En su último día, César «Chino» Campodónico estuvo ensayando su próxima obra «Edipo Rey» en la Sala Atahualpa; se reunió con el escenógrafo para hablar de la propuesta; luego acompañó el inicio de la función de la obra que tiene en cartel en la Sala Cero: «Vacas Gordas» y ya en su casa estuvo junto asu mujer Stella Texeira disfrutando un video de la coreógrafa alemana Pina Bauch, para después tener tiempo de buscar y escuchar el disco con los temas de un recordado éxito de «El Galpón» que el mismo Chino dirigió: «Libertad, Libertad». Llamando al rato a un compañero, Rulo Delgado, para hacerle oír por teléfono uno de los temas de la obra donde participaron juntos... y luego el corazón no le respondió.
Así como ese último día, también su vida fue intensa y pródiga en realizaciones tanto en el teatro como en la enseñanza, como en los afectos familiares y amistosos. Sembrando con sus gestos un cálido recuerdo. Es que entre las múltiples facetas que lo caracterizaron, en la relación con los demás, se destacaba su carácter amable y unificador, su actitud abierta y dispuesta al encuentro.
Y señalemos especialmente su relación comunicativa con los más jóvenes, intercambio que mantuvo siempre. Seguramente había comenzado en su vocación como docente liceal. En estos días de recuerdo, un compañero docente de secundaria que había sido alumno de Chino, me comentaba que su deseo de ser profesor había surgido de sus clases de Geografía, donde las historias de hombres y paisajes se hacían presentes y por aquello adolescente de: «quiero ser como él», y agregaba que nunca se lo había comentado.
Esta relación privilegiada con los jóvenes la expresó en los últimos tiempos dirigiendo la Escuela de «El Galpón», acompañando a una nueva generación y trabajando en sus espectáculos recientes con egresados de dicha escuela, promoviendo la integración de distintas generaciones. Además compartiendo una actitud estimulante, de su maestro Atahualpa del Cioppo, era de los directores que siempre iba a ver los espectáculos de los demás y seguía con interés el desempeño de los jóvenes, actitud de diálogo poco frecuente en directores de su trayectoria.
Esa actitud de promover y compartir lo llevó a trabajar con otros grupos del medio montevideano y también del interior del país, particularmente en Maldonado. Asimismo se reflejaba en su rol como director, donde cada vez apostaba más ala creatividad de los actores y designaba su rol como el de coordinador de los aportes colectivos. Su amplitud de miras, quizás tuviera relación con que fue un gran viajero y por lo tanto se asomó y se impregnó a distintas culturas y formas de ver el mundo, que ya llamaban su atención desde la docencia de geografía. Luego su periodo de formación teatral.
Tuvo sus años de residencia en Francia e Italia; y realizó numerosos viajes con «El Galpón» que se intensificaron en el exilio; y también como integrante del Instituto Internacional de Teatro (ITI).
En sus espectáculos se expresaron sus variados intereses, donde alternaron la preocupación por la circunstancia histórica local y latinoamericana con temáticas universales y la interrogante existencial. Así en sus últimas obras había dirigido a autores nacionales como Rosencoff en «Las cartas que no llegaron» o la joven autora fraybentina Golovchenko, en «Vacas Gordas» pero antes había sido «Nosotros los héroes» de autor francés contemporáneo sobre el mundo del teatro. Ahora, como parte de sus búsquedas creativas, donde ya habían convivido los clásicos con los nuevos autores, por primera vez estaba ensayando una tragedia griega. Mencionemos algunos de sus espectáculos de los últimos años: «El lazarillo de Tormes» en adaptación propia; «Los veraneantes» de Gorki; «La Cándida Eréndida» de García Márquez; «Decadencia» de Berkoff; y más atrás «Rasga Corazón» de Vianna Filho o «Platonov» de Chejov. De la época del exilio: «Puro cuento» de autores varios; «Prohibido Gardel» de Orgambide, la codirección con Atahualpa del emblemático «Artigas, General del Pueblo». Y más atrás, antes del exilio por ejemplo: «Libertad, libertad» de Millor Fernández; «Heredarás el viento» de Lawrence; «La gotera»de Lagsner; «Las brujas de Salem» de Miller o «Tío Vania» de Chejov.
Recordemos asimismo que dada su amplia trayectoria y habiendo sido en su juventud fundador de «El Galpón» era una fuente inagotable de «historias» que forman la historia del teatro independiente en nuestro país; decía bromeando que iba a empezar a cobrar por contar recuerdos. y rescatando alguna de esas anécdotas, por ejemplo, señalaba que había traído los primeros textos de Brecht en los años cincuenta, que ni siquiera estaban publicados en español o eran inéditos como la versión en italiano, que trajo en un libreto de «La ópera de dos centavos» que le entregó el director Giorgio Strelher y que luego Atahualpa dirigió.
Y como aporte a las nuevas generaciones afrontó la valiosa tarea de preservar esa memoria personal e institucional en su libro «El vestuario se apolilló». De sus págipas tomamos estas palabras respecto a su labor creativa: «...Puestas tan distintas me han llegado a gustar de tal manera que uno termina preguntándose «¿qué es realmente el teatro?» o ¿cuál es el teatro que se debe hacer?.. Hay que elegir un camino. Pero los caminos únicos son a la larga aburridos. Y aunque no es bueno tampoco, estar cambiando constantemente de estilo, es una disyuntiva que se me ha presentado muchas veces y con muchas preguntas... Hay una manera de trabajar que sale de las entrañas de uno y del que uno no es totalmente consciente...» y en ese preguntarse con honestidad pero guiado desde las entrañas transcurrieron los días fecundos de Chino Campodónico, que más que un camino mostró fidelidad a un estilo de vida y compromiso.
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