Humor sano en las caricaturas de Manuel José Arce Valladares por Eduardo Vernazza (texto e ilustración) Diario El Día (Montevideo) |
La caricatura, como todo arte pero quizás más que otros, descubre en quien la cultiva un instinto especial para captar no sólo la línea que defina un parecido característico, sino, la intensidad del gesto que acciona como vital nervio de la expresión. Este don que hizo de Fresno, Bagaría, Xaudaró y tantos otros, magníficos artífices que lograron el descubrimiento de esa línea simple pero esencial, se halla poco menos que perdido en la vorágine de hoy. Perdido, no porque falten auténticos representantes de la caricatura, sino porque fue relegándose en su activa presencia, y quedó encogida entre sus más fervorosos cultores, como símbolo de una época en que el humor no era quizá tan negro. La caricatura política tomó la raíz de este dibujo, y culminó en el periodismo la inventiva e imaginación del concepto, diríamos, “literario” más que el valor de la caricatura en si. Pero cada tanto tiempo aparecen artistas de sumo valor. El Subte y su sala menor se convierten en gestores y expositores de tales muestras. Un hombre que se las trae dentro de la diplomacia y la literatura, pero que se ciñe justamente a destacar la caricatura de estilo, es nada menos que Don Manuel José Arce y Valladares. Ya dimos en nota anterior su presentación como Embajador de Guatemala ante nuestro país. Y otros títulos que le acompañan, como ser Miembro de la Real de Nobles y Bellas Artes de San Luis, Zaragoza, España, nos ponen delante de quien, enfrascado en ocupaciones muy responsables, saca tiempo y lucidez para tantear aquel original “duende” que le lleva la mano y la ubica justo en el rasgo más agudo... La cantidad de personajes que la pluma de Valladares ha sabido desentrañar en su más rico elemento expresivo, traducen una vital fuerza de concentrados contornos. Es fácil advertir que el estilo se apropia de la línea y la une o la suelta en diversas y variadas secuencias, trazadas limpiamente y con seguro pulso. La ausencia del detalle superfluo, aquel que no daría más que la complementación de ese trazo definidor, no existe en la caricatura de Valladares. Es decir, en aquellas que a nuestro entender son las que le representan en todo ese poder. La obra numerada con el 44, Don Ramón del Valle Inclán, es de personaje factible de ser tratado con cierta facilidad dados sus ribetes muy acusados. Valladares le asigna una presencia de cuerpo entero, alargándolo y metiéndolo dentro de un ropaje oscuro del que emergen las luengas barbas y alguna otra característica de su tan original figura. Eso pasa justamente con Salvador Dalí. En la caricatura que realiza del tan discutido como genial pintor, Valladares toma el eléctrico bigote y uno de sus dilatados ojos, para dejar “lo otro” ligado a estas trazas que su imaginación creó. Las Nos. 47 - 55 y 58, además de otras, son de esa modalidad tan rica. El Sr. Valladares reunió sus caricaturas en número de casi setenta, para deleitar a los muchos aficionados al humor sano y bien entendido. |
por
Eduardo Vernazza
(texto e ilustración)
Diario El Día (Montevideo, Uruguay)
23 de junio de 1969
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