Tengo la necesidad de comenzar este tema.
Tengo antojo de yogur o de un helado de crema.
Tengo discos de vinilo que no escucho jamás.
Tengo una Barbie que insulta cuando la manoseás.
Tengo besos ensayados y una boda sin fecha.
Tengo un libro de Bukowski con la tapa deshecha.
Tengo amores imposibles que no consigo amar
y un mundo de sensaciones que te quiero regalar.
Tengo un máster en nostalgia y un futuro borroso.
Tengo tanta mala suerte que me siento dichoso.
Tengo tristes adjetivos para calificar
la tristeza de los hombres que no saben llorar.
Tengo tanta oveja negra que ya es negro el rebaño.
Tengo queso en la heladera y botiquín en el baño.
Tengo cara de farsante y no lo puedo negar.
Tengo examen este lunes y no empecé a estudiar.
Tengo barba en desarrollo y cada vez menos pelo.
Tengo amigos en Europa y enemigos en celo.
Tengo ancestros que reviven cuando quiero charlar
sobre cómo eran capaces de vivir sin chatear.
Tengo cuerpo de cigarro y alma de cenicero.
Tengo un mate más viejo que su propio agujero.
Tengo charlas inconclusas con locos de atar.
Tengo firmes convicciones que me hacen dudar.
Tengo planes triangulares que me salen redondos.
Tengo dos dedos de frente pero veinte de fondo.
Tengo un ángel de la guarda que me guarda rencor,
parecido a Pepe Grillo pero mucho peor.
Tengo tres hadas madrinas y eso no me molesta;
al contrario, entre los cuatro la pasamos de fiesta.
Tengo miedo de que me rapte un platillo volador:
ya me veo chupando frío en el espacio exterior.
Tengo la mala costumbre de mirarle los dientes
al caballo regalado de la gente decente.
Tengo tremendo rottweiler y no le doy de comer,
pues se alimenta de personas que no saben correr.
Tengo ganas de mudarme y construir una casa,
humilde pero apacible, en la Franja de Gaza.
Tengo un gorro de Jazzy Mel y un póster de Ace of Base.
Tengo una cuatro por cuatro que no da dieciséis.
Tengo bienes en desuso y males vigentes.
Tengo un único patrón, pero varios sirvientes.
Tengo la garganta seca y es de tanto ladrar.
Tengo los zapatos rotos y es de tanto caminar.
Tengo un gusto refinado en el campo del delito:
asalto joyerías, casas de cambio y quiosquitos.
Tengo las mismas preguntas que cuando era bebé.
Tengo flor pero toqué; soy un idiota, ya lo sé.
Tengo tanto para decirte que ojalá no me escuches.
Tengo hojitas perfumadas y un Rambo de peluche.
Tengo caña con pitanga y caña de pescar.
Tengo un lunar en el cuello y un solar en El Pinar.
Tengo que pagar la luz y el taller literario,
y le debo cuarenta meses al comité del barrio.
Tengo ahora un romance con la hermana menor
de un joven proxeneta que aspira a senador.
Tengo un título honoris causa por mi enorme campaña
a favor del vino lija y en contra de la champaña.
Tengo acciones en Microsoft y en Equital,
en Cymaco Repuestos «y encendido total».
Tengo pelos en el coxis y en los vasos sanguíneos.
Tengo un sueño dionisíaco y ninguno apolíneo.
Tengo varios chistes verdes que no puedo contar,
pues tengo –y soy consciente– una imagen que cuidar.
Tengo un plano de Moscú que no me sirve de nada
y una extraña sensación de que esto es una pavada.
Me voy, pues tengo cosas importantes que hacer,
como pensar en la vida y en la levedad del ser.
Tengo antojo de yogur o de un helado de crema.
Tengo discos de vinilo que no escucho jamás.
Tengo una Barbie que insulta cuando la manoseás.
Tengo besos ensayados y una boda sin fecha.
Tengo un libro de Bukowski con la tapa deshecha.
Tengo amores imposibles que no consigo amar
y un mundo de sensaciones que te quiero regalar.
Tengo un máster en nostalgia y un futuro borroso.
Tengo tanta mala suerte que me siento dichoso.
Tengo tristes adjetivos para calificar
la tristeza de los hombres que no saben llorar.
Tengo tanta oveja negra que ya es negro el rebaño.
Tengo queso en la heladera y botiquín en el baño.
Tengo cara de farsante y no lo puedo negar.
Tengo examen este lunes y no empecé a estudiar.
Tengo barba en desarrollo y cada vez menos pelo.
Tengo amigos en Europa y enemigos en celo.
Tengo ancestros que reviven cuando quiero charlar
sobre cómo eran capaces de vivir sin chatear.
Tengo cuerpo de cigarro y alma de cenicero.
Tengo un mate más viejo que su propio agujero.
Tengo charlas inconclusas con locos de atar.
Tengo firmes convicciones que me hacen dudar.
Tengo planes triangulares que me salen redondos.
Tengo dos dedos de frente pero veinte de fondo.
Tengo un ángel de la guarda que me guarda rencor,
parecido a Pepe Grillo pero mucho peor.
Tengo tres hadas madrinas y eso no me molesta;
al contrario, entre los cuatro la pasamos de fiesta.
Tengo miedo de que me rapte un platillo volador:
ya me veo chupando frío en el espacio exterior.
Tengo la mala costumbre de mirarle los dientes
al caballo regalado de la gente decente.
Tengo tremendo rottweiler y no le doy de comer,
pues se alimenta de personas que no saben correr.
Tengo ganas de mudarme y construir una casa,
humilde pero apacible, en la Franja de Gaza.
Tengo un gorro de Jazzy Mel y un póster de Ace of Base.
Tengo una cuatro por cuatro que no da dieciséis.
Tengo bienes en desuso y males vigentes.
Tengo un único patrón, pero varios sirvientes.
Tengo la garganta seca y es de tanto ladrar.
Tengo los zapatos rotos y es de tanto caminar.
Tengo un gusto refinado en el campo del delito:
asalto joyerías, casas de cambio y quiosquitos.
Tengo las mismas preguntas que cuando era bebé.
Tengo flor pero toqué; soy un idiota, ya lo sé.
Tengo tanto para decirte que ojalá no me escuches.
Tengo hojitas perfumadas y un Rambo de peluche.
Tengo caña con pitanga y caña de pescar.
Tengo un lunar en el cuello y un solar en El Pinar.
Tengo que pagar la luz y el taller literario,
y le debo cuarenta meses al comité del barrio.
Tengo ahora un romance con la hermana menor
de un joven proxeneta que aspira a senador.
Tengo un título honoris causa por mi enorme campaña
a favor del vino lija y en contra de la champaña.
Tengo acciones en Microsoft y en Equital,
en Cymaco Repuestos «y encendido total».
Tengo pelos en el coxis y en los vasos sanguíneos.
Tengo un sueño dionisíaco y ninguno apolíneo.
Tengo varios chistes verdes que no puedo contar,
pues tengo –y soy consciente– una imagen que cuidar.
Tengo un plano de Moscú que no me sirve de nada
y una extraña sensación de que esto es una pavada.
Me voy, pues tengo cosas importantes que hacer,
como pensar en la vida y en la levedad del ser.
