Los niños frente al mar

por Eduardo Vernazza (Texto e ilustración)

Diario El Día (Montevideo)

Edición Punta del Este 31 de enero de 1969

Como pichones que prueban sus alas para el primer vuelo, los niños de estas playas esteñas inician su contacto con las aguas del mar. Los bracitos extendidos hacia atrás, y la mirada fija, queriendo descubrir el secreto de ese vaivén de las olas que lamen la orilla y que ponen una suave caricia fría en sus piecitos...

La primera impresión le echa unos suspiros. Escapa de algo que intuye ante la inmensidad. Otro, cerca de él, abraza en ademán el vacío...

¿Qué venturosos pensamientos pasarán por esas rubias y negras cabecitas que el sol dora o brilla en su azabache?

¿Qué misterio en ese que desean descifrar, observándolo todo con ojos asombrados antes de echarse a volar en la risa fresca de la mañana tibia? ¿Qué esa encanto que flota? Su voz que gorgorea palabras entrecortadas, inentendibles, cuando ya es otro bañista más que deja hundir su quemado cuerpo en la transparencia azul?. . .

Este niño ante el mar, como todos los niños, hace del baño un juego. Como todos los niños descubre con su mente y habla con su idioma. Dialoga con la Naturaleza como nadie puede hacerlo. Con la respuesta sencilla de quien le entiende. De quien aun es parte pura de a belleza de la extensión dorada de la arena, y de ese misterio lejano del horizonte.

Corre por la orilla salpicando la espuma. Realiza curvas en su carrera loca, como curvas tienen las olas crespas que llegan cansadas a la arena. Se sienta en la orilla y juega con el reflejo mojado que recorta su figura despeinada. Como todos los niños, se olvida luego de que el mar fue un descubrimiento para esta primera vez de su baño. La distracción viene y es uno más que deja de ser expectante, para gozar de todo lo que la playa y el mar le deparan. El baldecito es su amigo, y la imaginación le hace ser el obrero casual de un oficio cualquiera. Como en la casa, por un rato certifica su juego con la pala y la fantasía.

Sus casuales amiguitos se han apartado, y ya juegan dinamizados por el aire y el movimiento. Corren, se meten en el agua, zambullen, se echan espuma y caen, ríen y siguen la más feliz aventura, con el espacio en la mirada, el azul del mar y del cielo como contornos de sus ansias libres. . .

Los niños ante el mar! Precioso espectáculo de gracia y color.

Como aquellos luminosos niños que pintara Sorolla, junto a las orillas del Mediterráneo. Incansables en el vaivén de la arena y el agua.

Igual que esas pequeñas olas que nunca cesan de volver....

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Eduardo Vernazza

Ir a página inicio

Ir a índice de autores