Concepción quiroguiana del cuento por Arturo Sergio Visca
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1: Preámbulo Federico García Lorca afirmó, en alguna ocasión, que si bien él era poeta por “ la gracia de Dios o del Demonio" también lo era por tener "clara conciencia de lo que es un poema". Afirmación idéntica podría hacerse, en relación con el cuento, acerca de Horacio Quiroga. A lo largo de su vida, pero especialmente en la década del veinte, escribió más de treinta artículos sobre temas literarios que hizo conocer a través de diversas publicaciones periódicas. Esos artículos permiten comprobar que tenía su propia y lúcida concepción del hecho literario y muy concretamente de lo que era para él el cuento como género literario. De ese conjunto de artículos, hay seis que muy explícitamente explayan lo qué, para Horacio Quiroga, es un cuento y el modo de cómo literariamente se logra. Esos seis artículos son los siguientes: El manual del perfecto cuentista (El Hogar, Buenos Aires, 10/4/1925), Los trucos del perfecto cuentista (id id., 17/7/1925), Decálogo del perfecto cuentista (Babel, Buenos Aires, julio de 1927), La crisis del cuento nacional (La Nación, Buenos Aires, 11/3/1928), La retórica del cuento (El Hogar, Buenos Aires,21/12/1928) y Ante el tribunal (id id, 11/9/1931). A estos seis textos pueden agregarse dos más que. aunque parten de enfoques distintos, añaden puntos de vista de interés: Sobre "El ombú" de Hudson (La Nación. Buenos Aires, 28/7/1929) y Cadáveres frescos (El Hogar, Buenos Aires, 29/8/1930). Estos ocho artículos, aunque sin la pretensión de una rigurosa conceptualización teórica, explicitan la concepción quiroguiana del cuento. Los aspectos más importantes de esa concepción serán expuestos en los numerales siguientes. 2. Que es un cuento En uno de estos ocho artículos, La retórica del cuento, el autor intenta una definición del mismo, procurando subrayar sus trazos esenciales. Afirma que el cuento literario "consta de los mismos elementos sucintos que el cuento-oral y es como éste el relato de una historia bastante interesante y suficientemente breve para que absorba toda nuestra atención". La definición transcripta es notoriamente insuficiente y, sobre todo, en algunos aspectos, imprecisa ¿Qué latitud se le debe dar al adjetivo breve? ¿Qué se quiere decir, con plenitud de sentido, cuando se exige que te historia absorba toda la atención del lector?. La respuesta a estas preguntas, necesaria para que la definición citada adquiera plenitud de sentido, puede encontrarse a partir de afirmaciones que aparecen en otros de los artículos mencionados en el numeral anterior. En Ante el tribunal Horacio Quiroga afirma, defendiéndose de acusaciones que le formularon algunos escritores jóvenes, lo siguiente: "Luché por que no se confundieran los elementos emocionales del cuento y de la novela: pues si bien idénticos en uno y otro tipo de relato, diferencíabanse esencialmente en la acuidad de la emoción creadora que a modo de la corriente eléctrica manifestábase por su fuerte tensión en el cuento y por su vasta amplitud en la novela. Por eso los narradores cuya corriente emocional adquiría gran tensión cerraban su circuito en el cuento, mientras los narradores en quienes predominaba la cantidad, buscaban en la novela la amplitud suficiente." Estas afirmaciones permiten comprender que para Quiroga el adjetivo breve significa, en lo externo, corta extensión, pero en lo interno, en lo que constituye la sustancia o corazón del cuento, vale por concentración. Esto es: despojamiento de elementos ornamentales o disquisitivos. El cuento, género sintético, da la esencia de una historia; la novela, género analítico, la distiende y ramifica e, incluso, la adorna con ingredientes decorativos o circunstanciales. El género narrativa, pues, conoce dos sub-géneros que poseen algo en común -ambos narran una historia- pero que se diferencian en el modo de narrarla Esos sub-géneros son el cuento y la novela. Uno y otro se rigen por distintas leyes, las cuales, para Horacio Quiroga tienen su raíz en el modo de manifestarse la emoción creadora en forma concentrada e intensa en el cuento; en forma diluida y pausadamente explayada en la novela. Estas afirmaciones hallan corroboración en el artículo titulado La crisis del cuento nacional, donde el autor define al cuentista nato como el hombre capaz de interesar con el "relato de un hecho cualquiera", de despertar en el lector "el estado de ánimo en el que él mismo se halla", de hacer sentir "las impresiones de sus personajes y ver el paisaje en que se mueven". Todo lo cual le permite concluir lo siguiente:" Tal triple capacidad para sentir con intensidad, atraer la atención y comunicar con energía los sentimientos, halla su expresión literaria en el vehículo exclusivo de la intensidad: estilo sobrio y conciso, y se resuelve por lo que hemos convenido en llamar cuento corto, que es el cuento de verdad." La vinculación entre si de los pasajes transcriptos permite que el adjetivo breve utilizado por Horacio Quiroga en su definición del cuento adquiera plenitud de sentido. Las vinculaciones establecidas permiten también comprender en todo su alcance la exigencia de que la historia, en un buen cuento, absorba toda la atención del lector. Esto es: la historia debe estar contada de tal modo que el interés del lector esté puesto en ella solamente, sin extrañar (aún más: sin desear) ingredientes ájenos a la misma: disquisiciones sicológicas, descripciones paisajísticas, metaforismo, elementos ornamentales... Esos ingredientes solamente serán válidos, para Horacio Quiroga, cuando en el cuento actúen en función de la historia narrada, intensificándola y trasmitiéndola de un modo más incisivo. El cuento es, en definitiva, para Horacio Quiroga fundamentalmente acción. Pero entendiendo acción en un sentido muy amplio. En La retórica del cuento, Horacio Quiroga advierte, y es una advertencia de capital importancia que no es indispensable que "el tema a contar constituya una historia con principio medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación sentimental, moral o espiritual, poseen elementos suficientes para realizar con ellos un cuento." Y concluye: "Tal vez en ciertas épocas la historia total -lo que podríamos llamar argumento- fue inherente al cuento mismo. ¡Pobre argumento - decíase- pobre cuento! Más tarde, con la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo, los grandes maestros del género han creado relatos inmortales". Cabe agregar, en lo que a extensión se refiere, que el mismo Horacio Quiroga la fija en La crisis del cuento nacional: "La extensión de 3.500 palabras equivalentes a doce o quince páginas de formato común puede considerarse más que suficiente para que un cuentista se desenvuelva en ellas holgadamente. Los más fuertes relatos conocidos no pasan de esa extensión". 3. El oficio de cuentista La exposición realizada en el numeral anterior no agota el contenido de los ocho artículos mencionados en el numeral inicial. En esos artículos, junto con las afirmaciones que procuran fijar qué es, para el autor, el cuento, hay otras que se relacionan con el modo de elaborarlos. Son afirmaciones, por consiguiente, relativas al oficio de! cuentista en cuanto ese oficio comporta el dominio de ciertos procedimientos -que Horacio Quiroga denomina trucos- que permiten lograr determinados efectos. No se trata ya del qué del cuento sino de su técnica. En dos de esos artículos, El manual del perfecto cuentista y Los trucos del perfecto cuentista, el autor de Los desterrados expone algunos de esos procedimientos. En conjunto, compaginan una especie de recetario compuesto con espíritu más bien humorístico pero que denotan el sentido artesanal -además de creador- con que Horacio Quiroga encaraba su labor literaria. Con más seriedad, encara el tema en su Decálogo del perfecto cuentista. De los diez mandamientos que lo componen, todos ellos sustanciosos, sólo se transcribirán aquí tres, porque ellos, desde otra perspectiva, confirman lo expuesto en el apartado anterior. El quinto mandamiento dispone: "No empieces a escribir sin saber desde la primera línea a donde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas". Esta norma tiende, notoriamente, al logro de la concentrada intensidad expresiva que para Horacio Quiroga es esencial al cuento. Esa intensidad sólo se puede lograr si se evitan los zigzagueos en la marcha narrativa y para ello es preciso, al partir, tener muy nítidamente fijado el punto de llegada. El punto de partida y el de llegada determinan la estructura del cuento, que no debe tener excrescencia alguna innecesaria. Con este mandamiento quinto se vinculan el séptimo y el octavo, como lo hará evidente, sin necesidad de comentarios, su trascripción. En el séptimo, se ordena “No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo". En el octavo, se manda:" Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el fina!, sin ver otra cosa que el camino que le trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea". Estos tres mandamientos encuentran su expresión más acabada en un pasaje de Ante el tribunal. Ese pasaje, casi una síntesis de la concepción quiroguiana del cuento, dice así: "Luché por que el cuento (ya que he de concretarme a mi sola actividad) tuviera una sola línea, trazada por una mano sin temblor desde el principio al fin. Ningún obstáculo, adorno o digresión debía acudir a aflojar la tensión de su hilo. El cuento era, para el fin que le es intrínseco, una flecha que, cuidadosamente apuntada, parte del arco para ir directamente a dar en el blanco. Cuantas mariposas trataran de posarse sobre ella para adornar su vuelo, no conseguirían sino entorpecerlo." 4. Datos vivos y jerga regional Entre los ocho artículos citados en el numeral 1, hay dos, Cadáveres frescos y Sobre "El ombú" de Hudson, que no han sido utilizados en lo expuesto en los numerales que anteceden. En ambos artículos, aunque desde un distinto enfoque, hay, sin embargo, aportaciones importantes que completan el contenido de los otros seis en relación con la concepción quiroguiana del cuento y del oficio del cuentista. En el primero, el aporte es documental: muestra, a través de un testimonio autobiográfico, cómo Horacio Quiroga buscaba dar consistencia a sus cuentos mediante el conocimiento directo de la realidad que constituía su materia. El texto es sustancialmente una narración. Pero hay un pasaje que es preciso subrayar, y es aquel donde afirma que todo relato requiere algunos datos vivos, sin los cuales "todo el paciente edificio levantado con mayor o menor acierto, bambolea y se desmorona como un castillo de naipes". El pasaje importa porque señala una característica de la creación narrativa quiroguiana la inserción de lo imaginario en lo real aún en sus relatos más decididamente fantásticos. O, si se prefiere, a la inversa la inserción de lo real en lo imaginario. Esa inserción, lúcidamente realizada, es un medio de avalar el juego imaginativo dándole una apariencia de hecho real. En cuanto al aporte de Sobre "El ombú" de Hudson, se relaciona con la posición de Quiroga sobre el uso, en narrativa del habla -que él en algún momento denomina jerga- regional. Suposición queda expresada en estas líneas: "En manos muy expertas, bajo la vigilancia de un hondo conocimiento regional y un impecable buen gusto, el artista logra a veces acentuar el colorido de su cuadro con el uso muy sobrio de la lengua nativa. La jerga sostenida desde el principio al fin de un relato, lejos de evocar un ambiente, lo desvanece en su pesada monotonía." Como es visible, la posición de Quiroga en este punto es muy nítida y a ella se ajustó en su creación literaria en ella, en efecto, usa muy moderadamente voces del habla popular, aun en sus cuentos misioneros, en cuyos diálogos procura el color local no a través de la voces sino mediante la construcción sintáctica. En otro pasaje afirma categóricamente que "lo que imprime fuerte color local a los personajes de una región determinada está "en lo que dicen esos hombres, y no en su modo de decirlo". 5. Una pregunta y su respuesta Cerrada esta exposición sucinta sobre la concepción quiroguiana del cuento y el oficio del cuentista, cabe preguntarse cuál es su validez y su importancia. Sintéticamente, la respuesta puede articularse así: a) A través de los ocho artículos citados en el numeral 1, Horacio Quiroga explaya una concepción genérica del cuento válida con prescindencia de toda determinación de lugar y época, aunque no pretende, desde luego, elaborar una teoría del cuento amplia y sistematizada. Son anotaciones certeras pero esquemáticas, b) La validez genérica de la concepción quiroguiana del cuento acredita la importancia de la misma. Pero esa concepción no es la de un teorizador sino la de un practicante y ha surgido tanto del análisis de la labor ajena como de la auto-reflexión sobre la propia. Desde este punto de vista adquiere un interés y una importancia de distinta índole, sirve de pauta o norma para tener acceso a la narrativa quiroguiana desde sus propios puntos de vista lúcidamente asumidos. Esos ocho artículos, en consecuencia y no sólo ellos sino también otros muchos en que trata de temas literarios, importan en un doble sentido: como visión general de la literatura y del cuento en especial; como indicio útil para la penetración en su obra de la intimidad del creador. 6. Identidades y diferencias A través de los ocho artículos mencionados en los numerales que anteceden, Horacio Quiroga explaya, como queda dicho, una concepción genérica del cuento que procura ser válida para todo lugar y todo tiempo. Taxativamente, en La retórica del cuento afirma que los rasgos esenciales del género (fundamentalmente: brevedad e intensidad) son los mismos en "todos los cuentistas de todas las edades" tanto en los chinos y persas como en los del siglo XX. Pero el mismo Quiroga advierte que, no obstante, los cuentistas "pueden diferenciarse unos de otros como el sol y la luna". Y así es. en efecto, cuando de grandes cuentistas se trata, porque cada uno construye -no obstante las identidades determinadas por las leyes esenciales del género- un mundo imaginario propio con rasgos diferenciales bien definidos. Las identidades provienen, pues, de las condiciones estructurales del cuento, que se rigen por normas permanentes a las que el cuentista no puede escapar, mientras que las diferencias se generan, en parte, en las circunstancias de lugar y época que forman el entorno del escritor, y, sobre todo, en su personal cosmovisión o intuición vital básica. Esta situación es claramente visible en el mundo imaginario creado por Horacio Quiroga. Como maestro en la técnica del cuento, se ajusta su mundo narrativo a las leyes esenciales del cuento, y, por consiguiente, su labor de narrador tiene una fisonomía que lo identifica con los grandes creadores del cuento universal; como auténtico creador, elabora un mundo imaginario de rasgos personales inconfundibles. Queda indicado cuáles son las normas estructurales a las que Horacio Quiroga ajustó su creación. Mediante una esquemática caracterización, se procurará, a continuación, señalarlos rasgos esenciales que le dan personal fisonomía a su mundo imaginario. 7. Cuentos de todos los colores Cuando Horacio Quiroga preparaba la edición de su quinto libro, Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), pensó titularlo Cuentos de todos los colores. De acuerdo con el contenido del libro, ese título no hubiera sido inadecuado. Los cuentos que lo forman acusan, en efecto, notorias diferencias entre sí, de tal modo que los diez y ocho cuentos que incluyó la primera edición podrían ser agrupados en diversas secciones, si se tuviera en cuenta las similitudes y diferencias que dichos cuentos presentan. El conjunto de más de doscientas narraciones que constituyen el conjunto de la labor creadora de Horacio Quiroga admitiría, asimismo, la denominación de cuentos de todos los colores. La más ligera consideración global de ese orbe narrativo así lo comprueba. La variedad de matices visibles en el es evidente en los ambientes (urbano cosmopolita y regional misionero), en los personajes (clases pudientes, desamparados sociales), en el tono (climas trágicos, climas humorísticos), en el enfoque de la realidad (cuentos netamente realistas, cuentos en que lo fantástico se inserta en lo real y cuentos en que la base real sirve para la elaboración alegórica) y, muy especialmente, en lo anecdótico (la variedad temática está insinuada, pero es mucho más amplia en los calificativos de amor, de locura y de muerte con los que caracterizó los cuentos de su quinto libro). Multifacetismo narrativo es, pues, la primera nota caracterizante del mundo imaginario de Horacio Quiroga 8. Un elemento homogenizador: lo extraño El multifacetismo narrativo no impide, sin embargo, que en el mundo imaginario quiroguiano haya un elemento homogeinizador. Ese elemento homogeinizador ha sido destacado por Alberto Zum Felde, en el prólogo de la primer a edición de Más allá (1935), cuando afirma que lo extraño es la nota fundamental que caracteriza la narrativa del autor de Los desterrados. "El amor a los temas extraordinarios - escribe Zum Felde en el citado prólogo - la atracción que sobre él ejercen los fenómenos misteriosos o anormales de la naturaleza y la psicología, es el rasgo dominante de su temperamento literario." No cabe duda de que es así. La atracción por lo raro, lo extraño y aún lo morboso que se evidencia en su creación literaria es casi brutalmente ostensible en sus dos iniciales libros modernistas: Los arrecifes de coral (1901) y El crimen del otro (1904); lo es también, aunque con diferencias en el tono y orientación literaria, en los tres libros de maduración del autor Los perseguidos (1905), cuyo protagonista es un sicópata, Historia de un amor turbio (1908), del cual basta el título para hacer evidente que se trata de un amor de extrañas facetas, y Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), libro en el cual ya ingresan cuentos de ambiente misionero pero en los que el fuerte realismo estriba siempre en una situación nada corriente (que llega, en algún cuento, hasta la presencia de lo sobrenatural). En sus libros de madurez y declinación sigue ocurriendo lo mismo, como es bien notorio en varios cuentos de Más allá en los que se da lo que es posible llamar temática de ultratumba, y en los de Los desterrados, libro culminante del autor, cuyos personajes configuran un mundo fuera de serie, ya por su peripecia vital, ya por lo singular de sus trazos sicológicos y en ocasiones simultáneamente por ambas cosas. Lo extraño. que habita en el corazón de los cuentos de Horacio Quiroga, es, por consiguiente, una segunda nota caracterizante de su mundo imaginario. 9. Primada de la anécdota En ese mundo imaginario, destella, en forma deslumbrante, una cualidad de primer orden: la inventiva anecdótica. La imaginación del autor de La gallina degollada, en este aspecto, es excepcional. En cada uno de sus cuentos, plantea una situación original y la trasmite con un vigor que la convierte en inolvidable. En cambio, sus personajes son, en general, borrosos, de perfiles apenas insinuados (salvo en los cuentos de Los desterrados, en los cuales logra una perfecta aleación de situaciones intensas y personajes bien definidos). Una tercer nota caracterizante del mundo imaginario quiroguiano es, pues, Imprimada de la invención anecdótica sobre la creación de personajes. Esta tercera nota se vincula con la segunda. En efecto: lo extraño en los cuentos de Quiroga no proviene de los trazos sicológicos de sus personajes que (salvo en los de Los desterrados y en unos pocos más) no tienen una personalidad definida de rasgos excepcionales, sino de los raros estados de conciencia que viven transitoriamente o de las insólitas situaciones en que se ven colocados. Por lo mismo, la mayoría de los cuentos del autor son cuentos de situación, en los cuales el centro narrativo se halla en la acción o los sucesos que ocurren, y no cuentos de personaje, en los cuales el suceder anecdótico puede ser mínimo porque sólo importa en cuanto sirve para la creación de uno o más agonistas. ' 10. Conclusión Las ideas de Horacio Quiroga sobre los rasgos estructurales del cuento, que traducen fielmente su modo de elaboración narrativa, y las tres notas indicadas como definitorias de su mundo imaginario. permiten una caracterización sumaria del mismo, cuya formulación puede ser la siguiente: el mundo narrativo quiroguiano está constituido por cuentos de todos los colores, los cuales, sin embargo, se originan en una raíz común, lo extraño, que homogeniza el conjunto y se manifiesta, especialmente, en las situaciones, trasmitidas, de acuerdo con lo que el autor estima la finalidad esencial del cuento, en forma concentrada e intensa y sin aditamentos ornamentales o digresivos. Para completar el perfil narrativo de Horacio Quiroga, es válido agregar algunas palabras sobre sus medios expresivos. Según Guillermo de Torre, Horacio .Quiroga "escribía, por momentos, una prosa que a fuerza de concisión resultaba confusa; a fuerza de desaliño, torpe y viciada. En rigor no sentía la materia idiomática, no tenía el menor escrúpulo de pureza verba!' (Prólogo a Cuentos escogidos de Horacio Quiroga, Madrid, M. Aguilar, 1950). Tan duro juicio fue refutado por José Pereira Rodríguez en un artículo titulado Guillermo de Torre comete con Horacio Quiroga "pecado de lesa ignorancia" (La Gaceta Uruguaya, Montevideo, Año 1, N° 3, junio 2 de 1953), alegando, en favor de las preocupaciones estilísticas de Horacio Quiroga, los ajustes a que el autor sometía sus textos a través de sucesivas publicaciones. En esta confrontación de opiniones quien se acercó más a la verdad, fue, sin lugar a dudas, José Pereira Rodríguez. Si bien es cierto que Horacio Quiroga no fue un estilista en el sentido en que se entiende habitualmente el término, como lo fueron, para citar ejemplos uruguayos, José Enrique Rodó y Carlos Reyles, no es posible concluir de ahí que el autor de Los desterrados no sintiera "la materia idiomática" ni que su prosa fuera confusa. Por lo contrario, y tal como lo señala Pereira Rodríguez, Horacio Quiroga sintió, a su modo, la "materia idiomática" y la trabajó incansablemente en el mejoramiento de la expresión verbal de sus cuentos, procurando expresar de un modo cada vez más preciso e intenso las. situaciones que la narración trasmitía. El mismo Pereira Rodríguez hace notar, como ejemplo comprobatorio, que el texto de El peón, publicado inicialmente en La novela semanal (Buenos Aires, Año II, N° 9,14/1/1918) sufrió mas de ciento veinte modificaciones al pasar a El Desierto (B.A.B.E.L, Buenos Aires, 1924). Es posible afirmar, incluso, que si por estilo se entiende la expresión de una personalidad a través de la materia verbal, cualquier página de Horacio Quiroga revela vigorosamente que tuvo estilo, logrado a través de su personal léxico, de su particular modo de adjetivar y de las peculiaridades sintácticas que singularizan su prosa. Propongo, para finalizar, un par de ejemplos de prosa quiroguiana. Véase, en primer término, una descripción del Paraná, que figura en el cuento A la deriva: "El Paraná corre allá en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también". Los elementos descriptivos usados para visualizar el paisaje son exactamente los necesarios, ni uno más ni uno menos. Y para trasmitir la sensación que el paisaje produce, alcanza el adverbio fúnebremente, referido a encajonar y reforzado, luego, con la reiteración del adjetivo negro, que califica, primero, al bloque de basalto y luego al bosque. El segundo ejemplo proviene de El hijo. El padre, angustiado por la tardanza de su hijo que ha ido de caza, sale en su busca y el autor describe así la situación; La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo." La expresión verbal está aquí perfectamente organizada ante todo, dos detalles (la cabeza al aire, sin machete) reveladores de la situación íntima del padre (es insólito salir en esas condiciones para entrar en el bosque); sigue la precisa indicación por donde pasa el padre en su cuidadosa búsqueda, bien determinada por la utilización de los verbos corta, entra, costea; concluye con lo esencial que se quiere comunican "sin hallar el menor rastro de su hijo." Es indudable que, según el ideal expresivo del autor, ha comunicado con un mínimo de palabras y un máximo de intensidad tanto la situación externa como la íntima vivida en ese instante por el padre. |
por Arturo Sergio Visca
Revista Nacional - Cuarto ciclo Año I Nº
235
Montevideo, marzo de 1986
Ver, además:
Horacio Quiroga en Letras Uruguay
Arturo Sergio Visca en Letras Uruguay
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