Señor Automovilista... no "Dispare" por Eduardo Vernazza (Texto e ilustración) Diario El Día (Montevideo) Edición Punta del Este 15 de febrero de 1969 |
Señor turista: Ud. ha venido a estas playas a descansar y a disfrutar unas vacaciones tranquilas y alegres. Por supuesto que no va a tumbarse solamente en la playa o en ese sillón que, en el hall del hotel o en el jardín de su residencia veraniega, te invitan a dormitar por unas horas. No, desde luego Ud. desea conocer, y si es joven, más todavía, pasearse por Gorlero o Roosevelt, con su último modelo colachata. Es lógico que así lo haga, ya que por Punta del Este y sus alrededores existen lugares de maravilla para solazar la mirada y extenderla hacia horizontes lejanos. Si, ese grupo de chicas que todas las tardes, a la misma hora, parece que le esperan ver pasar raudo en su auto de capota baja, son un reclamo a su presencia. Y ésta no puede ser la de una juventud plácida. Ud. desea que las jóvenes lo juzguen dinámico y arriesgado, audaz y temerario. Y no ha encontrado otra manera, señor automovilista, que... "disparar". Cuando todo indica lo contrario. Que ese paisaje hermoso detenga su auto y que la costa marina en la plazoleta de estacionamiento como un balcón a las olas, le invite a meditar con profundidad, o, simplemente, a gozar del aire y del espectáculo de la Naturaleza. Y mismo esas chicas ante las que Ud. pasa todas las tardes, ¿no merecen que pare su auto? Por lo menos que aminore su velocidad para entablar el dialogo tan esperado por ellas? ... Pero no, Ud. sigue orgulloso a máxima velocidad frente a todo lo que la vida parece brindarle sin ningún esfuerzo. Prefiere la incógnita. Sentir la curiosa sensación de ser un desconocido que, como una saeta, deslumbre a todos los que le miran. Marcar los 130 en esa rambla Roosevelt, esquivando y adelantándose a otros autos que, previsores, marchan moderadamente. Encuentra interesante que deje la estela de humo, y que la gente se detenga ante la velocidad y el rugido de su motor. Ud- pone cara de varón malo. Serio, contraído. Hombre fuerte que nada teme, y una sola mano le basta para el volante. La otra toma airadamente la capota, el techo... o negligentemente el resto de un cigarro, que deja caer las colillas y que es la única verdad aparente de sus nervios de acero. Todos los días chocan los autos que, manejados como Ud., encuentran otros que también disparan. Existe una tremenda prueba automovilística que le llaman de coraje no sé en dónde, y que consiste en que dos autos a toda velocidad se enfrenten. El que desvíe pierde. Siempre hay uno que posee menos nervios, menos inconsciencia diría yo, y así, también, siempre un ganador. Es una especie de ruleta rusa de solo una bala... La decisión del más responsable. Acá por Punta del Este sucede algo parecido. Es una competencia de quien realiza más infracciones de tránsito. Así se ven los coches, colgados, como condenados a la horca, al guinche de auxilio. Poco menos que aplastados. O en las mismas carreteras y caminos con un pororó de vidrios y un grupo de personas alrededor, en el comentario. Por suerte no ha habido desgracias personales de entidad. Pero no es extraño que si Ud. sigue apretando el pedal, sea protagonista de algo irreparable. Ud. ha venido a descansar, señor turista. A gozar de sus baños y a divertirse en la vida nocturna si quiere, pero no a arriesgar la vida de los demás y la suya propia. No ha venido a hacer demostraciones, porque nadie siente admiración por Ud. Al contrario, deja una estela de reprobación. Y Ud. señor Inspector de Tránsito, cuando un moderado turista entra por equívoco en una calle o en razón de que no se halla netamente marcada la calle, a contraflecha, ¿por qué le da un soberano susto con un pitazo y una enérgica señal de que acordone el coche? Para luego, con cara de pocos amigos, exigirle los documentos que le habilitan a manejar. Después, si no le da la boleta le perdona con un ademán de magnanimidad. Pare, Sr. Inspector, a esos muchachones casi niños, que por Gorlero hacen la clásica gambeta a cuanto transeúnte se anima a cruzar la calzada, o a cuanto auto “pasea”. Multe sí, enérgicamente, y anote los números de esos corredores... si puede. Señor turista, bienvenido sea, pero no “dispare”. Es muy lindo su coche Sport, y las ruedas de alambre hacen un magnífico efecto a alta velocidad ..., pero esa estética de automovilista desaprensivo, le queda mal, porque juega con la vida de los otros. |
por
Eduardo Vernazza
Diario El Día (Montevideo, Uruguay)
30 de diciembre de 1969
Ver, además:
Eduardo Vernazza en Letras Uruguay
Dennis David Doty en Letras Uruguay
Catálogo pinturas y dibujos del artista de Uruguay Eduardo Vernazza por el cineasta Dennis Doty (Irlanda/Estados Unidos)
Editado por el editor de Letras Uruguay
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