Estudio preliminar

I - El Periodismo

La obra periodística de Zorrilla de San Martín abarca casi exclusivamente, las dos épocas en que dirigió El Bien Público.
Estas dos etapas no guardan mayor relación entre sí, pues en la primera -muy joven aún- (apenas tenía veintitrés años cuando comenzó a dirigir el diario católico) puso de manifiesto su ardor juvenil, su impulso creador y batallador, manifestándose con vigorosa pujanza en muchos artículos editoriales, combativos y fuertes, contra adversarias permanentes u ocasionales: Me han tocado en el períodos difíciles. El primero dc 1878 a 1885, me tomó muy joven. Di entonces a este diario todos mis entusiasmos, y hasta mis turbulencias (1).
Este primer período alcanza exactamente un lapso de siete años. Se inicia el 19 de noviembre de 1878, y llega hasta el 19 de noviembre de 1885, fecha en la cual, en circunstancias por demás conocidas, se ve obligado a exilarse en la República Argentina: aún no había cumplido treinta años.
En esta primera época predomina, por excelencia, el artículo corto, recordatorio de algún hecho trascendente (Los santos recuerdos, La primer columna, Fragmentos de carta, Sobre el recuerdo de Quinteros) o panegíricos de figuras históricas, de artistas o de escritores célebres (El ángel de los charrúas, ¡San Martín!, Gemma Cuniberti, Félix Frías, Andrés Bello, Olegario Andrade, Miguel Palleja, Rafael Calvo, Artigas, Avellaneda, etc.).
La segunda -que inicia el 14 de setiembre de 1899 y llega hasta el 29 de abril de 1905- posee caracteres distintos. Zorrilla de San Martín está en plena madurez. Los años, con su secuela de experiencias y dolores, han atemperado su espíritu y aplacado sus impulsos juveniles; el estilo se ha tornado puro, diáfano y directo: el fuego de las mocedades se ha apagado: El segundo, el retiento de 1899 a 1905, me ha encontrado casi viejo. Di a mi diario todas mis meditaciones, todas las serenas rigideces de las convicciones forjadas a martillazos por el vigoroso forjador; el viejo y nervudo Tiempo. padre de la experiencia. En este último periodo, sobre todo, me fue muy necesaria la ayuda del fuerte viejo (2).
Ahora sus editoriales sobre problemas de actualidad, tienen un ponderado equilibrio; la actividad periodística puramente estética, ha cedido frente a las exigencias de la hora (El último cuestista, La experiencia dolorosa, Canto de paz); sólo por excepción aparece en él, la ironía aguda y penetrante (El último cuestista, Cuestas, vade in pace), artículos notables, ambos, dentro de esta modalidad.
Una sola semblanza histórica hallamos en esta etapa: ¡Lavalleja! Llama la atención, sin embargo, que en este período soslaye el periodismo desde el punto de vista estético, inclinándose, exclusivamente, por el periodismo puro.

(1) Despedida. El Bien. Montevideo, sábado 29 de abril de 1905. Año XXVII. Nº 7.8OO. pág. 1. col. 3.
(2) Despedida. Op. cit.

¿Qué es lo que caracteriza esencialmente la nueva obra de Zorrilla de San Martín? El artículo breve. Como consecuencia de su labor en la prensa, los ensayos son cortos, motivados por hechos circunstanciales, y que, a pesar de ello, permanecen vigentes por sus valores intrínsecos.
Dentro de la primera etapa prevalecen los escritos históricos-literarios. Zorrilla de San Martín vive por entonces el culto de los héroes, estimulado por sus grandes hechos o sus heroicas existencias, en momentos de crisis moral o indiferencia colectiva. Ellos sirven como ejemplo para afirmar la individualidad oriental, disminuida o quebrantada por acontecimientos públicos de notoriedad.
En este período (1878-1885), ya es consagrado el poeta de la patria; la poesía es su género dilecto; triunfa con La Leyenda Patria y prepara con febril entusiasmo Tabaré.
Su actividad, sin embargo, es múltiple: dirige y redacta un diario, escribe en verso y trabaja por la causa católica. Parece que el tiempo lo devora.
Por entonces, publica su primer libro en prosa: ¡Jesuitas! (1879), apologético por excelencia, donde defiende con calor y fuerza a la Compañía de Jesús, en la cual había estudiado durante años. Fuera de este libro, nada hace pensar que la prosa sea un género de su preferencia; pero su gusto se manifiesta mediante una forma un tanto indirecta: el periodismo.
Durante estos primeros siete años, vemos en su actividad una labor siempre febril, hasta culminar -por último- en el año 1884, con un crecido número de artículos de diversa naturaleza.
Una vez alejado definitivamente de la prensa, en 1905, sus colaboraciones -casi sin excepción- serán recogidas en libros.
Había cumplido can el periodismo. Los nuevos trabajos -ensayos históricos y literarios- aparecerán en volúmenes que irá jalonando a través de su larga y fecunda existencia.

II - Los Temas

La obra que conceptuamos nueva por su ¡desconocimiento colectivo, presenta una temática, que si bien reiterada en algunos aspectos, se torna en otros totalmente original e inédita para el lector.
Se ha señalado por la crítica, que son dos los temas prevalentes en la producción de Zorrilla de San Martín: la patria y la religión. Ambos, nacen y crecen juntos con el poeta; él nos lo dice en muchos escritos y documentos, pues aprendió en el hogar paterno, de boca de sus mayores, a venerar a una, y a creer en la otra. Esta doble temática aparece coexistiendo con otros tópicos literarios hasta ahora ignorados.
Esta variación de escritos los hemos agrupado en las siguientes categorías:

I.- Semblanzas

Es el rubro más significativo; significación que se debe a su doble carácter: por un lado, la multiplicidad de figuras evocadas de diverso origen, nacionalidad y especializada actividad intelectual (héroes, escritores, artistas, políticos, hombres de ciencia, etc.); y por otro, modalidad original del insigne escritor hasta ahora desconocida o apenas vislumbrada.
El enfoque de las personalidades cobra vigoroso relieve, pues nunca es una biografía árida o un convencional artículo necrológico el que nos presenta, sino una evocación ligera, ágil, señera, en ¡a cual alude a las virtudes sobresalientes del personaje o a los gestos sublimes: otras veces, envuelve a la figura recordada en luces y sombras, exaltando las cualidades o rasgos que lo aproximan a ella y condenando piadosamente sus errores de incredulidad (Darwin, Félix Frías, ¡San Martín!, De Amicis, Víctor Hugo, Andrés Bello, Olegario Andrade, Avellaneda, José M. Estrada, etc.).

II. - Páginas de arte

En este grupo recogemos varios ensayos en los cuales Zorrilla de San Martín manifiesta su gusto por el dibujo y la pintura.
Entre las primeras páginas que publica, aparece El ángel de los charrúas, donde pondera -con hondura de análisis- el cuadro que sobre el mismo nombre pintó Juan Manuel Blanes (1830-1901), inspirándose en la composición del poeta compuesta en Chile e incluida en Notas de un Himno. Se advierte en este trabajo cómo el autor analiza cuidadosamente todos los elementos estéticos del cuadro.
Pero tanto en el dibujo como en la pintura, fue un joven artista uruguayo amigo suyo -malogrado tempranamente cuando comenzaba a triunfar en el arte- quien lo entusiasmó de tal manera, que compuso tres artículos sobre sus cuadros y exposiciones, titulados:
Miguel Pallejá, Pallejá y sus cuadros y Una nueva exposición de Pallejá, en los cuales revela un profundo conocimiento teórico del dibujo y la pintura.
También incluimos, en esta categoría, sendos artículos sobre conocidos actores de la época: Gemma Cuniberti, precoz y destacada niña que integraba una compañía de teatro; y Rafael Calvo, el célebre actor español, de enorme prestigio internacional por sus extraordinarias cualidades histriónicas.

III. - Crítica literaria

Tampoco la crítica literaria le fue ajena a Zorrilla de San Martín, desde el momento que expresó en ella sus conocimientos y su delicada sensibilidad. Recuérdese que desempeñó la Cátedra de Literatura -obtenida por concurso- desde el año 1880 hasta el 3 de noviembre de 1885, en que fue destituido por el Presidente Máximo Santos.
Dos trabajos de esta índole sobre autores nacionales publicó en El Bien Público. En el primero -Los amores de Marta- novela de Carlos Mª. Ramírez, estudia los personajes y el ambiente de la obra, valiéndose, circunstancialmente de ésta, para expresar sus ideas sobre el arte en general y la creación artística en particular.
En el segundo -Palmas y Ombúes- libro de versos de Magariños Cervantes, juzga, con criterio amplio y benévolo, las composiciones poéticas del autor de Caramurú, complementando -por añadidura- los conceptos que sobre el arte y la creación literaria había manifestado en su artículo Los amores de Marta.
Concepto de la literatura americana, ensayo sobre la lengua española y el arte literario en América, vio la luz, por primera vez, en La Revista que dirigía Julio Herrera y Reissig, y pocos días después en El Bien. Otro trabajo de crítica apareció muy posteriormente -en su pleno apogeo intelectual- como prólogo al libro de versos de Yamandú Rodríguez Las Canciones Truncas y lo reprodujo la revista Tabaré en 1914. Encierra -sobre todo- una verdadera profesión de fe estética del propio Zorrilla de San Martín.

IV. - Editoriales políticos

Debemos destacar en el orden periodístico, los editoriales de carácter político.
Dijimos anteriormente, que los artículos de esta índole correspondientes a su primera etapa, permanecían en la incertidumbre, pues carecíamos de pautas seguras para atribuir su autoría al director de El Bien Público. No sucede lo mismo con los editoriales de la segunda época, donde de una u otra forma, hemos podido identificarlos como suyos.
Dos artículos -vinculados temáticamente con la misma figura política de la época- tienen marcada significación literaria, siendo -sin duda alguna- de gran interés reseñarlos. Nos referimos a El último cuentista, que Fernández y Medina llama con todo acierto "ática y amarga ironía, digna de Juvenal, dirigida a los que, después de haber levantado a Cuestas, pretendieron dar en tierra con él" (1), y donde el autor de Tabaré -que no ayudó a elevarlo a la primera magistratura- lo apoyó decididamente con el fin de asegurar el principio de autoridad y combatir las revoluciones en constante acecho. Pero cuando Cuestas abandona el escenario político -y poco después se embarca rumbo a Europa- la pluma de Zorrilla de San Martín, aguda y penetrante como un estilete, se clava irónica en aquel personaje cruel, que durante tantos años había sido el árbitro de nuestra política. Lo despide, entonces, con su recordado editorial de marzo de 1903, titulado Cuestas, vade in pace.
Agregamos a estos dos, los editoriales Como decíamos ayer..., con el cual vuelve a ponerse en contacto con sus lectores al iniciar su segunda época periodística; página de banda madurez y equilibrio, con un dejo de acariciada nostalgia; La experiencia dolorosa, escrito con motivo de la expulsión y alejamiento del país del ilustre novelista y hombre público Eduardo Acevedo Díaz; Canto de paz, en el cual elogia la personalidad de los emisarios Saura y Pampillón, designados con el fin de concertar el acuerdo de paz con el jefe revolucionario Aparicio Saravia; y Despedida, que constituye el adiós definitivo al periodismo, artículo cargado de melancolía en muchos pasajes y de un cristiano amor al adversario en la lucha cotidiana de las ideas.

(1) Conferencias y Discursos. Buenos Aires. Maucci Hermanos e Hijos. Montevideo. Bertrán y Castro. Segunda edición aumentada (sin fecha). pág. 17.

V. - Ensayos históricos

Fue Zorrilla de San Martín un apasionado de la historia y particularmente de la nacional, y a ambas dedicó múltiples trabajos.
Incluimos tres sobre hechos histéricos nacionales: el primero, sobre el sacrificio del general Leandro Gómez en Paysandú, titulado Fragmentos dc Carta; el segundo, como antítesis del anterior -Los mártires de Quinteros- en el cual recuerda la sangre vertida por los orientales en ese episodio; y el tercero, sobre el fundador de Montevideo, titulado: Montevideo y su fundador, Teniente General D. Bruno Mauricio de Zabala.
Sobre temas hispanoamericanos recogernos tres: Las Conferencias sobre Méjico en el Ateneo; El cerebro y el corazón; y El Uruguay en la Exposición histórica de Madrid.

VI. - Artículos religiosos

Zorrilla de San Martín como ferviente católico, pronunció muchas discursos sobre el magisterio de la Iglesia Católica y su poder terrenal. Entre los artículos religiosos, sólo quedaron en la prensa dos, que no recogió en sus libros; uno juvenil: Los santos recuerdos, donde evoca la Semana Santa; y el otro, muy breve, una sentida página sobre El séptimo centenario de la muerte de San Francisco de Asís.

VII. - Miscelánea

La multiplicidad de temas que trató el autor de Tabaré en su fecunda labor de escritor, nos ha llevado a incluir en este grupo, varios artículos de distinta naturaleza: Nube gloriosa, de carácter autobiográfico; Tocan a Muerte, bellísima y estremecida página sobre la catástrofe de La Martinica; y por último, La Defensa Nacional, ensayo de perenne vigencia, sobre la necesidad del servicio militar obligatorio para la salvaguardia de los estados pequeños.

III El Escritor

Semblanzas

Cabe señalar, como principio fundamental sustentado por Zorrilla de San Martín, la frase tantas veces repetida en sus artículos periodísticos: El corazón es campo neutral. Y efectivamente así lo fue. Este pensamiento hizo del escritor uruguayo un hombre independiente en sus valoraciones estéticas y humanas, libre de todo dogmatismo sectario. Repárense sus palabras de simpatía y admiración frente al adversario ideológico de fiada hora, y a la postre amigo: el racionalista Sansón Carrasco: Sansón Carrasco, a quien sólo falta ser más creyente para ser más poeta, y a quien nada falta para ser nuestro primor escritor costumbrista y uno de nuestros más distinguidos estilistas... Reconoce en él, admirables cualidades de escritor que pondera sin reticencias.
Frente a otro adversario, también ideológico -Carlos María Ramírez- pero a quien lo unieron sólidos lazos de amistad forjados en la lucha común contra la tiranía de la época, y al cumplirse el primer año de muerte del gran hombre público, expresa: Le había anochecido en la mitad del día; cuando su espíritu había llegado a un grado de madurez tal, que era, sin duda alguna, el factor más importante por su talento y su ilustración y su prestigio, en la obra de pacificación y de respeto a todos los derechos, incluso los nuestros, que anhela realizar nuestro país. Por encima de las ideas exalta al hombre de excepcionales cualidades intelectuales y morales, que contribuyó poderosamente a la pacificaci6n del país, después de la caída de Máximo Santos.
Pero al referirse a personalidades de su tiempo -hombres de ciencias o de letras con motivo de su muerte o de su arribo al Río de la Plata- el aedo oriental, cuya sólida concepción religiosa difería radicalmente de la de aquellos, recoge en fugaces instantes, la veneración por el artista o por el científico. Dice de Darwin: La ciencia ha perdido en él un investigador notable. Pero luego, en casi toda la nota, reprueba su concepción evolucionista, no sólo por ser contraria a la cristiana del origen divino del hombre, sino también por la indignidad con que ha tratado a la especie humana: Darwin será señalado como uno de los que han herido a la humanidad en sus fibras más vitales y más nobles: en su dignidad, en su origen divino y en su destino sublime e inmortal.
Nadie que comprenda en toda su extensión lo que constituye la dignidad humana, lo que constituye en su propia dignidad, podrá sin inconsecuencia glorificar la memoria del malogrado ingenio norteamericano.

Y a propósito de la muerte de Víctor Hugo, con quien sólo se siente unido por el inefable y misterioso vínculo de la poesía, expresa: Un vínculo roto indescifrable unía a su espíritu con el nuestro.
Abrimos los ojos a la luz de la poesía en presencia de algunos pensamientos del gran poeta francés. La luz de la poesía es para nuestra alma algo parecido a la luz de la vida. Ella lo ilumina, lo anima, lo transparenta todo: ella hace sonreír hasta el dolor;... Este hermoso pensamiento aparece seguido por una piadosa compasión hacia aquel escritor, cuya trayectoria ideológica y política, está jalonada de versatilidad, según lo demuestra Zorrilla de San Martín en su breve nota recordatoria.
La llegada al Río de la Plata del ilustre autor de Corazón, arrancan simultáneamente al periodista uruguayo, palabras de elogio y de censura. Elogia al exquisito narrador italiano por sus delicadas escenas de terneza; y censura al garibaldino incrédulo y anticlerical: "El Bien Público" no puede ni quiere saludar al soldado de la Puerta Pía, que la Providencia y el tiempo volverán a levantar; no saludará ciertamente al apologista de Manzzini y de Cavour; pero entre las fibras del corazón del galano escritor italiano a quien tenemos la satisfacción de acoger afectuosamente en nuestro país, hay algunas que vibran al unísono con los nuestros y que producen notas y acordes impregnados de vigor o de ternura; notas que tienen alas y que saben el camino de las almas; acordes que tienen vida y que conocen el secreto de las lágrimas. Y sintetiza un admirable pasaje de Bocetos de la vida militar (1868), donde madre e hijo se estrechan en tiernísimo abrazo, en un cuadro de amor inefable: ¿Es que el santo beso, húmedo en lágrimas, impreso por el soldado en la cabeza blanca de su madre medio oculta en el capote militar del hijo que la estruja entre sus brazos,...
Pero veamos por otra parte, el elogio y la admiración que siente por las grandes figuras de formación cristiana, o aquellas que pusieron su ardor combativo al servicio de la fe. Repárese el siguiente pasaje sobre la muerte del eminente argentino D. Félix Frías, a quien Zorrilla de San Martín había conocido en Chile: ¡Cuántas veces en la lucha diaria que sostenemos y que sostendremos siempre, tendremos que evocar el recuerdo de D. Félix Frías para templar nuestras armas en el fuego de su ejemplo, y no dejar caer un punto nuestra energía y nuestro vigor! ¡Cómo ha de flaquear nuestro ánimo cuando la juventud alienta nuestro espíritu, si recordamos la inquebrantable fuerza de voluntad y de creencias de aquel viejo veterano de nuestra fe, que, así como las montañas nevadas esconden el fuego en sus entrañas, encubría con la nieve de su frente el fuego de sus convicciones profundas y sus generosos impulsos! La comparación, vigorosa y de contraste, entre las montañas nevadas que esconden el fuego en su interior, con la cabeza blanca del anciano y sus ardorosas convicciones religiosas, es de gran originalidad y belleza.
Del ilustre patricio y compañero de Bolívar en las luchas por la independencia, Andrés Bello, hace un penetrante juicio de perenne vigencia, por los valores que reconoce en el hombre de letras americano: Bello era un sabio verdaderamente enciclopédico; ninguna de las ramas del saber humano pudo esconder sus arcanos a sus investigaciones. Y agrega poco después, particularizando el elogio sobre los aportes de Bello al idioma y a la gramática española: Filólogo profundo, ha realizado una verdadera revolución en la lengua castellana. La Academia Española acogió su obra con verdadero respeto, pues ella descorría el velo de inmensos horizontes ignorados. Desentrañó los misterios y la historia de la palabra con filosofía irresistible, y sólo su Gramática Castellana y su Ortologia podrían fundar la celebridad de un sabio.
Tal vez uno de los más bellos y sentidos artículos, fue el que compuso con motivo de la muerte del hombre público argentino, D. Nicolás de Avellaneda. El ensayo, rebosante de ideas, pletórico de lirismo, nos muestra una figura de cualidades excepcionales y de prodigioso talento. Adviértase el siguiente pasaje, lleno de imágenes y comparaciones directas, admirables por su riqueza expresiva, que nos aproxima al singular personaje: A los Avellaneda les pasa lo que a las montañas: se miran y hasta se comprenden y se aman mejor desde lejos. La distancia las convierte en sombra; esfuma los detalles para vigorizar sobre el cielo las líneas fundamentales, el carácter, la expresión; la vida; vierte tintas azules en entibiar la misma nieve de las cumbres.
La muerte de Avellaneda ha producido en mi ánimo, algo así como el hundimiento y la desaparición de una montaña, sonora, tranquila y grandiosa, que he visto durante muchos años sentada en los horizontes del Plata dándoles carácter propio.
Hoy puede medirse por el espacio de cielo que ocupaba, por el vacío que deja, por la tumba que abre.
Destaca, asimismo, el rasgo esencial de esa vida: la necesidad de éxitos. Este era su estímulo para la lucha, para el esfuerzo constante en los vaivenes cotidianos. Y la palabra fue arte en sus labios; preocupación estética trascendida de sublimes concepciones: Por eso el rasgo característico de la vida de Avellaneda fue la necesidad de éxitos que experimentaba; el artista necesitaba ver terminadas sus obras para inspirarse en ellas mismas, y cobrar nuevos bríos con la contemplación de su propio espíritu palpitante en ellas.
Todo para él era obra de arte: desde la frase que, cuidadosamente modulada por el pensamiento, brotaba rítmica y casi amanerada de sus labios en una conversación familiar, hasta la cláusula grandilocuente que, en una ocasión solemne, hizo pasar, como una ráfaga extraña, sobre las cabezas de treinta mil hombres congregados en la plaza pública; desde la carta íntima dirigida a su amigo, hasta la "carta magna" dirigida al pueblo argentino para comunicarle que su gran problema orgánico estaba resuelto, que Buenos Aires era la capital de la República Argentina.
Esta última fue la grande obra, el gran bloque a que dio forma el cincel del presidente artista
.
Y a propósito de otro insigne argentino, el educador y orador D. José Manuel Estrada, hace un estupendo paralelismo entre su fe y su lucha, entre su creencia y su acción, cual caballero cruzado -dice Zorrilla de San Martín- orando, prosternado, después del triunfo; juego imaginativo de contrastes temporales en admirable unidad creadora: ...veo al gran caudillo católico que ora prosternado ante el santuario del Luján después de un espléndido triunfo oratorio y me parece ver al héroe de las cruzadas orando silencioso en un ángulo oscuro del templo de Jerusalén libertada, con la cruz en la sobrevesta, con los brazos sobre el pomo de su montante de batalla, con la frente inclinada a la tierra y el alma levantada al cielo.
En un excelente articulo sobre la personalidad de León XIII -Lumen in coelo- dirá a propósito del pensamiento profundo y vasto del gran Pontífice, en expresiones antagónicas y valiéndose de una hermosísima comparación con el rayo de la luz increada que penetra, tanto en el firmamento como en los abismos: El pensamiento del gran Pontífice tiene el vuelo del ángel, nuncio de Dios, que, como rayo de la luz increada, lo mismo penetra en las tinieblas inferiores para llevar el divino mensaje a los abismos sobrecogidos o se eleva a las alturas y se cierne en la atmósfera de la eterna lumbre. Y se vale de otra bellísima comparación -de cuño romántico también- para señalar la impotencia de la incredulidad frente al pensamiento de León XIII, a través de la antítesis entre el lebrel y el vuelo del águila: La incredulidad ha seguido el vuelo de la idea de León XIII como el lebrel sigue, saltando entre las breñas, el rastro aéreo del águila que cree herida y se le ha perdido, sin embargo, en las nubes.
Hemos dejado para cerrar esta parte, la delicadísima semblanza sobre el poeta argentino Olegario Andrade. Toda ella es una admirable elegía romántica, de un hondo lirismo, que brota palpitante de la pluma de un aedo hacia otro aedo que acaba de morir. Esta brevísima página, dividida en cuatro menudas partes, es de un inefable encanto. Adviértase el comienzo con tres hermosas comparaciones: negros como las plumas de los mirlos; lacios como las hebras de los sauces, y mudas como el sepulcro. La forma exhortativa con que se inicia, le otorga mayor fuerza y emoción a la evocación: Buscad los crespones más negros y más lacios; negros como las plumas de los mirlos de nuestros bosques, lacios como las hebras de los sauces que arrastran sus vestiduras talares en las superficies de nuestros ríos.
Las liras americanas se visten apresuradamente de luto; han quedado mudas como el sepulcro en quo están amontonadas con el desaliño del dolor. El trono de la poesía americana está vacío.
Han bajado de él a Olegario Andrade para acostarlo en su sepulcro, amortajado en su gloria.
Y al referirse a su poesía, la caracteriza en pocas líneas, señalando su fuerza incontenida y su vigor estremecido, capaz de sacudir todos los elementos de la naturaleza. Las frases caen muchas veces breves, como sentencias, para encerrar un concepto: Su verso no rueda ni se desliza, Se despeña desde las alturas, choca con las aristas de piedra que sólo ese choque ponderoso podría hacer sonar, y deja en pos de sí, como una estela indescriptible, el himno que atruena las simas y trasmonta las cumbres.
Su pupila estaba conformada como para ver los siglos; su oído para recoger los gritos de la naturaleza al través del tiempo y del espacio; ... 

Retratos

Digamos también, que Zorrilla de San Martín fue un excelente retratista. La descripción de personajes -ya históricos, ya contemporáneos- está admirablemente lograda. Su pluma supo destacar las aristas más salientes. En La Epopeya de Artigas, las figuras históricas aparecen en sus rasgos esenciales. Así, por ejemplo, los retratos del dictador Francia, de Artigas, de Rivera, de Lavalleja o de Andresito, constituyen algunos de sus mejores momentos de creación literaria.
Pero también a través de la prensa, presentó vigorosos y definidos personajes de su tiempo. en sus caracteres más precisos. Así nos muestra sendos retratas, antagónicos por sus distintas cualidades físicas y morales: la del presidente Cuestas y la del padre Torrielli. El primero, visto con finísima ironía, aguda como un estilete, a través de su partida de enfermo hacia Europa; y la del segundo, en su humilde y cotidiano trajinar, entregado a la causa de Dios. Y se polarizan de esta manera los extremos; el que acaba de bajar del encumbrado sillón presidencial; y el que acaba de descender, humildemente, al sepulcro.
Presenta a Cuestas en una extensa pintura física de un fuerte realismo, entre piadoso y burlón, entre misericordioso y mordaz, donde hace minuciosamente, la descripción de su cara, ya vencida y deforme por la enfermedad que lo agobia. Bien podría ser el excelente retrato de un personaje balzaciano.
Repárense las siguientes expresiones cargadas de desvastadora ironía, amarga y cruel por momentos, que nos dan, más que un retrato una caricatura; o tal vez una máscara: .. en su ancha cara de color de cera antigua y piel desigual como una corteza viva,..; ... la sangre poderosa ha abierto cauces anormales para correr bajo la epidermis de esa máscara trágica; . . . Esa cara desvastada es un pequeño planeta que acaba de terminar su período cósmico eruptivo,...; ... la boca, oh, en la boca está toda la expresión de esa cara que viaja;... Las palabras salen de ella mezcladas con pequeños soplos que se escapan por los resquicios; la voz, entre gutural y nasal, como la de una cornetilla, tiene timbre naturalmente imperioso, timbre de regañadora autoridad escolar; suena como las notas de un viejo clavicordio desvencijado.
Pero a esta pintura agrega el retrato moral, caracterizado por una chatura rutinaria de mediocre funcionario público. Todo visto con una mordacidad aguda y sin par: Moral e intelectualmente fue un oficinista muy trabajador, muy obediente. Trabajo y humilde obediencia, esa fue su vida. Nunca supo ni tuvo motivos de saber nada científicamente; fue un práctico, con las enormes pretensiones del rutinario. Fue también honesto.
En el extremo opuesto, encontramos al padre Torrielli. La descripción, muy sobria -apenas si unas líneas, las necesarias para darnos un carácter- nos pinta en forma directa al personaje: Menudo de cuerpo, enjuto de carnes, algo cargado de hombros, de paso corto y muy rápido, de mirada serena y dulce que la actitud agobiada del cuerpo hacía levantar naturalmente hacia el cielo, resbalaba más que pasaba entre los hombres, sin ser de nadie advertido. Las calles de Montevideo apenas lo vieron: las cruzaba casi escondido, recogido en si mismo, con su sombrero de peregrino, con su bastón en la mano, su pequeña esclavina sobre los hombros y su ligero paso apresurado. .. Y agrega un detalle físico singular, que le da mayor fisonomía y relieve al hombre: ... sólo se le conocía por un lunar que, manchando su ancho labio superior, (signo de noble raza según se ha dicho) daba más carácter aún a su fisonomía dulce y ascética. El retrato espiritual, cargado de piedad religiosa, nos presenta a un sacerdote consagrado a las cosas del Señor, con humildad digna de un alma escogida, pero fugaz en lo material; casi incorpóreo en su transitar por el mundo: Pasaba el padre Torrielli por todas partes en secreto, como una sombra; se le veía en un corro de amigos un momento, y no se sabía cuando había desaparecido.
Siempre sobre si mismo, siempre en presencia de Dios, siempre guardando afablemente una cierta distancia con los hombres, pues nunca abandonaba su carácter sagrado, no se detenía en nada exterior, no se posaba: iba siempre a hacer algo, como una hormiga del cielo.
Zorrilla de San Martín pudo haber sido un excelente creador de personajes, como lo revelan los caracteres que dejó trazados; lástima que el género narrativo, no estuvo en los designios de su espíritu de escritor.

La patria y sus héroes

El lírico uruguayo fue un historiador nato, pero hizo de la historia una disciplina estéticamente trascendida. Sus ensayos juveniles ya anticipan su vocación por ésta, que logrará plasmar, años después definitivamente, en La Epopeya de Artigas, su gran obra histórico-literaria.
Bajo la poderosa influencia de Los Héroes y el Culto de los Héroes de Tomás Carlyle, forjó sus ideas sobre los grandes hombres. La patria y sus héroes subyugaron su espíritu, ávido de heroicidad y grandeza; y como un aedo clásico, supo tributarles su encendido culto.
Su concepción de la patria es esencialmente providencialista. Según Zorrilla de San Martín, el designio divino creó las nacionalidades. Esta idea aparece expresada en muchas páginas. Dice en un editorial sobre el Prócer: Artigas es un símbolo; es la encarnación genuina de nuestra patria; es la condensación de todas nuestras tradiciones y nuestras glorias.
Sin él no se concibe la patria uruguaya, porque él es la personificación de nuestra genealogía nacional, que se pierde quizá en los esfuerzos instintivos y salvajes de nuestros indomables aborígenes.
Con él, la obra de los Treinta y Tres es la consecuencia natural y necesaria de una ley providencial escrita por Dios en nuestro suelo y en las almas de todos los que en ese suelo vieron la luz.
Esa y sola esa es la ley, el verbo que crea las nacionalidades independientes y soberanas. Nada importan las formas en que esa ley se cumpla: debe cumplirse.
Instrumento evidente de quien esa ley divina grabó en nuestro suelo, se presenta Artigas como el Moisés del libro sagrado guiando al pueblo uruguayo al través del desierto, guiándolo por vías providenciales a la consecución de la tierra prometida. (Artigas).

Adviértase el mismo concepto en su discurso a Lavalleja, pronunciado al inaugurarse la estatua ecuestre del Jefe de los Treinta y Tres, en Minas, el 12 de Octubre de 1902: El fue el primero (Artigas) que sintió la ley providencial que decretaba la existencia de una patria independiente en este territorio que bañan el Uruguay, el Plata y el Atlántico:...
También en La Epopeya de Artigas -años después- reafirmará esa idea providencialista del estada uruguayo: No puedo resistir a la tentación de haceros compartir mi visión clara sobre la aparición de la patria de Artigas, de Artigas mismo, como el cumplimiento de leyes o el producto de fuerzas providenciales, incontrastables, más fuertes que el libre querer de los hombres que edifican capitales. (Conferencia III. En la región de las madres).
La imagen de Artigas fue visión profética en Zorrilla de San Martín, culto creciente y fervoroso; entroncado originariamente en su intuición genial, y desarrollado posteriormente, en forma reflexiva y avasallante.
Hallándose en Las Piedras y con motivo de su primer estudio sobre el pintor compatriota Miguel Pallejá, escribe, a manera de introducción a la nota crítica, las siguientes líneas sobre el Héroe: Esa es la plaza; allí probablemente estaría tendida la última línea del ejército de Artigas, según rezan las crónicas de la época.
Me parece que las ráfagas de la noche me traen perfumes de gloria.
En aquella colina en que ahora derrama la luna su claridad tranquila formaban los bizarros tercios españoles.
El choque fue decisivo; aquello no fue una batalla, fue el primer acorde de una canción, la primera terrible sonrisa de una tempestad.
¡El grande Artigas! ¡El vencedor de Las Piedras!
¿Por cual de esas lomas que distingo aquí, desde este balcón por el que trepan la yedra y la madreselva, por cual de esas colinas se pasearía impaciente el extraño caudillo en la madrugada de la memorable jornada?
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No: lo concibo más original y más grande aún: acaba de llegar a la Asunción.
Suenan sus pisadas de un modo raro a lo largo de los corredores sombríos del convento de mercedarios, y penetra en la celda que se le tiene aparejada. Es la hora del crepúsculo; todo es medias tintas, murmullos, líneas disfumadas que se van ensanchando hasta borrar las formas de los objetos que tiemblan y desaparecen diluidos en la respiración de un ser invisible que se va posesionando del aire.
Artigas ha pedido asilo en el Paraguay al dictador Francia. Francia no se atrevió a mirarlo; los Francias no gustan encontrarse con las miradas de los Artigas.
Y el caudillo uruguayo envejeció entre los pobres labriegos.., murió entre ellos.
Y los labriegos indígenas de "Curuguaty" acompañaron el féretro del viejo jefe de los orientales, y arrojaron flores sobre su sepulcro humilde; también derramaron muchas lágrimas sobre él.
Así al menos nos lo dice la historia, y yo lo creo sin esfuerzo.
Si grande concibió al Prócer en su obra de libertador y estadista, más grande lo imaginó en su heroico destierro de treinta años, encerrado en su mutismo, entre la soledad y la pobreza, entre el dolor y el silencio: Había llegado el momento de cambiarse los instintos por la idea, sin solución de continuidad; había sonado, la hora de cambiar la fórmula "¡LIBERTAD!" por otra palabra, hija de esa fórmula, pero más inspirada, más comprensiva: "¡INDEPENDENCIA!".
Artigas pronunció la palabra; la consagró con sangre, la sostuvo sin cejar jamás, la inoculó en aquel organismo informe congregado a su alrededor. Era el espíritu.
Artigas podía ya morir; la patria, nuestra patria, había nacido. Entonces el grande hombre murió; murió durante treinta años en el Paraguay. Sus últimos años parecen un desierto plantado de laureles. (Artigas).

Pero reencarnado en sus ideales; amamantado en sus principios inalienables, nos presenta a Lavalleja, su teniente dilecto, que recogió del Héroe el verbo de libertad amasado con sangre generosa. Y así lo presenta: ... el del más bizarro capitán de Artigas, nacido a la gloria en el primer albor de la patria: el del prisionero de los, calabozos de Río Janeiro a quien el mismo Artigas consagró su último recuerdo y envió las últimas monedas dé su pobre escarcela de imponente derrotado, cuando traspuso para siempre, con la pensativa cabeza sobre el pecho, la frontera de la patria que roturó con su espada para sembrarla de gloria fecunda; el héroe del crepúsculo matutino de la "Agraciada", el del mediodía de "Sarandí", el de la aurora austral de "Ituzaingó". (¡Lavalleja!). El gestor de la Agraciada aparece ante el poeta con todos los atributos de los grandes -y aún más- para proyectarse en la historia como un coloso invencible, en oposición a las héroes de otras naciones. Véase el siguiente fragmento de vigorosa reciedumbre y fuerza: .. . y por eso amamos y glorificamos a Lavalleja que es y será, para la patria uruguaya mucho más grande y mas indiscutible que lo fue Recaredo para la antigua Hispania vestida de hierro rechinante; más que Clodoveo, el del casco alado, para la hija gloriosa de los Francos; más que los héroes de los Nibelungos para la nebulosa Germania, que salió de los bosques sagrados jinete en su desnudó corcel blanco de batalla.
La patria para Zorrilla de San Martín es encarnación viviente de todos los sentimientos. No se le discute: se le ama. El la sintió intensamente y la vivió de la misma manera: el patriotismo más estremecido corrió por sus venas. Repárese en esta frase su autoconfesión: El patriotismo es una virtud que nos subyuga y nos arrastra;.. (Félix Frías).
Dirá en un breve articulo autobiográfico, donde entronca su sangre hispánica con su sangre oriental: Mi patria es la cuna y la tumba de mi madre; es mi primer rayo de luz; concentrará en su nombre mis primeros y mis últimos amores. Es sagrada. (Nube gloriosa).
Ante el recuerdo de la muerte del general Leandro Gómez, evoca al héroe con alegíaca entonación; e imaginando al estandarte patrio enarbolado entre los escombros de la ciudad, dirá: . . . impedir a mis ojos que lloren lágrimas impregnadas de pasión íntima y santa, ahogar en mi garganta el grito o canto o estallido indescriptible que brota de mi corazón en presencia de ese pabellón que veo flotar sobre un montón de escombros entre el cielo y la tierra, y creo ver mucho más cerca del cielo porque está sostenido por gigantes. Y agrega confirmando el sentimiento de patria que lo anima: Yo no examino su historia anterior; miro sólo la eternidad del instante de su martirio, porque en esa eternidad vive la patria. (Fragmentos de carta).
Para Zorrilla de San Martín, Artigas y la patria se identifican; ésta existe por aquél; y no puede invocarse al Prócer sin recordarla: encarnación del Héroe en el espíritu colectivo de la nacionalidad, en íntima comunión: De esos recuerdos viven los pueblos grandes, y si se quiere buscar en nuestra patria un nombre que los condense a todos, el patriotismo no puede, no debe vacilar: ARTIGAS ha sido y será siempre el primero en el tiempo, en el pensamiento y en la gloria.
Toda la patria vivió en su cabeza, la patria toda tiene que inclinarse reverente ante su sepulcro,... (Artigas).

En su editorial ¡Lavalleja! -artículo estremecido de patriotismo- expresará con fuerza y amor entrañable, esa idea arraigada hondamente. Y evoca de esta manera el momento en que fue erigido el Monumento a la Independencia en la Florida: Aquel pueblo, reunido en inmensa muchedumbre en la plaza de la florida, era indudablemente un gran pueblo; tenía una patria que amar, y la amaba; tenía un dogma nacional en que creer, y creía en él con la fe que engendra los héroes y los mártires, y transporta las montañas; tenía su leyenda en el alma y la cantaba como se canta un salmo religioso: un coro unísono y recogido, con las manos alzadas al cielo de las glorias resplandecientes, cielo de pura lumbre, sin una mancha, sin una sombra.
Los pueblos soberanos tienen necesidad de repetir, de vez en cuando, esos solemnes oficios matutinos de la libertad y de la gloria, esos concilios de las acrópolis democráticas, en que se definen o se confirman los dogmas nacionales. La patria es una fe o no es nada, hemos dicho en otra ocasión.

España: unidad y grandeza

Pero Zorrilla de San Martín no sólo amó a la patria intensamente, sino también a España, tierra de sus antepasados y cuna de su padre. En ella admiró la grandeza del descubrimiento y la gesta de la conquista, la cual, aunque teñida de sangre, mostró el espíritu heroico de la raza, que supo dar al mundo un nuevo continente: Amo a España, y ese amor es grande, porque tiene un origen parecido al del amor que profeso a mi patria. En ésta y aquélla hay sepulcros que guardan el polvo de mi sangre; hay recuerdos que se estrechan en el seno de una misma gloria. (Nube gloriosa).
No miró -como otros escritores de América- con odio ni rencor a la metrópoli en su lucha con las colonias, las cuales aspiraban a su legítima emancipación, sino que, por el contrario, vio en ello un proceso lógico prescrito por la historia. Crimen fueron del tiempo, no de España, dirá repitiendo más de una vez el conocido verso.
La idea de hispanidad fue arraigándose cada vez más en su espíritu; su estada en la Península afianzó ese sentimiento hacia la madre patria. Muchos de sus mejores discursos fueron pronunciados en el calor acogedor de España (Descubrimiento y conquista del Río de la Plata, El Mensaje de América, El Idealismo Hispánico, La Lengua Castellana, etc.), en los cuales proclamó, de distinta manera, la unidad de la gran familia iberoamericana.
Veamos algunos pasajes fundamentales, que dan idea de esa unidad que alienta en sus escritos. Dice en Las conferencias sobre México en el Ateneo: La frase pronunciada en ella tiene grandes resonancias: su prestigio en España y América es indiscutible, y debe esperarse, por consiguiente, que en las Repúblicas Hispano-Americanas esas conferencias han sido verdaderos nuncios de fraternidad, mensaje de amor, e invitación cordial a unirse la gran familia española en su esfuerzo solidario: el de España por reivindicar sus glorias inmarcesibles; el de América por colaborar a su justa reivindicación, y hacer propias esas glorias, fijando así y aclarando su noble genealogía. Y agrega poco después, estupendamente, aventando los resabios de la guerra de independencia y los rencores que pudo haber engendrado aquélla, entre España y América: No ha habido, sin embargo, noche; el sol de la. raza común no se ha puesta, han pasado las nubes y la luz retorna esplendorosa, nos miramos y nos encontramos abrazados en estrecho abrazo españoles y americanos en el regazo de los comunes recuerdos y de las glorias comunes.
Zorrilla de San Martín en su concepto de comunidad hispanoamericana, aventura -retomando la vieja idea platónica dé la Atlántida- la teoría de la unidad geológica de ambos continentes, centrando -con admirable paralelismo biológico- en España, el cerebro y el pensamiento; y en América, el corazón y el organismo, por el cual ha circulado la sangre de los grandes conquistadores: Acaso España fue un día, geológicamente considerada, la cabeza del gran coloso destrozado y sumergido en parte por el Atlántico. Que el tiempo confirme, señores, esa atrevida suposición: sea ahora España la cabeza, el cerebro, el pensamiento; palpite en América su corazón, mientras circula para siempre en todo ese inmenso organismo, dueño tal vez del porvenir del mundo, la sangre de los Cortés, de los Pizarro, de los Valdivia, de los Irala, de los Juan Díaz de Solís, y de los Bruno Mauricio de Zabala. (El cerebro y el corazón).

Frase y pensamiento

En los escritos de Zorrilla de San Martín, muchas veces la frase se torna rutilante, directa, estremecida; y va como el chasquido de un látigo del oído al pensamiento, donde queda vibrando su concepto original y hondo. Repárense los siguientes ejemplos: La imagen que surge hoy de las sombras no tiene sombra (La primer columna); A Avellaneda le ha anochecido en la mitad del día. Acaso en la aurora; Avellaneda creyó hasta cerrar los ojos para ver. Ha vista ya. (Avellaneda); Sólo quien vence con morir, es invencible. (Tocan a Muerte); . . . tenía el profundo candor de la verdad... (El padre Torrielli).
Otras veces, la oración es densa; idea pura, compacta, prevaleciendo sobre la palabra o el juego verbal; y va directamente al pensamiento en su intensidad conceptual. Veamos algunos ejemplos. ¡Cuánto más hermoso que ofrecer crímenes al odio y la venganza, es presentar virtudes al ejemplo!. (Sobre el recuerdo de Quinteros); ... una idea poética en medio del dolor es una mirada del sol que penetra en una noche de insomnio. (Víctor Hugo); El vértigo, la fiebre de la guerra engendró fantasmas, fingió abismos, hizo anochecer a mediodía. (Las conferencias sobre Méjico en el Ateneo); . . escondía su vida y difundía su espíritu entre las almas en la secreta intimidad de la hora, "de la conciencia y del pensar profundo". (El padre Torrielli; el gran papa luminoso se ha apagado en todo el vigor de su ancianidad; la inmersión en lo eterno ha sido el primero y el único eclipse del astro que ha resplandecido sobre las almas durante veinticinco años. Luz hundida en luz mayor. (León XIII ha muerto).
Para Zorrilla de San Martín, la frase no sólo tuvo en sí misma una expresiva sonoridad, sino que fue un mensaje conceptual, hondo y estremecido, vehículo perdurable de la idea.

IV La Oratoria

A la intensa actividad periodística, literaria, religiosa y jurisdiccional corresponde -concomitantemente- una pródiga labor de propaganda y defensa del catolicismo, ora en la prensa, ora en la tribuna. Y es precisamente en este último género -el tribunicio- donde Zorrilla de San Martín habría de sobresalir en forma excepcional durante toda su vida. En éste, su vocación tiene hondas raíces en el tiempo, pues siendo muy joven -estudiante en el Colegio Jesuita de Santa Fe- hace gala de su adolescente oratoria en certámenes literarios y actos universitarios. Esa vocación iría afirmándose y desarrollándose en forma cada vez más intensa, hasta convertirse, por último, en forma literaria trascendida y proyectada- temporalmente- por sus notables cualidades histriónicas.
Durante su prolongada existencia -puede afirmarse sin exageración alguna- que pronunció cientos de discursos de distinta naturaleza, de los cuales, más de veinte, han permanecido hasta, la fecha totalmente ignorados o desconocidos para los lectores y la crítica. Otros, sólo han llegado hasta nosotros fragmentariamente; algunos en forma mixta: parte sintetizada y parte fragmentaria; y por último, los más, a través de una apretada síntesis periodística.
En la edición de Conferencias y Discursos, preparada y prologada en 1906 por Benjamín Fernández y Medina, se incluyen veintiocho piezas; a ellas debemos agregar las nueve pronunciadas por el ilustre patricio con posterioridad, y recogidas en la edición oficial del Banco República (1930) (1).
La más antigua de sus composiciones oratorias incluida en Conferencias y Discursos, es la delicada oración fúnebre pronunciada en el atrio de la Catedral de Montevideo en mayo de 1881, ante el féretro del Obispo Mons. Jacinto Vera. Luego no aparece ninguna otra hasta el 4 de octubre de 1888, en que pronuncia en el Club Católico una titulada A trabajar en paz.
Muchos de los discursos recopilados son anteriores a la última fecha mencionada -ocho en total- de los cuales cuatro, son anteriores al más antiguo: ante el féretro de Mons. Jacinto Vera.
¿Qué razones pudieron haber asistido a Zorrilla de San Martín, o en su caso a Benjamín Fernández y Medina, para olvidar o desechar, tantos discursos de un período tan fecundo de creación literaria?
Creemos que el propio orador realizó la selección de sus trabajos, recogiendo sólo los que creyó más importantes o perfectos desde el punto de vista retórico. Parece seguro que el autor olvidó sus composiciones juveniles, inmaduras en la concepción, en el lenguaje y en los giros literarios, como se ve claramente por los primeros pronunciados en nuestra tierra a su regreso de Chile.
Nosotros, a pesar de lo expresado, resolvimos incluir el primero, muy breve -Asamblea Católica- como testimonio juvenil de quien habría de ser -con el tiempo- el más grande orador en tierra uruguaya y uno de los mayores de la lengua.
En el titulado Certamen literario-musical, dedicado al Obispo Mons. Jacinto Vera (26 de julio de 1879), hace, con ardoroso entusiasmo, la defensa del catolicismo que profesa, señalando la situación religiosa en que se encontraba el Uruguay por entonces, y la regeneración del mismo por el trabajo y el esfuerzo constante.
Dentro de esta categoría -Discursos religiosos....., agregamos: el pronunciado en la Velada científico-musical celebrada en el Club Católico el 13 de setiembre de 1879; el dedicado A Mons. Inocencio Yéregui el 24 de abril de 1882; et discurso pronunciado Al inaugurarse el "Club Católico" de Trinidad el 6 de enero de 1884; el que pronunció con motivo de Inaugurarse el nuevo edificio del "Club Católico" de Montevideo el 5 de agosto de 1884; el que dijo en la Velada literario-musical celebrada en el Club Católico la noche del 14 de setiembre de 1885; y el pronunciado en el Primer Congreso Católico Uruguayo celebrado el 30 de abril de 1889.
Entre los discursos Histórico-patrióticos, recogemos varios. El primero -Honrar la patria- fue pronunciado en el Club Católico de Montevideo el 19 de abril de 1881, al conmemorarse un nuevo aniversario del desembarco de los Treinta y Tres en la Agraciada; está lleno de vigor, de fuego patriótico, y arrancó palabras de elogioso entusiasmo a muchos diarios de la época.
Incluimos, además, el pronunciado en España en la Unión Iberoamericana; el de La Rábida (España); y el titulado El Día de la Patria, pronunciado en la Plaza Independencia, el 25 de Agosto de 1900.
Agregamos dos breves, de carácter político, pero rebosantes de entusiasmo fraternal: el primero, pronunciado en nombre del pueblo uruguayo en los balcones de la casa del Presidente electo Dr. Julio Herrera y Obes, como mensaje de pacificación y progreso para el Uruguay, encarnando -en dicha figura- la esperanza futura del país; y el segundo, en el banquete ofrecido en el Teatro Solís, también a dicho mandatario, por la juventud oriental, el 3 de marzo de 1890.
Por último recogemos -aunque fragmentariamente -el único literario: el pronunciado con motivo de la muerte del poeta Amado Nervo, el 26 de mayo de 1919.
Estos ejemplos nos parecen suficientes para dar una imagen -no nueva por supuesto- del gran orador uruguayo consagrado como tal por sus excelentes piezas de Conferencias y Discursos, sino complementaria, que nos muestra su camino rápidamente ascendente y definitivo, en el arte oratorio de lengua española.

Antonio Seluja Cecín
Juan Zorrilla de San Martín en la prensa
Escritos y discursos
Recopilación, ordenación, estudio preliminar y notas por Antonio Seluja Cecín
Ediciones del Sequicentenario, Montevideo, nov. 1975

Gentileza de "Librería Cristina"
Material nuevo y usado 
Millán 3968 (Pegado al Inst. Anglo)

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