Pausa

 poema de Giselda Zani

 

...Nada para decirte porque lo sabes todo.
Sabes que me conduce tu mano a la deriva

a través de la noche donde mi voz se ahoga.
Sabes que las estrellas viran como las naves

y que los faros dicen que el mar es también cielo

como un árbol de sombra en campo anochecido.

 

Sabes cómo las rosas hacia la muerte caen

con perfume de niebla, en sangre y terciopelo.
Sabes cómo florecen hacia el alba las nubes

en grises heliotropos, en glicinas, hortensias,

y cómo sordas hierbas se iluminan y cambian

cuando una luz que pasa abanica su sueño.

 

Sabes que cuando parto eres tú quien se aleja;

que donde me detengo tu sangre es mi latido.
En mis ojos tu boca, en mi oído tus manos;

en mis labios tu forma, en mis dedos tu vida,

y tu voz encendiendo el olor de la sombra

en el cuello inclinado, sobre el cabello ardido.

 

Sabes palomas frías que tus palmas reviven;

sabes islas rosadas que tu gesto suscita;

sabes la flor sombría que tus dedos deshojan.
¿Qué palabras dirían la soledad, el sueño,

ésta mi sangre lenta, éste mi quieto llanto

cuando tu ausencia tala los juncos de mi espera?

 

No hay quietud en la noche si no callas conmigo.

El alba es de ceniza si no tocas mis sienes.
Si no cierras mis ojos no tiene luz el día.
Lloran, si no me miras, los tiernos animales.
No parte ningún barco si tus pasos se alejan.
Si no tomas mis manos, la tarde es una herida.

 

Tú; sólo tú. Tú solo en la noche y el día,

bajo el sol y la luna. Como en un viejo piano

un canto roto y lento, lejos y cerca oído,

repitiendo las cosas que los labios callaron.
Amor, amor, no tengo nada para decirte

y el silencio en mi frente como un luto ha caído.
¿1 Je marzo de 194S.
PRISIONES
Esta es la noche que condena el labio
cual si fuera una puerta por sombras custodiada
al fin de reiterados corredores.
Detrás, cae el abismo.
102
Cada vez que resuena la campana
sólo escuchada por menudos dientes
— el taladro en las duras ondas de la madera,
la carcoma en las grises riberas del espejo
y la herrumbre que habita las huecas vestiduras —
la Nada, con patines de ceniza,
se aproxima a sus sellos.
¡Allí Detrás de sus goznes, del enlutado llamador de niebla, una implacable lámpara vigila vano golpear de manos mutiladas.
Y en humo cae la sangre.
En la otra medianoche
— Iperdida, amor, perdida! — el verano levanta
escolta de jardines para el tránsito
Y todo es un olor a madreselvas.
14 de diciembre de 1949.

 

Giselda Zani 21 de marzo de 1949

 

Publicado, originalmente, en: Revista "Escritura" Nº 8 - Diciembre de 1949 - Montevideo

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/3868

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

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             Giselda Zani en Letras Uruguay

 

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