Un buen día nació, lloriqueó,
se calló,
de la teta se prendió, se nutrió, dependió,
alguien pronto lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Con el tiempo creció, descubrió, caminó,
lentamente razonó, comprendió, asimiló,
y así se alfabetizó y estudió y aprendió,
y así se socializó, se integró, se sumó.
Y se desarrolló, se asustó, le gustó,
y el amor le interesó, se encerró, fantaseó,
tiernamente se tocó, se endulzó, disfrutó,
con sus pares conversó, compartió y se escondió.
Luego se enamoró, se aterró, se inhibió,
y al final se le acercó, vaciló, confesó,
pero entonces rebotó y le dolió y sollozó,
y así Dios lo defraudó, lo ignoró, lo olvidó.
Así pues maduró, se encauzó, se centró,
su ideal estructuró, reclamó, proclamó,
duramente trabajó, se esmeró, transpiró,
ciertamente se esforzó, no cayó, progresó.
Una mujer lo vio, lo escuchó, lo deseó,
y él entonces respondió, se metió, le bastó,
un pendiente le obsequió, la paseó, la lamió,
y en setiembre se casó, se acostó y la abrazó.
Tuvo un hijo y sonrió, se alegró, se agrandó,
los pañales le cambió, lo cargó, lo forjó,
y orgulloso lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Pero un día piró, se quemó, se rayó,
y a los dos abandonó, se mudó, los dejó,
un amigo lo llamó, lo invitó, lo tentó,
y a una fiesta lo llevó y él chupó y fornicó.
Y su vida siguió, continuó, se estiró,
y él después reflexionó, recordó y añoró,
contra el tiempo blasfemó, se indignó, se ofuscó,
y tal vez se arrepintió, se culpó y se absolvió.
Y así envejeció, se cansó, se apagó,
en su lecho se tendió, se guardó, se ocultó,
sus memorias escribió, las quemó y las mató,
finalmente se enfermó, se rindió, se entregó.
Un buen día murió, falleció, feneció,
o sea desapareció, sucumbió, expiró,
como un ajo se peló, se rajó, palmó,
pero no se despidió: ¡qué mala educación!
de la teta se prendió, se nutrió, dependió,
alguien pronto lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Con el tiempo creció, descubrió, caminó,
lentamente razonó, comprendió, asimiló,
y así se alfabetizó y estudió y aprendió,
y así se socializó, se integró, se sumó.
Y se desarrolló, se asustó, le gustó,
y el amor le interesó, se encerró, fantaseó,
tiernamente se tocó, se endulzó, disfrutó,
con sus pares conversó, compartió y se escondió.
Luego se enamoró, se aterró, se inhibió,
y al final se le acercó, vaciló, confesó,
pero entonces rebotó y le dolió y sollozó,
y así Dios lo defraudó, lo ignoró, lo olvidó.
Así pues maduró, se encauzó, se centró,
su ideal estructuró, reclamó, proclamó,
duramente trabajó, se esmeró, transpiró,
ciertamente se esforzó, no cayó, progresó.
Una mujer lo vio, lo escuchó, lo deseó,
y él entonces respondió, se metió, le bastó,
un pendiente le obsequió, la paseó, la lamió,
y en setiembre se casó, se acostó y la abrazó.
Tuvo un hijo y sonrió, se alegró, se agrandó,
los pañales le cambió, lo cargó, lo forjó,
y orgulloso lo vistió, lo mostró, lo arrulló,
le cantó, lo acarició, lo pensó, lo soñó.
Pero un día piró, se quemó, se rayó,
y a los dos abandonó, se mudó, los dejó,
un amigo lo llamó, lo invitó, lo tentó,
y a una fiesta lo llevó y él chupó y fornicó.
Y su vida siguió, continuó, se estiró,
y él después reflexionó, recordó y añoró,
contra el tiempo blasfemó, se indignó, se ofuscó,
y tal vez se arrepintió, se culpó y se absolvió.
Y así envejeció, se cansó, se apagó,
en su lecho se tendió, se guardó, se ocultó,
sus memorias escribió, las quemó y las mató,
finalmente se enfermó, se rindió, se entregó.
Un buen día murió, falleció, feneció,
o sea desapareció, sucumbió, expiró,
como un ajo se peló, se rajó, palmó,
pero no se despidió: ¡qué mala educación!