Al restar los Grandes Premios su número así como los artistas escultores de más prestigio dejan de exhibir en los Salones estos certámenes se ven cada día menos concurridos y lo que es más deprimente, con la calidad en baja absoluta.

Al revés que la pintura, en la cual se advierte, sino una reacción positiva total, ''no existe en los movimientos modernos una básica formación, sino que éstos se desplazan por muchos aspectos instintivos), la escultura, arte caro, condicionado a una serie de factores que promueven una dura disciplina, es menos afecto a ser fácilmente evolucionado, sin el rigor de una personalidad de valores innegables. Por lo tanto, no es de extrañar que en el actual movimiento de cambiante sentido de las artes en sus más rígidos cimientos la escultura haya sufrido una difícil declinación.

Se agrega a ello la certidumbre que nos da el observar las obras de algunos artistas jóvenes que se sostenían en progreso, decaer en este evento, lo que facilita aún más la impresión del presente salón.

Hace años que venimos señalando esto, y que el mal se agudiza a medida que los escultores jóvenes no sólo luchan con el material, sino también con una inquietud que posee sus puntos de apoyo en variadas sensaciones modernas, que anulan una segura meta de estudio, en la cual se fusionan la improvisación y el deseo de llegar sin lucha.

El primer premio lo ganó la escultura “Retrato de Sergio”, de Sergio Gutiérrez, busto de niño en el cual campea una ligera expresión de serenidad e inocencia, pero que en el modelado, no acusa los rasgos con la factura rica de una obra de calidad. Sin embargo, es un esfuerzo en el cual las dotes han sido garantizadas por un respeto a un figurativismo de elocuentes líneas, si bien de limitados valores plásticos.

Juan Viera, el segundo premio, con su obra “Mariana*, una cabeza con facetas de estilizado, que se alarga en el cuello, y acusa con más sabor la inquietud del modelado, así como intenta sugerir el carácter.

Más movido aún. el “Retrato de Valverde”, tal vez con un sentido de las superficies, halladas si no por planos, por intuiciones de la herramienta o dedos, logrando así el nervio expresivo. El premio al retrato fue otorgado a Ángel Panossetti. Esta obra no supera la anterior del pasado año, en que el artista logró una bella fuerza contenida. Por el contrario, la presente, se halla achicada en expresión intrascendente quitándole además la absorción del modelado, la franca libertad de! hacer. Le sigu el “Retrato de carretero”, de Rómulo Chiessa, pieza en la cual el escultor, mas experimentado, anota un buen trabajo de vida interior que trasciende a través de una modalidad naturalista, tesitura en la que siempre se ha ubicado el artista. Finalmente, la obra “Autorretrato*' de Dolores F. de Lettieri, configura uno de los brotes de intención en cuanto a madurar una concepción se refiere. Si no está totalmente logrado en su más alta sugerencia, si en cambio lleva una máscara de intensa búsqueda de sí misma, lo que resuelto con sentido de grandes planos, nos ofrece una de las formas más inquietas de la escultura del Salón, dentro de un equilibrio que forja la sintetización de lo natural, y la captación por la resolución plástica.

La talla en madera dejada desde tiempo por nuestros artistas; únicamente algunos se dieron a la tarea de modelar este noble material, tuvo con la aplicación de Serrano, el español que luego se radicara en España, la virtud de despertar cierto interés, que luego vimos en Mario Lazo y otros jóvenes. El caso más constante en el ambiente nacional, lo constituyó Bauzá, con su serie de estilizados animales, y después con algunas figuras modernas, tanto que este género, tan abandonado, vuelve a reaparecer en el presente Salón en manos de Felipe Esmoris, con su talla directa en madera “Buitre”, certero trabajo en el cual el volumen es la principal cualidad, y el desarrollo de la idea del total, con pequeñas anotaciones de identificación. “Juventud” de Pérez de León, entra ya en una sensación algo romántica e idealista del motivo, pero lleva una línea ágil y desenvuelta en el movimiento del ropaje. Las formas se adhieren bien al modelado, y van buscando los pasajes con una buena idea del volumen, sin llegar, empero, a realización de fuerza.

En realidad una serie de trabajos dentro de maneras modernas, se agrupan en la muestra, sin mostrar ninguna sensación personal, y ello contribuye a dejar al certamen en un mínimo de valores que esperemos se superen en adelante.

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