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Grupos simétricos en la poesía de
Antonio Machado |
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Tal vez sea Antonio Machado uno de los poetas de lengua española cuya obra parezca más espontánea, cuyo verso parezca más fácil, impremeditado, más inocente de formalismo. No quiso hacer verso libre, pero se mantuvo en el octosílabo casi siempre asonantado, en el endecasílabo combinado al azar con heptasílabos, en las estrofas menores o en largos períodos irregulares de rima o asonancia fáciles. Por eso resulta inesperado descubrir en sus poemas virtudes de estructura que son esenciales a la mejor poesía pero que, cuando se manifiestan con mucha precisión, responden en general a una voluntad de forma que suele anunciarse en el aspecto exterior de los poemas. Y éstos de Machado son, en cambio, de apariencia descuidada y sencilla. Es verdad que en ningún momento sostendremos que las estructuras y combinaciones que expondremos en seguida sean producto de una elaboración consciente, elaboración que sólo el estudio de los manuscritos permitiría aseverar. Por ahora no se puede pensar sino en un impulso lírico maravillosamente exacto, en un certero sentido musical y rítmico, insospechables para quien conoce las ideas poéticas de Machado, por ejemplo su defensa y su práctica de la rima pobre, la asonancia indefinida. Examinemos el caso de La plaza tiene una torre...[1] separando los acentos principales.
La asonancia pareada en o deja libres los finales de los versos impares, de tal modo que no puede pedirse un rigor muy grande en el ritmo de los timbres. Sin embargo, la simple exposición de las vocales en que recaen los acentos revela una asonancia vertical[2] mucho más severa en el primer hemistiquio que en el segundo. Más aún: las tónicas de esa línea vertical de la izquierda forman un ciclo simétrico perfecto:
que está integrado por otros dos grupos simétricos: a o o a, ligados a su vez por la pequeña simetría a a cuyo eje coincide con el del poema. Esa asonancia interna es, pues, mucho más estricta que la de los acentos en séptima, más importantes y que parecen estar abandonados a la facilidad de su asonancia impar y aguda. No hay tal: estos últimos, sin llegar a constituir una línea tan perfecta, forman los tres grupos simétricos eslabonados que indican las llaves, y un examen más detallado demuestra todavía que los acentos en séptima, combinándose con los primeros, integran una simetría mayor: la total simetría del poema. Si ordenamos las vocales tónicas en el espacio para remedar su orden en el tiempo, obtenemos una línea mayor centrada en la e, esa e que estaba solitaria y como fuera de lugar entre las aes y oes del borde.
Las vocales que parecen holgar a ambos lados, no sobran; hacen su simetría propia, pero encadenada a la central, como se indica en el esquema que sigue:
Tiene tanta importancia la simetría vertical, que es un fenómeno del tipo de la rima, como la horizontal que da el fluir del poema y está más cerca de los dominios del ritmo. Lo fundamental de la coexistencia de ambas formas en un armazón rítmico, en una estructura compleja privativa de esta pieza y causa, hasta cierto unto, de su encanto. Otro poema más ejemplar aún, ya que carece de las repeticiones que podían influir en la simetría del anterior, es la primera de las Canciones a Guiomar[3]. Sus octosílabos narran, dudan o precintan coloquial, caprichosamente, y el único rigor es, en las apariencias, el de la rima, por otra parte también caprichosa en sus combinaciones. Sin embargo, de nuevo, con sólo destacar los acentos, aparecen limpios grupos simétricos verticales que en un solo caso (segunda estrofa) se deslucen por un cambio de u por o. La situación canjeable en español de estas dos vocales resta importancia a dicho cambio. Todas las demás simetrías son perfectas.
De modo que verticalmente suenan los grupos
de tan perfecta simetría que no pueden quedar dudas acerca del sentido y de la función que tienen en el poema. La exposición sucesiva de las vocales acentuadas, su ordenamiento, da otros grupos distintos, es natural, pero igualmente simétricos, que separan en el poema el primer planteo de las preguntas, y las preguntas entre sí.
Así cobra sentido la separación de algunos octosílabos en dos tetrasílabos sin otra razón aparente que una consonante al fin de la primera mitad del verso. En realidad, estas consonancias internas que en otros casos pasan inadvertidas a Machado y no lo inducen a cambiar de renglón, tienen acá una función fundamental, son tan importantes como todas las otras y no podrían eliminarse sin menoscabo de la armonía. Y los cortes que ocasionan resultan no sólo explicables sino necesarios y en un profundo acuerdo con la lógica estética del poema. Una estructura tímbrica muy distinta pero igualmente pasible de formulación simétrica, puede estudiarse en el hermoso soneto titulado Guerra de amor, comprendido entre la obra de Abel Martín[4]. |
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Por tratarse de un soneto, el flujo lírico está moldeado y sometido a ritmos y agrupamientos especiales, a un tratamiento orgánico, a una tensión sin alivio; debe guardar, sobre todo, y a pesar de la acostumbrada separación en períodos lógicos y estróficos, una unidad que depende ciertamente del tema pero también, y en muy grande medida, de la trama de acentos y sonidos, de ritmos y de rimas. A esas exigencias responde ampliamente la serie tónica de Guerra de amor cuya figuración es la siguiente:
y cuya riqueza es tal que se pueden aislar en ella grupos simétricos de diferente tipo que parecen proponer explicaciones diferentes para un mismo fenómeno poético. Sin embargo, podemos comprobar que todas ellas sirven, que en los hechos ninguna es la única y todas son verdaderas. Los elementos que inhiben o desacuerdan una ordenación encajan perfectamente en la otra y viceversa. Por ejemplo, para empezar buscamos la simetría total. No existe así, en términos absolutos, pero siempre hay que tener en cuenta que no se está trabajando con fórmulas matemáticas, que son versos; de esta manera la simetría retaceada que vemos a continuación nos resulta satisfactoria.
Perdonamos la penúltima vocal de la llave y abstraemos el grupo del centro que sustituye en el octavo verso o por a. (Aquí sólo se puede indicar de paso que algunas veces los versos centrales de los sonetos escapan a la armonía general, tal vez porque en ellos se hace la transición a los tercetos.) Por otra parte, se verá al tratar la simetría métrica que también allí aquel mismo verso a e, rompe la línea total. Las cuatro letras centrales, sin embargo, haciendo otra combinación aparecen ocupando un lugar propio, como se ve en el siguiente planteo, correspondiente a los dos cuartetos:
Esto significa que, además de la evidente rima externa, hay otra escondida y esencial que el grupo a e comienza y remata, pasando por los intermedios o e | i e: En cuanto a los tercetos podríamos agregar que si el grupo final o o o i no hubiese errado los elementos impares de la fórmula e o e i, las estrofas finales invertirían exactamente el juego intermedio de los cuartetos.
Esta combinación es de sumo interés y, a pesar de estar retaceada por esas dos oes, no mengua en mucho la fuerza de su claro esquema inverso. También molestan dichas oes al ordenar las tónicas en otra serie horizontal y verdaderamente sugestiva.
Hay otras simetrías tan importantes como éstas en el mismo soneto, tan ricas y tan encasilladas también, que no corresponden ya a los ritmos tímbricos sino a los tónicos. Para determinarlas se divide los versos en fonemas, es decir en grupos silábicos limitados por cada acento tónico, grupos que son las células cuya serie proporcionada genera, es, el ritmo tónico. Esta simetría se corrobora en dos escalas. Los fonemas forman grupos simétricos perfectos y eso parece lo esencial y suficiente; pero además los grupos de fonemas que constituyen los versos forman a su vez simetrías tan justas y tan significativas como las otras. Veremos cómo se realizan estas últimas en el poema que estamos estudiando :
Al estudiar los timbres vimos que un mismo grupo a e abría y cerraba los cuartetos; en este caso es el soneto que se abre y se cierra por versos de igual acentuación. Otras coincidencias más notorias con el análisis tímbrico consisten en que hay una serie autónoma de los versos que están entre el primero y el octavo; en que también el primer verso, que en el esquema anterior queda aislado, entra en otro juego simétrico, como se verá al desarrollar la serie completa de fonemas. También se nota aquí la irregularidad que representa el octavo verso —3 3 4— que está aislado en un poema hecho todo de fonemas de sílabas pares. Si en vez de ese 3 3 4 algo molesto —aunque indudablemente atractivo—, hubiera habido un 2 4 4, la simetría tónica de los versos sería completa y el poema saldría ganando... o no. Eso no puede conjeturarse. Es ingenuo creer que en materia tan librada a la intuición y al oído como la forma poética no haya errores de estructura, versos perfectibles, pero el soneto está allí y no se acostumbra a meter mano en la obra de los poetas como en la de los músicos. Sólo desde un punto de vista casi exclusivamente matemático podemos permitirnos sentir nostalgia por ese 2 4 4. El 3 3 4 volverá a perturbar el acuerdo general cuando planteemos la serie de fonemas. Sustituyéndolo por el 2 4 4 obtenemos un esquema ideal donde la armonía, la hermosa proporción entre las partes no se ven retaceadas y donde el equilibrio es notable.
Dentro de esa misma serie se pueden señalar aún otras simetrías que eslabonan los distintos grupos entre sí: por ejemplo 4 4 2 4 2 4 4, entre el primero y el segundo. El esquema así completado es ilustrativo de cómo se separan y cómo se encadenan los versos y las estrofas; de las relaciones métricas que intervienen en el ritmo tónico y —sumado a la serie fonética— de la elaboración de esa unidad que requiere cada poema, por más libre, por menos libre que sea. Estas agrupaciones simétricas no son exclusivas de la poesía de Antonio Machado. Se pueden estudiar en cualquiera de los grandes poetas españoles. Pero ellas no explican más que una parte técnica del asunto, no sirven de mucho como receta y tal vez puedan coexistir con los versos más vulgares. Lo que les da mayor sentido son las características especiales y bien diferenciadas que tienen en cada poema, en cada poeta y aún en cada época. Por ese camino es posible llegar a concederles un papel importante en el estudio y la explicación del estilo. Por ahora, y en este caso determinado, sólo puede afirmarse que la separación de elementos simétricos sirve al análisis del poema, a la formulación de sus ritmos y, en buena medida, a la aprehensión de su belleza[5]. Notas: [1] De un cancionero apócrifo. Consejos, coplas, apuntes, 9. Obras completas, México, Séneca, 1940, pág. 371.
[2] Le llamaremos asonancia por comodidad porque el fenómeno se reduce a la coincidencia de la vocal acentuada.
[3] De un cancionero apócrifo» ob. cit., pág. 426.
[4] De un cancionero apócrifo, ob. cit., pág. 363.
[5] Este trabajo constituye un capítulo del libro en preparación Grupos simétricos en poesía. |
por Idea Vilariño
Publicado, originalmente, en: Número Año 3 Nº 15 - 16 - 17 Montevideo, Julio, Diciembre de 1951
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Antonio Machado en Letras Uruguay
Idea Vilariño en Letras Uruguay
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