sus planteamientos, el reconocimiento
de la necesidad causal de los procesos y fenómenos de la naturaleza por
parte de Demócrito, no debe conducirnos a plantear que el hombre está
sometido a la necesidad de un modo fatalista; antes bien, en los marcos de
esta necesidad, debe hallarse la condición para la libertad en la esfera
de la acción del hombre.
La
ética epicúrea, íntimamente relacionada con su física, declara como su
objetivo principal el logro de la felicidad humana, del placer,
entendiendo por placer la ausencia de dolor en el cuerpo y de
perturbaciones en el alma. El ideal supremo de la vida es la
ataraxia
,
como ausencia de turbaciones y tranquilidad del ánimo, estado al que
llega el sabio o filósofo, luego de conocer el fundamento material del
universo, y de esta forma liberarse de los temores a lo sobrenatural. Por
ello, según Epicuro, los principales obstáculos que hay que salvar
necesariamente para lograr una vida feliz son el temor a la intervención
divina en la vida humana, así como el miedo a la muerte y a la vida de
ultratumba.
Con
respecto a la opinión de Epicuro sobre los dioses, se expondrá a
continuación un fragmento de su carta a Meneceo, en el que se ilustra
esta cuestión: ...
"Así, no
es impío el que niega a los dioses de la plebe o vulgo, sino quien acerca
de los dioses tiene las opiniones vulgares; pues las enunciaciones del
vulgo, en orden a los dioses, no son anticipaciones, sino juicios falsos.
De aquí nacen las causas de enviar los dioses daños gravísimos a los
hombres malos y favores a los buenos, pues siéndoles sumamente gratas las
virtudes personales, abrazan a los que las poseen, y tienen por ajeno de sí
todo lo que no es virtuoso."
[16]
.
Al
igual que Demócrito, Epicuro sometió a crítica la religión
tradicional, pronunciándose contra la superstición y el miedo a lo
sobrenatural. Si bien acepta la existencia de los dioses, plantea que por
cuanto éstos habitan
los
espacios intermundos, no pueden influir sobre los hombres, ni favorable,
ni desfavorablemente. Al respecto, Marx señaló:
"Han sido objeto de burla estos dioses de Epicuro, que semejantes a
los hombres, moran en los intermundos del mundo real, no tienen cuerpo
sino un casi cuerpo, ni sangre sino casi sangre, y hieráticos en su calma
bienaventurada
no atienden a
ninguna súplica, no se preocupan ni de nosotros ni del mundo y son
reverenciados no por interés sino por su belleza, su majestad y su
excelsa naturaleza... Y sin embargo, estos dioses no son una ficción de
Epicuro. Han existido. Son las divinidades plásticas del arte
griego."
[17]
Una
condición indispensable para la eliminación del temor a la muerte y a la
vida de ultratumba es, según Epicuro, el reconocimiento de la mortalidad
del alma. El filósofo, en tanto ha llegado a la comprensión de que el
alma no es más que una unión transitoria de átomos, logra liberarse de
estos temores.
"Así, la muerte
ni es contra los vivos ni contra los muertos; pues en aquéllos todavía
no está, y en éstos ya no está...La muerte, pues, el más horrendo de
los males, nada nos pertenece; pues mientras nosotros vivimos, no ha
venido ella; y cuando ha venido ella; y cuando ha venido ella, ya no
vivimos nosotros."
[18]
.
De este modo, el liberar al alma de los temores que la oprimen, conduce
al hombre por el camino de la felicidad.
Como se ha mostrado, la ética de Epicuro tuvo como limitación fundamental su carácter individualista y contemplativo, en tanto predicaba como el objetivo primordial de la vida humana el recogimiento y la imperturbabilidad del filósofo como condición primordial de la felicidad. Sin embargo, por otra parte se trata de una ética de implicaciones ateístas, llena de optimismo en el poder del hombre en su lucha contra la superstición y la creencia en lo sobrenatural. Ello le valió el ser señalado por Marx como "el verdadero racionalista radical de la antigüedad, que atacaba abiertamente a la religión antigua y de quien arrancó también al ateísmo de los romanos, en la medida en que llegó a existir entre éstos." [19]
El
atomismo de Epicuro continuaría su desarrollo y propagación en
territorio romano, hacia el siglo I a.n.e. representado en la figura de
Tito Lucrecio Caro, destacado poeta y filósofo de la antigüedad.
Lucrecio escribió
un extenso
poema titulado "De la naturaleza de las cosas", en
el que interpretó de modo peculiar el atomismo epicúreo, defendiéndolo
hasta
sus últimas
consecuencias. Dicho poema ha constituido precisamente, una de las fuentes
fundamentales para el estudio del atomismo antiguo.
Este
pensador, vivió en una época convulsa de la sociedad romana, plagada de
contradicciones
clasistas y
rebeliones de esclavos. En el siglo I a.n.e. proliferan en Roma una
serie de religiones orientales, que propugnaban la inmortalidad del alma y
que fueron aprovechadas por las clases dirigentes para inculcar -
principalmente en las clases desposeídas - el miedo a la muerte, mientras
que en el campo filosófico se difunden principalmente el estoicismo y el
neoplatonismo, corrientes de franco matiz religioso e idealista, a las
cuales se opuso enérgicamente el materialismo de Lucrecio.
Si
para Epicuro, el objetivo fundamental de la filosofía consistió en
lograr la felicidad del hombre mediante la liberación del temor a los
dioses, a la muerte y a la vida de ultratumba, lo cual se conseguía
mediante
el conocimiento de
la naturaleza, para Lucrecio, la intención es la misma: se trata de
buscar una filosofía que proporcione al hombre una vida feliz y una
existencia imperturbable, difícil de
lograr en las condiciones de la sociedad romana. Ésta filosofía añorada
por el pensador romano, no podía ser otra que no fuera el atomismo de
Epicuro, el cual consideraba el temor a la intervención divina en los
sucesos de la vida humana, el temor a la muerte y el temor a la vida de
ultratumba, como los
grandes
enemigos de la felicidad. Según Lucrecio, estos temores pueden y deben
ser vencidos por y mediante la filosofía; ella debe ser la encargada de
mostrar la falsedad de estas creencias y supersticiones, por lo que la
doctrina de la
felicidad
- al igual que en Epicuro - debe estar precedida de la física como
conocimiento de la
naturaleza
de las cosas, que explique al hombre el fundamento del mundo, cómo éste
surgió, cuáles son sus elementos físicos constitutivos y los del propio
hombre, y además, qué les sucede a estos elementos después de la
muerte. El reconocimiento de que todos los fenómenos y procesos que
discurren en la naturaleza pueden ser explicados y analizados sólo a
partir de causas naturales, sin admitir fuerzas externas
o intervención de seres sobrenaturales en los acontecimientos de
la vida humana, debía ser a su juicio, la premisa indispensable de tal ética.
Lucrecio
asimiló íntegramente el materialismo atomista de Epicuro, y al igual que
éste, reconocía como fundamento de todo cuanto existe en la naturaleza a
infinitas partículas materiales indivisibles y eternas, y al vacío como
espacio en el que éstas se mueven. Dichos corpúsculos indivisibles, al
unirse entre sí, originan la diversidad cualitativa de fenómenos
naturales, los cuales poseen una naturaleza mortal, por
cuanto están sometidos necesariamente a la destrucción y a
muerte, que no es más que la descomposición de lo complejo en sus partes
simples.
Si
bien la obra de Lucrecio fue escrita con un objetivo esencialmente ético,
su teoría sobre la naturaleza fue uno de los aspectos más elaborados en
su poema. Sin embargo, la física es - en opinión de Lucrecio - sólo un
medio para alcanzar el objetivo filosófico primordial: liberar a los
hombres del temor a lo sobrenatural, y para el logro de tal objetivo, es
necesario fundamentar la mortalidad del alma, así como la incapacidad de
los dioses para influir en la vida humana, a partir de una filosofía
atomista. El alma es tan mortal como el cuerpo, en tanto está constituida
por partículas materiales e indivisibles - lisas, redondas y dinámicas -
que se encuentran unidas sólo mientras existe unidad entre las partículas
que conforman el cuerpo. Cuando sobreviene la muerte del hombre, los
elementos constitutivos de su cuerpo y de su alma se diseminan simultáneamente
en el vacío. Si el hombre logra penetrar los secretos de la naturaleza y
descubrir esta verdad, no habrá lugar para el temor a una vida de
ultratumba o a la propia muerte. Este temor de los hombres, según
Lucrecio, proviene de su ignorancia sobre las leyes de la naturaleza.
Con
respecto a los dioses, Lucrecio al igual que Epicuro no negó su
existencia, pero sí la posibilidad de éstos de interferir en la
naturaleza o en los acontecimientos de la vida humana. Según él, los
dioses habitan los espacios vacíos entre los infinitos mundos que
existen; ellos son impotentes de actuar sobre la naturaleza o sobre los
hombres, ni para bien, ni para mal.
Consideraba
asimismo que la religión había surgido como consecuencia de los temores
del hombre primitivo ante las fuerzas naturales, el desconocimiento de las
causas naturales de todo cuanto acontece en el universo, así como a
partir de una falsa interpretación de los sueños.
Según
Lucrecio, las imágenes que sobre los dioses se han formado los hombres,
no son más que el producto de la fantasía humana, en tanto ellos por su
naturaleza, son totalmente inasequibles a nuestros sentidos y a nuestra
razón. Al respecto, expresaba:
|
|
"Tampoco
puedes presumir que tengan
los
dioses sus moradas sacrosantas
en
una de las partes de este mundo:
porque
ellos
son sustancias tan
sutiles,
que
el sentido no puede percibirlas,
ni
el espíritu apenas comprenderlas:
si
escapan al contacto de las manos,
no
deben tocar ellos ningún cuerpo
que
podamos tocar, porque no puede
tocar
el que de suyo es intangible:
luego
muy diferentes de las nuestras
deben
ser sus moradas, tan sutiles
como
sus cuerpos: lo que extensamente te probaré en la serie de mi escrito." [20] |
A
pesar de
sus limitaciones e
inconsecuencias, las ideas de Lucrecio sobre
los dioses desempeñaron un importante papel en la lucha contra la
religión romana, caracterizada por su hostilidad hacia el conocimiento
científico y por su rígido dogmatismo.
Si
bien es cierto que su ética - orientada hacia la búsqueda de la
felicidad, en un sentido estrecho y negativo, como imperturbabilidad y
ausencia de turbaciones en el
individuo - adoptó una posición individualista, pasiva y
contemplativa ante la realidad, su crítica a la religión, avalada por su
concepción del mundo materialista, representó en los marcos
de la antigua Roma una posición, que impulsó de manera
extraordinaria y casi única el ateísmo, en la etapa de dominación
romana.
Es por esta razón, que Marx y Engels se refirieron a Lucrecio como el "primero que derrocó a los dioses y pisoteó la religión." [21]
No
es casual que posteriormente la Iglesia Romana calificara a la filosofía
epicúrea como una doctrina inmoral, y que la obra de Lucrecio fuera
relegada al olvido por la reacción feudal durante largos siglos.
Por
su parte, el Estoicismo se presenta como otra de las grandes corrientes
filosóficas del helenismo y la que mayor influencia alcanzaría en la época
de dominación romana.
Su
máximo exponente fue Zenón de Citium, en Chipre (334-262 a.n.e.), quien
fundó en Atenas una escuela filosófica, la
Stoa
hacia el 300
a.n.e. Discípulo del cínico Crates, al igual que su maestro dirigió el
centro del filosofar, no hacia lo estrictamente teorético, sino hacia la
búsqueda de la virtud y la felicidad. Sin embargo, a diferencia de su
maestro entendió que una condición indispensable para alcanzar ambas era
la ciencia.
Al
igual que Epicuro, Zenón estructuró la filosofía en tres partes (lógica,
física y ética) y desarrolló particularmente la primera de ellas, la lógica,
centrando su atención en la búsqueda del criterio de verdad, a partir de
una postura sensualista materialista ante el problema del conocimiento, en
la que desempeñaba, a su juicio, un papel fundamental la “percepción
cataléptica”, como aquélla representación conceptual, por la cual el
entendimiento alcanza y aprehende el objeto.
Para
los estoicos, la experiencia constituye la fuente primaria de todo nuestro
conocimiento y es a partir de las sensaciones que en nuestra mente,
similar a una
tabula rasa
, se registran las representaciones de la
realidad externa a nosotros. Dichas representaciones son como huellas de
los objetos, impresas en el alma humana, lo que recuerda la concepción de
Aristóteles sobre la sensación, semejante a la huella que deja un anillo
de oro sobre un trozo de cera; queda impresa la imagen, mas no el oro
mismo.
La
física estoica se presenta como una síntesis de elementos tomados en
calidad de presupuestos teóricos de la filosofía de Heráclito y del
pensamiento aristotélico.
Según
los estoicos, el universo es corpóreo y en él se manifiestan dos
principios: el principio pasivo (materia) y el principio activo (logos o
soplo cálido, que penetra y vivifica la materia). Este principio activo
funciona como inteligencia universal, que proporciona y garantiza la armonía
en el universo, por lo cual es también denominado Dios.
Por
cuanto la materia en sí misma es inerte, es el principio activo el que
produce las determinaciones cualitativas en el universo corpóreo. Esta
razón universal o Dios, no es para los estoicos una realidad que
trasciende la naturaleza, sino antes bien, es la naturaleza misma. Esta es
la razón por la que la física estoica reviste un carácter panteísta.
En
correspondencia con esto, el estoicismo propone en el campo de la ética
el logro de la felicidad, lo cual presupone la ausencia de perturbaciones
en el alma y la eliminación de las pasiones, para de este modo alcanzar
la virtud. El ideal del sabio ha de ser “vivir conforme a la
naturaleza”, lo que garantiza una vida virtuosa y feliz.
Entre
los seguidores de Zenón se pueden citar a Cleantes y Crisipo, éste último
de gran producción literaria; gracias a sus escritos se ha podido conocer
el pensamiento del fundador de la escuela, de cuya obra escrita nos
llegara muy poco.
Tras
la conquista de Macedonia por los romanos en el 168 a.n.e. el estoicismo
cobra gran difusión y se orienta hacia el eclecticismo; por esta vía
adquiere un fuerte matiz moral y religioso, que se evidenciará sobre todo
en las concepciones de Séneca y Marco Aurelio, principales exponentes del
estoicismo romano.
La
tercera y última de las grandes corrientes del helenismo es el
Escepticismo, cuyo máximo exponente es Pirrón de Elis (360-272 a.n.e.)
quien no dejó escritos, por lo que se conoce su pensamiento gracias a su
discípulo Timón de Fliunte y a seguidores posteriores como Sexto Empírico,
quien recogió los fundamentos de esta corriente en sus escritos titulados
“Bosquejos Pirrónicos”.
Al
igual que las restantes corrientes del helenismo, el escepticismo se
orienta hacia un ideal moral, la búsqueda de la felicidad, y mantiene la
división de la filosofía en tres partes: física, gnoseología y ética.
Pero a diferencia de ellas, no constituye una escuela, sino más bien, una
posición filosófica que le ha valido su denominación.
De
este modo, en su física parten del presupuesto según el cual, la
naturaleza, como conjunto de fenómenos cualitativamente diversos, está
sujeta a constantes transformaciones. De ello infieren desde el punto de
vista gnoseológico, que resulta entonces imposible conocer la realidad,
ya que ella está en constante devenir, por lo que la única actitud
posible de asumir debe ser la suspensión o abstinencia de emitir algún
juicio sobre la misma. Esta posición, garantizará entonces el logro de
la felicidad o ataraxia en el plano de la ética, la que se alcanza cuando
el hombre se abstiene de juzgar sobre los objetos y fenómenos de la
realidad, y de este modo logra la ansiada quietud de espíritu.
Timón
de Fliunte expresaba de manera sintética el sentido del escepticismo, a
partir de tres interrogantes: 1) ¿cuál es la naturaleza de las cosas?
2)
¿qué postura hay
que adoptar respecto a ellas?
3)
¿qué consecuencias resultarán de esta postura?
Como
se ha expresado ya con anterioridad, hacia finales del siglo III a.n.e. y
al calor de la profunda crisis que anuncia la descomposición de la
sociedad esclavista, primero en Grecia y más tarde en Roma, se refuerzan
en el ámbito filosófico las tendencias místicas y religiosas. La
decadencia de esta sociedad cobraría expresión en corrientes filosóficas
tales como el neopitagorismo y el neoplatonismo, las cuales, en su intento
por revitalizar las doctrinas de
Pitagóras
y de Platón, respectivamente, no hicieron otra cosa que hiperbolizar los
elementos que en ambos pensadores podían ser retomados como fundamento de
doctrinas religiosas, lo que con el decursar del tiempo, contribuiría de
manera definitiva a crear las bases para la conformación de la filosofía
cristiana.
Tras
la conquista de Grecia por Roma - hacia el 146 a.n.e. - la cultura helenística
se convirtió en una de las fuentes fundamentales de la cultura romana.
Las principales corrientes filosóficas del helenismo (Epicureísmo,
Estoicismo y Escepticismo) encontraron sus adeptos en Roma, conformando la
cultura greco-latina, aunque no en todas se mantuvo el sentido que
originalmente había caracterizado sus presupuestos de partida en la
Grecia antigua. Por esa razón, sería pertinente señalar que si bien el
Epicureísmo se mantuvo prácticamente intacto en su principal exponente
romano, Tito Lucrecio Caro, por su parte el Estoicismo griego, que en sus
inicios estuvo sustentado sobre presupuestos teóricos materialistas,
hacia finales del siglo I a.n.e. degenera definitivamente en una doctrina
idealista, de franco carácter religioso y ecléctico,
mientras que el Escepticismo, de menor proyección, proclamaba la
desconfianza en el
poder de
la razón humana, contribuyendo a
la
propagación
de
las doctrinas místico - religiosas que llegarían a prevalecer durante
los últimos siglos del
Imperio Romano. Estas corrientes, en su conjunto, contribuirían
a preparar
el camino para el
surgimiento de la filosofía cristiana occidental.
En
los comienzos de nuestra era y coincidiendo con la desintegración de la
sociedad esclavista, surgirá la
Patrística
[22]
.
Fundada por los primeros padres de la iglesia cristiana, se esforzará
desde sus inicios por encontrar caminos confluyentes entre los clásicos
de la
antigüedad y el
cristianismo, con el objetivo explícito de validar los dogmas
fundamentales de esa religión. De este modo, ellos conformarán un
pensamiento apologético,
que asumiría la tarea de fundamentar, defender y
sistematizar los dogmas
del
cristianismo, apelando particularmente a corrientes como el platonismo y
el neoplatonismo.
[23]
Por
su parte, la
Escolástica
[24]
se esforzaría en continuar dicha labor, pero ahora en los marcos de la
sociedad feudal y enfrentándose a las herejías y a la creciente
influencia del pensamiento árabe, que traducía a Aristóteles,
encontraba en sus obras los fundamentos para sustentar concepciones panteístas,
e intentaba demostrar la independencia de las “verdades de razón”
respecto a las “verdades de fe”. Ya en su etapa de madurez, esta Escolástica
occidental asumiría la tarea de rescatar a Aristóteles, sobre todo para
encontrar en su obra fundamentos que permitieran enfrentar las herejías y
destruirlas. Pero el resultado de dicha labor, lejos de representar un
rescate de sus presupuestos teóricos más auténticos, se convertiría en
la deformación, tergiversación y cristianización de su filosofía,
particularmente en las concepciones de Tomás de Aquino.
Si
bien ambas bebieron en las fuentes de la filosofía clásica antigua, poco
rescataron de su autenticidad. En su afán por brindar respuesta al
llamado
problema de la
relación entre la fe y la razón
, establecieron durante un largo período
de catorce siglos, una alianza entre filosofía y religión, entre razón
y fe (en esencia incompatibles), que lejos de fundamentar la dogmática
cristiana sobre “argumentos racionales” que demostraran ciertas
“verdades teológicas”, evidenciaría a la postre su carácter
superficial, y culminaría en la disolución de la Escolástica,
declarando de manera definitiva este problema, como un seudo-problema,
falso y estéril por su contenido mismo.
Referencias:
[1]
El texto que aparece a continuación ha sido extraído íntegramente
del libro
Introducción a la filosofía antigua
, de la Dra.
Rita M. Buch Sánchez. (Ed. Cit.)
[2]
Aristóteles -
Metafísica
. Libro IV. Cap. 1. en:
Obras.
Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 943.
3]
Aristóteles
-
Metafísica
. Libro I.Cap. 9. en:
Obras.
Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 924.
[4]
Lenin, V.I.
Cuadernos
Filosóficos
. Editora Política. La Habana, 1964, p. 275.
[5]
Aristóteles -
Metafísica
. Libro V. Cap. 8. en:
Obras.
Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 966.
[6]
Aristóteles –
Tratados
de Lógica
. Categorías. Cap. 1. en:
Obras
.
Edit. Aguilar. Madrid, 1973, p. 232.
[7]
Aristóteles –
Tratados
de Lógica
. Analítica Primera. Libro Primero. Cap. 1. en:
Obras
.
Edit. Aguilar. Madrid, 1973, p. 276.
[8]
Aristóteles –
Ética Nicomaquea
. Libro II. Cap. 6. en:
Obras
Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 1190.
[10]
Aristóteles –
Política
.
Libro I. Cap. 1. en:
Obras
Editorial Aguilar. Madrid, 1973, p. 1411-1412.
[11]
Marx, C. y Engels, F.
La ideología alemana
. Edición Revolucionaria. La
Habana, 1966, p. 150
.
[12]
Diógenes Laercio, X, 31-32. Citado por: Mondolfo, R.
El
pensamiento antiguo
. Tomo II. Edit. Ciencias Sociales. La Habana,
1971,
p. 92.
[13]
Marx, C.
Diferencia de
la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro
.
Editorial Ayuso. Madrid, 1971, p. 62.
[14]
Laercio, Diógenes.
Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos
más ilustres
. Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, p.633.
[15]
Marx, C.
Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito
y en Epicuro
. Edit. Ayuso, Madrid, 1971, p. 33.
[16] Laercio, Diógenes. Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos más ilustres . Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, págs. 667-668
[17]
Marx,
C.
Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y
en Epicuro
. Edit. Ayuso, Madrid, 1971, págs. 40-41.
[18]
Laercio, Diógenes.
Vidas, Opiniones y Sentencias de los filósofos
más ilustres
. Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1947, p. 668
[20]
Lucrecio Caro,Tito
De
la naturaleza de las cosas
.
Edit.
Ciencia Nueva. Madrid, 1968, p. 231. [22] La Patrística, como primera etapa de la filosofía cristiana, desde el punto de vista cronológico abarca aproximadamente desde el siglo I al VIII.
|