Una exposición - Un recuerdo

Ricardo Aguerre

Crónica de Eduardo Vernazza

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2030, Montevideo, 4 de junio de 1972 .pdf

Autorretrato (tinta)

En la Galería Moretti se realizó una exposición del pintor Ricardo Aguerre. Nació este artista nacional en el año 1897. Estudió en el Circulo de Bellas Artes. Ganó una beca en el año 1921 para proseguir sus estudios en Europa, donde permaneció por espacio de siete años. Triunfó luego en la Beca Gallinal, y viajó al viejo mundo a reencontrarse con el paisaje, que volvió a pintar en los mismos lugares que lo hiciera en su juventud.

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El siempre recordado compañero, que diagramara este Suplemento durante muchos años, fue, como se sabe, un gran dibujante y un destacado pintor.

El dibujo no tuvo secretos para él. Recostado a una idea renacentista, las figuras, las cabezas, realzaron en su pluma la belleza clásica, tomada en el mundo moderno. Esta ligazón del tiempo, tuvo en Aguerre a un consumado maestro. Su trato de la línea fue sustancial para enlazar las trazas finas y cruzadas, que con su perfeccionado dominio de la pluma pudo saldar dificultades sin esfuerzo aparente.

Es el suyo un dibujo férreo, de volumen, manteniendo aquellos descubrimientos de la época de oro del arte italiano. E! claroscuro se asienta en sus obras con una tácita forma del empleo de las tintas. La sensación de fuerza predomina y se maneja por el dibujo, certero y amplio en las formas.

Los contornos se diluyen a veces en caligrafías de líneas nerviosas y finas. O remarcan, como acentos poderosos, la vigorosa vertiente de las opulentas curvas, dinamizadas en el ceñido plano de sombra que, en "degradé”, buscan salir del neutro valor, para evadirse con escalas de medias tintas, hasta convertirse en un verdadero poema gris y negro.

El preciosismo de sus dibujos barco, no el aliciente fácil y ágil de la habilidad, sino el transitado por la insistencia afanosa, hasta lograr el resultado feliz en la misma raíz de la expresión.

En el color no llegó Aguerre a plasmar tanta sincera como severa disciplina. Es decir, la aplicó; pero sus resultados no fueron quizás tan totalmente logrados como en sus dibujos.

Cuando una obra como la que compone en la muestra la serie de dibujos es parcial, comparada con la gran cantidad que Aguerre creó, es difícil la confrontación con otra técnica como el óleo, a la que el artista dedicó sus esfuerzos, unas veces continuada, otras esporádicamente, pero siempre siguiendo los derroteros marcados por su intensa personalidad.

Su sensibilidad sentía una expresiva soledad, que se sostiene como aporte en sus cuadros y dibujos de París.

Fuera de la relación de una obra considerada maestra como lo son sus dibujos, la pintura de Aguerre posee sus innegables valores.

Tuvo etapas muy elocuentes y de gran estructura compositiva (Las Portuguesas). Su pintura está ubicada en una realidad que se evade de la vulgar sensación naturalista, por su gran capacidad para interpretar el carácter del paisaje, de la figura, o de la composición.

El colorido es intenso, severo, sobrio. Si acaso, algún sentido pos-impresionista se advierte en sus paisajes. A los que por otra parte dota de una estructura ya entrada en la fermentación de las nuevas teorías, que escaparon de la alucinación de la luz, quebrando el contorno, y dejando que se deslizara de sus perfiles.

Aguerre trató en el color, las facetas que contemplaban su temperamento latino, su fogosa y densa visión de las cosas. Los rojos, verdes, y sobre todo los azules, predominaron en sus últimas obras, más decididamente personales.

Su condición receptiva de la naturaleza fue grande en su aspecto directo. Pero en su integración subjetiva lo fue más. De allí que surjan, con criterio apasionante, los ribetes de un colorido que escapó siempre a la versión objetiva. Los retratos, y sobre todo los autorretratos, tuvieron en el pintor la representación cumbre de su saber.

Fue tal vez en ellos, donde, lejos de toda presión de parecidos o imposiciones instintivas, y frente al espejo, caló hondo, y superó todas las dificultades de este formidable ejercicio, del cual nos deja una verdadera galería.

En la muestra se exhibieron dibujos y óleos que encontraron su figura goyesca, ahondada por la fiebre ansiosa de realizarse. El autorretrato es una de las más grandes pruebas que tiene ante sí un artista pintor para definirse sinceramente. Aguerre supo encararlo con su fuerte contextura, dejando en las superficies, traslucir toda la viva y emotiva riqueza de su espíritu. Hay cierta ensoñación que apunta lejos, en la mirada densa de este pintor. Una densidad que envuelve su verdad interior, para crear una figura que se superpone a la suya, convirtiéndose a su vez en un espejo de si mismo.

Quien le conoció supo de su tajante decisión para con el arte; para no dar concesiones, para enfrentarse con la verdad, sea la desilusión transitoria, o el pesimismo, que también sufrió en algunas etapas, como todo artista que piensa demasiado y medita su disconformidad.

Su anhelo de ir al fresco no logró certificarse con la obra que tuvo que haber realizado. Recientemente tratamos sobre uno de los aspectos de la ley que destinaba el 5% para decorar los locales escolares.

Esta ley, que pudo en su tiempo contar con su concurso, como uno de los más notables y capacitados pintores de dicha técnica, no tuvo andamiento entonces, ni tampoco lo tiene ahora. Se perdió el Uruguay poseer obras realmente expresivas de una labor altamente valiosa, como pudo serlo esta de Aguerre. Los bocetos en tal estado técnico, dejaban aflorar sus condiciones para el fresco. Sus estudios en Alemania, Italia y España, supieron asimilar la verdad de tal técnica, suelta y transparente, que dejara en los muros del mundo las escenas trágicas y dramáticas de aquel genio que fue Goya.

Si nos hemos apartado algo de la limitada muestra que exhibióse en Moretti, es porque no podemos menos que traer a colación la magnitud de lo que st malogra, por no atender a tiempo leyes o tratados que son vitales para el funcionamiento cultural dé un país.

Se llega luego tarde para pulsar las épocas. Si tuvimos artistas que pudieron realizar obras que dejaran constancia del valor de la plástica nacional en murales que tienen perennemente su lección de arte, hemos perdido ocasiones, y con Aguerre se ha perdido una de capital importancia pictórica. Su dibujo, fu pintura, todo parecía inclinarlo hacia el espacio amplio del muro. Ensayó la técnica siempre en su taller, íntimamente inclinado por su vocación. Hemos visto trozos de material al fresco en el cual trabajaba en bocetos preparatorios. No sabemos si se conservan todavía, pero fundamentalmente poseían belleza de color y transparencias que adelantaban obra de calidad poco común.

Vaya hoy como homenaje a su memoria, este recuerdo a su obra. Creemos estar en lo cierto al encontrar en sus cuadros valiosas virtudes que no siempre depararon las mismas satisfacciones. Es el momento de rever la obra total de Aguerre. De buscar su ubicación en la historia del Arte Nacional.

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