Algunos de los discípulos de la Escuela Torres García, sean directos de su
Taller o no, repiten el caso de una evolución hacia lo metafísico.
El hecho real es que al simplificar la estructura de la composición,
generalmente se tiende a una abstracción.
Dicha abstracción va eliminando muchas de las aristas determinantes de
contornos, acentos que forjan el dibujo o que realizan de tal manera sea en la
pintura naturalista interpretativa o en la constructiva, la misión de apuntalar
los espacios de sombra y luz en unos y los espacios planos y grafismos en otros.
Este estudio lleva invariablemente al pintor a buscar soluciones nuevas si es
que posee alguna inquietud o su temperamento se aviene a encontrar entre los
elementos a componer, una dosis de invención acusada generalmente por la
observación más disecada de los objetos y las cosas.
Ya en Alceu Rlbeiro se dio esto hace tiempo. Uno de los cultores de dicha
Escuela de Torres García, Juan Storm, que actualmente realiza una exposición de
sus obras en las Galerías Moretti, comprueba tal forma expresiva dentro de las
nombradas características. Es indudable que Storm se mueve en las tesituras del
Taller. Pero que toma un giro de especial perspectiva cuando escapa a las
influencias, o las aprovecha para adaptarlas a este estiramiento de las líneas,
que dan en un horizonte creado, y en un desplazamiento de planos a tono con el
concepto del artista. Quiere decir que el aspecto natural de los elementos
desaparece, y se forja entre el artista y la pintura, una lucha en la cual el
dominio prevalece cuando se sitúa la orientación metafísica. Esta lleva al
artista a una distracción poética que Storm compone en la soledad de sus
motivos.
Si acaso podemos encontrarle una libertad promovida por esa imaginación que
corre de un cuadro a otro entre los colores primarios y secundarios. O en
tonalidades no lo bastante convincentes ni limpiamente tratadas como para dar
calidades más subidas a sus piezas.
Es importante señalar la intención manifiesta del artista en cuanto a
expresarse, en una estructura marcada o no, pero que aún no ha salido
ampliamente de sus márgenes, como para abordar la abstracción. Lo metafísico
surge entonces dentro de aquellas trazas que demarcan los espacios.
Así se convierte en una severa y controlada visión, en la cual algunos motivos
insólitos coadyuvan a cierto misterio, reñido alguna vez con el sobrio y
despojado contenido de sus planos.